1.- La guerra no vemos y ya la tenemos. Supongo que se refiere a que sin darnos cuenta ya tenemos la guerra encima, o más profundo todavía, que no hay tanta diferencia entre la paz y la guerra y que por lo tanto, orgüelianamente, war is peace, y viceversa: peace is war. Me recuerda a Calino de Éfeso (En paz creéis estar pero la guerra domina toda la tierra) y a Heraclito: "La guerra es el padre de todas las cosas..." (Pólemos, que es el nombre de la guerra en griego, tiene género gramatical masculino, de ahí que sea el padre y no la madre, pero en el fondo viene a ser lo mismo).
2.- Quien guerra quiera, en ella muera. Sin muchos comentarios. A nosotros, los de abajo, nos gustaría ver cómo los de arriba, esos que tanto nos llaman ahora a las armas, están dispuestos, ellos y sus hijos, a morir en ella los primeros.
3.- No quiero matar a Alí, ni que Alí me mate a mí. Expresión popular de quien no quiere la guerra y, por lo tanto, no quiere matar ni quiere morir en defensa de la patria o de cualesquiera otras ideas. El nombre de Alí quizá nos retrotrae a las guerras de religión entre moros y cristianos, por lo que sería la expresión de un cristiano que no quiere ni matar a los moros ni que los moros lo maten a él.
4.- Cuando Marte llama a la lid, Minerva se echa a dormir. No es un refrán popular propiamente dicho, sino culto por las alusiones mitológicas a la cultura clásica que conlleva: Marte para los antiguos romanos era el dios de la guerra, minimizada aquí con el nombre de “lid”, y Minerva la diosa de la sabiduría, por lo que en la vieja disputa entre las armas y las letras viene a decir este refrán que en época de guerra, no se cultivan las letras, o las letras enmudecen, o como dice el siguiente, con palabras más comunes:
5.-...Cuando truenan los cañones, no se escuchan (o no hay oídos para o enmudecen) las razones. No se olvide el lema de ultima ratio regum, la "última razón de los reyes", que Luis XIV, el rey de la Francia al que se atribuye la identificación con el Estado ("El Estado soy yo") mandó grabar en sus cañones para dar a entender que la fuerza bruta de la bomba era el último argumento del poder, y el primero también de algún modo, dada la amenaza que supone recurrir a la razón de la fuerza más que a la fuerza de la razón a cañonazos. Precisamente fue la invención y el desarrollo de esta terrible arma, el cañón, lo que permitió a los poderosos del mundo mantener su dominio.
6.- Al hombre la espada, a la mujer la rueca. ¡Cómo han cambiado los tiempos, madre mía! La espada, ese símbolo fálico, ya no es atributo de los caballeros andantes, sino también de las damas, que, haciendo realidad el mito de las amazonas o mujeres guerreras de la antigüedad, que prescindían de los varones porque ellas mismas se habían varonizado y adquirido varonilidad, por así decir, so pretexto de no discriminación sexual, se equiparaban así a los varones y tomaban la espada voluntariamente abandonando la rueca y el telar. Resulta curioso, a propósito, cómo se ha democratizado la guerra y cómo se está planteando en la vieja Europa, raptada por el toro bravío de lidia de la OTAN, la conveniencia de volver al servicio militar obligatorio, sin discriminación sexual: es decir al reclutamiento forzoso de hombres y mujeres en edad de empuñar las armas como sucede en el Estado modélico de Israel.
7.- Las armas tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida. Más que un refrán, es una cita literaria del ilustre don Miguel de Cervantes.Saavedra (1547-1616), olvidando que el mayor genio de nuestras letras no está diciendo "esta boca es mía", sino retratando al ridículo, entrañable y loco personaje de don Quijote, que evoca, por su parte, sin citarlo por su nombre propio, al filósofo Aristóteles que tanto daño ha hecho a la humanidad escribiendo en su Política (Libro VII, 1334a) por ejemplo “El fin de la guerra es la paz» (Literalmente: τέλος γάρ, ὥσπερ εἴρηται πολλάκις, εἰρήνη μὲν πολέμου, σχολὴ δ᾽ ἀσχολίας: Pues la finalidad, como se dice muchas veces, de la guerra es la paz, y el ocio del negocio, donde viola el principio lógico de no contradicción que formuló en otra ocasión. Sigue Cervantes, pero no es el manco ilustre de Lepanto, sino su loco don Quijote, diciendo:
“Esta paz es el verdadero fin de la guerra, que lo mesmo es decir armas que guerra.”