domingo, 31 de enero de 2021

Comentarios a la carta anual del señor y la señora Gates

El señor Bill Gates y su señora, Melinda Gates, calificados por nuestro entrañable Periódico Global, de cuyo nombre propio no quiero hacer mención, como “la pareja de filántropos”, publican una carta en donde reflexionan sobre el pasado año 2020, afirmando que “las distinciones entre países ricos y pobres se derrumbaron ante un virus para el cual las fronteras no existen”, como si por arte de magia hubieran desaparecido los ricos y los pobres ante el poder igualitario de la Muerte que no hace distingos a la hora de llevarse a todo el mundo al otro barrio y que como dijo Horacio lo mismo da una patada a las soberbias puertas de los palacios de los príncipes que a las chabolas de los pobres, pero que no soluciona las desigualdades económicas en este mundo, como parece que quieren dar a entender los multimillonarios filántropos norteamericanos que subvencionan los periódicos mundiales donde luego aparecen publicadas sus cartas. 

Según ellos, todos estamos en el mismo barco (we are all in this together), a lo que la voz del pueblo y la razón común les dice que no es verdad. En todo caso todos estamos en el mismo océano, donde unos navegan en lujosos yates como ellos, otros en lanchas o barquichuelas, otros nadando con salvavidas y muchos sin él a merced de la corriente y las olas, y muchísimos naufragan y se ahogan...

El señor y la señora Gates definen el 2020 como el año “en que la salud global se volvió local” (the year global health went local), y parecen muy orgullosos de esta ingeniosa frasecilla a juzgar por las veces que la repiten a lo largo de su epístola, aunque parece que la cosa también podría verse al revés: la salud local es la que se volvió un problema global. Lo privado y particular se volvió un asunto público y general,  y viceversa, habida cuenta de la teoría conspirativa del contagio. 

Ellos, a pesar de sus miles de millones de dólares, tienen la conciencia tranquila, no lo dicen, pero se deduce de su carta porque se sienten orgullosos de la fundación que crearon hace dos décadas,  centrada en la salud mundial, una salud siempre preventiva y nunca curativa, y encaminada según ellos “a mejorar la vida del mayor número posible de personas”. 

A pesar de todas las dificultades, la señora y el señor Gates son optimistas, ven que se acerca el final del principio, ven que “brilla un rayo de esperanza en el horizonte” y están convencidos de que las nuevas herramientas, se refieren a las vacunas principalmente, “pronto empezarán a flexionar la curva de forma rotunda”. 

 Profesora de instituto dando clase en Seúl (Corea)

Esperemos que la susodicha vacuna no sea como el caballo de Troya y no suceda como con la aciaga profecía de la ninguneada y sin embargo clarividente Casandra, que se opuso a su entrada, pero nadie hizo caso de sus advertencias premonitorias. Esperemos que la inoculación de la vacuna en el organismo humano traiga la solución al problema, y no, como creía aquella loca visionaria, su agravación. Esperemos que la propia vacuna no sea un virus troyano que, si lo introducimos en nuestro organismo pensando que es el antivirus perfecto, acabe destruyéndolo y arrasándolo, porque de su interior saldrá el enemigo que pretendíamos combatir y que creíamos haber vencido, y aprovechará el relajo de nuestro sistema inmunitario que se cree a salvo durante el sueño para sembrar la desolación y permitir, haciéndose viral, que entren a saco todos los víruses del mundo. Y Troya será pasto de las llamas.

Resulta conmovedor leer cómo se preocupan los Gates porque, ante una crisis global como esta, las empresas, como hacen habitualmente, “tomen decisiones impulsadas por un afán de lucro” o los gobiernos “actúen con el objetivo limitado de proteger únicamente a sus propios ciudadanos”, como si ese no fuera su cometido, y unos y otros no miren como miran ellos por el bien común y global, palabra mágica esta última que vale por mundial, y que tanto acarician nuestros buenos samaritanos

Para que esto no suceda porque sería muy poco altruista entra en juego la filantropía, es decir, el desinteresado amor a la humanidad sin ánimo lucrativo de los señores Gates que reconocen tener relaciones sólidas “con la OMS, con expertos, con gobiernos y con el sector privado” en los que han invertido, según declaran, 1.750 millones de dólares, que se dice enseguida, para luchar contra la Covid-19, lo que implica, en primer lugar crearla o, si ya existía, magnificarla. Pues para ser un héroe hay que tener un monstruo que combatir que esté a la altura de la proeza heroica que se pretende, y si el monstruo no es tan fiero como lo pintan, hay que maquillarlo y hacer que parezca más fiero de lo que es a fin de infundir pánico y terror. Todo héroe crea el monstruo contra el que dice combatir.

Dicen ser optimistas respecto a la vida después de la pandemia, que nos ha obligado a “asimilar un nuevo vocabulario” -pero sabemos que detrás de ese nuevo vocabulario hay algo más que palabras: hay una nueva realidad o normalidad- y ha aportado un nuevo significado a términos antiguos como “salud global”. Nos quieren decir que hay vida después de la pandemia, pero ¿la hay ahora mismo? ¿Cómo puede haberla después si no la hay ahora?

Pero llegados a este punto, cuando creíamos que todo iba a solucionarse con la dichosa vacunación que ellos promueven y fomentan, el señor y la señora Gates nos dicen que hay que priorizar la igualdad -¿económica?- y, que tenemos que... “prepararnos para la próxima pandemia”.

O sea, que para cuando salgamos de esta, si salimos alguna vez, ya nos tienen preparada otra. Nuestro gozo en un pozo. Vendrán más pandemias. Vendrán más pestes. 

Doña Melinda, que lamenta no haber podido viajar, porque ha tenido que quedarse confinada la pobre en casa como todo el mundo, confiesa que teletrabaja entre otros clientes con el Banco Mundial. Reconoce que para las personas más desfavorecidas “la situación es peor que para las pudientes” como ella, pero lo que parece preocuparle más a la señora Gates y a su marido es que las viejas desigualdades existentes en el mundo, que según ellos habrían desaparecido gracias al virus, se agraven con una nueva: la desigualdad en la inmunidad -que para ellos, como para la OMS, es sinónimo gratuito y automático de vacunación-, un futuro donde sólo los ricos tengan acceso a la vacuna, mientras que el resto del mundo, horro de inmunidad natural, no pueda acceder a ella. Escribe: “Hasta que las vacunas lleguen a todo el mundo, seguirán apareciendo nuevos focos de la enfermedad que irán creciendo y extendiéndose. Los colegios y oficinas cerrarán nuevamente. El ciclo de desigualdad continuará. Todo depende de que todo el mundo aúne sus esfuerzos para garantizar que la ciencia que salva vidas desarrollada en 2020 salve tantas vidas cuantas sea posible en 2021.”

El multimillonario filántropo, por su parte, sentencia en un alarde visionario: La amenaza de la próxima pandemia seguirá cerniéndose sobre nuestras cabezas, a menos que el mundo tome medidas para prevenirla. El remedio de la inexistente próxima pandemia no es la curación, sino la prevención. Pero si la prevenimos, no lo dudemos, la estamos atrayendo: ya hay cita previa.


Le hacen los ojos chiribitas al tío Gilito cuando piensa en el dinero que va a gastar y en las vidas que va a salvar para el cielo de la ciencia: El mundo necesita gastar miles de millones para ahorrar billones (y prevenir millones de muertes). Escribe mirando a su bola de cristal: Para la próxima pandemia, tengo la esperanza de que tengamos lo que yo llamo plataformas de megadiagnóstico que podrían hacer pruebas hasta al 20 por ciento de la población mundial cada semana... Y anuncia una nueva y prometedora terapia: los anticuerpos monoclonales que, según él, pueden reducir la tasa de muerte, si se reciben con la antelación necesaria, en un 80%, y la creación de un cuerpo de unos tres mil socorristas de primera línea para las enfermedades infeccionas en todo el mundo, comparables a los bomberos, que irían a apagar los fuegos infecciosos, con lo que los pobres humanos nos volveríamos inmortales, gracias a esa ciencia que salva vidas como antaño la Iglesia, que salvaba almas para el cielo. Seremos inmortales como los dioses y como las ideas de Platón.

Acaban su larga carta escribiendo que, aunque cuesta imaginarlo, la pandemia llegará a su fin algún día, gracias a la “impresionante labor de los líderes surgidos durante el último año para guiarnos a través de esta crisis”. Esos líderes, además de nuestros mandatarios responsables, son todos aquellos que están en primera línea luchando contra la pandemia (sanitarios, profesores, padres y madres, vecinos caritativos que cuidan de que nadie pase hambre en el barrio...), y sobre todo “la pareja de filántropos”, según la expresión de nuestro entrañable periódico local que se ha vuelto global, pareja que se despide de nosotros deseándonos “buena salud” en estos tiempos difíciles.

sábado, 30 de enero de 2021

Mentes mentirosas

Cabe decir, a propósito de la etimología de “mente”,  que el derivado más chocante a primera vista de esta palabra es el verbo mentir, que ya existía en latín MENTIRI, y que en principio significaba inventar, imaginar, derivando después a su significado actual y más conocido de no decir la verdad y, por lo tanto, engañar.


La aliteración de la expresión "mentes mentirosas" revela el parentesco etimológico que  nos invita a hacer una interesantísima reflexión sobre la relación entre la “mente”,  antiguas "mientes", y la “mentira”.
 
A primera y simple vista parece algo descabellado pensar que "mente" y "mentira" compartan la misma etimología latina, procedentes ambas de MENTEM, pues algo nos hace pensar que lo que tenemos en mente, nunca mejor dicho, es una factoría de verdades. Nada más lejos de la verdad. La etimología nos enseña que lo propiamente mental es la mentira, lo que explica que quien se fía de lo que le dicta su propia mente se engaña torticeramente.
 
 
Cuando creemos que tenemos una idea clara y cierta de las cosas, lo que tenemos, en su lugar, es un indicio delator del error y del engaño. Cualquier cosa sobre la que nuestra mente reflexiona de manera razonable o irrazonable es una realidad, no cabe duda de ello, pero esa realidad que fragua nuestra mente no tiene nada que ver con la verdad, sino todo lo contrario, no deja de ser una creación de nuestra mente, un engaño.

Aceptamos la realidad como si fuera la verdad, y cuando alguien nos dice que son dos cosas distintas, que la realidad es falsa, una mentira mental, pero real que nos condiciona, necesitamos mucha energía y lucidez para romper ese condicionamiento, el hechizo de ese encantamiento.

La mente, al igual que un paraguas, no sirve si no se abre (abiertamente=mente abierta)
 

Forma parte de la educación hacer que aceptemos la realidad. Hay quien dice que tenemos que tener conciencia de la realidad, como si la conciencia fuera un espejo donde se refleja esa vieja y arrugada dama,  sin percatarse de que la conciencia es la realidad, por lo que no conviene contradecir una opinión con otra contraria, sino, más bien, librarse de todas las opiniones: ese es el proceso de la razón en marcha que destruye allá por donde pasa todas las mentiras.


viernes, 29 de enero de 2021

"Es tu futuro"

Leo que se convocan 751 plazas de agentes de policía del País Vasco.  El eslogan o grito de guerra para atraer a los incautos está en vascuence: egin zaitez ertzain: hazte policía, o, más literalmente, hazte ertzaina (leído "erchaina" en castellano) o miembro de la Ertzaintza (leído "Erchaincha")
 
El término ertzain etimológicamente significa "vigilante del pueblo" de (h)erri "pueblo, país" y za(i)n "guardián". Ertzaintza es el nombre de la policía vasca como institución y se escribe con mayúscula inicial, mientras que ertzaina, que se escribe con inicial minúscula, es un miembro de esa policía. 

Resulta un poco desalentador que tantos jóvenes acaben formando parte del cuerpo de la Ertzaintza para de ese modo labrarse un futuro, como se decía antaño, que es lo que les promete el Gobierno vasco equiparando el término "futuro" a un buen sueldo y estabilidad laboral, algo que sus carreras y otras ambiciones profesionales no les proporcionan.

Y es que esta oferta de plazas puede ser muy atractiva para un joven que ha estudiado, se ha preparado y lleva años buscando una oportunidad laboral que no le llega, por lo que sigue viviendo con sus padres y dependiendo económicamente de ellos sin ver ninguna luz a la salida de este túnel. Estudiar un año escaso y prepararse físicamente en un gimnasio para, una vez aprobada la oposición, cobrar un buen sueldo y adquirir así una estabilidad económica que les permita hacer vida de adulto, puede ser para estos jóvenes tan goloso, como se suele decir, como una bolsa de caramelos a la puerta de un colegio a la salida de clase.

Lo cierto es que es un caramelo envenenado porque muchos de esos jóvenes están tirando sus carreras profesionales por la borda para acabar siendo algo que, seguramente, nunca habrían querido ser, pero a lo que se resignan porque -a la fuerza ahorcan- creen que es la única manera de abrirse paso en la vida. 


Resulta triste que el país vasco esté desperdiciando de esta manera tanto talento ofreciéndole esa única salida institucional de formar parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado (o de la Comunidad Autónoma, que para el caso es lo mismo).

Los talentos huyen de Euskadi y los que se quedan se malogran, vamos a decirlo así, al unirse a la Ertzaintza, si no acaban dando saltos de empleo precario en empleo precario sin posibilidad de avanzar o engrosando las filas de las largas listas del desempleo.

Sería preferible una Euskadi, y una España, y una Europa y un mundo en definitiva con menos policías y con mucho más personal sanitario, por ejemplo. Pero ese futuro parece que no le importa mucho al Gobierno vasco (ni al español, ni al europeo, ni al mundial). Sería interesante que el País vasco no destacara por ser el lugar de la Unión Europea con más presencia policial más acusada, ya que presenta una ratio de 6,9 efectivos por cada mil habitantes.

 

El cartel del Gobierno Vasco trata de atraer a los jóvenes de ambos sexos, a formar parte de un cuerpo armado donde la mayoría de los componentes que acceden son varones. Un hombre y una mujer jóvenes y sonrientes -lástima que la sombra en los ojos que les produce la visera de la gorra, y que a ella, la verdad sea dicha, le queda un poco grande, que les protege de los rayos del sol les dé un aire sombrío y siniestro-, él un poco más alto que ella (los requisitos de estatura mínima son para ellas 1,60 cm. y para ellos 1,65 cm), y no mal parecidos te sonríen y con su sonrisa te invitan a asegurarte un porvenir ingresando en la policía autonómica del Gobierno Vasco, donde al parecer todavía no es requisito imprescindible el conocimiento del eusquera, por lo que el eslogan principal aparece en versión bilingüe: ZURE ETORKIZUNA DA / ES TU FUTURO. 

¿En qué consiste la tierra prometida de ese "futuro" que te venden? Ni más ni menos que en un salario, es decir, la conversión de la vida en un estipendio mercenario, la paga o remuneración a cambio no de un servicio público desinteresado a los demás, sino de un trabajo-para-toda-la-vida, un sueldo que hay que ganarse para vivir (como reza la expresión "ganarse la vida") a fuerza de vigilar al pueblo y de cuidar como haría un perro guardián que la gente no se desmande demasiado, y de manejar las armas reglamentarias que ya sabemos quién las carga, y que en realidad manejan a los que las portan.  El arma reglamentaria, por cierto, de los agentes de la Ertzaintza es la pistola semiautomática autocargable universal Heckler & Koch  Compact de fabricación alemana y de calibre 9 milímetros parabellum, que como se sabe es un latinajo que significa "prepara la guerra".

jueves, 28 de enero de 2021

Contactos sin tacto

Me entero de que una Organización No Gubernamental llamada “Cooperación Internacional” (Living for others, en la lengua del Imperio) ha lanzado una campaña con etiqueta de almohadilla tuitera denominada #TocarSinContacto para acercarse a las personas que lo necesitan “aunque no pueda ser físicamente por la pandemia del Covid-19”. Y como no pueden arrimarse físicamente, según dicen, van a intentarlo, digo yo, metafísicamente... Animan principalmente a los jóvenes a sumarse como buenos samaritanos a su campaña de voluntariado pandémico... dentro siempre, claro está, del marco normativo de la Nueva Normalidad. 

 

Según uno entra en su página güeb, se encuentra con un lema que pone: "El futuro va a ser mejor. Lo estamos cambiando." Se supone que mejor que el presente: la zanahoria delante de las orejeras del borrico. A continuación hay una pestaña en la que se lee QUIERO CAMBIAR EL MUNDO. Si uno clica allí, resulta que hay tres procedimientos para lograr el portento: -Con una donación (económica, por supuesto); -Haciendo voluntariado samaritano; y -Desde mi empresa (?) a través de colaboraciones institucionales de entidades tanto públicas como privadas, es decir, volvemos al punto primero: dinero para cambiar el mundo... Resulta de una ingenuidad que roza el candor más absoluto y la candidez más bobalicona pensar que se puede cambiar el mundo de alguna de esas dos maneras. Al fin se reducen a dos: dar pasta a una oenegé o trabajar gratis para ella. 

Sobre estas oenegés hay que decir que aunque no sean creaciones propiamente dichas de los gobiernos y de los poderosos señores de este mundo, como indica su definición de “no-gubernamentales”, sí que suelen ser pro-gubernamentales y suelen estar subvencionadas económicamente y fomentadas por los gobiernos y por el mecenazgo de algunos milmillonarios filántropos, mandatarios a los que de hecho les hacen el juego y la cama.

"Para tocar un corazón no hace falta contacto físico", reza uno de sus lemas, y para ser voluntario o gestor de una ONG tampoco hace falta  mucho, la verdad sea dicha, basta con albergar buenas intenciones y sentimientos. Y para "mirar con cercanía a los demás" ya están los reality shows de la televisión y las redes sociales.

Estamos ante una paradoja: ¿cómo podemos contactar con una persona sin tocarla, sin darle un apretón de manos, sin abrazarla, sin darle un beso, sin acariciarla, sin sentir su calor humano? Imposible: si no hay tacto no hay contacto real. 


Podrá haber contacto virtual. De hecho el término "contacto virtual" ha tenido éxito en el mundo de las telecomunicaciones y de las redes sociales donde se cuentan por cientos y miles  los followers o seguidores fantasmagóricos que tiene uno. 

La expresión coloquial de “darle un toque a alguien” con el sentido de ponerle a prueba o de sondearle respecto a algún asunto ha quedado ya obsoleta y es desde hace algún tiempo sinónima de llamarle por teléfono... como si viniera preparándose la sustitución del contacto carnal, que se juzga peligroso, contagioso, al estar supuestamente todos apestados, por el virtual.

Ese es el mensaje subliminal que hay detrás de esta campaña: todos estamos apestados, por lo que es menester que guardemos la distancia física, pero no la social, nos recuerdan los vendedores de teléfonos inalámbricos, tabletas, ordenadores personales y demás cachivaches, porque podemos comunicarnos con los demás a través de medios tecnológicos asépticos y seguros y tejer nuestras propias redes sociales...

Leo en una de esas redes en las que incurro yo rara pero alguna vez, a la fuerza ahorcan, que en el colegio de la nieta de una mujer de mediana edad ha habido un pequeño que ha resultado positivo en la prueba esa de la peceerre, por lo que cuatro clases de párvulos de cinco años permanecen encerrados a cal y canto en sus casas durante diez días, custodiados por sus madres, que los mantienen aislados sin que se les arrime nadie para preservar su pureza infantil angelical...

La abuela se queja de que su hija, una de esas ahora abnegadas madres de familia, no la deja coger a la nieta en brazos, abrazarla y darle unos besazos y achuchones cada vez que la ve, pese a que se pone la pañoleta que lleva al cuello a guisa de mascarilla cubriendo boca y nariz, para evitar las broncas y la riña de su hija...

Desde luego, la burbuja familiar, reducida a su mínima expresión histórica, la sagrada familia, es la ONG ideal perfecta para el gobierno, funcionando como el perfecto trampolín de las políticas del Ministerio de Sanidad y de la perniciosa Organización Mundial de la Salud.

¿Qué será de estos niños, me pregunto yo, sometidos a la tortura de las disposiciones irracionales del Estado terapéutico y profiláctico encerrados entre cuatro paredes, sin contacto con el mundo exterior y con los otros? ¿Se rebelarán contra el sistema o serán, más bien, la generación más domesticada, dócil y esclava que ha pisado la faz de la tierra desde que el mundo es mundo?

miércoles, 27 de enero de 2021

"Tirar a dar"

Días atrás en la zona vieja de la bellísima ciudad donostiarra se produjo un enfrentamiento entre un grupo de jóvenes, al parecer desordenados, y la Ertzaintza que hizo acto de presencia, cargando casi hasta medianoche. En un momento de gran tensión, el oficial al mando de un grupo de diez policías, tras dar una serie de indicaciones a sus subordinados, soltó la siguiente perla de la que hay constancia grabada: “Vamos a tirar a dar, ¿vale?”. 
 
 
Como lo de “tirar a dar” suena un poco fuerte, enseguida el secretario general del sindicato policial le ha quitado importancia calificando la frase de “expresión coloquial”, y argumentando que la "voluntariedad" -no la voluntad, ojo, que al parecer no es lo mismo- de los agentes no era la de herir a los participantes en los incidentes.

Que a alguien le disparen un proyectil de “foam” de calibre 40 milímetros, peso de 220 gramos y alcance, al parecer, de una velocidad que llega a superar los 300 quilómetros por hora, supuestamente menos letal que las pelotas de goma utilizadas hasta la fecha por los antidisturbios, no le hará mucha o, más bien, ninguna gracia. Las pelotas de goma rebotaban y sus impactos eran impredecibles, mientras que estas nuevas balas de viscoelástica son bastante precisas y certeras, y dependen de la puntería del agente que dispara.   Ahora bien, si uno sabe que se dispara sin voluntad de herirle porque “ha sido sin querer”, le deja a uno un poco más tranquilo, aunque le reviente un ojo de la cara, por ejemplo. 

 
Alguna vez he visto algún programa televisivo de esos que graban el día a día de los agentes de la policía durante su trabajo en su patrullar y actuar diario. Resulta tranquilizador ver qué saber-estar y “savoir faire” muestran estos agentes de ambos sexos previamente seleccionados, con qué educación y profesionalidad se comportan, qué temple exhiben, qué paciencia despliegan en su trabajo cotidiano...ante las cámaras.

Reflejan estos reportajes una imagen tan idealizada del policía que sabe que está siendo grabado y visto por todo tipo de telespectadores que al final uno casi acaba deseando que le detengan a uno mismo, que le lleven al calabozo y, si se tercia, que le planten un par de hostias bien dadas... ¿Por qué? ¿Cómo que por qué? Porque uno seguramente se lo merece, y, porque, como decía el otro, algo habrá hecho uno, aunque no sea muy consciente de ello...

Esos programas venden un producto propagandístico: la imagen del poli bueno, que encarna los ideales de perfección y rectitud de las fuerzas de “orden público”, frente al ciudadano normal y corriente que muestra poco civismo y representa la imperfección, la torpeza y el desorden. 

Estos programas deforman la realidad so pretexto de informar de ella. La observación modifica la realidad de lo observado, configurando una nueva pero falsa realidad. De hecho puede afirmarse que la realidad se crea o recrea en el acto mismo de la observación.


Pero cuando alguien no es observado o cuando no sabe que hay una cámara oculta grabando, es cuando se retrata de verdad, como se suele decir. Bienvenida sea, en ese sentido, toda grabación que aporte luz mostrando el lado oscuro de los que dicen velar por nuestra seguridad, una muestra que solo puede obtenerse si no se percatan de que están siendo filmados.

De todo hay en la viña del Señor. En la vida cotidiana, esa que no suele salir por la televisión, uno se encuentra, sin embargo, con verdaderos y vulgares mercenarios, portadores de placa, porra y pistola, con una soberbia, chulanganería, violencia, impunidad y falta de escrúpulos en exceso, y no pocos justifican la violencia policial escudándose en que estaban cumpliendo órdenes que siempre vienen de arriba, de los mandos, por lo que parece que no son responsables de su actuación.

Por supuesto que también, afortunadamente, uno se encuentra con sujetos que, pese a desempeñar esa profesión que les exige hacer uso de la fuerza, saben comportarse y no llegan a utilizar nunca el arma reglamentaria que el Estado pone en sus manos, como aquel guardia civil jubilado que se enorgullecía de que nunca había hecho uso de su pistola... Pero hay polis buenos y malos... El gran defecto del “poli bueno” es que excusa, protege y encubre a menudo por corporativismo al “poli malo”.

“Vamos a tirar a dar” no es una frase descontextualizada ni una frase hecha o expresión coloquial. Es una declaración de intenciones en toda regla que retrata la violencia institucional intrínseca que encarnan los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Ellos no manejan las armas que portan; las armas les manejan a ellos. El gatillo llama al dedo. El problema es que algunos tienen, además de fácil el gatillo, muy buena puntería.

martes, 26 de enero de 2021

A self-fulfilling prophecy

El filántropo milmillonario ha declarado que la humanidad no volverá a la normalidad hasta que se haya vacunado contra el virus coronado. Esa profecía no es azarosa, no depende de las circunstancias el que se cumpla o no. Es una profecía de autocumplimiento, a self-fulfilling prophecy: es decir una profecía que una vez formulada ella misma se encarga de que se haga efectivo su propio cumplimiento. 
 
La profecía llamada a autorrealizarse parte de una definición «errónea» o no verificada de una situación. En el caso que nos ocupa la aseveración “la humanidad no puede volver a la normalidad” no es una opinión particular lanzada al albur y más o menos fundada en alguna evidencia científica o mágica de un adivino iluminado que puede o no cumplirse, pero que no se sabe todavía porque habrá que esperar a ver qué pasa y, como la gente dice, "el tiempo lo dirá", sino que parte de que es metafísicamente imposible volver a la normalidad para que así sea, lo que se establece como una verdad de hecho que impide, con su formulación, dicha vuelta. 
 
 
 
Esta creencia, falsa como todas en cuanto no demostrada, despierta un nuevo comportamiento, en este caso la necesidad imperiosa y compulsiva de vacunarse, lo que hace que la errónea concepción original de la situación se trueque como por arte de magia en «verdadera». 
 
Una vez que alguien se convence a sí mismo de que las cosas no volverán a ser como antes porque se han impuesto unas medidas (mascarillas, distancia social, confinamiento, toque de queda -ridículamente denominado entre nosotros por el presidente del gobierno “restricción de movilidad nocturna”, restricción del derecho de reunión etc.) que han cambiado nuestros hábitos y costumbres, y que han hecho que nuestras relaciones se modifiquen drásticamente, hasta el punto de no acercarnos a más de dos metros de un conocido o desconocido ni a dejar que se nos acerque ninguno por miedo al contagio, medidas imprescindibles según nos han inculcado y nos han hecho creer para luchar contra un virus al que, según la Organización Mundial de la Salud resulta poco ético exponerse a fin de adquirir inmunidad natural, que ya ni siquiera reconoce que pueda existir-, una vez convencidos de eso, decía, ya nada volverá a ser lo mismo y ya nadie hará nada para evitar esa situación que podría evitarse, ya que podrían, en efecto, derogarse dichas medidas draconianas, y esperar a ver qué pasa. 
 

 Expresión anónima del auténtico sentir popular.
 
¿Qué pasaría? Por lo pronto que se volvería a la normalidad, con lo que se revela la falsedad de la que partía la profecía de autocumplimiento. Pero no se hará, no se volverá a la normalidad, porque las medidas impuestas por autoconvencimiento o por presión policial y legal se consideran justas y necesarias. 
 
Ya podemos darnos por jodidos, como decía vulgarmente el otro, porque sólo nos queda someternos a la vacunación que se presenta como única oportunidad de redención y de vuelta a la normalidad.
 
El papa bendiciendo la Hostia (vacuna redentora), fotomontaje.
 
El ejemplo literario que se me ocurre entre los antiguos de profecía autoejecutante es este epodo atribuido a Arquíloco (fr. 84 D) Ζεὺς ἐν θεοῖσι μάντις ἀψευδέστατος / καὶ τέλος αὐτὸς ἔχει, que así tradujo Agustín García Calvo: “No hay otro dios como Zeus / profeta cierto: él hace la profecía, y él / la hace cumplirse también”. 
 
Zeus sería mejor profeta, según Arquíloco, que cualquiera de los otros dioses griegos, porque sus vaticinios se cumplen en la realidad, ya que el tiene el poder de ejecutarlos. Aunque no se le cite por su nombre propio, Zeus sería mejor futurólogo que el mismo Apolo, que era propiamente el dios de la profecía. ¿Por qué? Porque Zeus, dios todopoderoso, conoce realmente el futuro ya que él es el que ordena que así sea, y nosotros, tristes mortales, obedecemos religiosamente. 
 

lunes, 25 de enero de 2021

La fe y las dudas ó Dios y los diablos.

Si la fe tiene un poder tan grande que, según dicen las sagradas escrituras  (Mateo 11, 23), sagradas para los creyentes, claro está, puede hacer que una montaña se quite de repente del medio de donde está y se meta en el mar sólo con que tengamos fe en ello y no lo dudemos ni un solo momento en nuestro corazón, la duda no es menos poderosa y también puede obrar milagros. No soy yo el que lo dice, cuidado, sino el periódico independiente de la mañana más leído en español, el periódico global. Así reza un titular de la sección de economía, que es la más realista, que apareció en la primera plana de un día cualquiera ya pasado:  “Las dudas sobre el crecimiento global hunden los mercados internacionales”. 

Recordemos lo que cuenta Luciano de Samósata que le decía uno de sus personajes, Licino, a Hermótimo, su interlocutor y amigo, en el diálogo homónimo:  "Sé sensato y acuérdate de dudar." Le decía que no era una opinión personal suya, algo de su cosecha propia, sino una sentencia de algún sabio, que aconsejaba no dar crédito así como así a las cosas, sino ponerlas todas en tela de juicio, dudar de ellas, no creer en lo que está mandado. Y está claro, volviendo al titular de periódico citado, que las dudas, unas simples dudas sobre algo tan abstracto, evanescente y difuso pero real como "el crecimiento global", unas dudas que albergamos todos en nuestro fuero interno,  pueden hundir los mercados internacionales. 


 -No diré mío, sino de alguno de los sabios, aquello del "sé sensato y aprende a dudar".
(Luciano de Samósata, Hermótimo, 47)
 

Pues seamos sensatos nosotros también y acordémonos de no fiarnos mucho de nada ni de nadie, ni siquiera de nosotros mismos. Y no porque yo lo diga, sino porque lo dijo uno de los sabios de la antigüedad, un tal Epicarmo según parece que es la autoridad que citaba sin citarla Licino a su amigo Hermótimo -algunos le han atribuido la máxima al escéptico* Sexto Empírico-, un sabio que no era sabio porque sí, sino porque todos reconocemos algo de sabiduría y de razón común, o sea de sentido común, en lo que dijo, en lo que nos sigue diciendo todavía, porque hoy es siempre todavía, que es lo contrario de lo que nos dicen todos los días por todos los medios de comunicación a todas las horas los políticos y/o economistas que nos gobiernan, lo contrario de lo que está mandado, lo contrario de lo que Dios, que es el dinero,  manda: que no le demos crédito, que perdamos la fe que tengamos en la realidad, a fin de que se hundan quitándose de en medio y metiéndose en el mar ella misma y todas las bolsas y los mercados internacionales, para que se vea así la mentira podrida sobre la que se fundamentaba y cimentaba todo.

Traigamos en auxilio de los antiguos a nuestro poeta don Antonio Machado, que en su Juan de Mairena razona así la importancia del escepticismo: "Aprende a dudar, hijo, y acabarás dudando de tu propia duda. De esta manera premia Dios al escéptico y confunde al creyente".

*Escepticismo: Para el divino Sexto Empírico los sistemas filosóficos son tres: los dogmáticos, que son aquellos que creen haber descubierto la verdad y que se creen poseedores de ella, los académicos, que son aquellos que creen que no puede ser aprehendida, y los escépticos -del griego sképthomai "investigar, mirar con detenimiento, preguntar qué es algo" y, por lo tanto, "no dar nada por establecido ni sentado"- que son los que a falta de fe en uno u otro sentido, dudan, siguen investigando y albergando numerosas dudas, como esas que han hicieron que, aunque sólo fuera por un día, se hundieran los mercados internacionales. 

El escéptico es el que no cree, porque los que creen, los creyentes, ya no necesitan investigar nada, ni preguntarse por las cosas, ni mirarlas con detenimiento: se creen en posesión ortodoxa de la verdad. 

A la pregunta que Dios en la viñeta de Montt le hace al Diablo sobre qué es lo que está haciendo en el cerebro de un ser humano, éste responde "sembrando dudas" a la vez que implanta signos de interrogación en la materia gris que harán que esa masa encefálica se cuestione, al aflorar la incertidumbre, todas sus supuestas certezas o creencias, todas sus fes, esencialmente ciegas como son todas a la luz de la razón, poniéndolas en tela de juicio. 
 
Para los Señores del Mundo, nunca dubitativos, la palabra "escéptico" es poco menos que un insulto, porque ellos creen en la Ciencia, que es la nueva forma que ha adoptado la vieja religión en nuestros días y en la que depositan toda su cándida fe, y creen en el Progreso de la Humanidad, y en todos los artículos de fe que se les proponga. Ellos son los que siempre dicen: "No cabe duda"  e "indudablemente". 
 
Nuestro verbo dudar procede del verbo latino "dubitare" y está relacionado etimológicamente en su origen con el número dos ("duo"), por lo que significa "estar dividido entre por lo menos dos posibilidades". El número dos representa la duda, el descubrimiento de que el uno no es ninguno (y que no hay una sola y única cosa, sino múltiples y varias) y que, por lo tanto, la unidad no existe de por sí, sino que es fruto de la dualidad, lo que nos lleva, mucho más lejos, al posible descubrimiento ontológico y esquizofrénico de que yo (y el Yo) no soy uno, sino, por lo menos, dos. 
 
Sirva como colofón esta reflexión magistral de Rafael Sánchez Ferlosio: Predicar una nueva fe entre practicantes de un viejo culto animista, tibio y desgastado puede ser un propósito con esperanza de éxito, pero proponer el escepticismo y el agnosticismo entre gentes entusiasmadas y enfervorizadas con sus propios dioses patrios no sólo parece tarea desesperada, sino también el mejor modo de atizar el fuego, ya que para la llama de la creencia no hay mejor leña que el hostigamiento, porque permite inflamarse a los creyentes en eso que suele llamarse santa indignación.

domingo, 24 de enero de 2021

Del sufragio universal

A Alexis Henri Charles Clérel, vizconde de Tocqueville, más conocido como Alexis de Tocqueville (1805-1859), famoso pensador político, historiador y escritor francés, célebre por sus análisis de la Revolución francesa y de la evolución de las democracias occidentales en general, se le atribuye una cita apócrifa que circula por la Red y que muy bien podría ser la divisa de todos los poderosos, tanto política- como económicamente hablando, que viene a destruir como por arte de magia lo que se ha dado en llamar el encantamiento de la ilusión democrática. Dice así: “No le tengo miedo al sufragio universal, la gente votará como se le diga” (Je ne crains pas le suffrage universel; les gens voteront comme on leur dira). 

Es muy común encontrarse con frases hechas como esta que cita todo el mundo atribuyéndoselas a algún autor conocido para revestirlas de su magisterio y autoridad magistral, adquiriendo así el prestigio de que son indiscutibles artículos de fe, por el criterio del magister dixit,  lo ha dicho el Maestro y lo que él ha dicho no se discute porque es irrebatible. Pero la cita es casi con toda seguridad espuria. En la obra más conocida de Alexis de Tocqueville, que es la “Democracia en América” y que he rastreado someramente por encima, no figura ni con esas palabras ni con otras parecidas. Habría que rebuscar en su obra completa para encontrarla, si es el caso, y dotarla de un contexto del que, citada en abstracto como suele hacerse, carece por completo, tarea que dejo para otros más interesados en los derechos de autor de la frase que en lo que quiere decir.

Más interesa preguntarse quién es ese “yo” que habla en primera persona y dice que no le tiene miedo al sufragio universal. No tiene mucho sentido que sea el propio vizconde de Tocqueville que analiza el funcionamiento de los sistemas democráticos modernos. Tendría mucho más fundamento si pusiera esa cita en boca de algún poderoso elegido democráticamente, por ejemplo en el presidente de la República francesa. 

Retrato de Alexis de Tocqueville, Théodore Chassériau (1850)
 
Pero ¿quiénes son exactamente los poderosos? ¿Los políticos profesionales elegidos democráticamente? ¿Los banqueros que dirigen grandes grupos financieros y los grandes empresarios de las multinacionales? ¿Los responsables de la manipulación de la información y de los medios de creación de la opinión pública? Son todos ellos en general y ninguno solo en particular porque en realidad son inseparables, son los tres vértices de un triángulo equilátero. Políticos/economistas, capitalistas y periodistas comparten el mismo modo de vida, los mismos valores, el mismo mundo... Forman una familia inseparable. Y no temen al sufragio universal, sino todo lo contrario: lo desean fervientemente porque legitima y justifica la gobernanza a la que aspiran o que ostentan.

Además, si ponemos la frase atribuida al vizconde al día, “la gente” puede sustituirse por “la opinión pública” y el “se” de “se le diga” representa, obviamente, al poder político y económico, es decir a quienes lo ejercen, y de alguna manera refleja a quien está hablando y diciendo que no le teme al sufragio universal en que un hombre (y una mujer también, por supuesto) es un voto con fecha de caducidad de cuatro o cinco años, y nada más que eso.

La gente votará lo que se le mande, pero no nos engañemos: lo primero que se le manda es que vote. Todos los candidatos insisten en la importancia de acudir a las urnas, porque lo que salga de ahí y que legitimará su poder personal en el fondo es indiferente. Con esta maniobra se convierte al pueblo en electorado. 

La elección que haga la gente mediante el sufragio universal es absolutamente irrelevante porque nunca va a servir para que cambien las cosas de verdad, el sistema, sino, en todo caso, para que cambien superficialmente en su apariencia y puedan maquilladamente seguir en el fondo igual, que es lo que importa.

No perdamos de vista que en latín el verbo suffragari significaba en sentido figurado “apoyar a alguien, favorecerle” y en concreto “apoyar una candidatura y, por consiguiente, votar a favor de ella”. El diccionario de nuestra academia recoge, sin embargo, como primera acepción de sufragar “costear, satisfacer” y como segunda “ayudar o favorecer”.

¿Cómo se explica que la palabra “suffragium” que era sinónima de “voto electoral” acabe significando suma de dinero u otro soborno o prebenda que se daba a cambio de él? Se explica porque el voto no era algo gratuito, tenía un precio, lo que se ve en las modernas campañas electorales de los partidos políticos, que necesitan subvenciones millonarias para costearlas. 

El fenómeno histórico arranca de la república romana y los comienzos del imperio, relacionado con la institución del patronazgo o patrocinio, que en principio era la protección o defensa de los patricios respecto a los plebeyos, convertidos en clientes de aquellos, a cambio de su voto. 

"Patrocinar" acabó queriendo decir “apoyar o financiar una actividad, normalmente con fines publicitarios”, dada la necesidad de los votos para la adquisición del poder político. La clientela estaba obligada a votar a su patrono a cambio de su protección económica, una protección que en principio era un sustento alimenticio, la espórtula, por el nombre de la cestilla o espuerta, donde se llevaba. El voto, pues, tenía un precio. Los votos valen dienro, ya que eran imprescindibles para alcanzar el poder. Se ve, con esto, la íntima y antigua relación entre la política y la economía, entre el poder y el dienro, entre el Estado y el capital.

Sucede lo mismo con el término "cliente", que en primer término es actualmente “Persona que compra en una tienda, o que utiliza con asiduidad los servicios de un profesional o empresa”, es decir, que establece una relación económica, pero también “persona que está bajo la protección o tutela de otra”, o, lo que es lo mismo persona que se halla en una determinada relación política de subordinación.

sábado, 23 de enero de 2021

La Iglesia de Inglaterra presta sus lugares de culto al Estado

La Iglesia de Inglaterra ofrece generosamente sus sagrados templos para la vacunación contra la enfermedad del virus coronado y para la realización de pruebas de detección del susodicho virus durante todo el año. Han dejado de celebrarse en sus iglesias y catedrales las ceremonias de culto religioso por razones sanitarias, y pasan así a convertirse en centros del culto masivo del nuevo ídolo: una salud que no consiste en la curación de un mal efectivo, sino en su prevención. 


La Iglesia de Inglaterra justifica la medida como un gran acto de servicio a la comunidad,  como si reconociera que, ante la urgencia de la situación, no se trata tanto ya del negocio de la salvación de las almas de los fieles sino de sus cuerpos, que son prioritarios y podrían contagiarse, enfermar y fallecer. 

 

La argumentación que se ha seguido es la siguiente: La mayoría de los centros de vacunación que se están abriendo esperan pinchar (inmunizar, dicen ellos, siguiendo las últimas y capciosas recomendaciones lingüísticas de la OMS, que hace sinónimo este término de "vacunar", cuando es algo que está por demostrarse) a más de 1.000 personas diarias por lo que se necesitan grandes espacios que no sean necesarios para otros propósitos.

En las iglesias británicas, donde ya no se realizan ceremonias religiosas, se practica ahora la comunión de la salud. Los feligreses  viven con ardorosa fe su creencia firme en el retorno a la normalidad, a pesar de que se les dice que las cosas no volverán ya nunca a ser lo que eran.

No es algo anecdótico o casual, sino profundamente significativo y simbólico: Las primeras personas en Inglaterra han sido inoculadas contra el virus coronado en la catedral de Lichfield, en el norte del país, y en la famosa catedral de Salisbury, en el sur, donde se acompañaba la eucaristía de la vacuna con el sonido de las notas del órgano que interpreta música sagrada. 

Catedral de Rochester, en el condado de Kent (Inglaterra)

Los feligreses siguen ahora las ceremonias religiosas en directo por telepantallas al no poder asistir a los templos. Siempre habían retransmitido las televisiones misas para los enfermos que no podían asistir a los oficios, encamados como estaban en hospitales o en sus propios hogares, pero ahora, con los confinamientos y la prohibición del culto, han aumentado considerablemente sus índices de audiencia. 

La novedad es que ahora es toda la población la que se considera enferma, poco importa si tiene o no tiene síntomas, si enfermos reales o imaginarios. Los creyentes no pueden asistir a los templos más que a testarse, es decir, a someterse al control de una prueba (al famoso test, en la lengua del Imperio), o a vacunarse en espera de la siempre futura redención.

viernes, 22 de enero de 2021

La muerte, toda la vida

El poeta Neorrabioso escribe, en una de sus pintadas callejeras en un contenedor de basura, que tomo sin permiso de su blog:  LA MUERTE ES TODA LA VIDA, NO SU CONCLUSIÓN. 


Viene a decirnos en castellano con una admirable economía de palabras lo mismo más o menos que le escribía Séneca a su amigo Lucilio en una carta (24. 19-20), donde le decía en latín*: Recuerdo que en una ocasión trataste el tópico aquel de que no nos morimos de repente, sino que caminamos hacia la muerte poco a poco; morimos cada día. Pues cada día se nos arrebata alguna porción de vida, e incluso entonces, cuando estamos creciendo, nuestra vida decrece. Perdimos nuestra infancia, luego la niñez, luego la adolescencia. Todo el tiempo que ha transcurrido hasta ayer mismo se nos ha ido; este mismo día, en que estamos viviendo, lo compartimos con la muerte. Tal como a la clepsidra no la vacía la última gota de agua, sino todas las que se filtraron antes, así la última hora, en la que dejamos de ser, no causa ella sola la muerte, sino que ella sola la consuma; entonces llegamos por fin a ella, pero hacía tiempo que nos aproximábamos.

*memini te illum locum aliquando tractasse, non repente nos in mortem incidere, sed minutatim procedere; cotidie morimur. cotidie enim demitur aliqua pars uitae, et tunc quoque, cum crescimus, uita decrescit. infantiam amisimus, deinde pueritiam, deinde adulescentiam. usque ad hesternum, quicquid transit temporis, perit; hunc ipsum, quem agimus, diem cum morte diuidimus. quemadmodum clepsydram non extremum stillicidium exhaurit, sed quicquid ante defluxit, sic ultima hora, qua esse desinimus, non sola mortem facit, sed sola consummat; tunc ad illam peruenimus, sed diu uenimus.

 

 

jueves, 21 de enero de 2021

Siete mensajes breves

El neopuritanismo higiénico y sanitario impuesto fomenta los contactos virtuales en detrimento del sentido propio del tacto y las caricias reales en la piel. 
 
La mascarilla obligatoria que oculta el brote de acné que ella misma provoca con su uso prolongado es uno de los mejores ejemplos de relación tóxica que existe. 
 
La pitonisa vislumbró en la bola de cristal que los seres humanos iban a sacrificar su libertad a cambio de “seguridad”, pero nunca su vida a cambio de “salud”. 
 
De lo mejor de Einstein: Las proposiciones matemáticas en cuanto se refieren a la realidad no son válidas, y en cuanto son válidas no se refieren a la realidad. 
 

La historia nacional que se enseña en las escuelas consolida la idea falsa pero real a fuerza de imposición doctrinal de que somos una nación con una identidad. 
 
Hay palabras sonoras y altisonantes que son como el ciprés, árbol hermoso y espigado, pero que, proyectando su sombra en cementerios, no da fruto de provecho. 
 
En la mitología moderna destacan desde Bela Lugosi en La legión de los hombres sin alma y G. A. Romero, los zombies, muertos vivientes, nuestro vívido retrato.