El poeta Neorrabioso
escribe, en una de sus pintadas callejeras en un contenedor de
basura, que tomo sin permiso de su blog: LA MUERTE ES TODA
LA VIDA, NO SU CONCLUSIÓN.
Viene
a decirnos en castellano con una admirable economía de palabras lo
mismo más o menos que le escribía Séneca a su amigo Lucilio en una
carta (24. 19-20), donde le decía en latín*: Recuerdo
que en una ocasión trataste el tópico aquel de que no nos morimos
de repente, sino que caminamos hacia la muerte poco a poco; morimos
cada día. Pues cada día se nos arrebata alguna porción de vida, e
incluso entonces, cuando estamos creciendo, nuestra vida decrece.
Perdimos nuestra infancia, luego la niñez, luego la adolescencia.
Todo el tiempo que ha transcurrido hasta ayer mismo se nos ha ido;
este mismo día, en que estamos viviendo, lo compartimos con la
muerte. Tal como a la clepsidra no la vacía la última gota de agua,
sino todas las que se filtraron antes, así la última hora, en la
que dejamos de ser, no causa ella sola la muerte, sino que ella sola
la consuma; entonces llegamos por fin a ella, pero hacía tiempo que
nos aproximábamos.
*memini te illum
locum aliquando tractasse, non repente nos in mortem incidere, sed
minutatim procedere; cotidie morimur. cotidie enim demitur aliqua
pars uitae, et tunc quoque, cum crescimus, uita decrescit. infantiam
amisimus, deinde pueritiam, deinde adulescentiam. usque ad hesternum,
quicquid transit temporis, perit; hunc ipsum, quem agimus, diem cum
morte diuidimus. quemadmodum clepsydram non extremum stillicidium
exhaurit, sed quicquid ante defluxit, sic ultima hora, qua esse
desinimus, non sola mortem facit, sed sola consummat; tunc ad illam
peruenimus, sed diu uenimus.