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sábado, 30 de enero de 2021

Mentes mentirosas

Cabe decir, a propósito de la etimología de “mente”,  que el derivado más chocante a primera vista de esta palabra es el verbo mentir, que ya existía en latín MENTIRI, y que en principio significaba inventar, imaginar, derivando después a su significado actual y más conocido de no decir la verdad y, por lo tanto, engañar.


La aliteración de la expresión "mentes mentirosas" revela el parentesco etimológico que  nos invita a hacer una interesantísima reflexión sobre la relación entre la “mente”,  antiguas "mientes", y la “mentira”.
 
A primera y simple vista parece algo descabellado pensar que "mente" y "mentira" compartan la misma etimología latina, procedentes ambas de MENTEM, pues algo nos hace pensar que lo que tenemos en mente, nunca mejor dicho, es una factoría de verdades. Nada más lejos de la verdad. La etimología nos enseña que lo propiamente mental es la mentira, lo que explica que quien se fía de lo que le dicta su propia mente se engaña torticeramente.
 
 
Cuando creemos que tenemos una idea clara y cierta de las cosas, lo que tenemos, en su lugar, es un indicio delator del error y del engaño. Cualquier cosa sobre la que nuestra mente reflexiona de manera razonable o irrazonable es una realidad, no cabe duda de ello, pero esa realidad que fragua nuestra mente no tiene nada que ver con la verdad, sino todo lo contrario, no deja de ser una creación de nuestra mente, un engaño.

Aceptamos la realidad como si fuera la verdad, y cuando alguien nos dice que son dos cosas distintas, que la realidad es falsa, una mentira mental, pero real que nos condiciona, necesitamos mucha energía y lucidez para romper ese condicionamiento, el hechizo de ese encantamiento.

La mente, al igual que un paraguas, no sirve si no se abre (abiertamente=mente abierta)
 

Forma parte de la educación hacer que aceptemos la realidad. Hay quien dice que tenemos que tener conciencia de la realidad, como si la conciencia fuera un espejo donde se refleja esa vieja y arrugada dama,  sin percatarse de que la conciencia es la realidad, por lo que no conviene contradecir una opinión con otra contraria, sino, más bien, librarse de todas las opiniones: ese es el proceso de la razón en marcha que destruye allá por donde pasa todas las mentiras.