lunes, 23 de noviembre de 2020

Grafitis santanderinos

Contemplando de pasada las pintadas que aparecen de la noche a la mañana en esta ciudad supermegapija, pijísima hasta la saciedad, hiperbólicamente snob, funcionarial y presumida como ninguna otra, que se quiere smart city y es de lo más tonto que hay, donde reina el postureo plusmarquista y las radicalmente falsas apariencias que nunca corresponden a la realidad, apenas encuentro palabras en las paredes que den testimonio de la voz de los de abajo, la expresión anónima y desgarrada de la gente y del sentido común y popular. Pongamos que hablo, se me olvidaba decir, de Santander. 
 
¡Ah, Santander! Esa novia del mar, una novia provinciana, no poco hipocritona, seca y arisca como ella sola, ultraconservadora de lo que no merece la pena conservar, esencialmente fea hasta decir basta, salvo el Sardinero y el repulido paseo marítimo que se asoma a la hermosa bahía, reducto de un pijoterío al que le gusta aparentar mucho más de lo que es y aun lo que no es, donde todo el mundo se conoce porque sólo somos cuatro gatos y sin embargo nadie te dirige la palabra, y no porque cada uno vaya a su bola, sino porque, siempre pendientes de lo que hace o tiene el vecino, cada cual se hace el “santanderino” cuando coincide con algún conocido y con quien no ha tenido en principio ningún altercado y, fingiéndose distraído, no lo saluda, por más que salte a la vista que los dos se han visto y se han mirado... de reojo. 
 

 
Por lo general sólo hay en las paredes de esta triste ciudad del norte firmas adolescentes desesperadas, eyaculaciones onanistas de nombres propios personales. ¡Qué pena! Parece que algunos jóvenes sólo pueden hacer un grafiti, rotulador o aerosol en mano, estampando su rúbrica como expresión redundante en letras enormes, lo más grandes posibles, y a todo color, de su personalidad bajo el logotipo de su nombre propio, como si fueran una marca comercial. 
 
Creo recordar que fue un tal Muelle el que empezó en Madrid esta horripilante y detestable moda, en los años ochenta, rubricando las paredes y vallas publicitarias hasta la náusea de la capital de las Españas con su firma característica acompañada del dibujo de la espiral de un muelle precisamente que finalizaba en una flecha. Encerraba, además, una erre en un círculo, desde que inscribió su marca en el registro industrial. Muelle se hizo un nombre: convirtiendo un nombre común, pseudónimo o alias, que se sugería con el anagrama de un jeroglífico, en nombre propio, so pretexto de que lo que hacía era "arte urbano". 
 
El grafitero dejaba su artística firma en las paredes de la ciudad, una firma no ligada a ningún producto comercial: su producto era el realizador del autógrafo: él mismo: Ego, Sociedad Anónima o, tal vez mejor, Yo, Sociedad Limitada. Pero ¿qué dice además de eso? ¿Dice algo? Nada que decir, sólo la expresión afásica del ego adolescente con colores y dibujos llamativos: aquí estoy yo, este es mi logotipo
 

 
¿Qué significan esos trazos? ¿Qué gritan sordamente las paredes? ¡El nombre del que lo escribió! Ni siquiera el típico e infantil “Tonto el que lo lea”. Como dice un refrán escolar, cuando un colegial se dedica a grabar su nombre propio compulsivamente en pizarras, paredes y pupitres, en aras de afirmar su personalidad, “el nombre de los burros aparece por todas partes”. 
 
¿Qué expresan los jóvenes que todavía no han entrado por el aro de la sociedad adulta como fierecillas domadas? Nada: sólo: aquí estoy yo: esta es mi firma: una celebración ególatra del individuo o átomo masificado. ¿Dónde están las pintadas anónimas, la voz del pueblo? Parece que los grafiteros han sustituido, parafraseando a McLuhan, el mensaje no ya por el medio sino por el emisor (que debería ser lo que menos importa). El emisor es el mensaje: aquí estoy yo. 
 
Claro que la culpa no la tienen ellos, los jóvenes, los pobres. Divino tesoro, la juventud... Si es más importante que un dibujo anónimo de Picasso, la firma de éste grabada en él, ¿por qué no prescindir del dibujo y acuñar sólo la firma? ¡Qué pena! Los nombres propios no dicen nada, no significan nada: sólo sirven para decorar vagones de metro, paredes grises, murales, paneles... igual que la publicidad. 
 
 
Es verdad que le dan una nota cromática a la monotonía gris ciudadana, pero nada más. No dicen nada, no tienen nada que decir: sólo aquí estoy yo, yo y nadie más que yo, viva yo, solo yo: expresión adolescente que denota un mutismo atroz, una afirmación a ultranza de la personalidad, de la máscara, en una ciudad donde sólo cuentan las apariencias. Expresan sólo la frustración del autor. Emiten el más simple de todos los mensajes, el más elemental: el nombre propio como si fuera la flatulencia de una ventosidad. 
 
Aquí no hay contenidos políticos, nombres comunes que puedan ofender a nadie por sus palabras inmorales, si no fuera porque la mayor inmoralidad de todas es la afirmación de la propia personalidad. 
 
Sin embargo, han aparecido de la noche a la mañana algunas pintadas como estas que reproduzco por la libertad y contra el trabajo que merecen divulgarse a través de la Red Informática Universal: Ni permiso para ser libres, ni perdón por serlo; No odias los lunes, odias el trabajo; Fin del trabajo, vida mágica. Aquí están, unos grafitis como los de antes, como los de siempre, expresión de la voz anónima del pueblo, uox populi, uox neminis ('voz del pueblo, voz de nadie'), no la voz afónica y muda del grafitero de turno que simplemente eyacula su firma como el escolar aburrido en el pupitre del colegio. 
 

domingo, 22 de noviembre de 2020

"Dinero el hombre, el hombre es dinero"

Píndaro, en su Ístmica segunda, canta la victoria que ahora no nos interesa demasiado del auriga Jenócrates de Agrigento que había ganado la carrera en los juegos celebrados en Corinto. 

Rostro del auriga de Delfos
 
En los versos 11 y 12, sin embargo, se hace eco de una máxima χρήματ᾽ ἀνήρ (chrémat' anér), que significa literalmente “Dinero es un hombre” o bien “Un hombre es dinero”, y que es una reflexión importante. Aparece por primera vez atestiguada en el poeta Alceo, quien se la atribuye al espartano Aristodamo, que llegó a esa conclusión después de quedarse sin dinero y sin amigos. Algo muy parecido a nuestro "tanto tienes, tanto vales". En palabras de Alceo: Dicen que Aristodamo profirió / en Esparta una vez una sentencia / nada estúpida: “El hombre es su dinero: / no hay ningún pobre honrado ni estimado”(ὢς γὰρ δή ποτ᾿ Ἀριστόδα- / μον φαῖσ᾿ οὐκ ἀπάλαμνον ἐν Σπάρτᾳ λόγον / εἴπην· χρήματ᾿ ἄνηρ, πένι- / χρος δ᾿ οὐδ᾿ εἴς πέλετ᾿ ἔσλος οὐδὲ τίμιος).

Píndaro, no obstante, menciona como autor de ese proverbio no al espartano Aristodamo sino a un argivo cuyo nombre propio omite. He aquí los versos de Píndaro, quien repite dos veces la palabra dinero, para enfatizar el término crematístico,  en versión original: ἁ Μοῖσα γὰρ οὐ φιλοκερδής πω τότ᾽ ἦν οὐδ᾽ ἐργάτις· / οὐδ᾽ ἐπέρναντο γλυκεῖαι μελιφθόγγου ποτὶ Τερψιχόρας / ἀργυρωθεῖσαι πρόσωπα μαλθακόφωνοι ἀοιδαί. / νῦν δ᾽ ἐφίητι τὸ τὠργείου φυλάξαι / ῥῆμ᾽ ἀλαθείας ἐτᾶς ἄγχιστα βαῖνον, / ‘χρήματα, χρήματ᾽ ἀνήρ,’ ὃς φᾶ κτεάνων θ᾽ ἅμα λειφθεὶς καὶ φίλων.

Algunos traductores anglosajones, haciéndose eco del proverbio inglés “money makes the man” (el dinero hace al hombre), por ejemplo William Race,  suelen traducir así el fragmento de Píndaro:  "Money, money makes the man," / said he who lost his possessions and his friends as well. (“El dinero, el dinero hace al hombre” / dijo el que perdió sus posesiones y sus amigos también). El proverbio presenta la palabra hombre en el sentido específico de varón y no genérico de ser humano, que en griego se dice ἄνθρωπος (ánthropos).  

Los traductores ingleses acercan así el refrán griego al inglés de que es el dinero el que hace al hombre, pero, sin ser muy mala, no es una óptima traducción porque la frase griega es una frase nominal en la que, como suele ser habitual faltando el predicado verbal, hay omisión de la cópula. En efecto, las formas copulativas griegas ἐστί y εἰσί suelen omitirse en la lengua de Homero en proverbios y en expresiones abstractas breves, por lo que χρήματ᾽ ἀνήρ significa literalmente “Dinero es un hombre” o bien “Un hombre es el dinero”.

Andando el tiempo, Friedrich Engels sugerirá que es propiamente la mujer la primera forma de dinero, sobre la que el varón establece su derecho de propiedad en el seno de la familia monogámica, que incluye también a los hijos y a los esclavos. Las mujeres, al igual que el ganado, eran un valor de cambio y, por lo tanto, estaban cosificadas y podían comprarse. El refrán griego se refiere también al varón, que vale lo que su dinero. Si es pobre, no solo carece de propiedades, incluidas las mujeres, sino también de amigos y reconocimiento social entre sus iguales. 

Me permito reproducir aquí la traducción de Píndaro en impecable verso castellano de don Ignacio Montes de Oca, con perdón de sus manes, publicada en 1883, que es la mejor que conozco, retocando su versión del proverbio, que traduce χρήματα por oro y ἀνήρ por mortal, lo que no es muy disparatado en sí presentando al oro como demiurgo o hacedor de todo,  que dice: “mortal, el oro, el oro todo lo hace”.  He tenido que modificar para ello la rima consonante. Así copio su traducción y modifico ligeramente los dos últimos hendecasílabos, incluida su rima. (También he modificado el final del verso sexto, donde se cita por su nombre propio a la Musa que deleita con la danza, quizá la más bella de las hijas de Zeus y de la Memoria,  que dice en la versión de don Ignacio Terpsícore a vender se sujetaba y lo cambio por Terpsícore a venderlos se prestaba).

Entonces codiciosa / no era la Musa hermosa, / ni por rüin salario se alquilaba; / ni melosos encantos / de plateados cantos / Terpsícore a venderlos se prestaba. / Mas hoy, el dicho altivo / que, abandonado y pobre, el sabio argivo / triste lanzó resulta harto certero: / Dinero el hombre, el hombre es dinero.

sábado, 21 de noviembre de 2020

Más mensajes encapsulados en breves dosis

La política es la nueva religión, cuyo fetiche providencial es el Estado, su dogma la constitución, su liturgia las elecciones, sus fieles la masa ciudadana.

En vez de una testa coronada por la divina gracia del óleo sacerdotal, las naciones tienen cientos de cabezas consagradas por la unción del voto democrático.

Ovejunamente: ¡Triste rebaño convencido de que es necesaria y buena la trasquiladura, satisfecho con la facultad democrática de elegir a los trasquiladores!

Todos votan lo mismo sin saberlo: al mismo partido político, que concurre con distintas siglas y colores, y, con otro nombre y apellidos, al mismo candidato. 

Viñeta de Miguel Brieva

¡Cuánto hay que arrastrarse para subir a la cumbre de lo más alto! ¡Cuántas genuflexiones, abyección y prostituciones! A mayor encumbramiento, mayor indignidad.

La banda del presidente, la mitra del obispo, la medalla del magistrado y la charretera del general revelan lo bajo que han caído en su ascenso fulgurante.

Declarar la guerra a la política es declarar la guerra a la guerra, ya que aquella es la continuación de esta por otros medios, según el varón de Chausewick. 

De un siniestro juez americano del siglo XVIII llamado Ch. Lynch deriva el “linchamiento” justiciero: ejecución sin juicio previo de un presunto delincuente. 

Pero no hay juicio justo, la justicia es injusta por esencia (summum ius, summa iniuria): todo proceso, máxime el Juicio Final, es un linchamiento justiciero. 



Cuando Guiñol, el muñeco de guante, aporrea con el garrote al comisario, aplaudimos y compartimos nuestro regocijo, volviéndonos niños, con el público infantil.

Don Quijote hoy: -Con la Iglesia y con el Estado hemos topado, amigo Sancho. "-Ya lo veo -respondió Sacho- y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura.”

De Roma hemos heredado el Estado y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, gigantescos vestiglos contra los que seguimos debatiéndonos y combatiendo todavía.

Los mandamases que más mandan son los más mandados; los gobernantes, lacayos serviles. Todo uniforme es una librea; todo salario, limosna y propina miserable. 

Be different: Sé diferente

¿Quién debería celebrar con sumo regocijo la sarcástica y paradójica fiesta que glorifica el trabajo en las calendas de mayo, los explotados o los explotadores?

La clase trabajadora, obrera o explotada que celebra la Fiesta del Trabajo es como el cordero que se regocija con el sacrificio pascual de su propia inmolación.

¿Dónde están? ¿A dónde fueron a parar aquellas despóticas tiranías y autoritarias dictaduras de ayer, sino al colmo de su perfección hoy, que es la democracia?

viernes, 20 de noviembre de 2020

Primum non nocere: las autoridades sanitarias* contra Hipócrates.

Nota Bene: Utilizo la expresión “autoridades sanitarias” como se hace habitualmente, es decir, entendiendo el término “autoridad” con el sentido político de gobernantes o mandamases (latín potestas), incluyendo en la denominación a ministros del gobierno del país, asesores y consejeros de los gobiernos de las comunidades autónomas encargados de la gestión sanitaria, no en el sentido prístino y etimológico (latín auctoritas) de “prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”

Juramento hipocrático en versión bilingüe grecolatina.
 
El primer deber del médico, según Hipócrates, el padre de la medicina, es ayudar al paciente o, en todo caso, no causarle mayor trastorno. Hipócrates escribe en el libro primero de sus Epidemias, capítulo segundo -cito literalmente- ...ἀσκεῖν περὶ τὰ νοσήματα δύο, ὠφελεῖν ἢ μὴ βλάπτειν, lo que viene a decir en nuestra lengua: ...practicar en cuanto a las enfermedades dos cosas:ayudar o bien no hacer daño.

La idea no se ha popularizado entre nosotros en griego, por aquello que se decía en la Edad media de Graecum est, non legitur -es griego, no se lee-, sino en latín, que fue la lengua de la Santa Madre Iglesia y del medieveo cristiano, lengua que se entiende un poco mejor que la de Homero, pese a que sigamos utilizando esta última  y hablamos criptogriego, según decía Adrados, en nuestros registros cultos sin ser muy conscientes de ello la mayoría de las veces.

Así, por ejemplo, Escribonio Largo, médico de la corte del emperador Claudio, tradujo en el siglo I el juramento hipocrático al latín y dio la siguiente definición de la medicina: scientia enim sanandi, non nocendi est medicina: La medicina es la ciencia de la curación, no del daño.

La frase hipocrática latina, sin embargo, no se  ha popularizado entre nosotros como cabría esperar  primum est prodesse, proximum non nocere: lo primero es ser útil, lo siguiente no hacer daño, sino invertida como primum est non nocere, proximum prodesse: lo primero es no hacer daño, lo siguiente ser útil, cuya autoría puede atribuírsele a Lactancio, el Cicerón cristiano. 

La versión latina que han adoptado como lema médicos y farmacéuticos coloca en primer lugar como lo principal la parte negativa (non nocere, no perjudicar) antes de la positiva (prodesse, ser de provecho). La verdad es que no cambia mucho, prácticamente nada, el sentido general del dicho, sólo el orden de prelación.

 

Busto de Hipócrates de Cos, Museo Pushkin de Moscú.
 

Lo cierto es que Lactancio, imbuido de moral judeo-cristiana, hablaba no de medicina, sino de la justicia divina y de que no debemos hacerle a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Escribía la susodicha frase, en efecto, primum est non nocere, proximum prodesse, en la Epítome de las Instituciones Divinas, al final del capítulo LX, y añadía a modo de ejemplo: et sicut in rudibus agris priusquam serere incipias, euolsis sentibus, et omnium stirpium radicibus amputatis, arua purganda sunt, sic de nostris animis prius uitia detrahenda, et tunc demum uirtutes inserendae, de quibus seminatae per uerbum Dei fruges inmortalitatis oriantur.  Y así como en los terrenos agrestes antes de empezar a sembrar, una vez arrancados los abrojos y cortadas las raíces de todas las malas hierbas, hay que limpiar los campos, así de nuestros espíritus antes hay que alejar los vicios, y luego finalmente cultivar las virtudes de las que nazcan los frutos de la inmortalidad sembrados por la palabra de Dios.

El caso es que la frase de Hipócrates se ha vulgarizado en su versión latina invirtiendo el orden que proponía el médico de Cos: para él lo primero era sanar y curar las dolencias y la enfermedad que trataba, y en caso de no lograrlo, no perjudicar al enfermo con una mala praxis, lo que vale para el médico y para el medicamento, que deberían ante todo curar y, si no podían hacerlo, no producir efectos secundarios adversos ya que a veces acciones médicas bien intencionadas acaban produciendo resultados catastróficos.

La medicina hipocrática, consciente del daño que se provocaba muchas veces al intervenir sobre los procesos morbosos, era partidaria en general de dejar actuar a la naturaleza, un poco al modo de aquella cantilena infantil nuestra que decía: “sana, sana, culito de rana; si no sanas hoy, ya sanarás mañana”. 


La medicina posterior y moderna, sin embargo, ha incurrido muchas veces en la yatrogenia, es decir, en provocar males debidos a la intervención médica. Este fenómeno se ve, en las circunstancias actuales, agravado además por la hegemonía de las autoridades sanitarias y los colegios profesionales a su servicio, que, desoyendo la advertencia hipocrática, causan más perjuicios que beneficios con sus nocivos efectos secundarios y los daños colaterales de sus recomendaciones y ordenanzas: confinamientos indiscriminados y cuarentenas de la población sana considerada enferma y contagiosa en potencia sin  ninguna evidencia científica que lo avale, cierre de escuelas y universidades a cal y canto, uso generalizado de mascarillas en espacios interiores y exteriores, imposición de la distancia física interpersonal, toque de queda, recomendación generalizada de la vacunación a toda la población, prohibición de reuniones sociales de más de seis personas, lo que nos recuerda a algunos algo entrados en años el "¡disuélvanse!" de los grises durante la oprobiosa dictadura... y un larguísimo etcétera que nos lleva a toda la gente por la Calle de la Amargura sin número.

Una cruda campaña publicitaria, tóxica como ella sola, además, de la Comunidad de Madrid que culpabiliza a los jóvenes -juventud, divino tesoro, que cantó Rubén- de no impedir la transmisión del virus y de enviar a la yaya "de Madrid al Cielo", nos ilustra, a modo de ejemplo,  sobre el caso formulando las siguientes ecuaciones "matemáticas": Saltarse la cuarentena=Intubar a tu mejor amigo, y Reunión familiar sin protección=Enterrar a tu abuela. En el segundo caso, se especifican los siguientes consejos indecentes e inmorales a fuer de sanitarios e higiénicos: “Reduce la actividad social y familiar a lo estrictamente necesario, guarda distancia física y usa mascarilla. Ventila la vivienda con frecuencia”. Cabría preguntarle a la susodicha Comunidad qué entiende ella por lo "estrictamente necesario", no vaya a ser que nos esté sugiriendo que nos volvamos todos anacoretas y que renunciemos a toda forma de sociedad y de relación humana desde nuestra anacoresis en una burbuja de cristal individual o cámara de aislamiento sensorial. Bajo el estúpido lema #No-te-saltes-la-vida están suministrándonos la muerte.

jueves, 19 de noviembre de 2020

Más mensajería breve (apotegmas y aforismos)

El miedo a la muerte es lo que, al fin, hace a los hombres temer y acatar al Estado hasta la indignidad. Porque es una bestia que muere matando, todos la odian viva, pero más les aterra moribunda. (Rafael Sánchez Ferlosio). 


De re publica 


El sistema anima al individuo a expresarse libremente y realizar sus proyectos personales, siempre que se adecuen a las exigencias de libre mercado del sistema. 

Los profesores son coachs, carricoches que llevan a los jóvenes a materializar sus “proyectos de vida” y a incorporarse al mercado del trabajo o mundo laboral. 

Cuesta trabajo admitir que todos y cada uno somos el sistema, porque eso exige revisar nuestra adhesión inquebrantable a valores y estilos de vida dominantes.

Hay que ser eficaces y eficientes, nos dicen y decimos a nosotros mismos, sin preguntarnos al servicio de qué y de quién hay que ser eficientes y eficaces. 

Cuanto más obedece el consumidor-ciudadano y votante-contribuyente a sus impulsos inmediatos e infantiles, más se aprovechan de ello los mercados y el Estado.

Tras cada mercaduría hay tal cantidad de trabajo ingente y sufrimiento innecesario que ni puede pagarse con todo el dinero del mundo ni tampoco redimirse.

Un fantasma recorre Europa: el fantasma del fascismo que vuelve. Todas las fuerzas del viejo continente se han aliado en santa persecución contra el fantasma.

El fascismo, cuya pretensión totalitaria era controlar las vidas administrando la muerte, nunca había desaparecido porque era la esencia del estado democrático.

Es una ingenuidad pensar que las elecciones democráticas pueden cambiar un sistema basado en elegir los nombres de los gobernantes y el color de los gobiernos.

El miedo al fascismo futuro impide reconocer el estructural, que es el único que hay, en el que ya vivimos, y eso no se combate ni votando ni absteniéndose.

El voto sólo es decisivo en el sentido de que puede decidir quién gobierna pero no quién manda, que es muy distinto: los más mandados son los gobernantes.


De religione



Hacer lo que le da la gana a uno, aunque parezca libertad, es obedecer la ley de Dios, que es uno y metafísico, obrando así el rebelde según divina voluntad.

La ciencia no es más que una nueva religión y un último refugio de la fe de los creyentes, que no se resignan así a dejar de creer en el viejo Dios monoteísta.

Que la mitad de los jóvenes españoles se declaran no-creyentes, no significa que hayan descreído de todo, sino que no creen en el mismo Dios que sus mayores.

Una forma de religión sustituye a otra, por lo que la secularización laica tan temida por unos como deseada por otros no ha tenido lugar en el mundo todavía.

Los antiguos dioses han abandonado los templos, donde se rinde ahora culto al individuo, la revolución, la economía, el progreso y un largo etcétera sin fin.

Si lo sagrado se seculariza, lo profano, en contrapartida y en revancha, penetra en el templo que ha quedado deshabitado, donde se consagra y se idolatra.

El Documento Nacional de Identidad es el equivalente secular del sacramento de la confirmación del bautismo en el Registro Civil con nombre propio y apellidos.

El “yo”, no yo, sino el “yo” es un ente puramente metafísico, una construcción identitaria real y falsa, mera abstracción, y a Dios por lo tanto equiparable.

De uariis

  
Perseguir la felicidad como objetivo que hay que lograr en la vida a cualquier precio es tal vez el mayor obstáculo que hay para ser felices de verdad. 

Resulta deprimente ver la sonrisa de felicidad que irradian los hipócritas que juzgamos dichosos por su apariencia, privados del ejercicio de la melancolía. 

Copla de la moza que no quería ser casada sino libre enamorada: No me caso yo con Dios ni conmigo misma, madre. ¿Cómo iba así a poder, malcasada, divorciarme?  

El que formula la pregunta es como el pescador que lanza el sedal con la carnada en el anzuelo al mar para que piquen los peces y acaben convertidos en pescado. 

El mirón, voyerista o voyeur no suele ser el que más y mejor ve, sino, por el contrario, el que ve peor y tiene menor campo visual, porque ve sólo lo que mira. 

En el juego infantil del ganapierde o mundoalrevés, el que pierde gana librándose de sus prendas, y viceversa, pierde el que gana cargándose de aquellas.

No hay identidad estable, inmutable y perpetua en este mundo, pero nos empeñamos en encarnar y defender una propia a capa y espada con fanatismo religioso.

El deporte es, parafraseando a Foucault, que invierte la célebre máxima del barón de Clausewitz, como la política, continuación por otros medios de la guerra.

Los equipos deportivos sustituyen en el imaginario colectivo a huestes y ejércitos rivales, y el campo de juego donde se celebra la competición, al de batalla.

De la crisis sanitaria

El consistorio municipal, basándose en recomendación dizque científica, prohíbe, chitón, hablar en el transporte público "para reducir el riesgo de contagio".

El "prohibido hablar al conductor" de los autobuses se sustituye ahora por la aciaga recomendación científica de "silencio siempre" en aras de la pública salud.

¿A quién beneficia la crisis sanitaria? A las gigantescas empresas tecnológicas californianas que contratan trabajadores y multiplican dividendos en la Bolsa.

Confinados en el domicilio y restringidos los desplazamientos, los consumidores adquieren mercadurías por comercio electrónico, fomentado así por el gobierno.

La censura del pensamiento político hegemónico impide que el dogma de fe de la peligrosidad extrema y contagiosa del SARS-CoV-2 se ponga en duda y se cuestione. 


El ministro de sanidad del país galo reconcoe que el confinamiento es una dura prueba pero hay que respetarlo: soyons solidaires. El Estado vela por nosotros. 

Chamfort ironizó con el lema revolucionario “la Fraternité ou la mort” cambiándolo por “sé mi hermano o te mato”. Hoy: sé solidario si no quieres que te mate.

(Follow the money) Si en las novelas policíacas había que seguir la pista de “cherchez la femme” en pos del crimen, ahora hay que seguir la pista del dinero. 

miércoles, 18 de noviembre de 2020

Psicopompos y psicagogos a gogó.

Psicopompo es epíteto del dios Hermes en calidad de guía de las almas en su último viaje al pudridero de los infiernos, y también del barquero Caronte, que embarca en la última travesía a las ánimas de los difuntos previo pago de un óbolo. Este helenismo está fraguado con la palabra “psic(o)” (alma o, si se prefiere un término más aséptico: mente) y “pompo”, que significa conductor, guía, compañero de viaje.


El mar del Aqueronte y Hermes psicompompo, Adolf Hiremy-Hirschl (1898)

Tanto Hermes como Caronte serán nuestros psicopompos cuando nos llegue la hora, es decir la de abandonar este mundo. Dejémosles, pues, el epíteto a ellos, y resucitemos otro muy similar para nuestro propósito sin esas fúnebres connotaciones en principio, aunque al fin y a la postre va a resultar lo mismo que el otro como espero que se vea más adelante,  a fin de englobar a psicoanalistas, psicólogos y psiquiatras; todos ellos pueden ser definidos con el helenismo que propongo: psicagogos.


 La Barca de Caronte, José Benlliure y Gil (1919)

Este palabro es de impecable hechura helénica y está fabricado a imagen y semejanza de pedagogos y demagogos, con el término “agogo”, que también significa que conduce, que guía, que lleva, manipuladores como son estos profesionales de lo que conservamos del niño (ped-) y del pueblo (demo-) respectivamente, es decir de aquello que hemos sido y acaso seguimos siendo en el fondo de nuestro corazón. En el mundo antiguo, un psicagogo era también un mago evocador de las almas de los muertos. Además de este significado espiritista, la “agogía” conlleva otras varias connotaciones, aparte de la idea de conducción, como la dirección de un caballo, de un ejército, de los asuntos públicos, del espíritu y de la educación.

La agogía, pues, es la conducción del pueblo, del niño o de nuestra mente hacia una meta preestablecida: el gobierno, en el caso del pueblo, la edad adulta, en el caso del niño, y la normalidad y aceptación de la realidad o conformación con lo establecido en el caso de la psicagogía.

 Hermes psicompo
La agogé espartana se caracterizaba por su obligatoriedad, y porque estaba controlada por el Estado, es decir, por su carácter público y no privado, como nuestra educación primaria y secundaria. En los tres casos se trata de una dominación del pueblo, del niño y de la mente o alma del individuo: eso es lo que tienen en común, la muerte, en suma de lo que acaso estaba vivo debajo de las palabras "pueblo", "niño" y "alma" o "mente".

En efecto, el pedagogo -el más ilustre, el único: Herodes, según Juan de Mairena, el heterónimo de don Antonio Machado- se dedica a conducir al niño hacia la madurez, para insertarlo así en la sociedad y hacerlo pasar por el aro cual fierecilla domada, a fin de convertirlo en un niño muerto. El demagogo, por su parte, es el encargado de guiar al pueblo, de manejarlo, de llevarlo por el mal camino. No en vano los políticos de uno y otro signo suelen echarse en cara unos a otros que son unos demagogos. Y tienen razón: la política no es más que demagogia justificada como democracia, manipulación del pueblo, conversión de la gente en contribuyentes y votantes, y de,  en el mejor de los casos, ciudadanos y no súbditos, olvidando que es la misma cosa con distinto nombre, muerte del pueblo de la gente viva en definitiva. Hace poco leíamos en la prensa que un político acusaba a otro de ser "la voz de su amo". Y es verdad. Como también es verdad que es lo mismo el político acusador que el acusado. 


 El paso de la laguna Estigia, Joachim Patinir (h. 1520)

Pues bien, junto a los pedagogos y demagogos, que nos manipulan en el ámbito público -educación obligatoria y sumisión política-, tenemos en el ámbito de nuestra vida privada a los psicagogos, que cobran sus emolumentos por manipular nuestra psique cuando se nos presenta algún trastorno de salud mental a través del psicoanálisis, las diversas estrategias psicoterapéuticas o los fármacos en último extremo, tratando de solucionar "nuestro" problema. 

La función, en efecto, de los psicagogos es que nos adaptemos a la realidad, al principio de realidad, a que las cosas son como son, y que debemos aceptarlas tal y como son porque no pueden cambiarse a nuestro antojo y por capricho. Los psicagogos nos engañan tratando de convencernos de que lo que es a todas luces un problema social y político es en realidad “nuestro” problema individual, personal, particular, psíquico, por eso necesitan guiar nuestra psique hacia la aceptación de que las cosas son como son y no pueden ser de otra manera. Camuflan así un problema social en psicológico, culpabilizándonos o responsabilizándonos, si se prefiere un término más laico y con menos connotaciones religiosas, a nosotros mismos,  pecadores, y convirtiéndonos en almas muertas, matando lo que de vivo quedaba en ellas al calificarlo de "enfermedad mental" en el mejor de los casos o, en el peor, de vesánica  locura.

martes, 17 de noviembre de 2020

Nuevo repertorio de mensajería breve

(Goyesca) La razón, amodorrada por los medios de manipulación de masas y autoridades sanitarias, engendra monstruos: #salva vidas, #quédate en (tu puta) casa...  
 
La ideología científica, la nueva fe laica, ha venido a sustituir religiosamente a la vieja teología, renovando el repertorio de creencias y artículos de fe. 

La idea de progreso, como todas las ideas, no deja de ser una ficción más que nos permite avanzar hacia ninguna parte a un ritmo progresivamente acelerado. 

Diafonía ton doxón o disparidad de opiniones: Carnéades hizo el elogio de la justicia un día, y al siguiente refutó el encomio, sembrando así el escepticismo.

 Busto de Carnéades, Múnich

Una fuerza diabólica nos empuja a querer ser "alguien" con un nombre propio que sea recordado el día de mañana huyendo de la fosa común del bendito anonimato. 

"Feliz el hombre que nada es", dijo Krishnamurti, tras disolver la orden que presidía, renunciando a su magisterio y a ser el gurú de un nuevo credo religioso. 

Mas que labrarnos una personalidad propia deberíamos desarticular la que tenemos, dejar caer máscara y persona, y desaparecer detrás como por arte de la magia. 
 
Los regidores de los municipios en riesgo extremo, ante la falsa segunda ola pandémica, apelan la responsabilidad de los vecinos, culpabilizándolos de aquella.

¿Quién crees que eres? ¿Te crees alguien? Puedes identificarte, si quieres, con cualquiera, contigo mismo, por ejemplo, pero esa no es tu verdadera identidad. 
-¿Cuál es tu nombre? -Nadie.
 
Tetralema: ¿Somos la diminuta gota de agua que se disuelve en el mar, o el mar que se disuelve en la gota de agua, o ambas cosas a la vez o ninguna de las dos? 

Se habla mucho de la violencia de "género", lo que hace que se invisibilice la violencia general ejercida a los animales, que ni siquiera se percibe como tal.

Si has dejado de creer en los dogmas de la vieja religión y vuelto un descreído, no te preocupes, la sociedad enseguida te ofrece otros nuevos artículos de fe.

En el momento en que una idea se apodera de nosotros, se enquista y se convierte en idea fija, obsesión y tumor cerebral que roza el vecino país de la locura. 

La ideología científica exige, como antaño la teología, que tengamos fe, fe en la ciencia que nos deparará un futuro mejor gracias a los avances tecnológicos. 

El culto a la Naturaleza les inspira a algunos ecologistas un temor religioso y una devoción reverencial comparable a la que antes infundía Dios omnipotente. 

La ecología se ha convertido en una religión con sus propios dogmas y promesas de salvación de los nuevos creyentes ante la amenaza del cataclismo del planeta. 

Si el pueblo es soberano, como sentencian y reiteran ad nauseam los demócratas, ¿sobre quién ejerce el poder? ¿Sobre sí mismo? ¿Cómo se entiende ese sinsentido? 

El objetivo de la democracia parlamentaria formal, basada en el sufragio universal y elección de representantes, es evitar la democracia auténtica: la acracia. 

Los pocos pero verdaderos gozos de la vida no vienen de arriba, sino de abajo, de lo desconocido y lo que no tiene nombre, y nos hacen cerrar los ojos y soñar. 




En cuanto accedemos por vez primera al eufemismo del "mundo del trabajo", propiamente mercado laboral, nos convertimos en mercancías que se compran y se venden. 

La necesidad imperiosa de ganarse uno la vida es lo que echa nuestra vida a perder, convirtiéndola en mercaduría y en dinero que nos cosifica y despersonaliza. 

La supresión del latín en la enseñanza porque no sirve para nada es un insulto a la inteligencia; habría que suprimirlo sólo si fuera de alguna utilidad.
 
¡Ultraje a la bandera? No rendirle reverencias a una bandera no es hacerle ningún agravio; el que haya banderas, ese es el genuino ultraje de lesa humanidad.

El lema nazi “el trabajo te libera” ha sido sustituido por “el trabajo te realiza”, es decir, te cosifica: trabajando te realizas, no te liberas del trabajo.

lunes, 16 de noviembre de 2020

Trece mensajes breves más y una glosa

El porvenir está, por definición, siempre por venir, por eso no llega nunca. Desconfiad del que diga que aún está por venir lo peor, o, da lo mismo, lo mejor.

"El respeto a las consignas salva vidas" reza un panel luminoso y mentiroso en la autovía. Respeto quiere decir ahí obediencia, y consignas lo que nos mandan

 

Recojo del filósofo francés André Comte-Sponville la siguiente perla cultivada: “Hay que acabar con el culto de la salud que hace de la medicina una religión”.

Es inadmisible que otorguemos a las autoridades sanitarias y a la casta médica no ya la gestión de nuestras enfermedades, sino de nuestras vidas como hacemos.

A la mierda el trabajo: Podemos obtener a cambio de la dedicación de nuestro tiempo dinero, pero nunca recuperaremos el tiempo perdido por el salario recibido.

Dostoyesqui, cita de Graeber: “La peor tortura que se puede diseñar sería obligar a alguien a efectuar a perpetuidad una tarea claramente inútil” como Sísifo.

¡A las diez en casa! Toque de queda (o "restricción de movilidad nocturna") por orden del Estado paternalista que nos considera necesitados de tutela parental.

Sospecho que lo mejor del libro no leído aún de Andreu Navarra sobre el sistema educativo español es su título “Devaluación continua”, provocativo y sugerente. 

El Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad no es una perturbación individual infantil, sino el síntoma diagnóstico y sintomático de nuestra sociedad. 
 
Me invita el diario a suscribirme con estas palabras: “Cuando la buena información se propaga, el virus se frena”. No es verdad: el virus es la información.
 


"Lo peor que le puede ocurrir a este país es que no tengamos Gobierno, es un drama" ha declarado un melodramático Revilla, presidente del Gobierno de Cantabria. 

Revilla le pide a la Virgen, como las ranas a Zeus, que haya gobierno "cuanto antes" para que acabe el daño terrible de estar sin presupuestos y sin Ejecutivo. 


La lucha contra el patriarcado y el machismo no debería llevarnos al matriarcado y al feminismo, dos caras de la misma moneda, sino a enfrentarnos al Poder. 

Glosa: Patriarcado y matriarcado son dos términos que tienen algo que los diferencia y algo que los iguala, por lo que no son tan antitéticos como parecen a primera y simple vista: difieren en la referencia a la figura masculina del padre (patri-) o a la femenina de la madre (matri-) y tienen en común la alusión al poder, -arcado, del griego ἄρχω (árcho), que es tanto "mandar" como "ser el primero". 

Es innegable que la sociedad actual es patriarcal, algo que uno puede aceptar o rechazar, pero que nadie en su sano juicio puede negar que así sea. Es un hecho incontrovertible frente al que cabe una actitud conformista o de rebeldía. El problema viene cuando los que adoptan la actitud inconformista declarando la guerra al patriarcado recaen en la trampa del dualismo que les impide superar la contradicción, como dice Vaneigem, y propugnan a cambio como remedio del problema que pretenden resolver el matriarcado, que es lo mismo que el patriarcado pero ejercido por la mujer. Truecan la figura del patriarca por la de la matriarca, lo que, lejos de debilitar el segundo elemento del palabro, lo refuerza. Es decir, luchan contra el patriarcado, pero no contra la jerarquía en sí del poder. 

Oponerse efectivamente al patriarcado no consiste en instaurar el matriarcado, sino en negar el principio democrático mismo que a ambos sustenta fomentando el acrático. La emancipación femenina no consiste en que las mujeres rompan el techo de cristal como dicen los feministas y puedan llegar a ser ministras, jefas de Estado, policías, ejecutivas igual que los  varones. 

Tampoco consiste como pretenden algunos feministas monárquicos en que la infanta Leonor sea declarada reina de España el día de mañana, sino en que no haya reyes ni reinas, o que, dicho de otra manera, todos y no sólo la familia real de los borbones en España podamos, por poner un ejemplo, ser reyes y reinas. No se trata de empoderar a la mujer, sino de desempoderar al varón.

Si las mujeres acceden a aquellos puestos ejecutivos que volvieron despreciable al varón (el poder, la autoridad, la jerarquía militar o religiosa, etcétera), esos mismos puestos volverán despreciables a las féminas, porque los que mandan sea cual sea su sexo biológico son los más mandados. No se trata en definitiva de que las mujeres ejerzan el poder igual que los hombres, sino de que ni unos ni otras lo ostenten, porque la lucha no es entre hombres y mujeres sino de unos y otras contra el  Dominio en cualquiera de sus múltiples aspectos.

domingo, 15 de noviembre de 2020

El amor, el sexo y el virus coronado en la segunda ola

El adjetivo πάνδημος (pándemos) al igual que πανδήμιος (pandémios) hace su aparición estelar en el célebre diálogo platónico sobre el amor, el Banquete o Simposio, en el que uno de los comensales, un tal Pausanias, establece que Eros -el amor- no es un dios unitario e idéntico siempre a sí mismo, y de la misma forma que hay una Afrodita celestial -urania, la mayor, la que no tiene madre, la que nació de las espumas del mar fecundadas por el semen de Urano- y otra, la menor, que es hija de Zeus y Dione- a la que llamamos común, popular -pándemos, en griego-, hay también dos amores, pues Afrodita y Eros son inseparables. 

El eros popular o pandémico prefiere el cuerpo, mientras que el eros celeste o uránico ama más el alma. El primero es carnal, el segundo espiritual. Pausanias condena el primero. Quizá de aquí es de donde ha salido la conceptualización del llamado “amor platónico”, que se inclinaría más por el amor ideal, espiritual que el real o carnal que siente la gente de ínfima condición, que se lanza a lo que surja sin hacer demasiadas distinciones. 

A continuación interviene Erixímaco, que, admitiendo la distinción establecida por Pausanias, no condena sin embargo el amor vulgar y común, sino que lo recomienda con moderación. En esta misma línea, hay que recordar la actitud epicúrea y radicalmente contraria al amor platónico, entre los romanos, de Lucrecio, que habló en su poema en verso de la locura y el sufrimiento que provoca el amor ideal, y propuso como remedio la Venus uolgiuaga, la Venus que vaga por el pueblo.

 Afrodita Pandemos, Charles Gleyre (1854)

Jenofonte, por su parte, en su Simposio o Convite pone en boca de Sócrates, fiel a su no saber, que no sabe si hay dos Afroditas distintas o se trata de dos aspectos -epónimos o sobrenombres, dice él- de la misma diosa, un poco, diríamos nosotros, como sucede entre los católicos con el culto a la Virgen María, que es una sola, pero tiene distintas y numerosas advocaciones, aunque reconoce Sócrates que sí hay dos cultos distintos: εἰ μὲν οὖν μία ἐστὶν Ἀφροδίτη ἢ διτταί, Οὐρανία τε καὶ Πάνδημος, οὐκ οἶδα· καὶ γὰρ Ζεὺς ὁ αὐτὸς δοκῶν εἶναι πολλὰς ἐπωνυμίας ἔχει· ὅτι γε μέντοι χωρὶς ἑκατέραι βωμοί τε καὶ ναοί εἰσι καὶ θυσίαι τῆι μὲν Πανδήμωι ῥαιδιουργότεραι, τῆι δὲ Οὐρανίαι ἁγνότεραι, οἶδα. Así pues, no sé si hay una sola Afrodita o dos, la celestial y la vulgar, pues también Zeus, aunque parece ser uno mismo, tiene muchas advocaciones; aun así, sé que hay para cada una de ellas altares separados, templos y ritos, muy libres y relajados para la Afrodita vulgar, y muy cstos para la celestial (traducción propia).

Con sus consejos tan puritanos como obscenos, los nuevos idealistas de la celestial virtualidad sexual, los modernos sexólogos están oponiéndose a la pandemia mucho más de lo que ellos mismos imaginan, pues recomiendan en estos tiempos de la segunda ola del virus coronado que se han inventado para seguir sustentando el pánico, y que me recuerda a mí a aquella "ola de erotismo y pornografía que nos invade" de la dictadura tardofranquista, recurrir al amor uranio, celeste, ideal: tanto da. Aunque ellos no lo dicen así, nos están recomendando la Afrodita espiritual o amor platónico, o dicho con término más contemporáneo, para que lo entiendan los mileniales, el sexo virtual, que es lo mismo, lo que nos da idea de lo que será la dichosa “nueva normalidad”. 

Afrodita Urania, Christian Griepenkerl  (1878)

Dicen que hay que evitar los besos, hacer uso de mascarillas y preservativo, y que la pareja podrá llegar a tocarse manteniendo medidas preventivas. No sé yo muy bien cómo entender estas obscenidades. Supongo que se refieren a guantes asépticos. No creo que se precisen trajes de protección sanitarios similares a los de los astronautas... Pero si hay que guardar la distancia de seguridad de dos metros, que ahora parece que quieren rebajar a metro y medio, poca cosa podremos hacer con nuestra pareja estable u ocasional, salvo tocarnos a nosotros mismos y consagrarnos al onanismo.

"La sexualidad es tan rica y variada que no se pueden dar fórmulas mágicas -puntualizan-, sino solo realizar aquellas prácticas que sean seguras y placenteras para ambos". Me da a mí que lo de prácticas seguras y placenteras es muy contradictorio, pero bueno los sexólogos o expertos en conocer lo desconocido, que es el sexo, donde todos nos perdemos, llegan a sugerirnos que podemos encontrar algún placer, aunque parezca mentira, en lo que nos mandan: "A lo mejor la mascarilla se convierte en un objeto de fetichismo erótico". 

Pero lo más seguro, vuelven a la carga, es el sexo virtual o el cibersexo: no transmite el coronavirus, que es ahora lo que más importa, pero tampoco otras enfermedades venéreas, y evita embarazos no deseados. El sexo virtual, enfatizan, lejos de ser un mero "sustituto pobre" del sexo presencial, es decir, del sexo carnal de toda la vida, puede constituir "una nueva estrategia en las relaciones sexuales", una variante que puede ayudar a "salir de la monotonía" en la que a veces incurren algunas parejas poco imaginativas. 

 
Lo más seguro, en definitiva, aunque no se atreven a decirlo claramente así porque suena muy puritano, es no follar si no queremos infecciones ni contagios y somos personas cautas, porque de lo contrario somos unas cabras locas descerebradas que dicen “a fornicar, que son dos días y el mundo se acaba”, y eso sólo puede llevarnos a nosotros y a nuestras parejas a acabar mal, ya sea en el hospital o ya sea en el cementerio, que viene a ser lo mismo. 

Se trata de una campaña moralizante en toda regla de la vida pública y privada, cuya motivación primera no es como pudiera parecer a primera vista sanitaria, sino moral y en último extremo política, por lo que la argumentación profiláctica, higiénica y sanitaria que  nos ponen por delante es secundaria, como un intento de justificación o racionalización de las medidas que han, como dicen ellos, implementado. Dejamos al margen la cuestión, cuando menos discutible, de hasta qué punto es o no es tan verdaderamente letal el virus coronado como nos lo han querido presentar.

La vuelta a la normalidad sin adjetivos, la de toda la vida -no estamos hablando de la “nueva normalidad” que nos impone el discurso dominante- parece muy lejana en estos tiempos de virus coronario que corren. Dependerá, dicen algunos, “de lo que tarde en llegar una vacuna o un tratamiento eficaz para que la COVID-19 deje de tener el protagonismo actual y pase a ser una enfermedad más”.
 
Nacimiento de Venus, Alexandre Cabanel (1863)

Pues bien, el protagonismo actual que tiene el virus coronado se lo han dado las autoridades sanitarias y los medios, e indirectamente se lo damos nosotros ahora mismo hablando de él. El virus sólo ha dejado de ser el causante o responsable de una enfermedad más, que es lo que era, para convertirse en una coartada esgrimida por los gobiernos para mantener bajo control a la gente, no vaya a ser que se desmande. 

La mejor vacuna contra la COVID-19 está ya disponible y a nuestro alcance. Es bien barata y accesible. No hace falta adquirirla en ninguna farmacia. Hay stock suficiente para toda la población que la precise. No tine efectos secundarios: Consiste en dejar de creer en el virus, como decía el otro: la mejor vacuna es la pérdida de fe en Él.

sábado, 14 de noviembre de 2020

¡A la mierda el trabajo! (Encomio y reivindicación de la pereza)

Una copla popular catalana hace de una de las maneras más graciosas que conozco la apología de la pereza, invocándola como si fuera una Virgen o una Santa,  con la consiguiente y complementaria execración del trabajo asalariado.  La versión abreviada reza: «Santa Mandra gloriosa, | ens guardi de treballar, | que els dies en són per lleure (variante jaure) | i la nit per descansar». Lo que viene a ser en castellano:  “Santa Pereza gloriosa, líbranos de trabajar; que los días son para el ocio (variante yacer) y la noche para descansar”.
La versión más completa, por su parte, enumerando todos los días de la semana reza así a modo de letanía: Santa Mandra Gloriosa, / guardeu-nos de treballar, / que tinc un os a l’esquena / que no el puc pas doblegar. / El dilluns no nés pas dia, / el dimarts per descansar, / el dimecres per anar a fora, / el dijous per reposar, / el divendres passen comptes / pel dissabte anar a cobrar. / El diumenge, no cal dir-ho, / no és dia de treballar. / Santa Mandra Gloriosa / guardeu-nos de treballar. 

 
En relación con esta copla, hay en catalán también una frase hecha muy popular que se emplea como adjetivo sinónimo de gandul o haragán: “Feina-fuig,-mandra-no-ens-deixis”: Huye-trabajo,-pereza-no-nos-dejes. La “feina” es el trabajo. La palabra procede del latín facienda: origen de nuestra hacienda, que viene a ser sinónimo de agenda lo que hay que hacer por obligación y no por devoción, es decir, los quehaceres, y está emparentada con el castellano faena, porque la facienda es siempre una faena.

La mandra, por su parte, es palabra desusada en castellano, donde significaba “majada donde se recogen los pastores”. Su origen es griego: μάνδρα (mándra): redil, aprisco, de donde llegó al romance (italiano, catalán, castellano) a través del latín. En castellano Corominas recoge el adjetivo mandria, que entró en la segunda mitad del siglo XVI, procedente del italiano con el significado de “rebaño” y connotación despectiva de “borreguil”. Y de ahí el uso castellano de “apocado, inútil y de escaso o poco valor” y el uso aragonés como sinónimo de holgazán y vago.
Frente a la consideración católica de la pereza como uno de los siete pecados capitales, alineado con la lujuria, la envidia, la gula, la ira, la avaricia y la soberbia, reivindicamos aquí la figura intelectual del yerno de Karl Marx,  Paul Lafargue, y con permiso de sus Manes reclamamos, como él, no el derecho al trabajo que reivindicaba su suegro y los marxistas que han venido detrás, sino el derecho humano elemental a la pereza, contra el trabajo asalariado que no es una bendición de Dios, como cacareó una vez un Papa, sino una maldición, como reza en la Biblia. 

Dios te salve a ti, Pereza, / inocente y celestial, / redímenos del trabajo, / que es pecado capital; líbranos de su condena, / quítanos de trabajar. / Santa Galbana Divina, / líbranos de todo mal, / sácanos de la semana / y el mercado laboral. / Sacra Vagancia Piadosa, / danos la holganza a placer, / lejos de ocios y negocios / y del maldito parné. / Ave, Desidia Celeste, / déjanos gandulear, / que hay ya bastante currelo: / no hace falta que haya más. / Beata haraganería, / no nos hagas padecer, / no hemos venido a este mundo, / ni a mandar ni a obedecer. / Gloriosa Holgazanería, / venga a nos tu bendición, / no nos desampares, danos / pronto la jubilación.