lunes, 12 de febrero de 2024

Es-pa-ñas (III)

    La España eurótico-festivalera. La España que se juega todas sus ilusiones en el eurofestival y la lotería nacional que cacarean lo/as niño/as de San Ildefonso, el cupón de la ONCE, que es, como el pan nuestro cotidiano, la ilusión de todos los días, la España del Botellón y de la ley seca que prohíbe mamarse en la calle a los menores, que necesitan emborracharse para olvidar el futuro que les espera, y para olvidar sin más que les espera el futuro, y ni eso, porque el futuro, como decía la canción, ya está aquí. El futuro, la muerte, ya está aquí. La España de sus mayores que se endeuda hasta las cejas pero no deja de ejercitar el eurovoto en el eurofestival de Eurovisión donde España reivindica su condición de zorra. Las entidades bancarias nos adelantan, tan benéficas como perversas, el dinero para que podamos adquirir la vivienda a la que tenemos derecho constitucionalmente o el automóvil para ir al curro al que también tenemos derecho constitucional, a condición de que luego estemos pagando durante veinte o veinticinco años el capital y los intereses, lo que supone que nos tiremos casi toda nuestra vida laboral subvencionando a dichas entidades financieras. No nos llevan toda la soldada, claro está, nos dejan una parte para que podamos ir tirando con los gastos de agua, luz, gasolina, teléfono, comida etcétera: ya se sabe Dios aprieta, pero no ahoga, aunque no deja nunca de apretar.

 

    Con la Iglesia hemos topado: Y ya que hablamos de Dios, hagamos mención de la España devota de Frascuelo y de María, católica, apostólica y romana, de la carcundia de los bautizos, primeras comuniones, bodas y entierros como Dios manda. La España de los obispos y arzobispos des-sotanados. ¡Que pena, penita, pena que hayan desparecido las sotanas de la vieja piel de toro! Ya no sabemos cuándo topamos con la iglesia, que es más ancha que Castilla. Era verdad que el hábito no hacía al monje, pero ¿cómo sabemos si un monje es un monje si no lleva hábito? La España reprimida de los curas pederastas que recuerdan las palabras del divino verbo (dejad que los niños se acerquen a mí) y se les hace la boca agua cuando los monaguillos angelicales se arriman a su vera. La España de los colegios de monjas, donde no hay más alternativas que ser puta o monja. La España huérfana de vocaciones. Entre cruces y Cristos, parroquias, curas obreros, catequistas, monaguillos y sacristanes, ronda, cual Perico por su casa, el demonio del diablo. La España que arde en verano, abrasada por el amor loco y ciego del complejo edípico, en salves marineras a la virgen del Carmen, vestida de faralaes para bailar sevillanas, orgullosa de su virgo incorrupto, como el de la santa de Ávila. La España que canturrea: Ave María, ¿cuándo serás mía? Últimamente se dejan ver por esta sufrida piel de toro parejas homosexuales o heterosexuales no de la Guardia Civil precisamente, ni de las Hermanitas de la Caridad, sino de los/as Testigos/as de Jehová. Van impecablemente vestidos/as, convencionalmente hablando. Y portan revistas ilustradas que se titulan “Despertad” y cosas así. Alguno ya le ha dado una buena contestación a su afán predicador y evangelizador: “A mí, déjenme ustedes en paz, hagan el favor. Que aquí ya tenemos la religión verdadera de toda la vida, que es la católica, apostólica y romana, y, además, no creemos en ella. Así que no nos vengan ahora con un credo nuevo ni con cuentos”.

 

    España esquizofrénica. Ya lo cantó don Antonio Machado, el poeta: al españolito que nace sólo se le abren dos alternativas: o la España que muere o la que bosteza: una de las dos Españas / ha de helarte el corazón. ¿No serán ambas Españas la cara y la cruz de la misma moneda? La España que muere de Machado es la España difunta, ya muerta, de Larra: este último publicó en El Español una crónica insuperable titulada El día de difuntos de 1836. Allí Fígaro, el pobrecito hablador, se preguntaba dónde estaba el cementerio, si en las afueras de la villa y la corte, como cree la mayoría de la gente que se dirige allí a honrar la memoria de todos sus muertos como todos los años por la misma fecha, o dentro de la propia ciudad, como él sospecha. Cedámosle la palabra: “¿Dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo.” Eco de estas palabras de Larra hallamos en los desgarrados versos arrítmicos (o prosa camuflada) de un poeta de la generación del 27, Dámaso Alonso, que en su obra Hijos de la ira se desvela en su insomnio con la siguiente constatación: Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). Si queremos actualizar el caso, sumemos varios millones de cadáveres más al censo. Recordemos también a Unamuno, que exclamó con toda el alma: Me duele España. Y que hoy habría que parafrasear, utilizando el lenguaje malsonante que se oye por doquier: Me jode España.

domingo, 11 de febrero de 2024

Es-pa-ñas (II)

  La España gacetillera. Es la España que asciende de Madrid al cielo, donde ya no quedan más osos ni madroños que el simulacro platónico de la Puerta del Sol. En la villa y la corte se publica el periódico más antiguo de todas las Españas habidas y por haber: La Gaceta de Madrid (mentirosa, porque todo lo que dice, la pura realidad, es una cochina mentira). Los liberales siempre detestaron su carácter de prensa oficial. Por algo se decía todavía que alguien miente más que La Gaceta cuando le crece la nariz como a Pinocho. Pues bien, esta gaceta mentirosa se ha convertido, con el paso del tiempo, en el no menos mendaz y deleznable Boletín Oficial del Estado, que ahora se renueva en 17 ediciones autonómicas: Boletín Oficial de Extremadura, de Cantabria, de Aragón... Es la Gaceta de Madrid, o Boletín Oficial del Estado, el prototipo de prensa oficial del régimen democrático que padecemos, el modelo y patrón de todos los demás diarios independientes de la mañana, la Biblia en verso: el decano de los medios de adoctrinamiento de masas que explica, a golpe de Real Decreto, las cosas como son para que no nos preguntemos cómo son las cosas.

     Graecum est; non legitur.   Es griego. No se lee porque no se entiende ni se quiere entender. Además ¿de qué sirve leer en la España que sabe leer y escribir, porque así se lo han inculcado en la escuela, pero que no lee o que, si se pone por ventura a hacerlo, no se entera de lo que lee, funcionalmente analfabeta como es?; ¿de qué sirve escribir en España, que es llorar, como dijo el otro, porque esta España benemérita nuestra sólo sabe estampar su firma, donde antes se ponía una equis, como en las quinielas, en las facturas de las tarjetas de débito y de crédito, y en el Documento Nacional de Identidad, donde plasma además la huella digital de su pezuña bravía? ¿Quién piensa en la España del único pensamiento único?
     La España posmoderna de los Reyes Católicos. La España del tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, porque igual da el timbre, masculino o femenino, de la voz de mando, ya que sigue habiendo mandamases/as, elegidos/as democráticamente, y mandados/as, democráticamente resignados/as. Ante la tradicional preponderancia del marido respecto a la mujer, la católica majestad aseguró que ella era reyna no por ser la esposa de un monarca, sino por derecho propio. La realeza se convertía así en un cargo que podía desempeñar tanto el hombre como la mujer, que así se equiparaba a los varones. 
     Se habla en la España hodierna de equiparación entre el hombre y la mujer, y se pone como ejemplo el hecho de que haya mujeres ministros, esto es, ministras: son las mujeres las que llevan ahora los pantalones, no los hombres los que llevamos faldas. De hecho en algunos colegios religiosos se han prohibido las faldas de los uniformes de las niñas para luchar contra los estereotipos sexistas, por lo que tanto ellas como ellos llevan ahora pantalones, lo que no significa que jerárquicamente seamos todos iguales... Efectivamente, aunque dé lo mismo que mande Isabel que Fernando, lo que no da tanto lo mismo es ser uno o una de los que mandan y llevan los pantalones y uno o una de los mandados. Y es que esta España tan posmoderna sigue siendo la España de las católicas majestades, que sigue desalojando de sus fronteras a judíos y moriscos, hoy inmigrantes ilegales que carecen de papeles que los identifiquen, por lo que les llega la inevitable orden de expulsión definitiva. Y es que, ay, hoy es siempre todavía, como cantó don Antonio Machado. Pero no, lo que no da igual, decíamos, es que alguien mande y alguien, el súbdito, obedezca. Ya lo dice el refrán: no mandan marineros donde manda capitán,  o para el caso capitana, como ya lo era la Pilarica o Virgen del Pilar, una de las once mil vírgenes o advocaciones nacionales de María Santísima, que no quería ser francesa, o sea ilustrada, sino capitana, como se sabe, de la tropa aragonesa enemiga de las luces.


sábado, 10 de febrero de 2024

Es-pa-ñas (I)

    La España autonómica del patriotismo constitucional: Ha quedado obsoleta aquella sandez de la España (nombre propio que debería conservar la hache inicial latina de Hispania) que se quería Una, Grande y Libre, formada por cuarentaysiete provincias peninsulares y tres insulares, más cuatro restos coloniales de allá por el Imperio hacia Dios en África, que empezaba, según los europeos ilustrados, aquende los Pirineos. La identidad española actual, legítima heredera del rancio nacionalcatolicismo franquista, se vertebra ahora en torno a los 17 ejes de sus respectivas autonomías o sucursales financieras estatales: como si dijéramos en 17 Españitas, cada cual con su parlamento autonómico y sus virreyes elegidos democráticamente y sus transferencias -curiosa palabra, muy reveladora-, cada una con su historia y su idiosincrasia y su himno, y hasta su gastronomía, lengua vernácula y folclore -tradiciones ancestrales y traje regional restaurados antaño por mor del populismo de los coros y danzas de la Sección Femenina- y televisión autonómica propia. Es la misma España de siempre, la del españolismo eterno, golfo, cutre, paleto, palurdo y pazguato de toda la vida, la de la españolería y el españoleo, redivivo ahora en 17 entidades financieras vicarias, que dan vida a los nuevos tópicos hispánicos de siempre: catalanismo, galleguismo, vasquismo, andalucismo... y hasta madrileñismo, para que nadie se sienta discriminado en la villa y en la corte.


    La España plural y uniformemente multicolor: Ondea, desplegada al viento, la bandera rojigualda a lo largo y ancho de la sufrida piel de toro ahora junto al estrellado estandarte azul europeo, y ondean simultáneamente los diecisiete pendones de los virreinatos autonómicos. Resulta inevitable que estas diecisiete pequeños reynos de taifas desarrollen, a poco que se dejen llevar por el prurito anal o furor uterinus del patriotismo estatal, su propio nacionalismo que, en los casos más beligerantes, aspirará a sacudirse de encima el yugo nacional español opresor para sustituirlo rápidamente por otro yugo, al fin y a la postre, no menos nacionalista y opresor. Por eso los indepe(ndestista)s quieren sacudirse el yugo de la realidad ideal de España, para sustituirla por otra de la que algún día querrán tal vez independizarse al comprobar que, pese a todo, nada cambia y todo sigue igual. 

    

    Viva España. Los gritos viscerales y supuestamente bienintencionados de Visca Catalunya y Gora Euskadi, por ejemplo, son la versión remozada del viejo, falangista y no menos visceral y supuestamente bienintencionado Viva (o Arriba) España: se grita lo mismo con otros nombres propios, que en el fondo son lo mismo, e incluso en otras lenguas, algunas fundadas o refundadas ad hoc, impuestas desde los medios de adoctrinamiento de masas, entre los que, además de la prensa y la televisión, que es el más educativo en valores (de bolsa) de todos ellos, no hay que olvidar a las instituciones académicas.   

viernes, 9 de febrero de 2024

¿¡Viva la Revolución!?

    Merece la pena leerlo, desde luego. Por su simbolismo y carácter alegórico, por su estilo y enseñanza moral, podría considerarse todo un clásico indispensable ya este pequeño cuento breve del escritor polaco Sławomir Mrożek (Borzecin, Polonia, 1930-2013) titulado La revolución, que comienza así en primera persona: En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí”. 



    Se trata de una crítica de la revolución entendida como cambio de aspecto, formal, superficial. Es una sátira de las revoluciones artísticas vanguardistas y de las revoluciones políticas y sociales que pretenden cambiar el mundo para que siga igual. Algo nos recuerda a algunas campañas políticas recientes cuyo éxito ha estado fundamentado en vendernos la vieja idea del cambio, change en la lengua del Imperio, como novedad: un cambio insustancial y cosmético que no afecta para nada a la estructura profunda de las cosas. Se maquilla la realidad para que parezca que algo se transforma, cuando, en el fondo, todo sigue igual.

    El protagonista de La revolución, que es un alter ego de Mrożek y enseguida del propio lector del cuento, que se identifica con él, se aburre, quiere cambiar las cosas, pero en lugar de salir fuera de su habitación y buscar en el mundo exterior algo diferente, se dedica a cambiar los muebles de sitio…

    He aquí el texto, en traducción de Bozena Zaboklicka y Francesc Miravitlles, incluido en el libro La vida difícil, publicado por Ediciones del Acantilado, Barcelona en 2002:


  “En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista. 
 
 

    Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese ‘cierto tiempo’. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez ‘cierto tiempo’ también se mostró impotente. 
 
    
     Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario”.

jueves, 8 de febrero de 2024

Diecinueve mensajes breves en una botella.

(Oído en un telediario) Petición a los Reyes Magos de una niña: Una muñeca con mascarilla. Comentario de la locutora: Así se consigue normalizar lo que vivimos.

(Non è vero ma è molto ben trovato) Séneca le dijo a Nerón: tu poder se sustenta en mi miedo, yo ya no te tengo miedo; por lo tanto, tú ya no tienes el poder.

El “carpe diem" no puede tener un significado positivo, sino negativo: deja de vivir en el futuro y en un pasado mentiroso construido con vistas al futuro. 

España está españolizada. ¿Quién la desespañolizará? El desespañolizador que la desespañolice buen desespañolizador será; y suma y sigue con todas las naciones. 

Adoctrinamiento nacionalista: La Historia nacional que se enseña en la escuela consolida la idea falsa pero real de una nación con un historial a sus espaldas. 

Cataluña está cataluñizada. ¿Quién la descataluñizará? El descataluñizador que la descataluñanice buen descatalañunizador será; y así con todas las autonomías.

El adoctrinamiento escolar y de los medios de formación de masas, aderezado con la mitología histórica, fomenta la moderna Formación del Espíritu Nacional. 

El obedecedario

(Lectura del evangelio de san Mateo, 6, 32) No os preocupéis, pues, del día de mañana; que el día de mañana cuidará de sí mismo: a cada día le basta su maldad. 

Más que hacer algo para salvar el planeta de la deflagración, como claman los apocalípticos, hay que hacer algo para salvarnos nosotros... de nosotros mismos.
 
Club de lectura filosófica. Utilizan el texto como pretexto para hacer obsceno alarde de prejuicios que no les dejan entender las claras razones de El Oscuro. 
 
 La sabiduría da miedo, o mejor dicho, el abismo que se abre al descubrir al modo socrático que no sabemos nada a ciencia cierta, y eso es lo poco que sabemos. 

El amor del filósofo es un amor platónico, en el sentido vulgar del término, un amor ideal y, por lo tanto, no correspondido, carente de cualquier carnalidad. 

Odi et amo: Te odio y te quiero a la vez. El latinlover es, al mismo tiempo, latinhater, porque amor y odio son las dos caras de la misma e idéntica moneda. 

En su libro Dying for a paycheck, el profesor de la Universidad de Stanford J. Pfeffer expone que el trabajo asalariado mata, lo que sabe cualquier trabajador. 
 
 

Si el trabajo asalariado no nos mata directamente, no cabe duda de que es perjudicial para la salud, de lo que deberían advertirnos las autoridades sanitarias.

Si una distopía se define como lo contrario de una utopía, como una sociedad ficticia indeseable, nuestra realidad, esa vieja dama hipócrita, es una distopía. 

En las tripas del sistema educativo se genera la negra flor del tedioso aburrimiento, que no es un efecto colateral ni secundario, sino esencial y principal. 

Según Heraclito de Éfeso, a los seres humanos nos aguardan una vez muertos cualesquiera cosas que no esperemos ni nos figuremos: abolición de todas las ideas. 

Gracias a Heraclito, quedan desvanecidas todas las expectativas y esperanzas que podamos albergar acerca de nuestra muerte o, lo que es lo mismo, del futuro.

miércoles, 7 de febrero de 2024

Pareceres XL

196.- Dios salve al monarca. El éxito de una operación de fístula anal del rey Luis XIV de la Francia, en 1686 fue celebrado por el músico cortesano Jean Baptiste Lully en una composición titulada Grand Dieu, sauve le roi, melodía que se hizo muy popular. Poco después, G. F. Haendel, recordando esa melodía y haciendo una versión o plagio, como prefieren otros, de ella, popularizó el tema en Inglaterra, para celebrar la coronación de Jorge I convirtiéndose en God save the King (con su variante femenina God save the Queen). La marquesa de Créquy comentó a propósito de esto: Que el himno de los ingleses haya surgido de un ojete (ella escribió “anus”), es algo que no deja de hacerme gracia sin dejar de sorprenderme un instante sin embargo. Los ingleses no tienen según la Güiquipedia sabelotodo un himno propiamente dicho, sino tres candidatos: God save the King compite con Jerusalem y Land of Hope and Glory
 
 
197.- Faldas y pantalones: Una congregación religiosa que tiene varios colegios en las España impone el uso de pantalón a todo el alumnado -es decir a las niñas porque los niños lo llevan de serie- con el argumento de los cambios sociales y las nuevas metodologías educativas, como si el pantalón fuera lo neutro y no lo masculino por excelencia, con lo cual la falda pasa de haber sido prenda obligatoria del uniforme femenino a estar ahora prohibida. Se pretende así suprimir estereotipos sexistas imponiéndose el masculino. 
198.- Muchas opiniones, poco sentido común: En las declaraciones del novelista Luis Landero en una entrevista periodística con motivo de la presentación de su última novela -«Solo hay tertulianos, opinadores... Se opina mucho y se piensa poco»- resuena el eco de Heraclito de Éfeso: Siendo la razón común, viven los más teniendo un pensamiento privado propio -una opinión, cada cual la suya: todos tertulianos, todos opinando. 
199.- La niebla. Una niebla inesperada por los servicios meteorológicos se apoderó de la Región, cambiando la atmósfera de un día que amanecía despejado y soleado. Las temperaturas pronosticadas, que auguraban un día espléndido para actividades de ocio al aire libre y disfrute de los bellos paisajes naturales que ofrece la Región, ideales para ser retratados por las cámaras fotográficas de los numerosos visitantes, experimentaron un cambio drástico disminuyendo considerablemente. Algunos testigos describieron el fenómeno como un evento sorprendente que paulatinamente fue anegándolo todo, como si fuera algo sobrenatural, cosa de brujas, dijeron, que desdibujan los contornos de la realidad, transformando la mañana en un paisaje misterioso. La niebla había decidido hacer acto de presencia sin previo aviso. A medida que iba adueñándose de la Región, la visibilidad se reducía más y más. Los paisajes que minutos antes estaban inundados de luz solar se convirtieron de repente en enigmas borrosos y sombríos, proporcionando una nueva perspectiva de la belleza natural de la Región. 
 200.- El restaurante del amor: No interesa casi nada de lo que pasa fuera de la pequeña pantalla, ya sea la del móvil o la de la caja tonta. Y cada vez interesa más lo que sale del Ente público o privado, da igual, que da entidad, es decir su ser, a todas las cosas. Sólo interesa ya lo que nos echan, como dice la gente reducida a su condición resignada de público telespectador, y menos la realidad ajena a la pequeña pantalla, que resulta inexistente. De hecho, no hay más realidad que la que sale por televisión, lo que nos dan para que traguemos, y punto: productos genéticamente manipulados para regocijo de millones de televidentes. Resultado: un programa como First Dates -primeras citas en la lengua del Imperio- acaba formando parte del espectáculo de la realidad y de la realidad del espectáculo, sustituyendo el interés por lo que pasa en el mundo por lo que pasa en el restaurante del amor. Así es como nos vuelven, si no lo éramos ya, rematadamente idiotas, tontos de remate.
 

martes, 6 de febrero de 2024

Más policía

     El pasado 13 de enero de 2024 se cumplía el bicentenario de la fundación la Policía Nacional española, que nació hace doscientos años en 1824, celebrándose los fastos de dicho "acontecimiento de excepcional interés público" bajo el lema "comprometidos contigo". 

     Más policía en las calles, más caña, más leña al mono,  para que haya menos delincuencia, reivindican algunos, pero la relación es inversamente proporcional. La sociedad necesita crear delincuentes para poder enchironarlos y justificar las medidas extraordinarias en su lucha contra ellos. A los políticos les interesa que exista la delincuencia, no cabe duda de ello, como a los bomberos les interesa que haya fuego que justifique su profesión. Los políticos, por lo tanto, promueven una y otra vez la idea de inseguridad ciudadana, amplificada por la prensa, para que aumente el clamor popular que exija que aumente también el número de policías en la calle. 

    A fin de cuentas son puestos de trabajo que crean de la nada, y en un país donde hay tanto desempleo interesa que la gente esté ocupada. A los políticos y a los medios de (in)formación  les interesa crear la delincuencia para poder combatirla llevando a los delincuentes a la cárcel, que no deja de ser más que un espejismo de la falta de libertad general. ¿Por qué no acabaremos nunca con el terrorismo? Que se lo pregunten al matón-country-gringo, del país donde crece verde la yerba -green grows the grass. Porque no interesa, porque interesa que lo haya para poder declararle la guerra: war against terror. Si no hubiera terror, ¿a quién íbamos a declarar la guerra?

    Ya lo dijo nuestro Gracián, todo un clásico. Y ya se sabe: un clásico es un clásico porque es de lo más moderno:- ¿De qué sirven éstos en el mundo? -¿De qué? Hacen guerra a los enemigos. -¡No la hagan mayor a los amigos!. -¿Éstos nos defienden? Dios nos defienda de ellos. ¿Éstos pelean, destrozan, matan y aniquilan nuestros contrarios? ¿Cómo puede ser eso si dicen que ellos mismos los conservan? -Aguarda, yo digo lo que deberían hacer por oficio, pero está ya el mundo tan depravado que los mismos remediadores de los males los causan en todo género de daños. Éstos, que habían de acabar las guerras, las alargan; su empleo es pelear, que no tienen otros juros ni otra renta, y como, acabada la guerra, quedarían sin oficio ni beneficio, ellos popan -es decir: miman, cuidan, acarician-  al enemigo porque papan -esto es, papean, comen-  de él: ¿para qué han de matar los centinelas al Marqués de Pescara si viven de él?  

    A los estados democráticos les interesa que exista el terrorismo para poder tener una excusa que justifique combatirlo y que justifique la existencia injustificable, se mire por donde se mire, del terrorismo y de los propios estados democráticos.

lunes, 5 de febrero de 2024

El beduino que no sabía quién era

     A Bagdad desde el desierto llegó un joven nómada beduino,  y el tráfago enseguida de la ciudad lo dejó al pobre muchacho aturdido y perplejo. En medio de tanto estrépito y  ruidoso bullicio de gentes que iban y venían de acá para allá, decidió, fatigadísimo como estaba de la larga travesía tomar un baño para quitarse el polvo del desierto e irse a descansar enseguida, confiándose al sueño reparador. Pero le entró entonces una más que razonable duda en la posada: Cuando me despierte, entre tanto gentío, se dijo, ¿cómo voy a reconocerme a mí mismo y no confundirme con otro?; ¿cómo sabré que soy yo y no otro vecino?; ¿cómo sabré quién soy?


     Imbuido en la preocupación de sus cavilaciones, decidió hacerse una señal atándose un lazo de fina seda de Damasco en la verga. Y más tranquilo, se entregó al sueño más reparador y al olvido de Bagdad, de sus gentes y de todas las fatigas del viaje y las cosas del mundo. Pero un mercader avaricioso, que yacía cerca de él y había visto lo que había hecho el joven, sospechando que quería esconder algún secreto, esperó a que se durmiera el beduino, y,  tendiéndose a su lado, cuando cerró los ojos, comenzó a meterle mano bajo la chilaba sin que se diera cuenta, le desató la lazada con cuidado y robó el lazo de seda sin despertar a su dueño que dormía despreocupado. Grande fue su decepción al comprobar que aquel lazo de seda no ocultaba el plano de ningún tesoro ni ningún mensaje importante ni tenía por lo tanto ningún valor.  

Mezquita de Ahmed Khiaga y plaza del mercado, Bagdad

    Al despertarse a la mañana siguiente el árabe precavido, su primera preocupación fue buscar, llevándose las manos a sus verijas, su personal distintivo. ¡Cuál no sería su sorpresa al ver que no halló el lazo en donde lo había ocultado!

    Ah, me encuentro en la tesitura de no saber quién soy, pues si yo soy yo ¿cómo es que no está en mi verga mi personal distintivo? Y si yo soy otro distinto de mí ¿dónde estoy yo, que me hago esta pregunta?  Y ¿quién soy yo, si ahora mismo he perdido el norte y el rumbo y mis señas propias de identidad?

    oOo 

En la Casa de la Moneda se fabrica a Dios. (Juan José Millás)



"Lo que más identidad proporciona en este mundo es la pasta" (Juan José Millás)

domingo, 4 de febrero de 2024

El teatro de la política y viceversa.

    Ahora que la Unión Europea da a Ucrania "un balón de oxígeno", como dice la prensa -refiriéndose con esta expresión a la cuantiosa suma de cincuenta mil millones de euros para seguir manteniendo la guerra contra Rusia- vuelve Giorgio Agamben, una de las mentes más lúcidas de la actualidad, a la carga con el texto Teatro y política, publicado en italiano el 19 de enero de 2024 en su columna "Una voce" del sitio güeb de la editorial Quodlibet, donde puede leerse en versión original. 
 
 
   Es cuando menos singular que uno no se interrogue sobre el hecho, no menos imprevisto que inquietante, de que el papel de líder político sea asumido en nuestro tiempo cada vez más por actores: es el caso de Zelenski en Ucrania, pero lo mismo había ocurrido en Italia con Grillo (eminencia gris del Movimiento 5 Estrellas) e incluso antes en Estados Unidos con Reagan. Ciertamente, es posible ver en este fenómeno una prueba del declive de la figura del político profesional y del creciente influjo de los medios de comunicación y de la propaganda en cualquier aspecto de la vida social; pero, en todo caso, es evidente que lo que está ocurriendo implica una transformación de la relación entre política y verdad sobre la que es necesario reflexionar. Que la política tenga algo que ver con la mentira es algo que, de hecho, se da por descontado; pero esto significaba simplemente que el político, para conseguir los objetivos que consideraba desde su punto de vista verdaderos, podía sin demasiados escrúpulos decir lo falso. 
 
    Lo que está ocurriendo ante nuestros ojos es algo diferente: ya no hay un uso de la mentira para los propios fines políticos, sino que, por el contrario, la mentira se ha convertido en sí misma en el fin de la política. Es decir, la política es puramente y simplemente la articulación social de lo falso. Se comprende entonces por qué el actor es ahora necesariamente el paradigma del líder político. Según una paradoja que desde Diderot hasta Brecht nos ha resultado familiar, el buen actor no es, de hecho, el que se identifica apasionadamente con su papel, sino el que, conservando la sangre fría, se mantiene por así decirlo a distancia de él. Parecerá tanto más verdadero cuanto menos disimule su mentira. El escenario teatral es, pues, el lugar de una operación sobre la verdad y sobre la mentira, en la que lo verdadero se produce exhibiendo lo falso. El telón se levanta y se cierra precisamente para recordar a los espectadores la irrealidad de cuanto están viendo. 
 
 
    Lo que define hoy la política —convertida, como se ha dicho eficazmente, en la forma extrema del espectáculo— es una inversión sin precedentes de la relación teatral entre verdad y mentira, con miras a producir la mentira mediante una operación particular sobre la verdad. La verdad, como hemos podido ver en estos últimos tres años, no está, de hecho, ocultada y, sigue, por el contrario, siendo fácilmente accesible a cualquiera que tenga voluntad de conocerla; pero si antes —y no sólo en el teatro— la verdad se alcanzaba mostrando y desenmascarando la falsedad ('veritas patefacit se ipsam et falsum'), ahora en cambio la mentira se produce por así decir mostrando y desenmascarando la verdad (de ahí la importancia decisiva del discurso sobre las 'fake news'). Si en su tiempo lo falso era un momento en el movimiento de la verdad, ahora la verdad sólo cuenta como un momento en el movimiento de lo falso. 
 
    En esta situación, el actor es, por así decirlo, de casa, aunque, frente a la paradoja de Diderot, deba en cierto modo duplicarse. Ningún telón separa ya el escenario de la realidad, que —según un recurso que los directores modernos nos han hecho familiar, obligando a los espectadores a participar en la obra— se convierte  ella misma en teatro. Si el actor Zelenski resulta tan convincente como líder político, es precisamente porque es capaz de proferir mentiras siempre y en cualquier lugar sin ocultar nunca la verdad, como si ésta no fuera sino una parte ineludible de su actuación. Él —como la mayoría además de los líderes de los países de la OTAN— no niega el hecho de que los rusos han conquistado y anexionado el 20% del territorio ucraniano (que, además, ha sido abandonado por más de doce millones de sus habitantes), ni que su contraofensiva ha fracasado por completo; ni que, en una situación en la que la supervivencia de su país depende totalmente por completo de una financiación extranjera que puede cesar en cualquier momento, ni él ni Ucrania tienen delante de sí ninguna posibilidad real. Decisivo es por esto que, como actor, Zelenski provenga de la comedia. A diferencia del héroe trágico, que tiene que sucumbir a la realidad de unos hechos que desconocía o creía irreales, el personaje cómico hace reír porque no deja de exhibir la irrealidad y la absurdidad de sus propias acciones. Ucrania, llamada antaño la Pequeña Rusia, no es sin embargo un escenario cómico, y la comedia de Zelenski no podrá en último término más que convertirse en una amarga tragedia realísima.

sábado, 3 de febrero de 2024

El zorro en el gallinero

   Al director del departamento de personal y recursos humanos le impresionó y sorprendió muy favorablemente el impecable currículum que presentaba aquel candidato, hasta tal punto de que lo contrató inmediatamente para ocupar el puesto vacante de responsable o encargado (palabras preferibles a "jefe"*) de seguridad de la granja de explotación avícola, felicitándole por su fulminante promoción y ascenso laboral.

    Le había extrañado que un Zorro aspirara al cargo de Gallo del corral y guardián del gallinero, como se denominaba antaño, pero, como le explicó el candidato, él no se autopercibía como lo que parecía a simple y primera vista, un zorro común o rojo (vulpes vulpes de la familia de los vulpinos), sino que se veía a sí mismo desde su más tierna niñez como un gallo (gallus gallus domesticus) aprisionado en un cuerpo extraño, que todavía no había realizado la transición específica. Y consciente del latinajo esse est percipi, es decir, que el ser o la esencia (esse) consiste en ser percibido, nadie podía negarle a él el derecho propio a percibirse a sí mismo como un gallo doméstico, como se sentía, sin importarle lo que creyeran los demás.  Había el candidato, aclaró, presentado en el Registro Civil su deseo de inscribirse como lo que era: Gallo. El funcionario no podía dudar de su palabra sin incurrir en un delito de odio, así que sin ninguna exigencia de informe pericial registró al Zorro como Gallo en riguroso cumplimiento de la ley trans-específica. 

 

     Tenemos, pues, al Zorro convertido en el guardián de la empresa aviaria, metido literalmente en el gallinero. Tenemos, pues, al enemigo en casa, pensaron pollos y gallinas aterrados nada más verlo. ¡Qué paradoja! El viejo Señor Zorro de las fábulas de Esopo y de Fedro, y de sus epígonos Iriarte, Samaniego y La Fontaine, entre tantos otros, el raboso o raposo (o la raposa, si se prefiere), ese viejo y astuto emprendedor de fechorías, ese fementido matador de pollos y gallinas, ha sido ascendido de categoría en el escalafón empresarial, convertido en el Gallo guardián del gallinero.

   Las gallinas cacarearon aterrorizadas nada más verlo víctimas de un ataque de pánico y echaron a correr despavoridas, intentando volar a ras de suelo, preocupadas por sí mismas y sus polluelos. Él para tranquilizarlas las reunió y les dijo que no tuvieran ningún temor, y que no se fíaran de las apariencias, siempre engañadoras.

    "Aunque tenga aspecto de zorro, dijo, no lo soy, dado que en mi fuero interno me siento gallo de las patas a la cresta desde que nací, y os confieso como prueba de mi buena fe que me he vuelto no solo vegetariano y no consumo por lo tanto ni carne ni pescado, sino también vegano, es decir, que prescindo, además, en mi dieta de todo producto de origen animal: de lácteos, de miel y de los huevos".

    Las gallinas, algo más tranquilas aunque todavía incrédulas por sus palabras, aplaudieron aleteando sin embargo.

  "Y, además, prosiguió, os ruego encarecidamente que no veáis en mí un superior jerárquico, sino un camarada más cuya misión es protegeros de los peligros exteriores, porque dentro del gallinero no hay ningún peligro que temer. Os ruego finalmente que confíéis en mí, que seáis tolerantes y que abandonéis vuestros prejuicios a fin de que entre nosotros haya igualdad real y efectiva sin ninguna discriminación por ninguna razón, pues, insisto, aunque veáis en mí un zorro que tiene aspecto de zorro, puedo enseñaros el certificado oficial -se lo muestra- que acredita mi condición legal de ave gallinácea como consta en el Registro Civil, y este contrato laboral que me nombra jefe del servicio de seguridad del gallinero".

    Las gallinas, acabado el discurso, aplaudieron y respiraron con alivio. Esa noche se recogieron temprano, como de costumbre, y durmieron descuidadas. 

    A la mañana siguiente, se hallaron muchas plumas ensangrentadas por el suelo y menos pollos y gallinas, pero se había cumplido la ley escrupulosamente.

    Ante esto las gallinas supervivientes sólo podían hacerse una pregunta, la misma que se hacía en una sátira Juvenal hace dos mil años y nos hacía a nosotros, porque hoy es siempre todavía: Sed quis custodiet ipsos custodes? ¿Pero quién vigilará a los propios  vigilantes?
 
 
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[Nota etimológica: *Si el término líder, adaptación castellana de leader, sustituyó a jefe, que remonta al latín caput 'cabeza', so pretexto de que el líder es ante todo un compañero, uno más, y no sólo el jerarca que guía al rebaño, ahora reaparece oculto bajo el acrónimo de moda CEO (Chief Executive Officer), que es otro anglicismo simplón de Oficial Ejecutivo en Jefe. Las siglas, que son palabras mutiladas, nos invaden para que olvidemos el significado cabal de las palabras enteras y corrientes. Esta vez el viejo jefe se oculta bajo la letra C, que es la inicial de chief, y del chef francés, y del capo italiano, de donde volvemos al caput latino, del que salieron todos los cabos y los capitanes, y el poderoso Capital y la ideología que lo sustenta, el capitalismo.  La jefatura fue sustituida por el liderazgo, pero el liderazgo campa por sus fueros y vuelve a sus orígenes, aunque disimulado para que no se note, que es la jefatura (del Estado, de la empresa, del rebaño, de la manada y del corral)].