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viernes, 9 de febrero de 2024

¿¡Viva la Revolución!?

    Merece la pena leerlo, desde luego. Por su simbolismo y carácter alegórico, por su estilo y enseñanza moral, podría considerarse todo un clásico indispensable ya este pequeño cuento breve del escritor polaco Sławomir Mrożek (Borzecin, Polonia, 1930-2013) titulado La revolución, que comienza así en primera persona: En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí”. 



    Se trata de una crítica de la revolución entendida como cambio de aspecto, formal, superficial. Es una sátira de las revoluciones artísticas vanguardistas y de las revoluciones políticas y sociales que pretenden cambiar el mundo para que siga igual. Algo nos recuerda a algunas campañas políticas recientes cuyo éxito ha estado fundamentado en vendernos la vieja idea del cambio, change en la lengua del Imperio, como novedad: un cambio insustancial y cosmético que no afecta para nada a la estructura profunda de las cosas. Se maquilla la realidad para que parezca que algo se transforma, cuando, en el fondo, todo sigue igual.

    El protagonista de La revolución, que es un alter ego de Mrożek y enseguida del propio lector del cuento, que se identifica con él, se aburre, quiere cambiar las cosas, pero en lugar de salir fuera de su habitación y buscar en el mundo exterior algo diferente, se dedica a cambiar los muebles de sitio…

    He aquí el texto, en traducción de Bozena Zaboklicka y Francesc Miravitlles, incluido en el libro La vida difícil, publicado por Ediciones del Acantilado, Barcelona en 2002:


  “En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista. 
 
 

    Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese ‘cierto tiempo’. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez ‘cierto tiempo’ también se mostró impotente. 
 
    
     Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario”.

domingo, 20 de noviembre de 2022

Pareceres (IX)

41.- Operación Triunfo: Lo que suele denominarse éxito personal y profesional en la vida es como la ceremonia militar del triunfo que celebraban antaño los generales romanos victoriosos, una victoria que conllevaba muchos cientos de sacrificios y cadáveres ensangrentados por encima de los que habían tenido que pasar aquellos militronches para llegar a desfilar bajo el arco triunfal y obtener el galardón de la corona de laurel. ¿No sería preferible abocarse, en nuestro caso, a la operación del más rotundo y colosal de los fracasos?

42.- El talento no quiere galardones. El verdadero genio creador no sólo no quiere aplausos, sino que los repudia. Los premios y reconocimientos oficiales se otorgan por idénticas razones, políticas y comerciales, y poco o nada tienen que ver con el mayor o me­nor mérito de la obra que se premia. Los premios se los otorgan a los que más venden, es decir, a los que más se venden, para que vendan más, para que se vendan más, para que los más vendedores por activa sean los más vendidos por pasiva. 

43.- Oyendo (o viendo) el parte: Los mayores que vivieron la guerra civil usan todavía esta expresión, para referirse a las noticias de la realidad que configuran los Medios de (In)formación de Masas. Se lo oí decir toda la vida a mi padre. La expresión es una abreviación y reminiscencia del “parte de guerra” que en aquellos años se radiaba porque no había todavía televisión. Supongo que venga de dar “parte”, y de hacer partícipe. y es que no hay que olvidar que los Medios de (In)formación de Masas dan una parte, de la realidad, no todo: son parciales. Sigue siendo válida la expresión en estos tiempos de supuesta y presunta paz para referirse a la guerra de la realidad, falsa pero real, la guerra que late, camuflada, en el seno de la paz.

44.- Las revoluciones que en el mundo han sido y son sólo sirven para que todo cambie para no variar, a fin de que pueda seguir igual. A tal fin puede decirse en latín: MVTATVR NE VARIETVR: se hace mudanza para no cambiar. Como muy bien dice el himno de la comunidad autónoma madrileña, que casi nunca se canta, pero tiene muy buena y suculenta letra: "Mire el sujeto / las vueltas que da el mundo / para estarse quieto". Pero algo dentro de nosotros, y no sé muy bien de qué estoy hablando, quiere lo contrario: que todo cambie, que nada sea igual, que todo y todos seamos diferentes: la ruptura con la monotonía de la vida cotidiana, una verdadera rotura de las normas sociales, de los roles que en cada momento de la vida debemos adoptar, una sublevación que rompa los horarios y calendarios establecidos, el tiempo cronometrado, que deja de ser una tiranía lineal, para pasar a ser un desorden de momentos vividos intensamente.

45.- Patriarcado: Vivimos en pleno apogeo de la sociedad patriarcal pese a que las mujeres van conquistando la esfera pública, entrando en profesiones que estaban tradicionalmente reservadas a los varones, triunfando en campos como la Justicia o la Medicina que les estaban vedados; pronto habrán alcanzado la igualdad también en el mundo político. Y, sin embargo, eso no conlleva el final del patriarcado, sino su máximo y más cumplido desarrollo, que se ve así ajeno a la división sexual y camuflado. El patriarcado tradicional, asociado al sexo masculino, sigue vivito y coleando en algunas sociedades tradicionales, en África y en todo el mundo árabe y musulmán. Pero el nuevo patriarcado que triunfa en las sociedades modernas occidentales es indiferente a la división en clases sexuales. Ha logrado superponerse porque tanto montan, montan tanto Isabel como Fernando y ya da igual el timbre masculino o femenino, más grave o más agudo, de la voz de mando.

martes, 19 de octubre de 2021

Vencedores y vencidos: una lección de historia.

 «(…) la creencia de que las causas que triunfan tendrían que ser las únicas de interés para los historiadores conduce, como James Joll observó recientemente, al menosprecio de muchos aspectos del pasado que son estimables y tienen interés, y reduce nuestra visión del mundo.»

Cita del libro Los anarquistas rusos del historiador estadounidense Paul Avrich (1931-2006), que podría aplicarse, a lo que sucedió en algunos lugares de nuestro país en julio de 1936 como respuesta al golpe militar de Franco contra la República española. 

 

En algunos lugares, en efecto, de la resistencia antifranquista, por ejemplo en Aragón, se llegó a abolir el dinero de curso legal y a establecer una sociedad horizontal y comunista libertaria, gracias a la CNT, experiencias estas que fueron abortadas con la derrota militar, y olvidadas después, porque la historia la han escrito los vencedores. Ahora algunos dicen que esas experiencias son utópicas, no han existido nunca, son imposibles. Y no es verdad. Precisamente porque no se sabía que fueran imposibles se llevaron a cabo.
 
Se tacha a veces el comunismo libertario de utópico, es decir, de que no tiene lugar, y se cree que si no se da en la realidad la abolición del dinero y la propiedad privada -un robo, según sentenció Proudhon-  y la proclamación de la comunidad de bienes es porque es imposible y, por lo tanto, no puede darse. Sin embargo, las cosas no son así. Lo imposible es, por el contrario, lo tópico, lo que ya tiene lugar, no lo utópico. Lo que no puede ser es vivir bajo el régimen del dinero, porque eso es lo que ya es, lo que hay ya, lo que por lo tanto no entra dentro de las posibilidades sin fin, sino de la cruda y dura realidad. Todo es posible menos lo real. Lo imposible, por otra parte y bien mirado, es vivir bajo el régimen del dinero y del gobierno, porque bajo este régimen no hay vida posible que valga.

Y es aquí donde nos viene en ayuda el verso de Lucano dedicado a Catón: VICTRIX CAVSA DIIS PLACVIT, SED VICTA CATONI, en cuya traducción cambio los dioses politeistas antiguos del original por el déspota monoteísta actual: Quísola Dios la razón que venció, mas Catón la vencida. A Catón no le agradó la causa vencedora, la dictadura de Julio César que acabó con el régimen republicano, sino la vencida. Lo mismo podríamos decir aquí de la dictadura y la república. Pero la guerra civil española no sólo acabó con la república, sino con la experiencia revolucionaria libertaria. 


La lección que podemos sacar de aquí es que la nobleza de una causa no se mide por su éxito o su fracaso, criterios estos más propios de las empresas capitalistas o de las competiciones deportivas en las que importa más el resultado de un partido de balompié, por ejemplo, que el propio juego en sí del balón en el campo, sino por su pretensión. Y en este sentido el hecho de que el experimento libertario fracasara no debe hacernos olvidar ni perder de vista la nobleza del intento. En este caso, era sin duda ética- y moralmente superior la causa abortada -y no sólo la republicana, sino mucho más la revolucionaria- que la vencedora. 

 

La historia, sin embargo, la han hecho y escrito los vencedores, condenando al olvido las mejores lecciones del pasado que, por eso mismo, no deberíamos olvidar.