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miércoles, 6 de noviembre de 2024

Pareceres LXI

296.- El excesivo prestigio de la revolución. Dijo en alguna parte Cioran que la rebelión gozaba entre nosotros de un privilegio indebido. Tal vez sea, digo yo, porque le inyecta nueva savia a la vieja maquinaria del sistema de forma que el cambio provocado por la rebelión hace que las cosas sigan exactamente igual que si no hubieran cambiado, mientras que nosotros las percibimos de otra manera como si lo hubieran hecho: lo que cambia es nuestra percepción de la realidad, no la realidad misma, que sigue siendo igual: los mismos perros con collares diferentes: lo que sucedió en España en la llamada "transición". La revolución es cosa de los revolucionarios, de los que quieren que todo cambie para que siga todo igual; revolucionarios como Fidel Castro o Ernesto Ché Guevara, tantos que en el mundo han sido, que se rebelaron contra lo establecido, y eso les honra, pero fundaron su propio establecimiento. ¿Quién se rebelará ahora contra el establishment que ellos establecieron? 
 
297. - Lo que vale el oro. En el corazón de la ciudad se han abierto muchos establecimientos, generalmente pequeños y cutres, en los que se tasa y se compra oro al mejor precio.  Así dice un anuncio bastante significativo de uno de ellos: "Todos sabemos el dolor que produce desprenderse de objetos personales como son las joyas que hemos heredado o que hemos ido atesorando a lo largo de nuestra vida, al igual que SOMOS CONSCIENTES DEL DIFÍCIL MOMENTO QUE VIVEN MUCHAS FAMILIAS EN ESPAÑA, YA QUE ESTA CRISIS NO ENTIENDE DE CLASES SOCIALES (¡!sic, literalmente). Por eso queremos que Vd. reciba el mejor de los tratos posibles, valorando sus joyas con la tasación más alta." Uno sólo se desprende de sus joyas cuando está arruinado, cuando no tiene dinero o, como ahora, cuando el dinero que tiene no vale lo que tenía que valer, es decir, su valor en oro, porque está devaluado, porque los billetes de papel del banco casi no tienen más valor que el papel higiénico. Hay que decir sin cansarse de repetirlo, que, aunque no lo parezcan, todos los billetes son falsos, que no hay uno solo verdadero en curso. Hay que decir que el oro, que es el más maleable y precioso de todos los metales, es lo que oro vale, como dice un refrán, lo que quiere decir que el valor de las cosas no lo representa exclusivamente el dinero. Ya lo dijo don Antonio Machado: Todo necio, confunde valor y precio. El oro vale lo que vale el oro. O lo que es lo mismo. el metro mide lo que mide un metro. Pero ¿cuánto mide un metro de verdad? ¿Cuánto exactamente? ¿Cuánto vale un lingote de oro de verdad? ¿Lo sabe alguien? 
 
 
298- Tres síntomas. A poco que pasee uno por las barriadas que rodean a las grandes ciudades, esos suburbios que se extienden como tumores cancerígenos alrededor de los centros históricos gentrificados para pasto del turismo, hay tres cosas que saltan a la vista enseguida: la abundancia de farmacias, que revelan el alto grado de medicalización de la población hasta el punto de que toda la existencia humana desde la cuna hasta la sepultura está supeditada a la gran farmacopea, lo que demuestra el obsesivo auge de la medicina preventiva -en detrimento de la curativa y de los centros hospitalarios que se dedican a curar los males presentes-, así como el recurso constante a la automedicación de fármacos ante cualquier mínimo problema o inconveniente que se presente; la abundancia de clínicas veterinarias y de tiendas de mascotas y de complementos para ellas -comida, atrezzo, juguetes, golosinas...-, así como de perros paseados por sus dueños, lo que revela la necesidad de animales de compañía que tiene la mayoría de las personas, habida cuenta de la inconfesable epidemia de soledad no deseada; y, last but not least, la escasez de niños en las calles y en los parques, lo que pone de relieve el actual declive demográfico, y la tristeza de que los pocos niños que vienen al mundo estén encerrados en sus domicilios o en centros escolares o ludotecas, ausentes de las calles, con pocos espacios libres y disponibles para ellos, alejados del juego en libertad en una sociedad cada vez más aséptica, controladora y controlada, que prefiere enviarlos a lugares confinados para que realicen actividades limitadas en lugar de dejarlos experimentar la vida al aire libre. 
 
299.- ¿Libertad de expresión contra censura? En nuestros días, la sacrosanta libertad de expresión es la nueva y más peligrosa máscara de la Inquisición: no consiste en que se nos prohíba decir algo, pues se ha hecho realidad la aspiración sesentayochesca del prohibido prohibir, sino en todo lo contrario: Torquemada, el Gran Inquisidor, permite ahora decir cualquier cosa, tantas tonterías como a uno le vengan en gana, hasta tal punto que resulte trivial cualquier cosa que se diga, reducida por el mero hecho de que la diga alguien a simple opinión personal o idiotez consabida y respetable de ese alguien,  como todas las opiniones, con las que se puede estar de acuerdo o no, por supuesto, pero ajena por lo tanto al sometimiento crítico al análisis del sentido y la razón comunes, dado su carácter privado de ocurrencia personal y blindada respetabilidad: no es más que un voto particular, un grano que, ya se sabe, no hace granero. Si alguien acierta a expresar algo razonable, corre el peligro de que no se lo reconozcan, porque es peligroso darle la razón al pensamiento, y le digan que esa es su opinión personal, respetable como todas las opiniones e ideologías pero que no hay por qué compartir, porque al fin y al cabo cada uno tiene la suya.  A fin de cuentas, como dicen los gringos, todos tenemos una opinión, la nuestra, lo mismo que un asshole u ojete del culo. Ha desaparecido la censura externa, lo que quiere decir, ni más ni menos, que la hemos interiorizado.  Ahora nadie dice nada que no sea Politically Correct: la censura más eficaz es la autocensura interiorizada, el tribunal inquisitorial de la propia y santísima conciencia. Cuando los censores comprobaron que prohibir era contraproducente, porque conseguían atraer la atención del público levantando la liebre del deseo sobre lo que prohibían, decidieron cambiar de estratagema permitiéndolo todo. Pero ¿de qué le sirve la libertad de expresión a un pensamiento prisionero?
 
300.- En busca del voto decisivo. ¿Cuál será el voto que decida la inclinación de la balanza? ¿Cuál será el grano que haga que un montón pese más que el otro? Porque no nos engañemos, no todos los votos son iguales, como se revela en el cómputo: hay un voto que vale más que los demás, es el último que se cuenta, el que decide el empate o desempate: es el voto decisivo que buscan los candidatos a los que acompaña la incertidumbre hasta el final de la campaña, una de las más reñidas e igualadas que se recuerdan, en la que los electores deben elegir entre la peste y el cólera. ¿Y qué sucede si hay empate? ¿hay algún voto de calidad? Los candidatos llegan igualados a la recta final de una campaña electoral marcada por un clima de altísima tensión. Cuando la contienda está extremadamente reñida, resulta que hay un voto decisivo que los candidatos buscan con afán. ¿Será el suyo propio? ¿Puede producirse un empate técnico? Teóricamente es posible.  ¿Qué sucedería en un caso hipotético de empate? ¿Quién dirime el lado hacia el que se inclina la balanza? Se habla de la existencia de un voto de calidad, cuya importancia no es cuantitativa, sino cualitativa, que es el voto del presidente, director o mandamás, lo cual da a entender enseguida que no todos los votos son iguales, que no todos tienen el mismo peso específico, que hay al menos un voto que es el de “calidad”, el que más vale, el que decide el desempate. 
 
La elección del pueblo, Jordan Henderson (2024) 

viernes, 9 de febrero de 2024

¿¡Viva la Revolución!?

    Merece la pena leerlo, desde luego. Por su simbolismo y carácter alegórico, por su estilo y enseñanza moral, podría considerarse todo un clásico indispensable ya este pequeño cuento breve del escritor polaco Sławomir Mrożek (Borzecin, Polonia, 1930-2013) titulado La revolución, que comienza así en primera persona: En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí”. 



    Se trata de una crítica de la revolución entendida como cambio de aspecto, formal, superficial. Es una sátira de las revoluciones artísticas vanguardistas y de las revoluciones políticas y sociales que pretenden cambiar el mundo para que siga igual. Algo nos recuerda a algunas campañas políticas recientes cuyo éxito ha estado fundamentado en vendernos la vieja idea del cambio, change en la lengua del Imperio, como novedad: un cambio insustancial y cosmético que no afecta para nada a la estructura profunda de las cosas. Se maquilla la realidad para que parezca que algo se transforma, cuando, en el fondo, todo sigue igual.

    El protagonista de La revolución, que es un alter ego de Mrożek y enseguida del propio lector del cuento, que se identifica con él, se aburre, quiere cambiar las cosas, pero en lugar de salir fuera de su habitación y buscar en el mundo exterior algo diferente, se dedica a cambiar los muebles de sitio…

    He aquí el texto, en traducción de Bozena Zaboklicka y Francesc Miravitlles, incluido en el libro La vida difícil, publicado por Ediciones del Acantilado, Barcelona en 2002:


  “En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista. 
 
 

    Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese ‘cierto tiempo’. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez ‘cierto tiempo’ también se mostró impotente. 
 
    
     Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario”.

domingo, 20 de noviembre de 2022

Pareceres (IX)

41.- Operación Triunfo: Lo que suele denominarse éxito personal y profesional en la vida es como la ceremonia militar del triunfo que celebraban antaño los generales romanos victoriosos, una victoria que conllevaba muchos cientos de sacrificios y cadáveres ensangrentados por encima de los que habían tenido que pasar aquellos militronches para llegar a desfilar bajo el arco triunfal y obtener el galardón de la corona de laurel. ¿No sería preferible abocarse, en nuestro caso, a la operación del más rotundo y colosal de los fracasos?

42.- El talento no quiere galardones. El verdadero genio creador no sólo no quiere aplausos, sino que los repudia. Los premios y reconocimientos oficiales se otorgan por idénticas razones, políticas y comerciales, y poco o nada tienen que ver con el mayor o me­nor mérito de la obra que se premia. Los premios se los otorgan a los que más venden, es decir, a los que más se venden, para que vendan más, para que se vendan más, para que los más vendedores por activa sean los más vendidos por pasiva. 

43.- Oyendo (o viendo) el parte: Los mayores que vivieron la guerra civil usan todavía esta expresión, para referirse a las noticias de la realidad que configuran los Medios de (In)formación de Masas. Se lo oí decir toda la vida a mi padre. La expresión es una abreviación y reminiscencia del “parte de guerra” que en aquellos años se radiaba porque no había todavía televisión. Supongo que venga de dar “parte”, y de hacer partícipe. y es que no hay que olvidar que los Medios de (In)formación de Masas dan una parte, de la realidad, no todo: son parciales. Sigue siendo válida la expresión en estos tiempos de supuesta y presunta paz para referirse a la guerra de la realidad, falsa pero real, la guerra que late, camuflada, en el seno de la paz.

44.- Las revoluciones que en el mundo han sido y son sólo sirven para que todo cambie para no variar, a fin de que pueda seguir igual. A tal fin puede decirse en latín: MVTATVR NE VARIETVR: se hace mudanza para no cambiar. Como muy bien dice el himno de la comunidad autónoma madrileña, que casi nunca se canta, pero tiene muy buena y suculenta letra: "Mire el sujeto / las vueltas que da el mundo / para estarse quieto". Pero algo dentro de nosotros, y no sé muy bien de qué estoy hablando, quiere lo contrario: que todo cambie, que nada sea igual, que todo y todos seamos diferentes: la ruptura con la monotonía de la vida cotidiana, una verdadera rotura de las normas sociales, de los roles que en cada momento de la vida debemos adoptar, una sublevación que rompa los horarios y calendarios establecidos, el tiempo cronometrado, que deja de ser una tiranía lineal, para pasar a ser un desorden de momentos vividos intensamente.

45.- Patriarcado: Vivimos en pleno apogeo de la sociedad patriarcal pese a que las mujeres van conquistando la esfera pública, entrando en profesiones que estaban tradicionalmente reservadas a los varones, triunfando en campos como la Justicia o la Medicina que les estaban vedados; pronto habrán alcanzado la igualdad también en el mundo político. Y, sin embargo, eso no conlleva el final del patriarcado, sino su máximo y más cumplido desarrollo, que se ve así ajeno a la división sexual y camuflado. El patriarcado tradicional, asociado al sexo masculino, sigue vivito y coleando en algunas sociedades tradicionales, en África y en todo el mundo árabe y musulmán. Pero el nuevo patriarcado que triunfa en las sociedades modernas occidentales es indiferente a la división en clases sexuales. Ha logrado superponerse porque tanto montan, montan tanto Isabel como Fernando y ya da igual el timbre masculino o femenino, más grave o más agudo, de la voz de mando.

martes, 19 de octubre de 2021

Vencedores y vencidos: una lección de historia.

 «(…) la creencia de que las causas que triunfan tendrían que ser las únicas de interés para los historiadores conduce, como James Joll observó recientemente, al menosprecio de muchos aspectos del pasado que son estimables y tienen interés, y reduce nuestra visión del mundo.»

Cita del libro Los anarquistas rusos del historiador estadounidense Paul Avrich (1931-2006), que podría aplicarse, a lo que sucedió en algunos lugares de nuestro país en julio de 1936 como respuesta al golpe militar de Franco contra la República española. 

 

En algunos lugares, en efecto, de la resistencia antifranquista, por ejemplo en Aragón, se llegó a abolir el dinero de curso legal y a establecer una sociedad horizontal y comunista libertaria, gracias a la CNT, experiencias estas que fueron abortadas con la derrota militar, y olvidadas después, porque la historia la han escrito los vencedores. Ahora algunos dicen que esas experiencias son utópicas, no han existido nunca, son imposibles. Y no es verdad. Precisamente porque no se sabía que fueran imposibles se llevaron a cabo.
 
Se tacha a veces el comunismo libertario de utópico, es decir, de que no tiene lugar, y se cree que si no se da en la realidad la abolición del dinero y la propiedad privada -un robo, según sentenció Proudhon-  y la proclamación de la comunidad de bienes es porque es imposible y, por lo tanto, no puede darse. Sin embargo, las cosas no son así. Lo imposible es, por el contrario, lo tópico, lo que ya tiene lugar, no lo utópico. Lo que no puede ser es vivir bajo el régimen del dinero, porque eso es lo que ya es, lo que hay ya, lo que por lo tanto no entra dentro de las posibilidades sin fin, sino de la cruda y dura realidad. Todo es posible menos lo real. Lo imposible, por otra parte y bien mirado, es vivir bajo el régimen del dinero y del gobierno, porque bajo este régimen no hay vida posible que valga.

Y es aquí donde nos viene en ayuda el verso de Lucano dedicado a Catón: VICTRIX CAVSA DIIS PLACVIT, SED VICTA CATONI, en cuya traducción cambio los dioses politeistas antiguos del original por el déspota monoteísta actual: Quísola Dios la razón que venció, mas Catón la vencida. A Catón no le agradó la causa vencedora, la dictadura de Julio César que acabó con el régimen republicano, sino la vencida. Lo mismo podríamos decir aquí de la dictadura y la república. Pero la guerra civil española no sólo acabó con la república, sino con la experiencia revolucionaria libertaria. 


La lección que podemos sacar de aquí es que la nobleza de una causa no se mide por su éxito o su fracaso, criterios estos más propios de las empresas capitalistas o de las competiciones deportivas en las que importa más el resultado de un partido de balompié, por ejemplo, que el propio juego en sí del balón en el campo, sino por su pretensión. Y en este sentido el hecho de que el experimento libertario fracasara no debe hacernos olvidar ni perder de vista la nobleza del intento. En este caso, era sin duda ética- y moralmente superior la causa abortada -y no sólo la republicana, sino mucho más la revolucionaria- que la vencedora. 

 

La historia, sin embargo, la han hecho y escrito los vencedores, condenando al olvido las mejores lecciones del pasado que, por eso mismo, no deberíamos olvidar.