En la plaza Tahrir, allá en El Cairo, ha triunfado
la revolución. El pueblo egipcio ha logrado
que huya el tirano, y el ejército se ha hecho cargo,
acto seguido, de la situación, tomando
las riendas del Estado y el timón, a fin
de así poder garantizar la transición
a un régimen político democrático,
en el que todo cambiará de nombre y todo
podrá seguir, al fin y al cabo, igual que siempre,
lo que revela ya el fracaso estrepitoso
al que se ve condenada la revolución,
sofocada desde su nacimiento, fuego fatuo.
oOo
Friedrich Engels (1820-1895) en su obra Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1886) escribe:
"La revolución [...] en la práctica, es completamente distinta de lo que los revolucionarios soñaban; en esto consiste la ironía de la historia universal, que todo aquello que los hombres persiguen se realiza, pero de un modo distinto del que esperan, y en condiciones distintas de las que ellos habían previsto".
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