lunes, 5 de junio de 2023

Manifiesto del Partido Que No Existe (y II)

     ¿Cómo se puede formar parte del partido que no existe? No se expiden carnets ni hay militancia ni conscripción o servicio militar. Tampoco existe la figura del afiliado incorporado al partido como si fuera un miembro prohijado. Cualquiera forma parte del partido que no existe con tal de negarse a participar en las elecciones, renunciando tanto al derecho de sufragio activo como al pasivo, es decir negándose tanto a elegir como a ser elegido. 

    Contra el dogma fundamental democrático de que "una persona (o un hombre, como se decía antes, incluida la mujer) es un voto", del que estaban excluidos los menores de edad y los que no pertenecen al Estado correspondiente porque no tienen la nacionalidad, un voto que se expresa periódicamente cuando las autoridades lo requieren, el sentir popular nos advierte de que una persona no es un único voto, sino, al menos, dos: un voto a Dios y otro al Diablo, lo que hace imposible su contabilidad. Pero en esa contabilidad de que uno no puede votar más que una vez y expresar un único voto se basan las Juntas Electorales para realizar sus cómputos, por lo que los resultados de unas elecciones nunca podrán ser verdaderos. 

          El recuento de votos configura una mayoría, siempre relativa de individuos personales computados, que impone su gobierno a la totalidad, haciéndose valer la una por la otra, pero la mayoría es una masa de individuos personales que se han convertido en electores cediendo su soberanía para que se produzca la ilusión de un cambio que no es más que la sustitución de unos nombres propios por otros, de unas caras amables como aparecen en los carteles y en los anuncios publicitarios con una sonrisa de estúpida felicidad.

 
    Los miembros del partido que no existe no renuncian de este modo a participar en los asuntos públicos directamente, sino que renuncian a hacerlo indirectamente por medio de representantes elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal, en las que la voluntad de una mayoría se impone de modo totalitario a la totalidad.  
 
     Somos conscientes de que por no existir el partido que no existe es el auténtico aglutinante de la voluntad popular, no vamos a decir que “representante” porque no aspira a ningún tipo de representación, pero sí que aglutina al pueblo que no se resigna sumisamente a convertirse en electorado. Por eso el pueblo es el gran ausente del parlamento, y por eso nunca ha habido ni podrá haber unas elecciones democráticas, dada la contradicción interna del término griego 'democracia' que aúna dos conceptos contrapuestos como son 'pueblo' y 'poder o fuerza' que se ejerce sobre él.
 

    Se ha dicho en alguna ocasión que el partido que no existe puede agrupar a casi el 40% del electorado, que no emite su voto en la urna electoral. Y se ha dicho que es normal ese porcentaje en cualquier régimen democrático, normalizándolo así. Pero hay un error en esa formulación: el partido que no existe no agrupa a casi la mitad del electorado, sino del pueblo, a esa parte del pueblo que se resiste a ser computada y a convertirse en electorado, dando su consentimiento al mandato de los delegados, por lo que es el partido del pueblo que no se cuenta y que, por lo tanto, tampoco se somete. El partido que no existe es el único que expresa -no que representa, porque no tiene ningún interés en la representatividad- la voluntad popular, la soberanía popular, mientras que el parlamento representa al electorado, que es el pueblo convertido en masa de votantes, un pueblo que no deja de ser un invento del gobierno convenientemente adoctrinado para  dejarse gobernar.

    Cuando un político elegido cada cuatro años dice que es un representante del pueblo, hace creer que él, que es un mero portavoz de los electores que le han confiado su voto, una minoría por muy mayoritaria que sea, es él personalmente la encarnación del pueblo que representa, cuando el pueblo, como conjunto, no puede ser partido en secciones, facciones, banderías, ni conscripto en censos electorales permanentes.  
 

    Cada cuatro años generalmente se considera que debe renovarse el fetiche de la representatividad, dada su fecha de caducidad, mientras que el poder se ejerce siempre sobre el pueblo, se basa en una ficción: que un gobierno y una cámara legislativa surgidos de la elección popular representan absolutamente la verdadera voluntad popular. Un parlamento nunca puede representar a un pueblo.

    Sólo el partido que no existe en la realidad puede hacer algo contra la realidad misma porque no forma parte de ella. Los partidos existentes, por el contrario, solo pueden sustentarla porque esa y no otra es la razón única de su existencia.
 
 

    Disculpa final por el uso y abuso del término 'partido' a lo largo del manifiesto, que es un sustantivo polisémico formado sobre el participio de perfecto del verbo 'partir', derivado de 'parte', que subyace bajo todos sus significados. Debajo de sus usos se halla la idea de partición de un todo o conjunto. En el caso de los partidos políticos ordinarios del derechas puede verse que son particiones o divisiones del conjunto del pueblo convertido en ciudadanía electoral de la que están excluidos los extranjeros y los nacionales menores de edad. Los que disienten de una determinada forma de hacer política se organizan en una facción distinta de la gobernante y concurren en las elecciones periódicas para obtener un respaldo mayoritario, siempre relativo, de la ciudadanía, y lograr que la mayoría se imponga a la totalidad. Los partidos políticos ordinarios son pues particiones, divisiones o facciones de la ciudadanía que aspiran a imponerse sobre la totalidad fomentando un cambio, que será solo nominal, que hará que todo siga igual al fin y a la postre. El partido que no existe, a diferencia de los partidos existentes, no aspira a eso, sino a todo lo contrario.

domingo, 4 de junio de 2023

Manifiesto del Partido Que No Existe (I)

    Hay un partido político, por así llamarlo, muy heterogéneo que agrupa a quienes no quieren delegar su poder en representantes o mandatarios que ejercen su gobierno sobre toda la población, y que toman decisiones en nombre de sus mandantes, según el fetichismo político del sistema democrático vigente que los convierte de delegados en gobernantes. 
 
    Podría decirse que dicho partido representa, valga la paradoja, a quienes no quieren que los represente nadie. Es este obviamente un partido extraparlamentario, que está, por lo tanto, fuera del arco del parlamento y que no aspira bajo ningún concepto a entrar en el hemiciclo, pero no es un partido marginal sino centrado en el rechazo de la representatividad. 
 
    No está constituido como tal partido político, ni aspira a estarlo, pero se constituye de alguna forma provisionalmente cada vez que alguien, como ahora nosotros, se pone a hablar de él, denominándolo, como hacemos aquí, el partido inexistente o, mejor aún, sacando la negación para que actúe claramente desde fuera del término, el partido que no existe. El hecho de hablar de él es su acto fundacional constituyente.  

Borregos, Paul Kuczynski (2013)

     Este partido se caracteriza porque no existe, como queda dicho, es decir, no está inscrito en el Registro de Partidos Políticos. No tiene nombre propio ni siglas ni logotipo ni ideología ni simbolismo. No hay ningún acta notarial que refleje su constitución donde figuren los promotores y consten sus datos personales su nombre propio y apellidos, número de documento nacional de identidad, domicilio, estado civil, profesión... y demás requisitos legales e imposiciones individuales.
 
    Tampoco tiene un domicilio social ni unos estatutos por los que regirse como los partidos ordinarios existentes, todos ellos de estructura jerárquica piramidal, pero este partido que no existe, como se ha dicho al principio, aunque no exista, lo hay,  está presente aquí y ahora, cada vez que alguien se pone a hablar de él y a darle voz. Se trata de un partido que cuenta, aunque no en el sentido del cómputo numérico, con una poderosa fuerza simpatizante que no delega su poder en ningún mandatario a través del sufragio universal: nosotros mismos, por ejemplo.
 
 
     A diferencia de los partidos políticos existentes, que son los partidos del derechas constituidos como tales (metemos en el mismo saco a los partidos tanto de izquierdas como de derechas, incluidas sus extremidades o las modalidades extremas de ambas, y a los que aspiran a ocupar el centro de ese falso espectro político), el partido que no existe es un partido del revés, contrapuesto a todos los existentes, que no se caracteriza por ninguna nota positiva, sino al contrario por las siguientes notas negativas: 
 
a) No presenta, ante la convocatoria de comicios electorales, ninguna lista cerrada de candidatos (pero tampoco se le ocurre caer en el error de proponer listas abiertas) ni para la cámara baja del Congreso ni para la alta del Senado, ni para elecciones autonómicas, municipales o europeas ni de ningún tipo posible, como los partidos ordinarios que aspiran a representación parlamentaria y que, según la vigente ley electoral, deben tener una composición equilibrada de mujeres y hombres, “de forma que en el conjunto de la lista los candidatos de cada uno de los sexos supongan como mínimo el cuarenta por ciento”, lo que por cierto contraviene la indeterminación sexual de aquellas personas que no quieran definirse como binarias.
 
b) No participa en ninguna campaña electoral, por lo que no pide el voto para ningún partido político o coalición, ni, por supuesto, para sí mismo. Tampoco pregona el voto en blanco ni el voto nulo,  ya que quien convoca unas elecciones somete al pueblo a la condición de electorado, y cuando los electores eligen entre los términos de la alternativa que se les oferta están sometiéndose a quien ha diseñado la alternativa. 
 
    Ante una convocatoria electoral el partido que no existe no da ninguna consigna a sus simpatizantes, simplemente, no se da por enterado. Los que mandan, que son en última instancia los más mandados, pueden preguntar lo que quieran a los que se dejan mandar cuando cumplen con el deber que se les ha inculcado por el bien común de responder a lo que les preguntan. En una sociedad democrática como la nuestra las alternativas que se ofrecen son indiferentes, y generalmente se reducen a dos opciones indistinguibles -al estilo norteamericano-, de ahí que el bipartidismo sea la perfección más cabal de la democracia: la derecha y la izquierda son las dos manos que utiliza, ambidiestro que es, indistintamente el Poder. 
 
 
c) El partido que no existe no cuenta con afiliados ni militantes entre sus bases, por lo que tampoco hay cuotas ni aportaciones económicas privadas reflejadas en una cuenta financiera abierta exclusivamente para dicho fin, como hacen los partidos del derechas. No se admiten tampoco donaciones de ningún tipo, por lo que no presenta cuentas que no tiene al Tribunal de Cuentas. El partido que no existe a diferencia de los partidos del derechas, no cuenta con recursos económicos procedentes de la financiación pública ni autonómica ni central, ni ordinarios ni extraordinarios, ni tampoco de la financiación privada, por lo que no recibe ni admite subvenciones ni del Estado ni del capital. 
 
d) El partido que no existe no cuenta con cargos directivos tales como presidente, tesorero, secretario general ni representante legal alguno, dado que sin ser un partido ilegal o contrario a la ley, es un partido alegal, ya que no está regulado ni prohibido por el ordenamiento de las leyes vigentes. El partido que no existe, como queda dicho, rehúye cualquier forma de organización jerárquica o vertical, como la que tienen los partidos ordinarios existentes.

sábado, 3 de junio de 2023

¿Futuro? ¡No, gracias! (y II)

    El poeta hispanorromano Marco Valerio Marcial ha tratado en otro de sus epigramas el viejo tópico horaciano del "carpe diem": en el número 15 del libro primero,  dedicado a su viejo y entrañable amigo Julio,   que está a punto de cumplir los sesenta años y que, a pesar de su avanzada edad, no ha vivido la vida,  porque siempre ha pospuesto los gozos -gaudia non remanent sed fugitiua uolant-, unos gozos que no permanecen, sino que vuelan huidizos en aras de un porvenir que nunca llega. Podría titularse "Esperando el porvenir", como aquella copla que popularizó Carmen Martín Gaite en el título de uno de sus ensayos: "Sentaíto en la escalera, / sentaíto en la escalera, / esperando el porvenir / y el porvenir que no llega."


 Julio, el mejor de mis muchos amigos y más entrañable,
si algo la lealtad     vale de vieja amistad,
ya casi sexagenario, pues poco te falta, y no obstante
cuenta tu larga edad     vida poquísima aún.
No pospongas a bien lo que veas que pueden negarte.
Sólo por tuyo ten     lo que pusiste en tu haber.
Cuitas te aguardan y larga cadena de pena acuciante.
No permanece ningún     gozo, volando se van.
Julio, atrápalos pues con tus manos y dales alcance,
que huyen con todo así     de íntimo abrazo también.
Créeme, no es decir "Viviré" propio de alguien que sabe.
Vida que está por vivir     llega muy tarde. Vive hoy. 



O mihi post nullos, Iuli, memorande sodales,
si quid longa fides canaque iura ualent,
bis iam paene tibi consul tricensimus instat,
et numerat paucos vix tua vita dies.
Non bene distuleris uideas quae posse negari,
et solum hoc ducas, quod fuit, esse tuum.
Expectant curaeque catenatique labores,
gaudia non remanent, sed fugitiua uolant.
Haec utraque manu conplexuque adsere toto:
saepe fluunt imo sic quoque lapsa sinu.
Non est, crede mihi, sapientis dicere 'Viuam':
Sera nimis uita est crastina: uiue hodie
.

viernes, 2 de junio de 2023

Palabrería

    Hay un adagio latino muy célebre que ha sido proclamado por muchas personalidades que dice: RES, NON VERBA. (Cosas, no palabras). El dicho contrapone, por un lado, las cosas, es decir, las realidades, con las palabras, y, por el otro lado, se exige que haya cosas y no palabras, como si los hechos y los dichos fueran cosas -digo bien 'cosas'- diametralmente distintas. Tanto las palabras como las cosas son cosas, y tanto las unas como las otras son palabras.

    Cuando alguien, por lo tanto, dice algo como: Déjate de palabras, y vamos a los hechos, por ejemplo, establece una división entre la teoría y la práctica que no se sostiene, porque la teoría también es una forma de práctica, y esta última admite también la teoría. 

     Pero puede tener algo de reclamación popular cuando se les exige a los políticos que cumplan sus promesas electorales, que se dejen de palabrería con la que nos envuelven, seducen y engañan, y que hagan el cambio que han prometido y que no pueden hacer porque ellos no son la solución del problema, sino parte importante de él, y solo pueden hacer lo que ya está hecho.

    En este sentido resultaba sarcástica aquella pintada creo que era argentina que decía: Basta de realidades, queremos promesas, que vendría a ser lo contrario del adagio latino que citábamos al principio: VERBA, NON RES. El pueblo ya no quiere realidades, quiere palabras, porque la palabra, como dijo el sofista Gorgias en su Encomio de Hélena, es un poderoso soberano (λόγος δυνάστης μέγας ἐστίν), que puede llevar a cabo acciones divinas, como hacer, por ejemplo, que cese el terror, matar las penas, infundirnos alegría, y acrecentar la compasión, pero también puede hacer todo lo contrario, porque es una poderosa droga que puede curarnos o envenenarnos. No en vano se decía en la antigüedad que los sofistas podían hacer ver lo blanco negro y lo negro blanco.

    Se desprecia a veces el valor de la palabra política, contraponiéndola a los hechos, pero la palabra política es el fundamento de la acción política misma, es el hecho que fundamenta todo el sistema. La palabra, o el discurso, o el relato, o la narrativa, no es un sustituto de la acción, es acción ella misma. Decir, lo saben bien los políticos profesionales, es sinónimo de hacer. Gobernar, lo saben bien todos los gobiernos, es mentir, y para mentir hay que hablar, y, si es posible, mucho y haciendo uso de una jerga incomprensible para el pueblo. Vana palabrería. Lo de menos es lo que se diga. 

 

    Hay un chiste clásico de Gila, que apareció en Hermano Lobo, aquel semanario de humor “dentro de lo que cabía”, que no era mucho, en el año 1974, en la que un político está hablando -abriendo la boca y gesticulando- desde una tribuna, y un paisano le pregunta a su vecino: “-¿Qué dice?” El otro le responde: “-No sé, es un discurso.” Y el primero, que ha entendido la respuesta, exclama: “¡Ah!” Con muy pocas palabras está dicho todo. El político no está diciendo nada sustancial, nada relevante, nada importante, pero está hablando, está haciendo uso de la palabra -y por lo tanto, quitándosela a los demás- pronunciando un discurso que no se entiende, por eso el paisano reconoce que no sabe qué está diciendo, porque los discursos son palabrería.

    Pero no debemos despreciar esa palabrería, porque es la que sostiene al sistema: el discurso político sostiene a la polis, es decir, al Estado. En la era del espectáculo, los gobiernos hacen permanentes comparecencias a través de los medios de (in)formación de masas a su servicio porque son conscientes de que la política es básica- y exclusivamente apariencia y palabrería.

    En sus discursos hacen uso de la palabra, una palabra que actúa como un placebo, porque saben que el sistema se sostiene con ella. Es un hablar afirmativo que trata de fomentar la fe en el propio sistema.

 

    Basándonos en la premisa de que la palabra es acción, cabe suponer que se pueda hacer un uso de ella para hacer algo como desmentir al que nos engaña, desestabilizando así el sistema todo que sostiene su discurso y el discurso que sostiene el sistema. Si el sistema se sostiene gracias a la palabra, también gracias a ella puede quizás -¿quien sabe? Pero ahí radica nuestra desesperada esperanza- tal vez tambalearse. Nada nos lo asegura, por supuesto, pero tampoco hay certeza de lo contrario.

jueves, 1 de junio de 2023

Pareceres (XXI)

101.- Dicen que su mujer, experta en marketing y merchandising -obsérvese el discreto encanto de estos términos anglosajones-, convirtió su matrimonio en la nueva pareja "real", en la doble acepción del término de 'ideal' y de 'regia', de Inglaterra, desarrollando el lado fashion y cool de su apuesto marido, al que transformó en un ídolo cuyo atuendo y aliño indumentario, sorprendentes cambios de look motivados por sus trenzas y cortes de pelo, aretes de diamantes, tatuajes y otras excentricidades o intentos de salirse del meollo, cogollo o centro mismo de la normalidad y vulgaridad que nos constituye se convertirían enseguida en puntos inevitables de referencia para millones de jóvenes del entero mundo, ávidos de disidencia y de proyectar rabiosamente una imagen rebelde de sí mismos, pasando de ser sólo un buen jugador de balompié, a ser una especie de rey Midas que, vendiendo a firmas comerciales importantísimas  de calzoncillos los derechos de su imagen iconoclasta -obsérvese la contradicción en los términos de vender una imagen rompedora y contraria a todas las imágenes habidas y por haber, que es lo que quiere decir 'iconoclasta'-, logró una cuantiosa fortuna personal cifrada en varios millones de euros, libras, dólares, yuanes o lo que sea: el dinero no tiene fronteras. 

 

102.- La profecía de un suceso conlleva a menudo el suceso de la profecía. La simple convicción o sospecha a veces de que las cosas pueden evolucionar en un sentido determinado desencadena el hecho de que se desarrollen en esa dirección.

103.- Al que se le mete una idea en la cabeza se vuelve loco”, escribió José Bergamín, ese gran poeta, y añadió: “Las ideas no deben meterse en la cabeza, sino salir de ella”. Y es que el orate no recupera la cordura hasta que no se libra, si llega a liberarse, de la idea fija y obsesiva que lo obsesiona. Hay algo comparable al gozo del orgasmo masculino -del femenino, más misterioso, mejor no hablar-, en la excreción de todas y cada una de las ideas que se apoderan de nosotros, que nos constituyen, y que lo único que hacen es entorpecer el pensamiento o razonamiento en marcha de nuestra mente como si fueran rémoras, esos peces con aletas en forma de hoja de acanto y bordes cartilaginosos sobre la cabeza, que se pegaban a los cascos de las naves y que podían, según los antiguos, llegar a detener las embarcaciones. Vemos en la eyaculación una metáfora de la liberación gozosa y sumamente placentera y gratificante de todas las ideas inculcadas que se nos han metido -porque nos las han o nos las hemos incrustado- en la cabeza. El escritor francés Guy de Maupassant escribió: Las ideas fijas tienen la tenacidad roedora de las enfermedades incurables. Una vez que penetran en un alma, la devoran, no le dejan la libertad de pensar en nada, de interesarse por nada, de tomarle gusto a ninguna cosa

 104.- ¿Es libertad el hecho de poder elegir, como parece a simple vista, entre dos o más opciones que se nos brindan? ¿Somos libres porque podemos optar, o, precisamente el hecho de poder decantarnos por una u otra opción nos priva de libertad? Esa es la cuestión. ¿No es cierto que la elección es indiferente en el fondo, mera cuestión formal de gustos y estilos personales? ¿No resulta a fin de cuentas trivial cualquier elección que hagamos de uno u otro candidato político, de esta o aquella emisora de televisión, de tal o cual confesión religiosa, de una u otra marca que comparemos y compremos en el mercado –comprar procede etimológicamente de “comparar”, a sabiendas de que todas las comparaciones son odiosas?

105.- Pensar, esa debilidad del cerebro, no es trabajo fácil, sino una tarea para la que tenemos toda una vida por delante, una vida breve, como suele decirse, para una tarea interminable de demolición derribo: ars longa, uita breuis: lo que hay que hacer es mucho y la vida es breve. Pensar es decir que no.


miércoles, 31 de mayo de 2023

¿Futuro? No, gracias. (I)

    El poeta bilbilitano Marcial  plantea en este epigrama (el núm. 58 del quinto libro de sus Epigrammata) una variación sobre el tópico del "carpe diem". Está dedicado a un tal Póstumo, que aunque puede valer como nombre propio de una persona, no deja de ser también un nombre común significativo, en concreto un adjetivo que quiere decir último, postrero, superlativo como es de post 'después', y que puede servir para designar a cualquiera que posterga o pospone su vida a título póstumo para el incierto día de mañana:


Dices que vas a vivir mañana, Póstumo, siempre.
Ese mañana, di,     Póstumo ¿cuándo vendrá?
¿Cuán lejos, dónde está ese mañana? Y ¿en dónde se logra?
¿Se halla en Persia tal vez      o en los armenios quizá?
Tiene ya ese mañana los años de Príamo o Néstor.
Ese mañana, di,     ¿cuánto te puede costar?
¿Vas a vivir? Para eso ya es tarde, Póstumo, ahora:
Sabio es aquél que vivió,     Póstumo, el día de ayer.


 Cras te uicturum, cras dicis, Postume, semper.
Dic mihi, cras istud, Postume, quando uenit?
Quam longe cras istud, ubi est? aut unde petendum?
Numquid apud Parthos Armeniosque latet?
Iam cras istud habet Priami uel Nestoris annos.
Cras istud quanti, dic mihi, possit emi?
Cras uiues? hodie iam uiuere, Postume, serum est:
Ille sapit, quisquis, Postume, uixit heri.

(Marcial, libro V, 58)

    Nótense las veces que se repite "cras" (mañana) en el poema original: nada más y nada menos que siete veces (cinco en mi traducción). Es un adverbio que significa "mañana" en latín. En inglés se conserva esa palabra fosilizada en "procrastination", que es la acción de dejar las cosas para mañana. Veo que la Real Academia Española ha adoptado el verbo "procrastinar" con el significado de diferir y aplazar, supongo que como anglicismo; un anglicismo en todo caso de origen latino.


    Lo que nos aconseja la tarjeta stop procrastinating and start working en la lengua del Imperio es que dejemos de aplazar las cosas para mañana -"no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" dice nuestro refranero- y que comencemos a trabajar; lo que nos dice Marcial, mucho más bonito que eso que circula por la Red, es que dejemos de aplazar la vida para el incierto día de mañana y que comencemos a vivir -no a trabajar- ahora. 

    Lope de Vega tal vez se inspiró en el epigrama de Marcial que comentamos cuando compuso aquel célebre verso "siempre mañana y nunca mañanamos" del soneto amoroso en que se quejaba de la dilación de su esperanza y que comenzaba: "Tanto mañana y nunca ser mañana". 

 

     No digamos nunca “Seré...”. No existe eso de haber de ser, de ir a ser, de tener que ser: o eres o no  eres. Ser o no ser, esa es la cuestión. No dejemos que intervenga el tiempo, que éntre el futuro en nuestras habitaciones mientras la casa, que está toda ella en llamas, se quema irremediablemente. Salgamos ahora mismo.   

    No digamos nunca, aconseja Marcial, “Mañana seré feliz, mañana tendré éxito, mañana se producirá la revolución y el mundo será un lugar más hermoso”. Mañana es nunca porque mañana, igual que ayer, es una palabra que sólo significa una cosa: ahora no.

    Así que no tenemos futuro, porque el futuro es la muerte y a nosotros nos queda todavía mucha cuerda, ahora mismo, para seguir dando guerra por delante.
  

martes, 30 de mayo de 2023

¿Incitación al odio?

    El roquero Roger Waters, uno de los fundadores de Pink Floyd, apareció en escena a sus setenta y nueve años el 17 de mayo en Berlín dentro de su gira 'This Is Not a Drill' -Esto no es un simulacro- con un abrigo largo negro, brazalete rojo, guantes negros y gafas negras. Hizo cabriolas en el escenario vestido con lo que parecía ser un uniforme de las SS. Sobre él colgaban estandartes rojos estilo Tercer Reich, con insignias de martillos cruzados que recordaban vagamente a la esvástica de Hitler. Con un cañón falso disparó contra la multitud, flanqueado por hombres vestidos con uniformes militares. Evocaba así la ficticia organización neonazi que aparece en la película de 1982 "Pink Floyd: The Wall".

    Un portavoz de la policía berlinesa a raíz de dicho espectáculo ha dicho: "Estamos investigando (a Waters) por sospecha de incitación pública al odio, porque la ropa usada en el escenario podría usarse para glorificar o justificar el gobierno nazi, perturbando así la paz pública". Pero el hecho de que recuerde a un oficial nazi de las SS no significa que esté glorificando el nazismo, porque podría tratarse de todo lo contrario. Sería como decir que Charles Chaplin glorifica a Hitler en el Gran Dictador, cuando se trata de una sátira paródica. 

     Más sibilina es la acusación que se le ha hecho de antisemitismo, que como se sabe es el odio contra las personas que practican la religión judía. Roger Waters se ha defendido diciendo que él no tiene nada contra los judíos, pero sí mucho contra el Estado de Israel, por lo que podría acusársele de antisionismo, pero no es lo mismo. El antisemitismo es el odio contra un pueblo, mientras que el antisionismo es el odio contra un Estado que, como todo Estado, es el enemigo público número uno de su pueblo.

 

    Por eso en la puesta en escena del espectáculo berlinés incluyó una foto de Ana Frank, la joven judía que, con su familia, se escondió de los nazis en Ámsterdam, durante la Segunda Guerra Mundial, fue descubierta y llevada a un campo de exterminio, donde murió de tifus, y otra de la periodista palestino-norteamericana Abu Akleh, que recibió un disparo mortal el año pasado mientras cubría una redada de las Fuerzas de Defensa de Israel en un campo de refugiados palestinos. Ambas habían sido víctimas de la violencia de un Estado totalitario. Por eso el cantante ha sido acusado de antisemita por el Estado de Israel, que se identifica así con el pueblo judío, y que no tolera ninguna crítica por bien fundada que sea de su política internacional.

    Y claro está, Waters ha comparado -infamously, infamemente, según el New York Post- al Estado de Israel por su trato a los palestinos con el régimen nazi y su trato hacia los judíos. Se acusa a Roger Waters de antisemitismo y de incitación al odio, por lo que habría incurrido en un delito criminal. 

 


    Cierto que Waters cantó “Lay Down Jerusalem (If I Had Been God)” mientras mostraba la frase “Fuck the Occupation”, refiriéndose a la ocupación israelí de Palestina. Pero el Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel se enfureció con el artista al que acusó de “profanar la memoria de Ana Frank y los 6 millones de judíos asesinados en el Holocausto”, convirtiendo así a Ana Frank en una especie de santísima virgen y mártir del sionismo.

    Sólo le faltaba a Waters ya que a lo de antisemita se uniera la acusación de “apologista de Putin” y rusófilo, que también se le ha hecho, como era de esperar. Ya hablamos aquí mismo de su carta abierta a la primera dama ucraniana, la esposa del señor Zelenski, instándola a que animara a su marido a hacer las paces con Putin. 


    En febrero, en una entrevista al periódico Berliner Zeitung  Waters comparó al Estado de Israel con el Tercer Reich, y también defendió al presidente ruso Vladimir Putin por su decisión de invadir Ucrania.

    Sin embargo, el músico ha defendido su espectáculo diciendo que era una declaración clara "contra el fascismo, la injusticia, la intolerancia en todas sus formas".  El cantante negó las acusaciones y afirmó que estaba usando su plataforma para oponerse al "autoritarismo y la opresión". "Mi reciente aparición en Berlín ha provocado ataques maliciosos de aquellos que quieren calumniarme y silenciarme porque no están de acuerdo con mis puntos de vista políticos y principios morales", dijo Waters en un comunicado. "El retrato de un fascista demagogo desquiciado ha estado presente en mis shows desde Pink Floyd The Wall, en 1980."

   

lunes, 29 de mayo de 2023

Algunas sentiencias y sintiencias (y II)

 oOo

La limosna es una subvención a la pobreza

para que el pobre siga siendo siempre pobre.

oOo

¿Error del sistema? No, el sistema, todo él,

es el error más grave que hay sin duda alguna.

oOo

Insurrección contra el futuro: Ahora o nunca.

Ahora mismo es el momento: otro no hay. 

 

Realidad virtual, Laurie Lipton (2015)
 

oOo

Es más gozoso que concebir alguna idea,

el abortarla y desembarazarse de ella.

oOo

¿La causa principal del divorcio? Elemental,

querido Watson, es el propio matrimonio.

oOo

Las opiniones personales entorpecen

el entendimiento que tenemos de las cosas.

 


Selfie, Laurie Lipton (2015)

 oOo

¿Hay crímenes de guerra? No, la guerra misma,

flagrante crimen es de lesa humanidad.

oOo

Si no hay razón para la esperanza, no la hay

tampoco para desesperarse sin razón.

oOo

¡No a la mejora de la calidad de vida

de los esclavos! ¡Abolición de la esclavitud! 

La Nueva Normalidad, Laurie Lipton (2021)

oOo
Gane quien gane las elecciones, siempre gana
el Poder, y siempre pierde el mismo, que es el pueblo.

domingo, 28 de mayo de 2023

Tontos de los cojones (sic)

    Un alcalde de la España profunda y carpetovetónica afiliado a un partido sedicente izquierdista, el P¿S?¿O?E,  Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español, dijo que no sabía cómo había tanto "tonto de los cojones"  (sic, literalmente) que votaba a la derecha. Y fueron los de la oposición  y se rasgaron las vestiduras dándose por aludidos, pues, según ellos mismos, ellos, exclusivamente, el P¿P?, el Partido ¿Popular? -el pueblo, que es lo que significa populus en latín, y de ahí viene lo de 'popular', no puede ser 'partido'- tenían la denominación de origen patentada de "la derecha", y pidieron por lo tanto la dimisión del bocazas.

    En realidad el alcalde susodicho se equivocaba sólo en parte, o, dicho de otro modo, tenía su parte de razón, porque, sin querer, algo había dicho de verdad, porque a él también le había votado la derecha aunque no lo crea. Él, por muy izquierdista que se considere, también es de derechas,  y por eso ocupaba la alcaldía que presidía. Ignoro si la sigue presidiendo, pero en todo caso da igual para el caso que nos trae.

   Votar es un acto  intrínsecamente pro-sistema, conformista, y, digámoslo así, de derechas, independientemente de a quién se vote, porque da igual republicanos que demócratas, son lo mismo laboristas que tories, igual da  progresistas que conservadores,  da lo mismo "izquierdas" que "derechas", cara y cruz de la misma moneda que es el establishment.  Como decía el jaicú aquel que sacamos el otro día: Ambidiestro que es, / no se queda manco, no, / jamás el Poder.
 
   Y como sentenció de una vez para todas Isabel Escudero (1944-2017): "Ni derecha ni izquierda; / entre arriba y abajo / está la pelea". Daba a entender así la coplilla que la izquierda y la derecha eran las dos manos imprescindibles y complementarias del Poder, que no se queda nunca manco.
 
 
    Dejemos, por lo tanto, la cosa, simplemente,  en que hay mucho tonto que vota, en el sentido de que cree saber lo que quiere, y no quiere aceptar lo fundamental, que es que no sabe lo que le conviene. Sin más. En esa primera parte de su aserto sí que tenía razón el bocazas del alcalde. Sin querer, pues él sólo pretendía atacar a sus rivales de la oposición, había dicho algo de verdad.     



sábado, 27 de mayo de 2023

Algunas sentiencias y sintiencias (I)

Ya llega el finde,  rutinario como siempre, pero nunca 

llega el definitivo y anhelado fin de la semana.

Predica el sistema la libertad dentro del orden del sistema.

Los juicios de valor no valen mucho, valen poca cosa,

poquita cosa, tan poca cosa que en verdad no valen nada.

¿Será el trabajo asalariado la moderna esclavitud?

Maleducados por obra y gracia del sistema educativo. 

Confinados, Laurie Lipton (2021)
 

oOo

¿Echar raíces? Sólo los árboles y plantas.

¿Quién gobierna en las Españas? ¿El pueblo? No: el reloj

ordena y manda, y el calendario laboral.

El que vende más es el que más también se vende.

Tu propio punto de vista limita tu visión.

Las ideas anestesian nuestras sensaciones.

En aras del futuro hipotecados todos.

Selfie, Laurie Lipton (2020)