Un alcalde de la España profunda y carpetovetónica afiliado a un partido sedicente izquierdista, el P¿S?¿O?E, Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español, dijo que no sabía cómo había tanto "tonto de los cojones" (sic, literalmente) que votaba a la derecha. Y fueron los de la oposición y se rasgaron las vestiduras dándose por aludidos, pues, según ellos mismos, ellos, exclusivamente, el P¿P?, el Partido ¿Popular? -el pueblo, que es lo que significa populus en latín, y de ahí viene lo de 'popular', no puede ser 'partido'- tenían la denominación de origen patentada de "la derecha", y pidieron por lo tanto la dimisión del bocazas.
En realidad el alcalde susodicho se
equivocaba sólo en parte, o, dicho de otro modo, tenía su parte de razón, porque, sin querer, algo había dicho de
verdad, porque a él también le había votado la derecha aunque no lo crea. Él, por muy izquierdista que se considere, también es de derechas, y por eso ocupaba la alcaldía que presidía. Ignoro si la sigue presidiendo, pero en todo caso da igual para el
caso que nos trae.
Votar es un acto intrínsecamente pro-sistema, conformista, y, digámoslo así, de derechas, independientemente de a quién se vote, porque da igual republicanos
que demócratas, son lo
mismo laboristas que tories, igual da progresistas que conservadores,
da lo mismo "izquierdas" que "derechas", cara y cruz de la misma moneda que
es el establishment. Como decía el jaicú aquel que sacamos el otro día: Ambidiestro que es, / no se queda manco, no, / jamás el Poder.
Y como sentenció de una vez para todas Isabel Escudero (1944-2017): "Ni derecha ni izquierda; / entre arriba y abajo / está la pelea". Daba a entender así la coplilla que la izquierda y la derecha eran las dos manos imprescindibles y complementarias del Poder, que no
se queda nunca manco.
Dejemos,
por lo tanto, la cosa, simplemente, en que hay mucho tonto que vota, en el sentido de que cree saber lo que quiere, y no quiere aceptar lo fundamental, que es que no sabe lo que le conviene. Sin más. En esa
primera parte de su aserto sí que tenía razón el bocazas del alcalde. Sin querer, pues él sólo pretendía atacar a sus
rivales de la oposición, había dicho algo de verdad.
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