Animan
desde la página “notourfuture.org” a elegir y denunciar un aspecto malo del
futuro que nos preparan y comentar por qué lo criticamos, y finalmente dejar alguna constancia de que “Ese no es nuestro futuro”.
Sugieren que hagamos un vídeo explicándolo y lo compartamos a lo largo y ancho de nuestras redes
sociales. Aunque no están mal iniciativas como esta de denuncias del cambiazo que quieren darnos a cuenta del futuro, a mí me gustaría resaltar que no hay que elegir
ningún aspecto malo del futuro que se nos vende para criticarlo,
sino que es el futuro que se nos vende todo él malo de por sí y por esencia, porque no hay ningún futuro bueno,
porque el futuro no es otra cosa más que la muerte del presente, el
futuro es lo que nos mata aquí y ahora mismo, por eso cualquier futuro es malo,
cualquier futuro por muy halagüeño y del color de rosa que nos lo pinten es un dios siniestro que exige el sacrificio sangriento de nuestra vida en sus altares.
En ese sentido me uno yo a esa iniciativa y grito efectivamente: Ese no es nuestro
futuro. No queremos ningún futuro. No nos hace ninguna falta, sino todo lo contrario: nos sobra.
Bob
Moran, cuyas ilustraciones hemos metido a veces en este arcón, nos regala esta
imagen, donde un hombre, una mujer y un niño huyen del futuro que se les prepara, un futuro que no está por venir, sino que ya está aquí:
No
tenemos por qué aceptar ningún futuro: no, ni ese ni ningún otro, es nuestro futuro. Ya lo dijo Horacio, el más clásico de los líricos latinos: quid sit futurum cras fuge quaerere:Lo que ha de ser mañana no indagues tú.
Los estudios que indican que las mascarillas son efectivas en la prevención de la enfermedad del virus coronado y entronado, en los que se basa la obligatoriedad de dicha prenda en ciertos ámbitos, sólo evalúan sus efectos puntuales ante un foco de contagio concreto, no los de su uso prolongado e innecesario, que podría ser contraproducente y provocar infecciones respiratorias como las que pretendía evitar. Dichos estudios destacan que su efectividad está ligada a otros factores, como la distancia de alejamiento del foco. Es decir que el uso de mascarillas por sí solo no es significativo a la hora de frenar la propagación de la enfermedad. Las mascarillas se han utilizado habitualmente en el ámbito médico cuando había que tratar a un enfermo sintomático, a un tuberculoso, por ejemplo. Tanto este como su cuidador las utilizaban cuando no podían guardar la distancia necesaria.
Lo que nunca se había visto hasta ahora es que personas sanas tuvieran que usarlas obligatoriamente en la falsa creencia de que así no serían contagiadas. Si a esto se suman los estudios que muestran que más del 80% de los infectados con SARS-CoV-2 usaban mascarilla siempre o casi siempre, se tiene una flagrante contradicción entre la obligatoriedad y las recomendaciones de uso de parte de la autoridad y lo que puede leerse en la literatura científica menos vendida.
Se han reportado, además del alto coste psicológico, daños fisiológicos cuando se utilizan durante el ejercicio físico, así como diferentes tipos de afecciones en la piel, lo que no ha impedido que en muchos colegios e institutos se haya exigido a niños y adolescentes el uso de la mascarilla durante la actividad física de la práctica gimnástica.
Ocho mil millones de máscaras, Gabriel Pérez-Juana (2022)
La adhesión, por parte de la población general, a las mascarillas se ha debido a la presión social de los líderes políticos, los científicos y las fuentes de información, y relacionada con la propaganda positiva a la que han contribuido las redes sociales. También ha sido reforzada por el miedo a la enfermedad y la falsa percepción de su gravedad sobremanera.
Las mediciones de aire en el interior de la mascarilla han mostrado niveles elevados de dióxido de carbono y otros contaminantes, y se han visto partículas sueltas del material de fabricación, dióxido de titanio y ftalatos. Las mascarillas de fabricación china son las más contaminadas y las que muestran un mayor riesgo carcinogénico para el ser humano.
No hay evidencia científica que sustente de forma significativa que el uso de mascarillas en la población general detenga la transmisión de la infección, por lo que las autoridades sanitarias no deberían recomendarlo ni exigirlo, y la decisión debería ser en cualquier caso personal. Quien diga, por lo tanto, que hay razones sanitarias que avalan su uso obligatorio, miente descaradamente. Ya puede decirlo el inexistente comité de expertos anónimos en el que se basa el gobierno de las Españas. No tienen razón sanitaria de ser ni en transportes públicos, ni en farmacias ni tampoco en hospitales, fuera del quirófano. Hay otras razones, sin duda, de control social y de imposición política de normas contra natura, como la de no dejarnos respirar.
Me
he entretenido leyendo el breve y bellísimo
fagmento de la media noche de un poema perdido de la poetisa Safó de Lesbo, la décima musa según Platón, que dice así en versión original: δέδυκε
μὲν ἀ σελάννα / καὶ Πληΐαδες· μέσαι δὲ
/ νύκτες, παρὰ δ' ἔρχετ' ὤρα, / ἔγω δὲ
μόνα κατεύδω. Está compueso por cuatro hagesicoreos, que son
versos octosílabos con el siguiente esquema rítmico, donde el signo
“+” representa la sílaba marcada con el ritmo y el signo “-”
la no marcada: - + - - + - + -.
En
traducción de Aurora Luque: Se han ocultado ya / las Pléyades,
la luna: mediada está la noche, / la hora propicia escapa, / yo
duermo sola.
En
versión rítmica de Agustín García Calvo, que traduce
acertadamente Πληΐαδες como Cabrillas, porque a las Pléyades
también se las conoce popularmente como las
Siete Cabrillas o las Siete Hermanas, que serían, según la leyenda
mitológica, las
siete hijas de Atlas y Pléyone, convertidas por Zeus en palomas y
luego en estrellas para escapar del constante acoso de Orión: Hundídose ha la luna; / también las Cabrillas;
media / la noche, y la hora pasa; / y yo
a dormir me voy sola.
Y
traducido por José Emilio Pacheco: Se fue la Luna. / Se pusieron
las Pléyades. / Es medianoche. / Pasa el tiempo. / Estoy sola.
Carlos
Montemayor, que traduce el δέ
final, que significa “y” y también “pero” por “pero”:Se han puesto la luna y las Pléyades; ya es media / noche; las
horas avanzan, pero yo duermo sola.
Francisco
Rodríguez Adrados: Se ha puesto la luna y las Pléyades: es la
media noche; pasa el momento, y yo duermo sola. Comenta
Adrados en nota a pie de página a la palabra momento (que traduce el
ὤρα
de Safó): interpretación controvertida:
¿momento del relevo de la guardia? ¿hora? ¿juventud? Parece que es
el “momento adecuado”, “oportuno”.
La Luna de abril y las Pléyades.
Y en
versión de Gabriel Zaid, que utiliza Pleias en vez de Pléyades: La
luna apagó la luz, / con las Pleias se acostó; / y, a oscuras,
pasan de largo / las horas, la noche y yo.
En
medio de esa noche, cuando la Luna y las Pléyades ya se habían
puesto, pasa el tiempo y la poetisa duerme sola. Sin ningún género
de duda, la palabra más importante del poema es ὤρα (hora, en latín),
tiempo, que combina varios significados: la época del año, la
primavera -el nuevo comienzo del año después del invierno, la
estación del amor-, mientras que Safó también va pasando la
juventud, que se gasta en vano, ya que no hay nadie en su cama. Las
distintas traducciones que se han dado a esta palabra en nuestra
lengua son: hora
propicia
(Aurora Luque), hora
(García Calvo), tiempo
(Pacheco), horas
(Montemayor, Zaid) momento
(Adrados). Esta palabra en griego antiguo también significa
estación, ya en Homero, y también significa el tiempo en el
sentido general, no el tiempo de los relojes, sino el tiempo como una
subdivisión de la duración del día, y la ocasión o momento oportuno.
Safó, Ary Renan (1893)
Poco
importa para el disfrute y comprensión de este poema de Safó que haya
despertado el interés de un grupo de astrónomos de la Universidad
de Texas en Arlington, quienes utilizando dos programas informáticos han
encontrado la fecha en que la constelación de las Pléyades se
ocultó antes de la media noche, que podría haber sido la del 25 de
enero o la del 31 de marzo del año 570 antes de nuestra era, siendo
esta última fecha la de la primera luna nueva de la primavera. Si Safó nació como algunos creen en el 650 antes de nuestra era, la poetisa contaría, ya anciana, 80 años; si lo hizo, como creen otros, en el 610, tendría 40 años
cuando escribió el poema. En esa franja de edad, correspondiente a
su madurez o vejez, escribe este poema en que la mujer lamenta su
lecho vacío, transida quizá de añoranza de la persona amada o del
amor.
Si quisiéramos hacer una
paráfrasis del poema, diríamos en prosa y traduciendo la palabra de
tres formas distintas: La Luna y las Pléyades se han puesto, es
medianoche; la estación, el tiempo, la juventud pasan y yo duermo
sola. Pero como la poesía no se debe traducir en prosa si se quiere que siga siendo poesía y una palabra no debe traducirse con tres, he aquí mi versión propia en hagesicoreos Se
ha puesto en el mar la Luna / y Pléyades; ya mediada / la noche; se
pasa la hora; / yo voy a acostarme sola.
(Incluyo en mi traducción la palabra “mar” que no está explícita en el texto original de Safó pero sí sugerida implícitamente, habida cuenta de la apreciación de Cornelius Castoriadis de que en Grecia, con sus doscientas islas habitadas y sus diez mil quilómetros de costa, el sol, la luna y las estrellas no retroceden, se sumergen en el mar, se hunden, que es lo que significa el verbo δέδυκε, que utiliza la poetisa).
Podemos también convertir la copla manteniendo su ritmo original en una redondilla castellana asonantada con rima abrazada abba, y quedaría así: Se ha puesto la Luna ahora / y Pléyades; ya mediada / la noche; y el tiempo pasa; / y yo, que me acuesto sola. O también: Se ha puesto la Luna y puesto / las Pléyades; ya mediada / la noche; el momento pasa; / y sola que yo me acuesto.
Nunca se ha hablado tanto de publicaciones científicas de estudios revisados por pares como durante estos dos últimos años y medio de pandemia. Cada dos por tres nos sacaban los medios de (in)formación de masas algún estudio de tal o cual universidad que había descubierto tal o cual cosa.
Es verdad que John P. A. Ioannidis nos había advertido ya desde 2005 en su artículoWhy Most Published Research Findings Are False que la mayoría de los hallazgos de investigación eran falsos debidos a muchos factores que analizaba, afirmando, por ejemplo que cuanto mayores eran los intereses y prejuicios financieros y de otro tipo en un campo científico, era más probable que los hallazgos de la investigación fueran falsos (él lo decía al revés, que era menos probable que los hallazgos de la investigación fueran ciertos). Y comentaba algo que no es ningún secreto y que se ha visto confirmado en la actualidad: que los conflictos de intereses eran bastante comunes en la investigación biomédica.
Hay que celebrar entre tanta avalancha de estudios científicos la reciente publicación el 21 de octubre del presente año del artículo, revisado por pares, de Fabien Deruelle, investigador independiente sin conflicto de intereses, The pharmaceutical industry is dangerous to health. Further proof with COVID-19, que no tiene desperdicio y lo dice todo para que nadie se lleve a engaño ya desde su mismo título. Más claro, agua: 'La industria farmacéutica es peligrosa para la salud. Más evidencia con COVID-19', donde todas las tesis que fueron tachadas de negacionistas adquieren su estatuto de científicas, y todas las afirmaciones sostenidas por los gobiernos y los medios de (in)formación de masas relativas a confinamientos, mascarillas, tests de contagios, distancia social y vacunación se ven refutadas. Algo de lo que no nos han advertido las autoridades sanitarias, y deberían haberlo hecho:
Especialmente interesante es el diagrama que resume en líneas generales el estudio de Deruelle, donde llaman la atención dos aspectos: la relación de la Industria Farmacéutica con la Ciencia bajo su control, convertida en un artículo de fe, con la Religión -recordemos la alocución del Papa predicando que la inoculación era un acto altruista de amor, como si se tratara de un nuevo sacramento, y la obligatoriedad de dicha medida dentro del Estado Vaticano a todos sus súbditos- y la colaboración con el estamento militar a través de la agencia DARPA, un departamento responsable de la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías para uso militar. En el artículo, que se puede leer en español, se da cuenta de todos estos puntos y de muchísimos otros de interés.
El artículo de Deruelle expone que la industria de la producción de fármacos, que no es la hermanita de la caridad y el amor hermoso que algunos ingenuos podían creer, ha tomado control de la ciencia desde hace décadas, como hizo la industria tabaquera a partir de los años cincuenta para predicar las bondades del tabaco.
Según Deruelle, la industria de la gran farmacopea ha realizado prácticas -algunas criminales- que, en el caso de COVID, -sigo la síntesis que hace de su artículo Karina Acevedo- “incluyen la tergiversación de resultados experimentales, la falsificación de ensayos clínicos, el hacer inaccesibles datos, mantener escondida la evidencia de sus ensayos clínicos sobre los efectos adversos de sus productos, la falta de información sobre la composición de sus productos, métodos experimentales inadecuados; conflictos de interés con gobiernos y organizaciones internacionales; sobornos a médicos; denigración de médicos y científicos; obliteración de todos los tratamientos efectivos; censura; uso de técnicas de modificación conductual e ingeniería genética para obligar a la realización de medidas que no sirven para lo que dicen que sirven. Por eso realizó un análisis de la literatura con la que demostró que el conocimiento está siendo manipulado con fines económicos y de control sobre salud pública."
Dado que la industria de la farmacopea ha fomentado la información científica que económicamente le interesaba, ha tenido que acallar los puntos de vista alternativos y diferentes. En los medios de (in)formación de masas a su servicio se hablaba de un falso consenso de la Ciencia, un consenso que nunca ha existido. En consecuencia, las leyes y medidas implementadas, que se han originado a partir de la ciencia médica controlada por la industria farmacéutica, se han vuelto una amenaza seria para la salud y las libertades formales de la gente, que se han visto gravemente amenazadas y perjudicadas.
Ha llamado mi atención esta sudadera negra con una imagen iconoclasta de un busto encapuchado con una braga de cuello que representa, sin duda, a un antihéroe, a un héroe anónimo que no existe porque no tiene rostro.
Debajo del busto del encapuchado figura una frase en griego clásico: οὔτε γὰρ ἄρχειν οὔτε ἄρχεσθαι ἐθέλω, que significa que el busto parlante no quiere ni gobernar por activa ni ser gobernado por pasiva, que me recuerda enseguida al "De nadie soy siervo, de nadie señor" de nuestro romántico Zorrilla. El hecho de estar escrito en griego antiguo me hace pensar que se trata de alguna cita de algún autor clásico. Investigando en la Red, compruebo que es, en efecto, una frase literal que el padre de la historia, Heródoto, pone en boca de Ótanes en el libro III de sus Historias, capítulo 83, dentro del discurso de este personaje sobre quién será elegido el futuro rey de los persas, que desembocará en la coronación de Darío. El trono de Persia no podía quedar vacío. Dice así, en traducción de Carlos Schrader: “Camaradas, está bien claro que uno cualquiera de nosotros -bien sea que resulte designado por sorteo, que encomendemos su elección como tal a la totalidad de los persas, o que lo sea por cualquier otro procedimiento- ha de ser rey; sea como fuere, yo no voy a entrar en liza con vosotros, pues no quiero mandar, ni recibir órdenes. Renuncio pues al poder a condición de no estar, tanto yo, personalmente, como mis sucesivos descendientes, a las órdenes de ninguno de vosotros”.
La imagen está tomada de un busto en mármol blanco de
Carrara del artista británico Chris Mitton (1963-...), que se titula
precisamente Hoodie, es decir, Sudadera. No es desde luego el típico busto de un personaje heroico clásico, sino un personaje moderno y anónimo.
El
veterano y prestigioso semanario
norteamericano Time, una de las publicaciones más importantes e
influyentes en el mundo, según la Güiquipedia, se ha dedicado
periódicamente a sembrar el pánico sanitario. Basta con contemplar
algunas de sus portadas más icónicas de los últimos años para ver cómo ha dado pábulo al terrorismo
(in)formativo que practican los llamados medios de comunicación.
Al
parecer el nombre de la revista TIME no significa sólo tiempo en la lengua del Imperio, como podría creerse
a primera vista, sino también es acrónimo de Today Information
Means Everything (Hoy la información lo es todo todo, cosa que si no es verdad es, sin
embargo, muy significativa.
En la imagen adjunta tenemos algunas portadas que van desde el 2003, en la que prometen contarnos la verdad sobre el SARS, el 2004 y 2005 donde nos anuncian la pandemia de la gripe aviar, hasta el 2009 con la gripe H1N1 o porcina y la advertencia de 2017 de que no estábamos preparados para la siguiente pandemia: WARNING: we are not ready for the next pandemic, que contenía un artículo sobre cómo mantener seguro el mundo del experto mundial en temas de sanidad y salud pública y misántropo, quiero decir, filántropo Bill Gates. ¿En qué estaría pensando yo?
Especialmente significativa es también la portada de mayo 2009 en la que aparece una mascarilla quirúrgica y una pregunta a propósito de la peste porcina. En letra más pequeña, se leía: Es posible que el mundo haya esquivado una pandemia de gripe mortal esta vez. Pero añadía acto seguido el periodista Bryan Walsh: We won't allways be so lucky: no siempre seremos tan afortunados. Sólo le faltó decir: Y el que avisa no es traidor.
Pero habría que retrotraerse hasta 1986 cuando sacaron la portada VIRUSES, en la que se hablaba del SIDA como nuevo peligro de muerte:
Desde entonces la revista no ha dejado de aterrorizarnos periódicamente con los virus o viruses, pasando por una de las portadas más minimalistas y estéticamente blanca, donde solo se veían un diminuto mosquito, que fue la relativa al virus del zika en 2016:
Llegamos así hasta la actualidad, en la que la revista se ha ocupado periódicamente de sacar en portada el coronavirus. Por ejemplo esta impactante imagen en la que la Casa Blanca, habitada a la sazón por el señor Trump, despedía por cuatro chimeneas rojos coronavirus que inundaban la portada y casi ocultaban el nombre de la revista.
O esta otra de abril de 2020 que nos advertía premonitoriamente de la llegada de la Nueva Normalidad y de que debíamos convencernos -meternos en la cabeza, decía literalmente- de que nuestras vidas habían cambiado. Son muchos años, demasiados, metiendo miedo. Pero no se trata solo de practicar un terrorismo informativo, sino formativo, un terror que nos forma deformándonos, conformándonos y haciéndonos conformes, conformistas.
Morgan
Freeman, el
actor que ganó un Oscar por interpretar a Nelson Mandela en
Invencible
(2009) de Clint Eastwood, ha aparecido por sorpresa presentando la
ceremonia inaugural de la Copa del Mundo de balompié en Catar. Y ha
dicho: “We
gather here as one big tribe and Earth is the tent we all live in.
Football spans the world, unites nations in their love of the
beautiful game. O
sea, que nos hemos reunido aquí como una gran tribu o si se prefiere
una traducción menos tribal: como una gran raza. También ha dicho
que la Tierra es la tienda bajo la cual todos vivimos y que el
balompié se extiende por todo el mundo, uniendo a las naciones en su
amor por el «juego bonito».
Esto del «beautiful game» es una expresión consagrada
con la que los anglosajones se refieren al balompié. La
expresión nos recuerda a otra de «beautiful people»
la gente que va a la moda, expresión que puso en boga, valga la
redundancia etimológica, la revista Vogue en 1964. Al parecer lo de "beautiful game" es una traducción a la lengua del Imperio del portugués «jogo
bonito» (juego bonito, hermoso o lindo), expresión que atribuyen algunos a Pelé. La expresión consagrada entre
nosotros es de índole más monárquica: el deporte rey.
Detrás
de estas afirmaciones aparentemente ingenuas y bienintencionadas hay mucha bobería: por un lado se nos dice que somos una gran tribu, una única raza, pero por otro en el campo de juego, que es también el campo de batalla, se enfrentan las diferentes selecciones de las tribus nacionales defendiendo cada una los colores de su bandera.
Una gran
tribu, y el jefe de la tribu es el deporte Rey: el Balón, la pelota
bien redondeada de Parménides. No perdamos de vista el
nombre que se le da a este evento: el Mundial: se trata de
globalizarnos, de unirnos en la celebración del espectáculo del juego bonito retransmitido por todas las cadenas de televisión del globo, que es
el deporte rey, un deporte que mueve millones para distraernos, y que, como dijo una vez un delantero danés que había
metido cuatro goles en un partido de otro Mundial: El
fútbol es la guerra, y también ahí el triunfo es lo más
importante.
Por un lado nos dicen que cada uno tenemos una patria, y una cultura, y una lengua, y unas señas de identidad propias y características, y por el otro nos inculcan que por encima de esas diferencias la celebración del Mundial las anula, aunándonos en la celebración del espectáculo bajo una única tribu que es la de los telespectadores.
Morgan Freeman volviendo a casa de Catar.
Resulta, en fin,
decepcionante ver cómo un actor que interpretó a Mandela se ha
vendido para blanquear el Régimen catarí, un régimen opresor como
todos los regímenes políticos, en definitiva, pero que se ensaña
especialmente contra las mujeres y los homosexuales.
Pero más
decepcionante resulta aún ver cómo Gianni
Infantino, presidente de la FIFA, resaltó un día antes del
inicio del Mundial, los avances experimentados en los últimos
años en Catar en cuestiones de derechos humanos y sociales y
denunció una doble moral existente en el mundo occidental.
Dijo: «Tengo unos sentimientos fuertes, hoy
me siento catarí, hoy me siento árabe,
hoy me siento africano, hoy me siento gay, hoy me siento
discapacitado, hoy me siento un trabajador emigrante", comentó
a los medios de (in)formación de masas, defendiendo la gestión realizada y los avances alcanzados. Luego, en el turno de preguntas,
tuvo que extender este sentimiento y añadir que también se sentía
mujer.
Al final de la rueda de prensa, el director de comunicación de la susodicha entidad salió del armario y se declaró abiertamente homosexual. No dijo como el presidente que se sintiera maricón, sino que lo era en un país donde la homosexualidad está criminalizada. Las declaraciones de ambos dirigentes, así como la participación del actor negro, sólo han servido para blanquear un régimen corrupto.
Una viñeta de Flavita Banana,
publicada en El País el 11 de noviembre de 2022, trae un suculento diálogo entre dos mujeres. La que está sentada, fumando un cigarrillo, ante una mesa de trabajo, le confiesa a la que está de pie
«Odio a mi jefa», a lo que su amiga le comenta «Eres autónoma», y la primera responde escuetamente «Pos eso». (Inicialmente creí leer "Por eso", pero me doy cuenta de que pone "pos" en vez de "por", que es forma coloquial en lugar de "pues": pero no cambia mucho la cosa: Si es autónoma, como le dice su amiga, pues eso es lo que ella odia: ser autónoma). La respuesta nos provoca una sonrisa amable. Comprendemos que la mujer que odia a su jefa no odia a otra persona. Se odia a sí misma porque es autónoma, porque ella es su propia jefa.
Se puede ver simplemente en esta viñeta la crítica de las dificultades y de los inconvenientes de ser autónomo si se compara su condición con la de los asalariados. Pero la gracia está en que además de eso o por encima o por debajo de eso late la rebelión del empleado contra el jefe, encarnados en este caso en la misma persona de un modo esquizofrénico, lo que hace muy difícil (pero no imposible) dicha rebelión contra la jerarquía.
El jefe es palabra que nos viene del francés chef, que a su vez le viene del latín caput, que es el nombre de la parte principal del cuerpo humano, la cabeza. De esa palabra latina proceden el capo italiano y, directamente, otras castellanas como capitán y capital y capitalismo, y nuestro cabo, tanto el mando del ejército como el accidente
geográfico, como en las expresiones de cabo a rabo, llevar a cabo y el verbo acabar. El derivado «jefa» apareció en nuestra lengua tardíamente, atestiguado como está por primera vez en 1843. La viñeta de Flavita refleja un mundo como el nuestro en que la mujer se va incorporando paulatinamente a la servidumbre del mercado del trabajo, y se va empoderando.
La protagonista de la viñeta, además de harta de su condición de autónoma, no puede zafarse de la contradicción de ser a la
vez su jefa y su empleada, por el hecho de que no hay peor jefe que uno mismo, lo que nos
lleva a la autoexplotación, una opresión muy exigente que suele
pasar inadvertida y, es tal su éxito que se camufla de libertad, porque parece que si uno no trabaja para otra persona es libre como si no trabajara para nadie ni tuviera necesidad de trabajar.
El autónomo tiene el jefe más autoritario que puede haber, al
mayor dictador, como dijo una vez un Jefe de Estado cuyo nombre no
recuerdo, que es uno mismo, porque es el más autoritario y uno no puede
sustraerse a su poder sin desencadenar un conflicto inevitable y además desgarrador.
Flavita, la autora de la viñeta, ha publicado en sus redes sociales el siguiente vídeo de cómo realizó la viñeta que nos ocupa.
La mujer que está
sentada se explota a sí misma, voluntariamente, sin coacción
externa. Es, al mismo tiempo, verdugo y víctima, su
jefa y su empleada. La autoexplotación es más eficaz que la
explotación por otros, porque va acompañada de un sentimiento de
libertad: 'yo no tengo jefe' es una frase que no quiere decir lo que parece, porque no
ha desaparecido la figura del jefe, quiere decir: yo soy mi
propio jefe. El explotador es al mismo tiempo el explotado.
41.- Operación
Triunfo: Lo que suele denominarse éxito personal y profesional en la vida es como la ceremonia
militar del triunfo que celebraban antaño los generales romanos victoriosos, una
victoria que conllevaba muchos cientos de sacrificios y cadáveres
ensangrentados por encima de los que habían tenido que pasar aquellos militronches para
llegar a desfilar bajo el arco triunfal y obtener el galardón de la corona de laurel. ¿No sería preferible abocarse, en nuestro caso, a la operación del más rotundo y colosal de los fracasos?
42.- El talento no
quiere galardones. El verdadero genio creador no sólo no quiere
aplausos, sino que los repudia. Los premios y reconocimientos
oficiales se otorgan por idénticas
razones, políticas y comerciales, y poco o nada tienen que ver con el mayor o menor
mérito de la obra que se premia. Los premios se los otorgan a los
que más venden, es decir, a los que más se venden, para que vendan
más, para que se vendan más, para que los más vendedores por activa sean los más
vendidos por pasiva.
43.- Oyendo (o viendo) el parte: Los mayores que
vivieron la guerra civil usan todavía esta
expresión, para referirse a las noticias de la realidad que
configuran los Medios de (In)formación de Masas. Se lo oí decir toda la vida a mi padre. La
expresión es una abreviación y reminiscencia del “parte de
guerra” que en aquellos años se radiaba porque no había todavía
televisión. Supongo que venga de dar “parte”, y de hacer partícipe. y es que no hay que olvidar que los Medios de
(In)formación de Masas dan una parte, de la realidad, no
todo: son parciales. Sigue siendo válida la expresión en estos
tiempos de supuesta y presunta paz para referirse a la guerra de la
realidad, falsa pero real, la guerra que late, camuflada, en el seno
de la paz.
44.- Las revoluciones que en el mundo han
sido y son sólo sirven para que todo cambie para no variar, a fin de
que pueda seguir igual. A tal fin puede decirse en latín: MVTATVR NE
VARIETVR: se hace mudanza para no cambiar. Como muy bien dice el himno de la comunidad autónoma madrileña, que casi nunca se canta, pero tiene muy buena y suculenta letra: "Mire el sujeto / las vueltas que da el mundo / para estarse quieto". Pero algo dentro de nosotros, y
no sé muy bien de qué estoy hablando, quiere lo contrario: que todo cambie, que nada sea
igual, que todo y todos seamos diferentes: la ruptura
con la monotonía de la vida cotidiana, una verdadera rotura de las
normas sociales, de los roles que en cada momento de la vida debemos
adoptar, una sublevación que rompa los horarios y calendarios establecidos, el tiempo cronometrado,
que deja de ser una tiranía lineal, para pasar a ser un desorden de
momentos vividos intensamente.
45.- Patriarcado: Vivimos en pleno apogeo de la
sociedad patriarcal pese a que las mujeres van conquistando la esfera
pública, entrando en profesiones que estaban tradicionalmente
reservadas a los varones, triunfando en campos como la Justicia o la
Medicina que les estaban vedados; pronto habrán alcanzado la igualdad también en el mundo
político. Y, sin embargo, eso no conlleva el final del
patriarcado, sino su máximo y más cumplido desarrollo, que se ve así ajeno a la
división sexual y camuflado. El patriarcado tradicional, asociado al sexo
masculino, sigue vivito y coleando en algunas sociedades tradicionales, en
África y en todo el mundo árabe y musulmán. Pero el nuevo
patriarcado que triunfa en las sociedades modernas occidentales es
indiferente a la división en clases sexuales. Ha logrado superponerse porque tanto montan, montan tanto Isabel como Fernando y ya da igual el timbre masculino o femenino, más grave o más agudo, de la voz de mando.
Se queja el periodista griego Dimitris Politaquis de que “El sexismo lingüístico se reproduce
constantemente a través del uso generalizador y omnipotente del
género masculino en una lengua y una cultura donde la palabra
"ciudadano" aún no tiene un género femenino oficialmente
establecido.” En griego, tanto clásico como moderno, en efecto, la palabra “ciudadano”
(que se dice πολίτης, polítes, derivado de πόλις,
pólis, el nombre antiguo de la ciudad y del Estado) no
tiene género gramatical femenino, sino solo masculino, palabra de la que nos viene nuestro helenismo "cosmopolita" o sea ciudadano del mundo. Pertenece, en
efecto, a los sustantivos masculinos de la primera declinación
griega como ποιητής, poietés, el poeta, δεσπότης,
despótes, el amo y origen de nuestro déspota, o ἀθλητής
athletés, el atleta, que se refieren a oficios y ocupaciones
desempeñados habitual- y tradicionalmente por varones.
Como muy bien
añade el columnista eso no le sucede a la que seguramente es la palabra
griega más abundante en la literatura clásica: ἄνθρωπος,
ánthropos, el ser
humano, el hombre en sentido general, la persona, que vale tanto para el varón como para la mujer. Y cosa que tampoco
le sucedía en griego clásico a la palabra θεός, theós,
divinidad, que podía ser
masculina y femenina, antes de que se creara un femenino especial
θεά, theá, para
ladiosa y las diosas,
habida cuenta del politeísmo.
Pero el griego dispone, además, de un género neutro, igual que el
latín, que en principio estaba reservado para las cosas, pues parece
que la primera división que se establece en las lenguas
indoeuropeas es entre seres animados e inanimados, antes de que los
animados se dividan en masculinos y femeninos. La corrección
política ha llevado a un activismo lingüístico y a una reacción
radical consistente en utilizar el género neutro en griego para no
caer en la distinción normativa heterosexual de “masculino” y
“femenino”. Así, informa Politaquis que cada vez se utiliza más
este recurso políticamente correcto en su lengua. Por ejemplo se han visto carteles llamando
a la huelga general donde se decía: «όλα ενωμένα»,
óla enoména, es decir: "todos unidos", con la forma
plural neutra «όλα» en vez de la forma masculina y
femenina όλοι, que
vale curiosamente para 'todos' y 'todas' en griego moderno. El uso
del género neutro lo promueve un activismo lingüístico que
se opone a la tradicional distinción heteronormativa
"masculino-femenino". El problema, como dice el periodista, es
que resulta 'profundamente problemático y monótono' porque el
género neutro no puede ser inclusivo de todos los sexos y géneros y
orientaciones sexuales, sino que sólo lo sería de los asexuales, y porque suena mal al oído.
Más exitoso, al menos a nivel informal y gráfico, le parece al columnista que es el uso del 'patito' que nosotros llamamos “arroba”, nuestra vieja unidad de peso hoy en desuso, que se simbolizó alguna vez con el carácter tipográfico @.
Hay que tener en cuenta que este símbolo @ que empleamos en los
correos electrónicos no se llama igual en las demás lenguas. Y es
que a veces nos parece que lo que pasa en nuestra lengua es común a
las demás, y no una peculiaridad, como comprobamos cuando comparamos
con otros idiomas. Por lo que se nos alcanza, se llama "arroba"
en portugués, en español y en francés, pero no en
italiano, donde se llama "chiocciola" o su diminutivo
"chiocciolina", que quiere decir 'caracol', y también "a
comercial" (entre los comerciantes venecianos del siglo VII, al
parecer, la @ era un signo gráfico que representaba el ánfora, una
medida de peso y capacidad que se utilizaba entonces, representado
por la "a" minúscula manuscrita inicial de la palabra
"amphora", embellecido por la escritura florentina
típica). Los griegos lo denominan παπάκι,
papáqui,
'patito', y en alemán se llama algo tan curioso como
Klammeraffe, o sea, mono-araña. En inglés se denomina, con distintos
nombres, signo "at": "at sign", "at
the rate", "at symbol", "at mark",
"commercial at", y "ampersat".
El origen del moderno símbolo @ nace en la Edad Media como unión
estilizada de las letras minúsculas "a" y "d"
que forman la preposición latina "ad" que significa "junto
a", "en", según una teoría, o, según otra que
parece más plausible, de la primera y última letra de la
preposición latina "apud", que signficia "en casa
de". En la escritura cursiva la "d" se curvaría hacia
la izquierda y se extendería sobre la "a" abarcándola
para crear el símbolo. Este uso que a los hispanohablantes nos
resulta más extraño es el que hacen los americanos en los eventos
deportivos donde el signo "@" se utiliza como separador de
los nombres de dos equipos contendientes para indicar que el segundo de ellos jugará en su propio campo, es decir, "en casa".
Por ejemplo "LA Lakers @ Boston Celtics" indica que el
partido tendrá lugar en casa de los Celtics de Boston.
Ray Tomlinson, el ingeniero americano que inventó en 1971 el correo
electrónico, utilizó en 1972 el símbolo "@" como
separación entre el nombre del destinatario y el servidor que hacía
las funciones de oficina de correos. Por ejemplo
fulanodetal@ejemplo.com, donde el usuario se llama "fulanodetal"
y el dominio "ejemplo.com".
Resulta curioso cómo el símbolo de la arroba (@) ha empezado a
utilizarse en español en algunos contextos no académicos como
recurso gráfico que parece integrar las vocales "a" y "o",
con lo que se pretende evitar engorrosas repeticiones políticamente
correctas o corteses, como diría Gracián, tales como "los
niños y las niñas, los ciudadanos y las ciudadanas", por lo
que se escribe "l@s niñ@s" o "l@s ciudadan@s",
haciendo así explícita gráficamente la alusión a los dos sexos, olvidando algo
tan consabido como que en castellano el género masculino es el
común, genérico o no marcado, que ya incluye al femenino, mientras
que el femenino es el género marcado o exclusivo; olvidando que no se pueden
confundir los géneros gramaticales con los sexos (en la frase "la
policía disolvió la manifestación", tanto la palabra
"policía" como "manifestación" son de género
femenino en español, pero no necesariamente de sexo femenino);
y olvidando que cuando decimos "el niño y la niña están
contentos" no podemos escribir "content@s" porque una
de dos: o tendríamos que leerlo "contentos y contentas" y
sería un despropósito lingüístico; o tendríamos que decir
"contento" y "contenta" como si fueran dos
palabras distintas al modo de "pozo" y "poza" o
"caño" y "caña" -pero ¿qué nota semántica
que no sea redundante le añade al adjetivo "contento" la
forma "contenta", aparte de la concordancia gramatical de
género femenino?
Pues bien, en griego moderno ha comenzado a usarse el 'patito', como se ha dicho que ellos lo llaman, como
terminación de plural asexuado, con lo que se escribiría «όλ@
ενωμέν@» en lugar de «όλοιενωμένοι», originado por influencia de la comunidad LGBTI+.
Resulta gracioso gráficamente pero hay que decir que el “patito”
no es una letra del alfabeto griego, que solo vale en todo caso para la lengua
escrita, por lo que no puede leerse ni pronunciarse sino solo
escribirse, lo que nos condenaría al silencio, o a comunicarnos solo
con tontos emojis o emoticonos y con escritura pictográfica, como de hecho
ya hacemos a través de las redes sociales y nuestro phono sapiens.