Una viñeta de Flavita Banana,
publicada en El País el 11 de noviembre de 2022, trae un suculento diálogo entre dos mujeres. La que está sentada, fumando un cigarrillo, ante una mesa de trabajo, le confiesa a la que está de pie
«Odio a mi jefa», a lo que su amiga le comenta «Eres autónoma», y la primera responde escuetamente «Pos eso». (Inicialmente creí leer "Por eso", pero me doy cuenta de que pone "pos" en vez de "por", que es forma coloquial en lugar de "pues": pero no cambia mucho la cosa: Si es autónoma, como le dice su amiga, pues eso es lo que ella odia: ser autónoma). La respuesta nos provoca una sonrisa amable. Comprendemos que la mujer que odia a su jefa no odia a otra persona. Se odia a sí misma porque es autónoma, porque ella es su propia jefa.
Se puede ver simplemente en esta viñeta la crítica de las dificultades y de los inconvenientes de ser autónomo si se compara su condición con la de los asalariados. Pero la gracia está en que además de eso o por encima o por debajo de eso late la rebelión del empleado contra el jefe, encarnados en este caso en la misma persona de un modo esquizofrénico, lo que hace muy difícil (pero no imposible) dicha rebelión contra la jerarquía.
El jefe es palabra que nos viene del francés chef, que a su vez le viene del latín caput, que es el nombre de la parte principal del cuerpo humano, la cabeza. De esa palabra latina proceden el capo italiano y, directamente, otras castellanas como capitán y capital y capitalismo, y nuestro cabo, tanto el mando del ejército como el accidente
geográfico, como en las expresiones de cabo a rabo, llevar a cabo y el verbo acabar. El derivado «jefa» apareció en nuestra lengua tardíamente, atestiguado como está por primera vez en 1843. La viñeta de Flavita refleja un mundo como el nuestro en que la mujer se va incorporando paulatinamente a la servidumbre del mercado del trabajo, y se va empoderando.
La protagonista de la viñeta, además de harta de su condición de autónoma, no puede zafarse de la contradicción de ser a la
vez su jefa y su empleada, por el hecho de que no hay peor jefe que uno mismo, lo que nos
lleva a la autoexplotación, una opresión muy exigente que suele
pasar inadvertida y, es tal su éxito que se camufla de libertad, porque parece que si uno no trabaja para otra persona es libre como si no trabajara para nadie ni tuviera necesidad de trabajar.
El autónomo tiene el jefe más autoritario que puede haber, al
mayor dictador, como dijo una vez un Jefe de Estado cuyo nombre no
recuerdo, que es uno mismo, porque es el más autoritario y uno no puede
sustraerse a su poder sin desencadenar un conflicto inevitable y además desgarrador.
Flavita, la autora de la viñeta, ha publicado en sus redes sociales el siguiente vídeo de cómo realizó la viñeta que nos ocupa.
La mujer que está
sentada se explota a sí misma, voluntariamente, sin coacción
externa. Es, al mismo tiempo, verdugo y víctima, su
jefa y su empleada. La autoexplotación es más eficaz que la
explotación por otros, porque va acompañada de un sentimiento de
libertad: 'yo no tengo jefe' es una frase que no quiere decir lo que parece, porque no
ha desaparecido la figura del jefe, quiere decir: yo soy mi
propio jefe. El explotador es al mismo tiempo el explotado.