miércoles, 9 de junio de 2021

Mitridatismo

    Hay una creencia muy antigua de que la ingesta de un producto tóxico en mínimas dosis brindaría al organismo una supuesta resistencia al mismo que en grandes cantidades podría ocasionarle la muerte. A esta creencia se denomina mitridatismo, y guarda cierta relación, desde mi punto de vista, con la homeopatía, que se basa en el principio de similia similibus curentur (cúrense las cosas semejantes con sus semejantes), que fue el lema de Samuel Hahnemann, fundador de la homeopatía moderna, quien en 1806 escribía que los fármacos debían suministrarse en pequeñas dosis sobre la base de la semejanza con los síntomas de los pacientes.
 
    El origen del término está en el rey Mitridates VI (120-63 a. C.), también llamado Mitradates, el más famoso rey del Ponto, y el más peligroso enemigo de Roma durante el siglo primero antes de nuestra era. A medio camino entre un civilizado filoheleno admirador de Alejandro Magno y un monarca oriental, intentó fusionar Oriente y Occidente, pero como dice de él el Diccionario Clásico de Oxford no acertó a calibrar bien ni a superar el poder de Roma al que se enfrentó. El caso es que como temía por su vida y tenía miedo de ser envenenado en cualquier momento, ingería regularmente pequeñas dosis de veneno a fin de desarrollar inmunidad. 
 

Busto de Mitridates VI caracterizado como Heraclés.
 
     Tras ser derrotado por Pompeyo, su hijo Farnaces provocó una revuelta contra él, y Mitridates trató entonces de suicidarse aumentando la dosis de veneno, pero no logró, al parecer, quitarse la vida de ese modo a causa de la supuesta inmunidad que habría adquirido, por lo que tuvo que recurrir a un fiel guardaespaldas para que lo atravesase con la espada. 
 
    A finales del siglo XIX se comerciaban en los Estados Unidos unas pastillas cuya propaganda aseguraba que hacían desaparecer de la piel de la cara las pecas, granos y manchas faciales. Estas pastillas contenían veneno, pero era un secreto a voces, ya que en la misma etiqueta se podía leer: "Arsenic Complexion Waffers" ("Píldoras con Arsénico para la Complexión"). 
 
 
     Ya en época victoriana se sabía que el arsénico era venenoso, pero se pensaba que en mínimas dosis no perjudicaba. Bien es verdad que el cuerpo humano puede tolerarlo, pero no deja de ser un serio riesgo para la salud. No es raro que muchas damas victorianas alcanzaran una extremada palidez cuasicadavérica a cuenta de la ingesta de arsénico. 
 
    Cada vez, viniendo a lo de hoy, hay más estudios científicos que apuntan a que las denominadas vacunas de ARN y ADN que están inyectando a la población contra la Covid-19 son un fenómeno de mitridatismo o ingesta de un producto tóxico para adquirir una supuesta resistencia al mismo. 
 
    Las vacunas clásicas inyectaban el "tóxico" atenuado o muerto, pero ahora se inyecta activo, vivo. De ahí los numerosísimos efectos secundarios, a veces mortales, como nunca se habían visto en los fármacos autorizados hasta la fecha. Parece que la proteína spike o de espícula que inoculan es la sustancia tóxica. No hace falta más que ver los datos de vigilancia farmacológica tanto europeos como norteamericanos para comprender que las denominadas “vacunas” contra la covid-19 aplicadas como remedios de una enfermedad potencial provocan tantos riesgos de muerte como la enfermedad misma que pretenden combatir. 
 

 
    La proteína de espícula sería el veneno tóxico activo, no atenuado ni muerto, en este caso. Ahora bien, estos fármacos tampoco introducen directamente la proteína en nuestro cuerpo, sino que en el colmo de la sofisticación inducen a nuestro organismo a fabricarla, lo cual puede provocar efectos genéticos desconocidos hasta la fecha.
 
    Resultaría gracioso, si no fuera sarcástico, que los científicos que tanto han denostado y prohibido la homeopatía, tachándola de pseudociencia, estuvieran ahora reivindicando su principio fundamental, y que la ciencia que profesan estuviera recayendo en la superchería paracientífica. 

martes, 8 de junio de 2021

Del sacrificio de Isaac

    Leía yo el viernes pasado un titular del BOE (me refiero a El País, el sedicente “Periódico Global” ) que decía: “Sanidad quiere vacunar contra la covid a los adolescentes antes de iniciar el curso escolar”. El subtítulo aclaraba que la EMA, la agencia farmacológica europea, daba luz verde -o sea, la orden- a la vacunación  de los menores comprendidos entre 12 y 15 años, es decir, a los que están cursando, entre nosotros, la ESO o Educación Secundaria Obligatoria, que es el nuevo servicio militar instaurado en España igualitariamente para ambos sexos. No leí nada más. La vacunación, obligatoria como en la mili, pensé. Y los adolescentes, carne de cañón.
 
    La noticia, no me pillaba por sorpresa. Es el sacrificio de Isaac en manos de su padre Abraham, que se somete así a la voluntad de Dios, que es la cuestión central de las religiones monoteístas tanto para el judaísmo como para el cristianismo, y también para el islam, que como se sabe, significa “sumisión a Alá, o lo que es lo mismo, a Dios”. Y la voluntad de Dios, en este caso, es el sacrificio de los jóvenes, cuya inoculación en dos cómodas dosis sólo puede justificarse no para librarlos a ellos de una enfermedad que sufren muy poco o nada, sino para que no se la transmitan a sus mayores, aunque no esté demostrado que sean contagiadores. Se lucra así un poco más la sinvergonzonería de los traficantes de drogas internacionales. Su inmolación se lleva a cabo en nombre del beneficio que obtendrá la casta de la gerontocracia gobernante, lo que revela el carácter totalitario del Régimen que padecemos. 
 
 
La ESO amordaza.
 
    Pero vacunar a los adolescentes no es algo inocuo, sino que tiene un riesgo que no corren si no se les inyecta. Hay, en efecto, una estadística que no le preocupa mucho a la Agencia Europea de Fármacos; en Israel, donde se viene practicando impunemente la vacunación adolescente, se ha observado que uno de cada 5.000 pinchazos desarrolla una miocarditis que requiere hospitalización... Estas miocarditis no son mortales, pero sí graves. En otras palabras, si se vacuna a 500.000 adolescentes en España, ya sabemos que 100 padecerán esta enfermedad tan dolorosa. A pesar de ello, las autoridades sanitarias europeas, animadas por la luz verde de la Agencia farmacológica, predican que el beneficio es mayor que el riesgo. Claro está que no se refieren al beneficio de los adolescentes, que ya vemos que corren cierto peligro a corto plazo -no sabemos a largo plazo-, sino al supuesto beneficio del resto de la comunidad y sobre todo al beneficio económico de los laboratorios farmacológicos que trafican con dichas sustancias químicas.  (La palabra "beneficio" ya sólo tiene sentido económico en nuestro mundo. ¿Por qué será?) Digo “supuesto” porque, insisto, no está demostrado que contagien. Y si lo hacen, la enfermedad que transmiten no es tan fiera como nos la pintan los pájaros de mal agüero. 
 
    En otras palabras, estamos sacrificando a nuestra juventud por el bien de los mayores. Los padres inmolan a sus hijos. Nihil nouom sub Sole. El bien común lo justifica todo, hasta el mal necesario o mal menor. Es el sello del totalitarismo.
 
El sacrificio de Isaac, Mariotto Albertinelli (c.1509-1513)
 
     Leyendo prensa norteamericana, veo que allí muchos centros escolares han rechazado las pruebas rutinarias de detección del virus para los niños y adolescentes, ya que rara vez se enferman gravemente y una prueba positiva puede desencadenar cuarentenas perturbadoras. Sin embargo, aquí en las Españas, se siguen haciendo en los centros “educativos” de enseñanza primara y secundaria obligatorias estas pruebas de rutina todos los días, se les sigue obligando a a guardar las distancias entre ellos y a portar mascarillas (¡la ministra del ramo dice orgullosa que los niños se sienten héroes que salvan vidas llevando el bozal en la boca y asfixiándose!), y se les sigue adoctrinando en el terror y declarando “cuarentenas perturbadoras”, pese a la evidencia “científica” de que rara o ninguna vez contraen gravemente la enfermedad maldita. 
 
    Pero aquí es donde se ve que se trata de mantener el relato dominante y su mentira a toda costa, y para eso es necesario declarar cuarentenas “disruptivas”, cerrar aulas a cal y canto, no vaya a ser que se descubra que el rey estaba desnudo, y que la dichosa enfermedad maldita no era una Nueva Enfermedad, sino que, como sospechábamos algunos desde el principio, era la vieja gripe enloquecida con una enfermedad mental inducida por la OMS, basada en la prueba PCR + del virólogo de cabecera de la canciller alemana y alimentada por los medios de comunicación a medio camino entre la psicosis colectiva y la histeria paranoica, como el cuento aquel del SIDA que nos contaron una vez para meternos el miedo en el cuerpo y en las entretelas de las almas. 

lunes, 7 de junio de 2021

Se la meten y exclama: ¡Qué maravilla!

    Una conocidísima presentadora de la televisión española se presta sin ningún pudor por su parte a que lo que debería ser un acto privado perteneciente a su intimidad como es la inoculación en directo de una supuesta vacuna contra la enfermedad del virus coronado se convierta en un espectáculo público y mediático al hacerlo ante las cámaras de la tele para dar ejemplo animando a la ciudadanía a que, como ella, se la deje meter. 

    Como se trata de un "momento histórico", será retransmitido en vivo y en directo por la cadena para la que trabaja, y al día siguiente aparecerá en todos los periódicos y redes sociales. La presentadora tenía cita para las 11,30 horas en el Hospital Zendal de los madriles. Ha llegado diez minutos antes y, como no hay cola, no tiene que esperar. La locutriz que presenta el glorioso evento desde el estudio comenta que ha sido "llegar y besar el santo".  Después de identificarse y de confirmar que "ella es la persona que tiene que ser", le dan a elegir el brazo que prefiere, que se aconseja que sea aquel "sobre el que no se apoya", para recibir el jeringuillazo. 

 

     La presentadora, embozada con la mascarilla de rigor, no mira a la aguja que le inyecta la enfermera porque le da algo de impresión. Tiene, confiesa, cierta tirria a las agujas por lo que no puede mirar el pinchazo. Mira, claro está, a la cámara. Cuando le dicen que "eso -nunca mejor dicho porque no se sabe lo que es- ya está dentro", ella exclama: ¡Qué maravilla! ¡No me he enterado de nada! Y entonces se oye el Aleluya de Haendel como glorioso colofón del acto. 

    Aleluya es un término que, según la docta Academia, procede del latín tardío halleluia y este, a su vez, del hebrero hallĕlū yăh y significa nada más y nada menos que  'alabad a Dios'.

Elvis Presley se vacuna de la polio
 

    Una puesta en escena religiosa de predicación con el ejemplo y de utilización de la imagen como adoctrinamiento la de esta presentadora, que nos recuerda, salvando las insalvables distancias, claro está, a aquella otra lamentable puesta en escena del Rey del Rock, Elvis Presley, prestándose a la misma manipulación cuando se dejó vacunar de la polio ante las cámaras en los años cincuenta del pasado siglo. 

domingo, 6 de junio de 2021

Del suicidio

    La palabra "suicidio" proviene del latín suicidium, pero, paradójicamente, no figura en ningún diccionario de latín clásico. Su creación suele explicarse como compuesto del sufijo -cidium, matanza, derivado de caedere matar, de donde homicidio, genocidio, etc. y el pronombre reflexivo sui de sí mismo. De haber existido este palabro en latín clásico, se hubiera entendido  como matanza de un cerdo (de sus suis, cerdo, de donde nuestro suido), habida cuenta de que son los nombres y no los pronombres los que suelen utilizarse como prefijos en la lengua del Lacio. 

    La primera mención del término neolatino suicida fue registrada por Gauthier de Saint-Victor en el siglo XII y es la única hasta el siglo XVII, por lo que podríamos decir que en la Edad Media, propiamente, no hay suicidas, sino "sui homicidae" homicidas de si mismos o "desperati" desesperados, que es como se denominaba, un tanto imprecisamente, a los que se infligían una muerte voluntaria.

    En latín clásico, en efecto, se prefiere la expresión mors uoluntaria, o se dice que alguien propria se manu interfecit, como dice san Jerónimo que hizo el poeta Lucrecio a la edad de 44 años.

    En la antigüedad el suicidio nunca fue condenado ni estuvo mal visto, como en nuestra época donde el llamado “suicidio asistido” está penado por las leyes en la mayoría de los países.

    El ejemplo clásico digno de muerte voluntaria sería Sócrates que, condenado a morir mediante ingesta de cicuta, tal como la presenta Platón en el Fedón, fue visto como un suicidio por algunos de sus seguidores, ya que pudiendo huir de la prisión no quiso hacerlo. Este modelo socrático de aceptación voluntaria de la muerte fue el que siguieron en Roma estoicamente Marco Porcio Catón, que no quiso el perdón de César, y Lucio Anneo Séneca, al que Nerón le ordenó que se diera muerte, y se abrió las venas en el baño. 

Ayante (también llamado Ayax) prepara su suicidio

    ¿Qué nos dice el epicúreo Lucrecio del suicidio? Que paradójicamente es lo que empuja a algunos a darse la muerte, porque revela que lo que hay por detrás del deseo de quitarse la vida es el miedo a la Muerte, o sea el Miedo por antonomasia, que es lo que promueve, todos los crímenes y asesinatos, hasta que en el último término, como dice Agustín García Calvo, "obliga a darse uno mismo la muerte, olvidado de que aquello hacia lo que va era aquello de lo que huía”. 

    Es lo que con otras palabras decían aquellos hexámetros del libro III de De Rerum Natura, 79-82 de Lucrecio: et saepe usque adeo, mortis formidine, uitae /  percipit humanos odium lucisque uidendae, / ut sibi consciscant maerenti pectore letum  /  obliti fontem curarum hunc esse timorem (y hasta a veces, por miedo a la muerte, tal odio a la vida / entra a los seres humanos y a ver la luz de los días, /  que ellos mismos la muerte se dan con alma afligida, / olvidando que es ese temor la raíz de sus cuitas)

 Muerte voluntaria de Ayante

    Recordemos también aquel breve epigrama de hexámetro y pentámetro dactílico de nuestro Marcial criticando el suicidio estoico: hostem cum fugeret, se Fannius ipse peremit. / hic, rogo, non furor est, ne moriare, mori? Así lo tradujo don Manuel de Salinas con una afortunada redondilla donde reprueba la muerte voluntaria de Fanio, que fue acusado por Tiberio y condenado por haber conspirado contra Augusto: Fanio, ansioso por huir, / del que su muerte procura / se mató. ¿No es gran locura /  matarse por no morir?  
 
    Algo de esa locura, sin embargo, consistente en "matarse para no morir", como dice el poeta, es lo que de siempre nos piden el Estado y el Capital: que nos matemos ahora a trabajar o a hacer planes, por ejemplo, para vivir después en la tierra de nadie prometida de un futuro inalcanzable por esencia, lo que en la coyuntura sanitaria actual en la que llevamos inmersos un año ya bastante largo se le ha pedido a la gente de mil y una maneras desde las altas instancias: renuncia a lo que consideras que es vivir para poder hacerlo en el porvenir, es decir, acepta tu muerte voluntariamente.
 
 

 

sábado, 5 de junio de 2021

La ley del instrumento o El martillo de Maslow

    A. Kaplan formuló en 1964 lo que llamó la ley de la herramienta: Si le das a un niño un martillo, le parecerá que todo lo que encuentra necesita un golpe. Me identifico de alguna manera personalmente con esta afirmación, ya que creo que tengo algún recuerdo infantil en mi memoria de haber hecho precisamente algo parecido la primera vez que manejé el martillo que guardaba mi padre en la caja de herramientas. 
 
 
 
    A. Maslow lo reformuló en su libro "The Psychology of Science" (1966): A un hombre que sólo tiene un martillo, todo lo que encuentra empieza a parecérsele a un clavo” ("To a man who only has a hammer, everything he encounters begins to look like a nail").
 
    La frase se le ha atribuido erróneamente a la pluma de Mark Twain, como tantas otras ocurrencias ingeniosas, para darle cierto empaque literario, y corre por la Red como tantas otras citas espurias atribuyéndole su prestigio al autor de Las aventuras de Tom Sawyer.
 
Cita espuria de Mark Twain
 
    El martillo de Maslow condiciona tanto nuestro comportamiento y nuestra percepción de la realidad que hace que imaginemos todas las cosas que hay a nuestro alrededor como si fueran clavos, y el martillo como si fuera la herramienta dorada que sirve para todo.
 
    Esta llamada ley del instrumento establece la tendencia natural que tenemos a depender en exceso de los medios de que disponemos. Pero también es preciso verlo al revés: Los instrumentos nos condicionan e instrumentalizan a nosotros, sus usuarios, o dicho con otro símil, el utilitario nos utiliza, porque las herramientas llevan inscritos en sí los fines a que están destinadas.
 
    
    Un martillo nunca podrá, obviamente, ser la herramienta adecuada para cualquier propósito, pero si sólo tenemos eso a mano nos forzará a utilizarlo a toda costa provocando algún inconveniente o desastre, sin considerar otras opciones como la de no utilizar ese medio, que sería la mejor solución.
 
    Como el martillo, pues, de Maslow que hace que todo nos parezca un clavo, una pistola en la mano convierte todo lo que tenemos a nuestro alrededor en la diana de un objetivo de tiro al blanco. El gatillo llama al dedo. Es como la hoja de la catana del samurái japonés: una vez desenvainada ella sola como solución de un altercado, guiando a la mano que la maneja, atravesará la carne hasta el derramamiento de la sangre.

viernes, 4 de junio de 2021

De la leche que mamamos y la OMS

    El doctor Florencio Escardó (1904-1992), pediatra argentino, fue un buen discípulo de Hipócrates. Solía aconsejar a las madres, según se cuenta, “lleve a su hijo a la plaza y a los cumpleaños”, y cuando éstas le replicaban “Pero está lleno de bacterias y virus”, respondía con buen criterio médico: “Por eso mismo, señora, es que debe llevarlo”. 

    Daba a entender así este predicador del sentido común que la mejor manera de inmunizarse contra virus y bacterias es exponiéndose a ellas, como siempre se había pensado. Consideraba también el ilustre pediatra argentino que el miedo y el abandono enfermaban mucho más que los virus y las bacterias, y que el juego era una función tan vital para los niños como la respiración y la nutrición.

    No sé si llegó a decirlo alguna vez, pero si no lo dijo seguramente que hubiera hecho suyo el célebre verso de Wordsworth de que “el niño es el padre del hombre”. 

El doctor Florencio Escardó y un niño
 

    Lo que sí nos ha dejado escrito, bajo su pseudónimo literario de Macramé de Piolín es una serie de artículos periodísticos titulados “¡Oh!”. Entresaco de allí algunas de sus ocurrencias, es decir algunas de las cosas que le han salido al paso sobre el particular de la lactancia materna:

    De ¡Oh! Los niños: Los niños son un producto de la sociedad de consumo. Cuando nace un niño, nace un consumidor... Los niños son anarquistas. Y por lo tanto antisociales. Practican un individualismo atroz. Exigen una madre para cada uno... Algunos agitadores profesionales exigen para ellos leche barata. Pero a los chicos de la leche lo que más les interesa es el envase. Por eso prefieren la humana

Publicidad de Nestlé
 

     De ¡Oh! Los envases: Desde que el hombre viene al mundo lo asedian los envases. Si tiene suerte le ofrecen el alimento en el más natural de todos. Si no la tiene se lo dan en mamadera. La mamadera es un seno no conyugal. Impar. Y con usufructuario único. El biberón es el envase del complejo de Edipo. Que se llama mamadera si el bebé es pobre. Y biberón si es rico. La mamadera la puede administrar "una chica". Pero el biberón siempre lo da una "nurse". Se llama nursery al zoológico de los recién nacidos. Son habitaciones de vidrio. Que sirven para separar al bebé de su mamá. A la que tuvo para él solito durante nueve meses. No hay que dejarlo abusar. La nursery es el envase de la crueldad. Inventado por los parteros que cuando hablan del niño lo denominan "el proyectil”.

    El boticario suizo Henry Nestlé había inventado en 1867 la leche en polvo para bebés, elaborada con leche de vaca deshidratada y cereales, pero el auténtico 'boom' de este producto vendría casi cien años después, tras la Segunda Guerra Mundial, merced a una campaña de publicidad agresiva y mentirosa. Al parecer, en los años cincuenta y sesenta la OMS y muchas asociaciones médicas y de enfermería lanzaron una alerta sanitaria criticando la lactancia materna alegando que las aréolas de los pezones de las madres contenían gérmenes y bacterias que infectaban a los bebés lactantes. La industria de la alimentación infantil convenció así a medio mundo de las excelencias de su producto, con el argumento de que la leche en polvo era mejor que la materna, lo que luego se demostró que era falso. Al mismo tiempo que aquella alerta sanitaria aparecía en el mercado el producto salvador: la leche en polvo S 26, “nutritiva y saludable” detrás de la que se encontraba la Empresa Nestlé.

    No pocas madres, que siempre quieren lo mejor para sus hijos, alarmadas, dejaron de amamantar, destetando a las tiernas criaturas antes de tiempo. Detrás de este bulo se escondía, no cabe duda, Nestlé, que había pagado a dichas asociaciones, para lanzar al mercado la leche maternizada que liberaba a las mujeres de tener que amamantar a los bebés. La publicidad de Nestlé rezaba:  "When the Stork has brought the Baby, Nestlé's Food will keep the Baby" (Cuando la Cigüeña ha traído al Bebé, la Comida de Nestlé mantendrá al Bebé).

 

    La doctrina de la OMS es hoy en día muy otra, acérrima defensora como es en la actualidad de la lactancia materna durante los seis primeros meses de vida. No encuentro ninguna huella que pueda rastrearse en internet de que en aquellos años la OMS desaconsejara la lactancia materna. Sin embargo, aunque no puedo atestiguarlo, no me extrañaría mucho que haya sido esa su postura, que hoy no lo es, habida cuenta del doble discurso que practica constantemente esta organización, capaz de afirmar una cosa y, acto seguido, la contraria.  

    La OMS, en efecto, ha rechazado en la actualidad, según declaraciones de su Director General, el señor Tedros Adhanom, la estrategia de la inmunidad colectiva frente al virus coronado porque sería poco ética y produciría muertes innecesarias (sic), afirmando torticeramente que la inmunidad colectiva se logra protegiendo a las personas de un virus, no exponiéndolas a él.   Y a la pregunta del millón de cómo se protege a todas las personas y no sólo a las más vulnerables de un virus sin exponerlas a él, ya se pueden imaginar ustedes la respuesta grata a los laboratorios farmacéuticos: alcanzando un umbral óptimo de... vacunación.

jueves, 3 de junio de 2021

Sólo yo, yo solo, y nadie más que yo

La palabra “yo” es un monosílabo aparentemente inofensivo pero no poco egoísta que decimos todos y que poco a poco va ganando terreno a lo largo de la vida. 

Hace gracia en el niño cuando está aprendiendo a hablar y lo pronuncia por primera vez porque suena como eco todavía lejano de lo que será en el futuro. 

Pero con el paso lento y pausado del tiempo la palabra va desplegando su cola de pavo real y adquiriendo sin querer un tono más imperioso y avasallador. 

En la adolescencia, el globo de la personalidad se infla, y en la juventud, lejos de desinflarse, se hincha mucho más para no dejar de crecer en el adulto. 

La esgrime el matón del colegio, que será poco después el matón del barrio, y el macarra que chulea a las putas, y todo el que se cree poseedor de la verdad.
 

Se diría que el ego tiene miedo de ser un Don Nadie, uno de tantos, uno como otro cualquiera, y siente la necesidad imperiosa de ser alguien y ser algo. 

El ego se mira en el espejo como Narciso, donde se encuentra con su propia imagen, de la que se enamora perdidamente hasta la extenuación y egocentrismo.

Yo que no nací, me digo yo también, para ocultarme en el anonimato, yo salgo adelante como sea, no soporto la idea de ser uno más del montón como cualquiera.

Cada día que pasa me crezco al grito de ¡Viva yo!, y ¡Nadie más que yo!, pues mi destino es ser el centro del universo, en torno al que gira todo lo demás. 

Estoy dispuesto yo a cualquier cosa para ser y para sentirme importante, pero debo darme prisa, no vaya a ser que otro llegue antes que yo y ocupe mi lugar.

En esta ascensión imparable, puedo simular que soy altruista y puedo pensar en los demás y no sólo en mí, pero hasta eso lo hago por egolatría y egoísmo. 

Tengo claro, sediento como estoy de poder, que debo dominar: soy yo quien manda, el que tiene la sartén por el mango, aquí se hace lo que yo diga porque sí.

La palabra “yo”, aquel dulce monosílabo que parecía inofensivo, resultó ser bala mortal de pistola, cóctel Molotov, tanque que apisona, ráfaga de metralleta:

yo vanidoso, presuntuoso, exhibicionista, jactancioso, orgulloso, soberbio, necio, megalómano, exagerado, ávido, posesivo, envidioso, arrogante, prepotente;

ególatra, egocéntrico, egoísta, yo, solamente yo, por todas partes yo, yo y sólo yo, solo en el mundo a fin de cuentas, idéntico a mí mismo, como todos. 


(Versión libre de la canción "La parola io" del imprescindible Giorgio Gaber, arriba original del autor y abajo interpretada por el grande y llorado Franco Battiato).


miércoles, 2 de junio de 2021

Dos cuestiones bizantinas

    ¿Qué importa si el virus fue creado artificialmente y cultivado en el laboratorio de Wuhan para destruir a la humanidad como presunta arma biobacteriológica por el malvado doctor Fu-Manchú, encarnación del peligro amarillo, o tiene un origen zoonótico natural saltando de los murciélagos a los seres humanos vía pangolín? 


     Algunos vimos desde el primer momento que este debate que se planteó al principio y vuelven a sacar a relucir ahora los medios informativos carecía de mucho interés. Es una mera cuestión bizantina como aquellas que entretenían a los distraídos sabios de Bizancio cuando los otomanos estaban atacando la ciudad, una disputa sobre la causa de un fenómeno que sólo pretende  distraernos de lo fundamental, que son las consecuencias que estamos padeciendo.

    Todavía, incluso, se discute si el virus Sars-Cov-2 ha sido aislado y puede, por lo tanto, demostrarse su existencia y si es el causante de la enfermedad llamada Covid-19... Supongamos que existe, no vamos a negarlo, y que es el agente de dicho síndrome, mejor que enfermedad. Demos estas cuestiones por zanjadas, aunque no lo estén, y afirmemos que el virus Sars-Cov-2 existe. Negarlo sería una tontería comparable a decir que Dios no existe, ya que el virus, lo haya o no lo haya, está presente para desgracia nuestra, una vez declarada su existencia por la OMS y por los medios de masificación. Admitamos, además, que es el causante de la enfermedad o síndrome del virus coronado Covid-19, como nos han hecho creer.

    Se trata en todo caso de un virus y una enfermedad que no presentan síntomas muy considerables en las personas expuestas a él, que suele cursar levemente en la gran mayoría de los casos y que tiene una tasa de supervivencia del 99,8%.

    Démonos cuenta de que poco importa si el virus existe realmente o no. Esta es nuestra segunda cuestión bizantina. Para nuestra desgracia existe, como Dios y todos los nombres propios, incluido el nuestro propio.

    Lo que interesa, y esta no es una cuestión precisamente propia de los teólogos de Bizancio sino de cualquiera que se cuestione un poco las cosas que pasan,  es la utilización política que se ha hecho y se sigue haciendo de Él -vamos a poner el pronombre de tercera persona con mayúscula teológica- para controlar a la gente obligándola a someterse a las directrices gubernamentales por su propio bien, bajo la excusa de que son "sanitarias", tales como hacer uso de mascarillas, encerrarse en casa y vacunarse para volver a la vieja normalidad.

martes, 1 de junio de 2021

"Un millón para el mejor"

    Parece que en Norteamérica hay personas renuentes a ponerse la inyección contra el virus coronado, de ahí que algunos Estados se hayan visto en la obligación de animar a la gente a someterse al proceso de vacunación. Ya teníamos noticias de que se regalaban donuts, helados y hamburguesas tras el pinchazo de la dosis correspondiente. 
 
    Ahora en la ciudad de Guasintón después del chute, como denominan los drogadictos a la inyección estupefaciente, te ofrecen una cerveza. En Memphis se sortean automóviles de prestigiosas marcas. En Nueva York puedes asistir gratis presentando el certificado de buena conducta sanitaria que acredita que te has dejado inocular a un amplio abanico de eventos culturales (?) como partidos de baloncesto (!) o de beisbol (!) o entrar sin pagar al zoo a ver cómo viven los animales salvajes enjaulados, fiel reflejo de la humana condición. 
 
    Pero la iniciativa más curiosa ha sido sin duda la del Estado de Ohio (Vax-A-Million), que sortea un millón de dólares norteamericanos a la semana durante cinco semanas entre los súbditos que se hayan arremangado y prestado el brazo a la jeringuilla contra la covid-19. 
 
 
      Me recordaba a mí esto a un programa televisivo español de gran éxito que hubo a finales de los años 60 que se llamaba “Un millón para el mejor”, y que era como la lotería nacional. Con un millón ya entrabas en la categoría de millonario. Entonces se repartía un millón de las antiguas pesetas, que hoy, al cambio, no son gran cosa, casi "nada" (seis mil euros, creo), pero que entonces suponían un dineral que te "solucionaba" la vida en el sentido de que te permitía poder vivir sin trabajar o sea, sin dar un palo al agua. 
 
    Una iniciativa pública que ha sido anunciada por su Gobernador, al que algunos le han reprochado el enorme dispendio económico que supone. Pero él opina que lo que no se puede permitir es el derroche de vidas humanas, convencido como está de que el fármaco milagroso salva vidas. A tal fin ha destinado cinco millones de dólares del erario público que se sortearán a razón de un millón cada semana entre los ciudadanos mayores de edad, residentes en el Estado de Ohio y que hayan recibido al menos la gracia de  la primera dosis. 
 
    Confía así el señor gobernador en animar a los remisos votantes y contribuyentes a vacunarse, dado que el Estado de Ohio se halla varios puntos por debajo de la media nacional, y eso no puede consentirse. 
  
...Y la agraciada con el millón de dólares es: ¡Abbey Bugenske!
 
    La primera ganadora de esta lotería estatal ha sido una tal  Abbey Bugenske, joven de 22 años, que no se podía creer la noticia de que había sido agraciada con un millón de dólares cuando recibió la llamada del propio Gobernador para confirmárselo, creyendo que se trataba de una broma. La afortunada anima ahora a todo el mundo a vacunarse ("I would encourage anyone to get the vaccine).“Si ganar un millón no es suficiente incentivo, no sé realmente qué lo sería”, ha afirmado (If winning $1 million isn't incentive enough, I don't really know what would be")
 
    En los USA no faltan las estrategias del márquetin que se emplean para la comercialización de un producto y para estimular su demanda, confiando en que la ilusión movilice a la población más remisa. La suya es otra moral, protestante, evangélica, retribuida económicamente. Nosotros, aquí, más católicos, confiamos exclusivamente en la virtud salvífica de la fe, por lo que no se hace mucho uso de la mercadotecnia. La fe, por sí sola, obra el milagro y nos redime.

lunes, 31 de mayo de 2021

T.S.E. (Tested, Safe and Effective)

    La Agencia Europea de los Medicamentos (EMA), después de dar luz verde para poner la inyección del fármaco experimental a partir de los 16 años a todo cristo viviente, amplía ahora la franja de edad desde los 12 en adelante. 
 
    Asegura la mentada EMA que, tras el estudio realizado entre dos mil adolescentes, el inmunógeno (sic, por el término) tiene una efectividad del 100% entre los chicos de 12 a 15 años, una población que sin embargo ya estaba inmunizada naturalmente desde el momento en que a lo largo del año y pico que llevamos de pandemia no ha contraído la enfermedad, y en el caso de haber sucumbido a ella como daban a entender falsamente con el estigma de "positivo" algunas pruebas PCR realizadas, ni ha desarrollado síntomas ni la ha contagiado, de lo que se deduce que no necesitaba para nada ni las mascarillas obligatorias a partir de los seis años en los centros escolares, ni la segregación obligatoria de los estigmatizados con el sambenito de "positivo" y sus contactos, ni la administración ahora, no corriendo ningún peligro, de una sustancia capaz de provocar una respuesta inmunitaria innecesaria. 
 
 
    ¿Qué necesidad, en efecto, tenían los adolescentes de entre 12 y 15 años de ponerse una vacuna T.S.E. (i.e. tested, safe and effective, experimentada, segura y efectiva, según dice la propaganda de la EMA) en dos dosis separadas por un período de tres semanas? Ellos, probablemente ninguna. Pero los laboratorios estarán sin duda satisfechos de haber aumentado considerablemente su lucro y su clientela en el universo mundo. También los gobiernos y autoridades sanitarias podrán ponerse la medalla por salvar vidas que no corrían ningún riesgo a costa de hacer creer que estaban en grave peligro de muerte. 
 
 
    Por lo demás, hay que decir que el fármaco que quiere inoculárseles a los teenagers, del que obviamente no vamos aquí a hacer publicidad, no ha sido aprobado todavía, sino autorizado provisionalmente para su uso con la excusa de la emergencia sanitaria de la pandemia. Si desapareciera dicha coartada, es decir, la pandemia, que no deja de ser un constructo de los medios informativos, no tendría ningún sentido seguir con la campaña de inoculación. 
 
    Se dice sin embargo, ahora que se acerca el verano, que la pandemia está retrocediendo gracias, precisamente, a la masiva campaña vacunal, lo cual es la serpiente que se muerde la cola, el uróboro perfecto del cuento de nunca acabar.