Cuando yo estudiaba en
la Universidad, hace una friolera de años, se reivindicaba a voz en
grito en las manifestaciones izquierdistas y estudiantiles: “¡El
hijo del obrero, a la Universidad!”, y yo me sentía que era,
efectivamente, de alguna manera ese hijo de la clase obrera que estaba
consiguiendo a duras penas y con no pocas dificultades económicas
estudiar fuera de casa una carrera universitaria en la Facultad viviendo en una pensión cutre, lóbrega y barata. Había logrado lo
que me había propuesto, estudiar Filosofía y Letras, en concreto Filología Clásica, una carrera gloriosamente inútil, con el sacrificio de mis
padres y mío propio a través de becas y de trabajo veraniego en
correos, privándome de las vacaciones estivales de las que
disfrutaba el resto de mis compañeros.

Mi madre, huelga
decirlo, siempre fue un ama de casa. Profesión: sus labores. Un
eufemismo que quería cubrir aquel otro. Y, cuando me preguntaban por
la profesión de mi padre, yo no sabía qué decir. En los impresos
oficiales, ponía, con una mezcla indescriptible de vergüenza y a
la vez de orgullo: “Obrero”. Hubo una etapa del franquismo en que
se quiso imponer el eufemismo “productor” para sustituir a
“obrero” precisamente y aludir al trabajador asalariado por
cuenta ajena no especializado, que trabajaba a duros turnos en una
fábrica siderúrgica, como mi padre, denominación que por suerte no tuvo mucho
éxito y no triunfó.

El caso es que parece
que ya no existe la clase obrera, esa que según los marxistas estaba
llamada a redimir al género humano y a los parias de la tierra,
famélica legión, en la lucha final. Esa clase que todos los
primeros de mayo se santificaba con un resignado grito que yo no he
entendido nunca: ¡Viva la clase obrera! Yo creía que lo que
deberían gritar los proletarios era todo lo contrario: ¡Muera la
clase obrera! Porque "clase obrera" era sinónimo de
explotación, como cantaba John Lenon en su 'Working class hero', cuyo estribillo rezaba con sarcástica ironía que ser héroe de la clase obrera es algo que valía la pena o que había que ser. A mí me parecía que si esta clase social estaba llamada a la emancipación
lo que había que gritar era "¡Viva la libertad! ¡Abajo el
trabajo!". Pero lo que gritaban los trabajadores que celebraban el Día del Trabajo, dirigidos por los sindicatos
orgánicos y por sus respectivos caciques o líderes sindicales, como los
llaman hoy con flagrante anglicismo, obreros ellos mismos liberados de la cadena del trabajo asalariado, era “¡Vivan las cadenas!”.
A working class hero, John Lenon
Nos damos cuenta de
que existe la clase obrera cuando algún trabajador muere en algún
accidente laboral, olvidando que el accidente es que exista todavía
el trabajo mismo. Si antes el problema era proporcionarle suficiente
tiempo libre al trabajador, ahora el problema es proporcionarle al
parado un trabajo más o menos digno, una ocupación que no sea
provisional y basura precaria, un trabajo que acabe de llegar, pues
cada vez se tarda más en acceder al mercado laboral (sic) y en
jubilarse, entre un despido y la firma de un nuevo contrato eventual,
en períodos cada vez más exiguos. El trabajo ya no es algo serio
para toda la vida, sino algo provisional, eventual… Mi padre, que
antes recordaba, fue prejubilado, como tantos otros, antes de la edad
reglamentaria. Hoy sus restos mortales descansan en un nicho del
cementerio.
Aquella famélica legión (ideal), tras una distribución geoestratégica, como ahora dicen, y reparto consumista para optimizar la producción, ha sustituido la lucha final por apoyos simbólicos de miserias ajenas y el logro de derechos y deseos (sexuales) propios de distintas minorias que sean garantizados por la dúctil y siempre variable mayoría (democrática), y mientras tanto que ¡Viva la Economía!.
ResponderEliminarDesgraciadamente, sí, ha sido así, como bien dices.
EliminarEl lema de los campos de concentración y exterminio nazis rezaba en alemán ARBEIT MACHT FREI, lo que quiere decir: “el trabajo libera”. ¡Qué sarcasmo! ¿De qué libera el trabajo? ¿Quién me libera a mí del trabajo, esa maldición bíblica, dándome la alegría, el júbilo, de la jubilación anticipada?
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