lunes, 14 de marzo de 2022

"Hay que hacer + sacrificios"

    Carme Chaparro, periodista, escritora, presentadora -así se autodefine en su perfil de ístagran, recalcándolo en la lengua del Imperio por si fuera poco y alguien no lo entendiese: journalist, author, anchor- nos explica en su cuenta de tuíter, con un ícono de la bandera de Ucrania y otro de la paloma picassiana de la paz, cómo con cada grado de calefacción los europeos estamos dándole dinero a Putin “para masacrar a Ucrania”, y pone bajo su texto una fotografía de dos cadáveres supuestamente ucranianos ensangrentados. Sentencia que no vale donar comida o ropa, que hay que hacer algo más. Quiere que nos sintamos responsables de la masacre, por lo que concluye su mensaje con la siguiente reflexión: “Hay que hacer + sacrificios”. Ni siquiera escribe “más”, sino que utiliza el signo matemático de la suma para abreviar su mensaje tuitero del 10 de marzo. Coincide la  periodista, escritora, presentadora con nuestro Presidente del Gobierno, el señor Sánchez, doctor en economía, que, partidario como es de sancionar a Rusia por la invasión de Ucrania, sentenció que esas sanciones exigirán sacrificios a los españoles.

 

    Viene así a sumarse este texto aireado en sus redes sociales a la campaña que desató el señor Borrel, el Alto Representante de la UE para la Política Exterior, en su intervención en el parlamento europeo afirmando que Europa debe “recortar el cordón umbilical (sic) que une a nuestra economía con la rusa”, y pidiendo “un esfuerzo individual en recortar el consumo de gas (…) igual que cuando nos ponemos una máscara para combatir el virus”. 

    Carme Chaparro finaliza su piopío espetándonos con un lenguaje soez: “Baja la calefacción, estúpido”. Supongo que el mensaje va dirigido al que tiene calefacción en casa o en la oficina o va asiduamente al supermercado. ¿Qué les diría a los sintecho que duermen en la calle entre cartones y a los que no disponen de ella o a los que no pueden pagarla como no pueden pagar el recibo de la luz? 

    Lo curioso es que, por lo visto, el gas que se consume en España procede de Argelia, y no de Rusia, como reconoce la propia Carme Chaparro, que dice que sólo el diez por ciento del gas que consume España procede de Rusia. El señor Borrel también ha aclarado que su recomendación de bajar la calefacción para boicotear a Rusia iba no tanto para los españoles como para el resto de los europeos, que dependen en gran medida, casi en un cincuenta por ciento, del gas ruso. 


    La periodista/escritora/presentadora habla de “la calefacción que tenemos en casa, en la oficina o en el supermercado”, como si todos los europeos tuviéramos calefacción en casa, o trabajáramos en una oficina, o nos pasásemos la vida consumiendo en el supermercado. Hay mucha gente aquí en Europa, y en España sin ir más lejos, que no puede pagar la calefacción, que no tiene trabajo y que no frecuenta los supermercados porque no tiene dinero. Pero ella, además de istarnos al sacrificio, a hacer + sacrificios de los que hacemos, nos increpa llamándonos estúpidos.

    Nos tiene acostumbrados a este lenguaje insultante y al empleo de consignas institucionales como: “Quédate en casa, ¡coño!”, donde no se sabe muy bien si ese 'coño' es una mera interjección, como parece, o una orden que las altas istancias de su personalidad le dan al subcosciente para reprimirlo entre las piernas. También ha resucitado en sus redes sociales el leitmotiv istitucional del beso de la muerte: “El beso a una amiga puede ser el beso de la muerte a su madre”. 

    En suma, en esta locura salvavidas que nos ha entrado, si antes había  que atrincherarse en casa como estrategia contra el virus, ahora hay que bajar la calefacción para que se hunda la economía rusa, tal es nuestra contribución individual a una guerra justa y santa contra la pérfida Rusia.

    Otra mujer, Ana Botín, predica con el ejemplo y airea en la prensa que hay pequeñas cosas como bajar la calefacción de su casa a 17 grados que "los consumidores" -obsérvese con qué término la banquera nos define a todos- podíamos hacer. 

    ¡Qué enternecedora esa señora que en el apellido lleva su familiar e inevitable penitencia! Los consumidores lo mejor que pueden hacer con el consumo es consumirse, algo que va implícito en su propia condición como en la de ella hacerse con el botín, y cada vez deben hacerlo a mayor velocidad porque así lo exigen las interacciones impuestas por el sistema económico y político que ya sólo se sostiene y activa con la velocidad y cantidad de las transacciones y la saturación vital de imágenes que procesan los dispositivos para que los destinatarios de los mismos puedan sentirse también "activos". Desde las altas instancias se trata de que la oferta no decaiga, y desde las bajas que dicha oferta sea el sustancioso alimento que se demanda.

domingo, 13 de marzo de 2022

La auténtica guerra

    ¿Alguien creyó ingenuamente alguna vez que la pandemia y la guerra declarada al virus habían terminado y que por fin reinaría la paz universal? ¿Alguien creyó que por fin había llegado el tan cacareado fin de la historia que profetizó Fukuyama? Pues se equivocó. Ambos fenómenos, la epidemia ascendida a la categoría de pandemia universal, y la guerra con aspiraciones tercermundialistas o globalistas, son los ejes sobre los que se asienta el Great Reset o Gran Reajuste que programaron las élites a la sombra, o sea el Big Brother orgüeliano, y que sale ahora a la luz con la propaganda masiva, la fabricación de la opinión pública gracias al adoctrinamiento, y el consentimiento malinformado.

    Después de dos años de intoxicación informativa vírica, seguimos recibiendo por todas partes información tóxica, ahora de otra índole, concretamente bélica. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que estamos ante una película de guerra de buenos y malos: los buenos son los ucranianos y los malos los rusos, capitaneados por el diabólico zar Putin. Aunque hay algunos, una minoría, que ven la cosa al revés: los ucranianos son los malos y los rusos, que ya no soviéticos, los buenos.

 

     Sin embargo, a nadie se le escapará en el fondo que esto no es una película de Jólivuz del oeste americano de vaqueros y de indios, donde los primeros son los buenos y los segundos son los malos, que serán derrotados finalmente cuando haga su irrupción en escena el séptimo de caballería en el último momento. En realidad, en esta película de hazañas bélicas, no hay ninguno bueno, lo mismo que sucedió en nuestra primera guerra mundial literaria, que es la Ilíada que cantó Homero. En la Ilíada, como recalca Agustín García Calvo en el prólogo de su titánica traducción, no hay ninguno bueno. En esta épica primitiva, no hay uno que sea 'el Bueno", el chico de la película, todos son malos, todos detestables, tanto los hombres como los dioses. Claro que esto cambiará, y aparecerán en la evolución del género épico los héroes: el Cid campeador, por ejemplo, sin ir más lejos, entre nosotros.   

    Nos proponen ahora salir de la psicosis colectiva de la pandemia y entrar en la siguiente histeria comunitaria, esta rusofobia a la que todos estamos invitados a adherirnos bajo pena del mismo rechazo y de las mismas condenas sociales de excomunión si no proclamamos nuestra ucraniofilia. Si Putin es el villano, Zelenski es el héroe según los medios de comunicación oficiales occidentales que conforman la unánime opinión pública. Y no es así, pero no vamos aquí a incurrir en el error contrario de santanizar a Zelenski y divinizar a Putin subiéndolo a los cielos. En realidad no hay ningún tirano que sea bueno en esta ni en ninguna otra contienda. Y, en rigor, no hay ningún país, o sea, ningún Estado bueno,  que no sea un país o un Estado de mierda, por decirlo más a lo político, como en el viejo chiste de Gila.

 

    Hay una guerra estructural que no se declara, una guerra profunda, que es la que sostiene el Estado, cualquier Estado democrático o no,  contra el pueblo en la que estamos todos inmersos desde la cuna hasta la tumba.

     En esa guerra no hay nada como la designación de un enemigo común, un Malo, para unir a los pueblos que desconfían de su gobierno bajo una misma bandera.  Ya sucedió con la pandemia que declaró la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020, una pandemia más política que sanitaria, que nos ha hecho la vida imposible durante dos años con restricciones existenciales que han puesto en peligro nuestra salud física y mental. En la pandemia el malo malísimo, el Enemigo, el Maligno, era el virus, que pretendía matarnos a todos. Nada más lejos de la realidad, según los virólogos. El virus nunca quiere matar a su anfitrión, sino que lo hospede. No persigue la muerte, sino la simbiosis, o sea la convivencia.

    Pero igual que estaba prohibido pensar de forma diferente sobre el virus coronado, ahora está prohibido pensar de forma diferente sobre esta guerra, que en muchos aspectos tanto se parece a la otra, a la sanitaria, aunque solo sea por el interés que ha despertado en los medios que enseguida se han dedicado a fomentar el terrorismo periodista o periodismo terrorista, que es lo mismo, como decíamos el otro día, sustituyendo a los tertulianos y comités de expertos sanitarios por generales retirados, reporteros de guerra, geopolitólogos, y todólogos de salón, y hasta psiquiatras que analizan el alma atormentada y perversa de Vladimir Putin. 

     La mayoría de nuestros congéneres ya han seguido el ejemplo de la solidaridad balando al modo de Fuenteovejuna, todos a una, exactamente lo mismo que hicieron con el régimen sanitario. Nuestra época tiene decididamente encefalograma plano. No tolera ninguna contradicción, ningún cuestionamiento y promueve, además, un maniqueísmo binario estructurado entre un Bien y un Mal decretados universales e indiscutibles, y, ay del hereje que discrepe.

sábado, 12 de marzo de 2022

Virus ex machina

A semejanza del deus ex machina o ἀπὸ μηχανῆς θεός (apò mechanês theós), el dios del teatro antiguo que venía a resolver la trama del argumento de una obra en el último momento dándole un giro inesperado a la acción dramática al introducirse de repente en el escenario desde fuera con el artificio mecánico de una grúa, el virus ex machina, retransmitido en todas las pantallas por todas las cadenas de televisión del mundo tanto públicas como privadas, sirvió para que gracias al terrorismo periodista o periodismo terrorista, tanto monta, monta tanto, cundiera el pánico y la gente corriera despavorida a ponerse inyecciones a fin de salvar una vida que, según le habían hecho creer, corría gravísimo peligro.


 

viernes, 11 de marzo de 2022

Héroes y heroínas del COVID-19

    El Municipio o Auntamiento cántabro de Villaescusa donde vivo ha dedicado una placa conmemorativa de agradecimiento a los héroes (sic) y heroínas (resic) que “con su enorme esfuerzo nos ayudaron a superar esta pandemia”, declarada oficialmente como tal por la Organización Mundial de la Salud hace justamente hoy dos años, el 11 de marzo de 2020. 
 
    Cita la susodicha placa al personal Sanitario, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, con mayúsculas honoríficas, y, creo entender, a todos los que fueron declarados trabajadores esenciales y que tuvieron, por lo tanto, que seguir desempeñando sus funciones mientras los demás permanecíamos confinados en nuestros hogares bajo arresto domiciliario y sólo podíamos salir a pasear al perro, a la farmacia a buscar medicamentos o a hacer compra de artículos catalogados de primera necesidad por las autoridades que tenían competencia en la materia. Destacan entre los gremios citados "las cosedoras de mascarillas". Sin comentarios.
 

    La enumeración concluye con dos etcéteras y con una coletilla “a la gente anónima que dieron lo mejor de ellos mismos”, como si quisiera englobar sin decirlo expresamente a las víctimas del virus coronado, porque se entiende que cuando uno da lo mejor de sí mismo da su vida, y una de las características del heroísmo del héroe y de la heroína, si no la principal, es la muerte heroica, una muerte que da sentido a una vida carente hasta entonces de él. Hay un añadido posterior: “a nuestros mayores y a nuestros niños por su resistencia y valentía, por enseñarnos a salir adelante en los peores momentos."  Llaman la atención la conjunción de dos palabras, que al unirse quieren equipararse y que también parecen configurar otra característica del heroísmo:  resistencia y valentía.
 
    Parece, a fin de cuentas, que los héroes y heroínas del dichoso COVID-19 somos todos porque “todos juntos sumamos y ganamos”. No entiendo este agradecimiento, que se quiere hacer extensivo a todo el mundo, y que da así por concluida mágicamente la pandemia a fecha de 28 de Noviembre de 2021, poco antes de la sexta ola y de la confirmación del primer caso de la variante más contagiosa en España, gracias al heroísmo demostrado por toda la ciudadanía. 
 
Militares en la puerta del Sol (17 marzo 2020, operación Balmis)
 
     Es una ingenuidad creer que la obediencia -a eso es a lo que se refieren cuando hablan de heroísmo- a los caprichosos y arbitrarios dictados de los palos de ciego de las autoridades sanitarias (mascarillas sí, mascarillas no, confinamiento, desescalada, toque de queda, vacunación...) ha acabado con el virus, que todavía colea y persiste, y que ha marcado un hito en nuestras vidas que determina un antes y un después de la pandemia. Supongo que es cosa de los políticos, y del pensamiento mágico creer que la guerra al virus íbamos a ganarla nosotros. Pero es muy significativo que se considere heroísmo a la sumisión a la dictadura sanitaria, y creer ingenuamente que gracias a ese heroísmo colectivo hemos ganado la guerra.
 
    No está de más citar estas palabras  que el ilustre manco de Lepanto, don Miguel de Cervantes, escribió en El coloquio de los perros, ahora que los medios de masas han dejado de hablar de la pandemia y ahora que el terrorismo periodista o periodismo terrorista que practican, igual da que da lo mismo decirlo de una manera que de la otra, nos bombardea con otras noticias de otra guerra, nuevas más viejas que el catarro, para tapar y hacernos olvidar lo otro: "Pero esto ya pasó y todas las cosas se pasan; las memorias se acaban, las vidas no vuelven, las lenguas se cansan, los sucesos nuevos hacen olvidar a los pasados".

jueves, 10 de marzo de 2022

Ares, Arés

    En un hexámetro de la Ilíada inagotable de Homero, que es el número 31 del canto V, la diosa ojizarca Atena o Atenea (la Minerva de los romanos) apostrofa al impetuoso y beligerante Ares (el latino Marte, dios de la guerra), y le dice, tomándolo al mismo tiempo de la mano para convencerlo de apartarse momentáneamente de la batalla, lo que suena así en su lengua: Āres, Á-res broto-loigè, mi-aiphóne - teichesi-plēta (Ἆρες Ἄρες βροτολοιγὲ μιαιφόνε τειχεσιπλῆτα). Puede traducirse, por ejemplo, como hace Emilio Crespo Güemes por ¡Ares, Ares, estrago de mortales, manchado de crímenes, salteador de murallas!, descomponiendo los epítetos homéricos, o como hace más homéricamente Agustín García Calvo recreándolos con una palabra compuesta en nuestra lengua: ¡Ares, Arés, matahombres, sanguino, arrasabarreras!. En esto de la traducción, que siempre es una traición, cada maestrillo tiene su librillo. La de Crespo Güemes es impecable en cuanto a la letra, mientras que la de García Calvo lo es en cuanto a la música, es decir, en cuanto a la métrica, dado su loable empeño de reproducir en castellano con los acentos de palabra el ritmo del verso épico de Homero que es el hexámetro dactílico.

    Métricamente, por cierto, hay una curiosa irregularidad en el nombre del dios de la guerra. En la primera ocasión en que aparece el nombre de Ares, la alfa inicial es larga, mientras que la segunda vez, a continuación, la alfa es breve. La traducción en verso de García Calvo sugiere esta irregularidad haciendo que la “a” de Ares sea átona la segunda vez, acentuando la “e” del nombre del dios: “Ares, Arés...” 

Ares, Arés

    Dejando al margen estas peculiaridades de cada traducción, hay que decir que durante la guerra de Troya, que es la primera guerra mundial literaria de Occidente, Ares, el señor de los ejércitos e hijo de Zeus, que había prometido a su madre Hera y a Atenea ponerse del lado de los griegos, se pasa al bando troyano, mientras que Atenea, hija también de Zeus y diosa de la guerra en su aspecto estratégico, que odiaba a estos últimos, ya que el príncipe Paris en su célebre juicio la había postergado en favor de Afrodita, favorecía con su casco, su lanza y su escudo a los griegos, y, especialmente, a Odiseo.

    Con motivo de la disputa entre ambos dioses guerreros, que se narra en el canto XXI de la Ilíada, motivada porque Atenea, patrona de Atenas, dirigió la lanza de Diomedes contra Ares hiriéndolo, el dios dispara su lanza de bronce contra la Égida, el escudo o la coraza de Atenea, mientras que la diosa coge una gruesa piedra y se la arroja al cuello, derribándolo. Ares cae a tierra, y Atenea, triunfa sobre el dios, burlándose de él y también de su amante Afrodita que acude en su ayuda. Atenea, vencedora, venga así también el rencor de Hera, dolida, como ella, por haberse Ares cambiado de bando y pasado a ayudar a los troyanos. El cuadro de Jacques-Louis David que se exhibe en el Museo del Louvre, titulado El combate entre Ares y Atenea, conocido también con los nombres latinos de los dioses, El combate entre Marte y Minerva, representa esta escena, donde aparece también Afrodita, o sea Venus, contemplando apenada a su amado Ares desde el cielo. 

Combate entre Ares y Atenea, Jacques-Louis David (1771)
 
     Ares y Atenea son ambos dos dioses guerreros, pese a concebir la guerra de forma distinta, él como un fin en sí mismo, de un modo primitivo, ella como un medio para imponer la paz, es decir, la dominación de la polis, o sea del Estado. En realidad no son dos dioses antitéticos, sino de alguna manera dos caras de la misma moneda, con dos concepciones distintas pero complementarias de la guerra. 
 
    En este sentido, el episodio narrado del enfrentamiento entre ambas divinidades anticipa de alguna forma el desenlace de la guerra de Troya, en el que la astucia de los griegos (Odiseo/Ulises), encarnada en el caballo de Troya, más que la fuerza física que representa Aquiles, derrotará a los defensores de la bien amurallada Troya al cabo de los diez años que duraban ya la guerra y el asedio, otorgando la victoria a los helenos. 
 
    Ares y Atenea tienen en Grecia el monopolio de la guerra. Se lo dice Zeus a Afrodita cuando le aconseja que se dedique a lo erótico y se deje de empresas guerreras (πολεμήϊα ἔργα), en el verso 430 del libro V: Y eso a cargo irá todo de Ares veloz y Atenea (ταῦτα δ᾽ Ἄρηϊ θοῷ καὶ Ἀθήνῃ πάντα μελήσει. 
 
Atenea prómajos,
Leónidas Drosis (1836-1882)  
  
    Mientras Ares representa la furia guerrera desenfrenada, excesiva y desmesurada como la ira de Aquiles, Atenea, política e industriosa como es, sustituye la lucha furiosa de los héroes por el combate hoplítico ordenado. Como se afirma en el Diccionario de las mitologías de Ives Bonnefoy: Atenea reina sobre la guerra en la medida en que la guerra es una función de la ciudad en su conjunto. A Atenea se la representa πρόμαχος (prómajos), bregando en primera línea de combate, uniformada de pies a cabeza con el atuendo hoplítico: casco, coraza, escudo y lanza. Además porta un elemento mágico que es la Égida, unas veces como coraza y otras como escudo, que es arma defensiva, pero que posee en sí la cabeza de la Górgona, que petrifica con su mirada a todo aquel que le hace frente, por lo que es también un arma ofensiva. Atena representa la domesticación en el sentido de politización de la guerra. De alguna manera Ares es un dios primitivo, heroico, propio de la edad de bronce, mientras que Atena o Atenea pertenece a la edad de hierro actual y es contemporánea nuestra, encarnando lo que podríamos denominar con una flagrante contradictio in adiecto "inteligencia militar".  

miércoles, 9 de marzo de 2022

Ocurrencias que concurren

    Hay que ser conscientes de que la caja tonta no es tan tonta como puede parecer ingenuamente a primera y simple vista y ella quiere hacer que creamos haciéndose la tonta, ya que es una poderosísima arma psicagógica e inteligente de destrucción y distracción masiva que se declara en pie de guerra contra todos nosotros, su público televidente. 
 

     Las dos caras complementarias del Estado: De la pretensión del Ministerio de Sanidad de salvar vidas hemos pasado ahora a la del Ministerio de Defensa, o sea de la Guerra -llamemos a las cosas por su justo nombre, como es debido y se merece- de enviar a Ucrania para defensa de la paz armamento ofensivo made in Spain fácil de manejar -es decir, fácil de que el arma cargada por el diablo maneje al que pretenda manejarla. Nótese la contradicción inherente de la expresión “armas ofensivas para la defensa” de la población civil que según cacareó nuestra ínclita Ministra de la Guerra puede usar prácticamente cualquiera sin conocimiento ni licencia para hacerlo. 
 
 
    Frente al principio jurídico de “in dubio pro reo” hay jueces que esgrimen el contrario, que es “in dubio contra reum”, o sea en caso de duda, culpable el acusado. Uno, en situación de incertidumbre, es declarado infeccioso hasta que se desmuestre su salud, no su enfermedad; uno es prejuzgado culpable hasta que quede probada su inocencia, no su culpabilidad. La cuarentena se basa en la presunción de culpabilidad. Confían dichos jueces quizá en que el Juicio Final reparará los daños colaterales causados por sus juzgados -pero es justicia divina, no humana, la que premiará a los reos inocentes. 
 
 
  
    No se nace mujer, se llega a serlo, escribió Simone de Beauvoir. Igualmente descubre uno que tampoco se nace varón, llega uno a serlo, por lo que en definitiva no se nace, sino que se va uno haciendo y nunca termina de hacerlo, o varón o mujer. No hace falta decir que tampoco se nace hombre en el sentido genérico del término, o sea ser humano, y que cuando uno quiere darse cuenta de lo muy hecho que está es cuando le llega la hora y se deshace.
 
 
    Cuando la oferta supera a la demanda, se crea en economía de mercado, vía publicidad comercial y propaganda, la ilusión de la necesidad del producto y se programa a la vez su obsolescencia, poniéndole por un lado fecha de caducidad que nos anime a desecharlo y reemplazarlo pronto, y haciendo por el otro, efectivamente, que caduque. 
 
 
    “Si no hago nada malo, no tengo nada que temer”, dicen algunos partidarios de la vigilancia tecnológica de los prójimos por el Gran Hermano, lo cual está muy bien hasta que uno hace algo que cree que está bien hecho y por eso lo ha hecho -nadie, en efecto, obra mal a sabiendas, según el dicho probablemente socrático- pero que resulta malo a ojos de los demás, por ejemplo, a ojos de las autoridades competentes, que juzgan dicho acto delictivo y proclaman su maldad. Entonces uno tendrá serios problemas y mucho que temer. 
  

    La pregunta que deberíamos hacernos no es por qué hay gente que duda de la Ciencia, sino por qué hay gente que cree a pie juntillas en la Ciencia. ¿No será porque ha dejado de creer en Dios o en cualesquiera otras creencias o artículos dogmáticos de fe que tuviera, y tiene uno la imperiosa necesidad de creer en algo a toda costa, sea lo que sea para rellenar el vacío que ha dejado la vieja Religión?
 

 

martes, 8 de marzo de 2022

La verdad, primera víctima de la guerra

    ¿Quién dijo la frase famosa de que la verdad era la primera víctima de la guerra? ¿Importa acaso quién la dijo o importa, más bien, qué es lo que dice? ¿La dijo Ésquilo? ¿Philip Snowden? ¿Ethel Annakin? ¿Samuel Johnson? ¿Anne MacVicar Grant? ¿E. D. Morel? ¿W. T. Foster? ¿Agnes Maude Royden? ¿Hiram Johnson? ¿Arthur Ponsonby? ¿Rudyard Kipling? ¿Es anónima?

    Si la frase es famosa es porque, la dijera quien la dijese, mucha gente se apropia de ella porque siente que lleva la razón. La atribución más antigua de la autoría  corresponde a Ésquilo, pero no la encontramos así formulada en ninguna de las tragedias del dramaturgo griego ni en los fragmentos conservados. Lo más parecido que hay, salvando las distancias, sería el fragmento 301 v.1 que dice De una mentira justa no se aleja el dios (ἀπάτης δικαίας οὐκ ἀποστατεῖ θεός). Según esta sentencia se estaría justificando el engaño porque los dioses no se oponen a él si está justificado. Claro está que si un político, hombre de estado o militar cree que su causa es justa o sagrada, dotándola de tintes religiosos, tiene la venia de las divinas instancias para mentir y engañar a sus subordinados. Hay otro fragmento de Ésquilo, el 302 v. 1, otro trímetro yámbico, en el que abunda en la misma idea: La ocasión a veces de mentir la aprueba el dios (ψευδῶν δὲ καιρὸν ἔσθ’ ὅπου τιμᾷ θεός). 

'La guerra civil había terminado según el último Parte -léase telediario- Oficial de Guerra'

    Las dos citas de Ésquilo malamente pueden ser antecesoras de la frase que nos traemos entre manos. Lo que dice Ésquilo es que la mentira, en ocasiones, puede ser piadosa y aceptada por la divinidad, pero no menciona la guerra para nada. En conclusión la frase no está atestiguada en ninguna de las obras o fragmentos de Ésquilo que han llegado  hasta nosotros.

    Según la página Quoteinvestigatorque se dedica a investigar el origen de las citas más famosas,  la frase Truth is the first casualty of war, o sea La verdad es la primera víctima de la guerra, remonta a 1915 y a Ethel Annakin, constituyendo el testimonio más antiguo conocido, pero ella no se arroga su autoría pues se la atribuye a alguien no identificado, por lo que permanece en el más riguroso anonimato. Cierto es que Philip Snowden, su marido, ayudó a popularizar la expresión que, pronunciada en inglés originalmente, se ha traducido y repetido en todas las lenguas porque refleja, sin duda alguna, un sentimiento común compartido.

    La guerra necesita una justificación para ser aceptada y esta justificación es siempre una mentira, porque la guerra, sea cual sea la razón que quiera dársele, es injustificable.

Sin comentarios
 

   La mentira que es la primera víctima o casualty de la guerra noe s la información sesgada de cada bando, sino la propia proclamación o declaración, si todavía se estila, de la guerra misma como lo contrario de la paz. La propia declaración, solemne o no, de una guerra es mentira, porque la guerra es consustancial con la organización social, el Estado, y el Estado está en guerra contra el pueblo. El sentido de la frase va más allá de la dificultad que tenemos de discernir dónde se halla la verdad y de aquello que ya decía Machado de que todo el mundo tiene su verdad particular pero hay que buscar la general, la común ("la tuya, guárdatela"), más allá de la manipulación informativa, que es como simplifican algunos la frase, por parte de los dos bandos enfrentados.

    Desde Heraclito sabemos que la guerra es la madre de todas las cosas, él dijo que el padre, pero era porque en su lengua la guerra (ho pólemos) tenía género gramatical masculino. Desde Orwell sabemos que war is peace, que la guerra es la paz, o dicho de otra manera que la paz no deja de ser un estado de guerra no declarada, y desde Clausewitz que la guerra era la continuación de la política por otros medios, y, dándole la vuelta a la frase, la política, en tiempos de paz, la continuación de la guerra por medios más diplomáticos, pero no menos sangrientos porque la política es el arte de la dominación. 

    Merece la pena escuchar a Eduardo Galeano, cuando afirma que las guerras mienten. 

lunes, 7 de marzo de 2022

La escuela enmascarada

    Se recogen en este vídeo de Odysee algunos testimonios de maestros, profesores y médicos en contra de la imposición de las mascarillas en los centros escolares españoles. Se quiere romper con él el silencio (por fin, después de casi dos años), ahora, cuando parece que pronto se levantará la obligación general de llevarlas en  interiores de lugares públicos, cuando hace poco se ha levantado en exteriores, y también, por lo tanto en los patios escolares, aunque no así en las aulas ventiladas con las ventanas abiertas en pleno invierno, donde siguen imperando los viejos protocolos.  

    En el vídeo se dicen cosas como que en educación infantil, desde los primeros meses hasta los tres años, los niños han nacido prácticamente durante la pandemia, y los primeros rostros que han visto de los adultos, aparte de sus padres, estaban enmascarados. A niños y adolescentes se les ha privado de la expresión de los rostros durante dos años de su vida, y de buena cantidad de oxígeno. El encubrimietno del rostro dificulta la emisión de la voz y el diálogo. Ellos se han sentido tristes, cansados, ahogados, sofocados, con malestar general. En la escuela y en el instituto se les ha inculcado básicamente miedo. Esa es la educación que han recibido: miedo al contagio, miedo a la enfermedad, miedo a la muerte. 

 

    En este otro vídeo, tomado de la televisión, hablan jóvenes que confiesan que están tan acostumbrados a la 'mascareta' que no van a quitársela nunca porque se sienten seguros. Las chicas principalmente confiesan que se sienten feas sin ella. Quizá estas jovencitas comprendan ahora a las mujeres musulmanas que optan por el nicab o velo que las cubre el rostro.

    Finalmente, a propósito de algo de lo que ya se habla en el primer vídeo, que es el desastre ecológico que han supuesto, el Ministerio de Sanidad se descuelga con el siguiente mensaje en el que se nos ordena que si se nos ha caído al suelo o ha salido volando la mascarilla, que la depositemos en el contenedor de restos (sic, por basura) más cercano, y se nos informa, ahora, del desastre ecológico que supone el hecho de que una mascarilla tarde 300 o 400 años en degradarse. Y lo peor de todo es que no eran necesarias en niños ni adolescentes, ni en adultos sanos, para evitar el contagio. Sí eran necesarias, desde el punto de vista político, como instrumento de control sobre la gente. Increíble, pero cierto.


  Los que justifican su uso llegan a decir cosas como que, estéticamente, nos hacen más atractivos, lo que quizá explica lo que dicen estas chicas de que se sienten feas y que la mascareta las protege.

domingo, 6 de marzo de 2022

Operación salvamento: ¡sávese el que pueda!

    Ante el inminente estallido de la Tercera y Definitiva (porque a la tercera va la vencida) Guerra Mundial, que será nuclear o no será, las farmacias de Finlandia se quedan sin existencias de pastillas de yoduro de potasio, una sal de yodo que, al parecer, ayuda a la tiroides de los posibles supervivientes de la catástrofe radiactiva a no absorber la radiación externa disminuyendo así el riesgo de padecer cáncer a largo plazo. El miedo a un ataque nuclear dispara la venta del yoduro potásico. Y ante las noticias catastróficas del partido de fútbol Rusia-Ucrania, retransmitido por todas las cadenas, para distracción de los sufridos telespectadores, la gente hace acopio de provisiones y víveres en la vieja Europa. No hay datos de si la venta de papel higiénico ha aumentado, como sucedió al inicio de la pandemia, hace dos años, por el temor que tenía la gente de cagarse de miedo, pese a que se trataba de un virus respiratorio y no gastrointestinal.


     La tecnología, que avanza que es una barbaridad, ha logrado que las actuales bombas nucleares tengan una potencia mucho mayor que las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Ayer informaba la prensa de que la Bomba del Zar que posee Rusia era 3.800 veces más potente que la atómica, pero es que, además, la radiación generada es de tal índole que no hay ninguna posibilidad de sobrevivir si uno no muere víctima de la explosión. Pocas probablidades hay de sobrevivir, pero quizá sería mejor morir en el acto de repente que sobrevivir y padecer los efectos perniciosos de la radiación que acabarían acarreando una muerte lenta y dolorosa. ¡Que Dios nos coja confesados!

    De poco sirve cuando cunde el pánico que nos digan que una guerra nuclear acarrearía la total destrucción de tirios y troyanos, por lo que no parece muy probable que ni los unos ni los otros quieran enzarzarse en ella. Pero no parece muy sensato tomar unas pastillas como esas de yoduro de potasio sin prescripción facultativa, como sucedió con las vacunas contra el virus, debido a los efectos secundarios. Ya sabemos, no hace falta que la OMS nos lo recuerde, que a veces son peores los fármacos que las enfermedades que pretenden evitar.


     Ante el estallido de la Tercera Guerra Mundial hay quienes proponen otro tipo de soluciones, como un simpático “Curso a Distancia de Preparación, para Ser Llevado a Otro Planeta y Librarse de la Catástrofe”. No se aclara en el cartel de la propuesta si el curso a distancia de abducción extraterrestre se realizará telemática- o telepáticamente.

     Ovnis intergalácticos de salvamento nos abducirían y conducirían a otro planeta paradisíaco donde sería posible la vida sin guerras, sin viruses, sin desastres climatológicos, y donde viviríamos una perpetua Edad de Oro.

 


  No está mal, mejor que las pastillas de yoduro potásico, plantearse ante la intoxicación informativa que padecemos, una evasión del planeta Tierra, dado que al parecer los extraterrestres no tienen ninguna intención de invadirnos e infligirnos ningún daño, porque no les interesa nuestro desastrado habitáculo, pero sí parece que, como ángeles del cielo benefactores, están dispuestos a ayudarnos y salvarnos.

    El anuncio es catastrófico totalmente porque dice que en cualquier momento puede estallar la Tercera Guerra Mundial (si no ha estallado ya, digo yo) con la destrucción de Nueva York, merced a una bomba atómica nuclear, y el arrasamiento de la mayoría de las ciudades del mundo. Morirán tres cuartas partes de la población mundial, y la mayoría de las personas que queden vivas, se volverán locas, aseguran. Los supervivientes como mortales que son acabarán también muriendo, salvo que el yoduro de potasio les permita aguantar hasta la llegada de los salvíficos OVNIS o UFOS, que es lo mismo pero en la lengua del Imperio (Unidentified Flying Objects), que los abduzcan a la tierra prometida de Otro Planeta donde se pueda vivir... pero para eso es preciso hacer previamente el curso a distancia que se anuncia, y, además, seguramente, el salvoconducto del pasaporte COVID, por lo que los no-vacunados no deberían hacerse demasiadas ilusiones.

sábado, 5 de marzo de 2022

¡Que viene la Guerra!

    No sé si los escasos lectores que hurgan a veces en este arcón, a pocos telediarios que hayan visto, ya se han percatado, supongo que sí, de la puesta en escena, nunca mejor dicho, de una campaña mediática de intoxicación informativa idéntica a la que se desató con motivo de la declaración de la pandemia por la OMS allá en marzo de 2020, hace un par de años. 
 
    La finalidad de esta campaña es, como la de aquella otra, seguir inculcando cantidades ingentes de miedo en los oyentes y espectadores, votantes y contribuyentes. Se emiten imágenes bélicas y se entrevista a pobre gente aterrada que no sabe muy bien qué está pasando, cuyo testimonio nos contagia, como si del mismísimo virus se tratara. 
 
Estudio para magistrado, Gabriel Pérez-Juana (2022)
 
    Ocurrió lo mismo hace dos años: La sola imagen de múltiples ataúdes convenció a la gente de que podían estar destinados para ellos o sus seres queridos. Encerraron a los ancianos abandonándolos en las residencias por temor a lo que venía y nunca vino, y allí se murieron de asco y soledad. Lo mismo sucede ahora con las noticias de los bombardeos, las sirenas de alarma, los refugios subterráneos, el desabastecimiento de productos básicos... 
 
    Leo, por ejemplo, en la prensa digital que Rusia posee la llamada Bomba del Zar, el arma de destrucción total, “que es 3.800 veces más potente que una atómica”, y, claro está, si la lanza contra las bases norteamericanas españolas, por ejemplo, nosotros no tendremos escapatoria. Resucitan los fantasmas nucleares de la Guerra Fría en esta Guerra Caliente que ahora nos sirven. 
 
Batalla del Puente Milvio, Giulio Romano (1520-1524)
 
    Y también que Rusia ha tomado la mayor central nuclear de Ucrania y de Europa tras incendiarla en un bombardeo. Y, claro, ya están las autoridades (in)competentes, como siempre, alertándonos de que “si explota será 10 veces peor que Chernóbil”. 
 
    Sería interesante que si nos dimos cuenta del despliegue de aquella estrategia de deformación audiovisual entonces, la reconozcamos ahora y siempre que la utilicen, y no nos dejemos engañar niamedrentar por ella. Esto no significa que no haya ataques. Los hay, y muchos más de los que creemos o podemos imaginar, porque lo que no hay es paz. Como alertó Calino de Éfeso a sus contemporáneos allá por el siglo VII antes de Cristo “en paz creéis /  estar pero la guerra domina toda la Tierra”. Y hay guerras y guerrillas en muchos sitios, no sólo en Ucrania, que es lo único que los medios enfocan ahora con una intensidad cada vez mayor. 
 
    Contra este virus deformativo deberíamos instalar un antivirus en nuestros cerebros. Logran que pongamos nuestra atención en lo que nos echan y nos desentendemos de lo que de verdad pasa en el mundo, y de lo que pretenden nuestros mandamases que son los que mandan a la guerra a los soldados en son de paz so capa de causas justas y santas si hace falta y democráticas.
 
La Bomba del Zar
 
     La fórmula es sencilla: generar miedo, y más aún, intesificarlo, creando pánico, la más primaria de las emociones. Nos sacan a los chinos aterrorizados de Wuhan y en Ucrania a los ucranianos (o ucranios, como se empeña en escribir El País, y que admite la docta Academia). Después de las sangrientas imágenes, que a veces ni siquiera las emiten para que las recreemos nosotros en nuestra imaginación, que son tan horribles que no podemos concebirlas, o las difuminan para no herir nuestra sensibilidad, vienen las explicaciones de los expertos, esos tertulianos que están siempre opinando a los que alguien ha denominado “todólogos”, porque saben, o creen, que es peor, saber de todo lo habido y por haber. 
 
    De la noche a la mañana, los medios se llenan de geoestrategas, como antes se llenaron de virólogos y virólogas como Margarita del Val, que pululan y defecan sus opiniones en todos los medios. 
 

 
    Debemos acostumbrarnos a que la frase “es por la guerra de Ucrania” va a servir una vez más para justificar lo injustificable (como antes "es por la pandemia"), que algunos se enriquezcan y otros se empobrezcan más de lo debido y que se promulguen no pocas restricciones de libertades formales y se generalice la ciega obediencia, la obediencia debida. Nuestro presidente del gobierno el señor Pedro Sánchez ya nos ha advertido por lo pronto de algunos sacrificios que tendremos que hacer habida cuenta de las repercusiones económicas -y de eso sabe mucho, como doctor cum laude en economía que es-, para que vayamos preparándonos: "Debemos hablar con claridad a los españoles y españolas, las medidas van a tener un coste y van a exigir sacrificios, porque las sanciones a Rusia repercutirán en la economía de las familias y en los productos básicos".