El enemigo perfecto que necesitamos, en cualquier caso, es el invisible, el virus -veneno, en latín- que puede, agazapado, matarnos a todos y cada uno, el invisible que, sin embargo, pueden ver los expertos con sus potentes microscopios electrónicos, y fotografiarlo con sus potentes cámaras para mostrarnos su imagen y que así podamos verla todos, hombres que somos de poca fe, y comprobemos que, como Dios, existe, porque necesitamos ver para creer. Pero suele ser al revés la cosa, no nos engañemos, no necesitamos ver para creer, es lo contrario: necesitamos creer antes, lo primero de todo, creer que hay un enemigo, para poder verlo luego acechándonos por todas partes.
sábado, 20 de febrero de 2021
Nueva normalidad militar
viernes, 19 de febrero de 2021
Abanico de jaicus y tancas
Fuera ya el disfraz; / se ha acabado el carnaval; / mascarada, adiós.
Maldito reloj / que cuentas el palpitar / de mi corazón.
¡El magnolio en flor! / Febrero, loco de atar, / ¿quién te desató?
Si ella está, no estoy; / si yo estoy, no está. ¿Qué es? / La felicidad.
Igual que un ladrón / a la puerta, la vejez / acechando está.
Día y hora no / (ni almanaque ni reloj) / quiero yo saber.
Sombras de oro y luz / de niñez que no acabó / de pasar aún.
Ensordecedor, / canta el grillo su canción / con arduo tesón.
Patético amor / y patético Platón, / que lo recetó.
Impresión fugaz, / la gaviota en el azul / del cielo y el mar.
El barco en la mar / deja larga estela atrás. / ¿Qué voy yo a dejar?
Infinito ayer, / que proyecta su fulgor / hoy, ahora, aquí.
Contra el tiempo va / este momento a estallar / una y otra vez.
Moneditas de oro / suelta pobre acacia, rica / caridad de otoño.
Cofre del tesoro, / el arcón de los juguetes / y los sueños rotos.
Cantan las cigarras / pregonando los calores / de las horas largas.
La luna en el lago, / desnuda en cuarto creciente; / impúdico baño.
Tancas:
jueves, 18 de febrero de 2021
John Bull aséptico y desinfectado

miércoles, 17 de febrero de 2021
Mensajería brevísima
martes, 16 de febrero de 2021
Se acabó la diversión (Carnaval, carnaval...)
lunes, 15 de febrero de 2021
El triunfo perverso del doctor Knock
Un médico, el doctor Knock, llega a una pequeña población de la Francia profunda llamada Saint-Maurice. No sólo es médico, sino también doctor en medicina, como hará enseguida que todo el mundo le denomine con propiedad.
El doctor, escudándose en un lucrativo espíritu filantrópico que intenta frenar el progreso de las enfermedades de toda índole que acechan al género humano, se encargará, por lo tanto, de diagnosticarle a cada vecino su mal, poco importa si verdadero o falso, y de ponerle en tratamiento enseguida, con lo que alcanzará prestigio, poder y dinero, fomentando la higiene aséptica y la profilaxis: en eso consiste el triunfo de la medicina sobre la salud.
¿No nos recuerda esto a la paradoja de los “enfermos asintomáticos” de nuestros días, es decir, personas que no presentan dolencias ni síntomas de enfermedad y que, sin embargo, se definen como “enfermos” aunque sea al estilo del malade imaginaire de Molière? ¿No ha venido a decirnos nuestro doctor Knock particular que todos y cada uno somos o podemos ser enfermos si todavía no estamos malos y no hacemos algo para remediarlo como ponernos una mascarilla, evitar lugares concurridos y guardar distancia de seguridad para no chocar con los demás, e incluso guardar silencio en los transportes públicos como aconsejan algunas Comunidades Autónomas porque el virus podría transmitirse hablando(¡!), hablando, que es como, por otra parte, se entiende la gente?
El nuevo profesional, el doctor Knock, representa la antítesis del antiguo galeno, el entrañable médico rural Parpalaid, que le ha cedido su puesto, practicante de una medicina tradicional, curativa y poco lucrativa, basada en el principio hipocrático del primun non nocere (“lo primero y principal, no hacer daño”).
Knock, por su parte, practica la medicina profiláctica para lo que se gana enseguida el soporte del apoyo de las fuerzas vivas del pueblo, concretamente del maestro, del farmacéutico, que hasta la llegada del doctor no ganaba para subsistir, de la hostelera, que convertirá su hotel De la clef en el hospital del mismo nombre, y del pregonero del lugar, que hará publicidad de la consulta del doctor.
Con su estratégico método consigue amedrentar a los vecinos que hasta entonces vivían descuidados transformándolos en hipocondríacos enfermos potenciales y clientes sumisos que demandan constantes atenciones sanitarias y farmacéuticas, y se someten voluntariamente a chequeos, análisis y a todas las restricciones que se les imponen.
La telaraña tejida por el Dr. Knock acaba atrapando a todo el mundo de forma que la población de Saint Maurice queda finalmente dividida en dos grandes grupos: los enfermos y los sanitarios que trabajan a su servicio y, que indefectiblemente, en cualquier momento, podrán enfermar también y convertirse en pacientes.
Así se gesta el triunfo definitivo de la medicina sobre la salud. Cuando el médico anterior le reprocha que su método subordina el interés del enfermo al del médico, el Dr. Knock se defiende argumentando que hay un interés superior a ambos, que es el interés de la Medicina, el único que dice preocuparle.
El nombre propio “Knock” del doctor tiene innegables resonancias, pues en la lengua de Shakespeare significa “golpe/golpear”, en el sentido de llamar dando golpes a la puerta, pero también “to knock out” significa “dejar sin conocimiento”, dejar K.O. El Dr. Knock, efectivamente, nos ha dejado noqueados a todos y fuera de combate.
Pero no nos dejemos, sin embargo, engañar por los pintorescos nombres propios ajenos a nuestra geografía, lengua e historia: el doctor Knock es el Estado Terapéutico, las autoridades sanitarias de nuestros gobiernos subordinadas a la Organización Mundial de la Salud, y el pequeño cantón francés, cuyos habitantes se convierten de la noche a la mañana en pacientes/clientes, es el universo entero aquí y ahora. Todo un clásico, como todos los clásicos, de rabiosa actualidad.
La sonrisa amable en los labios de la comedia de Jules Romains, cuando cae el telón, nos deja no poco pensativos y perplejos. Quid rides? Mutato nomine de te fabula narratur, que dijo Horacio: ¿De qué te ríes? Cambiando el nombre la historia trata de ti.
domingo, 14 de febrero de 2021
Cementerio de elefantes (y II)
No
sé si hemos vuelto a la Edad Media o salido alguna vez de ella, pero
estamos metidos hasta las cachas en el lodo del necio fanatismo, ciega
fe y credulidad.
La relegación al ostracismo de la teología ha conllevado como contrapartida la sacralización de la ciencia, que pasa así a ocupar el lugar de la vieja religión.
sábado, 13 de febrero de 2021
Cementerio de elefantes (I)
Los cazadores codiciosos de los preciados colmillos elefantinos se dedicaron a la búsqueda infructuosa del cementerio sagrado, que sólo hallaron en sus sueños.
Incapaces de soportar la verdad, no razonamos, creemos en las ideas y sostenemos, como Atlas el mundo sobre sus hombros, la realidad a fuerza de mentiras.
viernes, 12 de febrero de 2021
Citas a ciegas en la casa de citas
Con M. I. Finley (1912-1986), el helenista norteamericano, que nos recuerda en su libro Aspectos de la Antigüedad, Editorial Ariel, (1975), en traducción del inglés de Antonio-Pérez Ramos, (pág. 195): que si bien al emperador Diocleciano se le recuerda por la “gran” persecución de los cristianos que se llevó a cabo bajo su reinado, desde un punto de vista histórico dicha persecución no fue tan importante ni tan sangrienta a juzgar por el número tan pequeño de víctimas que hubo. Escribe: Al revés, lo que Diocleciano no hizo lo hicieron sus sucesores cristianos: en seguida acabaron con el paganismo mediante métodos no menos intolerantes y crueles. (What Diocletian failed to do, his Christian successors accomplished in reverse. They soon wiped paganism out, by methods no less intolerant and brutal, en versión original).
jueves, 11 de febrero de 2021
Del lavado de cerebro
Es este proceso de sustitución lo que entre nosotros, con otra metáfora, se llamó "comedura de coco o de tarro" en los años ochenta y noventa del pasado siglo, cuando hizo fortuna en nuestra lengua esta expresión coloquial, empleada también en forma reflexiva cuando es uno mismo quien tras el lavado vuelve a ensuciarse. En el diccionario de la Academia figura como locución coloquial que se define como “ocupar insistentemente su pensamiento con ideas ajenas -pero todas las ideas son ajenas porque no hay ideas en rigor propias-, induciéndole a hacer cosas que de otro modo no haría.”
El lavado de cerebro y la comedura de coco son obviamente una manipulación que no es nueva en absoluto, sino el fruto del adoctrinamiento de la llamada "educación". El escritor George Orwell en su novela 1984, publicada en 1949, ya denunciaba técnicas de manipulación del pensamiento como la repetición de fórmulas a modo de religiosos mantras -quédate en casa, salva vidas...- que parecen cargarse de razón a fuerza de reiteración, aunque no utilizaba explícitamente la expresión "brainwashing" todavía.
La referencia inevitable sin embargo a Orwell no debe inducirnos a error. Si hablamos de 1984 como algo propio de otros tiempos y otros sistemas “totalitarios” que ya son historia, estamos considerando que el control y manipulación de las mentes es algo relativo a épocas superadas y otras latitudes y coordenadas espaciales y temporales, no a nuestra sociedad, no algo que se esté dando aquí mismo y ahora mismo precisamente entre nosotros.
Alguien podría objetar que la simple posibilidad de decirlo como estamos haciendo aquí avala que nuestra época es diferente, porque ahora hay libertad de expresión que antes no había y nos permite decir lo que queramos, pero esa mirada retrospectiva que nos obligan a echar atrás nos ciega ante lo que tenemos delante. Hay libertad de expresión, pero la ideología dominante -la “clerigalla secular” con que algunos se han referido al mainstream-, sólo nos deja decir que los únicos mecanismos de adoctrinamiento y de lavado de cerebro son aquellos que no se encuentran afortunadamente ya en nuestra sociedad y época.