sábado, 31 de octubre de 2020

Veinte mensajes breves embotellados

Terrorismo de Estado: permanezcan confinados y encerrados bajo su propio caparazón en arresto domiciliario hasta nueva orden porque fuera hay víruses mortales.
 
La obsolescencia de la moda hace que lo que hoy se lleva deje enseguida su usanza y devenga demodé; obsolescencia programada, que es envejecimiento acelerado.

Los individuos ya éramos individualistas antes del smartphone, pero ahora más: pese al "connecting people", vivimos atomizados, aislados y huérfanos de afecto. 

Se propone la creación de una Organización No Gubernamental sin ánimo de lucro y con proyección universal que sustituya a las naciones: Pueblos sin Fronteras.

Marx y Engels en el Manifiesto Comunista dicen que la clase obrera no tiene patria: pero, desaparecido prácticamente el proletariado, mejor diríamos el pueblo.

"Pueblo" es nombre común que, esencialmente apátrida, se resiste a ser contado,  y malamente admite gentilicios que lo delimiten geográfica- y políticamente.

Preciosa cita de Emma Goldman: prefiero rosas en mi mesa que diamantes en mi cuello, mejor la fragancia efímera de la rosa que la eternidad fría del diamante. 



El símbolo identitario que es la bandera sólo sirve para amortajar los cadáveres de los mártires que han dado hasta la última gota de su sangre por la patria. 

Los himnos nacionales son en su origen marchas militares, cánticos guerreros que exhortan a los enfants de la patrie a morir para dar sentido a su existencia.

El himno nacional, moderna versión de la vieja danza de la Muerte que a todos convida a bombo y platillo a bailar a su son, suena a fúnebre marcha funeraria.

Lo peor de cualquier himno nacional es que, en lugar de invitarte a bailar al son que te toca, te pone como voz de mando ejecutiva firme cual rígido cadáver.

“Sólo tengo lo que he dado” fueron las últimas palabras de Marco Antonio, amante de Cleopatra, antes de suicidarse, significando que valía más dar que recibir.

La visión de la realidad forjada a lo largo de los años se le venía ahora abajo de repente como por arte de magia igual que castillo de naipes en el aire.

Se hunde el mundo, derribado por su propio peso, y se le cae encima y lo aplasta machacándolo como a vil gusano con toda la fuerza de su inmensa gravedad.

Safó, la poetisa griega, dijo que Eros, nuestro Cupido, era un dios mythoplókos, tejedor de fabulaciones mil, catalogando el amor romántico de erótica ficción.

El pasado no está escrito y, por lo tanto, ni siquiera es historia porque no ha acabado de pasar todavía, está presente, vivito ahora y coleando entre nosotros.

No importa tanto acumular posesiones que, lejos de hacernos propietarios, se apropian de nosotros, como desprendernos, libres, de todas nuestras pertenencias.


Nadie habla de las cárceles, como si no las hubiera, pero existen para que los que están fuera crean que son libres o disfrutan acaso de libertad condicional.

Nos aferramos a cualesquiera símbolos identitarios como quien se agarra a un clavo ardiendo, desesperadamente, conscientes de que no tenemos ninguna identidad. 

A poco que se descuide uno, y a veces pasa, nos damos cuenta enseguida del engaño que nos venden y de la mentira que pretenden hacernos pasar por la verdad.

viernes, 30 de octubre de 2020

El hombre sin rostro

Es frecuente en Cicerón el leitmotiv “imago animi uoltus, indices oculi”, que repite en varias de sus obras: el rostro es la imagen del alma, los ojos sus principales indicios. La cara es el espejo del alma, decimos nosotros en el mismo sentido. ¡Cuántas veces los ojos nos han traicionado, es decir, nos han delatado y dicho otra cosa distinta de la que pretendíamos decir!

Escribe precisamente Cicerón en Las leyes I, 9: Pues habiendo (la naturaleza) lanzado a los demás animales al pasto (a que paciesen), solamente al hombre lo irguió y lo predispuso a la mirada al cielo como su origen y antigua morada, y configuró entonces el aspecto de su cara de manera que reflejara en ella los sentimientos más recónditos. Pues no sólo los ojos muy expresivos hablan de cómo nos afecta nuestro estado de ánimo, sino que el llamado rostro, que no puede hallarse en ningún otro ser animado más que en el hombre, pone de manifiesto nuestros sentimientos.

(Texto original: Nam cum ceteras animantes abiiecisset ad pastum, solum hominem erexit et ad caeli quasi cognationis domiciliique pristini conspectum excitauit, tum speciem ita formauit oris, ut in ea penitus reconditos mores effingeret. Nam et oculi nimis arguti, quemadmodum animo affecti simus, loquuntur et is qui appellatur uoltus, qui nullo in animante esse praeter hominem potest, indicat mores).


Resalto de la cita las última palabras: el llamado rostro (is qui appellatur uoltus) pone de manifiesto nuestros sentimientos, nuestro carácter, nuestras costumbres (indicat mores). Previamente ha dicho que la naturaleza, que es el sujeto elíptico de la primera frase, configuró entonces el aspecto de la cara del hombre (speciem ita formauit oris) de manera que reflejara en ella los sentimientos más recónditos (tu in ea penitus reconditos mores effingeret).

Distingue Cicerón en el texto dos palabras para referirse a la cara: el os (species oris) y el uoltus. Os es propiamente la boca, palabra que se ha perdido como tal en la evolución del latín al castellano y que sólo conservamos en el adjetivo or-al, donde la -s- de la raíz se ha convertido en -r- al ir entre vocales en virtud de la ley fonética del rotacismo. Había otra palabra latina para referirse a la boca que era bucca, sinónima de os, pero de extracto popular y registro menos culto y literario, al parecer préstamo de origen celta, que es precisamente la que ha pasado a las lenguas romances. El os es una parte del cuerpo no exclusivamente humano, sino compartido con otros animales, mientras que el uoltus sólo se halla en el hombre, porque sería el rostro propiamente humano.

La palabra “rostro” que elegimos para traducir uoltus, deriva del latín rostrum, que a su vez procede de *rod-(s)-trom, del verbo rodere “roer, rumiar”, significaba lo que sirve para roer, hocico, pico, boca... y designaba tanto la reja del arado como el espolón de una nave de guerra, de ahí que los rostra fueran en Roma sinónimo de tribuna de los oradores, y por lo tanto sinónimo del foro, porque dicha tribuna estaba decorada con los espolones o mascarones de proa de las naves capturadas al enemigo. La palabra está documentada en castellano en el siglo XV como sinónimo de cara, aunque previamente era el pico u hocico puntiagudo de un animal, como en latín, y poco después pasó a designar la jeta humana de aspecto bestial.

En principio la palabra uoltus, que se conserva en italiano volto con el significado de “rostro”, ha desembocado en el castellano bulto, siguiendo la curiosa trayectoria que señala Coromines: en principio significó lo mismo que en latín, pero en seguida se aplicó a las cabezas de los santos (1517), luego a las estatuas que figuraban de relieve del cuerpo de una persona especialmente en las sepulturas, para acabar designando a la masa corporal de una persona y finalmente a una masa cualquiera, es decir, a cualquier bulto. 

 

Si os es la cara por sinécdoque de la parte, boca, por el todo, uoltus sería el rostro, es decir, la cara que reconocemos enseguida como humana, la que no puede hallarse en ningún otro ser vivo salvo en el hombre, y esa cara, el rostro, es el auténtico espejo de nuestra alma.

Según Cicerón todos los seres vivos tienen cara, pero el ser humano tiene además, rostro, que tiene un lenguaje propio que a veces no puede expresarse con palabras y que no pocas veces las contradice. De hecho el lenguaje corporal, concretamente los ojos y la cara, expresan emociones, no sólo la tristeza o la alegría del estado de ánimo.

Según Giorgio Agamben, uno de los pocos intelectuales críticos contra las medidas políticas que han adoptado los Estados so pretexto sanitario,  “el rostro es el lugar de la política”. El rostro sería el lugar del reencuentro con el otro, en cuyos ojos nos miramos y nos reflejamos como en un espejo. Lo que le lleva a decir que un país como el suyo (Italia) o el nuestro, podemos decir nosotros,  que ha decidido cubrir los rostros de sus ciudadanos con mascarillas son países que renuncian a la política entendida en sentido amplio de vida social, decretando el distanciamiento como medida preventiva de futuros males mayores y la reducción de relaciones sociales y familiares. Son paísesen los que el Estado totalitario (y todos los Estados son totalitarios) decide salvar al pueblo a costa de su salud, sacrificándolo. Se dicen a sí mismos, aplicando el terrorismo de Estado: Salvemos al pueblo inmolándolo en aras de la salud.   

jueves, 29 de octubre de 2020

Mensajes breves en una botella

Escribe una Catedrática Emérita de Ética y Filosofía Política que las Humaniades aceleran el progreso humano y proporcionan,  qué pena, beneficios económicos. 


Los filósofos desmitificaron en la Grecia clásica los mitos tradicionales para dar paso a los propios de su cosecha, mitificando así el pensamiento filosófico. 


Desde Sócrates, condenado por no creer en los dioses y por corromper a la juventud, la función de la filosofía es precisamente esa:  descreer y "corromper".

Los prolongados y hondos mugidos de la vaca a la que le han arrebatado el becerro en una explotación ganadera son la expresión de dolor más genuina que conozco. 

Cuenta Iriarte que dos conejos perseguidos por una jauría de perros se pararon a discutir si sus perseguidores eran galgos o podencos, y... fueron alcanzados. 

Las naciones, jaulas del zoológico humano, izan banderas y establecen fronteras, pero el pueblo sin adjetivo gentilicio, él no tiene ni fronteras ni banderas.

El carácter democrático e igualitario de la muerte, que invita a todo Cristo a bailar con ella tarde o temprano sin que ni Dios se libre, es indiscutible.



Los decimonónicos sindicatos obreros son hoy con sus reivindicaciones salariales y profesionales meras gestorías laborales, ay, apéndices del Estado y Capital. 

El Estado, aunque haya abolido la pena de muerte de su legislación, no deja de perpetrar el crimen de Estado, porque esa y no otra es su función constitutiva.

El Estado como conjunto con pretensión de cierre trata de que todos sus elementos estén definidos y sean computables -un hombre, un voto- a todos los efectos.

La función del Estado es la clonación: la formación de individuos, contribuyentes y votantes genéticamente idénticos, cortados por el mismo patrón educativo.

La clonación, del griego κλῶν, vástago o retoño, es el proceso que nos hace iguales a todos y cada uno: una copia, un calco lo más exacto posible del modelo.

Antivillancico: A Belén con los pastores, madre, yo también iría a honrar al recién nacido y rezar mi letanía: líbranos, Jesús, de Cristo y de la cristianería. 

Así como hubo una teología de la liberación pero no una liberación de la teología, hay pedagogía de la liberación pero no, lástima, liberación de la pedagogía. 

Los adeptos al Régimen dicen que las vacaciones sirven para desconectar. ¿Para qué vale eso si no es para poder volverse a conectar tras recargar la batería?

El triunfo del capitalismo consummatum est: fundir a burgués y proletario en la misma persona: emprendedor que se explota a sí mismo constituyéndose en empresa.

No reivindiquemos mejoría de las condiciones de vida de los esclavos, sino fin de la esclavitud, ni aumento de sueldo, sino abolición del trabajo asalariado.


Adivinanza: No conoce fronteras, viaja por todo el mundo, y siempre es bienvenido, querido y aceptado. Y no es el ser humano: (Don Dinero, poderoso caballero). 

Los mapas políticos se imponen a los físicos trazando líneas fronterizas arbitrarias que no hay en la naturaleza para que haya en el mundo patrias y naciones. 

El deseo, que es, según Cernuda, pregunta cuya respuesta no existe y nadie sabe, quiere lo que no tiene, pero si por fortuna lo adquiere, deja de quererlo.

miércoles, 28 de octubre de 2020

Contra el Toque de Queda y el Estado de Alarma

Personalmente a mí no me afecta mucho el Toque de Queda (o Restricción de Movilidad Nocturna (sic), como prefiere el Presidente del Gobierno haciendo no un ejercicio, como asegura, de moderna pedagogía, sino más bien de gramática parda consistente en cambiarle el collar al mismo perro) decretado de las 11 de la noche a 6 de la mañana porque a esas horas suelo estar durmiendo, por lo que no me supone demasiada molestia que me prohíban salir a la calle como sin duda supondrá para otros acostumbrados al ocio de la noche. 

Como me escribe un viejo amigo: “Te das cuenta de que eres mayor cuando ponen un toque de queda de 23:00 a 06:00 horas y tu vida no cambia nada”. Pero el hecho de que mi vida no cambie sustancialmente y casi no me entere, si me descuido, de la promulgación del edicto, no significa que no me importe en absoluto o, peor, que yo acepte este coup d' État que es el cerrojazo nocturno que se presenta como mal menor aconsejado por unos supuestos expertos para evitar el mal mayor que sería, otra vez, el confinamiento general, porque, aunque a mí personalmente, insisto, no me incumba,  no puedo aprobar una restricción de la libertad que es una imposición intolerable de la dictadura "sanitaria" -en realidad política- que se ejerce contra el pueblo desde las altas esferas del Estado, so capa de velar por la salud de todos sus vasallos amargándoles la vida. 

Este Toque de Queda que nos imponen ahora, al igual que el encierro que nos endilgaron a mediados de marzo, no parece muy razonable ni útil tampoco para conseguir lo que pretende, que era, es y sigue siendo “aplanar la curva”, una curva que, si la hubo alguna vez, se aplanó por sí sola. Intentan justificarlo con supuestos argumentos que son majaderías como que el virus se ha vuelto trasnochador y se mueve en entornos juveniles, familiares y amistosos, sobre todo los fines de semana, por lo que hay que "reducir las relaciones sociales" y castigarnos a todos sin dejarnos salir de casa.  Aquel confinamiento y este Toque de Queda son intrínsecamente perversos porque no son más que, se mire por donde se mire, una imposición totalitaria y autoritaria que nos viene de Arriba, de donde no puede caernos nada bueno, como bien sabemos los de abajo. 


Lo denuncian algunas voces contestatarias y rebeldes, como el viejo roquero irlandés Van Morrison. Los viejos roqueros nunca mueren. Los jóvenes se imponen la mordaza y callan.  Pero ahí está el león de Belfast, rugiendo más vivo que nunca con este estupendo temazo que acaba de sacar contra el encierro: No more lockdown, un tema digno de lo mejor de él:  "No más confinamientos/ no más excesos del Gobierno/ no más matones fascistas/ alterando nuestra paz", así traduce el periodista de un periódico español que no voy a citar la letra de su última canción torticeramente porque lo que dice es: no more fascist police /distubring our peace: no más policía fascista /alterando nuestra paz. Y sigue:  "No más recortes de nuestras libertades/ de nuestros derechos dados por Dios/ alegando que es por nuestra seguridad/ cuando en realidad es por nuestra esclavitud".  Me llama la atención lo que querrá decir lo de los "derechos dados por Dios", en inglés original: our God-given rights. Si Dios nos da los derechos, Dios mismo (o sus adláteres, como el Estado mismo en este caso) nos los quita. Merece la pena oírlo y escucharlo:


Al parecer, no se podía declarar el Toque de Queda en las Españas como pretendían algunos reyezuelos democráticos de las taifas autonómicas (a imitación del Pétain con ínfulas de Napoleón que gobierna en el país galo) porque atentaba contra las libertades constitucionales. Por consiguiente, se declara el Estado de Alarma que para eso está previsto en nuestra Charta Magna,  para justificar la restricción de libertades.  
 
¿Qué justifica la declaración del Estado de Alarma? Pues la famosa segunda ola, una ola que no la hay, pero atención, se la inventan, la crean ex nihilo y aparece, como por arte de magia, cuando alguien enciende la televisión ingenuamente. Llevaban mucho tiempo anunciándola: Lo peor está por venir... ¡Que viene la ola -como el lobo del viejo cuento! El encendido del electrodoméstico la hace ex-sistir (que etimológicamente significa, levantarse, alzarse,  hacer salir fuera de, brotar, surgir), existe porque sale de la caja tonta, que es el medio por excelencia que sirve a la creación de fantasmas y manipulación de la opinión pública, medio, pues, de propaganda y consiguiente propagación del virus coronado, un virus que tampoco existía antes de su televisiva difusión. Hacen que ex-sista esa segunda ola y la fuerte marejada concomitante que haga falta, y que sea incluso mucho mayor que la primera, si es que la hubo alguna vez, y que aun sea mucho más que una ola del oleaje corriente: que sea la ola gigantesca de un auténtico tsunami producido por el cataclismo de un seísmo o de una erupción volcánica en las entrañas del fondo de los mares...

Pero, aunque ex-sista, que quede claro, no hay segunda ola. Por la calle no hay cadáveres ni enfermos muriéndose por las esquinas, ni más muertos de la cuenta en los hospitales de Dios por estas fechas. Lo que sí hay es figuras sin rostro, niños sin sonrisa, gente solitaria que lleva encima la mascarilla puesta, la tristeza y el acojonamiento por la calle. 


No hay, pues, segunda ola. Lo que llaman así los políticos y los periodistas apesebrados a su servicio no es más que la excusa perfecta, la coartada ideal para justificar no sólo el Estado de Alarma, sino lo que haga falta, por ejemplo la existencia misma del Estado democrático moderno y posmoderno.

 ¿Y si ni siquiera hay virus? Igual da. Se inventa. Me cuentan que un otorrinolaringólogo francés, un tal doctor Bensadoun, ha reconocido públicamente por la televisión de su país que lo que hace un par de años él y su equipo de especialistas diagnosticaban como “rinofaringitis”, es decir, la infección inflamatoria de las vías respiratorias que afecta a la faringe y a las cavidades nasales, lo designan ahora, la misma dolencia y los mismos síntomas, como la enfermedad del virus coronado... una enfermedad que es o bien un puro invento o bien una metonimia, en el sentido de etiquetar una patología con el nombre de otra, un simple cambio de nombre. Ahora se llama enfermedad del virus coronado a viejas afecciones conocidas de toda la vida, como las gripes o el catarro de Matusalén.

La proclamación del Estado de Alarma justifica per se la existencia de la monarquía constitucional del virus coronado y de la segunda ola coronovírica, y, de rechazo, la primera de la que esta sería consecuencia. Es la serpiente que se muerde la cola, el uróboro perfecto. Existe el virus, luego declaro el Toque de Queda. Declaro el Toque de Queda, luego existe el virus. Pero no hay relación lógica de causa a efecto ni de efecto a causa. Necesitaban un marco legal para legalizar, que no legitimar, que no es lo mismo, las medidas autoritarias de la dictadura sanitaria. 

La existencia del propio Estado del Bienestar necesitaba una justificación. Ya no le sirve la lucha contra el terrorismo, cada vez más reducido a mera anécdota sangrienta como el deplorable caso del profesor francés decapitado por un fanático islámico por enseñar a sus alumnos las caricaturas del Profeta... Necesitaban un Enemigo más terrorífico, potente, amenazante y globalizado que el terrorismo tradicional, y lo han encontrado en este pobre y minúsculo bicho invisible a ojos vista que todos sin excepción podemos contraer y albergar dentro... sin enterarnos, que es lo más raro, a no ser que nos hagamos un test de Reacción en Cadena de la Polimerasa (vulgo PCR), y resulte positivo. 

Necesitaban un Enemigo a ser posible interno, no externo, y asintomático, que justificara la guerra contra la gente: el enmascarillamiento general, la distancia social, la reducción de relaciones sociales, el cierre de fronteras, la habilitación de otras que hasta ahora no existían, como el blindaje de las autonomías españolas, que compiten entre sí por ver quién tiene más o menos casos positivos, y  se clausuran perimetralmente, el confinamiento de barrios y de ciudades enteras, la Nueva Normalidad, el ejército y la policía de patrulla por las calles, el rastreo de contactos, la cuarentena, el Estado de Alarma, y, ahora, el cerrojazo nocturno del Toque de Queda por “la gravísima situación que estamos atravesando”, y porque, como siempre "lo peor está por venir". 

Ese virus resulta que estaba en acto o en potencia aristotélica en todas y cada una de nuestras personas, que son en un 95% portadoras asintomáticas del bicho contra el que hay que luchar, el enemigo despiadado y cruel que hay que doblegar y contener... ¿Qué intereses hay detrás de esto? ¿Qué conspiración, complot o conjuración subyace? ¿A quién le interesa el crimen en el sentido de reportarle beneficios económicos o políticos al menos?  Al Estado, cada vez más desprestigiado en su papel de asistente social, y a los políticos que lo gobiernan. 


¿No vemos cómo la mayoría democrática de la población y hasta, si nos descuidamos, la mayoría de nosotros mismos aprueban como si fueran “saludables” las medidas políticas, que no sanitarias,  que toma nuestro gobierno y casi todos los demás gobiernos, a imitación los unos de los otros? ¿No vemos cómo los gobernantes sean del signo que sean, de izquierdas o de derechas, aceptan condescendientes estas normas restrictivas de la libertad en nombre del supuesto bien común superior, que sería la salud de todos y cada uno? Nunca se había visto una unanimidad mayor: la justificación del Estado, suprema lex,  en última instancia, viene a ser la salus populi: salvarnos la vida, para lo que no tiene ningún inconveniente en hacérnosla imposible, es decir, en suministrarnos la vacuna de la muerte “por nuestro propio bien” en pequeñas dosis letales.

En otros tiempos fue la Iglesia la que pretendía salvar el alma de los fieles, ahora es el Estado el que pretende salvar no ya las almas, sino las vidas de sus votantes y contribuyentes, para que, agradecidos, sigan  contribuyendo y votando sin rechistar, con júbilo y sin perder ni un ápice nunca de la fe que sustenta al endriago. Asegurar su propia supervivencia es el objetivo de ese mostro, que es el Estado según las certeras palabras de Friedrich Nietzsche: Estado se llama al más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “Yo, el Estado, soy el pueblo”.

martes, 27 de octubre de 2020

Treinta y dos mensajes breves



La diferencia entre izquierdas y derechas se ha difuminado: votar es un ejercicio conformista y trivial de expresión de gustos y preferencias personales.


El acrónimo TINA (there is no alternative, no hay alternativa), esgrimido como eslogan por Margaret Thatcher, justificaba lo injustificable: la realidad. 

Tengo que trabajar no pocas horas diarias, me pagan un salario de miseria, pero tengo que estar contento y agradecido porque tengo un trabajo por lo menos.

¿Cuántos Imperios que se creían eternos e inamovibles no han caído uno tras otro a lo largo de la Historia? ¿No sucederá lo mismo con el que ahora padecemos?

Lo cantaba Radio Futura en los ochenta: Nunca se puede saber / lo que va a ocurrir mañana, / salvo que al fin de semana / sigue el lunes otra vez.
 
Una palabra: mortinato. Procede del latín mortuus 'muerto' y natus 'nacido'. Significa "ser vivo que nace muerto". Todos, de algún modo, somos mortinatos. 

¿Cómo se entiende que unas mismas acciones, dependiendo del punto de vista que adoptemos, sean hazañas heroicas para unos y para otros actos terroristas? 

Sobre la procrastinación. Dos hendecasílabos finales de un soneto de Lope de Vega: "Mañana, le abriremos", respondía, / para lo mismo responder mañana

La función fundamental de las Fuerzas de Seguridad del Estado es crear inseguridad: que cunda el pánico para que la gente, acojonada, demande protección. 

Previsión meteorológica. Siempre en estado de alerta permanente ante el temporal que se avecina: alerta amarilla, naranja, roja. Lo peor está por venir. 

MEA MAXIMA CVLPA. En la Edad Media, en los tiempos de la vieja religión, todos éramos pecadores; ahora en la férrea Edad Contemporánea todos somos culpables. 

¿Estado del Bienestar o bienestar del Estado? ¿Quién quiere estar bien? Nadie: Lo que cualquiera quiere no es bien estar, sino vivir bien, que no es lo mismo. 

ALIVS ET IDEM: Otro y el mismo. Esta expresión indica que un individuo cambia y sigue siendo el mismo. Cualquiera. Yo mismo, por ejemplo: cambio y soy el mismo.

La antítesis de la víctima y el verdugo halla su síntesis perfecta y más cumplida en el heautontimorúmeno: víctima y al mismo tiempo verdugo de sí mismo.

Los cristianos en el siglo IV pasaron de perseguidos a perseguidores, de víctimas a verdugos de los que no eran cristianos, y también de sí mismos. 

Tenemos demasiadas ideas. O mejor dicho: nos tienen a nosotros. Si no se materializan por las buenas, lo hacen por las malas, llegando incluso a matar. 

Pregunta y respuesta redundante de Charles Darwin: ¿Quiénes sobreviven? Los que mejor se adaptan. ¿Quiénes son los que mejor se adaptan? Los que sobreviven. 

Otra pregunta y respuesta redundante: ¿Quiénes ganan? Los mejores. Pero ¿quiénes son los mejores? Los ganadores. ¿Son los perdedores, acaso, los peores? 

Al pan, pan; y al vino, vino. Nuestra actual Ministra de Defensa oculta que el Ministerio que regenta es el de la Guerra y el de Marte, el dios beligerante. 

A los políticos a veces se les escapa la verdad por la boca y hablan entonces de la dictadura de los mercados, de las leyes mercantiles que nos gobiernan. 

En las instituciones académicas no fluye el diálogo sino el monólogo de la letra escrita, y lo proclamo ex cáthedra desde mi execrable condición de profesor.

La palabra Estado está emparentada etimológicamente con establo y estabulación, lo que nos reduce a votantes y contribuyentes a la condición de reses de ganado.

Si hay algo que nos es común a todos, es el lenguaje oral, la lengua materna y analfabeta, y no la letra escrita de la escuela que sólo con sangre entra. 

Las palabras dicen a veces más de lo que parece a simple vista: partidos políticos, por ejemplo, porque parten al pueblo y lo tienen repartido y dividido. 

A cambio de nuestro voto y de la contribución con nuestro diezmo a la Hacienda Pública, papá Estado nos ofrece una vida estable y llena... de aburrimiento. 

Todo cambia para no variar, o todo varía para no cambiar. Es la suma paradójica del tópico del OMNIA MVTANTVR con el NE VARIENTVR de la edición definitiva. 
 
 

La razón no es patrimonio de algunos, de los que creen tenerla, sino de todos, porque es diálogo y no monólogo, discusión que fluye a través de las palabras. 

Puede que la razón sea un río que fluye. Si quieres tenerlo, tienes que detenerlo y contenerlo, y entonces ya no es un río: es un embalse o un pantano. 

Los paladines defensores del realismo vociferan: ¡Así es la realidad! ¡Así son las cosas! Pero siempre caben la duda y la pregunta: ¿Cómo son las cosas? 

Lenguaje corriente y moliente, que fluye como el agua y corre de boca en boca, y, al molerse con el uso, se va puliendo como los cantos rodados de los ríos. 

Si necesita que creamos en ella para poder mantenerse en pie, es que sin nuestra fe su credibilidad no se sostiene y se viene abajo el edificio de la realidad. 

Las muchas fobias no son sólo miedos etimológicos, sino odios, porque el miedo y el odio son hermanos gemelos, y uno no camina nunca solo sin su hermano. 

 

lunes, 26 de octubre de 2020

Jaicus otoñales

Un jaicu otoñal: / hoja seca que al caer / muerta echó a volar.

 

Un frío glacial / ha comenzado a roer / mis huesos sin fin.

 

En la noche, heló / y la helada congeló / el río otra vez.

 

Sopla el vendaval, / y entre los árboles hay / vuelo de hojas mil.

 

Jaula abierta, y no / quiere el pájaro salir: / no sabe volar.

 

Hombre recto, igual / que una vara de bambú, / muy poco de fiar.

 

¿Soy feliz? No sé. / Creo que lo fui una vez, / hace tanto que...


Embozado, ¿a quién / vas, o te va, a contagiar, / solo como vas?

 

Tu sonrisa ¿quién / va en tus labios a leer, / velándonosla?

 

Se ha echado a gemir / de pronto el viento del Sur, / susurro autumnal.

 

¿No oyes el runrún / del viento murmurador, / hablando sin voz?

 

Hojas secas mil / pisándolas sin querer; / estremecedor.

 

Del viento el rumor, / barriendo hojarasca está / que me avienta a mí.

 

Del agua al beber, / escuchando la canción / en el manantial.

 

A la venta está / ya en el centro comercial / otra Navidad.

 

 Mordaza y bozal, / no se puede respirar; / mascarilla, adiós.

 

Siempre carnaval. / El vestido es el disfraz; / máscara la faz.

 

¿Quién va a detener / en prisión al huracán / hijo del monzón?

 

¿Credibilidad? / Digna de confianza no es / ni hay ninguna fe.

 

No sé qué iba a hacer / yo sin mí, pudiera así / ser tal vez feliz.

 

Floreció en mitad / del invierno, a la sazón, / el espino albar.

 

 

 

Volverá la flor / del endrino a blanquear: / no he de verla yo.

 

¿Quién gobierna aquí? / ¿Soberano el pueblo es? / ¡No! Reina el reloj.

 

La alcancía ya / llena de dinero está / sin ningún valor.

 

Un espejo y yo / no me reconozco en él: / ese no soy yo.

 

Un don Nadie soy. / Nada menos, nada más. / Otro igual que yo.

 

Viejo verde, en pos / de dorada mocedad, / joven sesentón.

 

No me olvida a mí / un recuerdo que olvidé, / ni me deja en paz.

 

(a Iván Illich) Es la Educación / nueva y religiosa fe / laica, universal.

 

(A Tomás Ibáñez) ¿Tomar el Poder? / Nunca tomas el Poder: / Él te toma a ti. 

 

La primera nuez / cayó, pregón de que ya / otoño llegó.

 


 

Tú lo olvidarás / pero no te dejará / su recuerdo en paz.

 

Un rayo de luz / de la luna llena entró / por el ventanal.

 

¿La felicidad? / ¡Ah, qué más quisiera yo! / ¡Ya no vive aquí!

 

Un espejo, en él / veo a otro como yo: / mi otro que eres tú.

 

Hay rebajas ya, / última oportunidad, / saldos de ocasión.

 

La sonrisa, así, / tras la mascarilla, no / se perfila ya.

 

A un charco cayó, / entre nubes de algodón / la luna otoñal.

 

Alfileres mil  / por la espalda me clavó / el acupuntor.

 

No hace falta rey, / ni tampoco que haya ley / ni sumisa grey.

 

En el lago está / la luna bañando allí / sin ningún pudor.

 

Chupando el pezón, / niño pequeño ojalá / fuera yo otra vez.

 

Navideño sol, / ha nacido el astro rey, / viejo niño Dios.

 

La noche cayó. / Hay toque de queda. El sol / no puede salir. 

domingo, 25 de octubre de 2020

SI VIS PACEM, PARA BELLVM

El oximoro es una figura retórica muy antigua que combina en una misma expresión dos términos de significado contrapuesto, que originan un nuevo concepto, como por ejemplo “silencio ensordecedor”. No es solo una figura estilística de escritores y poetas, sino que también la usa todo el mundo cuando dice cosas como por ejemplo “ir a ninguna parte”, o “humor serio”. 

Al utilizar términos contrapuestos como estos se origina casi siempre una contradicción. Esta contradicción se ve muy clara en casos como “líder positivo”, como si no fuera intrínsecamente negativa la existencia de cualquier liderazgo, “banco malo”, como si hubiera instituciones bancarias que no fueran perversamente usureras y como si fuese sencillamente posible la creación de una “banca ética” o de un “mercado justo”. 

Uno de los ámbitos donde más se dan los oximoros es en el relacionado con la guerra y la paz. Ya desde antiguo se hablaba de “guerra santa” o de “guerra justa”, adjetivos que justifican y hasta santifican el derramamiento de sangre en nombre de alguna causa. Modernamente se ha dado el cambiazo a la palabra “guerra” sustituyéndola, a fin de camuflar la realidad, por el eufemismo de “misión”; y el adjetivo religioso “santa” y el ético “justa” se han transformado en “humanitaria”, por ejemplo, y hasta “democrática”. Y ya en el colmo del enrevesamiento: "misión de paz" o "fuerzas de paz". 

Napoleón como Marte pacificador, Canova (1803-1806)

Una Ministra de Defensa del reino de las Españas, ya fallecida, llegó a decir en su día que tanto ella como el ejército eran pacifistas. Pero no es una modernez. Ya los romanos hablaban de un dios de la guerra, Marte, portador de la paz: Mars pacifer, por lo que el engaño viene de muy atrás. 

Detrás de todos estos términos se encuentra el viejo aforismo: si uis pacem, para bellum: si quieres la paz, prepara la guerra. Según esto,  el mejor modo de procurarnos la paz no sería el desarme, que es lo lógico, sino la fabricación de armamento y el rearme junto a la instrucción militar para la defensa, que infundiría temor a los eventuales enemigos. La existencia de estos enemigos sería previa a una declaración de guerra, y no, como sucede, resultado de esta. El enemigo, en efecto,  en el sentido del latín hostis, enemigo público, y no inimicus, enemigo personal, no existe antes de que se le declare la guerra. Sucedió con el terrorismo, ahora sucede con el virus coronado, que ha venido a sustituirlo con notable éxito en todo el mundo.

En este sentido hay que destacar que el hoy en día denominado Ministerio de Defensa se designó no hace mucho tiempo con más justó nombre, cuando se llamaba al pan pan y al vino vino, Ministerio de la Guerra. 

Mural de El-Zeft, 2012

Hay un precedente griego de esta sentencia latina que estamos analizando, y que leemos en el capítulo 124 del libro primero de la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides: pues la paz se establece con más firmeza mediante la guerra, (ἐκ πολέμου μὲν γὰρ εἰρήνη μᾶλλον βεβαιοῦται) afirmación que el historiador pone en boca de los habitantes de Corinto en la asamblea de la Liga del Peloponeso que se celebró en Esparta. Esparta ya había decidido la guerra a la πόλις τύραννος (pólis týrannos), la ciudad tirana en clara alusión al imperialismo democrático ateniense, pero convocó esta asamblea para que todos sus aliados manifestaran su acuerdo. 

Los corintios, en ese discurso, aseguran que votan la guerra “aspirando a la paz más duradera que le seguirá”. La justificación de la guerra es bastante clara. Oigamos sus palabras: Es propio, sin duda, de hombres prudentes estar en paz si no son tratados injustamente, pero es de hombres valerosos dejar la paz para entrar en guerra cuando son víctimas de la injusticia, y luego, cuando la situación es favorable, dejar la guerra para volver a la concordia, sin exaltarse por los éxitos obtenidos en la guerra y sin soportar la injusticia por el placer que proporciona la tranquilidad de la paz (Traducción de Juan José Torres Esbarranch, editorial Gredos).

Pero la formulación latina más clásica se la debemos a Vegecio, en su Epitoma rei militaris 3: igitur qui desiderat pacem praeparet bellum: así que el que desea la paz que prepare la guerra. La reelaboración condicional “si uis pacem, para bellum” es tardía en latín, pero es la que ha hecho fortuna, hasta el punto de que el término “parabellum”, extrapolado de la frase, fue el nombre de una pistola semiautomática diseñada por Georg Luger en 1898 y de sus cartuchos, por lo que se la conoce también como “luger”, fabricada en Alemania a partir del año 1900 y empleada por el ejército alemán en las dos guerras mundiales. 

 Inscripción en el Centro Cultural de los Ejércitos, Madrid, casino militar.

No hace falta decir, cualquiera lo comprende al momento, que no hay cosas tales como “inteligencia militar” ni “armas inteligentes”, porque son claros oximoros. No hay guerras, tampoco, justas ni humanitarias ni preventivas, sino guerras, sin más. Sin adjetivos. Pero a veces el sustantivo se camufla con eufemismos como “conflicto”, a fin de vendérsela a la opinión pública, creando dicha opinión favorable a ella. Y, en ese caso, los adjetivos que se emplean son cultismos como “bélico”, que nos retrotraen a bellum, "guerra" en latín, y a su forma arcaica duellum, que entró en castellano con el significado de “combate entre dos”, origen de nuestro “duelo”, por confusión con duo, el número dos, mezclándose en castellano con otro duelo, derivado de dolum, un sinónimo de dolorem.

Durante el confinamiento o, mejor dicho con término más popular, durante el encierro de la gente, se han visto por la televisión omnipresente en todos los hogares muchas ruedas de prensa con milites gloriosi uniformados y condecorados al lado de los civiles, y se ha oído mucho lenguaje bélico, que nos consideraba a todos como soldados que estábamos en una guerra contra un enemigo invisible que podía agazaparse dentro de cada uno de nosotros mismos. 

Se han oído hasta la saciedad, y en boca del mismísimo presidente del gobierno, expresiones como: “esto es una guerra”, “todos somos soldados”, “el virus es el enemigo mortal” , “vamos a ganar” y un largo y lamentable etcétera, que alimenta la retórica de la guerra, lo que acaba justificando los a todas luces escandalosos gastos militares.