Eric Clapton, toda una leyenda viva del rock (Cocaine, Layla, Tears in Heaven...), acaba de sacar un tema titulado Stand and deliver, que es una expresión que puede traducirse por otra equivalente como "Alto, esto es un atraco" o "La bolsa o la vida". La canción es una protesta contra las restricciones de libertades y la imposición de la nueva normalidad decretada en (casi) todo el mundo a raíz de la declaración de la OMS de que estábamos ante una peligrosísima pandemia. Al parecer ha sido censurado por Youtube, porque iba contra la línea oficial y afirmacionista de la plataforma.
(Censurado por la plataforma Google/YouTube)
La canción es de Van Morrison, otro grande, y los beneficios del single están destinados a la fundación de Morrison Financial Hardship Fund para ayudar a los músicos británicos que ven reducidos los aforos de sus conciertos y sus posibilidades de hacer música en vivo, cuyos ingresos se han visto mermados por la psicosis colectiva del virus.
La letra no se anda con chiquitas cuando con una pregunta retórica que no espera respuesta y que vale tanto para el Reino Unido como para España denuncia la pretensión democrática de los regímenes que nos gobiernan: ¿Es esta una nación soberana o solo un estado fascista?
Stand and deliver!/ Dick Turpin wore a mask too (bis)/ Take a look in the mirror,/ I got what's happenin' to you.
¡Alto, esto es un atraco! / Dick Turpin también llevaba mascarilla (bis) / ¡Mírate en el espejo! / Yo sé lo que te está pasando.
Do you wanna be a free man?/ Do you wanna be a slave? (bis)/ Do you wanna be a king/ or just remain a knave?
¿Quieres ser un hombre libre? / ¿Quieres ser un esclavo? (bis) / ¿Quieres ser un rey / o seguir siendo solo un bribón?
Do you wanna be a pauper/ or do you wanna be a prince? (bis)/ You wanna get robbed from behind?/ Cast your fate to the wind!
¿Quieres
ser un pordiosero / o quieres ser un príncipe? (bis) / ¿Quieres que te
roben por detrás? / ¡Deja tu destino a la suerte!
Magna Carta, Bill of Rights,/ Constitution, what's it worth?/ You know they gonna grind us down/ 'till it really hurts.
Carta
Magna, Declaración de Derechos, / Constitución, ¿para qué valen? /
Sabes que nos van a machacar / hasta que realmente nos duela.
Is this a sovereign nation/ or just a fascist state?/ You better look out, people/ 'fore it gets to late.
¿Es esta una nación soberana / o solo un estado fascista? / Mejor tened cuidado, gente, / antes de que sea demasiado tarde.
[Instrumental interlude]
You wanna be your own driver/ or keep on floggin' the dead horse? (bis)/ You wanna make it better/ or do you wanna make it worse?
¿Quieres ser tu propio conductor / o seguir espoleando al caballo muerto? (bis) / ¿Quieres mejorarlo / o quieres empeorarlo?
Stand and deliver!/ Dick Turpin wore a mask too (bis)/ Take a look in the mirror,/ I got what's happenin' to you.
¡Alto, esto es un atraco! / Dick Turpin también llevaba mascarilla (bis) / ¡Mírate en el espejo! / Yo sé lo que te está pasando.
Personalmente a mí no
me afecta mucho el Toque de Queda (o Restricción de Movilidad Nocturna (sic), como prefiere el Presidente del Gobierno haciendo no un ejercicio, como asegura, de moderna pedagogía, sino más bien de gramática parda consistente en cambiarle el collar al mismo perro) decretado de las 11 de la noche a 6 de la mañana porque a esas horas suelo estar durmiendo, por lo que no me
supone demasiada molestia que me prohíban salir a la calle como sin duda
supondrá para otros acostumbrados al ocio de la noche.
Como me escribe un viejo amigo: “Te das
cuenta de que eres mayor cuando ponen un toque de queda
de 23:00 a 06:00 horas y tu vida no cambia nada”. Pero el hecho
de que mi vida no cambie sustancialmente y casi no me entere, si me descuido, de la promulgación del edicto, no significa que no me importe en absoluto o, peor, que yo acepte este coup d' État que es el cerrojazo nocturno que se presenta como mal menor aconsejado por unos supuestos expertos para evitar el mal mayor que sería, otra vez, el confinamiento general, porque, aunque a mí personalmente, insisto, no me incumba,
no puedo aprobar una restricción de la libertad que es una
imposición intolerable de la dictadura "sanitaria" -en realidad política- que se ejerce
contra el pueblo desde las altas esferas del Estado, so capa de velar por la salud de todos sus vasallos amargándoles la vida.
Este
Toque de Queda que nos imponen ahora, al igual que el encierro
que nos endilgaron a mediados de marzo, no parece muy razonable ni útil tampoco para
conseguir lo que pretende, que era, es y sigue siendo “aplanar la
curva”, una curva que, si la hubo alguna vez, se aplanó por sí
sola. Intentan justificarlo con supuestos argumentos que son majaderías como que el virus se ha vuelto trasnochador y se mueve en
entornos juveniles, familiares y amistosos, sobre todo los fines de semana, por lo que hay que "reducir las relaciones sociales" y castigarnos a todos sin dejarnos salir de casa.
Aquel confinamiento y este Toque de Queda son intrínsecamente
perversos porque no son más que, se mire por donde se mire, una imposición totalitaria y autoritaria que nos
viene de Arriba, de donde no puede caernos nada bueno, como bien sabemos los de abajo.
Lo denuncian algunas voces contestatarias y rebeldes, como el viejo roquero irlandés Van Morrison. Los viejos roqueros nunca mueren. Los jóvenes se imponen la mordaza y callan. Pero ahí está el león de Belfast,
rugiendo más vivo que nunca con este estupendo temazo que acaba de sacar
contra el encierro: No more lockdown, un tema digno de lo mejor de él:
"No más confinamientos/ no más excesos del Gobierno/ no más matones
fascistas/ alterando nuestra paz", así traduce el periodista de un periódico español que no voy a citar
la letra de su última canción torticeramente porque lo que dice es: no more fascist police
/distubring our peace: no más policía fascista /alterando nuestra
paz. Y sigue: "No más recortes de nuestras libertades/ de nuestros
derechos dados por Dios/ alegando que es por nuestra seguridad/ cuando
en realidad es por nuestra esclavitud". Me llama la atención lo que querrá decir lo de los "derechos dados por Dios", en inglés original: our God-given rights. Si Dios nos da los derechos, Dios mismo (o sus adláteres, como el Estado mismo en este caso) nos los quita. Merece la pena oírlo y escucharlo:
Al parecer, no se podía declarar el Toque de Queda
en las Españas como pretendían algunos reyezuelos democráticos de las taifas autonómicas (a imitación del Pétain con ínfulas de Napoleón que
gobierna en el país galo) porque atentaba contra las libertades constitucionales. Por consiguiente, se declara el Estado
de Alarma que para eso está previsto en nuestra Charta Magna, para justificar la
restricción de libertades.
¿Qué justifica la declaración del Estado de Alarma? Pues la famosa segunda ola, una ola que no la hay, pero atención, se la inventan, la crean ex nihilo y aparece, como por arte de magia, cuando alguien enciende la televisión ingenuamente. Llevaban mucho tiempo anunciándola: Lo peor está por venir... ¡Que viene la ola -como el lobo del viejo cuento! El encendido del electrodoméstico la hace ex-sistir (que etimológicamente significa, levantarse, alzarse, hacer salir fuera de, brotar, surgir), existe porque sale de la caja tonta, que es el medio por excelencia que sirve a la creación de fantasmas y manipulación de la opinión pública, medio, pues, de propaganda y
consiguiente propagación del virus coronado, un virus que tampoco
existía antes de su televisiva difusión. Hacen que ex-sista esa segunda ola y la fuerte marejada concomitante que haga falta, y que sea incluso mucho mayor que la primera, si es que la hubo alguna vez, y que aun sea mucho más que una ola del oleaje corriente: que sea la ola gigantesca de un auténtico tsunami producido por el cataclismo de un seísmo o de una erupción volcánica en las entrañas del fondo de los mares...
Pero, aunque ex-sista, que quede claro, no hay segunda ola. Por la calle no hay cadáveres ni enfermos
muriéndose por las esquinas, ni más muertos de la cuenta en los hospitales de Dios por estas fechas. Lo que sí hay es figuras sin rostro,
niños sin sonrisa, gente solitaria que lleva encima la mascarilla puesta, la tristeza y el acojonamiento por la calle.
No hay, pues, segunda ola. Lo que llaman así los políticos y los periodistas apesebrados a su servicio no es más que la excusa perfecta, la coartada ideal para justificar
no sólo el Estado de Alarma, sino lo que haga falta, por ejemplo la existencia misma del Estado
democrático moderno y posmoderno.
¿Y si ni siquiera hay virus? Igual da. Se
inventa. Me cuentan que un otorrinolaringólogo francés, un tal
doctor Bensadoun, ha reconocido públicamente por la televisión de su país que lo que hace un par de años él y su equipo de
especialistas diagnosticaban como “rinofaringitis”, es decir, la infección inflamatoria de las vías respiratorias que afecta a la faringe y a las cavidades nasales, lo designan ahora, la
misma dolencia y los mismos síntomas, como la enfermedad del virus
coronado... una enfermedad que es o bien un puro invento o bien una
metonimia, en el sentido de etiquetar una patología con el nombre
de otra, un simple cambio de nombre. Ahora se llama enfermedad del
virus coronado a viejas afecciones conocidas de toda la vida, como
las gripes o el catarro de Matusalén.
La proclamación del Estado de Alarma justifica per
se la existencia de la monarquía constitucional del virus coronado y de la segunda ola coronovírica, y, de rechazo, la primera de la que esta sería consecuencia. Es
la serpiente que se muerde la cola, el uróboro perfecto. Existe el
virus, luego declaro el Toque de Queda. Declaro el Toque de Queda,
luego existe el virus. Pero no hay relación lógica de causa a
efecto ni de efecto a causa. Necesitaban un marco legal para
legalizar, que no legitimar, que no es lo mismo, las medidas
autoritarias de la dictadura sanitaria.
La existencia del propio Estado del Bienestar necesitaba una
justificación. Ya no le sirve la lucha contra el terrorismo, cada
vez más reducido a mera anécdota sangrienta como el deplorable caso del
profesor francés decapitado por un fanático islámico por enseñar a sus
alumnos las caricaturas del Profeta... Necesitaban un Enemigo más
terrorífico, potente, amenazante y globalizado que el terrorismo tradicional, y lo han encontrado en
este pobre y minúsculo bicho invisible a ojos vista que todos sin excepción podemos contraer y albergar dentro... sin enterarnos, que es lo más raro, a no ser que nos hagamos un test de Reacción en Cadena de la Polimerasa (vulgo PCR), y resulte positivo.
Necesitaban un Enemigo a ser posible
interno, no externo, y asintomático, que justificara la guerra contra la gente: el enmascarillamiento general, la distancia social, la reducción de relaciones sociales, el
cierre de fronteras, la habilitación de otras que hasta ahora no
existían, como el blindaje de las autonomías españolas, que compiten entre sí por ver quién tiene más o menos casos positivos, y se clausuran
perimetralmente, el confinamiento de barrios y de ciudades enteras, la Nueva Normalidad, el
ejército y la policía de patrulla por las calles, el rastreo de contactos, la cuarentena, el Estado de Alarma, y, ahora, el
cerrojazo nocturno del Toque de Queda por “la gravísima
situación que estamos atravesando”, y porque, como siempre "lo peor está por venir".
Ese virus resulta que estaba en acto o en potencia aristotélica en todas y
cada una de nuestras personas, que son en un 95%
portadoras asintomáticas del bicho contra el que hay que luchar, el
enemigo despiadado y cruel que hay que doblegar y contener... ¿Qué intereses hay
detrás de esto? ¿Qué conspiración, complot o conjuración subyace? ¿A quién le interesa el crimen en el sentido de reportarle beneficios económicos o políticos al menos? Al Estado, cada vez más desprestigiado en su papel de asistente social, y a los políticos que lo gobiernan.
¿No vemos cómo la mayoría democrática de
la población y hasta, si nos descuidamos, la mayoría de nosotros
mismos aprueban como si fueran “saludables” las medidas políticas, que no sanitarias, que toma nuestro
gobierno y casi todos los demás gobiernos, a imitación los unos de los otros? ¿No vemos cómo los gobernantes sean del signo que sean, de izquierdas o de derechas,
aceptan condescendientes estas normas restrictivas de la libertad en
nombre del supuesto bien común superior, que sería la salud de todos y cada uno? Nunca se había visto una unanimidad mayor: la
justificación del Estado, suprema lex, en última instancia, viene a ser la salus populi:
salvarnos la vida, para lo que no tiene ningún inconveniente en
hacérnosla imposible, es decir, en suministrarnos la vacuna de la muerte “por
nuestro propio bien” en pequeñas dosis letales.
En otros tiempos fue la Iglesia la que pretendía salvar el
alma de los fieles, ahora es el Estado el que pretende salvar no ya
las almas, sino las vidas de sus votantes y contribuyentes, para que,
agradecidos, sigan contribuyendo y votando sin rechistar, con júbilo
y sin perder ni un ápice nunca de la fe que sustenta al endriago. Asegurar su propia
supervivencia es el objetivo de ese mostro, que es el Estado según
las certeras palabras de Friedrich Nietzsche: Estado se llama al
más frío de todos los monstruos fríos. Es frío incluso cuando
miente; y ésta es la mentira que se desliza de su boca: “Yo, el
Estado, soy el pueblo”.