jueves, 22 de agosto de 2024

El virus de la guerra

    Hay un virus -veneno ponzoñoso en latín- mucho más peligroso que el coronado y que el de la viruela del simio con el que la OMS decreta ahora, otra vez, la Emergencia Sanitaria Internacional, un virus más viejo que el catarro de Matusalén, que es a la vez extremadamente contagioso, virulento y asesino: el virus de la guerra [ho toû polémou -polémios, polemikós- iós (ὁ τοῦ πολέμου -πολέμιος, πολεμικός- ἰός), que de las tres formas podría decirse en griego clásico], el virus (o también la flecha, que ambas cosas significa el término) de la guerra; flecha que, cuando está en el disparadero del arco, tiene que partir forzosamente, según el refrán chino que recordaba Rafael Sánchez Ferlosio. 

    Sólo hace falta comparar algunos datos para ver la letalidad de ambos virus: la viruela símica, ahora renombrada como MPOX, contabiliza unos pocos cientos de muertos desde enero de este año, mientras que el virus guerrero de Israel en Palestina, mucho más localizado, suma muchos miles, demasiados. 
 
 
    Como se vio en el siglo pasado, la epidemia de este virus bélico se convierte enseguida en pandemia, de modo que la guerra es ya un virus endémico, que está etimológicamente "en el pueblo", pero no por otra razón más que porque se le ha impuesto desde arriba. Es lo que sucedió en 1914-1918, en la llamada Primera Guerra Mundial, y en 1939-1945 en la Segunda: dos guerras que se propagaron rápidamente por todo el planeta, convirtiéndose en dos pandemias mundiales o, como se prefiere decir ahora, globales, globalizadas, y que causaron decenas de millones de muertos. 

    El virus de la guerra es consustancial y esencial al Estado, cuya función es administrar la muerte en todos los ámbitos: militar, económico, sanitario, social, cultural e identitario. Ya lo expresó Randolph Bourne: la guerra es la salud del Estado, es decir, su quintaesencia. Y antes que él, Heraclito de Éfeso, que consideraba que Pólemos -guerra en griego- era el Padre y Rey y señor de todas las cosas y personas, títulos que le correspondían a Zeus, padre de hombres y de dioses.

 
  Tras la Segunda Guerra Mundial, en 1948, se creó el Estado de Israel en Oriente Medio, uno de los más modernos, implantándose genéticamente en él el virus esencial y saludable para él, pernicioso para los demás, de la guerra, imprescindible para su sustento, que ha ido propagándose ininterrumpidamente desde entonces hasta bien entrado el siglo XXI en la actualidad. La justificación de la creación de este Estado moderno a cargo de David Ben-Gurión, el primer primer ministro de Israel, era el trágico genocidio que los judíos de Europa occidental habían padecido bajo el nazismo.
 
    El Estado hebreo justifica la guerra so pretexto de legítima defensa de sus intereses y de su población debido a su política de expansión, pero Israel solo no podría aplicar esta política sin el apoyo de Estados Unidos y del Reino Unido, dos democracias consolidadas donde no gobierna el pueblo, contra lo que dice la palabra, sino el dinero que poseen los Rothschild y los Rockefeller. 
 

    Los Estados Unidos de América, desde su creación, han estado en perpetuo conflicto también, abierto o encubierto, contra los indígenas en primer lugar y contra todo el resto del mundo, buscando siempre imponer su voluntad, por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar, como decía un reyezuelo de la taifa cántabra, porque para ellos América, un nombre propio como otro cualquiera y, por lo tanto, un pseudónimo de Dios, es lo primerísimo. El virus de la guerra le permite al Estado subyugar a su población bajo su dominio permanente. Declarar la guerra -que es la  paz, según Órgüel-  es, en el fondo, el sueño absoluto de todo dictador, más aún cuando se oculta bajo la apariencia de un demócrata que actúa para garantizar el bien, que es la seguridad, de la población. 
 
    Estamos pues ante una Tercera Guerra Mundial (o Cuarta, mejor dicho, si consideramos la Guerra Fría encubierta librada contra los pueblos durante los últimos setenta años de Historia), que llevarán a cabo los países de la OTAN capitaneados por el Imperio del tío Sam contra los BRICS -acrónimo inventado para meter a los estados 'emergentes' de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica en el mismo paquete-, especialmente contra Rusia y China, una guerra que ya están librando los ucranianos, que han tomado la iniciativa, pasando a la ofensiva, e invadido a la madre Rusia, por lo que es más que previsible que el virus bélico acabe propagándose y contagiándonos a todos.

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