El historiador romano Salustio nos ha transmitido un discurso de Gayo Licinio Macro (a veces llamado “Mácer” conservando su nombre original latino, en lugar de adaptarlo al castellano como se debe, que es Macro), tribuno de la plebe romana en el año 73 antes de Cristo, dirigido a la misma. La figura de Licinio Macro, que llegara a ser pretor en el 68 a. de C., y que dos años después fuera acusado de soborno y extorsión por Cicerón y condenado, lo que provocó su suicidio, no nos interesa ahora, como tampoco su labor de analista y autor de una crónica de la historia de Roma en dieciséis libros, que se ha perdido.
Cicerón admite de mala gana que nuestro Macro, que ponía especial énfasis en la lucha de clases entre patricios y plebeyos, tomando partido indiscutible por estos últimos, fue un orador de cierto valor, del que llega a decir que tenía una admirable precisión (mira accuratio) en el hallazgo y disposición del material (in inueniendis componendisque rebus) pero uno diría que era más fruto de la experiencia (ueteratoriam) que habilidad discursiva innata (oratoriam).
Nos interesa resaltar un fragmento de uno de sus discursos dirigidos a la plebe en el que establece una comparación muy significativa que se ha convertido en un tópico literario que se aplica a las personas que eligen voluntariamente la servidumbre en lugar de la libertad, actuar more pécorum (que Séneca reformula más tarde como pécorum ritu): al modo de los borregos, como el rebaño, igual que corderos... (Salustio, Historias, fragmento 48.6 Maurenbrecher), que dice así en traducción de Bartolomé Segura Ramos:
“Sin embargo todos los demás que han sido elegidos para defender vuestro derecho han vuelto contra vosotros toda su fuerza y poder por granjearse un favor, por medio de promesas o de recompensas, y consideran mejor delinquir a cambio de dinero que obrar honestamente gratis”.
Lamenta así Macro la deriva de otros tribunos de la plebe, como él, que, a diferencia de él, en lugar de defender a sus electores se han vuelto contra ellos, y han preferido faltar a su deber por dinero que representar a la plebe “gratis et amore”, es decir, por las meras gracias y amor de hacerlo, sin que medie remuneración. Hay que tener en cuenta que todos los cargos públicos en la república romana eran honoríficos, es decir, no estaban reribuidos económicamente, por lo que quien se dedicaba a la política profesionalmente no lo hacía a cambio de ningún salario, sino por el honor que eso le confería. La política era gratificante, no tenía, como en la actualidad, ningún interés económico.
“De manera que todos se han echado en brazos de la tiranía oligárquica, de esos que en nombre de la guerra han tomado posesión del erario, de los ejércitos, reinos y provincias, y tienen un alcázar en vuestros despojos”,
Todos, reprocha Macro a sus colegas, se han subordinado al dominio de unos pocos (“in paucorum dominationem”), unos pocos que han agitado el fantasma de la guerra para enriquecerse a costa del erario público
“mientras que vosotros, que sois multitud, a la manera de borregos, os entregáis a ellos para que cada uno os posea y haga usufructo de vosotros, privados de todo cuanto os dejaron vuestros mayores, con la diferencia de que vosotros mismos con los votos os dais ahora por amos a quienes antaño eran vuestros defensores”.
El reproche de Macro se dirige ahora a sus electores plebeyos acusándolos de actuar como el ganado, entregándose voluntariamente a la servidumbre de unos amos que ellos mismos han elegido democráticamente (“per suffragia”) cuando debieran velar por defender sus derechos y protegerlos.
Mientras prosigue con su resumen de la historia del conflicto entre patricios y plebeyos, presenta la tergiversación lingüística como el medio a través del cual ("per militare nomen") los patricios han logrado enriquecerse por la vía del robo.
Macro, más adelante, advierte a sus oyentes de la perversión lingüística y el peligro de modificar los nombres de las cosas (“nomina rerum”), describiendo como paz (“otium”) lo que es realmente esclavitud (“seruitium”): “Por lo que os pongo sobre aviso y os ruego que tengáis presente no cambiar los nombres de las cosas conforme a vuestra dejadez, y no llaméis tranquilidad a vuestra esclavitud.”
En Los hermanos Karamazof de Dostoyesqui se pone en boca
del Gran Inquisidor la disposición del hombre a la necesidad de
seguridad y no de libertad: la propensión a pertenecer a un grupo,
en la religión, en el partido, señalando así que nos sentimos más
seguros en el rebaño “pecorum ritu”, como había sostenido
Séneca: Les convenceremos de que no serán verdaderamente libres más que cuando hayan confiado a nuestro favor su libertad.
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