El pasado 14 de agosto, el señor Tedros Adhanon, director de la OMS, declaró la Emergencia Sanitaria Internacional por la viruela del mono -ahora renombrada como MPOX, un nombre que no da tanta risa y que asusta un poco más que el otro- basándose en unos cuantos miles de casos que se han traducido en 1.456 muertes por esta causa desde 2022 en varios países africanos, y pidió a los gobiernos del mundo que se proveyeran de la vacuna correspondiente para hacer frente a esta nueva plaga.
No parece que sea una enfermedad grave a juzgar por sus síntomas: malestar general, fiebre, cefaleas y la molesta erupción de pequeñas vesículas en la piel, por lo que no vamos a morir de estas viruelas, sino en todo caso de otras complicaciones subyacentes o, como suele decirse, de patologías previas.
El dicho entre nosotros de "¡A la vejez, viruelas", se usa para ridiculizar a los viejos verdes, es decir, enamoradizos y alocados, a los que se les diagnostica una enfermedad más propia de las edades juveniles que de su provecta edad. Es viruela o veruela, en castellano viejo, un término derivado del latín vulgar variola, diminutivo del adjetivo varius -a -um 'variado, diverso, variopinto', que se usaba para aludir a la variedad del color de la piel del varioloso, virolento o veruliento. Etimológicamente no guarda relación con virus -i.
Pero preguntémonos: ¿Son muchas 1.456 muertes en dos años en un continente como el africano donde se estima que malviven cerca de mil quinientos millones de personas en la actualidad y donde mueren cada año millones de niños por desnutrición y millares al día por enfermedades infecciosas derivadas de la falta de agua potable? ¿Cómo es posible que la Organización que regenta el susodicho gerifalte declare una Emergencia Sanitaria Internacional por una enfermedad con una mortalidad tan baja, circunscrita a un continente como el africano donde hay otras emergencias mucho más importantes de salud pública? ¿Teme acaso que nos llegue al primer mundo?
Conviene recordar que el neumólogo alemán Wolfgang Wodarg, denunció en enero de 2010, en su calidad de presidente de la Asamblea Parlamentaria del Comité de Salud del Consejo de Europa, que el Comité de Expertos de la OMS para la pandemia por gripe H1N1, declarada un año antes, había sido sobornado por las multinacionales farmaceúticas que comercializaron las vacunas.
Pero la historia se repite una y otra vez. Dice la viñeta de Tom Toro, haciéndose eco de un dicho del filósofo George Santayana, que los que no conocen la historia -o no pueden recordar el pasado- están condenados a repetirla, pero añade el dibujante que los que la conocen están condenados a sufrir que los demás -en este caso la industria de la Gran Farmacopea- la repita una y otra vez.
Precisamente hace cuatro años volvió a repetirse la jugada, con más éxito esta vez, la declaración de pandemia internacional y el pánico desatado en los medios de comunicación hizo que los gobiernos compraran millones de dosis asegurando a las farmacéuticas pingües beneficios.
Como es bien sabido pero poco
publicado, desde la década de los 80 la OMS fue dejando de ser
financiada mayoritariamente por los Estados miembros, para pasar a
estarlo en un 80% por grandes multinacionales farmacéuticas y por
fundaciones privadas supuestamente filantrópicas con intereses económicos en la fabricación de vacunas.
La enfermedad no parece todavía grave a juzgar por la sintomatología que muestran las autoridades, pero en el campo político ya empieza la sementera y todo hijo de vecino sabe que despues de la época estival llueven las complicaciones sobre la abonada audiencia. La organización sanitaria mundial del mercado permanente de emergencias pandemizadas no puede menos que mantener engrasados los mecanismos sanitarios para la salud de las finanzas.
ResponderEliminarNunca mejor explicado. Dicho (y escrito) queda. Gracias.
Eliminar