miércoles, 5 de abril de 2023

Contra la Sagrada Familia

    El Sistema intenta ‘atraer’ a los homosexuales para gobernar su sexualidad como hace con los heterosexuales, acabando así con la ‘diferencia’ que representaban y que amenazaba acaso con destruir la sagrada familia tradicional formada por José, María y el niño Jesús, más la burra y el buey. La ideología de la igualdad de derechos y oportunidades le sirve de instrumento en esa tarea: promete un “trato igual y no discriminatorio” a la pareja y a la familia homosexual para que, precisamente como ‘pareja’ y como ‘familia’, habiendo abdicado de su diferencia, contribuya a la reproducción del orden social establecido. Poco importa la diferencia sexual, lo que interesa es que se reproduzcan los roles y la institución que encarnan.

    El peligro que representaba la figura del homosexual no radicaba en su ‘preferencia’ hacia su propio sexo, sino en el riesgo que suponía para la institución familiar, que es el soporte incuestionable del entramado social. “Familiarizado”, el homosexual deja de constituir una amenaza. Habrá familias ‘diversas’, pero familias al fin y a la postre, que era de lo que se trataba. Ya no hay un rechazo a la familia por parte del homosexual, porque él mismo ha sido familiarizado.
 
 
    El sistema ya no margina ni discrimina ni ridiculiza a los homosexuales, que es lo que hacía antes para conjurar la amenaza que representaba su existencia; ahora los asimila, ha cambiado de táctica: pasa de excluirlos, como hacía antes, a incluirlos como hace ahora. 

    La pareja homosexual se consideró primero pareja de hecho y se equiparó legalmente a la pareja heterosexual, abriéndose incluso la posibilidad de la adopción de hijos. Da igual que no sea un matrimonio eclesiástico ni civil, o que sea un paramatrimonio, no deja de ser un matrimonio, se llame como se llame y se apellide como quiera.
 
 
    La figura del homosexual que vive solo, orientado hacia la promiscuidad, ha quedado obsoleta. Su “desorden amoroso” es asimilado al vínculo matrimonial con posibilidad de divorcio, claro, que asegura la existencia de dicho vínculo. Porque el divorcio, lejos de romper la institución matrimonial, como temían los conservadores, lo que hace es fortalecerla, asegurar la indisolubilidad del vínculo. 
 
    El homosexual que había elegido el "wild side of the life" es sustituido ahora por el homosexual asimilado y respetable, amariconado en el peor sentido que pueda tener la palabreja.

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