viernes, 21 de abril de 2023

"Dulce et decorum est pro patria mori"

    El verso más horripilante que escribió el poeta Horacio es dulce et decorum est pro patria mori. Un hendecasílabo alcaico: Es dulce por la patria morir y honor, la vieja patraña, como la calificó el también poeta Wilfred Owen. 
 

     Morts pour la Patrie” es la inscripción que suele figurar en los monumentos memoriales franceses dedicados a los soldados  que murieron luchando por su país. 
 
    En España, durante la dictadura franquista, teníamos “Caídos por Dios y por España”, más típica del nacionacatolicismo que aquí se practicaba, y que asociaba la figura de Dios con la de la Patria sacrosanta. Recordemos también durante la oprobiosa dictadura el grito de “¡Arriba España!” que daba a entender claramente que si España estaba arriba, los españoles de carne y hueso, españoles mal que nos pese porque ninguno hemos nacido tales, sino que nos han (y nos hemos) hecho a la fuerza españoles, teníamos que estar abajo, dispuestos a inmolarnos y a morir por la idea de la nación, dándolo “todo por la patria”, como reza todavía en los cuarteles de la benemeritísima Guardia Civil.
 
 
    En Hamburgo hay un monumento a los soldados muertos durante la primera guerra mundial que contiene un verso de un tal Heinrich Lersch (1889-1936) no menos deleznable que el de Horacio, que dice en la lengua de Goethe 'Deutschland muss leben, auch wenn wir sterben mussen', es decir: Alemania debe vivir, aunque nosotros tengamos que morir, que no deja de ser un insulto y una afrenta a todas las víctimas de todas las guerras, como cualquier espíritu sensible siente enseguida. Refleja muy bien sin embargo  cómo los fetiches nacionalistas abstractos tales como España o Alemania exigen sacrificios humanos, de los que se nutren. Los ideales, en efecto, para poder vivir necesitan la ofrenda del derramamiento de sangre humana en sus altares para dar, de paso, un sentido a la vida de los que se inmolan y ennoblecen su existencia. 
 
    La letra del himno nacional alemán, cuya música es original de Joseph Haydn, contiene una primera estrofa, que ya no se canta oficialmente, que comenzaba con el conocido “Deutschland, Deustschland über alles” (Alemania, Alemania por encima de todo), que ponía el nombre de la Patria sobre todas las cosas y personas nacidas en Alemania, elogiando indirectamente la supremacía de la raza aria como se sintió durante el nazismo. 
 
    Frente al horrible verso de Lersch, puede esgrimirse lo contrario, intercambiando la vida y la muerte: Alemania tiene que morir para que nosotros podamos vivir (Deutschland muss sterben, damit wir leben können). Es lo que gritaba y repetía hasta la saciedad la banda punquiroquera alemana Slime, cuya letra habla de un país gobernado por fachas y multinacionales que desprecian la vida y la naturaleza, donde las personas no cuentan para nada, donde los tanques y los misiles 'aseguran' la paz y donde las centrales nucleares, los ordenadores y los robots 'mejoran' la vida.  


    Pero donde dice Alemania, debemos poner cualquier otro nombre propio de cualquier otro Estado. España, digamos nosotros, tiene que morir para que nosotros podamos vivir.  No vale sustituir, sin embargo, el nombre de España por cualquier otro nombre propio. No vamos a caer en esa burda trampa de poner en su lugar el nombre propio de cualquier comunidad autónoma, reino de taifas o patria chica.
 
    Os dejo la espléndida versión que hace Roger Dam de la canción original de Slime, que a mí particularmente me gusta más.
         

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