lunes, 24 de abril de 2023

Lecciones de economía: 1.- El homo oeconomicus.

    ¿De qué se ocupa la Economía, la nueva asignatura estrella de nuestro sistema educativo tanto de 4º de eso que se sigue llamando ominosamente ESO -nomen est omen- como del  primer curso de Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, y del segundo curso, donde se apellida ...de la Empresa? Elemental, querido Watson: Del dinero. ¿Y qué es eso del dinero? ¿Lo que llevamos acaso ahora mismo en el bolsillo o en el monedero? No. ¿Los ahorros de las pagas y propinas que guardábamos en la hucha con forma de cerdito cuando éramos pequeños? Tampoco. No estamos hablando de dinero contante y sonante, cash en la lengua del Imperio o efectivo o metálico, que es una especie ya en vías de extinción, estamos hablando del dinero inmaterial o como mucho de materia plástica de la tarjeta de crédito, un chip, una cifra matemática y abstracta, un valor numérico despojado de cualquier correspondencia con algo palpable y verdadero,  el valor económico de nuestra fuerza de trabajo en el banco de datos. Ya no es aquello de tanto tienes tanto vales, sino esto otro de tanto ganas tanto vales. El Banco te adelanta tu sueldo, el dinero que todavía no es tuyo, para que te endeudes, para que sigas trabajando a fin de pagarle la deuda contraída al Banco. 

 Denario romano de época republicana

    La etimología de las palabras “dinero, dineral, adinerado” nos lleva, como todos los caminos, a Roma: DENARIVM era el nombre de una moneda de plata que equivalía a diez ases, el denario. En la raíz de esta palabra está el número diez: dēnī, un numeral distributivo que significa “diez cada uno, de diez en diez, diez cada vez”. DENARIO, como cultismo es el nombre de esta moneda antigua romana que multiplica por diez el valor de un as, pero ha evolucionado vulgarmente a dinero, con el significado de moneda o billete de banco, y, en general, medio de pago comúnmente aceptado. Hasta en algunos países árabes (Argelia, Jordania, Túnez, Libia, Serbia...), el nombre de su moneda deriva del denario romano: el dinar.

    El inglés money (más adelante estudiaremos la ecuación imperial time is money -el tiempo es oro- = money is time -el dinero es tiempo-) tiene también una relación con el latín, procede del sobrenombre de la diosa Iuno Moneta, Juno muñidora o consejera, cuyo templo estaba anejo a la casa donde se acuñaba la moneda en Roma, lo que dió origen a nuestra palabra moneda, precisamente, y a las inglesas money, monetary.

    Hay dinero negro, que escapa al control fiscal, es decir, del Estado que quiere identificarse con el pueblo. Y dinero sucio, que suele ser dinero negro obtenido por medio de actividades ilícitas. Las expresiones dinero “negro” y “sucio” son perversas, porque dan a entender implícitamente que hay otro dinero “blanco” y “limpio”, que sería el que ganamos honradamente con el sudor de nuestra frente. Hay quienes hacen dinero: y se hacen ellos mismos dinero, pudriéndose en dinero, como el rey Midas, prototipo de los modernos banqueros, que todo lo que tocaba lo convertía en oro, es decir, en mierda, como en numerosos cuentos populares. La expresión “dinero falso” también es intrínsecamente perversa porque da a entender que hay un “dinero verdadero” que sería el de curso legal, cuando todos en el fondo sabemos que todos los billetes que hay en realidad son falsos, y el dinero la más falsa y abstracta de las monedas.


    Cuando el homo oeconomicus habla de dinero, no habla de la calderilla que lleva en el monedero o en la faltriquera, sino de la unidad artificial y arbitraria en la que se basa un sistema –el monetario o financiero-, que no expresa más que una cantidad desprovista de valor cualitativo por la que se endeuda su supuesto propietario. 
 
    ¿Qué vale un billete de curso legal de 50 euros del Banco Central Europeo? Que equivale a cincuenta euros. Y que un euro se subdivide en cien céntimos... Y que por esas magnitudes podemos adquirir cosas que tengan ese precio... Hace tiempo que desapareció el patrón oro que se guardaba en el Sancta Sanctorum del Banco que decía que a cambio de ese billete de curso legal que corría de mano en mano te correspondía una cantidad de oro. Ahora mismo la autoridad te pide que tengas fe en tu cuenta corriente donde ya no hay billetes sino una cifra equivalente que te permite adquirir determinadas cosas o acceder a determinados servicios... 
 
 
    Y tu fe se confirma cada vez que en una transacción comercial otro creyente te da algo, una cosa o un servicio, a cambio de esa cifra. Se está acabando la situación en la que a cambio del viejo billete de banco obtenías un producto o un servicio, y si su precio no ascendía a tanto, sino a una cifra menor, por ejemplo a treinta euros, te devolvía otro billete de 20 euros... Ahora se paga con la cifra exacta que se sustrae de tu cuenta corriente a través de la tarjeta electrónica. La fe no se sustenta en nada más que en la pura creencia -ya no hay reservas de oro que la avalen-, porque ese dinero es inmaterial. 
 
 Aviso a los atracadores: El Banco no dispone de efectivo.
 
    Las religiones hablan de fe, pero los mercados prefieren hablar de confianza, que es la versión laica de la vieja fe religiosa. La autoridad emisora no te pide ya fe -fides, en la lengua del viejo imperio romano-, que queda un poco obsoleto, sino confianza -fiducia, en la misma lengua-, por lo que se llama sistema fiduciario, que se basa en la confianza que en él depositamos todos los creyentes.  Confiar es compartir la fe en el sistema económico mundial. Lo contrario se llama desafío. 

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