¿De qué se ocupa la Economía, la nueva asignatura estrella de nuestro
sistema educativo tanto de 4º de eso que se sigue llamando ominosamente
ESO -nomen est omen- como del primer curso de Bachillerato de
Humanidades y Ciencias Sociales, y del segundo curso, donde se apellida
...de la Empresa? Elemental, querido Watson: Del dinero. ¿Y qué es eso del dinero? ¿Lo que
llevamos acaso ahora mismo
en el bolsillo o en el monedero? No. ¿Los ahorros de las pagas y propinas que guardábamos
en la hucha con forma de cerdito cuando éramos pequeños? Tampoco. No
estamos hablando de dinero contante y sonante, cash en la
lengua del Imperio o efectivo o metálico, que es una especie ya en vías
de extinción, estamos hablando del dinero inmaterial o como mucho de
materia plástica de la tarjeta de crédito, un chip, una cifra
matemática y abstracta, un valor numérico despojado de cualquier
correspondencia con algo palpable y verdadero, el
valor económico de nuestra fuerza de trabajo en el banco
de datos. Ya no es aquello de tanto tienes tanto vales, sino
esto otro de tanto ganas tanto vales. El Banco te adelanta tu
sueldo, el dinero que todavía no es tuyo, para que te endeudes,
para que sigas trabajando a fin de pagarle la deuda contraída al
Banco.
Denario romano de época republicana
La etimología de las
palabras “dinero, dineral, adinerado” nos lleva, como todos los
caminos, a Roma: DENARIVM era el nombre de una moneda de plata que
equivalía a diez ases, el denario.
En la raíz de esta palabra está el número diez: dēnī,
un numeral distributivo que significa “diez cada uno, de diez en
diez, diez cada vez”. DENARIO, como cultismo es el nombre de
esta moneda antigua romana que multiplica por diez el valor de un as,
pero ha evolucionado vulgarmente a dinero, con
el significado de moneda o billete de banco, y, en general, medio de
pago comúnmente aceptado. Hasta en algunos países árabes (Argelia, Jordania, Túnez, Libia,
Serbia...), el nombre de su moneda deriva del denario romano: el
dinar.
El inglés money (más adelante estudiaremos la ecuación imperial time is money -el tiempo es oro- = money is time -el dinero es tiempo-)
tiene también una relación con el latín, procede del sobrenombre
de la diosa Iuno Moneta, Juno muñidora o consejera, cuyo templo
estaba anejo a la casa donde se acuñaba la moneda en Roma, lo que
dió origen a nuestra palabra moneda, precisamente, y a las
inglesas money, monetary.
Hay dinero negro,
que escapa al control fiscal, es decir, del Estado que quiere identificarse con el pueblo. Y dinero sucio, que suele ser
dinero negro obtenido por medio de actividades ilícitas. Las
expresiones dinero “negro” y “sucio” son perversas,
porque dan a entender implícitamente que hay otro dinero “blanco”
y “limpio”, que sería el que ganamos honradamente con el
sudor de nuestra frente. Hay quienes hacen dinero: y se hacen ellos
mismos dinero, pudriéndose en dinero, como el rey Midas, prototipo
de los modernos banqueros, que todo lo que tocaba lo convertía en
oro, es decir, en mierda, como en numerosos cuentos populares. La
expresión “dinero falso” también es intrínsecamente
perversa porque da a entender que hay un “dinero verdadero”
que sería el de curso legal, cuando todos en el fondo sabemos que
todos los billetes que hay en realidad son falsos, y el dinero la más
falsa y abstracta de las monedas.
Cuando el homo
oeconomicus habla de dinero, no habla de la calderilla que lleva
en el monedero o en la faltriquera, sino de la unidad artificial y
arbitraria en la que se basa un sistema –el monetario o
financiero-, que no expresa más que una cantidad desprovista de
valor cualitativo por la que se endeuda su supuesto propietario.
¿Qué vale un billete de curso legal de 50
euros del Banco Central Europeo? Que equivale a cincuenta euros. Y que un
euro se subdivide en cien céntimos... Y que por esas magnitudes
podemos adquirir cosas que tengan ese precio... Hace tiempo que
desapareció el patrón oro que se guardaba en el Sancta Sanctorum
del Banco que decía que a cambio de ese billete de curso legal que corría de mano en mano te correspondía una
cantidad de oro. Ahora mismo la autoridad te pide que tengas fe en
tu cuenta corriente donde ya no hay billetes sino una cifra equivalente que te permite adquirir
determinadas cosas o acceder a determinados servicios...
Y tu fe se
confirma cada vez que en una transacción comercial otro creyente te
da algo, una cosa o un servicio, a cambio de esa cifra. Se está acabando la situación en la que a cambio del viejo billete de banco obtenías un producto o un servicio, y si su precio no ascendía a tanto, sino a una cifra menor, por ejemplo a treinta euros, te devolvía otro billete
de 20 euros... Ahora se paga con la cifra exacta que se sustrae de tu cuenta corriente a través de la tarjeta electrónica. La fe no se sustenta en nada más que en la pura
creencia -ya no hay reservas de oro que la avalen-, porque ese dinero
es inmaterial.
Las religiones hablan de fe, pero los mercados
prefieren hablar de confianza, que es la versión laica de la vieja
fe religiosa. La autoridad emisora no te pide ya fe -fides,
en la lengua del viejo imperio romano-, que queda un poco obsoleto, sino
confianza -fiducia,
en la misma lengua-, por lo que se llama sistema fiduciario, que se basa en la confianza que en él depositamos todos los creyentes. Confiar
es compartir la fe en el sistema económico mundial. Lo contrario se llama desafío.
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