lunes, 22 de febrero de 2021

Una fábula de Samaniego

Cuenta Horacio una vieja fábula griega en la décima del libro primero de sus Epístolas (versos 34-41), en la que contrapone la libertad del animal salvaje con la servidumbre del doméstico. La historia se incluye en el contexto de ensalzamiento de la vida rural frente a la urbana abordando el tópico literario del menosprecio de corte y alabanza de aldea. Narra cómo el caballo se sometió al hombre al aceptar su domesticación motivada por una disputa por el pasto con el ciervo:

Ceruus equum pugna melior communibus herbis / pellebat, donec minor in certamine longo / implorauit opes hominis frenumque recepit; / sed postquam uictor uiolens discessit ab hoste, / non equitem dorso, non frenum depulit ore. / sic qui pauperiem ueritus potiore metallis / libertate caret, dominum uehet improbus atque / seruiet aeternum, quia paruo nesciet uti.

Un venado, mejor en la lid, alejaba a caballo / siempre del pasto,  hasta que este, menor en larga pelea, / fue a pedir la ayuda del hombre y sufrió su bocado; / mas después que libró de rival, venciendo fogoso, / no se quitó a su jinete de encima, ni brida del morro. / El que temiendo así la pobreza se priva, más cara / que oro, de su libertad, cargará, desgraciado, con su amo y / siempre esclavo será, porque no gozará de lo poco. 

 

Podemos retrotraernos a Esopo que nos ofrece la misma fábula con un jabalí en lugar de un ciervo, introduciendo la figura humana de un cazador (Hsr. 238, Ch. 328), cuya historia dice así en traducción de P. Bádenas de la Peña: “Un jabalí y un caballo pacían en el mismo lugar. El jabalí constantemente estropeaba la yerba y removía el agua, el caballo quería vengarse de él y recurrió a la ayuda de un cazador. Pero éste le dijo que no le podía ayudar de otra manera sino aceptando el freno y con­sentir en ser montado; el caballo se sometió por completo. Entonces, el cazador se montó en él, acabó con el jabalí y luego se llevó al caballo y lo ató al pesebre. Así, muchos, por una cólera irracional, queriendo librarse de sus enemigos, se arrojan ellos mismos bajo el yugo de otros.”

Interesante la moraleja, por su carácter paradójico y político: muchos para librarse de un enemigo caen bajo el yugo de otro, como sucede en las democracias representativas modernas donde los electores no ven más salida para librarse de un mal gobierno que elegir otro que acabará haciendo bueno al precedente.   Y también  nos recuerda a su modo aquella paradoja de Lucrecio de los suicidas, a los que el miedo a la muerte los empuja precisamente a darse ellos la muerte que temían. 

Otra fábula esópica, la del asno salvaje y el doméstico (Hsr. 194, Ch. 264), nos presenta el mismo tema del animal libre frente a la esclavitud del doméstico, en la misma traducción:  Un asno salvaje, que vio a uno doméstico en un lugar bien soleado, se acercó para felicitarle por su cuerpo  tan lustroso y por el pasto de que gozaba. Pero al verlo más tarde llevando la carga y seguido detrás por el arriero, que le pegaba con el palo dijo ‘pues ya no le considero tan afortunado, porque veo que tu abundancia la tienes a base de males enormes’ (Así, no son envidiables las ventajas que van acompañadas de peligros y desgracias).

Fedro recogerá este mismo argumento en su repertorio de fábulas latinas cambiando los protagonistas, que serán el perro y el lobo.

 

El caballo que se vengó del ciervo, C. Vernet (s.XIX)

Nuestro Samaniego se hará eco en castellano de la fábula del ciervo y el caballo, inspirándose seguramente en los versos de Horacio que citábamos al principio, y versificándola magistralmente en cuartetos de hendecasílabos con rima consonante:

Perseguía un Caballo vengativo / a un Ciervo que le hizo leve ofensa; / mas hallaba segura la defensa / en veloz carrera el fugitivo.

El vengador, perdida la esperanza / de alcanzarlo, y lograr así su intento, / al hombre le pidió su valimiento / para tomar del ofensor venganza.

Consiente el hombre, y el Caballo airado / sale con su jinete a la campaña; / corre con dirección, sigue con maña, / y queda al fin del ofensor vengado. 

Muéstrase al bienhechor agradecido; / quiere marcharse libre de su peso; / mas desde entonces mismo quedó preso, / y eternamente al hombre sometido.

El Caballo que suelto y rozagante / en el frondoso bosque y prado ameno / su libertad gozaba tan de lleno, / padece sujeción desde ese instante.

Oprimido del yugo ara la tierra; / pasa tal vez la vida más amarga; / sufre la silla, freno, espuela, carga, / y aguanta los horrores de la guerra.

En fin perdió la libertad amable / por vengar una ofensa solamente. / Tales los frutos son que ciertamente / produce la venganza detestable.

Extraordinariamente narrada y versificada, la fábula de Samaniego se estropea con el epimitio o moraleja final a la que subordina la narración. Sobra, desde mi punto de vista, como sobra en la colección de fábulas atribuidas a Esopo la enseñanza moral o moralizante, mejor dicho, que se desprende de la fábula, en este caso cómo la venganza de una ofensa puede conllevar la pérdida de libertad, porque dicha pérdida no se debe sólo al deseo de vendetta del caballo sino, como se desprende del relato, a la domesticación humana.

domingo, 21 de febrero de 2021

Sarta de mensajes breves


El Periódico Global ya no sabe cómo vendernos la vacuna: Israel asegura que a los 14 días de la segunda dosis la vacuna de Pfizer protege al 98,9% de la muerte.

El robot de la NASA “Perseverance”, la mayor misión espacial de la Historia, aterriza con éxito en el planeta rojo y comienza la infructuosa búsqueda de vida. 
 
La paradoja del individuo, calco semántico del “átomo” griego, que significa “indivisible”, es que acaba por desintegrarse y dividirse enfrentándose a sí mismo. 
 
Las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado o de orden público, que se decía antes, velan por mantener un orden aparente que en el fondo no es sino desorden. 
 
El sentido económico del término “interés” implica que interesa computar el tiempo, que es oro y dinero según el adagio, para que así se incremente el capital. 
 
(Tergiversación) A quien no presenta síntomas de enfermedad, las autoridades sanitarias intentan convencerlo de que es enfermo crónico en potencia aristotélica. 
 
La pareja “individuo y sociedad” es una falsa antinomia. Rebelarse contra lo uno en nombre de lo otro y viceversa, es meterse en un callejón oscuro sin salida. 
 

(De S. Sontag) La contemplación hace que el observador se olvide de sí mismo: el objeto digno de contemplación es el que de hecho aniquila al sujeto perceptor.
 
No puedo ir a verte al municipio colindante porque hay restricción de movimiento, y confinamiento. ¿Dónde está el límite, quién lo trazó, del término municipal? 
 
El sistema de enseñanza nos despoja de nuestra propia lengua hablada e impone la escrita: hablar como escribimos, no escribir como hablamos, que sería lo mejor. 
 
Nos han hecho desconfiar del vecino, del amigo, de la mismísima madre que nos parió, y aun de nosotros mismos; en suma, de la poca humanidad que nos quedaba. 
 
En lugar de cambiar las condiciones que deprimen a las personas, la sociedad receta antidepresivos que, por su parte, hacen soportable tolerar lo intolerable. 
 
La crisis sanitaria de la pandemia patrocinada por la OMS nos ha inoculado el virus patógeno enfermándonos a todos hasta el mismísimo túétano de las entrañas. 
 
La extraordinaria banalidad del mal. El Eichmann de Hannah Arendt cumplía órdenes, aplicaba protocolos, controlaba la puntualidad no el destino de los trenes. 
 

El retrato paraliza un movimiento, es decir, un momento presente, retrayéndolo, convirtiéndolo automáticamente en pasado; es el vuelo disecado de una mariposa.
 
El estado de emergencia para la gestión de la crisis sanitaria justifica maquiavélicamente en nombre de la 'seguridad nacional' el despotismo del gobierno. 
 
Los telepredicadores desde su púlpito televisivo o mediático digital de las redes sociales son los que mandan y los que nos señalan lo que tendríamos que ver. 
 
La pandemia se utiliza para avanzar en la agenda de limitación de las libertades formales o burguesas, al frente de las que emerge el dragón chino gigantesco.
 
Es muy difícil que uno deje de opinar, porque cada cual tiene su opinión, su voto, su ideología, su credo, y se aferra a ello como si fuera privada propiedad. 
 
Lo que ahora no se da de hecho es porque no puede darse; decir que se dará en un futuro por estar larvado en potencia es falso ya que no hay venidero porvenir.
 
No es por reventaros el argumento de la película desentrañándoos su desenlace fatal, pero al final de la cinta se mueren, morimos, todos, hasta el apuntador.

sábado, 20 de febrero de 2021

Nueva normalidad militar

Hasta ahora estábamos acostumbrados a ver sólo a los soldados en los cuarteles, en el desfile patriótico de la fiesta nacional una vez al año y como entretenimiento para distracción en las películas de guerra de las pantallas -sobre todo en la caja tonta de la pequeña y en las micropantallas de los móviles y las tabletas, ya que las grandes de las salas de cine están cerradas hace tiempo a cal y canto o con aforo restringido, lo que casi viene a ser lo mismo. Las pantallas proyectaban hazañas bélicas de la soldadesca para hacernos creer a sus espectadores que esto que teníamos, por contraposición a lo que nos echaban, era paz. 
 
De vez en cuando nos servían alguna noticia lejana o vaga referencia de alguna de las Misiones Internacionales en las que participaban las gloriosas, humanitarias y sacrificadas tropas de nuestros ejércitos por tierra, mar y aire, pero poco más. 
 
Sin embargo, a raíz de la declaración de la pandemia estamos empezando a ver cada vez más tropas en las calles, generales hablando por televisión, rastreadores militares, soldados desinfectando residencias de ancianos, evacuando al personal, atendiendo a enfermos y enfrentándose a fenómenos meteorológicos gravísimos como la nevada que trajo la borrasca Filomena... hasta el punto de que cada vez vemos como lo más normal esta militarización nacional y paulatina, y no reaccionamos o lo hacemos muy tibiamente considerando que son exigencias de la coyuntura actual especialmente grave. 
 
Al comienzo de la pandemia se hicieron virales las imágenes de dos soldados que llevaban en Gijón las bolsas de la compra de una anciana que caminaba con ellos ayudada de una muleta, ofreciendo una estampa amable y bondadosa del ejército que fue alabada por la población y enaltecida por los mandos militares, que aprovechaban así para vendernos la necesidad de un ejército profesional que no está ocioso sino que está “para lo que haga falta”, tanto para un roto como para un descosido, pero siempre para ayudar y defender a la población civil. 
 
 
Se habla ya, a falta de mejor enemigo exterior, de una nueva guerra contra el terrorismo, que no se centra ya en el yihadismo islámico como se ha visto a propósito del caso norteamericano. Los medios de ese país, modelo exportador de democracia, aceptan esta situación como lo más normal del mundo encogiéndose de hombros. 
 
Guasintón se militarizó con motivo de la toma de posesión del nuevo presidente, hasta desplegar 20.000 efectivos de la Guardia Nacional por las calles de la capital. La justificación original era asegurar la investidura, evitando un nuevo asalto al Capitolio o algo similar. Pero aunque la ceremonia ya concluyó, esos guardias nacionales permanecen y, parece que no tienen órdenes de abandonar por ahora. Parece que, como suele decir la gente sobre “lo de la pandemia”, esto ha venido para quedarse. 
 
 
EE.UU. es probablemente el país más militarizado del mundo, pero la idea de que el país se enfrenta a una especie de insurrección armada que sólo los militares pueden controlar es además de novedosa, peligrosa y no nos es ajena aquí en las Españas, donde se nos vende que el Ejército está para lo que haga falta tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, proyectando la imagen de que los militares son hermanitas de la caridad armadas con un par de pistolas por si hiciera falta... 
 
Estamos siendo testigos de cómo los medios de comunicación y su audiencia tratan un hecho que debería ser visto con recelo no sólo como normal sino como deseable, mediatizado por la propagación viral del miedo y por la inflación de nuevos escenarios amenazadores. Resulta patético ver como la gente acepta estas medidas extremas como lo más normal del mundo en nombre de la seguridad nacional o de la respuesta, legítima al parecer en este caso, del sistema a la violencia que protesta contra el sistema, sobre todo cuando el Presidente del Gobierno de las Españas afirma desde el púlpito televisivo: En una democracia plena, y la democracia española es una democracia plena, resulta inadmisible el uso de la violencia. 

El enemigo perfecto que necesitamos, en cualquier caso, es el invisible, el virus -veneno, en latín- que puede, agazapado, matarnos a todos y cada uno, el invisible que, sin embargo, pueden ver los expertos con sus potentes microscopios electrónicos, y fotografiarlo con sus potentes cámaras para mostrarnos su imagen y que así podamos verla todos, hombres que somos de poca fe,  y comprobemos que, como Dios, existe, porque necesitamos ver para creer. Pero suele ser al revés la cosa, no nos engañemos, no necesitamos ver para creer, es lo contrario: necesitamos creer antes, lo primero de todo, creer que hay un enemigo,  para poder verlo luego acechándonos por todas partes. 

viernes, 19 de febrero de 2021

Abanico de jaicus y tancas

Jaicus:

Fuera ya el disfraz; / se ha acabado el carnaval; / mascarada, adiós.

Maldito reloj / que cuentas el palpitar / de mi corazón.

 ¡El magnolio en flor! / Febrero, loco de atar, / ¿quién te desató?

 Si ella está, no estoy; / si yo estoy, no está. ¿Qué es? / La felicidad.

 Igual que un ladrón / a la puerta, la vejez / acechando está. 

 Día y hora no / (ni almanaque ni reloj) / quiero yo saber. 

Sombras de oro y luz / de niñez que no acabó / de pasar aún.

 Ensordecedor, / canta el grillo su canción / con arduo tesón.

 Patético amor / y patético Platón, / que lo recetó. 

Impresión fugaz, / la gaviota en el azul / del cielo y el mar. 

El barco en la mar / deja larga estela atrás. / ¿Qué voy yo a dejar?

 Infinito ayer, / que proyecta su fulgor / hoy, ahora, aquí.

 Contra el tiempo va / este momento a estallar / una y otra vez.

 Moneditas de oro / suelta pobre acacia, rica / caridad de otoño.

 Cofre del tesoro, / el arcón de los juguetes / y los sueños rotos.

 Cantan las cigarras / pregonando los calores / de las horas largas. 

La luna en el lago, / desnuda en cuarto creciente; / impúdico baño.


Tancas:


(Variación sobre estribillo a lo divino de fray Íñigo de Mendoza: "Eres niño y as amor / ¿qué farás cuando mayor?").
 
Si eres niña y ya / tienes mal de amores, ay, / al crecer, ¿qué haras? / ¿Qué va a ser de ti, mayor? / ¿Qué será de ti, mujer? 
 
Dientes de león, / margaritas por doquier, / y violetas mil, / prímulas abiertas ya, /en flor por San Valentín. 
 
No se sabe a quién / a toda velocidad / le vendrá a buscar / la ambulancia, aullando atroz / con su intermitente luz.

jueves, 18 de febrero de 2021

John Bull aséptico y desinfectado

¡Gloriosos tiempos aquellos en que un periódico británico serio y prestigioso como The Times publicaba el 1 de agosto de 1854 lo siguiente: Preferimos correr nuestra suerte con el cólera y lo demás que ser sacrificados en aras de la Salud (1)! 
 
Se felicitaba el periódico por la dimisión del señor Edwin Chadwick, al que comparaba con Esculapio, el dios romano de la medicina, político que intentando solucionar un problema sanitario, creó otro de mucha mayor envergadura: para librar a los vecinos del desagradable hedor que provenía de las fosas sépticas de sus sus pozos negros, condujo las aguas fecales por un sistema de alcantarillado hasta el Támesis, contaminando el río del que bebían, lo que contribuyó inadvertidamente a la propagación del cólera entre la población.  
 
Comenzaba el artículo diciendo que la idiosincrasia británica aborrecía el poder absoluto, ya lo encarnara un soberano, un obispo o incluso el propio parlamento. 
 
Se celebraba que hubiera caído la Junta de Salud, nuestro Comité de Expertos, que diríamos hoy, y, rebelándose contra la tiranía médica que había impuesto, se leía: Todos nosotros reclamamos el privilegio de cambiar de médicos, de desechar su medicina cuando estamos hartos de ella, o de prescindir de ellos por completo cuando nos sentimos aceptablemente bien (2).
 
Se protestaba contra el atentado que en nombre de la Salud Pública se perpetraba contra el bienestar de la gente obligándola a tomar medidas higiénicas asépticas y sanitarias de carácter profiláctico que atentaban contra sus costumbres y principios: No hay nada que un hombre odie tanto como que le limpien en contra de su voluntad, o que le barran el suelo, le blanqueen las paredes, le quiten los estercoleros, o le obliguen a cambiar el techo de paja por pizarra, todo ello a las órdenes de una especie de bomba sanitaria. Es un hecho positivo que muchos han muerto de un buen lavado, tanto por la irritación de los nervios como por la exposición de la cutícula, una vez desprotegida por la suciedad. (3) 
 
El artículo refleja, al ser de carácter anónimo, no sólo la opinión de un lector, sino de alguna forma la línea editorial del propio periódico. Cita a John Bull, un personaje literario creado por John Arbuthnot como personificación del prototipo británico, del Reino Unido en general y de Inglaterra en particular: un tipo robusto, de mediana edad, más rural que urbano. A diferencia del tío Sam, que es la alegoría de los Estados Unidos, John Bull, no es un símbolo de autoridad, sino un hombre común que se contenta con su pinta de cerveza y su carácter flemático. 
 
Cartel de John Bull animando al reclutamiento durante la I guerra mundial.
 
Se ha utilizado su imagen, al igual que la del Tío Sam, para animar a los jóvenes a alistarse en el Ejército pero también satíricamente para burlarse de los poderosos, como en la caricatura, que es obra de Richard Newton, donde le suelta un pedo irreverente al mismísimo cartel del rey Jorge III. 
 
 
John Bull, es decir, cualquier inglés, se veía obligado a practicar compulsivamente sus abluciones y condenado a una perpetua noche del sábado todos los días. Se deduce que era considerado hasta cierto punto normal practicar la higiene corporal una vez a la semana, la noche del sábado,  pero no más, por lo que resulta intolerable la imposición de la higiene cotidiana: “Era una noche de sábado perpetua, y el señorito John Bull era fregado, y frotado, y peinado con dientes pequeños, hasta que las lágrimas se asomaban a sus ojos, y sus dientes castañeaban, y sus puños se cerraban de preocupación y dolor. (4) 
John Bull con mascarilla quirúrgica y guantes señalándonos con el dedo.

¿Se atrevería, me pregunto yo retóricamente, alguno de nuestros periódicos emblemáticos como por ejemplo El Periódico Global, pongamos por caso, a publicar una cosa así a propósito de la gestión gubernamental del virus coronado? Obviamente, no, porque no sería políticamente correcto, y porque nosotros, que aceptamos el poder absoluto bajo nuestro régimen democrático, hemos hecho ya nuestra elección y hemos preferido sacrificarnos en los altares de la diosa Salud, que es mortífera por necesidad, que correr nuestra suerte con el virus coronado u otras epidemias. 
 
(1) We prefer to take our chance of cholera and the rest than be bullied into health. (The Times, 1 de agosto de 1854, pág. 8.) 
 
(2) We all of us claim the privilege of changing our doctors, throwing away their medicine when we are sick of it, or doing without them altogether whenever we feel tolerably well. (Ibidem) 
 
(3) There is nothing a man so much hates as being cleaned against his will, or having his floors swept, his walls whitewashed, his pet dungheaps cleared away, or his thatch forced to give way for slate, all at the command of a sort of sanitary bombailiff. It is a positive fact that many have died of a good washing, as much from the irritation to the nerves as from the exposure of the cuticle, no longer protected by dirt. (Íbid.) 
 
(4) It was a perpetual Saturday night, and Master John Bull was scrubbed, and rubbed, and small-tooth-combed, till the tears came into his eyes, ansl his teeth chattered, and his fists clinched themselves with worry and pain. (Íbid.)

miércoles, 17 de febrero de 2021

Mensajería brevísima

¡Libertad de expresión para que la razón pueda, desamordazada y suelta la lengua, aunque ofenda, expresar un pensamiento que nunca se resignará a la esclavitud! 
 
La milagrosa vacuna, cuya efectividad alcanza el 95%, ya está produciendo su efecto, cual célebre purga de Benito, inmunizando a la gente incluso sin ponerla. 
 
Los hijos acusan que sus padres están quemados (burnout parental), y los padres observan con desvelo el mismo síndrome en sus hijos: en suma: todos abrasados. 
 
El filántropo y visionario milmillonario norteamericano le declara la guerra al cambio climático y pronostica que tendrá un efecto mucho peor que la pandemia. 
 
La primera dama, al presidente: -Ahora podrás realizar el cambio que prometiste. -No, no creo, tener el gobierno no cambia el mundo, hace que siga como siempre. 
 
Celebran el cincuentenario del aterrizaje, bien digo, y no alunizaje en la Luna, porque el satélite pasó a ser parte de la Tierra y a integrarse en el sistema.


Conmemoran a bombo y platillo la llegada del Imperio a la Luna, que hincó en ella el pendón de barras y estrellas, no del Hombre, que no la ha pisado todavía. 

Es mentira que la Humanidad haya puesto su pie alguna vez en la Luna, mítica Selene, que sigue siendo la patria inalcanzable de locos, enamorados y poetas.
 
Como el diablo que no sabe qué hacer y con el rabo espanta moscas, así el ejército, a falta de mejor enemigo, lucha contra la pandemia y la borrasca Filomena. 
 
La propaganda insiste en que hay que seguir las consignas (o recomendaciones sanitarias, más fino) para “salvar vidas”; la obediencia como chaleco salvavidas. 
 
Los medios de comunicación que propagan el pánico son los mismos que te venden el remedio de la vacuna; te ofrecen la solución pero te crean antes el problema. 
 
Programados desde la infancia para solucionar problemas, no podemos ya adultos vivir sin ellos. Si no los tenemos, los creamos de la nada a fin de resolverlos.

martes, 16 de febrero de 2021

Se acabó la diversión (Carnaval, carnaval...)

El Gobierno de Canarias ha decretado unas “medidas específicas y temporales”  para prohibir las tradicionalmente denominadas “Fiestas de Carnaval” del 12 al 21 de febrero, recogidas en el Boletín Oficial de Canarias (BOC núm. 30, del viernes 12 de febrero de 2021). 
Cabe destacar, en medio de la farragosa y lamentable prosa del Boletín, las siguientes: 
 
-“La permanencia de grupos de personas tanto en espacios de uso público como privado, cerrados o al aire libre, quedará supeditada a que no se supere el número máximo de personas que se indica, salvo que se trate de convivientes, en función del nivel de alerta establecido para cada territorio”. En pocas palabras: se limita el derecho de reunión de las personas tanto en la calle como en casa, en lo público y en lo privado. 
 
Y se establecen los siguientes topes: 
a) En los niveles de alerta 1 y 2: máximo 6 personas. 
b) En el nivel de alerta 3: máximo 4 personas. 
c) En el nivel de alerta 4: máximo 2 personas. 
 
Habrá que saber en qué nivel de alerta estamos para ver cuántas personas podemos juntarnos. La administración tendrá que informar cumplidamente a la ciudadanía de este particular. Nótese que no se ha establecido un nivel de alerta 5: máximo 1 persona, que nos condenaría a todos a la soledad atómica y anacoreta del cangrejo ermitaño y del eremita. Y, afortunadamente, no se contempla un nivel de alerta 6: ninguna persona. 

 -"Se limita la libertad de circulación de las personas en horario nocturno, con independencia del nivel de alerta en que se encuentre cada una de las islas, entre las 22:00 h y las 06:00 h.” Es decir, toque de queda, o, por decirlo al ridículo modo del presidente del gobierno de las Españas, "restricción de movilidad nocturna". 
 
-En el apartado de “Fiestas, verbenas y otros eventos populares” puede leerse: “Las fiestas, verbenas y otros eventos populares no están permitidas. Esto conlleva también, la prohibición de convocar actos, celebraciones, concursos o cualquier otro tipo de evento que pueda incitar a la reunión descontrolada de personas o que supongan situaciones que dificulten o imposibiliten el cumplimiento de las medidas preventivas generales, tales como la aglomeración de personas, la permanencia de personas en un número superior al establecido para cada nivel de alerta, el mantenimiento de la distancia de seguridad interpersonal, incumplimiento de aforos, etc.” Lo más llamativo es la expresión "reunión descontrolada -o fuera de control- de personas", que revela la obsesión que tienen por establecer el control de la gente, una vez convertidas las personas en números. 
 
*Y la guinda del pastel canario: “Quedan prohibidas las actividades que propicien aglomeraciones, no mantener la distancia de seguridad interpersonal o un uso incorrecto de mascarillas, tales como la celebración de fiestas, bailes, karaokes, concursos, conciertos o música ambiental que inviten a bailar o cantar”. O sea que también se prohíbe, por si quedaba algo sin prohibir, cantar y bailar. ¿Lo habéis entendido? Nada de "Carnaval, carnaval, bailaremos sin parar en el mundo entero..."

lunes, 15 de febrero de 2021

El triunfo perverso del doctor Knock

"Doctor Knock o el triunfo de la medicina" (1923) es una obra teatral, concretamente una comedia satírica en tres actos que acaba convertida en farsa trágica, en la que su autor Jules Romains describe una sociedad medicalizada donde los diagnósticos y las diferentes opciones terapéuticas se han adueñando poco a poco de la vida de las personas en detrimento de su salud, por lo que la obra, llevada varias veces al cine con desigual fortuna, se convierte en una profecía cumplida, al estilo de 1984, la novela de Georges Orwell, dos distopías que no tienen nada de utópicas, ya que se ven realizadas en la actualidad.

Un médico, el doctor Knock, llega a una pequeña población de la Francia profunda llamada Saint-Maurice. No sólo es médico, sino también doctor en medicina, como hará enseguida que todo el mundo le denomine con propiedad. 


Su significativa tesis doctoral versó sobre los presuntos estados de salud, en la que pretendió demostrar que la buena salud como tal no existe, atribuyéndole una cita espuria al prestigioso Claude Bernard: “Les gens bien portants sont des malades qui s' ignorent” (Las personas que gozan de buena salud son enfermos que se ignoran). Afirma que la salud no es más que una palabra que habría que desterrar del vocabulario. “Por mi parte -le dice al boticario en una ocasión- sólo conozco gente más o menos afectada de enfermedades más o menos numerosas de evolución más o menos rápida”. La estrategia del doctor Knock consiste en propagar el siguiente axioma: toda persona sana es realmente un enfermo que todavía no sabe que lo es.

El doctor, escudándose en un lucrativo espíritu filantrópico que intenta frenar el progreso de las enfermedades de toda índole que acechan al género humano, se encargará, por lo tanto, de diagnosticarle a cada vecino su mal, poco importa si verdadero o falso, y de ponerle en tratamiento enseguida, con lo que alcanzará prestigio, poder y dinero, fomentando la higiene aséptica y la profilaxis: en eso consiste el triunfo de la medicina sobre la salud. 

 

¿No nos recuerda esto a la paradoja de los “enfermos asintomáticos” de nuestros días, es decir, personas que no presentan dolencias ni síntomas de enfermedad y que, sin embargo, se definen como “enfermos” aunque sea al estilo del malade imaginaire de Molière? ¿No ha venido a decirnos nuestro doctor Knock particular que todos y cada uno somos o podemos ser enfermos si todavía no estamos malos y no hacemos algo para remediarlo como ponernos una mascarilla, evitar lugares concurridos y guardar distancia de seguridad para no chocar con los demás, e incluso guardar silencio en los transportes públicos como aconsejan algunas Comunidades Autónomas porque el virus podría transmitirse hablando(¡!), hablando, que es como, por otra parte, se entiende la gente?

El nuevo profesional, el doctor Knock, representa la antítesis del antiguo galeno, el entrañable médico rural Parpalaid, que le ha cedido su puesto, practicante de una medicina tradicional, curativa y poco lucrativa, basada en el principio hipocrático del primun non nocere (“lo primero y principal, no hacer daño”)

Knock, por su parte, practica la medicina profiláctica para lo que se gana enseguida el soporte del apoyo de las fuerzas vivas del pueblo, concretamente del maestro, del farmacéutico, que hasta la llegada del doctor no ganaba para subsistir, de la hostelera, que convertirá su hotel De la clef en el hospital del mismo nombre, y del pregonero del lugar, que hará publicidad de la consulta del doctor. 

Con su estratégico método consigue amedrentar a los vecinos que hasta entonces vivían descuidados transformándolos en hipocondríacos enfermos potenciales y clientes sumisos que demandan constantes atenciones sanitarias y farmacéuticas, y se someten voluntariamente a chequeos, análisis y a todas las restricciones que se les imponen.

La telaraña tejida por el Dr. Knock acaba atrapando a todo el mundo de forma que la población de Saint Maurice queda finalmente dividida en dos grandes grupos: los enfermos y los sanitarios que trabajan a su servicio y, que indefectiblemente, en cualquier momento, podrán enfermar también y convertirse en pacientes. 

Fotograma de la película Dr. Knock, Guy Lefranc (1951)

Así se gesta el triunfo definitivo de la medicina sobre la salud. Cuando el médico anterior le reprocha que su método subordina el interés del enfermo al del médico, el Dr. Knock se defiende argumentando que hay un interés superior a ambos, que es el interés de la Medicina, el único que dice preocuparle.

El nombre propio “Knock” del doctor tiene innegables resonancias, pues en la lengua de Shakespeare significa “golpe/golpear”, en el sentido de llamar dando golpes a la puerta, pero también “to knock out” significa “dejar sin conocimiento”, dejar K.O. El Dr. Knock, efectivamente, nos ha dejado noqueados a todos y fuera de combate. 

Pero no nos dejemos, sin embargo, engañar por los pintorescos nombres propios ajenos a nuestra geografía, lengua e historia: el doctor Knock es el Estado Terapéutico, las autoridades sanitarias de nuestros gobiernos subordinadas a la Organización Mundial de la Salud, y el pequeño cantón francés, cuyos habitantes se convierten de la noche a la mañana en pacientes/clientes, es el universo entero aquí y ahora. Todo un clásico, como todos los clásicos, de rabiosa actualidad.

La sonrisa amable en los labios de la comedia de Jules Romains, cuando cae el telón, nos deja no poco pensativos y perplejos. Quid rides? Mutato nomine de te fabula narratur, que dijo Horacio: ¿De qué te ríes? Cambiando el nombre la historia trata de ti.

domingo, 14 de febrero de 2021

Cementerio de elefantes (y II)

No sé si hemos vuelto a la Edad Media o salido alguna vez de ella, pero estamos metidos hasta las cachas en el lodo del necio fanatismo, ciega fe y credulidad. 

La cacareada “ola de frío con fuerte descenso de temperaturas que afronta el país” de que hablan los medios es lo que hasta ayer no más llamábase “el invierno”.
 
El debate televisivo de los candidatos a la presidencia se convierte en espectáculo mediático de máxima audiencia; y el electorado, en público del programa.
 
Una periodista regüelda: "Ya se atisba en el horizonte una cuarta ola, impredecible pero probable, de la que se empieza a hablar sin haber superado la tercera". 

Los candidatos deben proyectar buena imagen y pico de oro en el plató a fin de satisfacer a la millonaria audiencia del telespectáculo en formato de concurso. 

La televisión es la reina de los medios productores de opinión pública, y el público, que siempre tiene la razón, elige con su voto al concursante favorito. 

El candidato más votado será el ganador indiscutible del programa en el que los espectadores depositan la ilusión, convencidos del carácter decisivo de su voto. 

La cofradía del Cristo del Gran Poder lloraba de impotencia al suspenderse la procesión de Semana Santa por la lluvia tras un año de intensísimos preparativos. 

Hay una peste más mortífera, si cabe, que la vieja Peste Negra europea: la profilaxis preventiva que, como espada de Damoclés, envenena los gozos del presente. 

El Colegio Oficial de Médicos de Madrid colgó de su sede el puritano lema "No beses, no des la mano, di hola", ante el riesgo de contagio del virus de la gripe. 


La medicina hoy, esencialmente profiláctica, ha logrado convertirnos a todos en pacientes y enfermos crónicos a fuerza de diagnósticos, pronósticos y fármacos. 

Si Notre-Dame de París ya era el monumento más visitado del mundo, el aliciente no poco morboso de su incendio acrecentará más aún las visitas de turistas. 

El que se haya salvado milagrosamente la cruz del templo de las pavorosas llamas ha servido para fortalecer la fe incombustible de muchos feligreses. 

Las gárgolas góticas de Notre-Dame en llamas lloraban lágrimas de agua bendita tratando de apagar el fuego que destruía el templo, pero no la fe que lo erigió. 

Afirmo sin ánimo de ofensa que la sola iglesia, mezquita o sinagoga que ilumina como faro en la noche oscura del alma es la que es pasto de las llamas. 

El feminismo patrocinado por los poderes públicos del Estado equipara bajo el mismo yugo igualitario la explotación laboral que sufren hombres y mujeres. 

El movimiento de liberación de la mujer, integrado en el sistema como política de Estado, lejos de liberar a la mujer de su condición, incrementa su sumisión. 

La relegación al ostracismo de la teología ha conllevado como contrapartida la sacralización de la ciencia, que pasa así a ocupar el lugar de la vieja religión.

 
Lo que asoma a las numerosas ventanas de la Red no es una persona de carne y hueso, sino un personaje de ficción, una identidad falsa, virtual, pero real. 

Las Redes Sociales no nos han vuelto mentirosos, porque ya lo éramos, sino que han resguardado a buen recaudo nuestra falsa personalidad en el armario. 

¿Cómo detectar los billetes falsos de veinte y cincuenta euros que circulan por ahí, según advierte el Banco Central Europeo, cuando no hay ninguno verdadero? 


Tolstoi renunció, además de a la aristocracia a la que pertenecía, al sacrificio, es decir, a la muerte en su nombre de ningún animal so pretexto de alimento. 

Señor Presidente del Gobierno, yo no quiero subirme al tren del futuro, porque en aras del futuro se hipoteca e inmola, vivo, el presente, que es sacrificado.

Un trímetro yámbico de la Electra de Sofoclés para una declaración de rebeldía: τούτοις ἐγὼ ζῆν τοῖς νόμοις οὐ βούλομαι: bajo estas leyes no deseo yo vivir.

sábado, 13 de febrero de 2021

Cementerio de elefantes (I)

El cementerio de elefantes era un lugar sagrado al que iban a morir, según la leyenda africana, los viejos paquidermos, depositando el marfil de su experiencia. 

Los cazadores codiciosos de los preciados colmillos elefantinos se dedicaron a la  búsqueda infructuosa del cementerio sagrado, que sólo hallaron en sus sueños.

Incapaces de soportar la verdad, no razonamos, creemos en las ideas y sostenemos, como Atlas el mundo sobre sus hombros, la realidad a fuerza de mentiras. 

(Seguiriya gitana para cantar a palo seco y con quejío): Tengo yo una pena grande, que no tengo, que me tiene a mí ella y no me deja que ande yo contento. 

Todos y cada uno de nosotros, día y noche, despiertos y dormidos, queriendo o sin querer, sustentamos el caótico tinglado del cosmos con titánicos esfuerzos. 
 
La OMS recomienda a España no levantar restricciones, dice el Diario, que alerta del riesgo del relajo ante “una cuarta ola de comportamiento impredecible”.

Candidato en la antigua Roma era aquel que, vestido de blanco impoluto -candidus en latín-, se postulaba para blanquear con tejemanejes sus negras intenciones. 

Se llamaba también a los candidatos petitores y a sus rivales en los comicios competitores, porque, dadas sus aspiraciones, tenían un inmenso apetito de poder.



Un esclavo llamado nomenclator recordaba al candidato que era su amo, reconocible por su blanca vestimenta, el censo electoral: los nombres de sus clientes. 

El mito de la democracia consiste en que la plebe, reducida a electorado, legitima con la divina unción de su voto el gobierno que tendrá que padecer. 

El anacronismo monárquico, avalado antaño por la gracia de Dios, se justifica en las monarquías hogaño por el carisma constitucional del voto democrático. 

La libertad de elección que tiene un pueblo consultado en plebiscito consiste en decidir mayoritariamente cuál quiere que sea el material de sus cadenas. 

La imagen de los buitres devorando encarnizadamente al jato y a la vaca que lo está pariendo en descampado es mucho más que una metáfora de nuestro nacimiento. 

Los rostros que se asoman a las ventanas de la Red no son verdaderas caras, sino caretas, máscaras parlantes que con palabras mudas cotorrean sin cesar. 

Ya no se estudia Historia Sagrada en los centros de enseñanza, sino Historia Profana, que, sacralizada, ocupa su privilegiado lugar en el currículo educativo. 

La Historia (inglés history) es una ficción (inglés story) y por lo tanto un género literario en prosa que está bajo la protección de Clío, musa memoriosa. 

El nacionalismo se alimenta de la invención de una historia propia que justifica la idea falsa pero real, como todas las ideas, de pueblo elegido y de nación. 

Tres cosas hay en la escuela: la voz del maestro que manda silencio, los niños que de pronto callan, y la monotonía de la lluvia repicando en los cristales. 



El verdadero terrorismo no está en los márgenes del sistema atentando contra él como creen los gobiernos, sino en su ser y el seno mismo de la bestia Leviatán. 

No podemos fingir ignorancia como avestruces que esconden la cabeza debajo del ala, ni creer que, si no miramos, no pasará lo que no queremos ver ni que se vea. 

El denominado pensamiento positivo (wishful thinking en la lengua imperial) con sus paños calientes paliativos perjudica en cuerpo y alma gravemente la salud. 

Niego el carácter salvífico de las virtudes teologales del viejo catecismo: ni fe, ni esperanza ni caridad, ese amor mal entendido que pretende redimirnos. 

La jarra de Pandora de Hesíodo: Sola allí la Esperanza en su inquebrantable morada dentro quedó de la jarra a los bordes y no se salió hacia fuera volando. 

 

viernes, 12 de febrero de 2021

Citas a ciegas en la casa de citas

Con Tomás Ibáñez (1944-), que publica un artículo muy interesante en la revista Libre Pensamiento, núm. 85, titulado “La razón científica como dispositivo de dominación”, que nos hace reflexionar sobre la razón científica que nos enseña a dudar de todo y a cuestionarlo todo salvo la propia razón científica, que pasa así a convertirse en un objeto de fe como lo era Dios en la vieja religión, y en un instrumento de dominación, desembocando en una nueva religión y, por lo tanto, según el clásico adagio de Marx, en el opio del pueblo. La Ciencia -hay que escribir esta palabra con mayúscula inicial- es la nueva fe en la que cree la mayoría religiosamente, ciegamente. La Ciencia ha servido para fortalecer la fe. Quien se atreva a poner en duda y tela de juicio los dogmas de la Ciencia es considerado un hereje... y excomulgado de la comunidad científica, porque la Ciencia es la nueva religión monoteísta, otra reencarnación del viejo Dios: “(La ciencia) nunca da nada por definitivo, dirigiendo permanentemente su enorme capacidad crítica hacia sus propios resultados, examinándolos una y otra vez hasta detectar la parte de error que contienen y procurar corregirla. Sin embargo, hay una cosa que la ciencia se resiste a hacer y un riesgo que se niega a correr. La razón científica es reacia a orientar su potencial crítico hacia ella misma y hacia sus principios más fundamentales. Nos dice que hay que dudar de todo, que hay que cuestionarlo todo... salvo la propia razón científica.”


Con Thomas Szasz (1920-2012), autor de un libro cuyo título lo dice todo “El mito de la enfermedad mental”, que escribe en “El segundo pecado”: Hoy en día, particularmente en los Estados Unidos, todas las dificultades y problemas de la vida se consideran problemas psiquiátricos, y casi todo el mundo se considera hasta cierto punto mentalmente enfermo. De hecho, no es una exageración decir que la vida misma se ve ahora como una enfermedad que comienza con la concepción y acaba con la muerte, que precisa, en cada momento del camino, la asistencia experta de médicos y especialmente de profesionales de la salud mental.
 

Con Jorge Luis Borges (1899-1986): Democracia: es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística. La democracia, literalmente gobierno del pueblo, es una ilusión y una superchería, una falsa creencia como todas las creencias,  porque no se hace lo que quiere el pueblo, que no quiere que lo gobierne nadie, sino lo que desea una mayoría relativa y engañada por los demagogos, y la mayoría no es la totalidad. Ese es el gran engaño estadístico hacer pasar a una mayoría aborregada por la totalidad, eliminando los elementos críticos discrepantes, que tienen que someterse a los designios de las urnas por fuerza mayor.
 
Con Umberto Eco (1932-2016), que escribe en su libro Construir al enemigo la siguiente reflexión: ¿Quién es el imbécil que va por la calle con el iPod en las orejas o que no aguanta estarse una hora en el tren leyéndose el periódico o mirando el paisaje, sino que debe inmediatamente activar el móvil para decir en la primera parte del trayecto: “He salido” y en la segunda parte: “Estoy llegando”? Son ya personas que no pueden vivir sin ruido. Y es por lo que los restaurantes, ya ruidosos de por sí por la afluencia de los clientes, ofrecen ruido añadido mediante dos televisores encendidos, a veces, y la música; y si les pedís que lo apaguen, os miran como si estuviéseis locos. Esta intensa necesidad de ruido cumple la función de droga e impide centrarse en lo que sería verdaderamente fundamental. Redi in interiorem hominem (vuélvete hacia el hombre interior): sí, finalmente un buen ejemplo para el mundo de la política de mañana y de la televisión sería todavía san Agustín.

Fieles hasta la muerte, Cristianos y Leones.  Herbert Gustave Schmalz (1856-1935)

Con M. I. Finley (1912-1986), el helenista norteamericano, que  nos recuerda en su libro Aspectos de la Antigüedad, Editorial Ariel, (1975), en traducción del inglés de Antonio-Pérez Ramos, (pág. 195): que si bien al emperador Diocleciano se le recuerda por la “gran” persecución de los cristianos que se llevó a cabo bajo su reinado, desde un punto de vista histórico dicha persecución no fue tan importante ni tan sangrienta a juzgar por el número tan pequeño de víctimas que hubo. Escribe: Al revés, lo que Diocleciano no hizo lo hicieron sus sucesores cristianos: en seguida acabaron con el paganismo mediante métodos no menos intolerantes y crueles. (What Diocletian failed to do, his Christian successors accomplished in reverse. They soon wiped paganism out, by methods no less intolerant and brutal, en versión original).