Cuatro hexámetros de Juvenal (149-153), pertenecientes a la
sátira segunda del libro primero de su obra, expresan la
incredulidad de los romanos en lo concerniente a las creencias en la
vida de ultratumba. Dicen así: esse aliquos manes et
subterranea regna / Cocytum et Stygio ranas in gurgite nigras, /
atque una transire uadum tot milia cumba / nec pueri credunt, nisi
qui nondum aere lauantur. / sed tu uera puta...
Que suenan, traducidos en
hexámetros castellanos, más o menos así: Que ánimas hay
de difuntos y un reino ultraterreno, / río Cocito y ranas en charca de
Éstige negras, / y tantos miles que cruzan en barca a la vez la
laguna / sólo los niños lo creen que aún por el baño no pagan. / Pero suponte que es verdad...
Evocan estos cuatro versos de un modo
sintético el universo virgiliano del libro VI de la Eneida, el
descenso de Eneas acompañado de la Sibila a los infiernos, es decir,
los principales mitos sobre el más allá, para expresar al final la incredulidad.
Estudio de Caronte, Félix Resurrección Hidalgo
En primer lugar se habla de los “manes”
o almas de los difuntos, divinidades a las que los romanos
consagraban el alma de los muertos. Las inscripciones fúnebres de
los sepulcros solían encabezarse con las abreviaturas D M S (dis
manibus sacrum, consagrado a los dioses manes). El verso comienza
negando que haya dioses manes, es decir, que existan, como diríamos
con un verbo más moderno. El indefinido “aliquos” aplicado a
manes, como si dijéramos “de alguna clase” o “de ningún
tipo”, viene a insistir en que es una creencia en la que sólo
creen, como nos dirá más adelante, los niños de pecho, a los que
todavía no se les cobra la entrada en las termas o baños públicos,
como se hace con los jóvenes y los adultos, y que todavía no conocen el dinero.
El plural poético, motivado
seguramente por razones métricas, “subterranea regna”, alude
al reino soterraño de Plutón, o Hades. El verso niega de la manera más eficaz, que no es afirmándolo sino poniéndolo en duda, que haya tal cosa como un reino debajo de la tierra a donde
van las almas de los muertos. No se cita el nombre del rey, o dios de
los muertos, porque se está dudando de que haya tal reino, es decir,
una vida como esta después de la muerte.
La laguna Estigia, Félix Resurrección Hidalgo (1887)
El Cocito (en griego Κώκυτος,
Cócytos) era el Río del Llanto o
de las Lamentaciones. Su nombre deriva del verbo κωκύω, que
significa “lanzar gritos de dolor, lamentarse”. En las orillas de
este río vagaban las almas de los muertos que no habían recibido sepultura y no podían, por lo tanto, pagar el pasaje a Caronte, el barquero
que conducía las ánimas de los difuntos al otro lado de la laguna.
Era este río un afluente del Aqueronte y se nutría de las lágrimas de las
almas en pena.
La Éstige (en griego Στύξ Stýx)
o laguna Estigia, fue en principio el nombre de una fuente griega de
la Arcadia cuya agua era mortal, y acabó siendo el nombre de la laguna de
los infiernos por la que juraban los propios dioses. Juvenal utiliza
aquí el adjetivo “Stygius -a -um” aplicado al sustantivo
“gurges”, un torbellino de agua, y también un abismo o una sima, así como la garganta (de donde el
castellano gorja, cf. fr. gorge), que acabó refiriéndose al mar en
general, como en la expresión in gurgite uasto, en el ancho
mar).
La mención de las ranas negras de la laguna resulta, por
lo menos, curiosa. En la comedia Las Ranas de
Aristófanes, se menciona el hecho de que al llegar Baco disfrazado
de Heraclés a la laguna estigia, Caronte, el barquero, le admite en
la barca y durante el trayecto se oye el canto de las ranas, que
croan a su sabor, insultando con su estrepitosa alegría las
molestias que el dios experimenta, episodio que, desligado del resto
de la comedia, le da título sin embargo.
La barca de Caronte: Se niega
aquí, poniéndolo en duda, que puedan hacer el viaje en la misma
tantos millares de personas como mueren todos los días. No se han citado los nombres
propios ni del dios (Hades, Plutón) ni del barquero (Caronte) ni
tampoco del perro, el can Cérbero. Los únicos nombres propios que
han aparecido son hidrónimos.
La barca de Caronte, Félix Resurrección Hidalgo (1887)
Así traducía los versos de
Juvenal don Francisco Díaz Carmona en 1892: Nadie, a no ser el niño
que se baña / de balde (*), cree ya en manes, en infierno, / en
Carón, en la Estigia, con su extraña / turba de negras ranas y su
eterno / vórtice, y en la barca que allí espera / almas que
conducir al hondo averno; / mas tú júzgalo cosa verdadera.
(*) Explica en nota el traductor
que la expresión “de balde”, es decir, gratis, alude a los
niños de corta edad que eran admitidos en los baños públicos sin
pagar el precio de la entrada, indicando así el poeta el general
escepticismo que dominaba en la sociedad romana cuando solo los niños
muy pequeños daban crédito a las antiguas tradiciones mitológicas.
(El texto está ilustrado con imágenes de cuadros del pintor filipino Félix Resurrección Hidalgo y Padilla (1855-1913), tomadas de la Güiquipedia).