miércoles, 28 de junio de 2023
"No se sacrifican"
martes, 27 de junio de 2023
Antes que dios fuera Dios
Un viejo lema heráldico castellano encapsulado en una cuarteta octosilábica reza: “Antes que dios fuera Dios, / y los peñascos peñascos, / los Quirós eran Quirós, / y los Velascos, Velascos”.
Mucho ha dado que hablar la frase, especialmente por la primera parte, ya que parece inapropiado hablar de un tiempo anterior a Dios, que es el creador del tiempo y de todas las cosas que en él se desarrollan… ¿Ante qué nos hallamos? Ante algo que no sé yo muy bien cómo pudo dejarlo pasar la Santa Inquisición. Es verdad que hay otra versión menos irreverente, que reza, sin mencionar al ser supremo: Antes que el sol fuera el sol y los peñascos peñascos, y, como figura en la oficina de correos de Ciudad Rodrigo (Salamanca), corrigiendo la blasfemia heráldica: "Después de Dios, la casa de Quirós" y "Después de Dios, antes (de) que el sol fuera el sol y los peñascos peñascos, los Quirós eran Quirós y los Velascos Velascos".
Cierto es que los nombres propios carecen de significado, a diferencia de los comunes, pero tienen una utilidad muy grande en nuestro mundo: sirven para marcar hitos tanto en el tiempo (cronónimos como enero, febrero, lunes, martes...) como en el espacio (topónimos como Murcia o Francia o Creta... ), así como para bautizar a las personas y de ese modo individualizarlas (antropónimos) y a los animales que domesticamos y que responden así a la llamada de nuestra voz de mando.
El nombre propio no deja de ser una marca comercial, y, en cierto sentido, es anterior y extraño o ajeno a los nombres comunes, que son palabras con significado, que forman parte del diccionario o vocabulario de la lengua. Los nombres propios pertenecen al acervo cultural, aunque hay interferencias entre unos y otros.
Los nombres comunes, a diferencia de los nombres propios, admiten fácilmente moción de número y género, lo que no impide el hecho de que algunos nombres propios se hayan convertido en nombres comunes y adquirido significado, como por ejemplo César, que era el sobrenombre de Gayo Julio César, y que se convirtió entre nosotros en sinónimo de emperador, y por lo tanto a raíz de eso admite la moción de número: los césares.
Y si el nombre propio se puede convertir en común, también puede suceder lo contrario, que el nombre común se convierta en propio y pasemos a escribirlo con mayúscula, aunque eso es algo trivial y propio de la escritura, no de la lengua hablada. Es lo que sugiere el verso con el que arranca la cuarteta: “Antes que dios fuera Dios”, en el que se anula la oposición nombre común/nombre propio en el monoteísmo triunfante. Anteriormente había una moción de género (dios/diosa) entrecruzada con la de número (dioses/diosas), pero desapareció con la ascensión del nombre común masculino singular a la categoría de nombre propio.
En las religiones monoteístas, en efecto, la divinidad no se distingue por tener un nombre propio, sino por un nombre común ascendido de categoría. Como dice Minucio Félix (Octauis, 18,10): No le busques un nombre propio a dios: su nombre es “dios”. Solo hay necesidad de nombre propios cuando hay que distinguir una multitud por sus individuos mediante los signos distintivos de las apelaciones; para “dios”, que es único, el nombre “dios” es el absoluto.
De ahí viene la dificultad de traducir los nombres propios, esencialmente intraducibles: La divinidad llamada por los musulmanes “Alá” es la misma que los cristianos llaman “Dios”: como nombre común puede traducirse: “el Dios”, pero como nombre propio es intraducible: “Alá”. De hecho, cuando un musulmán pronuncia el takbir como profesión de fe: Allāhu ʾakbar suele decirse que significa: Alá es (el más) grande, y no traducirse como Dios es (el más) grande. Como dice Maurizio Bettini en su “Elogio del politeísmo” (Alianza Editorial, Madrid, 2016, pág. 72): El carácter único y exclusivo de la divinidad hace que el nombre común que la designa asuma el estatus de un nombre tan “propio” que no tiene equivalentes fuera del lenguaje compartido por el grupo que la venera.
lunes, 26 de junio de 2023
Invasión Extraterrestre
Es curioso cómo los OVNIS, acrónimo de Objeto Volador (o Volante) No Indentificado, (calco de UFO, Unidentified Flying Object en la lengua del Imperio) han pasado a denominarse ahora FANIS o sea, Fenómenos Anómalos No Identificados (calco de UAP Unidentified Anomalous Phenomena), una denominación más genérica y abstracta que podría referirse a casi cualquier cosa, por ejemplo a una aparición de la virgen María o de algún ángel o arcángel del Señor.
El cambio de terminología ha sido promovido por la NASA, que quiere ceñirse a los datos y “evitar teorías de la conspiración” en torno a una presunta invasión extraterrestre, que sólo con mencionarla, la están ya presentando ante nuestros ojos.
Estos OVNIS, rebautizados ahora como FANIS, aparecieron en el período
de posguerra y dieron pábulo a una nueva ciencia o pseudo-ciencia, más bien,
que era la Ufología, y a numerosísimas películas de ficción científica o científica ficción. Hoy día, la gente sigue atrapada
por estas historias, y de cuando en cuando aparecen en los medios
noticias referentes a avistamientos y a informes secretos guardados
celosamente por los gobiernos. Nos encontramos con que hay gente que cree seriamente en ellos y gente que rechaza decididamente esas creencias que considera ridículas.
La historia de los OVNIS se remonta, por lo menos, a 1947, cuando un piloto informó haber visto nueve objetos parpadeando en el cielo sobre el estado de Guásinton, haciendo maniobras extrañas y volando a velocidades supersónicas. La difusión del relato del piloto popularizó el término “platillo volador/volante”, de modo que fue utilizado por todo el mundo. Los oficiales militares habían estudiado algunos de esos platillos y llegaron a la conclusión de que las naves eran de origen extraterrestre, pero les advirtieron que nunca revelaran el hecho.
En 2017, el New York Times y otros medios de comunicación e (in)formación de masas revelaron la existencia de un programa secreto del Pentágono dedicado a registrar ovnis, conocido como el Programa de Identificación de Amenazas Aeroespaciales Avanzadas, o AATIP. El exdirector del programa era el denunciante. Los lectores estaban cautivados y desconfiados al mismo tiempo, por lo que el gobierno del Imperio se vio obligado a emitir un desmentido que no hizo más que enturbiar las aguas.
Es comprensible que a muchas personas les resulte tentador imaginar que el Gobierno estadounidense ha estado ocultando la existencia de naves espaciales extraterrestres recuperadas, porque la función del Gobierno es mentir, engañar y ocultar la verdad, presentándonos en su lugar la realidad, pero también hay quienes mantienen una actitud escéptica sobre el tema, dado que el denunciante se basa en testimonios indirectos y no en su experiencia visual directa y personal.
¿Qué hay detrás de estos avistamientos? ¿Son visiones o alucinaciones? Lo cierto es que es harto difícil establecer la verdad sobre el fenómeno ufológico. ¿Se trata de alucinaciones individuales o colectivas? ¿Están los testigos de tales apariciones bajo influencia de proyecciones psicológicas de un inconsciente colectivo que hunde sus raíces en la antigüedad? ¿Serán los extraterrestres, selenitas o marcianos, reencarnaciones de los dioses mitológicos? No nos corresponde a nosotros creer o dejar de creer en los ovnis o fanis. Sin duda, son reales, en el sentido de que forman parte de la realidad como fenómenos psíquicos, pero no podemos afirmar ni negar su realidad física, por así decir, ni su origen extraterrestre, ni si se trata de seres angelicales custodios que están dispuestos a aterrizar para salvarnos o, por el contrario, son demonios que vienen a destruirnos.
Cumplen, eso sí, una función en nuestras vidas. Sirven como consuelo de nuestra humana existencia, huérfana de experiencias religiosas, y son un mito moderno alimentado por la ciencia que es ficción y la ficción que es ciencia. No podemos negar que los ovnis o fanis son reales, como la vida misma, lo que no quiere decir que sean verdaderos.
domingo, 25 de junio de 2023
Enrevesamientos
3.- Si no te tocó el premio gordo de la lotería, te has librado de su lluvia de millones. No te consueles pensando que por lo menos tienes salud y amor. La salud y el amor son frágiles; en cuanto les tocas un poco, aunque sólo sea denominándolos por su nombre, se rompen. Conque ninguna de las tres cosas que hay en la vida constituyen la felicidad, que no existe: Ni salud ni dinero ni amor: lo mejor es el olvido de todo ello.
4.- Al final de los cuentos infantiles todos son felices, menos, claro está, pobres, las perdices que se comen unos y otros para saciar la voracidad de sus estómagos agradecidos por el final feliz.
5.- La virginidad no es más que una membrana insignificante de la que se puede prescindir fácilmente.
6.- Conozco muy bien el infierno: desde que nací estoy pisando su empedrado.
7.- Pobrecito Satanás, pobrecito Belcebú, pobrecito Lucifer, piensas que eres tan malo que no hay nadie peor que tú, pero vamos a ver: hay muchísimos hijos de la grandísima puta que te han dejado muy atrás, tantos que si se echaran de pronto a volar, como cantaba el otro, no veríamos el sol.
8.- Vota a Nadie: Nadie es el mejor. Si votas por su candidatura y sale Nadie elegido por amplia mayoría, será el mejor presidente del gobierno que hayamos tenido a lo largo de esta democracia constitucional.
9.- No metas el pájaro que vuela en una jaula: tendrás un ser alado pero sin el vuelo que lo caracterizaba y que le daba la libertad: tendrás, si lo enjaulas, un pajarillo muerto.
10.- ¿Qué nos ha enseñado nuestro estupendo sistema educativo después de imponerse obligatoriamente a toda la población hasta los dieciséis años? -A aburrirnos y a no enterarnos absolutamente de nada de lo que pasa, ni siquiera del aburrimiento que nos invade y que nos entra cuando nos ponemos a estudiar lo que nos mandan.
11.- No nos van a dar las uvas, porque las uvas se las dan a los tontos de capirote que se atragantan al son de las doce campanadas de media noche de un reloj que les marca el paso a ellos y que da paso a un calendario que proclama como nuevo un año que ya es viejo antes de haber nacido. No dejes que entre el año que viene de la era cristiana, dale con la puerta en las narices o échale la zancadilla para que resbale, se caiga por las escaleras abajo y no vuelva a asomar por la puerta del calendario su miserable hocico.
sábado, 24 de junio de 2023
¿Para qué servía el pasaporte sanitario?
viernes, 23 de junio de 2023
Conjuro para queimada en la noche de san Juan
Pues cuando este brebaje baje por nuestras gargantas y el gaznate, nos librará de la magia negra y de sus brujeriles malas artes.
jueves, 22 de junio de 2023
¿Disolución de la Cámara Alta?
Un simpatizante afín en parte al Partido Inexistente nos hace llegar esta reflexión ante las próximas convocatorias electorales: Hagamos un pequeño ejercicio de imaginación: ¿Qué pasaría si en las próximas elecciones generales al abrir las urnas y proceder al recuento de votos aparecieran vacíos todos los sobres de las papeletas para el Senado? La interpretación más lógica sería que los españoles no queremos senadores ni senatrices, por lo que debería, democráticamente hablando, disolverse la Cámara Alta.
Gramáticos tardíos
latinos como Prisciano (siglo V) recogen el término 'senatrix',
forma femenina de 'senator' (paralela a 'actor/actrix',
'imperator/imperatrix'...), no porque hubiera entonces mujeres en el Senado
-cosa que no se verá hasta la modernidad- sino más bien porque era
un procedimiento vivo mecánico que tenía la lengua de generar agentes
femeninos sustituyendo el prefijo -tor por -trix. En cualquier caso, estos términos en la antigüedad, habida cuenta del nulo empoderamiento femenino, se entendían en primer lugar como “la mujer de...”. De ahí que,
por ejemplo, senatriz de entenderse de alguna forma sería la
mujer del senador, antes que la senadora propiamente dicha como se entiende en la modernidad, una vez equiparados el timbre masculino y femenino de la voz de mando.
Si metemos, pues, la papeleta del Senado en blanco y no sale ningún voto nominal, no podrá nombrarse a ningún senador ni senatriz. Tengamos en cuenta que países de nuestra órbita como Noruega, Suecia o Dinamarca no tienen Senado, y ni falta que les hace. Y no les va mal por eso, sino por el contrario.
Se trata, sin duda, de una cámara innecesaria, una rémora prescindible de los tiempos de Maricastaña, de cuando el imperio romano, por lo menos, que camuflaba al paso de sus legiones y el estandarte del águila la equiparación torticera del pueblo (POPVLVS) con sus gobernantes (SENATVS), como se hace hoy cuando se identifica al pueblo con el Estado o régimen que lo gobierna, bajo el estandarte de las siglas SPQR correspondientes a Senatus PopulusQue Romanus ('el senado y el pueblo romano').
Los que propugnamos la disolución de esta cámara alta, que es sin duda una reminiscencia del consejo de ancianos de las antiguas gerontocracias, propugnamos también la abolición de la monarquía, que, además, se encuentra en vías de extinción en casi todo el mundo en favor de regímenes republicanos. Parece que se trata de un proceso natural que nosotros podemos contribuir a acelerar. ¿Por qué tenemos nosotros, españoles, que mantener a 260 senadores y senatrices y una dinastía monárquica borbónica?
Si disolvemos el Senado, nos ahorraremos varios miles de millones de euros al año. También ahorraremos mucho aboliendo la pensión vitalicia de estos senadores y senatrices, Padres y Madres de la Patria, ya que los demás tenemos que trabajar, currar de verdad como cabrones, muchos más años que ellos para podernos jubilar. No tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas.
Desde el Partido Inexistente, por nuestra parte, añadimos la siguiente reflexión: ¿Por qué vamos a quedarnos simplemente ahí, reclamando la disolución del Senado y de la monarquía?
Demos un paso más, y preguntémonos: ¿Por qué no hacemos extensiva esta protesta contra la Cámara Alta a todos los diputados y diputadas del Congreso? ¿Por qué vamos a querer reformar el sistema democrático vigente, disolviendo la Cámara Alta, cuando ambas cámaras han demostrado su insolvencia total e inoperancia? ¿No sería mejor prescindir de cualquier cámara alta o baja y de cualquier forma o régimen de gobierno tanto monárquico como republicano?
¿Qué nos va a pasar si
no tenemos gobierno? ¿Iba a pasarnos algo malo? No lo sabemos, pero
sí sabemos a dónde nos ha llevado el hecho de tener gobiernos y el
gobierno que tenemos. Lo otro, el caos y la anarquía que dicen los partidos existentes, no puede ser peor. Lo que nos está pasando es lo peor que podía sucedernos. Sólo tenemos una cosa que perder para librarnos de
nuestras cadenas: el miedo a la libertad. Ni electores ni elegidos. Ni Cámara Alta ni Cámara Baja, camaradas. Ni Senado ni Congreso. Ni senadores ni senatrices. Ni diputados ni diputadas. Ni electores ni elegidos. Ni rey ni reina. El mejor gobierno: Ningún gobierno.
miércoles, 21 de junio de 2023
Pareceres (XXIII)
111.- Nadie nos representa. Nadie puede arrogarse nuestra representación: ni siquiera, por paradójico que parezca, nosotros mismos. Nos sirve a nuestro propósito el aforismo jurídico uiuentis non datur repraesentatio: no es posible la representación de una persona viva (lo mismo que no es posible recibir la herencia de alguien que no ha muerto todavía: uiuentis non datur hereditas).
113.- La guerra no se justifica ya apelando a valores religiosos, sino políticos, que son un trasunto de los económicos, los que más valen y cuentan, pero eso se debe a que el dinero constituye la nueva y única religión de los que mandan y obedecen: una religión que no lo parece, un dios en el que todo el mundo cree, indiscutible. Por eso más que responder el mercado a las exigencias de los consumidores, los consumidores responden a las exigencias del mercado. Por eso, en esta economía que, según Ambrose Bierce definió para siempre como la venta de la vaca que no tenemos para comprar el barril de güisqui que no necesitamos, cotizan tanto los valores… bursátiles.
114.- Parece que lo único que les preocupa a algunas almas cándidas es que se les dispense un buen trato a los prisioneros, el trato humanitario, que dicen, no el hecho de que haya prisioneros, que es lo más inhumano que hay. Debe de parecerles muy caritativo a estas almas piadosas, que acaban resultando las más despiadadas, también que haya guerras; de hecho muchas veces las llaman misiones humanitarias o, rizando el rizo, como ha rebuznado el Rey de nuestro ruedo ibérico en un discurso oficial, “misiones de paz”. El ejército es para estas personas una oenegé (u Organización No Gubernamental) caritativa y humanitaria con pistolas, como ha regoldado un militar graduado con estrellas de muchas puntas.
115.- PSICOANÁLISIS. En vez de intentar fortalecer nuestra personalidad, deberíamos interesarnos en las técnicas de desintengración y disolución del ego, en disolverlo como una pastilla efervescente en un vaso de agua. Mi alma ansía diluirse como un comprimido, dejar de ser “mi alma”, mía y sólo mía, un alma individual y atómica, disolviendo su singularidad en el anonimato de la masa, en la fosa común del número plural. El individuo, como hemos formulado alguna vez, no nace, sino que se hace, y nunca es perfecto, nunca acaba de hacerse, ni tampoco de deshacerse. La desintegración del átomo que es el individuo personal masificado sería la bomba, la verdadera bomba de relojería atómica.
martes, 20 de junio de 2023
Invectiva contra Fernando Savater
El
filósofo oficial de todas las Españas,
el joven que escribió un panfleto contra el todo
y que acabó tragando por un tubo todo
aquello contra lo que ayer despotricara,
el intelectual orgánico y constitucional
y democrático, Fernando Savater,
que vota y recomienda el voto a progresistas
o a los conservadores, según gobiernen unos
o bien los otros, alternando en el poder,
denominó en su día despectivamente
a los indignados que acamparon en las plazas,
"hatajo", es decir, minúsculo rebaño,
"de mastuerzos", o, lo que es lo mismo, majaderos,
-otros decían perroflautas andrajosos-,
argumentando con su ilógica verborrea
que eran muy poco representativos, ya
que no representaban, Dios los libre, a nadie
y no admitían que ni Dios los represente.
Se indignaba así el ilustre catedrático
con los que se indignaban con lo que él encarna:
el conformismo con el orden establecido
y con el régimen democrático vigente
de dominación, el mal que dicen necesario
corroborando la necesidad del mal,
que él defiende como estómago agradecido
cebado por el Estado y por el Capital.
lunes, 19 de junio de 2023
El Estado es el enemigo del pueblo
Los líderes ejercen el Poder. Resulta ridículo distinguir, como algunos pretenden, entre líderes positivos y negativos, entre buenos y malos gobernantes, como si el hecho de que hubiera mandamases fuera algo neutro, ajeno a las categorías morales del bien y del mal, categorías que solo tendrían sentido para juzgar sus acciones, no su existencia.
El líder positivo sería aquel que, por su visión, por las virtudes que cultiva, por el ejemplo que da a los demás sirve al bien común. El líder negativo, por el contrario, sería el que dirige a la sociedad hacia fines destructivos distorsionando todos los lazos sociales, actuando en beneficio propio o del medio al que pertenece, con lo que la democracia se convertiría en la dictadura individual u oligárquica más perfecta que no sería sentida como tal.
Hay quien dice que malos líderes los ha habido siempre, como siempre ha habido malos padres. Pero así como algunos justifican la existencia de los padres como una institución natural, vamos a decirlo así, valga la expresión, no se puede decir lo mismo de los líderes, que son una imposición social completamente innecesaria que no viene dada por ningún derecho natural.
El hecho de que los líderes políticos, una vez acabado su mandado gubernamental, migren al mundo de los negocios a través de lo que se ha dado en llamar puertas giratorias (traducción del inglés revolving doors) es bastante significativo, y revela la íntima relación que hay entre el Estado o sector público y el Mercado o sector privado, las dos caras de una misma moneda.
El concepto de Estado, es cierto, siempre ha sido difícil de comprender, en sí mismo y en su relación con la sociedad. Antiguamente, apenas se distinguía de este último. Hoy el Estado es percibido, y experimentado, como una supraestructura separada de la realidad, que reúne en diferentes niveles a tecnócratas que alimentan un sistema en expansión y que viven de la vampirización del cuerpo social.
El Estado democrático, que es la forma más perfecta de Estado, se ha convertido, con la ayuda poderosa del economicismo y el tecnocratismo, en ese cuerpo extraño que Bertrand de Jouvenel ya describió, contra la definición de Luis XVI (L'État, c'est moi: El Estado soy yo) con esta fórmula lapidaria: “el Estado son ellos”: L'État, c'est eux. Se refiere, sin duda, a los funcionarios del Estado, como si la cosa no fuera con todos y cada uno de nosotros: pero todos somos de algún modo funcionarios del Estado, es decir, de nosotros mismos, porque nosotros también somos el Estado: ese 'ellos' de Bertrand de Jouvenel somos nosotros mismos
El Estado es el monstruo más frío de todos los monstruos, como dijo Nietzsche, cuya mentira radica en que quiere hacerse pasar por el pueblo, al que pretende sustituir. Eso que Nietzsche denomina “pueblo” hoy recibe el eufemismo de “sociedad civil”. Y es tal el divorcio existente entre los políticos profesionales y el común de los mortales, que los primeros se sienten como que no forman parte de la sociedad civil, de la que son ajenos.
El Estado se ha convertido en un enemigo, incluso en el Enemigo por excelencia, el enemigo público número uno, el enemigo del pueblo. El Estado, fundido indisolublemente con el Mercado a estas alturas -sector público y sector privado, como dicen los pedantes-, ya no es la solución de los problemas, sino el principal problema que tenemos.
No es el padre bondadoso, papá Estado, del que todo se espera, sino el mal padre, suponiendo que haya padres buenos y malos, como los líderes. Es el padre que nos ha dado la vida y que nos la quita, por eso mismo, porque tiene ius uitae necisque como el viejo paterfamilias de los romanos, como hacía Saturno devorando a los hijos que le nacían, según la mitología clásica.