“Los jóvenes de hoy día… no se
sacrifican”. Oí sin querer que le decía por la calle una señora a otra
con un amargo reproche. Yo hubiera querido meterme en su conversación y
razonarle a la señora: “No estoy yo tan seguro de eso, señora mía. Sí
que se sacrifican, creo yo, y probablemente más que nunca." Pero ¿qué entendemos por
sacrificarse? Ah, ese es probablemente el quid de la cuestión.
Sacrificarse significa matarse y, por lo tanto, morir por algo o por
alguien. "Sacrificar(se)" quiere decir "hacer(se) sagrado". Bien
lo sabemos todos cuando decimos cosas como que hubo que “sacrificar” al perro
para dar a entender, por ejemplo, que hubo que matarlo para que
no sufriera. El sacrificio es la consagración de la muerte como dadora
de sentido a la vida: uno decide dar un significado a su existencia y se
inmola. Su vida, que, si podía preciarse de algo, era precisamente de
no tener ningún sentido, resulta así revalorizada, redimida.
Así que, sí que se sacrifican, señora mía, quizá no por las mismas cosas
por las que se sacrificó usted en su mocedad, pero sí por otras, como,
por ejemplo, por un cuerpo de gimnasio, es decir, digno de exhibirse
semidesnudo en verano en una playa, o por unas calificaciones sobresalientes, o por cualquier otra
cosa. Los tiempos cambian que es una barbaridad, como decía el otro,
pero no la naturaleza humana, que siempre ha gustado de sacrificios en
aras del futuro, o sea, de la muerte.
Sólo hace falta verlos cómo sudan la gota gorda levantando pesas,
nadando infatigablemente en la piscina, pedaleando en la bicicleta
estática o corriendo -haciendo 'running', dicen ellos- en la cinta de correr, entrenando en cualquier deporte o educación física que llaman
ahora o culturismo, hipérbole de la cultura.
Sólo hace falta verlos
cómo empollan sin ningún sentido crítico los apuntes que les endilgan en
la facultad o el instituto y que les obligan a asimilar para, como se
decía en sus tiempos, señora mía, “ser algo o alguien el día de
mañana”, día que como algunos sospechamos no llega nunca porque no
existe o, mejor dicho, porque sólo existe hoy en la mención que hacemos
de él.
"No fuera malo, señora mía, que no se sacrificaran. No sería malo porque
eso significaría que estaban un poco más vivos de lo que están."