El
filósofo oficial de todas las Españas,
el joven que escribió un panfleto contra el todo
y que acabó tragando por un tubo todo
aquello contra lo que ayer despotricara,
el intelectual orgánico y constitucional
y democrático, Fernando Savater,
que vota y recomienda el voto a progresistas
o a los conservadores, según gobiernen unos
o bien los otros, alternando en el poder,
denominó en su día despectivamente
a los indignados que acamparon en las plazas,
"hatajo", es decir, minúsculo rebaño,
"de mastuerzos", o, lo que es lo mismo, majaderos,
-otros decían perroflautas andrajosos-,
argumentando con su ilógica verborrea
que eran muy poco representativos, ya
que no representaban, Dios los libre, a nadie
y no admitían que ni Dios los represente.
Se indignaba así el ilustre catedrático
con los que se indignaban con lo que él encarna:
el conformismo con el orden establecido
y con el régimen democrático vigente
de dominación, el mal que dicen necesario
corroborando la necesidad del mal,
que él defiende como estómago agradecido
cebado por el Estado y por el Capital.