viernes, 10 de febrero de 2023

Endecha por la princesa Bajrakitiyabha

¿Qué tendrá la princesa durmiente de Tailandia que sucumbiera un día de diciembre sin causa? 
 
En Bangkok duerme en coma, conectada a una máquina, en un profundo sueño de flor de loto pálida.
 
 Por la cabeza, madre, de Bajrakitiyabha -tal es su nombre propio- sabe Dios lo que pasa,

quizá ha pasado todo, quizá no pasa nada. ¿Ha entrado ya su alteza real en el nirvana?
 
 ¿Qué dicen los doctores que atienden a la infanta? ¿Inflamó su corazón una bacteria aciaga? 
 
¿Se ha clavado una aguja fatal, emponzoñada? ¿Es bulo la noticia? La Casa Real calla. 
 
 
En los templos los monjes de túnicas naranja, orando porque viva, elevan sus plegarias. 
 
 Rezan porque despierte las iglesias cristianas, por su alma también ruegan las mezquitas islámicas. 
 
Bailarinas inician las tailandesas danzas dibujando sus manos vuelos de raudas garzas. 
 
 Mucho vale la vida de Bajrakitiyabha,  una futura reina, primogénita infanta. 
 
Otras vidas no pesan prácticamente nada: no es igual la plebeya que la reina monarca.
 
¿Vendrá un príncipe acaso del sueño a despertarla con un beso en los labios como en los cuentos de hadas?
 
 

jueves, 9 de febrero de 2023

Por tierras de Zamora

 Pasa el verano y vuela la tarde azul / en Puebla de Sanabria dejándonos / su estela de oro en la laguna /  y una cadencia de luz perfecta. 
 
Has vuelto al escenario de tu niñez, / la única y auténtica patria, que es / la infancia que añoramos siempre / desde que huimos del paraíso. 
 
Buscas el río y por la ribera vas, / siguiendo el curso a contracorriente, a ver / bajo los álamos las linfas /  en las que, niño, te zambullías. 
 
 
 Y allí, en la misma sombra, seguía aquel / remanso mismo de agua que te acogió / benévolo en su seno fluido / cientos de veces como una madre. 
 
El río, sin embargo, no es nunca igual /  ni el mismo que era: no ha conservado más /  que el nombre, habiendo ya pasado /  su agua, metáfora de otro río. 
 
Tampoco, amigo mío, tampoco tú / eres el mismo que se bañaba en él, /  aquel chaval de nueve años /  que iba a cazar a las eras grillos,

 
que al deslizar rocoso del tobogán /  gastaba la culera del pantalón / corto, y trepaba a la atalaya /  a horas de misa y de catequesis,
 
o iba el domingo al cine (cerrado está /  a cal y canto al público ya el salón), / a ver alguna inolvidable / vieja película de romanos. 
 
Vuela el verano. Atrás se quedaron ya / tu río y niño antiguos. ¡Al paso, adiós /  te dicen los recuerdos, novias /  y horas que no han de volver a verte! 
 
 
Mas como si estuviera esperándote, /  abierta estaba la biblioteca aún, / donde yacían, en silencio, /  códices viejos de pergamino; 
 
palabras olvidadas que alguna vez / tuvieron eco, versos arrítmicos /  como el reloj que se ha parado /  mientras prosigue su marcha el tiempo. 
 
Volviste a entrar en ella, con devoción /  rayana en una fascinación total, / a despojarla y saquearla / de su tesoro, el conocimiento, 
 
igual que el bárbaro que aprendió en latín / a declinar la rosa y a conjugar / el verbo amar, mientras las rosas / todas y amores se marchitaban.
 
  (Para José Roberto Carballés Leal)

miércoles, 8 de febrero de 2023

Pareceres (XIV)

66.- Decir como a menudo hace la gente que la felicidad está en las cosas pequeñas a lo mejor no es decir gran cosa, es poca y menuda cosa, valga la paradoja. Pero eso es así si se entiende el dicho exclusivamente como afirmación positiva del valor de las pequeñeces; sin embargo, si lo miramos por el otro lado, del revés, con toda la carga negativa que conlleva, descubrimos una gran verdad, si se me permite la grandilocuencia de la expresión: no sabemos muy bien dónde reside la dicha, pero sabemos, desde luego, dónde no está y dónde no puede hallarse, que es en las grandes cosas, porque en realidad ni siquiera son tales 'cosas' sino ideas de las cosas, visiones de la platónica caverna. 
 
 
67.- Una nación, para ser lo que es, es decir, para ser una nación igual que las demás, debe oponerse a las demás naciones por una serie de rasgos distintivos propios, básicamente por su lengua, su cultura y por su historia. En esa oposición radicará su identidad. Ser catalán se opone, por ejemplo, a ser gallego o vasco, o lo que sea, por unas características que el propio nacionalismo catalán se empeñará en cultivar como señas peculiares de una nacionalidad que sólo encuentra su razón de ser contraponiéndose a las demás. El nacionalismo y el patriotismo son la mayor lacra de la humanidad: identificarse con la patria o nación de uno implica levantar un muro de aislamiento, una frontera que excluye, por oposición, a los demás. Contra ambos hemos pergeñado este apotegma en el que el término 'españoles' puede cambiarse por cualquier otro gentilicio: Los españoles no nacemos españoles, nos hacen, si Dios no lo remedia, españoles, o nos hacemos nosotros mismos, si no lo remediamos.
 
 
68.- ¿Quién nos asegura que ese billete impoluto que llevamos en el bolsillo tan poco gastado por el uso todavía no es una burda falsificación? “¡No, no puede ser!” Dirán algunos incautos. “Si me lo ha dado el cajero automático... Si es un billete de Banco...” Pero ¿quién nos asegura que las entidades bancarias no nos engañan a sus acreedores en el sentido más profundo y no sólo superficial o trivial del término, no porque emitan billetes falsos además de los verdaderos, sino porque en verdad todos los billetes que emiten son falsos, así como todas las tarjetas de crédito y débito, porque el dinero, que es real en cualquiera de sus formas físicas o espirituales como la vida misma, es una falsedad manifiesta que falsifica, valga la redundancia, el valor de las cosas, el valor de nuestra propia vida, devaluándola? Pero ese billete que llevamos en la billetera -o esa tarjeta de crédito, da igual para el caso- es bien real: puede servir para pagar un café, una copa, una comida, un polvo, un soborno, un crimen 
 
 
69.- La hija del visir, que está a punto de dejar de ser una niña, rompe a llorar sin tregua, y llora, según cuentan (pero la verdad sólo Alá -o, lo que es lo mismo, Nadie, si se nos permite este guiño irreverente al Islam- la conoce), porque Mesopotamia la legendaria cuna de nuestra civilización donde florecieron los jardines colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo, regada por el Tigris y el Éufrates milenarios como la cultura que allí se forjó con el arranque de la escritura y de la Historia, está hoy, ahora mismo, como siempre, todavía, bombardeada miserablemente durante el rodaje de la superproducción cinematográfica The Gulf War II. Están lloviendo  bombas sobre Bagdad, una ruina destruida con el pretexto de reconstruirla y un desierto baldío anegado de sangre propiciatoria derramada, aunque no lo parezca,  por su propio bien. 
 
 
70.- El pueblo, ese invento del gobierno. There is no alternative. (No hay alternativa) era el eslogan del partido conservador británico y de su primera ministra Margaret Thatcher. Sin embargo, que no exista una alternativa realmente, aquí y ahora, no quiere decir que no pueda haberla. Tampoco existe el pueblo que, es una entelequia inventada por el gobierno y los políticos para ejercer su gobierno sobre él, pero hay pueblo, igual que hay un corazoncito dentro de todos nosotros, que por debajo dice, aquí y ahora mismo, que es el único lugar y tiempo posible para la revolución. El pueblo, que no existe, se rebela sin embargo contra la democracia que se le impone, en nombre de la voluntad popular, que no quiere que gobierne nadie, ni Dios, ni muchísimo menos un representante de su supuesta voluntad, en nombre de ella, como si ella quisiera ser gobernada. Y por ahí, por ese camino, nunca se sabe hasta dónde se puede llegar. Pero, por eso mismo es un buen camino, el mejor que puede haber.
 

martes, 7 de febrero de 2023

El tribunal del Santo Oficio (de la libertad de expresión).

    Hay libertad de expresión, dicen, siempre y cuando la expresión de nuestra libertad no falte al respeto de la vida privada y el honor de las personas, siempre que nuestra crítica no ofenda al Jefe del Estado  o las sagradas creencias de alguna comunidad religiosa, sea la que sea.   
 
    Hay libertad de expresión siempre que no hagamos uso de nuestra libertad para expresarnos libremente. Debemos contemplar la presunción de inocencia de los demás y evitar la calumnia, la difamación, las injurias… 
 
    Son tantas las excepciones a la regla que podría decirse que no hay regla, o sea, que no hay libertad de expresión sino una censura invisible, que aparentemente no existe porque ya no hay unos señores siniestros, los antiguos censores, encargados de poner en el índice libros y películas, pero omnipresente, poderosísima porque está en la propia conciencia de los creadores: es Pepito Grillo, el grillo parlante, que era el censor de Pinocho, es decir, de cualquiera de nosotros mismos, tan falsos que somos y reales.
 
Galileo ante la inquisición romana, Cristiano Banti (1857)
 
     El moderno tribunal del Santo Oficio de la Inquisición es la autocensura. Torquemada es el propio creador. No se ve correcto que un personaje literario fume, por ejemplo. No está bien que haya sexo sin preservativo si no es para condenarlo por inmoral. No está bien que se conduzca sin cinturón de seguridad o se monte en moto sin casco en un telefilme: los personajes, sean buenos o malos, deben comportarse cívicamente, políticamente correctos, deben reciclar sus basuras y no contaminar el planeta mostrando conductas ejemplares.
 
     El Tribunal de la Santa Inquisición, instalado en nuestra conciencia puritana, quema los libros antes de que sean escritos, y prohíbe las películas antes de que sean rodadas. Hoy hay más libros y películas prohibidas que nunca: lo que no se atreven a hacer sus autores.
 
 
    De cualquier forma, no esta mal que nos hagamos una pregunta: ¿De qué sirve la libertad de expresión que garantiza nuestra sacrosanta y venerada constitución española, que todos los años celebra su aniversario el día siguiente a las nonas de diciembre, dos días antes de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, cuando el pensamiento que expresa es un pensamiento único y esclavo? Y, además, ¿de qué sirve la libertad de pensamiento si no albergamos más que un pensamiento considerado correcto y por tanto corregido?

lunes, 6 de febrero de 2023

Al catarro dale con jarro

    Resulta instructivo comprobar cómo la publicidad antigua -hoy sería impensable el caso- de una bebida alcohólica se presenta como "un arma bien dirigida", en concreto como una bomba saludable, contra la gripe, simbolizada por un tipo de raza asiática con un sombrero cónico vietnamita. La bebida referida es un brandi,  que es  el aguardiente que se obtiene de la destilación del vino añejado en toneles de madera. La palabra brandy es término inglés, que a su vez es préstamo del neerlandés brandewijn, que significa en esa lengua "vino quemado". Esta bebida tiene una gradación alcohólica bastante más alta que el vino, rondando entre los 36 y 40 grados, y entre los brandis destaca el famoso coñac, que tiene denominación francesa por su origen.  La botella del brandi se presenta a su vez como la mejor defensa contra la amenaza de la gripe.


     Recuerdo haber oído desde niño que se decía que el remedio de toda la vida contra la gripe era un vaso de leche caliente con miel y una copa de coñac, metiéndose uno en la cama a sudarla acto seguido. Esta vamos a llamar 'sabiduría popular' de la que se hace eco la vieja publicidad hoy no se considera política- ni sanitariamente correcta. Sin embargo, ¡cuánta razón destilan los refranes del acerbo común Al catarro dale con jarro, y El vino en jarro cura el catarro! Recuerdo también ese otro dicho de que la gripe se cura en una semana con medicación y en siete días sin ella (o en otra versión, en dos semanas y catorce días, que viene a ser lo mismo), lo que quiere decir que la medicación es superflua y no estaría de más si se limitara a aliviar los síntomas de la enfermedad, pero aquí es donde entran en juego los temibles efectos secundarios de los medicamentos que nos ofrece la farmacopea, que reparan una pieza de aquí estropeando otra de allá.

     Hemos visto cómo una gripe vulgar y corriente -nos dijeron que era otra cosa, una enfermedad desconocida y nueva en el mundo, además de mortal- ha paralizado prácticamente todo el planeta durante casi tres años consecutivos, ordenando confinamientos, cuarentenas, toques de queda, uso obligatorio de mascarillas, distancias de seguridad, pasaportes de vacunación y una infinidad de protocolos y controles que, para colmo de males, no han servido para nada bueno, y que además no consiguieron su objetivo. Por eso quieren ahora resucitar, entre otros, el fantasma obsoleto H5N1 de la Gripe Aviar.

    El doctor Herbert M. Shelton (1895-1985), autor entre otras obras de "Rubies in the Sand" (1961), que se retituló "The myth of medicine", obra publicada post mortem en 1995 en la que se incluyó además material inédito,  ya escribió un artículo en 1940 sobre la gripe, titulado técnicamente Influenza, donde dice, entre otras cosas, lo mismo que la sabiduría popular: que el remedio es peor que la enfermedad:  Médicos y pacientes rara vez se dan cuenta de hasta qué punto el tratamiento es responsable del aumento y la prolongación del sufrimiento y la muerte.

    Afirma el autor que cuando se tiene un resfriado severo, una gripe o una neumonía, lo que hay que hacer en primer lugar es dejar de comer. No hay que tomar ningún alimento, pero sí agua, hasta que desaparezcan los síntomas agudos. No se debe tomar ningún medicamento.  Lo que hay que hacer es lo que el cuerpo pide: meterse en la cama y descansar: descanso, ayuno y calor. En estas condiciones y siempre que haya aire fresco en la habitación, el cuerpo se recuperará sin medicamentos de temibles efectos secundarios, complicaciones ni secuelas.

Herbert M. Shelton (1895-1985)
 

    No se necesita tratamiento. La fiebre, la inflamación, la tos y demás síntomas indican que estamos en proceso de curación. En el citado artículo Shelton planteaba dos preguntas que deberíamos todos formularnos: ¿Cuánta fe en la efectividad de las vacunas nos ha inculcado la industria farmacéutica -recordemos el cacareado lema de que "salvan vidas" y, hablando del pasado, "han salvado millones de vidas"-, más atenta a sus cuentas bancarias que a nuestra salud, porque lo que a ella le importa no es curar al paciente sino hacer crónica su enfermedad y convertirlo en un cliente asiduo y así fidelizarlo? ¿Cuántos de nosotros hemos sido adoctrinados para pensar que para que nuestro cuerpo esté protegido necesitamos todo tipo de medicamentos y vacunas y para que desconfiemos de nuestra natural inmunidad?


domingo, 5 de febrero de 2023

CARPE DIEM

    El célebre "carpe diem" de Quinto Horacio Flaco, significa literalmente, como se sabe, "coge el día", lo que quiere decir "aprovecha el momento, no lo dejes escapar". No quiere decir, como a veces se piensa, que haya que disfrutar a tope porque la vida son dos días y la muerte algo inminente, porque ¿quién es capaz de disfrutar a tope pensando una cosa así ante la perspectiva de la amenaza sombría de la espada de Damoclés sobre nuestras cabezas?
 

    Es algo más profundo que eso. No es un mal consejo en lo que de negativo conlleva, disuadiéndonos implícitamente de regodearnos en el pasado o en el futuro, porque tanto el pasado como el porvenir son formas del tiempo cronometrado que se le imponen a nuestra vida, que matan nuestras posibilidades de vida aquí y ahora; nos está sugiriendo que nos liberemos de nosotros mismos, de nuestro pasado y de nuestro futuro, pero no funciona tan bien en el consejo explícito y positivo que nos da porque nos está  ordenando con un imperativo (carpe, como si dijéramos: ¡haz esto…!) que nos aferremos al momento presente, al instante, lo que no deja de ser una orden que tenemos que cumplir -¿y cómo voy a librarme de mí mismo si tengo que cumplir una orden?-, y además emplea el término “momento” (diem en latín), que precisamente no nos deja salirnos del tiempo cronometrado en el que estamos inmersos y del que quiere liberarnos. La intención es buena porque nos exonera del pasado y del futuro, no se puede negar, pero, como contrapartida, nos encadena al momento presente.

 Fotograma de El club de los poetas muertos (Dead poets society), de Peter Weir (1989)

    El poeta, en otras palabras, nos dice que en lugar de lo que hacemos habitualmente que suele ser vivir en el ayer recordando siempre lo que hicimos el otro día o hace cuatro años e identificándonos así con nuestros numerosos antepasados, o vivir en el mañana haciendo planes para el fin de semana que viene, o proyectos para las próximas vacaciones, para un futuro inasible porque el futuro por definición es lo que no existe todavía, lo que está siempre por venir y no acaba de llegar nunca, proyectándonos así en la también numerosa descendencia de nuestros herederos, deberíamos ocuparnos de vivir... íbamos a decir "el presente". Pero ¿qué es el presente? Si el pasado no existe porque son recuerdos y el futuro tampoco porque es la proyección de nuestros deseos o temores ¿qué es el "presente"?

    Honestamente, hay que reconocer que no lo sabemos. Lo más que podemos decir es que hay que vivir ahora, ahora mismo -y no estamos diciendo que haya que vivir "el ahora", que no es lo mismo, sino ahora. 

    Ahora es una palabra deíctica, que no tiene significado ni se deja definir y por eso nos saca de la realidad y nos libera del tiempo, que, cuando la pronunciamos, ya ha pasado. Y ¿qué quiere decir eso? Pues que tendríamos que dejar de habitar en el pasado y dejar al mismo tiempo de alojarnos en el futuro porque, mientras hacemos eso, no vivimos aquí y ahora mismo. Sencillamente.


Tu ne quaesieris (scire nefas) quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. Vt melius quicquid erit pati!
Seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum, sapias, uina liques et spatio breui
spem longam reseces. Dum loquimur, fugerit inuida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.

(Horacio Odas I, 11)
 
Os ofrezco varias traducciones al castellano. Empezamos por la del venezolano Miguel Antonio Caro, en versos alejandrinos compuestos por dos hemistiquios heptasílabos:
 
Cuál fin a mí los dioses, cuál fin a ti, Leucónoe,
hayan de reservarte, no quieras indagar,
ni en consultar te empeñes los babilonios números;
cerrado a humanos cálculos el porvenir está.
 
Mejor es resignarnos a lo que venga, o Júpiter
benigno otros inviernos conceda y otros más,
o este el último sea que hoy en rocas inmóviles
a deshacer sus tumbos lleva el Tirreno mar. 

Sé cuerda, vinos filtra y estrecha en breve círculo
las largas esperanzas. Esquiva nuestra edad
vuela mientras hablamos, ¡paso! No fíes crédula
en día venidero, goza este que se va.

La traducción de Alejandro Aráoz Fraser, en hendecasílabos con rima consonante:

No quieras tú saber, que no te es dado,
qué fin los dioses, Leucónoe hermosa,
nos darán a los dos; sin tal cuidado
vivir este momento es sabia cosa.

No sabes si será tu último invierno
el que ves. No consultes adivinos,
y ya que nada puede ser eterno
óyeme; sé prudente, gusta vinos,
 
aprovecha el instante presuroso;
breve es la vida, la esperanza vana:
el tiempo huye entre tanto envidïoso,
hoy goza y nada esperes de mañana.
 
 

La traducción de Manuel Fernández Galiano, en verso libre (por no decir que en prosa que reproduce en un renglón el contenido de un verso latino, lo que, por otra parte, no desmerece en cuanto a la traducción del contenido a nuestra lengua, si bien se ha perdido la música, o sea, el ritmo).
 
No investigues, pues no es lícito, Leucónoe, el fin que ni a mi
 ni a ti los dioses destinen; a cálculos babilonios
no te entregues. ¡Vale más sufrir lo que haya de ser!
Te otorgue Júpiter varios inviernos o solo el de hoy
que destroza al mar Tirreno contra las rocas, prudente
sé, filtra el vino y en nuestro breve vivir la esperanza
contén. Mientras hablo, el tiempo celoso habrá ya escapado:
goza del día y no jures que otro igual vendrá después.
 
La traducción de Agustín García Calvo, en asclepiadeos mayores, es la única que reproduce en castellano el esquema rítmico del original, además de ser una traducción bastante literal. El nombre griego de la destinataria Leuconoe, que literalmente significa "mente blanca", lo ha traducido magistralmente por Cándida, lo que nos recuerda a nuestra expresión "alma cándida". Y el nombre propio de Júpiter ha sido sustituido por "el Señor", dado que en el politeísmo romano era este dios el rey y señor de todos los dioses y las diosas.

Tú no indagues (es ley / nunca saber) / qué fecha el cielo a mí,
cuál a ti te marcó, / Cándida, y no / andes a consultar  
carta y número astral. / ¡Cuánto mejor / lo que se dé pasar!
Que otro invierno a tu haber / ponga el Señor, / que último sea ya
este que áspera hoy / contra el cantil / hace romper la mar
Tusca.  Trata de ser / cuerda, colar / vino, y a breve fin
la esperanza abreviar. / Solo en hablar / ídose el tiempo habrá 
falso. Pilla del hoy; / mínima pon / en su mañana fe. 
 
 
No pretendo yo hacer ninguna traducción y competir con las anteriores, líbrenme de eso los manes de Horacio y los de los traductores anteriores,  sino hacer en todo caso una paráfrasis, bastante farragosa, por cierto, y para ella me aprovecho, lo reconozco, de algunos hallazgos de las anteriores.  Y la hago en asclepiadeos mayores, cómo no, que es el metro original de Horacio, aunque soy consciente de que es un ritmo un poco duro para nuestros oídos castellanos:
 
 Nunca vas a saber / cuánto a los dos /  tiempo nos va a quedar,
 alma cándida, así /  que haz el favor, / no te atormentes más. 
Deja horóscopos, pues, / ya de leer: / falsos profetas son.
 Lo que sea será, /  si es que ha de ser. /  Ya se verá si Dios 
 otra tregua te da / o este será / tu último invierno ya
que el cantábrico mar / veas batir /  de olas y temporal.
  Ten sentido común,  / sírvete buen / vino y olvido pon. 
Ni esperanza razón / hay de albergar / ni desesperación.
En hablar se nos va / -ya se nos fue-,  / míralo, el tiempo huyó,  
por la puerta de atrás, / nuestro. A lo de hoy / tente, al momento, que es, 
piensa, el único que hay. / No en el ayer / vivas, que no pasó.
 No hagas planes y no / crédito des / nunca a lo por venir.

sábado, 4 de febrero de 2023

Refutación del punto, la recta y el plano ( y 2).

    En nuestra vida diaria no hay puntos, ni líneas rectas, direcciones únicas, caminos derechos, sentidos unívocos, distancias cortas, ni tampoco planos. Para llegar a un supuesto punto hay que dar a veces muchas vueltas, muchos rodeos, tomar muchas curvas y senderos alternativos, recorrer muchos meandros y bifurcaciones. Para llegar a un punto no vamos a encontrar nunca un trayecto rectilíneo, y probablemente nunca encontremos ese punto al que pretendíamos llegar. 

 
    Es más: algunas veces descubriremos que el punto al que queremos llegar, ese objetivo que nos habíamos trazado, esa meta que queríamos lograr a toda costa, no existe en la realidad, sino sólo en nuestra imaginación, por lo que nunca llegaremos al destino de esa tierra prometida. 
 
      Más aún; si por casualidad existe y llegamos un buen día a ese destino, descubriremos que no merecía la pena, al menos no tanto como el viaje que provocó que nos pusiéramos en marcha. Lo importante no es llegar cuanto antes, lo importante es andar, inventar el camino y regodearse en él, y descubrir la belleza al asomarnos a la ventanilla del tren y sentir el aire fresco en la cara, los aromas de los campos que vamos dejando atrás, los fotogramas en movimiento del paisaje. La meta, el punto imaginario que nos hemos trazado, no importa. 
 
     Soledad Bravo cantaba con su poderosa voz cristalina el poema del venezolano Aníbal Nazoa, titulado "Punto y raya", cuya letra dice así: Entre tu pueblo y mi pueblo / hay un punto y una raya. / La raya dice no hay paso; / el punto, vía cerrada. / Y así entre todos los pueblos, / raya y punto, punto y raya. / Con tantas rayas y puntos / el mapa es un telegrama. / Caminado por el mundo / se ven ríos y montañas, / se ven selvas y desiertos, / pero ni puntos ni rayas, / porque esas cosas no existen, / sino que fueron trazadas / para que mi hambre y la tuya / estén siempre separadas
 

viernes, 3 de febrero de 2023

Refutación del punto, la recta y el plano (1).

    El profesor de matemáticas del instituto, al que apodábamos Pitagorín, nos explicaba que la distancia más corta entre dos puntos era la línea recta. Matemática pura, sentenciaba. Era un axioma, una verdad que no necesitaba demostración porque se imponía por sí sola. Pero no dejaba de ser, pensábamos sin querer nosotros, algo abstracto, algo verdadero, seguramente, en el plano geométrico e ideal, o sea, matemático, pero no en el plano de la realidad de la vida cotidiana. 
 
   Al leer una porrada de años después como por casualidad “La destrucción de nuestro sistema del mundo por la curva de Mar” (Ed. Lucina 2001) de Red Marut (pseudónimo de Bernard Traven) en impecable traducción del alemán al español a cargo de Luis-Andrés Bredlow, me vino a la memoria el viejo profesor del instituto. Este libro era un ataque despiadado en toda regla a la geometría y a la matemática axiomática que pretende ser verdad, y lo es, pero a costa de no ser real. Ya lo dijo Einstein, según cuenta Bredlow: En la medida en que las formulaciones de la Matemática se refieren a la realidad, no son ciertas, y en la medida que son ciertas, no se refieren a la Realidad.

       Supe, gracias al traductor, que Bernard Traven (o Bruno Traven, como prefieren llamarlo en México, país que lo acogió y que él fotografió) había escrito, entre otras, la novela "El Tesoro de la Sierra Madre", que fue llevada al cine en 1948 por John Huston, protagonizada por Humphrey Bogart, una película magistral sobre la fiebre del oro, un oro en polvo que arrastrado por el vendaval y mezclándose con la arena, vuelve así al final de la película a la Sierra Madre de donde había salido, dejando vacías las bolsas de los codiciosos buscadores.  


    Grande ha sido mi sorpresa cuando leyendo recientemente "Contra los profesores" o sea Aduersus mathematicos de Sexto Empírico, especialmente los libros III y IV, "Contra los geómetras" y "Contra los aritméticos" respectivamente, encuentro que el opúsculo de Red Marut presenta sorprendentes coincidencias en sus formulaciones con el tratado  escéptico  de Sexto. 
 
    Ambos textos coinciden en la refutación del punto. Así, Red Marut: El punto sólo puede ser pensado; sólo puede ser inventado por el pensamiento. Ningún ser humano puede imaginar un punto. No hay ningún punto, ni en la Tierra ni en otra parte alguna del universo. ¿Qué es un punto? Un punto muestra una ubicación y como tal, no tiene tamaño o dimensión alguna. 
   
   
    Y Sexto, por su parte refuta la línea del siguiente modo: La línea es longitud sin anchura, pero algo así es inconcebible ni entre las cosas sensibles ni entre las inteligibles. Entre las primeras la longitud de una cosa la percibiremos siempre con una cierta anchura por muy mínima que sea. Si privamos de anchura a la longitud, la abolimos efectivamente. A nuestros sentidos no se les ofrece ninguna longitud sin anchura. 
 
    Sexto le atribuye a Aristóteles la objeción de que podemos concebir la longitud de un muro sin conocer su anchura: Pero en este caso, afirma Sexto, estamos percibiendo la longitud de un muro que no está desprovisto de anchura, sino cuya anchura concreta nosotros desconocemos o no podemos percibir, lo cual no demuestra que el muro esté desprovisto de anchura.    

jueves, 2 de febrero de 2023

Y otra tanda de eseemeeses y teletipos

El Minotauro que halló Teseo, el héroe, en el centro del Laberinto y contra el que tuvo que combatir heroicamente era su propia imagen en un espejo reflejada.

 
Mosaico romano del Laberinto y el Minotauro, antigua Conímbriga, Coimbra (Portugal)   
 
 Se oye a veces decir que vivimos en un país libre -¿de qué? me pregunto yo- y que hay libertad de expresión, pero no es verdad, hay censura feroz: autocensura.
 
La mejor intervención humanitaria que podrían desempeñar las tropas de nuestros ejércitos sería no provocar acciones que requieran su intervención humanitaria.
 
Decir que los medios de comunicación no reflejan la realidad es falso: no solo la reflejan, sino que la crean; lo que no reflejan es, sin embargo, la verdad.
 
Cuando el modelo no se ajusta a la realidad, en vez de descartar el modelo erróneo, hacen que la realidad, esa vieja dama impresentable, se ajuste a su modelo.
 

Joven leyendo a la luz de una vela, Matthias Stom (c. 1630)
 
 
La ley antiterrorista necesita crear al terrorista -definirlo- para poder combatirlo. Si no lo hay, el Estado, el mayor terrorista, lo crea haciéndolo existir.
 
Hay un altruismo, por así decir, paradójicamente egoísta detrás del que se ocultan unos deseos inconfesables de promoción personal y de salvación individual. 
 
Si ya se sabe según las encuestas quién va a ganar las elecciones, no hay ninguna razón para celebrar los comicios que no sea la corroboración de las encuestas.
 

La magia negra de nuestros días hace a los medios (in)formativos masivos ocuparse tanto de la producción como de la distribución noticiosa de falsas novedades.
 

miércoles, 1 de febrero de 2023

Años setenta

    Viendo casualmente esta fotografía de una playa de los años setenta se me ocurren algunas observaciones, que comparto con mis escasísimos lectores. Llama la atención a primera vista por ejemplo que no se ven tatuajes en brazos, piernas y espaldas de la gente que están ahora tan de moda y que convierten los cuerpos humanos en lienzos y pinturas al fresco. Ya se había puesto de moda el bronceado y había hecho irrupción el biquini, y en los chicos el slip, como se llamó al calzoncillo ajustado al cuerpo por debajo de la cintura hasta las ingles, pero dejando aparte esas modas en los trajes de baño que van y vienen, llama poderosamente la atención la esbeltez de los cuerpos, por contraposición a las obesidades mórbidas que padecemos en la actualidad ya muchas veces desde la infancia, debidas, sin duda, a una mala alimentación y quizá a una vida demasiado sedentaria y hogareña, abocada a las pantallas que al duro banco tanto nos amarran.
 
 
    El otro día en la piscina municipal coincidí con un grupo escolar de niños y niñas que iban a aprender a nadar con sus profesores de Educación Física -no les gusta a nada que digamos de "gimnasia" y prefieren esa rimbombante y horrísona denominación, que tanto recuerda al culturismo y a la cultura física- y sus monitores de natación, y lo que me llamó la atención al verlos enseguida fue su obesidad general, tanto de los niños como de las niñas. No sé si tendrá algo que ver, algo tendrá, seguramente, el hecho de haber estado confinados durante la pandemia, castigados sin salir de casa y sin poder corretear, como recuerdo yo que hacíamos los niños y las niñas en mi infancia por las calles. Quizá sea algo que venga de atrás, de antes de la pandemia. (Me hace gracia, entre paréntesis, este modo de hablar que toma como referencia temporal la pandemia que ha marcado en nuestras vidas como el nacimiento de Cristo un antes y un después, y así hablamos de antes, de durante y de después de la pandemia).
 
 
    No es ese el recuerdo que tengo yo de los niños de mi infancia, cuando lo normal no era estar obeso, como hoy día, sino delgados, hasta el punto de que si había algún niño obeso se le ridiculizaba despiadadamente enseguida, y pasaba a ser Gordito Relleno, como aquel personaje entrañable e inocentón de la historieta de Peñarroya de la revista Pulgarcito.
 
 
    Pero si hay algo que me llama poderosamente la atención, aparte de la ausencia de accesorios tales como sombrillas, sillas, tumbonas y demás trastos que la gente suele llevar en la actualidad a las playas, y choca particularmente, es que no había teléfonos móviles, lo que hacía que la gente hablara entre sí y se relacionara -o no se relacionase, si no quería- con los demás que estaban allí, pero no con amigos y familiares ausentes. Parece que entonces la gente vivía el momento presente, no como ahora que, gracias a los esmárfones, estamos ausentes cuando estamos presentes, y viceversa, pendientes siempre de nuestra prótesis individual. Hoy en día, tanto si estamos solos como acompañados, cada cual está más pendiente de su móvil que de quien tiene al lado.
 
    Esos móviles que no podían aparecer en la foto de arriba porque aún no se habían inventado son hoy nuestra propia personalidad, hasta tal punto que se considera un delito o al menos una intromisión intolerable que alguien hurgue en nuestra preciosa y preciada intimidad. Podría decirse, sin incurrir en ninguna falsa nostalgia ni en la banda sonora de aquellos años de estúpidas canciones de verano de la oprobiosa dictadura, cuando se puso tan de moda ir a broncearse y no tanto a bañarse a las playas, que en aquella playa de la foto no hay prácticamente nada, y que hay casi todo, sin embargo.