miércoles, 13 de julio de 2022

En la caverna platónica

    Una cita que no conocía y que me ha gustado mucho enseguida: Podemos perdonar fácilmente a un niño que tenga miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz. He investigado sobre ella y visto que se repite muchas veces en varios repertorios de máximas (en línea y en papel), así como en carteles y camisetas. Y en varios idiomas. Por ejemplo, en francés, que es como me llegó a mí la primera vez: On peut aisément pardonner à l'enfant qui a peur de l'obscurité; la vraie tragédie de la vie, c'est lorsque les hommes ont peur de la lumière. También, claro está, en la lengua del Imperio: We can easily forgive a child who is afraid of the dark; the real tragedy of life is when men are afraid of the light. Invariablemente se atribuye la hermosa cita a uno de los mayores filósofos, si no el que más, de todos los tiempos: Platón, que vivió entre el 428 y el 347 a.C. El único problema es que si nos ponemos a repasar toda la obra escrita del princeps philosophorum, Platón nunca escribió eso.

    Atribuir esta cita a Platón, sin embargo, no resulta muy descabellado porque evoca, de alguna forma, su conocida alegoría de la caverna, que desarrolla al comienzo del libro VII de La República, su obra fundamental, donde Sócrates, su personaje preferido, describe la siguiente escena: unos seres humanos viven encadenados en el fondo de una cueva tenebrosa, frente a una pared en blanco, una pantalla, diríamos nosotros. Como están en lo más profundo de la caverna, viven de espaldas al mundo exterior, que no pueden ver. Sólo pueden ver las sombras que un foco de luz proyecta en la pared. Dan nombres a esas sombras, que son la única realidad que les es dado conocer. 

 

    Un día, uno de los prisioneros se libera de sus grilletes, y se aventura a salir fuera de la caverna, exponiéndose al mundo real de la luz y a su inicial deslumbramiento cegador, que da paso al asombro de lo que ve. Compadecido de sus compañeros, vuelve para explicarles lo asombroso que es el mundo real, y que todo lo que han visto y conocido hasta entonces es el engaño de una ilusión: meras sombras chinescas en una pared. Pero no le creen. Prefieren permanecer como están, como si se dijeran a sí mismos que vale más lo malo y conocido que lo bueno por conocer. Y permanecen donde están, apegados a las pantallas, literalmente encandilados, y encadenados a sus grilletes. Rechazan la luz y prefieren la oscuridad de la sala de cine donde se proyecta cualquier película de ficción en sesión continua. Los prisioneros encadenados serían los niños temerosos y asustadizos, por lo que la alusión a la luz y a la oscuridad se adecuan perfectamente a esta alegoría platónica de la caverna, que me gusta comparar con una sala de cine, o con el salón de nuestro hogar presidido por una pantalla de televisión.

      Ya se ha dicho que Platón nunca escribió esa frase. Sin embargo, en la literatura latina, pueden rastrearse algunas formulaciones parecidas, en concreto en un pasaje del libro II (vv. 55 y 56, que se repiten idénticos como un leit motiv a lo largo de la obra en III vv. 87 y 88 y en VI vv. 35 y 36) del De rerum natura del filósofo poeta romano Lucrecio. Dice así en la traducción en hexámetros castellanos rimados de García Calvo: pues, tal como en ciega tiniebla a los niños todo en espanto / les hace temblar, así a plena luz nosotros temblamos: nam, ueluti pueri trepidant atque omnia caecis / in tenebris metuont, sic nos in luce timemus.  

    Critica Lucrecio con este estribillo los temores causados por la religión, los dioses y la muerte, que deben ser disipados a los ojos de la razón. Pero Lucrecio, que era un filósofo epicúreo, ha sido poco y muy mal leído a lo largo de la historia precisamente por sus ataques a la Religio. El Concilio de Trento de la Iglesia Católica en 1551 prohibió la lectura de la obra de Lucrecio. Quizá por un verso como aquel de Religio peperit scelerosa atque impia facta (De rerum natura, I, 83): La religión cometió criminales y crueles acciones.

    No sucedió lo mismo con Séneca, el estoico, mucho más leído y celebrado que Lucrecio. Pues bien, Séneca cita a Lucrecio en su epístola 110 a Lucilio, donde repite los dos versos anteriores. Dice así Séneca, en la traducción de Ismael Roca Meliá: “La turbación de nuestros espíritus es tal como la ha descrito Lucrecio: En efecto, como los niños tiemblan y se asustan de todo en medio de oscuras tinieblas, así nosotros tememos en plena luz. Pues ¿qué? ¿No somos más insensatos que un niño cualquiera nosotros que tememos en plena luz? Pero es falso, Lucrecio, no tememos en plena luz: todo lo hemos convertido en tinieblas para nosotros.”

    En otros pasajes de su correspondencia epistolar con Lucilio, Séneca abunda en la misma idea. Por ejemplo, en la tercera de sus Epístolas Morales a Lucilio, parágrafo 6: Así pues, habrá que tener en mente esto que leí en Pomponio: “Algunos hasta tal punto se han refugiado en la oscuridad, que consideran que está en confusión lo que está a la luz”: itaque hoc, quod apud Pomponium legi, animo mandabitur: "quidam adeo in latebras refugerunt, ut putent in turbido esse, quicquid in luce est." Y también en otra epístola, la 24, 18, una de las más leídas y profundas de Séneca que versa sobre el miedo a la muerte, leemos: Nadie es tan infantil que tema al Cancerbero (el perro guardián de los infiernos al que se le imagina con generalmente tres cabezas y triple ladrido), a las tinieblas y al espectro de las sombras formado de huesos descarnados: nemo tam puer est, ut Cerberum timeat et tenebras et larvalem habitum nudis ossibus cohaerentium.

    Mucho menos conocido y leído Lucrecio que Platón, del que todo el mundo, por muy inculto que sea, ha oído hablar, aunque sólo sea en la expresión del “amor platónico”, alguien parafraseó su cita y se la atribuyó, para darle más autoridad y empaque, al princeps philosophorum, a Platón, y así nos llega hoy a nosotros.

martes, 12 de julio de 2022

Agilipollaos que estamos

    Publicaba el otro día El Confidencial a propósito del artista Santiago Sierra,  todo un experto en provocaciones que son celebradas y rápidamente asimiladas y digeridas por el sistema en ARCO, la feria de arte contemporáneo,  una suculenta entrevista bajo el título "Los muertos rubios de Ucrania sirven para vender armas"

     Sierra presenta en esta ocasión en la Bienal de Arte de Lanzarote un vídeo grabado en 2002 sobre inmigrantes y refugiados que cavan su propia tumba... Preguntado por su aportación, esto es lo que dice el artista: “El Mediterráneo de este a oeste y de sur a norte hace mucho que es un enorme cementerio. (...) La solidaridad y la ayuda mutua es la civilización, no tengo ninguna duda de ello, por tanto, lo que tenemos ahora es barbarie. Las fronteras son uno de los elementos más potentes a la hora de señalar cuán lejos estamos de la civilización.”

    Veinte años después de filmado el vídeo, el panorma, independientemente de quién regente la Moncloa, no ha cambiado nada en este aspecto. “Los partidos políticos son aquí y en todo el mundo organizaciones criminales en las que trabajan los peores elementos de nuestra sociedad, los más radicalmente antisociales. (...) Son lo que los griegos llamarían kakistocracia, el gobierno de los peores. (...) Estamos bastante jodidos, sí, y nuestros hermanos africanos aún más jodidos y llorando muchas muertes. Bastante mal, y no creo que nadie al mando tenga intención de parar esto. Los matarifes de Melilla fueron felicitados desde lo más alto de la montaña de mierda que es el poder en este triste país. Moncloa es un antro, el peor antro y siempre lo ha sido.” 

 

 Santiago Sierra: 3000 huecos de 180 x 50 x 50 cm. cada uno. Dehesa de Montenmedio, Vejer de la frontera (Cádiz). Julio de 2002.

 
    Cita Santiago Sierra, hablando de cómo los medios tratan de agilipollarnos -volvernos necios y estúpidos, según la docta Academia-, al filósofo Agustín García Calvo, que definía al gilipollas como “el que hace, dice o piensa lo que le mandan desde Arriba, pero convencido de que lo hace, dice y piensa, porque le da la gana, porque le sale de sus ideas y gustos propios”. Otra formulación de aquella consideración de gilipollas es aquel que asume como propio lo que le viene impuesto. 
 
    La etimología de 'gilipollas', por cierto, remonta al vocablo gitano 'gilí', que significa 'tonto, memo, lelo'. "Gilí" está recogido en nuestra literatura en Pérez Galdós y en Valle-Inclán. La Academia no le dio entrada hasta después de 1899. Es voz más jergal que familiar aunque también puede serlo en ciertos ambientes andaluces y madrileños. En otras partes se prununcia "gili" con acentuación llana. 
 
     "Gilipollas" sería, por lo tanto, un derivado de "gilí" y del término malsonante "pollas". Hay una etimología popular y castiza, sin embargo, según leo aquí, que remonta el término a un tal don Gil Imón, un funcionario del siglo XVI, que tenía dos hijas Feliciana y Fabiana que quería casar a toda costa. El problema era que sus dos "pollas", como se denomina coloquialmente a las mujeres jóvenes, eran poco agraciadas físicamente y, aun más, francamente feas. Como siempre aparecía don Gil con sus dos hijas en todas las ocasiones, aunque no viniera a cuento, se juntó su nombre con el apelativo de ellas: Ahí está don Gil y... pollas: Gilipollas. Como dicen los italianos en estos casos: se non è vero, è ben trovato.


    Preguntado por Melilla y por el conflicto de Ucrania, comenta Santiago cómo hay una vara de medir distinta, el famoso doble rasero, para los ucranianos y los subsaharianos: Si me agarro un coche y voy a la frontera ucraniana a cargarlo de gente que huye de la guerra de Ucrania y la traigo a Madrid haría una buena acción. Si fuera a Melilla para cargar mi automóvil de gente que huye de la guerra de Sudán sería también una buena acción, pero la sociedad brutalmente racista en la que vivimos trataría este último caso como delincuencia y tráfico de personas, y no sé cuantas canalladas más se dirían para acallar el reparto de injusticia rutinario del estado. Al que viniese de Ucrania con refugiados sale en la tele y le ponen un monumento en su pueblo y no solo es racismo, es ante todo la gilipollez(*) impuesta por los medios de formación de masas empeñados en una campaña publicitaria con muertos reales rubios para promocionar en Europa la venta de armas del complejo militar industrial
 
(*) Gilipollez, según la Academia, es el dicho o hecho propios de un gilipollas, y es término malsonante. Soplapollas también está recogido por la Academia con el significado de 'persona tonta o estúpida', pero no recoge el término equivalente y paralelo de 'soplapollez'.

lunes, 11 de julio de 2022

De la paz y de la guerra

     La siguiente reflexión de Cicerón sobre la guerra y la paz, sacada de su contexto, que es la séptima Filípica que escribió el orador contra Marco Antonio, me parece muy oportuna en cualquier caso: Nec ego pacem nolo, sed pacis nomine bellum inuolutum reformido, que viene a decir algo así: Yo no estoy contra la paz, pero me produce espanto la guerra envuelta en el nombre de la paz.



 El joven Cicerón leyendo, Vincenzo Foppa (1427-1515)

George Órgüel en su novela 1984  describía el mundo del Gran Hermano donde el lema del partido que gobernaba era: war is peace, freedom is slavery, ignorance is strength: guerra es paz, libertad es esclavitud, ignorancia es fuerza. En ese mundo controlado por el ojo panótpico del Big Brother se llamaba paz a la guerra, y libertad a la esclavitud en la que vivían. 


En nuestros días, asistimos a este ejercicio de ocultación de la verdad que consiste en llamar a las cosas con la denominación contraria de lo que son; y así a las guerras oímos que se las llama “misiones humanitarias de paz y de defensa de la democracia y de los derechos humanos”, por ejemplo, y nos quedamos tan contentos. 

En este sentido no está de más recordar aquí aquella honesta y sincera declaración de un veterano norteamericano de la guerra de Iraq,  que reconoció lo siguiente: Nos dijeron que luchábamos contra los terroristas: el verdadero terrorista era yo”.

Nuestra poetisa Isabel Escudero (1944-2017) escribió en su poemario Coser y Cantar (1994) el siguiente agudo pareado, que viene a decir lo mismo que decía Cicerón con otras palabras más castizas: Tú crees que esto es la paz: / esto es la guerra disimulá. 



       Proseguía Cicerón diciendo allí mismo:  Qua re si pace frui uolumus, bellum gerendum est; si bellum omittimus, pace numquam fruemur. Por lo tanto si queremos disfrutar de la paz, tenemos que hacer la guerra; si prescindimos de la guerra, nunca disfrutaremos de la paz. Pero no estaba aquí Cicerón, como puede parecer a primera vista, proclamando el viejo y también latino adagio que se atribuye a Vegecio “si uis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, que esgrimirán tantos militares y militaristas después de él para justificar el abuso de las armas, sino de declararle, si relacionamos este aserto con la frase anterior,  la guerra a la mentira reinante que llama paz a la guerra, y llamar lo primero de todo a las cosas por su nombre: al pan pan, y al vino vino; paz a la paz; guerra a la guerra. Pero corrijamos el latinajo: Si uis pacem, para bellum... bello: Si quieres la paz, haz la guerra... a la guerra.

    Las guerras que declara periódicamente el Régimen para su propio sustento a los víruses, al fanatismo religioso, al racismo, a la homofobia, a la transfobia, a otros regímenes dictatoriales más arcaicos y menos democráticos, al terrorismo, a la pobreza y demás desiguladades, al cambio climático... lo primero que hacen es crear un Enemigo, que no es más que un falso pretexto para realizar estos simulacros bélicos destinados a justificar la existencia del gobierno del propio Régimen que declara dichas guerras, un gobierno que sin el sustento de la fe en la existencia de dicho Enemigo no tendría mucho sentido ni razón para vivir. 
 
    Esas guerras piadosas son imposturas defensivas, como la existencia de un Ministerio de Defensa, que debería llamarse como Dios manda Ministerio de la Guerra. Esas guerras son pseudoguerras, en realidad falsas guerras que quieren blanquear la Guerra con mayúscula, la guerra de verdad, la idea de guerra, que es negra y que es padre de todas las cosas, según Hereaclito, una guerra fantasmática que hay que renovar constantemente para recrear el Enemigo. 
 
    Pero el Enemigo es el Régimen que declara dichas guerras a gigantes descomunales que son en realidad molinos de viento. El Imperio es de hecho incapaz de librar cualquiera de esas guerritas que agita y desencadena no tanto por falta de medios como sobre todo por falta de coraje, porque Occidente -y Occidente es hoy ya todo el globo terráqueo- tiene mucho miedo, miedo a la muerte, a la finitud, a la enfermedad, al sufrimiento, a la pérdida, y sobre todo tiene miedo al miedo, que es el peor miedo que hay. 
 
 

domingo, 10 de julio de 2022

La culpa fue del chachachá.

    Nuestro entrañable periódico global, publicaba ayer un artículo del periodista Manuel Jabois, que era una entrevista a la neuróloga Mar Castellanos, en el que se trataba de normalizar, en el sentido que ha adoptado esta palabra bajo la Nueva Normalidad en la que vivimos, es decir, de hacer pasar por normal lo que de ningún modo lo es, los ictus y las enfermedades cardiovasculares, a fin de tranquilizar, supongo, a sus lectores reafirmándoles en sus creencias. Se titulaba: “El ictus afecta cada vez más a personas en edad laboral. Las enfermedades cardiovasculares son una epidemia”.

    Entre otras cosas, se leía allí que la enfermedad cerebrovascular era la primera causa de mortalidad en mujeres en nuestro país, y la segunda en hombres. Y, preguntada la neuróloga por la razón de que hubiera cada vez más jóvenes afectados por estas dolencias, decía: La primera razón es nuestro estilo de vida: mala alimentación, tabaco, exceso de alcohol, sedentarismo. Cosa que yo, que no soy neurólogo ni pretendo serlo, no oso negar ni poner en duda desde luego.

    Se decía también, y aqúí comenzaba lo que podemos llamar 'corrección política de la propia percepción de las cosas de la realidad' que siempre se tenía la percepción de que el ictus era una enfermedad tremendamente ligada a la edad, que le pasaba sobre todo a la gente mayor, y era una percepción cierta. Ya no lo es. Más del 60% de pacientes que sufren un ictus tienen menos de 65 años. (Nótese cómo se afirma que lo que era cierto antes -que los menores de 65 aniversarios no solían sufrir ictus o eran casos muy raros- ya no lo es ahora, lo que, por muchas vueltas que se le dé, no puede ser verdad). 

    Con afirmaciones de esta índole se regularizan, por así decirlo, es decir se hacen pasar por habituales, fenómenos que nunca lo habían sido hasta la fecha. Así se normalizan, por ejemplo, los trombos, achacándole toda la responsabilidad a... : El colesterol, por ejemplo. Si comemos muchos productos grasos y, especialmente, las grasas malas que se nos recomienda tantas veces disminuir, generamos daño en las arterias. Y favorecemos la calcificación y las placas de colesterol en ellas, que en un momento determinado se pueden soltar. Son trombos que van por la circulación y tapan determinadas arterias, por ejemplo en el cerebro.

 

    La solución que propone la neuróloga a estos problemas es muy sencilla y razonable: llevar una vida sana, sin colesterol. Pero enseguida surge el tema del deportista, del que todos hemos oído algún caso alguna vez, que lleva una vida impecablemente sana, sin malos hábitos, y que de repente sufre en la flor de la edad y durante un entrenamiento o una competición un ictus inesperado que lo incapacita seriamente si no se lo lleva directamente al otro barrio. 

    La respuesta de la neuróloga a la pregunta de a qué puede deberse ese fenómeno es diplomática: puede haber muchas causas y a continuación señala una de ellas en particular: Hay una serie de razones, entre las cuales está la genética.


     Sin embargo a mí me chirría algo en todo esto, porque genética ha habido siempre, y este fenómeno era bastante poco frecuente. Cierto es que antes te enterabas de algún caso en una persona relativamente joven y en buen estado de salud, pero ahora cada vez hay más casos a nuestro alrededor. Y cada vez hay más casos de deportistas que fallecen repentinamente en todo el mundo de muerte súbita, como comentábamos el otro día, lo que, por mucho que quieran hacernos pasar por normal lo que no lo es, no es ni medio normal.

    El desconcierto del ictus es que, según la neuróloga: “Viene de golpe. Lo que define al ictus es que una persona está bien, aparentemente perfecta, y a los dos segundos deja de estarlo. Los síntomas de otras enfermedades aparecen más progresivamente; los del ictus son tan rápidos que el tiempo en reaccionar es esencial para sobrevivir, o para no sufrir una discapacidad.” La neuróloga está hablando de cómo evitar los efectos desastrosos del ictus, para lo cual es importante la rapidez en la reacción, pero sigue sin explicarnos por qué ahora son tan frecuentes estos fenómenos y antes no lo eran.


    En ningún momento se trata el tema de la posible responsabilidad de las inoculaciones experimentales y masivas de la población contra el virus coronado en esto, cuyos efectos secundarios se desconocían. El efecto primario, sin embargo, se conoce ya muy bien: no evitan ni la trasmisión ni el contagio del virus, ni tampoco las formas graves de la enfermedad ni la muerte. O su efecto positivo es tan evanescente y dura tan poco la positividad que hace falta siempre una sobredosis: una cuarta, quinta, sexta... el cuento de nunca acabar. Y nunca, como ha reconocido algún preboste, está uno completamente inmunizado porque la pauta completa dura menos que un suspiro y está, por lo tanto, contra su definicion, condenada a la incompletud, siempre pendiente de completar.

sábado, 9 de julio de 2022

Y más aldabonazos (suma y sigue)

 Genéricos: 

"Preferiría no hacerlo..." decía siempre Bartleby.

De H. D. Thoreau en “Sobre la desobediencia civil”: El mejor gobierno es el que menos gobierna; y digo yo: y es muchísimo mejor todavía el gobierno inexistente. 

Según escribe Leopardi hay dos verdades que nos resistimos a creer: que no sabemos nada y que no somos nada; y, añade, que no cabe esperar nada tras la muerte. 

Ante un pronóstico erróneo, la triquiñuela no consiste en cuestionar la profecía, sino en explicar su fallo por las medidas tomadas para evitar su cumplimiento. 

En la lengua del Imperio dijo Emma Goldman If voting changed anything, they'd make it illegal, lo que en la nuestra es Si votar cambiara algo, lo harían ilegal

Hay una tensión autoritaria no resuelta en las instituciones internacionales de nuestras democracias que pretende que la gente acepte su poder sin rechistar. 

La proyección de una ficción apocalíptica de guerra total y de millones de muertos legitima acciones tendentes a evitar la realización del trágico pronóstico. 

El chivo expiatorio, que es culpable del mal según la vieja religión o responsable según la corrección política actual, se convierte en víctima propiciatoria. 

Específicos virales: 


Las cansinas y repetidas consignas a favor del aislamiento, el enmascaramiento, el distanciamiento social y los pinchazos eran por el bien común, cacareaban.  

No hay peor ciego que el que no quiere ver: El exceso de mortalidad -casi cien fallecimientos diarios más en España y no de covid- desconcierta a los expertos. 

 ¡Aparece ahora BA.2.75 o centaurus un nuevo sublinaje de Ómicron, una subvariante de “segunda generación” derivada de BA.2 con mayor capacidad de transmisión! 

Las mutaciones que más preocupan son las ‘G446S’ y ‘R493Q’, capaces de burlar los anticuerpos, lo que les permite infectar a personas supuestamente inmunizadas. 

La compra de test de antígenos solo en farmacias autorizadas crece un ciento veinte por ciento en la primera semana de julio en el estado policial totalitario. 

La EMA -¿quién será esa señora?- pronostica nueva ola -¿séptima, octava?- de nuevas versiones de cóvid y propone cuarta dosis a mayores de sesenta aniversarios. 

Nota paradójica: Aunque la mutación no suponga mayor gravedad, el mayor número de contagios aumenta de forma proporcional el número de casos graves sin embargo. 

Específicos políticos: 


 Los medios de masas corearon al unísono los mismos mantras en la crisis sanitaria que en la bélica por boca de expertos bustos parlantes que opinan sobre todo. 

Hay idéntico patrón en la crisis bélica y en la sanitaria: discurso monolítico, estigmatización de disidencia, manipulación informativa, y propaganda visceral. 

Las técnicas de manipulación de masas utilizadas en la crisis sanitaria siguen usándose de igual modo en relación con la guerra o conflicto bélico de Ucrania. 

Alguno dice que el confinamiento fue liberador del trabajo, de relaciones sociales..., igual que la cárcel, digo yo, que también libera de algunas servidumbres. 

La izquierda, que no quería hacerse la estrecha y ser tachada de negacionista, acabó mostrando unas descomunales tragaderas y comulgando con piedras de molino. 

Vergonzosa la posición de algunos sedicentes libertarios que asumieron la doctrina oficial de mascarillas, distanciamiento social, encierros, inyecciones... 

Los izquierdistas se burlaron de los disidentes del discurso oficial, tachándolos de magufos de sombreros de papel de aluminio de casposa y extremísima derecha.

viernes, 8 de julio de 2022

Miedo a lo uno y a lo otro

    Parecía mentira. Como todo en este mundo. Como este mundo todo, que se mire por donde se mire, no puede ser verdad, y, por lo tanto, no lo es, y, sin embargo, siendo real como es, no deja de ser falso: es mentira. No nos duelan prendas a la hora de reconocerlo. No es que las apariencias engañen, como cree la gente, lo cual es verdad, es que la que engaña es la realidad, porque la realidad son las apariencias. No te fíes de la realidad, me decía a mí mismo. No te fíes de las apariencias, me repetía, considerando cómo eran lo mismo una y otra cosa. 

    Me acordé de la publicidad de una marca de cerveza de cuyo nombre no voy a hacer mención aquí que decía que una de las muchas cosas que hay que hacer antes de morir, es, por ejemplo, vivir.  A veces me pregunto si hay vida después de la muerte, otras me pregunto si la hay antes, aquí y ahora, por ejemplo. He de burlar aquí la vigilancia de la policía de lo políticamente correcto y de las buenas costumbres que, interiorizada, no deja de controlarnos.


     ¿No seremos todos zombis, muertos paradójicamente vivientes, vivos paradójicamente muertos? Y me hago la siguiente reflexión:

    Millones de víctimas inocentes –todas las víctimas lo son- asesinadas en las guerras mundiales del siglo XX, uno de los más crueles y bárbaros de la historia, si algún otro siglo no lo es más, aunque el XXI no le va a la zaga, por lo que se va viendo; millones de vidas sacrificadas en las cadenas de montaje de las fábricas industriales para recibir como premio la jubilación del geriátrico; millones de niños muertos, adulterados al convertirse en personas mayores y descubrir que han sido asesinados por la sociedad; millones de mujeres obligadas a ser iguales que los hombres, reducidas a vulgar ganado en el mercado por obra y gracia del orden farmacológico establecido; millones de peatones y automovilistas muertos desparramándose por las cunetas de las carreteras los fines de semana; millones de televidentes muertos y televisados en cada película y en cada telediario, pero eficazmente escamoteados de nuestra vida cotidiana –se los llevan en discretos coches fúnebres-; millones de zombis lo atestiguan, en definitiva, lo atestiguamos porque los zombis somos la realidad, la cruda y dura realidad. Bajo las confortables apariencias del universo familiar pequeño-burgués, en el sótano de la clase media, habita el monstruo pavoroso,  multiforme e indefinido del horror.


    El peor de todos los virus. Hay un virus peor que el del SIDA, pero que el COVID-19 recientemente actualizado como COVID-22 o trancazo que se arrastra durante quince días en pleno verano, peor que la gripe asiática, la aviar, la porcina o la viruela del mono  cuya amenaza se cierne ahora sobre todos nosotros como espada de Damoclés: es el virus del miedo, el miedo es la auténtica epidemia que se convierte en pandemia que afecta a todo Cristo y de la que no se salva ni Dios, la más perniciosa de las pestes: virus que están sembrando los medios que se dicen de comunicación y que lo que hacen es todo lo contrario: incomunicarnos, porque lo realmente nuevo de este virus no es la gripe en sí, que es tan vieja o más que el catarro, sino la cobertura mediática desproporcionada que la Red convierte, además, en instantánea cobertura 'on line'. 

    Esto no es una teoría de la conspiración, sino la conspiración de la teoría y del pensamiento contra la sinrazón: pretenden silenciarnos con una mascarilla profiláctica que ahora recomiendan y ya no imponen como antes para que no abramos la boca y no hagamos uso de nuestra libertad de expresión y expresemos nuestra rebeldía contra el miedo que nos quieren inculcar a todos en el cuerpo y en el alma.


    ¿A qué fin si no todo un jefe de Estado se dirige a una nación y le habla de un virus “nuevo e incurable” que ya ha causado varios muertos, y les pide a los ciudadanos que no salgan a la calle, que no vayan a la escuela, ni al cine, ni a misa, ni a ninguna parte, imponiéndoles una suerte de efectivo arresto domiciliario a todo un país muchos millones de habitantes, clausurando la vida pública y recluyéndola en el retrete de la privacidad para que no se den cuenta de lo que pasa en la calle y lo que pasa en la calle es que en la calle, al fin y a la postre, no pasa nada?

 

jueves, 7 de julio de 2022

Más aldabonazos

Hay una séptima ola de Covid-19 que, sin embargo, no existe pero aumenta de manera visible el número de ingresos hospitalarios, extraña en esta época del año. 
 
El fenómeno OVNI, acrónimo de Objeto Volante No Identificado, versión de UFO, Unidentified Flying Object, en la lengua del Imperio, abduce nuestros cerebelos.
 
 

El Estado, ocultando su cara dura policial y verdadera bajo la mascarilla sanitaria, pretendía salvar nuestras vidas a toda costa, a costa incluso de la vida. 
 
Inversión de la carga de la prueba: todos somos culpables a menos que podamos demostrar nuestra inocencia ante un tribunal que presupone nuestra culpabilidad.
 
Las autoridades sanitarias del Estado Terapéutico, ese ogro filantrópico y profiláctico, declaran que todos somos enfermos potenciales de una nueva enfermedad. 
 
 
 
 
¿Libertad de movimiento, acorralados como estamos por reglamentos y sanciones que regulan y restringen nuestra autonomía, y por videocámaras que nos monitorean? 
 
Las plataformas de streaming quieren engancharte dándote un atracón de series en modo maratón durante horas y horas muertas a fin de anestesiarte y distraerte. 
 
 

 Se considera inaceptable pensar fuera de los parámetros de la ventana de Overton, y sin embargo el pensamiento no debería restringirse a su marco tan estrecho. 
 
Los muertos y heridos al saltar la valla de Melilla, si no son ucranianos, no son humanos ni dignos de la consideración del presidente del gobierno progresista.

miércoles, 6 de julio de 2022

La prevención da resultado: SIDA

    Podía ser graciosa si no fuera sarcástica y patética la nueva campaña de las autoridades sanitarias de nuestro sedicente gobierno progresista:

(cada vez se me aparece más claro aquello que decía creo que Chesterton, aunque no estoy seguro de su autoría, de que el progresismo lo ejemplifica la actitud del policía que le dice a la gente 'no se detengan, sigan adelante, circulen, continúen...' sin importar el rumbo del destino)

    "Estudios recientes señalan que un número creciente de hombres gais, bisexuales y otros hombres que tienen relaciones sexuales con hombres (GBHSH) tiene el VIH." Una nueva sigla aparece aquí: GBHSH (Gays, Bisexuales y Hombres/Sexo/Hombres) hace su aparición en escena frente a otra más vieja: el coco del VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana), vulgo SIDA.

    La tripartición Gais, Bisexuales y Hombres-que-tienen-Sexo-con- otros-Hombres parece que quiere ser respetuosa no estigmatizando a ningún miembro de esos colectivos, pero establece una gradación entre los varones que solo tienen sexo con otros congéneres (gais), los que tienen sexo con otros varones y con mujeres (bisexuales) y los Hombres-que-tienen-Sexo-con-otros-Hombres sin catalogarse en las dos etiquetas anteriores, una gradación que finalmente estigmatiza a los tres grupos por el factor común de tener sexo, como dicen las autoridades, ya sea exclusivamente o no, frecuente- o esporádicamente, con otros miembros de su sexo, dado que un número creciente -según estudios recientes que no se citan- tiene el viejo VIH (o HIV), o sea, el SIDA (o AIDS en la lengua del Imperio). En conclusión, el sexo entre varones sin las debidas precauciones da SIDA. No es que sea malo, no, no es pecado por el que se condenE uno, 

-no es la vieja sodomía que hizo que el Señor castigara a las ciudades de Sodoma y Gomorra porque sus habitantes quisieron violar a dos ángeles del Señor, rechazando a las hijas que no habían conocido varón todavía de Lot que este les ofreció a cambio-, ni se va por el coito infando al infierno de Pedro Botero como decía la Iglesia. Tampoco está penalizado ya por nuestro código civil y no se considera ya un acto contranatura ni una enfermedad mental según la Biblia de la psiquiatría que redacta la APA americana-;

es algo más sencillo: si no se practica con la adecuada precaución y profilaxis es perjudicial para la salud (y, por ende, para el sistema sanitario que dice velar por ella).

    Lo más curioso es que la campaña va dirigida a los mayores de cincuenta años, porque son ellos y no los más jóvenes los cabezas locas que no se realizan las pruebas de VIH y otras ITS (¡otra sigla! la I es de Infecciones, que viene a sustituir a las obsoletas  ETS Enfermedades de Transmisión Sexual) “de modo que es posible -dice el panfleto gubernamental- que no conozcan si presentan estas infecciones”, porque “los signos del VIH pueden pasar desapercibidos” 

         (¿Quizá también porque son enfermedades asintomáticos, según el oximoro de moda que ha hecho tanta fortuna durante la pandemia?)

    y porque además “hay personas mayores que consideran que tienen un riesgo bajo de contraer la infección por el VIH y otras ITS, pero esta percepción de riesgo puede estar desajustada” (sic).


     La estigmatización que la corrección política no discriminatoria quería evitar aumenta sin embargo la discrimianción: Los GBHSH pueden contraer el VIH y otras ITS, no por lo que hacen -sexo- sino por hacerlo sin las debidas precauciones o, dicho de otro modo, por no hacerlo como Dios manda, o lo que es lo mismo, como mandan las autoridades sanitarias.

    (Entre las susodichas infecciones se encontraría, cabe pensar, la viruela del mono, de rabiosa y urticante actualidad).

    El objetivo de esta campaña (todas las campañas tienen un objetivo de índole militar) es promover “la adopción de medidas preventivas frente a la infección por el VIH entre los hombres GBHSH mayores de 50 años, desde un enfoque de prevención combinada(!), incluyendo información sobre opciones como: el uso del preservativo -¡resucita el viejo condón, no en vano denominado profiláctico!-, la promoción -ojo al término- de pruebas diagnósticas del VIH y de otras ITS, -y ojito a las nuevas siglas-, la indicación de la Profilaxis PreExposición (PrEP) y la Profilaxis PostExposición (PPE) frente al VIH. ¿No querías profilaxis? Pues dos tazas: profilaxis pre- y profilaxis post-.


     Quizá habría que recordar en este punto y en medio de tanto despropósito al profesor Luc Montagnier 
 
(al que nuestro entrañable Periódico Global El País dedicó el siguiente epitafio descalificador con ocasión de su reciente fallecimiento: "Muere Luc Montagnier, el virólogo antivacunas que dilapidó su prestigio tras ganar el Nobel por descubrir el VIH. La comunidad científica había repudiado al investigador francés, que rechazaba las vacunas, creía en la memoria del agua y recomendaba comer papaya contra el párkinson") 
 
    que dijo antes de morir, que ya hay personas inoculadas con la "vacuna del covid" que están dando positivo en VIH -y no precisamente por mantener relaciones homosexuales sin preservativo; con la vacuna del covid, insisto, porque no es casualidad, sino causalidad según el premio Nobel- ya que han arruinado su natural sistema inmunitario.

martes, 5 de julio de 2022

San Jorge y el dragón

      En la leyenda cristiana de san Jorge y el dragón, confluyen varios mitos griegos: Apolo, que mató a flechazos a la serpiente Pitón, y Perseo, que tras cortarle la cabeza a Medusa, se enfrenta a Ceto, un monstruo marino, que exigía el sacrificio propiciatorio de la princesa Andrómeda, que el héroe acabará liberando y convirtiendo en su esposa, sin olvidar a Belerofonte, que a lomos de Pégaso, el caballo alado, derrotó a la Quimera, otro de los muchos  nombres del monstruo multiforme que parece que sólo existe para justificar la existencia del héroe que lo crea para destruirlo.


Basándose en estos mitos clásicos,  se inventó en la Edad Media, no más allá del siglo XII, la leyenda de Jorge, que acabará santificado y convertido en san Jorge,  y el dragón. Asigna así esta leyenda a la figura histórica o pseudohistórica más bien de Jorge el papel del héroe luchador que se enfrenta al monstruo que encarna el mal y lo derrota. La existencia en la realidad del héroe no está demostrada, pero eso no impide que su relato cumpla su función en el subconsciente de nuestro imagianrio colectivo.

 
  San Jorge y el dragón, Paolo Uccello (1470)

Los primeros documentos que hablan de Jorge se remontan como mucho al siglo VI y no mencionan para nada el encuentro con el monstruo. El ámbito geográfico de su leyenda coincide con el de Perseo y Andrómeda: Capadocia, Palestina o Libia. Se habla de un dragón enorme de aliento flamígero que ataca a hombres y ganados. Según la Leyenda Dorada sería Dios quien envía este monstruo a la ciudad porque era pagana y se perseguía allí a los cristianos. Había que ofrecer a este dragón dos ovejas al día, hasta que comenzó a escasear el ganado, por lo que a partir de entonces se ofrecía una sola oveja y un ser humano joven, hasta que la suerte designó a la hija del rey como chivo expiatorio, que, al igual que le sucedió a la princesa Andrómeda en la leyenda de Perseo, tuvo que ser ofrecida en sacrificio al monstruo.  
 

 
De hecho, el monstruo que va a devorar a Andrómeda, Ceto, es un demonio de la muerte que como Plutón/Hades exige una esposa. Andrómeda es encadenada a una roca y ataviada como una novia de la Muerte, que en griego es una divinidad masculina: Thánatos. En un fragmento de la perdida tragedia Andrómeda de Eurípides, la heroína se lamentaba de que era asistida por plañideras y cánticos fúnebres en vez de por los cantos festivos y danzas del cortejo nupcial de su supuesta boda. Hay, además, vasijas griegas que representan a Andrómeda vestida como una novia cuando va a ser sacrificada.

              San Jorge y el dragón, Rafael Sanzio (1504-1506)

 Jorge era joven y atractivo, como fiel trasunto de Apolo, cuando luchó con el dragón, como vio enseguida la princesa. Dios había enviado a Jorge para que matara al dragón y para que la ciudad, liberada de su amenaza, pudiera convertirse al cristianismo, desterrando el paganismo. Jorge se convierte en un guerrero, armado de espada, lanza y escudo, montado a caballo: un caballero medieval, por lo que aquí viene a ser un trasunto de Belerofonte. En los cuentos y canciones populares mata al dragón de un lanzazo enseguida, pero en la leyenda cristiana, el santo domina al monstruo haciendo el signo de la cruz, sin derramamiento de sangre, rogando a Dios que aplaque a la fiera y la vuelva sumisa. 

Más tarde, cortará la cabeza al dragón, y el pueblo en agradecimiento construirá un santuario a san Jorge y establecerá una fiesta en su honor. Hay una diferencia notable, sin embargo, entre el héroe griego Perseo y su cristianización como Jorge: el santo no puede casarse con la princesa rescatada como hace el héroe griego, porque la santidad conlleva castidad y excluye el matrimonio. La ciudad, agradecida sin embargo por la liberación, le da enormes riquezas a Jorge, que él, como buen cristiano, reparte entre los pobres. 

 San Jorge y el dragón, Wassily Kandinsky (1927)

Llega  así a ser san Jorge el más conocido de los santos cristianos que luchan contra el dragón, incardinándose su leyenda en el mito del combate, que estudia magistralmente Joseph Fontenrose en su libro “Python”, donde hace un concienzudo repaso del enfrentamiento del héroe contra el enemigo, que generalmente es un monstruo que personifica el caos y el mal. Pero el libro no se queda en un estudio de mitología clásica griega, sino que haciendo un concienzudo trabajo comparativo aborda otras mitologías como la hitita, babilonia, egipcia, india, china, japonesa, indígena de América del Norte, hallando el arquetipo común a todos estos mitos y leyendas, cuyas coincidencias, a pesar de los diferentes ámbitos geográficos, culturales y temporales, revelan el patrón de un mismo origen común. 

  Los héroes a fuerza de luchar contra los monstruos para liberarse y a la vez liberarnos a los demás de su maléfico influjo acaban pareciéndose a los propios endriagos contra los que combatían, como el perro que en curiosa simbiosis termina asemejándose a su dueño. Hay héroes que acaban convirtiéndose en auténticos endriagos. Así pues, los legendarios caballeros andantes acaban pareciéndose, tal es la íntima relación que los une, a los fabulosos dragones y basiliscos de los romances antiguos de los libros de caballerías contra los que lidiaban, como si se reencarnaran en los monstruos que ellos mismos crearon a fin de combatirlos.
 
Hay héroes, además, como Heraclés, que en su afán por resolver los problemas los multiplican como en su enfrentamiento con la hidra de Lerna, el monstruo policefálico. Por cada cabeza que le cortaba el héroe le salían dos más al cefalópodo. La resolución de un problema crea dos más.
 

lunes, 4 de julio de 2022

'De gustibus (et opinionibus) non est disputandum'

    La frase "De gustibus (et opinionibus) non est disputandum" (no hay que discutir sobre gustos (ni opiniones)" intenta subrayar la subjetividad y, por lo tanto, inutilidad y vanidad de las discusiones en cuestiones de gustos y opiniones personales. No se trata de la cita de un autor conocido, sino de una expresión originada probablemente en círculos escolásticos de la Edad Media, como contábamos aquí. El añadido que pongo entre paréntesis se lo debemos a un personaje de Dostoyesqui.

    Normalmente se interpreta esta afirmación en el sentido de que cuando una discusión llega a un punto en el que la diferencia se reduce a una cuestión de gustos o preferencias, no tiene sentido continuar. Se entiende que los gustos son irracionales, idiosincrasias que no son susceptibles de ser argumentadas. “De gustos y opiniones no discuten los doctores” o “sobre gustos no hay nada escrito”.

    Pero, ¿son los gustos en verdad una expresión arbitraria de cada individuo? Sociólogos y antropólogos han impugnado esta visión. Los gustos, nos dicen, son el resultado de los patrones culturales en los que nos encontramos inmersos y de los contextos sociales en los que se desarrolla nuestra vida. Esto es indiscutible, como lo demuestran -por mencionar sólo un par de ejemplos- los diferentes hábitos alimentarios en distintos países o los, por lo general, diferentes gustos musicales de los jóvenes y los mayores cuando, además, se entrecruzan con diferencias sociales económicas y culturales. Nuestros gustos revelan, en consecuencia, mucho de nosotros, son nuestros datos, fruto de nuestro condicionamiento sociocultural. 


    Conviene reflexionar un poco sobre lo que cada uno opina y sobre lo que a cada uno le gusta. De alguna forma la sociedad está montada sobre que no hay nada más verdadero que las opiniones de cada cual y que no hay nada más bueno que lo que a cada cual le gusta, pero desde el momento en que eso choca con lo que opina otro o le gusta a otro no puede ser verdad, o sólo lo sería de una manera relativa: verdadero para uno, falso para otro, pero la verdad de verdad de la buena no puede ser, por definición, relativa, tiene que ser absoluta.

    El hecho de que se diga, sin embargo, como se oye a veces, que todas las opiniones son respetables choca con lo que aquí decimos de que no pueden ser merecedoras de respeto porque todas son falsas. Y lo mismo sucede con las opiniones, que por muy respetables que digan que son no son verdaderas, sino meros puntos de vista de unos ojos ciegos por muy paradójico que suene. Realmente, ninguna opinión es respetable o merece respeto. Al formularse y publicarse, saltan a la palestra de la disputa, y son objeto de controversia, burla, escepticismo, aprobación... Todas y cada una de las ideas, creencias u opiniones que cualquiera exprese públicamente quedan a merced de cualquier tipo de crítica, sátira o escarnio que los demás quieran hacerle, son banderas que se esgrimen y enarbolan para el enfrentamiento, la lucha y la disputa. Afrontan el descrédito y se arriesgan a lo único que hay peor que el descrédito, la ciega credulidad. En el colmo de los colmos, resulta, además, que hay opiniones para todos los gustos.