lunes, 26 de abril de 2021

Terrorismo

 


terrorismo (según el diccionario de la lengua española de la Real Academia Española)

1. m. Dominación por el terror.

2. m. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror.

3. m. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.

oOo

La definición de terrorismo debe incluir

 tanto a quien infunde el terror

 como a quien, una vez infundido, lo difunde: 

los mass media, en la lengua del Imperio. 

 

domingo, 25 de abril de 2021

Perseo o El asesino, de Ray Bradbury

El asesino, cuento publicado en 1953 dentro de una colección titulada “Las doradas manzanas del sol”, no es quizá uno de los mejores relatos breves de Ray Bradbury (1920-2012), pero no es tampoco desde luego uno de los peores. El mismo año en que publicó El asesino apareció su celebrada novela Fahrenheit 451, título cuyo significado nos aclara el autor en el subtítulo: temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde, novela llevada al cine por F. Truffaut en 1966 en una espléndida película, que narra la historia de un bombero que por orden del gobierno se dedica a la quema de libros. 

Enmarcado dentro de lo que era ficción científica en el año de su publicación y es años después rabiosa actualidad, El asesino nos presenta una sociedad donde la tecnología lo domina todo invadiendo todas las parcelas de la vida. Lo que se temía entonces que iba a suceder ha ocurrido: eso es lo que pasa ahora: el futuro ya está aquí. 

Es básicamente un diálogo entre dos personajes, Albert Brock, el asesino, y un psiquiatra. ¿Qué crimen ha perpetrado el señor Brock para que se lo denomine “el asesino”? No ha matado a ningún ser humano, ni siquiera a ningún ser vivo, sino que ha destruido diversos artefactos tecnológicos que se caracterizan por la producción de ruido -incluida la música, que forma parte de la sonora opresión general- y que impiden que haya silencio: aparatos como el teléfono, esa máquina de fantasmas, el televisor, la radio, el fonógrafo... 


 Perseo decapitando a Medusa, Laurent-Honoré Marqueste, 1876


En un momento del diálogo, surge la crítica de la democracia: gobierna la mayoría, pero no tiene razón, y ese gobierno irracional de la mayoría se impone a la totalidad, oprimiendo y ensordeciendo a las minorías. El psiquiatra le pregunta a Brock que por qué no actuó de una manera pacífica, sin hacer uso de la violencia, uniéndose a alguna asociación de enemigos de la tecnología, firmando peticiones y manifiestos, luchando por reformas legales y constitucionales. “Al fin y al cabo, estamos en una democracia (After all, this is a democracy)”, concluye sentenciando el doctor, aunque más propiamente debería matizar diciendo tecnodemocracia o demotecnocracia.
 
A lo que el asesino responde que eso es, efectivamente, lo primero que hizo: protestó, participó en manifestaciones, firmó manifiestos y peticiones al gobierno, pero no sirvió de nada porque enseguida comprendió que su postura era minoritaria, dado que a la mayoría de la gente, que es la que manda, le gustaba el ruido y estaba satisfecha con la proliferación tecnológica y el estruendo producido. Fue entonces cuando decidió pasar a la acción destruyendo los estrepitosos cachorros y explicando la razón de su práctica. El psiquiatra le reprocha su actuación diciéndole que tenía que haber obrado como un buen soldado, es decir, obedeciendo y acatando la voluntad de la mayoría: Then you should have taken it like a good soldier, don't you think? The majority rules.

Perseo decapitando a Medusa (detalle), Laurent-Honoré Marqueste, 1876 
 
Un hallazgo de El asesino, desde mi punto de vista, es la definición que nos da de la televisión, válida para todas las pantallas, estableciendo dos metáforas que son referencias a la mitología clásica griega. Así describe Brock su asesinato del televisor hogareño: Luego entré y disparé al aparato de televisión, esa bestia insidiosa, esa Medusa, que petrifica a mil millones de personas todas las noches mirándola fijamente, esa Sirena que llamaba y cantaba y prometía tanto, y daba, al fin y al cabo, tan poca cosa, pero yo mismo siempre volviendo a él, volviendo, esperando y aguardando hasta que... ¡pum!

Dejando aparte la alusión a las sirenas, cuyo canto fascinante resultaba mortal para los que lo escuchaban, ocupémonos ahora de Medusa, que era una de las tres górgonas, monstruos femeninos de la mitología griega: Euríale, Estenó y Medusa, siendo esta última propiamente Gorgó, la Górgona por excelencia, y la única mortal de las tres hermanas. 

Hubo un héroe en aquellos lejanos tiempos, Perseo, que con ayuda de las ninfas, que le ofrecieron unas sandalias aladas para poder volar, una alforja, el casco de Hades que hacía invisible a quien se lo ponía, una cimitarra o espada curva, regalo de Hermes, y un espejo de Atenea, llegó hasta las górgonas, a las que encontró durmiendo. 
Perseo y las Górgonas, Walter Crane, 1890?
 
¿Cómo eran estas criaturas monstruosas? Eran de una horrible catadura, nunca mejor dicho: cabezas envueltas y rodeadas de serpientes entrelazadas, colmillos de jabalí, manos de bronce y alas de oro; y petrificaban dejando literalmente de piedra a quien las miraba de frente. Igual, diríamos, que todas las cadenas de televisión actuales tanto públicas como privadas repletas de telebasura, publicidad, reality shows... Realmente la única diferencia entre unas y otras es sólo la fuente de financiación. 

Perseo, que es el moderno telespectador y va a ser “el asesino”, se acerca a Medusa vuelto de espaldas y guiado por Atenea -personificación de la antigua sabiduría-, mirando a su enemiga nunca directamente sino reflejada en el espejo. De esta manera se arrima a ella y le cercena la cabeza de un tajo e inmediatamente la mete en la alforja, emprendiendo enseguida el vuelo de regreso. Las otras górgonas quieren perseguirlo y vengar la muerte de su hermana, pero no consiguen verlo gracias al casco de Hades que hace invisible a Perseo, por lo cual nuestro héroe sale sano y salvo de la aventura apagando definitivamente el aparato de televisión, con lo que ha derrotado al Mal, y logrando así salir de la platónica caverna. 
 
 Rihanna como Medusa, GQ Magazine 2013
 
El poder de las pantallas, no sólo de la pequeña, sino de todas, independientemente de su tamaño, no es sólo anestésico, sino fatal: letal. Sus imágenes nos dejan petrificados. Muertos. Frente al monstruo, el héroe que se rebela contra ella, que se niega a mirarla -que no ve la pantalla que vomita imágenes-, y que finalmente la destruye, nos libera de su maléfico influjo invitándonos al heroísmo de cometer el crimen de no mirarla nunca, para no dejarnos seducir por sus cantos letales de Sirena. 

sábado, 24 de abril de 2021

Más mensajería breve

Dice la docta Academia que un mentecato es un tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón, pero revela más la etimología: mente captus: cautivo de su mente.

El éxito abrumador de la palabra “protocolo” ha consistido en desbancar y oscurecer un término que ya no sonaba muy bien debido a su trasparencia: “reglamento”.

 
Para ser un triunfador en una sociedad como la nuestra donde la imagen lo es todo, importa muchísimo más que ser honesto, como la mujer del César, parecerlo. 

El que avisa... El módulo de FOL (Formación y Orientación Laboral) de Formación -Deformación- Profesional informa del síndrome del burnout o de quema laboral.  
 
El Líder Supremo cántabro rechaza usar la mascarilla playera “porque es un incordio tremendo” pero acatará la medida si la acuerden las autoridades competetentes. 
 
 
La gente en su inmensa mayoría obedece resignadamente para que esto se acabe de una vez, pero esto no va a terminarse nunca mientras la gente siga obedeciendo. 
 
Hay quienes se privan de oxígeno y de aire libre en soledad y en plena naturaleza para autoprotegerse de un virus respiratorio que acabarán dejándose inocular. 
 
Hay anarquistas de salón que, enemigos del Estado, Le reclaman educación y sanidad pública, asistencia social, subsidio de desempleo, renta básica... seguridad. 
 
Cuando se nos mete una idea en la cabeza, se incrusta como un clavo remachado a machamartillo o rémora que impide el razonamiento, y no hay manera de sacarla.
 
“Estamos trabajando para mejorar su futuro. Disculpen las molestias.” En aras de un dios sangriento, el futuro, sacrifican lo único que tenemos, el presente. 

 
"Trabajamos en pro de su calidad de vida. Obras de acondicionamiento del cementerio". Mensaje sarcástico en la lengua de Molière de un ayuntamiento quebequés. 

El príncipe y la princesa se casaron y fueron felices. Todos fueron muy dichosos en el reino, salvo las perdices sacrificadas a fin de celebrar el casamiento.

Plutarco biografió las vidas paralelas de griegos y romanos, pero ahora cada uno llevamos dos vidas que no convergen nunca, una doble vida: pública y privada.

Hay lugares "sagrados" o "santuarios" para los creyentes que ya no creen en Dios ni en el Hombre, sino en otro fetiche, la Naturaleza: los Parques Naturales.

Dicen que dijo Tales que agradecía haber nacido humano y no animal, varón y no mujer, griego y no bárbaro, en un mundo que era ya racista, machista y especista.

Decía el filósofo galo Michel Serres que la música, sin ser portadora de ningún sentido, los poseía todos, lo que yo hago extensivo a la vida de los hombres. 

El éxito profesional no puede ser ninguna otra cosa más que lo que sugiere la etimología del vocablo "exitus": una salida, una válvula de escape del trabajo.

La gente, acostumbrada a imágenes espectaculares, se decepciona ante la naturaleza, que hay que tunear para que se parezca a la foto del National Geographic.

Al complejo de Edipo que Freud diagnosticó a todos los varoncitos y su correlato femenino el de Electra, hay que añadir ahora el moderno complejo de Narciso.


Suele ser tarde cuando uno descubre, ay, que el sueldo que gana por la dedicación que conlleva su trabajo no le compensa en absoluto por su pérdida de tiempo.

En nuestra sociedad del espectáculo sólo faltaba un adolescente enamorado de su hermosa figura proyectando sus selfis en las mil pantallas de la red universal.

Una superstición tan grande -tanta religio, en latín- se apoderó de la ciudad, según Livio, que el senado prohibió las supercherías religiosas... extranjeras.
 
Virus coronado persistente gracias al empeño esmerado de periodistas y políticos, que tanto de izquierdas como de derechas sacan rentabilidad de su existencia.

Marcio, un célebre adivino, profetizó a posteriori el desastre de Cannas, que, dado a conocer después de realizado, "se había cumplido": uaticinium ex euentu.

Marcelo, viendo bajo sus ojos la ciudad de Siracusa que había conquistado, quizá la más bella del mundo por entonces, lloró de alegría y de pena por su hazaña.

Dice Livio que en dos años no había sucedido nada digno de memoria en España porque la guerra, lo solo reseñable, se hacía más políticamente que con las armas.

La esquizofrenia de la doble vida, maldición bíblica del trabajo y tiempo libre, la obligación y la devoción, las dos caras de la misma y falsa pieza de moneda.



Caronte, el barquero, le dijo al millonario: Deja el dinero aquí, que de nada te va a servir en el otro mundo: a mí dame sólo un simbólico óbolo por el pasaje.

viernes, 23 de abril de 2021

¿Quién soy yo?

    Érase una vez un beduino que recién llegado a Bagdad después de una larga travesía por el desierto y no poco aturdido por el gentío tropezó al doblar una esquina con otro beduino, cayendo ambos al suelo.

    -Perdón -dijo educadamente mientras se levantaba y recuperaba del golpe. 

    -No hay de qué. No sé de quién ha sido la culpa. Los dos íbamos distraídos. -contestó el otro hombre recuperándose también de la caída. 

Familia beduina, Carl Haag (1859)
 

    -Déjame que te haga una pregunta, por favor: ¿tú eres tú o eres yo? ...Te lo pregunto porque si eres yo, entonces yo debería ser tú.

    -¡Menuda pregunta! Me parece a mí que estás algo zumbado de la cabeza, si no lo estabas ya antes del golpe.  

    -No, lo pregunto porque tú y yo somos de la misma edad y complexión, beduinos ambos. Los dos vestimos ropas iguales. Yo diría que nos parecemos como dos gotas de agua. Pensé que podría haberme confundido contigo tras la caída.

 

    -¡Por supuesto que yo soy yo y tú eres tú!

    -Pues eso es lo que yo decía: pero si tú eres yo y yo soy tú, entonces entramos en un círculo vicioso, y me pregunto para salir de él ¿quién, por el amor de Dios, soy yo?

    -Tú sabrás...

    -¿Qué voy a saber? Mi padre me decía a menudo: "Dime con quién andas y te diré quién eres". Sus palabras me perseguían día y noche porque yo quería saber quién era. Me decía también que tuviera cuidado con las malas compañías. Pero yo no sabía si mis amigos eran buenos o malos. Tampoco sabía si el bueno o el malo era yo.

    -El mío decía que valía más estar solo que  mal acompañado. 


     - Además: ¿Cómo voy a saber quién soy yo si estoy cambiando cada dos por tres? Ya no soy el niño que era... Pero, al mismo tiempo, algo me dice que, aunque cambie, sigo siendo el mismo. 

    -¿No le preguntaste nunca al mulá de la mezquita?

    -Sí, una vez le pregunté y me dijo: “Sé tú mismo”. Pero para ser yo mismo necesitaba lo primero saber quién era yo. Por eso me lo preguntaba y sigo preguntándomelo ahora: ¿Quién soy yo? Sigo sin saberlo.

jueves, 22 de abril de 2021

El homo digitalis on line

El sujeto de hoy es un empresario de sí mismo que se explota a sí mismo. El sujeto explotador de sí mismo se instala en un campo de trabajo en que es al mismo tiempo víctima y verdugo”. (Byung-Chul Han, Psicopolítica, traducción de Alfredo Bergés, editorial Herder, pág. 93)

 El homo digitalis, siempre on line, incluso cuando duerme, si es que duerme pendiente como está las veinticuatro horas del día de la minúscula pantalla, depende tanto del hilo de la red que lo enreda que cada vez se relaciona menos con las personas que tiene alrededor, o, mejor dicho,  sólo se relaciona con quienes están a su lado  virtualmente, convirtiéndolos en sus contactos,  con los que no tiene, paradójicamente,  ningún contacto físico, sino sólo el táctil a través de la pantalla de su smartphone.
 
El homo digitalis es el sujeto digital, cualquiera que lea esto en una pantalla. El sujeto digital u homo numericus está sometido a la Red. La etimología de la palabra “sujeto” no engaña a nadie ni deja lugar a dudas: sub-iectus: sujetado, sojuzgado, sometido, subordinado, súbdito: sub quiere decir que está por debajo, y iectus, (modificación de iactus, igual que en ob-iectus, implica que está echado, lanzado, arrojado, como el dado (alea) de la aleatoria suerte que se tira al aire (alea iacta est). 
 
El sujeto digital es alguien que se propone a sí mismo como objeto digital de consumo: graba su voz, filma su imagen, que publica y publicita, privatizando sus ocurrencias individuales y personalizadas, por lo que puede decirse, con exacta terminología, que es un idiota en el sentido etimológico del término, alguien que se idiotiza. El prefijo ob indica enfrentamiento y, antes que eso, encuentro cara a cara. 
 
El sujeto digital es alguien que, como Narciso, se encuentra con su propia imagen, y se enamora de ella como un tonto embelesado que, como algunas estatuas de Buda, se dedica a lo que el bachiller Sánchez acertó a denominar onfaloscopia, es decir, a la contemplación de su propio ombligo, que exhibe impúdicamente además para el público.



    El sujeto digital es un heautontimorúmeno, víctima y verdugo de sí mismo simultáneamente, no sucesiva- ni alternativamente. Terencio acuñó esta expresión griega y tituló así una de sus comedias: significa "aquel que se atormenta e inflige castigo a sí mismo", la víctima que colabora con su verdugo, que no es otro más que él mismo. El homo digitalis puede, por lo tanto, exclamar como el personaje del poema de Baudelaire: ¡Yo soy la herida y la navaja! / ¡Soy el sopapo y la mejilla! / ¡Yo soy el cuerpo y soy la rueda, / y soy la víctima y verdugo!

    El sujeto de hoy es el homo digitalis, recluso y, a la vez, guardián de su propia cárcel que es él mismo. Su biografía se reduce a su TL (timeline, en la lengua del Imperio), la línea temporal donde expone en secuencia cronológica a su propia mirada ególatra, y a la contemplación de los demás, especialmente de sus seguidores (followers, en la misma lengua), todas las ocurrencias propias y ajenas de las personas a las que sigue, tejiéndose la tupida red de un entramado social, donde las relaciones están mediatizadas por una pantalla que virtualiza la realidad desvirtualizándola paradójicamente.


 El homo numericus siempre "atento a su pantalla"
 
 La Red hace que sus usuarios estemos interconectados, que estemos en línea “on line”, alineados. Línea es en su origen un curioso adjetivo que ha suplantado al sustantivo. Se decía en efecto, en tiempos de Maricastaña, cuando en el mundo se hablaba todavía la lengua franca latina, “linea chorda”: es decir “cuerda de lino”: un cordel de lino que usaban carpinteros y albañiles para hacer rectos sus trabajos, de donde pasó a significar “línea” en general. Chorda era el sustantivo latino, que evoluciona en castellano a “cuerda”, en su origen palabra griega (“chordé”), que significaba “tripa” e incluso “cuerda de un instrumento musical hecha con tripas”, y que se omitió y se sobreentendía cuando se decía simplemente “(chorda) linea”.

    El caso es que esta palabra, que en gallego se escribe liña, en portugués linha y en catalán llinya, pero se pronuncia igual en las tres lenguas, se dijo también liña en castellano viejo allá por 1220, de donde derivaron los términos actuales aliñar, que propiamente significaría “poner en línea”, y su contrario desaliñar, pero liña se perdió. Hoy nadie comprende esta vieja palabra.



    Hacia 1490 se restableció la palabra latina original como cultismo línea y así ha llegado hasta nuestros días. En francés, por su parte, se dijo ligne, de donde quizá le venga al inglés no sin el influjo latino culto, line, mientras que en italiano se conservaba el adjetivo latino sustantivado linea y en rumano se dice linie.

    Es curioso cómo del nombre de esta hierba, el lino, cuyo tallo se utiliza para confeccionar tejidos, y la linaza, su semilla, para extraer harina y aceite, se haya llegado al significado actual, y se diga, por ejemplo, que la linería son los tejidos de uso diario en el hogar: los manteles, las toallas la ropa de cama y demás. Esto nos lleva a la lingerie: linge en francés (evolución de ligne) era camisa, lo que uno se ponía para ir a la cama: una camisa o un camisón. Y de ahí a la lencería o conjunto de lienzos y de ahí a la ropa interior femenina. Y es que la etimología de lienzo nos retrotrae al latín linteum, que también está relacionado con el linum: en principio tejido que se hace de lino, luego de cáñamo o algodón también.




    El caso es que los hómines digitales del siglo XXI estamos alineados, puestos en línea, on line, en fila india, como los soldados en un desfile de un batallón, uno detrás de otro, todos interconectados. No caminamos ni podemos ir a nuestro ritmo, según nuestro paso, a donde queramos, sino que seguimos una línea trazada, la línea del tiempo (timeline), un camino, desoyendo la voz del poeta, a don Antonio Machado, que nos repetía que no había camino, que no había ninguna linea trazada de antemano, “sino estelas en la mar”.

 Hay quien dice que no es el uso de las redes sociales, sino el mal uso o abuso de ellas lo que fomenta la soledad y el egocentrismo narcisista, así como los falsos amigos, convertidos en followers que dan un “me gusta” (like en la lengua del Imperio) a nuestras ocurrencias,  pero en realidad todo uso lleva implícito en sí el abuso, y no sólo por hacer un uso excesivo, sino sobre todo porque no es el usuario, pese a su nombre, el que utiliza la Red, sino la Red la que utiliza al usuario.


El usuario se convierte de hecho en un empleado de la Red a tiempo parcial que se dedica a emitir y a recibir información a todas las horas, a producir y a reproducir, haciéndose eco de lo que otros proclaman. ¿Qué es esta información? Cualquier cosa que se publique en la Red. La superabundancia de información que circula por las redes nos desinforma paradójicamente, hace que no distingamos lo importante de lo superficial.

El homo digitalis, que ha dado el paso de sujeto a objeto digital, se conviertre así en emisor y receptor de información, en agente de la Red. En definitiva, el usuario es un dependiente, alguien que tiene dependencia, que está subordinado a la Red, que lo obliga a confesarse públicamente y a leer las confesiones públicas de los demás en menos de ciento sesenta caracteres, atrapados como están, por mensajes mínimos y raudos, algunos efímeros, en diversas pantallas estupefacientes en las que hay pocos vislumbres de razón común y muchas, demasiadas opiniones personales. 


    Estamos asistiendo a la vieja polémica de la neutralidad de los medios. Quieren convencernos de que la tecnología no es ni buena ni mala, sino neutral, independiente de esas categorías morales; lo que puede ser bueno o malo es el uso que nosotros hagamos de ella, por lo que nos ponen en guardia contra el mal uso de la tecnología responsabilizándonos a nosotros mismos, culpabilizándonos de lo que podamos hacer, cuando lo que estamos diciendo aquí y se nos oculta es que es la tecnología la que nos usa a nosotros, la que nos convierte en sus empleados, en sus usuarios: sin querer estamos trabajando gratis et amore para Facebook, Twitter, Snapchat… y un largo larguísimo etcétera. ¿A cambio de qué? A cambio del mísero jornal (money is time lo mismo que time is money) de convertir nuestra vida en biografía on line que discurre a través de la línea imaginaria del tiempo, lo que se llama en la lengua del Imperio, time line.  

miércoles, 21 de abril de 2021

Aforo limitado, inscripción previa: el fin de los actos públicos.

    La limitación de los aforos por razones de seguridad en los actos públicos restringe la cabida física de los participantes y su carácter popular. No entrarán, en efecto, todos los que quepan holgadamente hasta completar el espacio real según vayan llegando, sino el restringido número que impongan las autoridades sanitarias. Los aforos se ven, pues, reducidos en estos tiempos cuantitativamente a la mitad, a la tercera y aun a la cuarta parte de su capacidad.

    Si, además, se requiere la inscripción previa de los que vayan a participar en el acto, la admisión se reserva sólo a los inscritos prescritos. Se sabe exactamente, antes de celebrarse el evento, el número y los nombres de los participantes que habrá, como si el acto se hubiera realizado ya antes de tener lugar. Se excluye así el carácter indefinido y anónimo y de alguna manera libre que tenía anteriormente el público asistente a los eventos. Nunca, previamente, se sabía si la asistencia iba a ser mucha o poca, y si el acto iba a tener mucho público, lo que solía calibrarse en los estrenos teatrales por la cantidad de excrementos de los caballos de los carruajes del público asistente. A la compañía que iba a debutar en el teatro se le deseaba “mucha mierda”, sinónimo de éxito, como deseo de “mucha suerte”.

    En estos tiempos tan asépticos que corren, no hay propiamente público, ni más teatro que el que el mal espectáculo que brindan los medios de formación y manipulación de la opinión pública, y el de nuestra prosaica vida cotidiana. 

    Se justifican estas medidas “por razones de seguridad” como queda dicho. Las medidas profilácticas quieren evitar contagios no deseados reduciendo la participación del público y los excrementos de los carruajes. Pero a los asistentes se les exigen otras medidas, como por ejemplo la distancia personal, la utilización de mascarillas. A veces, también, la toma de temperatura de los participantes, las abluciones manuales con gel hidroalcohólico, la limpieza de la suela de los zapatos, o la realización de una prueba de antígenos, certificado de vacunación, una Prueba de Reacción en Cadena a la Polimerasa (PCR)... Todas las medidas parecen pocas a la hora de enfrentarse a un virus que porta el cetro y la corona de todos los víruses y ha desencadenado una pandemia universal que, a río revuelto, ganancia de pescadores: la gran oportunidad de algunos sinvergüenzas como Klaus Schwab de iniciar el Great Reset, como dicen ellos con término microsóftico, el gran reseteo del sistema para que, cambiando, siga igual pero más a su entera conveniencia, quienes, lejos de abolir el dominio del hombre por el hombre, quieren asegurar la gobernanza mundial.

    Si se produce algún contagio, a pesar de dichas medidas preventivas draconianas, las autoridades sanitarias disponen del listado de participantes para hacer su seguimiento y detección, ordenando su tratamiento y encierro. 

    Desde las Altas Instancias se promueve la celebración de actos públicos virtuales, sin ningún tipo de presencia física, siempre a través de la Red. Es lo más higiénico y aséptico. Actos públicos sin público de carne y hueso, con público virtual fantasmagórico. Si el contacto real produce contagio se prohíbe por decreto ley. De ese modo se fomenta el contacto que interesa, que produce intereses económicos a las empresas tecnológicas de la comunicación, que es el contacto virtual. Su justificación, no contagia el virus.

    Estas medidas contribuyen al control de los actos públicos y a la consiguiente destrucción de su carácter popular. Dichos eventos con aforo limitado e inscripción previa se convierten, paradójicamente, en actos privados... de público. El régimen del Estado Terapéutico logra así que no se produzca nada inesperado e imprevisto que escape de su férula, ninguna rebelión contra su poder tiránico. El Estado Terapéutico se escuda en un amor filantrópico a la humanidad, un amor que, como decía el joven Antonio Machado a otro propósito, “funda su filantropía en el exterminio de la especie humana”.

martes, 20 de abril de 2021

Letanías de la buena muerte

Las revoluciones nacen del descontento del pueblo con el Poder y el orden establecido, pero acaban siempre restituyendo el orden que pretendían derrocar. ¿Por qué sucede eso? Porque las revoluciones son un proyecto cargado de futuro y, por lo tanto, condenado al futuro, y el futuro es de ellos, del Señor del Tiempo y sus secuaces, el futuro es el asesinato, el futuro es la muerte.

Nos infunden desde arriba, desde las altas esferas del Poder, miedo, un miedo ingente para que no vivamos, para que vivamos con miedo: dentro de cien años, a lo sumo, estaremos muertos. Dentro de cien años todos estaremos calvos, todos seremos calaveras en la fosa común del olvido.

 


Esa es la muerte futura que nos venden, la muerte siempre futura con la que nos amenazan. Frente a eso le  rezo yo, sin mucha fe, porque soy un descreído, al Cristo del Poco Poder y de la Buena Muerte estas letanías: danos, Señor del desempoderamiento, la buena muerte ahora mismo. Líbranos de la mala muerte que es la que nos da mala vida. No queremos la muerte futura, que esa no es buena, esa siempre es mala. Esa es la espada de Damoclés que, pendiente sobre nuestra testa coronada, no nos deja vivir ni disfrutar de los goces presentes ahora mismo. Queremos la muerte ahora, aquí y ahora, la buena muerte.

Todos la hemos experimentado alguna vez. Cuando menos lo piensas, cuando menos lo intentas, y cuando menos cuenta te das, te sobreviene una sensación, y la sensación que se experimenta entonces, si uno en el recuerdo permanece un poco fiel, es una sensación de plenitud y de vacío al mismo tiempo, y de felicidad desconocida, de lo que no se puede experimentar nunca ni en el Mercado, ni en la Familia, ni en los tratos políticos, ni con los compañeros, ni nada: el olvido; de vez en cuando se olvida uno de sí mismo y de todo.

 

Cuando dormimos entregándonos a los brazos de Morfeo también, pero incluso sin llegar a dormirnos: esa es la buena muerte, en la que estamos recayendo ahora mismo a poco que nos dejemos llevar y no nos dejemos amedrentar por la otra, por la mala, por la siempre futura, la real, la que nos envenena y nos quita las ganas de vivir, o las ganas de morir, que es lo mismo.

lunes, 19 de abril de 2021

El Parlamento de los Simios

    Resulta conmovedor ver la capacidad que tiene el régimen democrático político y económico vigente de asimilar aquellas obras de arte que critican el propio régimen. Tomemos, por ejemplo, este óleo gigantesco de Bansky (2009), que se conoce como Devolved Parliament (El Parlamento transferido) y que representa la Cámara de los Comunes de Londres. En él los parlamentarios han sido sustituidos por idénticos chimpancés a izquierda y a derecha que gritan interminablemente y se arrojan los trastos a la cabeza. Todos están sentados ocupando su escaño, salvo uno que está de pie y que representa al Primer Ministro, que se supone que está respondiendo a las preguntas de los parlamentarios. No olvidemos que estos parlamentarios han sido elegidos democráticamente por el pueblo para que lo representen. Se trata, obviamente, de una sátira política de la Democracia en general, a partir de la británica en particular.

Devolved Parliament, Bansky (2009)
 

    Supone la consagración exitosa de Bansky, que se hace por fin un nombre que vale dinero y da el paso de las pintadas y grafitis callejeros a una de las galerías de arte más prestigiosas del mundo como es Sotheby's, donde la obra fue subastada en 2019 al mejor postor, que pagó por ella la exorbitante cantidad de 9,9 millones de libras esterlinas.

    El cuadro se convierte así en una pieza más de museo y del mercado del arte igual que cualquier otro producto de consumo. Y el sistema incluye así al artista antisistema en su engranaje, asimilando al artista y la crítica que representa su obra.

    Podemos decir que el artista quiere que veamos a la clase política como él la ve, completamente deshumanizada, como si estuviera desarrollando la teoría de la evolución de Darwin al revés, hacia atrás: el hombre no desciende del mono, sino el mono del hombre. 

Fotograma del plano final de El planeta de los simios (1968)
 

    Un referente de Bansky puede ser la película de ciencia ficción El planeta de los simios de F. J. Schaffner (1968), con todas su precuelas y secuelas, donde el astronauta George Taylor (Chartlon Heston) y su tripulación llegan navegando por el espacio a un planeta habitado por monos inteligentes que dominan a los seres humanos. Al final Taylor hace un descubrimiento crucial: la estatua de la Libertad derrumbada en una playa. El planeta de los simios era en realidad la Tierra.

    El óleo de Bansky no es, aunque inicialmente lo fuera, una sátira de la clase política británica solamente, o de la española, si queremos trasponer el parlamento simiesco a nuestros lares, sino una crítica de la clase política mundial, ya que en todas casas cuecen habas, como dice el refrán, y en la mía a calderadas, una clase política corrupta y corrompida por completo por el Poder, subordinada como está la política a la economía, es decir, al Dinero.

domingo, 18 de abril de 2021

Fact checking

    Una superchería es un engaño que consiste en sustituir una cosa verdadera por otra falsa, que se pone por encima de ella (super). Superchería, pues, es sinónimo de fraude, y de paparruchas o “noticias falsas y desatinadas de un suceso, esparcidas entre el vulgo”, como reza el Diccionario de la docta Academia, que remonta la palabra a “páparo”, miembro de una tribu panameña ya extinguida, y también, en su segunda acepción, “aldeano u hombre del campo, simple e ignorante, que de cualquier cosa que ve, para él extraordinaria, se queda admirado y pasmado”. Por cierto, esta palabra de "paparruchas" bien podría sutituir al anglicismo que se oye tanto de "fake news", del que no tenemos ninguna necesidad en castellano, donde también disponemos de otros términos como "bulos" o "trolas" para referirnos a las noticias falsas.


    Pero esto no va de simples y cada vez más abundantes paparruchas, fake news o posverdades para los modernos, sino de mentiras y falsedades grandes como casas que nos hacen creer y que acabamos creyendo a fuerza de repetírnoslas una y mil veces como si fueran mantras consagrados. Los fact checkers se dedican a verificar, como dicen ellos, las fake news, pero quién chequea a los chequeadores? Esto va de supercherías que vienen a sustituir una cosa verdadera que todos sentimos como tal por otra falsa, es decir, de fraudes y de engaños. He aquí algunas de estas supercherías a título de ejemplo que conviene desgranar:

    “Todo el mundo tiene su opinión”: falso. Es la opinión la que tiene a cada cual. Las opiniones no son individuales, sino colectivas.

    “Somos libres”: falso. No estamos en la cárcel. Al menos la mayoría democrática de la población. Algunos, sin embargo, sí lo están. La prisión es un invento para hacernos creer que los que no estamos reclusos en un módulo penitenciario somos libres, cuando ni los unos ni los otros tenemos libertad en absoluto. La cárcel existe para que los que estamos fuera creamos que somos libres, lo que es mentira. Los que están dentro tampoco, por supuesto, son libres, de hecho son menos libres que nosotros, es verdad, porque la libertad no es cuestión de sí o no, de ser o no ser libre, sino de serlo más o menos. 


    “Vivimos en un régimen democrático”: falso. Lo repiten los políticos a modo de jaculatoria como si a fuerza de cacarearlo una y mil veces fuera a convertirse en verdad lo que es radicalmente falso como todos sentimos cada vez que nos enfrentamos de algún modo al Poder establecido. Recordemos lo que es democracia, ese en principio peligroso invento griego contra el Poder que hoy se ha convertido en su mejor aliado. La palabra está compuesta de “demos” que significa “pueblo” y “kratos”que quiere decir “gobierno”. Según esta palabra, democracia el es gobierno del pueblo: en el sentido objetivo y subjetivo a la vez: es decir, el pueblo gobierna como sujeto y el pueblo es gobernado como objeto. Se trata de una contradicción. No puede ser verdad que el pueblo gobierne y que, a la vez, sea gobernado, porque, si el pueblo gobierna ¿sobre quién ejerce su gobierno? Y si el pueblo es gobernado ¿quién lo gobierna? Evidentemente no se sostiene. La fuerza de esta superchería política radica en que el pueblo, dicen, se gobierna a sí mismo, pero si eso fuera así ¿qué necesidad íbamos a tener de elecciones y de parlamentos y de gobiernos autonómicos, municipales y centrales? Vivimos no en una democracia sino en una oligarquía, del griego “oligos” que significa “un pequeño grupo” y “arché” que quiere decir “gobierno”. Y ya sabemos quiénes son esos pocos que nos gobiernan y nos engañan metiéndonos en la cabeza afirmaciones corrientemente admitidas como verdades que son totalmente falsas, y que sólo se sostienen en la magia mántrica de creer que una mentira a fuerza de repetirse una y mil veces acaba convirtiéndose en una verdad.


    “Hay que estar informado para entender lo que pasa”: falso. Los que piensan que deben ver los programas informativos o leer los periódicos para entender el mundo en el que viven están totalmente equivocados. Los medios de comunicación sólo difunden paparruchas, es decir, posverdades o mentiras como las que estamos analizando aquí. Cuando cuentan lo que ha pasado, ya ha dejado de pasar. Es historia. Hay que estar informado para entender lo que quieren que entendamos.

    “Hay que consumir para ser feliz”: falso. La matraca publicitaria de la que somos víctimas hace que la publicidad invada todos los espacios públicos. Al día nos acribillan cientos de ráfagas publicitarias a través de todos los medios habidos y por haber: la propaganda es ubicua, está en todas partes como decían los teólogos de Dios. No hay día sin que hayamos recibido por lo menos un millar de mensajes publicitarios. Nos venden todo lo habido y por haber, pero lo que nos venden, lo que se vende en el mercado, no son cosas palpables y verdaderas, sino ideas de las cosas, es decir, sustitutos, o sucedáneos.

    El dinero no proporciona la felicidad, pero ayuda a conseguirla” Parcialmente falso. Sólo es cierta la primera parte: el dinero no da la felicidad. En cuanto a la segunda, no sólo no es verdad que no ayude a conseguirla, sino que suele ser la fuente de la mayoría de nuestras desgracias.

    “Hay que trabajar para ganarse la vida”: falso. La obligación de trabajar nos condena a una vida miserable de servidumbre. Vida laboral es una contradicción en los términos. 
 
Alegoría del mito de la caverna de Platón
 
    “Una buena educación y un título son un buen salvoconducto para el porvenir”: falso.  La felicidad no depende del nivel social o económico. Observemos las tasas de suicidio, ese tema del que nadie quiere hablar, porque son mayores en los países ricos que en los empobrecidos. Tampoco depende de los títulos, ni de los premios, ni de las notas del colegio. Nos educan de hecho para que seamos productivos, nos ceban para que sirvamos de alimento, para que nos conformemos con la realidad mentirosa que nos venden. 

    “Todo es falso”. Falso. La palabra “falso” es verdadera: sirve para denunciar la mentira de la realidad.

sábado, 17 de abril de 2021

Hombre precavido vale por dos (y III)

    En muchos órdenes se va imponiendo la idea de la precaución, de forma que lo que en principio podía ser una característica individual del carácter de algunas personas, adquiere una dimensión colectiva perseguida por gobiernos y gobernantes, que prefieren anticiparse a los problemas, creándolos a menudo, que solucionarlos cuando se presenten, por lo que el principio de prevención se extiende más allá del ámbito individual al sostenimiento del orden social. 

    En el ámbito de la medicina, por ejemplo, asistimos a la sustitución de la medicina tradicional curativa por la preventiva. El cardenal de Richelieu había escrito una máxima de Estado que decía que «un médico que puede prevenir las enfermedades es más estimado que el que trabaja curándolas» (Maximes d’État, 1623).  

    La Organización Mundial que dice velar por la Salud, haciéndose eco de esta sentencia y otras por el estilo,  avisa, de hecho, de que más vale prevenir que curar, porque para ella tratar a los pacientes “ya no es suficiente” (¡!) y aboga por empezar a prevenir las enfermedades, lo que no deja de ser una forma de anticiparlas y aun de crearlas para justificar existencia de dicho organismo "protector". 


     En la justicia, se habla de una justicia preventiva que es preferible a otra punitiva, es decir que es preferible evitar que sucedan los delitos que tener que castigarlos una vez que han sucedido. Sir Edward Coke aplica la regla del médico para la seguridad del cuerpo a la justicia, y dice melior est enim iustittia uere praeueniens, quam seuere puniens, tomándolo al parecer de Hugo Grocio: pues es mejor la justicia que previene verdaderamente que la que castiga severamente. Este principio se generalizará en los regímenes totalitarios siguiendo a Napoleón Bonaparte, que escribió en sus Maximes et pensées: «la severidad previene más faltas de las que reprime.»

    En el ámbito laboral, se habla de la “prevención de riesgos laborales”, olvidando que es el propio trabajo, y no las eventualidades que pueden sucedernos en él, el auténtico riesgo de muerte para la vida y que la mejor prevención sería no trabajar. 

     En el ámbito doméstico se generalizan los llamados seguros del hogar para prevenir los accidentes domésticos, así como en la conducción se hace obligatorio un seguro de accidentes de tráfico en previsión de los riesgos que pueden producirse como efecto de la conducción. 

     Incluso en el ámbito militar se habla a veces de guerra preventiva, como desarrollo del célebre adagio si uis pacem para bellum de los antiguos romanos. Según la inevitable güiquipedia: La guerra preventiva (preventive war) es aquella acción armada que se emprende con el objetivo (real o pretextado) de repeler una ofensiva o una invasión que se percibe como inminente, o bien para ganar una ventaja estratégica en un conflicto también inminente. Aunque se suele presentar como forma de autodefensa, la legitimidad de la guerra preventiva es objeto de disputa moral, sobre todo por la dificultad de ponerse de acuerdo acerca de si la amenaza es real y, en caso de serlo, de si se trata de un peligro inminente que justifique el ataque, o bien se utiliza como pretexto para atacar primero. 

    Pero hay también una pre-emptive war. No es lo mismo prevention, que quivale a nuestra prevención o precaución, que pre-emption, que es etimológicamente una “compra previa”, es decir, una acción que evita que otra se produzca, y que llamaríamos en castellano pre-ención. La diferencia es muy sutil y de hecho muchas veces se confunden ambos términos anglosajones y se traducen los dos por nuestro "prevención". La pre-ención es una acción militar contra un objetivo cuando hay pruebas irrefutables de que el objetivo está a punto de iniciar un ataque militar, es un anticiparse a la jugada que va a realizar el contrincante. La prevención es la adopción de una acción militar contra un objetivo cuando se cree su ataque inevitable, aunque no necesariamente inminente, y cuando la demora en el ataque implicaría un riesgo mayor. Tanto las prevenciones como la pre-enciones lo que hacen es que las desgracias, es decir las guerras y los ataques, vengan antes. Al menos a nuestras mentes. Al prevenirlas las atraemos, y nos enfrentamos a ellas antes de tenerlas delante, y con la preención lo que hacemos es adquirirlas. 

      Encuentro en la fábula de Esopo El jabalí y la zorra (224, Hsr. 252, Ch. 327) un ejemplo de prevención: un jabalí, apostado junto a un árbol, estaba afilándose los dientes. Al preguntarle una zorra que por qué afilaba sus dientes sin que le amenazara ningún cazador ni ningún otro peligro visible, le dijo que no lo hacía en vano, sino porque si le sobrevenía alguno no iba a tener tiempo de hacerlo entonces y haciéndolo ahora ya estaba preparado para esa eventualidad. La moraleja que se desprende del diálogo es que los preparativos deben hacerse antes de enfrentarse uno a los peligros.

    Reelaborada y versificada por nuestro Samaniego, núm. 22 del libro V de sus Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado (1826), ilustra la idea de la prevención, haciéndose eco en uno de sus versos del ideal romano del si uis pacem, para bellum, si quieres la paz, prepara la guerra, y del refrán de que el hombre prevenido vale por dos: Sus horribles colmillos aguzaba / un jabalí en el tronco de una encina. / La zorra, que vecina / del animal cerdoso se miraba, / le dice: «Extraño el verte, / siendo tú en paz señor de la bellota, / cuando ningún contrario te alborota, / que tus armas afiles de esa suerte.» / La fiera le responde: «Tengo oído / que en la paz se prepara el buen guerrero, / así como en la calma el marinero, / y que vale por dos el prevenido.» 

     Frente a esta tradición literaria y culta, hay un refrán de transmisión básicamente oral y popular que recoge algo del sano escepticismo del pueblo que, rebelándose contra esta obsesión médica no ya por la prevención sino por la propia curación, nos advierte de que “es peor el remedio que la enfermedad”, o “peor la cura que el mal que se quiere atajar”. Es el caso de algunos tratamientos del cáncer, que pueden llegar a ser más agresivos que el propio cáncer. A duras penas podemos hallar un eco literario de este sentir popular en la expresión  aegrescitque medendo, (“y se agrava curándose”) que aplica Virgilio en La Eneida XII, 46 a la herida de índole psicológica de Turno, donde el rey Latino, pretendiendo aliviar con sus palabras la ira de aquel, consigue el efecto contrario, hurgar más en la llaga, y, tal es el poder del lenguaje, hace que la enfermedad se recrudezca.