Fake news,
en la lengua del Imperio que se nos impone, que es la del cisne de
Stratford-upon-Avon, significa, como se sabe, noticia falsa. ¿Cómo se
diría eso en la lengua de ese otro Imperio que rigió el mundo hace
dos mil años, que era la lengua de Virgilio y de Julio César? Este
último precisamente en sus Comentarios sobre
la Guerra Civil (De
bello ciuili I, 21, 1) nos da la clave: A
veces la gente cambia de opinión (César lo llama commutatio
uoluntatis)
debido a falsis
nuntiis, es
decir por noticias falsas, lo que nos pone sobre la pista de que para qué sirve la falsedad informativa.
En
Tácito (Annales
II, 82) leemos: nec obstitit falsis
Tiberius, donde
el adjetivo falsis aparece
sustantivado con el sentido de “falsedades, mentiras”, y donde
los traductores suplen el sustantivo “nuntiis”, loque
Moralejo traslada Tiberio no puso coto a
las falsas noticias, y
la vieja versión de Carlos Coloma No
trató Tiberio de oponerse a estas falsas nuevas.
Nuevas
referido a noticias, como en la traducción de Coloma, es
básicamente un adjetivo sustantivado, como se ve en castellano en
aquel octosílabo del romancero viejo: “nuevas le fueron venidas”,
es decir, novedades, noticias. En el lenguaje religioso de la iglesia, también se
dice que los apóstoles predicaron la buena nueva, es decir, el
evangelio. Hoy resulta en español un tanto arcaico este uso de
“nueva” como sinónimo de noticia, pero todavía se entiende: las
nuevas son las novedades. La
palabra que ha sustituido en español a “nueva” es,
efectivamente, “noticia”: procede del latín notitia,
que a su vez está formada sobre (g)nota,
el participio pasivo del verbo (g)noscere “conocer”, por lo quenotitia
es “cosa sabida y conocida.
No
sé hasta dónde se puede retrotraer la muy antigua costumbre de matar al
mensajero cuando era portador de malas noticias que no son del agrado
del receptor, responsabilizándolo de la noticia que trae, lo que no
deja de ser una protesta emocional ante la adversidad. Cuando el rey
Boabdil, por ejemplo, recibe la mala noticia de la pérdia de Alhama
de Granada, sabe que eso conlleva el fin de su reinado y su
propio fin, ante lo que quema la carta y mata al mensajero, como
narra el romance viejo: Paseábase
el rey moro / por la ciudad de Granada / desde la puerta de Elvira /
hasta la de Vivarrambla. / —¡Ay de mi Alhama!— / Cartas
le fueron venidas / que Alhama era ganada. / Las cartas echó en el
fuego / y al mensajero matara, / —¡Ay de mi Alhama!—. De
alguna forma los medios de comunicación son responsables de las
noticias que difunden, porque las propagan dándoles carta de naturaleza, así como
ignoran otras silenciándolas.
NO NEWS ARE GOOD NEWS. El aforismo
anglosajón viene a decir que la
ausencia de noticias es siempre una buena noticia, pero antes de que
se dijera en la lengua del Imperio ya se dijo esto mismo en italiano:
“Nulla (o nessuna) nuova, buona nuova”, y probablemente en latín
mismo: nulla noua, bona noua. Don Miguel de Unamuno, por su parte, se hacía eco de resonancia de aquel Nihil
novum (o novi) sub sole ('no
hay nada nuevo bajo el sol') del bíblico Eclesiastés en aquel verso suyo: lo que ha de ser
ha sido ya, nada hay de nuevo, que anulaba todas las noticias del mundo, tanto las verdaderas como las falsas, y su pretensión de novedades.
RADIO
MACUTO.La
expresión
“Radio Macuto” procedente de la jerga militar como revela la
palabra “macuto”, que era el nombre de la mochila del soldado,
hace referencia a una emisora de radio inexistente de la que partían
bulos y rumores indiscriminadamente que se ponían en circulación carentes de fundamento y de fuente
fidedigna, cuyas informaciones se desfiguraban más aún al ser transmitidas a lo largo de una cadena de oyentes por el efecto del llamado 'teléfono roto', rumores que los miembros de ambos
bandos hacían circular y distorsionaban de trinchera en trinchera y de boca en boca entre
la tropa para confundir o desmoralizar al enemigo acerca
de los avances o retrocesos que iba sufriendo cada uno en el frente.
La expresión, al parecer, surgió en el ámbito de la guerra
civil española, por aquello de que en toda guerra la primera víctima que
cae es la verdad, frase solemne que suele remontarse al tragediógrafo
griego Ésquilo, que como tal no nos consta que la haya escrito, aunque
sí se le atribuye que la divinidad no rechazaba una mentira o
estratagema justa ἀπάτης
δικαίας οὐκ ἀποστατεῖ θεός, lo que viene a decir que Dios acepta los engaños y añagazas que a veces se denominan 'mentiras piadosas' o justificadas cuando su misión es sostener la realidad.
EL
MENSAJERO ES EL MENSAJE
Mensajero
y mensaje se decían en latín con el mismo término: nuntius. La
propia palabra nuncio, que subsiste en español, se refiere ahora
sólo al encargado de llevar una noticia, y, además, al
representante diplomático del Papa o nuncio apostólico. La llegada
de un mensajero en la antigüedad conllevaba la de un mensaje o anuncio,
equiparándose uno y otro, algo como sucede un poco con nuestra
palabra correo,
que
además de designar a la persona que tiene el oficio de llevar la
correspondencia se refiere también a la propia correspondencia que
lleva esa persona, como en el título de la novela Miguel Strogoff, el correo del zar de Julio Verne. Con el tiempo, sin embargo, parece que se
especializó en latín una forma neutra nuntium
para el mensaje, reservándose la masculina nuntius
para el mensajero. Lo que, en todo caso, revela esta vieja confusión es
que de alguna forma el mensajero era el mensaje, un poco al modo del
aforismo de Marshall McLuhan de que el medio o mensajero es el mensaje. "El
hombre alfabetizado es el objeto natural de la propaganda" dijo
en algún momento McLuhan, y "la propaganda es el gran punto
débil del hombre alfabetizado".
Una superchería es un engaño que consiste en
sustituir una cosa verdadera por otra falsa, que se pone por encima de ella (super). Superchería, pues, es sinónimo
de fraude, y de paparruchas o “noticias falsas y desatinadas de un suceso, esparcidas entre el vulgo”, como
reza el Diccionario de la docta Academia, que remonta la palabra a “páparo”, miembro
de una tribu panameña ya extinguida, y también, en su segunda acepción,
“aldeano u hombre del campo, simple e ignorante, que de cualquier cosa que ve,
para él extraordinaria, se queda admirado y pasmado”. Por cierto, esta palabra de "paparruchas" bien podría sutituir al anglicismo que se oye tanto de "fake news", del que no tenemos ninguna necesidad en castellano, donde también disponemos de otros términos como "bulos" o "trolas" para referirnos a las noticias falsas.
Pero esto no va de simples y cada vez más abundantes
paparruchas, fake news o posverdades
para los modernos, sino de mentiras y falsedades grandes como casas que nos
hacen creer y que acabamos creyendo a fuerza de repetírnoslas una y mil veces como si fueran mantras consagrados. Los fact checkers se dedican a verificar, como dicen ellos, las fake news, pero quién chequea a los chequeadores? Esto va de supercherías que vienen a sustituir una cosa verdadera que todos
sentimos como tal por otra falsa, es decir, de fraudes y de engaños. He aquí algunas de estas supercherías a título de ejemplo que conviene desgranar:
“Todo el mundo tiene su opinión”: falso. Es la
opinión la que tiene a cada cual. Las opiniones no son individuales, sino colectivas.
“Somos libres”: falso. No estamos en la cárcel.
Al menos la mayoría democrática de la población. Algunos, sin embargo, sí lo están. La prisión
es un invento para hacernos creer que los que no estamos reclusos en un módulo
penitenciario somos libres, cuando ni los unos ni los otros tenemos libertad en absoluto.
La cárcel existe para que los que estamos fuera creamos que somos libres, lo
que es mentira. Los que están dentro tampoco, por supuesto, son libres, de
hecho son menos libres que nosotros, es verdad, porque la libertad no es
cuestión de sí o no, de ser o no ser libre, sino de serlo más o menos.
“Vivimos en un régimen democrático”: falso. Lo
repiten los políticos a modo de jaculatoria como si a fuerza de cacarearlo una y mil
veces fuera a convertirse en verdad lo que es radicalmente falso como todos
sentimos cada vez que nos enfrentamos de algún modo al Poder establecido. Recordemos lo que es democracia, ese en principio
peligroso invento griego contra el Poder que hoy se ha convertido en su mejor
aliado. La palabra está compuesta de “demos” que significa “pueblo” y
“kratos”que quiere decir “gobierno”. Según esta palabra, democracia el es
gobierno del pueblo: en el sentido objetivo y subjetivo a la vez: es decir, el
pueblo gobierna como sujeto y el pueblo es gobernado como objeto. Se trata de
una contradicción. No puede ser verdad que el pueblo gobierne y que, a la vez,
sea gobernado, porque, si el pueblo gobierna ¿sobre quién ejerce su gobierno? Y
si el pueblo es gobernado ¿quién lo gobierna? Evidentemente no se sostiene. La
fuerza de esta superchería política radica en que el pueblo, dicen, se gobierna a sí
mismo, pero si eso fuera así ¿qué necesidad íbamos a tener de elecciones y de
parlamentos y de gobiernos autonómicos, municipales y centrales? Vivimos no en una democracia sino en una
oligarquía, del griego “oligos” que significa “un pequeño grupo” y “arché” que
quiere decir “gobierno”. Y ya sabemos quiénes son esos pocos que nos gobiernan
y nos engañan metiéndonos en la cabeza afirmaciones corrientemente admitidas
como verdades que son totalmente falsas, y que sólo se sostienen en la magia
mántrica de creer que una mentira a fuerza de repetirse una y mil veces acaba
convirtiéndose en una verdad.
“Hay que estar informado para entender lo que
pasa”: falso. Los que piensan que deben ver los programas
informativos o leer
los periódicos para entender el mundo en el que viven están totalmente
equivocados. Los medios
de comunicación sólo difunden paparruchas, es decir, posverdades o
mentiras como las que
estamos analizando aquí. Cuando cuentan lo que ha pasado, ya ha dejado
de pasar. Es historia. Hay que estar informado para entender lo que
quieren que entendamos.
“Hay que consumir para ser feliz”: falso. La
matraca publicitaria de la que somos víctimas hace que la publicidad invada
todos los espacios públicos. Al día nos acribillan cientos de ráfagas
publicitarias a través de todos los medios habidos y por haber: la propaganda
es ubicua, está en todas partes como decían los teólogos de Dios. No hay día
sin que hayamos recibido por lo menos un millar de mensajes publicitarios. Nos
venden todo lo habido y por haber, pero lo que nos venden, lo que se vende en
el mercado, no son cosas palpables y verdaderas, sino ideas de las cosas, es
decir, sustitutos, o sucedáneos.
“El dinero no proporciona la felicidad, pero
ayuda a conseguirla” Parcialmente falso. Sólo es cierta la primera parte: el
dinero no da la felicidad. En cuanto a la segunda, no sólo no es verdad que no
ayude a conseguirla, sino que suele ser la fuente de la mayoría de nuestras
desgracias.
“Hay que trabajar para ganarse la vida”: falso.
La obligación de trabajar nos condena a una vida miserable de servidumbre. Vida
laboral es una contradicción en los términos.
Alegoría del mito de la caverna de Platón
“Una buena educación y un título son un buen
salvoconducto para el porvenir”: falso. La felicidad no depende del nivel social o económico. Observemos
las tasas de suicidio, ese tema del que nadie quiere hablar, porque son mayores
en los países ricos que en los empobrecidos. Tampoco depende de los títulos, ni
de los premios, ni de las notas del colegio. Nos educan de hecho para que
seamos productivos, nos ceban para que sirvamos de alimento, para que nos
conformemos con la realidad mentirosa que nos venden.
“Todo es
falso”. Falso. La palabra “falso” es verdadera: sirve para denunciar la mentira
de la realidad.