Una superchería es un engaño que consiste en
sustituir una cosa verdadera por otra falsa, que se pone por encima de ella (super). Superchería, pues, es sinónimo
de fraude, y de paparruchas o “noticias falsas y desatinadas de un suceso, esparcidas entre el vulgo”, como
reza el Diccionario de la docta Academia, que remonta la palabra a “páparo”, miembro
de una tribu panameña ya extinguida, y también, en su segunda acepción,
“aldeano u hombre del campo, simple e ignorante, que de cualquier cosa que ve,
para él extraordinaria, se queda admirado y pasmado”. Por cierto, esta palabra de "paparruchas" bien podría sutituir al anglicismo que se oye tanto de "fake news", del que no tenemos ninguna necesidad en castellano, donde también disponemos de otros términos como "bulos" o "trolas" para referirnos a las noticias falsas.
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domingo, 18 de abril de 2021
Fact checking
Pero esto no va de simples y cada vez más abundantes
paparruchas, fake news o posverdades
para los modernos, sino de mentiras y falsedades grandes como casas que nos
hacen creer y que acabamos creyendo a fuerza de repetírnoslas una y mil veces como si fueran mantras consagrados. Los fact checkers se dedican a verificar, como dicen ellos, las fake news, pero quién chequea a los chequeadores? Esto va de supercherías que vienen a sustituir una cosa verdadera que todos
sentimos como tal por otra falsa, es decir, de fraudes y de engaños. He aquí algunas de estas supercherías a título de ejemplo que conviene desgranar:
“Todo el mundo tiene su opinión”: falso. Es la
opinión la que tiene a cada cual. Las opiniones no son individuales, sino colectivas.
“Somos libres”: falso. No estamos en la cárcel.
Al menos la mayoría democrática de la población. Algunos, sin embargo, sí lo están. La prisión
es un invento para hacernos creer que los que no estamos reclusos en un módulo
penitenciario somos libres, cuando ni los unos ni los otros tenemos libertad en absoluto.
La cárcel existe para que los que estamos fuera creamos que somos libres, lo
que es mentira. Los que están dentro tampoco, por supuesto, son libres, de
hecho son menos libres que nosotros, es verdad, porque la libertad no es
cuestión de sí o no, de ser o no ser libre, sino de serlo más o menos.
“Vivimos en un régimen democrático”: falso. Lo
repiten los políticos a modo de jaculatoria como si a fuerza de cacarearlo una y mil
veces fuera a convertirse en verdad lo que es radicalmente falso como todos
sentimos cada vez que nos enfrentamos de algún modo al Poder establecido. Recordemos lo que es democracia, ese en principio
peligroso invento griego contra el Poder que hoy se ha convertido en su mejor
aliado. La palabra está compuesta de “demos” que significa “pueblo” y
“kratos”que quiere decir “gobierno”. Según esta palabra, democracia el es
gobierno del pueblo: en el sentido objetivo y subjetivo a la vez: es decir, el
pueblo gobierna como sujeto y el pueblo es gobernado como objeto. Se trata de
una contradicción. No puede ser verdad que el pueblo gobierne y que, a la vez,
sea gobernado, porque, si el pueblo gobierna ¿sobre quién ejerce su gobierno? Y
si el pueblo es gobernado ¿quién lo gobierna? Evidentemente no se sostiene. La
fuerza de esta superchería política radica en que el pueblo, dicen, se gobierna a sí
mismo, pero si eso fuera así ¿qué necesidad íbamos a tener de elecciones y de
parlamentos y de gobiernos autonómicos, municipales y centrales? Vivimos no en una democracia sino en una
oligarquía, del griego “oligos” que significa “un pequeño grupo” y “arché” que
quiere decir “gobierno”. Y ya sabemos quiénes son esos pocos que nos gobiernan
y nos engañan metiéndonos en la cabeza afirmaciones corrientemente admitidas
como verdades que son totalmente falsas, y que sólo se sostienen en la magia
mántrica de creer que una mentira a fuerza de repetirse una y mil veces acaba
convirtiéndose en una verdad.
“Hay que estar informado para entender lo que
pasa”: falso. Los que piensan que deben ver los programas
informativos o leer
los periódicos para entender el mundo en el que viven están totalmente
equivocados. Los medios
de comunicación sólo difunden paparruchas, es decir, posverdades o
mentiras como las que
estamos analizando aquí. Cuando cuentan lo que ha pasado, ya ha dejado
de pasar. Es historia. Hay que estar informado para entender lo que
quieren que entendamos.
“Hay que consumir para ser feliz”: falso. La
matraca publicitaria de la que somos víctimas hace que la publicidad invada
todos los espacios públicos. Al día nos acribillan cientos de ráfagas
publicitarias a través de todos los medios habidos y por haber: la propaganda
es ubicua, está en todas partes como decían los teólogos de Dios. No hay día
sin que hayamos recibido por lo menos un millar de mensajes publicitarios. Nos
venden todo lo habido y por haber, pero lo que nos venden, lo que se vende en
el mercado, no son cosas palpables y verdaderas, sino ideas de las cosas, es
decir, sustitutos, o sucedáneos.
“El dinero no proporciona la felicidad, pero
ayuda a conseguirla” Parcialmente falso. Sólo es cierta la primera parte: el
dinero no da la felicidad. En cuanto a la segunda, no sólo no es verdad que no
ayude a conseguirla, sino que suele ser la fuente de la mayoría de nuestras
desgracias.
“Hay que trabajar para ganarse la vida”: falso.
La obligación de trabajar nos condena a una vida miserable de servidumbre. Vida
laboral es una contradicción en los términos.
“Una buena educación y un título son un buen
salvoconducto para el porvenir”: falso. La felicidad no depende del nivel social o económico. Observemos
las tasas de suicidio, ese tema del que nadie quiere hablar, porque son mayores
en los países ricos que en los empobrecidos. Tampoco depende de los títulos, ni
de los premios, ni de las notas del colegio. Nos educan de hecho para que
seamos productivos, nos ceban para que sirvamos de alimento, para que nos
conformemos con la realidad mentirosa que nos venden.
“Todo es
falso”. Falso. La palabra “falso” es verdadera: sirve para denunciar la mentira
de la realidad.
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