domingo, 14 de febrero de 2021

Cementerio de elefantes (y II)

No sé si hemos vuelto a la Edad Media o salido alguna vez de ella, pero estamos metidos hasta las cachas en el lodo del necio fanatismo, ciega fe y credulidad. 

La cacareada “ola de frío con fuerte descenso de temperaturas que afronta el país” de que hablan los medios es lo que hasta ayer no más llamábase “el invierno”.
 
El debate televisivo de los candidatos a la presidencia se convierte en espectáculo mediático de máxima audiencia; y el electorado, en público del programa.
 
Una periodista regüelda: "Ya se atisba en el horizonte una cuarta ola, impredecible pero probable, de la que se empieza a hablar sin haber superado la tercera". 

Los candidatos deben proyectar buena imagen y pico de oro en el plató a fin de satisfacer a la millonaria audiencia del telespectáculo en formato de concurso. 

La televisión es la reina de los medios productores de opinión pública, y el público, que siempre tiene la razón, elige con su voto al concursante favorito. 

El candidato más votado será el ganador indiscutible del programa en el que los espectadores depositan la ilusión, convencidos del carácter decisivo de su voto. 

La cofradía del Cristo del Gran Poder lloraba de impotencia al suspenderse la procesión de Semana Santa por la lluvia tras un año de intensísimos preparativos. 

Hay una peste más mortífera, si cabe, que la vieja Peste Negra europea: la profilaxis preventiva que, como espada de Damoclés, envenena los gozos del presente. 

El Colegio Oficial de Médicos de Madrid colgó de su sede el puritano lema "No beses, no des la mano, di hola", ante el riesgo de contagio del virus de la gripe. 


La medicina hoy, esencialmente profiláctica, ha logrado convertirnos a todos en pacientes y enfermos crónicos a fuerza de diagnósticos, pronósticos y fármacos. 

Si Notre-Dame de París ya era el monumento más visitado del mundo, el aliciente no poco morboso de su incendio acrecentará más aún las visitas de turistas. 

El que se haya salvado milagrosamente la cruz del templo de las pavorosas llamas ha servido para fortalecer la fe incombustible de muchos feligreses. 

Las gárgolas góticas de Notre-Dame en llamas lloraban lágrimas de agua bendita tratando de apagar el fuego que destruía el templo, pero no la fe que lo erigió. 

Afirmo sin ánimo de ofensa que la sola iglesia, mezquita o sinagoga que ilumina como faro en la noche oscura del alma es la que es pasto de las llamas. 

El feminismo patrocinado por los poderes públicos del Estado equipara bajo el mismo yugo igualitario la explotación laboral que sufren hombres y mujeres. 

El movimiento de liberación de la mujer, integrado en el sistema como política de Estado, lejos de liberar a la mujer de su condición, incrementa su sumisión. 

La relegación al ostracismo de la teología ha conllevado como contrapartida la sacralización de la ciencia, que pasa así a ocupar el lugar de la vieja religión.

 
Lo que asoma a las numerosas ventanas de la Red no es una persona de carne y hueso, sino un personaje de ficción, una identidad falsa, virtual, pero real. 

Las Redes Sociales no nos han vuelto mentirosos, porque ya lo éramos, sino que han resguardado a buen recaudo nuestra falsa personalidad en el armario. 

¿Cómo detectar los billetes falsos de veinte y cincuenta euros que circulan por ahí, según advierte el Banco Central Europeo, cuando no hay ninguno verdadero? 


Tolstoi renunció, además de a la aristocracia a la que pertenecía, al sacrificio, es decir, a la muerte en su nombre de ningún animal so pretexto de alimento. 

Señor Presidente del Gobierno, yo no quiero subirme al tren del futuro, porque en aras del futuro se hipoteca e inmola, vivo, el presente, que es sacrificado.

Un trímetro yámbico de la Electra de Sofoclés para una declaración de rebeldía: τούτοις ἐγὼ ζῆν τοῖς νόμοις οὐ βούλομαι: bajo estas leyes no deseo yo vivir.

sábado, 13 de febrero de 2021

Cementerio de elefantes (I)

El cementerio de elefantes era un lugar sagrado al que iban a morir, según la leyenda africana, los viejos paquidermos, depositando el marfil de su experiencia. 

Los cazadores codiciosos de los preciados colmillos elefantinos se dedicaron a la  búsqueda infructuosa del cementerio sagrado, que sólo hallaron en sus sueños.

Incapaces de soportar la verdad, no razonamos, creemos en las ideas y sostenemos, como Atlas el mundo sobre sus hombros, la realidad a fuerza de mentiras. 

(Seguiriya gitana para cantar a palo seco y con quejío): Tengo yo una pena grande, que no tengo, que me tiene a mí ella y no me deja que ande yo contento. 

Todos y cada uno de nosotros, día y noche, despiertos y dormidos, queriendo o sin querer, sustentamos el caótico tinglado del cosmos con titánicos esfuerzos. 
 
La OMS recomienda a España no levantar restricciones, dice el Diario, que alerta del riesgo del relajo ante “una cuarta ola de comportamiento impredecible”.

Candidato en la antigua Roma era aquel que, vestido de blanco impoluto -candidus en latín-, se postulaba para blanquear con tejemanejes sus negras intenciones. 

Se llamaba también a los candidatos petitores y a sus rivales en los comicios competitores, porque, dadas sus aspiraciones, tenían un inmenso apetito de poder.



Un esclavo llamado nomenclator recordaba al candidato que era su amo, reconocible por su blanca vestimenta, el censo electoral: los nombres de sus clientes. 

El mito de la democracia consiste en que la plebe, reducida a electorado, legitima con la divina unción de su voto el gobierno que tendrá que padecer. 

El anacronismo monárquico, avalado antaño por la gracia de Dios, se justifica en las monarquías hogaño por el carisma constitucional del voto democrático. 

La libertad de elección que tiene un pueblo consultado en plebiscito consiste en decidir mayoritariamente cuál quiere que sea el material de sus cadenas. 

La imagen de los buitres devorando encarnizadamente al jato y a la vaca que lo está pariendo en descampado es mucho más que una metáfora de nuestro nacimiento. 

Los rostros que se asoman a las ventanas de la Red no son verdaderas caras, sino caretas, máscaras parlantes que con palabras mudas cotorrean sin cesar. 

Ya no se estudia Historia Sagrada en los centros de enseñanza, sino Historia Profana, que, sacralizada, ocupa su privilegiado lugar en el currículo educativo. 

La Historia (inglés history) es una ficción (inglés story) y por lo tanto un género literario en prosa que está bajo la protección de Clío, musa memoriosa. 

El nacionalismo se alimenta de la invención de una historia propia que justifica la idea falsa pero real, como todas las ideas, de pueblo elegido y de nación. 

Tres cosas hay en la escuela: la voz del maestro que manda silencio, los niños que de pronto callan, y la monotonía de la lluvia repicando en los cristales. 



El verdadero terrorismo no está en los márgenes del sistema atentando contra él como creen los gobiernos, sino en su ser y el seno mismo de la bestia Leviatán. 

No podemos fingir ignorancia como avestruces que esconden la cabeza debajo del ala, ni creer que, si no miramos, no pasará lo que no queremos ver ni que se vea. 

El denominado pensamiento positivo (wishful thinking en la lengua imperial) con sus paños calientes paliativos perjudica en cuerpo y alma gravemente la salud. 

Niego el carácter salvífico de las virtudes teologales del viejo catecismo: ni fe, ni esperanza ni caridad, ese amor mal entendido que pretende redimirnos. 

La jarra de Pandora de Hesíodo: Sola allí la Esperanza en su inquebrantable morada dentro quedó de la jarra a los bordes y no se salió hacia fuera volando. 

 

viernes, 12 de febrero de 2021

Citas a ciegas en la casa de citas

Con Tomás Ibáñez (1944-), que publica un artículo muy interesante en la revista Libre Pensamiento, núm. 85, titulado “La razón científica como dispositivo de dominación”, que nos hace reflexionar sobre la razón científica que nos enseña a dudar de todo y a cuestionarlo todo salvo la propia razón científica, que pasa así a convertirse en un objeto de fe como lo era Dios en la vieja religión, y en un instrumento de dominación, desembocando en una nueva religión y, por lo tanto, según el clásico adagio de Marx, en el opio del pueblo. La Ciencia -hay que escribir esta palabra con mayúscula inicial- es la nueva fe en la que cree la mayoría religiosamente, ciegamente. La Ciencia ha servido para fortalecer la fe. Quien se atreva a poner en duda y tela de juicio los dogmas de la Ciencia es considerado un hereje... y excomulgado de la comunidad científica, porque la Ciencia es la nueva religión monoteísta, otra reencarnación del viejo Dios: “(La ciencia) nunca da nada por definitivo, dirigiendo permanentemente su enorme capacidad crítica hacia sus propios resultados, examinándolos una y otra vez hasta detectar la parte de error que contienen y procurar corregirla. Sin embargo, hay una cosa que la ciencia se resiste a hacer y un riesgo que se niega a correr. La razón científica es reacia a orientar su potencial crítico hacia ella misma y hacia sus principios más fundamentales. Nos dice que hay que dudar de todo, que hay que cuestionarlo todo... salvo la propia razón científica.”


Con Thomas Szasz (1920-2012), autor de un libro cuyo título lo dice todo “El mito de la enfermedad mental”, que escribe en “El segundo pecado”: Hoy en día, particularmente en los Estados Unidos, todas las dificultades y problemas de la vida se consideran problemas psiquiátricos, y casi todo el mundo se considera hasta cierto punto mentalmente enfermo. De hecho, no es una exageración decir que la vida misma se ve ahora como una enfermedad que comienza con la concepción y acaba con la muerte, que precisa, en cada momento del camino, la asistencia experta de médicos y especialmente de profesionales de la salud mental.
 

Con Jorge Luis Borges (1899-1986): Democracia: es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística. La democracia, literalmente gobierno del pueblo, es una ilusión y una superchería, una falsa creencia como todas las creencias,  porque no se hace lo que quiere el pueblo, que no quiere que lo gobierne nadie, sino lo que desea una mayoría relativa y engañada por los demagogos, y la mayoría no es la totalidad. Ese es el gran engaño estadístico hacer pasar a una mayoría aborregada por la totalidad, eliminando los elementos críticos discrepantes, que tienen que someterse a los designios de las urnas por fuerza mayor.
 
Con Umberto Eco (1932-2016), que escribe en su libro Construir al enemigo la siguiente reflexión: ¿Quién es el imbécil que va por la calle con el iPod en las orejas o que no aguanta estarse una hora en el tren leyéndose el periódico o mirando el paisaje, sino que debe inmediatamente activar el móvil para decir en la primera parte del trayecto: “He salido” y en la segunda parte: “Estoy llegando”? Son ya personas que no pueden vivir sin ruido. Y es por lo que los restaurantes, ya ruidosos de por sí por la afluencia de los clientes, ofrecen ruido añadido mediante dos televisores encendidos, a veces, y la música; y si les pedís que lo apaguen, os miran como si estuviéseis locos. Esta intensa necesidad de ruido cumple la función de droga e impide centrarse en lo que sería verdaderamente fundamental. Redi in interiorem hominem (vuélvete hacia el hombre interior): sí, finalmente un buen ejemplo para el mundo de la política de mañana y de la televisión sería todavía san Agustín.

Fieles hasta la muerte, Cristianos y Leones.  Herbert Gustave Schmalz (1856-1935)

Con M. I. Finley (1912-1986), el helenista norteamericano, que  nos recuerda en su libro Aspectos de la Antigüedad, Editorial Ariel, (1975), en traducción del inglés de Antonio-Pérez Ramos, (pág. 195): que si bien al emperador Diocleciano se le recuerda por la “gran” persecución de los cristianos que se llevó a cabo bajo su reinado, desde un punto de vista histórico dicha persecución no fue tan importante ni tan sangrienta a juzgar por el número tan pequeño de víctimas que hubo. Escribe: Al revés, lo que Diocleciano no hizo lo hicieron sus sucesores cristianos: en seguida acabaron con el paganismo mediante métodos no menos intolerantes y crueles. (What Diocletian failed to do, his Christian successors accomplished in reverse. They soon wiped paganism out, by methods no less intolerant and brutal, en versión original).

jueves, 11 de febrero de 2021

Del lavado de cerebro

La expresión “lavado de cerebro” es una traducción del inglés “brain-washing”,  acuñada al parecer por el periodista estadounidense Edward Hunter (1902-1978), que fue corresponsal de guerra en Asia durante los años cincuenta del pasado siglo y publicó un libro en 1951 titulado precisamente Brain-washing in Red China: The calculated destruction of men's minds (“Lavado de cerebro en la China comunista: la destrucción calculada de las mentes humanas”).


Con  “lavado de cerebro” aludía el periodista al adoctrinamiento en el maoísmo por parte del régimen comunista y a la represión de las ideologías políticas contrarias y alternativas. Hay aquí una metáfora indudable. Si la utilizamos,  estamos considerando de alguna manera que los cerebros están sucios y en consecuencia necesitan una operación de limpieza.  Hay muchas ideas inculcadas que a modo de prejuicios enquistados  nos impiden razonar. Es bueno desprenderse de ellas y de la suciedad acumulada en el cerebro como del polvo incrustado en una casa vieja. El problema viene después: no contentos con el vacío generado por la operación de limpieza,  procedemos a rellenar otra vez las oquedades de las meninges y los agujeros de las neuronas con nuevas creencias que a fuerza de adoptarlas como dogmas y no cuestionarlas poniéndolas en duda acabarán enroñándose como trapos sucios. 

Es este proceso de sustitución lo que entre nosotros, con otra metáfora, se llamó "comedura de coco o de tarro" en los años ochenta y noventa del pasado siglo, cuando hizo fortuna en nuestra lengua esta expresión coloquial, empleada también en forma reflexiva cuando es uno mismo quien tras el lavado vuelve a ensuciarse. En el diccionario de la Academia figura como locución coloquial que se define como “ocupar insistentemente su pensamiento con ideas ajenas -pero todas las ideas son ajenas porque no hay ideas en rigor propias-, induciéndole a hacer cosas que de otro modo no haría.  



El lavado de cerebro y la comedura de coco son obviamente una manipulación que no es nueva en absoluto, sino el fruto del adoctrinamiento de la llamada "educación". El escritor George Orwell en su novela 1984, publicada en 1949, ya denunciaba técnicas de manipulación del pensamiento como la repetición de fórmulas a modo de religiosos mantras -quédate en casa, salva vidas...- que parecen cargarse de razón a fuerza de reiteración, aunque no utilizaba explícitamente la expresión "brainwashing"  todavía. 

La referencia inevitable sin embargo a Orwell no debe inducirnos a error. Si hablamos de 1984 como algo propio de otros tiempos y otros sistemas “totalitarios” que ya son historia, estamos considerando que el control y manipulación de las mentes es algo relativo a épocas superadas y otras latitudes y coordenadas espaciales y temporales, no a nuestra sociedad, no algo que se esté dando aquí mismo y ahora mismo precisamente entre nosotros. 


Alguien podría objetar que la simple posibilidad de decirlo  como estamos haciendo aquí avala que nuestra época es diferente, porque ahora hay libertad de expresión que antes no había y nos permite decir lo que queramos, pero esa mirada retrospectiva que nos obligan a echar atrás nos ciega ante lo que tenemos delante. Hay libertad de expresión, pero la ideología dominante -la “clerigalla secular” con que algunos se han referido al mainstream-, sólo nos deja decir que los únicos mecanismos de adoctrinamiento y de lavado de cerebro son aquellos que no se encuentran afortunadamente ya en nuestra sociedad y época. 
 
Sólo podemos hablar de lo que ya es historia, porque es demasiado pronto para poder hacerlo de aquí y de ahora: dicen que no tenemos suficiente perspectiva. Pero al comparar nuestra época con otras épocas históricas, estamos distrayendo la crítica hacia fantasmas pasados que ya no existen y desviándola de los nuestros, que son los únicos que hay, estamos desautorizando la crítica de lo actual, que debería ser su principal y único objetivo.
Si bien en los casos que describía el señor Hunter se aplicaban torturas y métodos brutales para desinfectar los cerebros y a continuación proceder a reinfectarlos, ahora la operación de limpieza se practica de modo más sutil y disimulado con la televisión  y con interné, sobre todo, que ha venido a rescatar a la vieja y tonta dama del siglo XX, disimulado la operación de "brainwashing" bajo la denominación políticamente correcta de “propaganda publicitaria” y aun, más insidiosamente, de “información”. 

La ideología dominante -el mainstream del clero secular que ha desplazado al religioso- ejerce mejor el control social en las sociedades democráticas actuales donde hay libertad de expresión de un pensamiento que sin embargo no es libre y donde se impone por su propio prestigio que en las sociedades totalitarias donde, constreñida como estaba por la fuerza de la represión y el temor, podía desembocar en un movimiento de rechazo y rebeldía.

Hemos dado un nuevo salto cualitativo y cuantitativo y, por lo tanto, trascendental en la historia de la tecnología del lavado de cerebro y adoctrinamiento, pasando de la brutalidad de la tortura y los suplicios practicados por los chinos a un procedimiento más sutil de desinfección para posterior reinfección,  mucho menos visible pero por ello mismo mucho más eficaz como es este de navegar por las aguas procelosas de las pantallas de la Red.

miércoles, 10 de febrero de 2021

Doce mensajes políticos breves y una animación

Si lo que denominan la Nueva Normalidad o New Normal en la lengua del Imperio pasa ya por ser lo habitual y normal-de-toda-la-vida, que baje Dios y que lo vea.

La Dirección General de Salud Pública fomenta lo que llama “Burbujas Sociales” como herramienta contra el virus infeccioso, a fin de encerrarlo y que no salga.

Dizque entre todas y todos (falta el “todes” para no excluir a nadie) podremos evitar el contagio creando nuestra burbuja social: Sagrada Familia con mascota. 

Cuando, hechos a obedecer sin rechistar, nos manden ir por la calle con un dedo metido en el culo, alzaremos la voz preguntando a las autoridades que qué dedo.

El Día Internacional del Abrazo se celebró este año sin pena ni gloria ni abrazos por la interposición del metro y medio de distancia de la Pandemia Universal. 

Un carabinero dispara a quemarropa y mata a sangre fría a un joven malabarista callejero que se resistió al requisamiento de los machetes sin filo que empleaba.

Vivimos en una sociedad cada vez más autoritaria: autoridades académicas y sanitarias imponen su dictadura indiscutible basada en la Ciencia, la nueva Religión. 

El Estado considera, y no sin razón, la verdad sea dicha, que todos y cada uno de nosotros somos potenciales, si no lo somos ya de hecho, enemigos del Estado.

Aumenta la capacidad predictiva, preventiva y operativa de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, abortando la policía los delitos antes de que ocurran.

Cada vez hay una mayor exigencia gubernamental, que no popular, de otorgarle plenos poderes al gobierno para que el Estado de Excepción se consolide como Norma.


(Aviso para navegantes)
El Periódico Global, desde su púlpito: Demasiado pronto para levantar restricciones: La leve mejora de los contagios no justifica todavía un cambio de política.

Los gobiernos emplean la estrategia de inculpar a la ciudadanía porque, en la medida en que responsabilizan a la población, se disculpan y exculpan a sí mismos.

 oOo

 ¿Perdido en el mundo como yo?

Estupenda animación de Steve Cutts que retrata la revolución industrial tecnológica que estamos viviendo y que nos condena a todos y cada uno de nosotros a la virtualidad y a la distancia social so pretexto de que en las circunstancias actuales sólo es posible y deseable de este modo la comunicación. 

martes, 9 de febrero de 2021

La nave del Estado

Hay expresiones cuyo carácter traslaticio o metafórico nos pasa casi desapercibido cuando las utilizamos, y que, al emplearlas, nos utilizan en realidad ellas sin darnos cuenta a nosotros configurando nuestro pensamiento con sus poderosas imágenes.


Esto sucede cuando tomamos en castellano, por ejemplo, la palabra “gobierno” y nos planteamos si tenemos un buen o un mal gobierno, un gobierno de izquierdas o de derechas, conservador o progresista, si hay cambio o no de gobierno etc., porque estamos presuponiendo que existe algo como "gobierno" y que nuestros gobernantes pilotan -he aquí la metáfora que subyace- la nave que es el Estado en su cabotaje hacia buen puerto... 
 
Estas palabras de “gobierno” y “gobernar”, en efecto, del ámbito marinero y proceden respectivamente de las latinas “gubernum” y “gubernare”, que están presentes en las lenguas derivadas del latín, incluido el inglés, aunque no provenga directamente de allí, y están relacionadas con la metáfora de la navegación, porque su sentido no se explica si no es partiendo de la alegoría de la nave del Estado, abundantísima en la literatura clásica grecolatina como veremos y en los escritores cristianos, para quienes la nave simboliza no ya el Estado sino la Iglesia.

Un elemento importante en la nave es el timón, que en latín se llama precisamente gubernum (cf. gobernalle), por lo que gubernare significa etimológicamente timonear la embarcación, es decir pilotarla, y de ahí surge el sentido general de conducir, dirigir a alguien o algo en una dirección.
 

El verbo latino guberno está emparentado con el griego κυβερνάω (kybernáo). Ambos significan manejar el timón de la nave, pilotar el barco. La palabra timonel se dice en latín gubernator y en griego κυβερνήτης (kybernétes), de donde deriva, por cierto, nuestra cibernética o arte de navegar en las procelosas aguas de ese otro mar que es la Red Informática Universal y su tupido entramado de redes y retículas sociales.

No es extraño que fuera en griego clásico donde quizá por primera vez surgió la poderosa metáfora, o mejor alegoría, de la nave del Estado, de la cosa pública o comunidad política como una nave en la que cada cual cumple su cometido, dirigida por el gobernante que es quien lleva el timón; nació en el seno de la lengua de un pueblo navegante y, a la par, fundador del sistema político de gobierno democrático que padecemos. 

Se ha rastreado el origen de la metáfora en la poesía de Alceo de Mitilene, quien en el siglo VI antes de Cristo consagra la imagen para hablar de su πόλις (pólis) o ciudad-estado  a la deriva zarandeada por la tempestad a causa de la discordia civil. Habla en concreto de una nave azotada por la tormenta, y exhorta a la tripulación a salvar la ciudad dirigiendo la nave a buen puerto. Alceo a su vez, por lo que parece, habría tomado la metáfora de Arquíloco, otro poeta lírico anterior a él,  según unos versos hallados en un papiro. En todo caso, ambos poetas helenos abundan en metáforas náuticas, surgidas de los peligros que entraña la navegación en el mar Egeo. 


Cicerón consagrará en la literatura latina, en sus discursos políticos, la alegoría del gobierno como timón de la nave del Estado (“in gubernanda re publica», dirá numerosas veces: en la república que ha de ser gobernada como si fuera una nave, en el gobierno de la república). La cita literaria, sin embargo, más celebrada, que se hace eco del modelo literario de Alceo, es la del poeta Horacio, que advertía de los peligros de regresar a las guerras civiles que asolaron el final de la república romana tras haber logrado la paz. 

La oda de la nave del Estado de Horacio, que es la número XIV del libro primero de los Carmina, se compone de cinco estrofas de cuatro versos cada una, los dos primeros son asclepiadeos menores, el tercero es un ferecracio y el cuarto un gliconio. Es la llamada asclepiadea B o segunda. Señalo sus esquemas rítmicos con los siguientes signos de mi convención: + para sílaba marcada rítmicamente con el acento de palabra en principio en castellano, y – para la que no marca ritmo y en principio átona: asclepiadeo menor 12 sílabas (+ - + - - + // + - - + - +), ferecracio 7 sílabas (+ - + - - + -) y gliconio 8 sílabas (+ - + - - + - +). Llamo la atención del lector sobre cómo el poeta procura que no coincidan las unidades sintácticas con las métricas, y cómo un verso suele encabalgarse ya sea suave- o abruptamente en el siguiente; y cómo ni siquiera coincide la frase con la estrofa, que también se precipita a veces sobre la siguiente. He aquí la oda de Horacio en versión rítmica: 

Nave, nuevas te van olas a ti a arrastrar/ a la mar. ¿Qué haces? Ay, gana con decisión/ puerto. ¿No ves de remos/ que tu flanco desnudo está, 

y que el palo mayor que Ábrego raudo hirió/ gime, y vergas también, y sin maromas no/ puede apenas tu quilla/ resistir el embate atroz

de la mar? Velas no tienes enteras tú,/ ni dioses que invocar, mal si otra vez te ves./ Por más pino del Ponto, / hijo de ínclito bosque tú, 

que te jactes de honor vano y de condición:/ asustado el patrón nada en tu pátina/ fía. Cuida, juguete/ si no quieres de vientos ser. 

Tú, hace poco que a mí me eras fastidio atroz,/ y hoy mi anhelo y mi no poca preocupación,/ huye de olas que rompen/ en espléndidas Cícladas. 

Entre nosotros Lope de Vega se hace eco en su poesía de la metáfora de la nave aplicándosela a su propia peripecia humana, por aquello de que lo que vale para la comunidad política vale también para el individuo personal (“El Estado soy yo”, ergo “Yo soy el Estado), en aquellos memorables versos: “Pobre barquilla mía/ entre peñascos rota,/ sin velas desvelada,/ y entre las olas sola...” 

 

Si partimos de que el Estado es una nave, lo que no deja de ser una arriesgada y discutible metáfora pese a su largo recorrido, se supone que no está fondeada y anclada en el puerto, sino que navega y no a la deriva, sino rumbo a alguna parte, cuya travesía tiene algún sentido. Esa es la mayor petición de principio: que el Estado o, si se quiere, la Humanidad en general va hacia algún sitio previamente conocido, progresa, avanza hacia delante. Para su singladura a Dios sabe dónde y para no estar a merced del oleaje y de los vientos e irse a pique necesita, además de unas velas y unos remos para bogar, un timón que dirija su rumbo; el timón precisa que alguien, el timonel o piloto, lo gobierne marcando el destino y siguiendo la previamente trazada “hoja de ruta” -otra metáfora que les encanta a los políticos profesionales y que no deja de ser una mala traducción del inglés "roadmap", por cierto. 
 
Los gobiernos, ante cualquier crisis como la sanitaria actual que padecemos y que no deja de ocultar una crisis económica, elaboran haciendo uso de esta metáfora una narrativa oficial exculpatoria de su gestión según la cual ellos dirigen la nave con la ayuda del timonel que maneja el gobernalle, y han de llevarnos a buen puerto en medio de una tormenta en la que se suceden, una tras otra, las olas de contagio pese a las medidas restrictivas cada vez mayores y que parecen no surtir efecto. 
 
La metáfora del oleaje como fuerza desencadenada de la naturaleza viene a sumergirnos -ya vamos por la tercera o cuarta ola- aún más en una tempestad que, pese a todos los avances tecnológicos y pronósticos, no podía haberse previsto y de la que las autoridades no se sienten responsables. 
 
Se precisa entonces de un chivo expiatorio: y ese chivo emisario es el sacrificio de la gente en general -de todos, se nos dice- y de la juventud en particular, y se culpabiliza sobre todo al foráneo, al extranjero,  al viajero, al que nos ha traído de fuera y metido dentro el mal, la pestilencia.  Esto implica cierre de fronteras que habían desaparecido en la vieja Europa, y no solo nacionales, sino regionales y hasta municipales y comarcales, en un intento desesperado de ponerle puertas al campo y diques al mar.

Como contrapunto a esta metáfora náutica de que el Estado es una nave que navega hacia un puerto del mapa y, a la vez, como contrataque, nos sirve la inolvidable Canción Marinera de León Felipe (1884-1968): Todos somos marineros, / marineros que saben bien navegar. / Todos somos capitanes, / capitanes de la mar. / (…) / marinero.../ capitán.../ no te asuste/ naufragar/ que el tesoro que buscamos,/ capitán,/ no está en el seno del puerto/ sino en el fondo del mar.

lunes, 8 de febrero de 2021

Tratado de epigramática (y II)

(La siesta del fauno)

No despiertes a Pan cuando sestea plácido.

Se enfurece y de cólera se hincha y rabiosa ira,

 resucita el cabrón fiero sembrando el pánico

y estremece espantando faunos del bosque y ninfas.

oOo

 (Democracia)

 Epigrama estrambótico de una cuestión retórica

sin respuesta que valga, que es, además, retruécano;

de honoríficas salvas gasta el cañón la pólvora:

¿Quien gobierna a la gente cuando gobierna el pueblo?

 oOo

(Pedagogía)

Mira, voy a leerte yo la cartilla a voces

y el moderno Catón: letra sin sangre no entra.

Ya lo dijo Machado: ¿Un pedagogo? Herodes.

No hay adulto sin niño muerto cargando a cuestas.

oOo

(El sátiro pedófilo)

No corrió tras las ninfas lícitas, itifálico;

prefirió el merodeo, cual pederasta sátiro, 

de gimnasios, billares, públicos urinarios

donde los mozalbetes hacen del viejo escarnio.

 oOo 

Viejo grillo, que cantas con soniquete agudo,

percutiendo dorados élitros. Me despierta

tu monótono canto que hace volver al mundo

otros cánticos de otros grillos que me desvelan.

 oOo

En mitad del camino de este dantesco infierno

me hallo en el laberinto, sin encontrar salida,

sin Virgilio y sin una triste esperanza, y negro

ando bajo la sola noche a través de sombras.


domingo, 7 de febrero de 2021

Tratado de epigramática (I)

(Menosprecio de corte y alabanza de aldea)

¿Tú en la villa y la corte? ¿Buscas trabajo acaso?

Reina el paro. Madrid mata a la gente. ¿Escribes

versos? ¿Eres poeta? Haz a las musas caso:

Huye, vuélvete a Cuenca, lejos del foro, y vive.

oOo
(Los árboles y el bosque)

Muchas veces los árboles no dejan ver el bosque.

El refrán popular lanza su vuelo al aire.

Pero al eco del día ya respondió la noche:

Y otra tantas el bosque no deja ver los árboles.

oOo

(Sologamia)

No me caso contigo, aunque te quiero mucho,

ni contraigo maternas nupcias, igual que Edipo,

ni a casarme con Dios voy,  ni conmigo mismo

sin divorcio, esponsal que es el peor del mundo.

oOo

(Vuelta de tuerca al tópico del Carpe diem)

Siempre sueñas que vas, siempre, a vivir mañana.

¿Dónde está el porvenir ese que tú lucubras?

¿Cuándo deja de ser un espectral fantasma?

Trampantojo futuro siempre. ¿Mañana? Nunca.

oOo

(Cantabria)

Proyectaba su sombra Roma sobre estos pagos

cuando el cántabro aún no hecho a llevar el yugo,

se embriagaba bebiendo sangre de los caballos,

ni era aún, como el buey, dócil y manso eunuco.

oOo

¿Vivir? ¡Sobrevivir! Dime qué es eso y quiénes

hay que logren vivir, afortunados ellos.

¿Vivir? ¿Quién, madre, vive? Uno con mucha suerte

se limita a existir. ¿La mayoría? Muertos.

sábado, 6 de febrero de 2021

Telegramas en menos de 160 caracteres

En un periquete, en menos de lo que dura un suspiro y un fulgurante abrir y cerrar de ojos, pueden soltarse, sin demasiada palabrería, algunas cosas todavía.

"Sonría, por favor". La sonrisa forzada, ilustración de Gerhard Haderer.

De R. Sánchez Ferlosio: Las fechas están agazapadas en el calendario, igual que gatos junto a la ratonera, para matar los días en el instante mismo de salir.

Nadie se libra de alguna patología en esta sociedad enferma; el que crea que está sano y a salvo del estigma es porque aún no tiene la etiqueta del diagnóstico. 

De Tales de Mileto, uno de los siete sabios: οὔ τι τὰ πολλὰ ἔπη φρονίμην ἀπεφήνατο δόξαν: El mucho palabrerío nunca demostró para nada una opinión inteligente.

La pena de muerte, abolida por ley, es reestablecida de hecho cada vez que un agente abate o mata en una intervención policial a un terrorista o delincuente. 

Nos han expropiado el lenguaje oral mediante la imposición no poco sangrienta y dolorosa de la letra y su escritura, que impide el vuelo de las palabras.

Noche del 23 de agosto, Sepúlveda. San Bartolomé libera media hora a sus diablillos rojos, que, tras endemoniar a la gente, vuelven a su eclesiástica clausura.

Manda uebos. Dios aprieta, dicen, pero no ahoga, aunque no deja de apretar. Hoy manda la maltrecha economía apretarse el cinturón, mañana será la ecología. 

Maestros y profesores son reos del crimen de Estado de lesa humanidad de privar de libertad a los niños por su propio y futuro bien so pretexto de educarlos. 

Así como el epíteto intrínseco de nieve es "blanca" y el de cielo "azul", el de  fe no puede ser otro más que "ciega": fe que enceguece, obceca y obnubila.

El dinero es la más nueva epifanía de Dios. Dios es el dinero, un dios cuya voracidad insaciable exige cada vez más sangre y sacrificios humanos en sus aras. 

Los economistas son teólogos; las entidades financieras, iglesias; los bancos, templos; los publicistas, predicadores; los políticos, los sumos sacerdotes. 


El consumo es el rito religioso de comunión de los fieles, que ya no comulgan con el pan y el vino, cuerpo y sangre de Cristo, sino con sus tristes sucedáneos.

El exitoso autor firmó ejemplares de "Gente feliz", su último libro de autoayuda, tras pronunciar una conferencia en el ateneo y reconocer que era desdichado.

Los feligreses no disfrutan de los sustitutos de los bienes, no los gozan, sino que los poseen, porque su éxtasis radica en la propiedad y no en el usufructo. 

La publicidad cría adeptos a la nueva fe desde la más temprana infancia y la escuela, donde se imparten Economía y Matemáticas aplicadas a la vida cotidiana. 

Lo malo de las decisiones que tomamos es que acaban tomándonos ellas como rehenes y apoderándose de nosotros, igual que las ideas que “tenemos” y nos tienen. 

Rebelarse contra la sociedad a favor del individuo o contra el individualismo por el socialismo, siendo falsas antinomias, es meterse en un callejón sin salida. 

No vivimos en el presente, sino instalados en el futuro y en un pasado mentiroso, construido y amueblado con vistas al futuro donde no pasa nada: lo que pasa. 

Por falta de un clavo se perdió la herradura; por la herradura, el caballo; por el caballo, el jinete; por el jinete, la batalla; por la batalla, la guerra. 

Busqué en templos y en libros la verdad, y sólo hallé creencias, dogmas, fe ciega; preferí el calor de las tabernas lejos de iglesias, sinagogas y mezquitas. 

La historia humana no tiene ningún sentido ni propósito. Quien ha intentado otorgarle una finalidad sólo ha conseguido sembrar muerte a su paso y destrucción. 

El miedo que a veces raya en el pánico que tenemos al otro, al adversario, hace que acabemos pareciéndonos al otro que solemos tomar como modelo y que tememos. 

No hay hechos futuros. La expresión "hecho futuro" es una contradicción en sus términos: si está hecho no puede ser futuro, si es futuro no puede estar hecho. 

La mayoría de la gente ha sido anestesiada con la vacuna de que hay que creer en algo a pies juntillas; todo vale con tal de renovar el viejo fantasma de la fe. 

Te repiten una y otra vez que te cuides: Es por tu bien y por tu salud. Nos dicen que nos cuidemos para que no nos descuidemos. Ojalá pudiéramos descuidarnos. 

El domingo ya no es un día sabático para uno de cada cinco trabajadores, que no disfrutan del descanso dominical como Dios, el inventor de la semana laboral. 

Jehová, para implantar el calendario de la semana laboral y su eterno retorno, creó el trampantojo del fin de semana o week-end en la lengua del Imperio. 

La Semana Santa, que culmina el Domingo de Resurrección, consagra en el calendario la veterotestamentaria y judeocristiana institución de la semana laboral.

La buena educación no puede ser buena porque, inculcándonos la producción y el consumo, nos echa a perder al hacernos consumidores y productores sin remedio.

 

viernes, 5 de febrero de 2021

¿Bulo o premonición?

Las agencias de verificación de hechos (fact checkers en la lengua del Imperio) que tanto pululan en estos tiempos son, no me cabe la menor duda de ello, los modernos inquisidores, émulos de Torquemada, que dictaminan desde sus púlpitos mediáticos lo que es verdad y lo que no, la veracidad y la falsedad de las cosas, con lo que acaban falsificando no la realidad, que ya es falsa de por sí, sino la verdad. 

De ellos no se puede esperar que reconozcan honestamente lo que salta a la vista de cualquiera que mire las cosas sin prejuicios ni anteojeras: que la realidad no es verdad. En lugar de eso se dedican a denunciar los bulos, las mentirijillas que, ellas también, sirven para sostener la falsedad de todo el edificio. En lugar de hacer una enmienda a la totalidad, se dedican a parchear denunciando los embustes y supercherías, como veremos a continuación.

Analicemos a tal fin el caso de Walter Molino (1917-1997), un artista gráfico italiano que se ha hecho famoso a título póstumo porque a alguien, a la vista de uno de sus dibujos publicado en la contraportada de la Domenica del Corriere del 16 de diciembre de 1962, se le ocurrió publicar en las redes sociales, que es donde rastrean las noticias los verificadores, que el autor había vislumbrado hace sesenta años lo que iba a suceder en 2022, o sea, el año que viene. 

No les faltó tiempo a los chequeadores para saltar enseguida como víboras y denunciar el supuesto bulo: "Verificadores de datos independientes indicaron que esta información no tiene una base justificada". No analizaron que el hecho de que la imagen se hubiera convertido en viral enseguida era porque estaba bien traída, porque, sin querer ni pretenderlo, denunciaba lo que ya estábamos viviendo nosotros, como a su modo hizo en lo literario Orwell, a raíz de la declaración de la pandemia universal por obra de la Organización Mundial de la Salud, y de la implantación de medidas por casi todos los gobiernos del mundo de distanciamiento social y de aislamiento para evitar el recíproco contagio.


Los detectores de bulos dictaminan que Walter Molino no habló nunca del año 2022, y es cierto. Simplemente propuso una solución al problema de los atascos de tráfico y de los aparcamientos que había en las grandes ciudades: un vehículo individual en lugar de los voluminosos coches que conocemos que como dice Agustín García Calvo "con su cuerpo parecido al caparazón de un caracol" multiplican "por veinte el volumen del individuo". El ilustrador nunca dijo que esto era lo que iba a pasar en el año 2022, sino que publicó esa ilustración como contrapunto de la portada, también obra suya, que reflejaba los problemas del tráfico rodado en una gran ciudad como Nueva York, y como propuesta de solución. Pero veamos, en primer lugar, la portada del semanario, cuyo texto dice así: "La pesadilla de los atascos. En una calle de Nueva York, ya congestionada por la fiebre navideña, al empleado de correos George A. Compton, inmovilizado con su automóvil en un embotellamiento, se le ha ido la olla tras una espera exasperante. Ha salido de su auto, quitado los zapatos, y se ha puesto a subirse al río inmóvil de autos, saltando ágilmente de coche en coche”.


En la contraportada publicó esta otra ilustración como solución a los problemas de tráfico de esa misma calle de la gran ciudad: un vehículo, que denominó “singoletta”, algo así como “singulita”, cuyo texto reza así: "¿Conduciremos así en ciudad? Así podría ser aligerado, si no resuelto del todo, el problema del tráfico en las ciudades; en lugar de los actuales voluminosos vehículos, minúsculos autos unipersonales que ocupan un espacio mínimo y que podrían llamarse “singulitas”. Walter Molino ha imaginado aquí el aspecto de la misma calle de la ilustración de la portada como si se hubiese adoptado a gran escala la nueva solución".


Era una especie de vehículo a medio camino entre el Smart, que en realidad es un tándem o dos plazas ideal para la pareja en la que se funda la institución del individuo, y el Segway, que es el triunfo ya del individuo personal, el dos ruedas eléctrico inventado por Dean Kamen en 2001. De hecho podemos reconocerle a Walter Molino algo: la invención de la singoletta,  que es sin ningún género de duda la abuela del Segway, el patinete eléctrico.

No se puede negar que Walter Molino tuvo una visión futurista. Y es que el futuro no es una cosa de ahora o del año 2022, sino que ha existido siempre. La única forma de aprehenderlo es trasformarlo en pasado porque el futuro llega siempre furtivamente como un ladrón que nos arrebata el presente, tan furtivamente que no nos damos cuenta. Y cuando queremos enterarnos de su llegada, ya es demasiado tarde. Es difícil de definir, de delimitar, de ponerle término o fin, porque no lo tiene: es infinito y por lo tanto inaprehensible. Sólo podemos identificarlo cuando lo convertimos en pasado, cuando lo historiografiamos como hacemos ahora retrospectivamente con la ilustración de Walter Molino, del que no se puede negar que se adelantó al moderno Segway Personal Transporter, proponiendo el encapsulamiento del conductor en una burbuja, a diferencia de este, donde el conductor va a la intemperie expuesto a las inclemencias atmosféricas como puede verse comparando su ilustración con esta fotografía tomada de la realidad: