Un ex ministro español de Educación cuyo nombre propio no merece la pena
recordar -¡así se pudra en la fosa común del anonimato del olvido!- animaba no hace
mucho tiempo a los estudiantes a estudiar carreras universitarias con
"salidas". Salidas ¿a dónde? Obviamente, se refería al mercado o mundo, como se dice a veces, laboral, como si hubiera otro mundo que no fuera ese.
domingo, 8 de agosto de 2021
Carrera con salida... a la pista de baile
sábado, 7 de agosto de 2021
"¡Inventan enfermedades!"
Dentro de la tradición literaria teatral francesa de sátira de la profesión médica que arranca sobre todo de las comedias de Molière El médico a su pesar (1666) y El enfermo imaginario (1673), donde lo que se critica principalmente es el uso de una jerga grecolatina y pedante incomprensible para el común de los mortales, destacan en el siglo XX Knock o El triunfo de la medicina (1923) de Jules Romains, con su definición de la gente sana como enfermos que se ignoran, y de la salud como enfermedad, y Rinoceronte (1959) de Eugène Ionesco, considerada la obra cumbre del teatro del absurdo.
La acción de Rinoceronte transcurre en una pequeña ciudad cualquiera francesa donde un día aparece un rinoceronte perturbador que crea un efecto de contagio que hace que las personas sufran una metamorfosis y se conviertan poco a poco en monstruosos rinocerontes, todos excepto Bérenger, el protagonista.
El humor de Rinoceronte, considerado la cumbre del absurdo, no está muy lejos del de Knock, pero no es un humor absurdo y sin sentido, sino bastante lúcido la mayoría de las veces como puede comprobarse en este diálogo extraído de allí (acto segundo, segundo cuadro), en el que Bérenger visita a su amigo Jean, que está enfermo en la cama y hablan de la fe en la medicina:
Bérenger.- Usted no tiene nada grave, porque tiene hambre. Sin embargo, debería no obstante guardar reposo unos días. Será lo más prudente. ¿Ha llamado al médico?
Jean- No tengo necesidad de médico.
Bérenger.- Sí, hay que llamar al médico.
Jean.- Usted no va a llamar al médico, porque yo no quiero que venga el médico. Yo me curo solo.
Bérenger. -Hace usted mal no creyendo en la medicina.
Jean.- Los médicos inventan enfermedades que no existen.
Bérenger.- Eso surge de un buen sentimiento. Es por el placer de curar a la gente.
Jean.- ¡Inventan enfermedades! ¡Inventan enfermedades!
Bérenger.- Puede que las inventen. Pero curan las enfermedades que inventan.
oOo
Hay dos conceptos modernos que son el sobrediagnóstico y el sobretratamiento que vienen a darle la razón a su modo a lo que dice Jean de que los médicos inventan las enfermedades. El sobrediagnóstico, según la inevitable güiquipedia, consiste en diagnosticar una "enfermedad" que nunca causará síntomas ni la muerte del paciente, y que convierte, por lo tanto, a las personas en enfermos asintomáticos sin necesidad, y conduce al sobretratamiento, que es una medicación innecesaria que no aporta ningún beneficio a la salud y puede ocasionar sin embargo daños numerosos. Estas aberraciones médicas no tienen ninguna justificación sanitaria y vienen impuestas las más de las veces por la industria farmacológica.
¿No podría suceder que la continua y paulatina reducción
de los umbrales diagnósticos a la que asistimos día a día ocasione que personas sanas y
asintomáticas sean clasificadas como enfermas, y en consecuencia reciban
un tratamiento que, además de innecesario, les pueda ocasionar más
riesgos que beneficios? ¿No está ya acaso sucediendo? Ahí queda la pregunta.
viernes, 6 de agosto de 2021
Universo orgüeliano
La tríada del universo orgüeliano de la novela distópica 1984 -war is peace, freedom is slavery, ignorance is strength- presenta en sus dos primeras formulaciones la coincidencia de dos contrarios: guerra es paz, libertad es esclavitud; en la tercera, equipara la ignorancia con la fuerza, que no es su contrario, ya que la antítesis de la ignorancia sería, más bien, la sabiduría o la ciencia o, simplemente, el conocimiento. Cabría esperar, siguiendo con la coincidentia oppositorum al modo heraclitano ignorance is knowledge, o ignorance is science por ejemplo. Pero si Orgüel ha optado por asociar el poder, la fuerza, a la ignorancia es quizá para explicar cómo se ha podido someter a la humanidad, a través de la ignorancia, a través de la mentira, a través del engaño, sobre el que se basa el poder.
Pero hay una cuarta contradicción que hemos aprendido a lo largo de este año y medio desde que la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia universal: health is disease, la salud de la que disfrutábamos es una enfermedad. Comenzó imponiéndose la fórmula profiláctica: la salud es la prevención de la enfermedad, para acabar equiparándose, simplemente, la salud y la enfermedad, porque la preocupación por prevenir la enfermedad lo que hace es atraerla como un imán, crearla, enfermarnos sometiéndonos a todo tipo de chequeos y controles, y olvidando que la salud era el olvido, no el cuidarse de uno mismo, sino el ir viviendo descuidadamente.
Cualquier día de estos, la OMS califica la vejez de enfermedad, si no lo ha hecho ya a estas alturas cuando alguien lea esto, incluyendo el envejecimiento en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE, ó ICD en la lengua del Imperio), lo que le permitirá a la iatrocracia o clase médica y sanitaria patologizar más la vida humana, considerándola como causa de mortalidad, discriminando a los viejos más de lo que ya están en la sociedad y dando lugar a tratamientos terapéuticos antienvejecimiento sin ningún fundamento científico, dado que la vejez es un proceso natural de la vida humana.
Podríamos añadir una quinta contradicción a las cuatro anteriores, o más bien abriríamos un apartado en la cuarta, para incluir la distancia física que nos han impuesto las autoridades sanitarias para evitar el presunto virus -esos seis pies o metro y medio como mínimo- que nos la presentan como cercanía: distancia es proximidad. Se cuidan mucho de llamarla “distancia social” por dos razones: porque la distancia social aludiría a la diferencia entre clases sociales, entre el marginado y el ejecutivo capitalista, por ejemplo, que es una distancia económica insalvable, y porque también, matizan, uno puede estar alejado físicamente de los demás pero en contacto telemático o virtual, a lo que por otra parte alientan para combatir el sentimiento de soledad que nos embarga en el confinamiento y la prohibición del trato con las personas, excepto si son virtuales, y para lo que nos ofrecen ordenadores y teléfonos inteligentes y redes sin cables y toda la parafernalia tecnológica que sirve para acercarnos virtualmente a los que están lejos, y para alejarnos realmente de los que están más cerca. Uno, a través de sus redes sociales, puede tener múltiples “contactos” sin ningún contagio que reconforte su soledad, tristes sucedáneos del calor humano de nuestros prójimos, allegados y conocidos.
De todas formas salud quizá sea una palabra que pueda salvarse un poco todavía y no dejársela al enemigo, y en ese caso diríamos, en vez de salud, sanidad: la sanidad, es decir la obsesión por la salud, es la verdadera enfermedad. Lo que nos lleva, lógicamente, a concluir que el Ministerio de Sanidad es el Ministerio de la Enfermedad.
jueves, 5 de agosto de 2021
La aparente paradoja
Titular de periódico: Con el incremento de inmunizados se producirá la aparente paradoja de que el mayor número de casos se va a dar en la población inoculada.
La Ministra de Sanidad ha declarado con una lógica ilógica aplastante: “Conforme más avancemos la vacunación, será más frecuente que los casos estén vacunados, porque será mucho más frecuente en la población estar inmunizado”. Y se ha quedado tan ancha. Si la gran mayoría de la población está inoculada en las próximas semanas, viene a decirnos, lo esperable es que, obviamente, crezca el número de contagios entre esos “inmunizados”, porque la protección total, es decir, la inmunización total no existe. Yo no lo veo tan obvio, pero a lo mejor es un problema mío de visión, que cada vez necesito gafas bifocales más potentes para enfocar mejor la realidad. Lo esperable sería, digo yo, que al aumentar el número de inmunizados disminuyeran los casos clínicos entre ellos, o sólo se dieran entre los que no lo están. Pero no.
A juzgar por los datos oficiales, puede decirse que el beneficio de las 'vacunas' no se ve por ninguna parte si comparamos los datos de julio del año pasado con los de este año, máxime teniendo en cuenta que España es uno de los países del mundo con mayor número de 'vacunados'. Aquí el número de casos, la incidencia acumulada, el número de hospitalizados y el de fallecidos es muy superior al del año pasado por estas fechas, cuando no se disponía todavía de 'vacunas', que empezaron a suminsitrarse en enero de este año.
La aparente paradoja no tiene nada de paradójico.
miércoles, 4 de agosto de 2021
Cuatro cosas
martes, 3 de agosto de 2021
"Vacúnate, idiota"
La Sexta, que ese es el nombre de la cadena a la que algunos denominan la Secta, en un debate sobre la obligatoriedad de la "vacuna" sacó un letrero gigante que decía: "vacúnate idiota".
Sin duda alguna, un titular agresivo como este capta enseguida la atención del espectador aburrido que hace zapping a ver qué le echan en la caja tonta para distraerle. Un titular como ese retiene, sin duda, a la audiencia que no tiene mejor cosa que hacer que embobarse delante del electrodoméstico. Los índices de audiencia, a fin de cuentas, es lo único que les importa, no la calidad del debate.
No voy a caer yo en la tentación de recomendar a mis escasos lectores que no vean esa cadena en particular, porque lo que les aconsejo encarecidamente es que no vean ninguna cadena del espectro televisual, ni pública ni privada, ya que no hay ninguna diferencia. Todas están del mismo lado. Ya se ve cuál es el código deontológico que tienen los periodistas -vamos a llamarlos así-: ninguno. Simplemente sirven a los intereses del gran capital y la industria farmacéutica, por lo que en lugar de propiciar un debate en condiciones, con calidad científica y contraposición de opiniones, optan por el insulto fácil y la descalificación del adversario.
Ya dijeron algunos cuando salió Victoria Abril despotricando contra la falsa pandemia y las medidas restrictivas adoptadas por la mayoría de los gobiernos: “A ver si va a saber ésa -pronunciado con énfasis despectivo- más que la Ciencia”. Hablan de la Ciencia como si fuese una señora muy sabionda y muy enseñorada, llena de certezas y sin ningún atisbo de dudas.
Al parecer, por lo que me cuentan, durante el debate los contertulios se mostraron contrarios a la obligatoriedad del pinchazo en las Españas pero no porque alguno estuviera en contra del producto, sino porque no había necesidad de hacerlo al no haber prácticamente rechazo en la población: la inmensa mayoría se ha pinchado o piensa hacerlo cuando se lo manden. No es necesario obligar a los pocos recalcitrantes, a los que se tacha, sin más de idiotas negacionistas.
Lo que no habrán explicado en ese programa ni en ningún otro es que eso a lo que llaman “vacunas” no inmuniza, por mucho que repitan cacareando que los “vacunados” están inmunizados, ni tampoco evita los contagios, algo que estamos viendo más cada día que pasa. Sin ir más lejos, las dos únicas muertes de coronavirus que se produjeron en Cantabria el viernes 30 de julio pasado eran dos mujeres que estaban “vacunadas” con la pauta completa de las dos dosis hacía bastante tiempo, por lo que se deduce de su avanzada edad, ya que en enero comenzaron a inyectar a los ancianos. El año pasado, por estas mismas fechas, sin "vacunas" y sin mascarillas, no murió nadie del virus coronado.
¿Por qué los "no-vacunados" son idiotas? No voy a decir que los idiotas son los "vacunados" porque sería caer en su mismo juego y en la provocación de la confrontación, pero sí que han sido engañados si ignoran que pueden contagiarse y pueden contagiar a los demás, como si no estuvieran “vacunados”. ¿Qué diferencia hay entonces? Ninguna. Simplemente que unos han obedecido y otros no. En cualquier caso, todos hemos sido engañados desde hace un año y medio por lo menos.
lunes, 2 de agosto de 2021
El flautilla de Brassens
Ésta es la adaptación que hizo
Agustín García Calvo de la canción de Georges Brassens, “Le petit joueur du flûteau”,
titulada “El rapaz que toca el flautín”, cantada e interpretada a la guitarra por Antonio
Selfa.
Georges Brassens es no sólo un maestro de la canción francesa, sino todo un clásico, al que se ha comparado a menudo con François Villon, y que entre nosotros ha sido imitado sobre todo por el llorado Javier Krahe.
El rapaz que toca el flautín / hizo reverencia y mohín / y sin título y sin blasón / se fue cantando su canción, / se volvió a su pueblo y choza, / sus parientes y su moza. / No dirán en plaza o mesón / “el flautilla ha hecho traición”, / y por suyo el pueblo tendrá / al músico y su sol-fa-la”.
domingo, 1 de agosto de 2021
Leyendo a Lucien Cerise
No estaría nada mal que alguien se animara a traducir al español el libro de Lucien Cerise Gouverner par le chaos. Ingénierie sociale et mondialisation, publicado en París por Max Milo Éditions en 2010. Ha tenido una segunda edición en 2014, con algún añadido. Ofrezco, como primicia y aperitivo, la traducción de unos párrafos del primer capítulo que titula "Ordo ab Chao", orden a partir del caos, en latín. El remarcado en negrita de algunas frases es cosa mía, no del autor, que se esconde tras un pseudónimo para escapar del control del Gran Hermano.
“Podríamos decir que en apariencia no hay nada nuevo bajo el sol. La antropología nos ha enseñado que desde siempre el poder ha tenido que apoyarse en la mentira y en los chivos expiatorios para asentar su influencia. Pero las estrategias mentirosas del viejo orden presentaban a pesar de todo al menos una ventaja, la de ofrecer además a la mayoría dominada un espacio de estabilidad social y psíquica. El caos era el enemigo del orden. En el siglo XX aparecieron nuevas formas de control social que pueden englobarse bajo el concepto de ingeniería social y cuyo objetivo no sólo es desrealizar la esfera pública, como en el pasado, sino también desestructurar intencionadamente el cuerpo social y el psiquismo individual en las clases populares. Hoy el caos es el instrumento del orden.
Este nuevo orden posmoderno, mundializado, globalizado, resulta por consiguiente de una alianza entre la mentira, más que nunca inserta en el corazón del sistema, y de un cierto número de técnicas de deconstrucción programada de los equilibrios socioculturales. El «bombero pirómano» es el nombre de uno de estos métodos de márquetin político que consiste, por ejemplo, en crear antes inseguridad para crear después una «demanda» de seguridad y responder a ella con una «oferta» securitaria.
El antiterrorismo, como forma de gobierno que descansa en la difusión de un miedo que induce a la sumisión en las capas populares, tiene por lo tanto absolutamente necesidad de terroristas, reales o ficticios. Es necesario por lo tanto crearlos, para el sostenimiento de las condiciones sociológicas favorables a su emergencia, o, a falta de ello, de forma totalmente imaginaria. Los verdaderos terroristas, los más peligrosos, son también los que desmpeñan el poder y que, desde hace décadas, trabajan para que nuestros suburbios y barrios difíciles exploten, para de esa suerte mantener bajo presión al pueblo llano y empujarlo «libremente» a los brazos de una respuesta represiva de amplitud totalitaria. (“Gobernar mediante el caos. Ingeniería social y mundialización” Lucien Cerise).
sábado, 31 de julio de 2021
ACT LIKE YOU'VE GOT IT
Elijo este cartel del NHS, National Health Service, el ministerio de sanidad británico, porque es muy representativo de la tónica general que siguieron y siguen casi todos los gobiernos del mundo (quizá habría que excluir a algunos países como Suecia y pocos más) y porque es bastante significativo de lo que está sucediendo desde que hace ya casi año y medio se declaró la pandemia universal, y de lo que pasa aquí y ahora entre nosotros, sin ir más lejos.
No importa si lo tienes o no lo tienes (el coronavirus), pero tienes que actuar como si lo tuvieras, por precaución. El Her Majesty's Government, o sea, el Gobierno de Su Majestad la Reina, es decir, del Reino Unido, que vale aquí por nuestro propio Gobierno porque todos han actuado igual, nos da una orden: ACT, que traduzco no por “haz”, como podría hacerlo, sino por “actúa”, porque me parece más exacto con su significado teatral de puesta en escena que requiere, además, un disfraz para la representación del espectáculo que viene a ser, por ejemplo, la mascarilla y la orden de alejarte de los demás.
Y añade: LIKE YOU'VE GOT IT “como si lo tuvieras”, es decir, finge que lo tienes. Es una consigna hipócrita. Si lo tuvieras, no necesitarías simularlo, y si no lo tienes ¿por qué vas a fingir? El Gobierno de Su Majestad la Reina tendrá que darnos una explicación que justifique esa orden a todas luces surrealista, irracional. Y la supuesta razón viene a continuación: En letras mayúsculas, pero más pequeñas que las anteriores: anyone can spread it: cualquiera puede contagiarlo, difundirlo, propagarlo...
Como de ahí puede surgir una posible rebelión contra el servicio sanitario nacional británico y el gobierno de su majestad el dinero, y contra todos los gobiernos del mundo, ya nos dicen claramente que tenemos que obedecer las reglas y cumplir con las consignas sanitarias para detener la propagación, o sea, obedece y cállate.
¿Estás completamente seguro de que no lo tienes? Nos preguntarán entonces sibilinamente. Y ante eso deberíamos responder: Sí, porque no tengo síntomas. Pero entonces nos dirán: Puede que estés incubando la enfermedad, es decir, que los síntomas no hayan hecho su aparición estelar todavía porque pueden tardar hasta quince días en aparecer... Puedes ser presintomático. Si dentro de ese plazo seguimos sanos y salvos, volverán a ampliarnos el plazo porque quién nos dice que, aunque era cierto que no habíamos contraído la peste en aquella ocasión, no la estaremos incubando ahora... Y así estamos, pillados siempre, porque quién nos asegura que no vayamos a contraerla en las próximas horas, días, semanas, meses...
Obviamente, no puede asegurárnoslo nadie porque del mañana no hay certeza en ningún sentido. Pero nos han hecho dudar. Si nos reafirmamos en que, de todos modos, no tenemos ningún síntoma aparente ni alarmante por ahora, pueden decirnos, y ese es su gran invento dialéctico y retórico, la gran engañifa que contraviene toda lógica y sentido común, que no tenemos ningún síntoma porque somos asintomáticos y ¡ese es el síntoma! Nos están llamando a las personas que gozamos de buena salud, enfermos asintomáticos, enfermos imaginarios, como razonábamos aquí mismo. Pero entonces no deberían decirnos “actúa como si lo tuvieras”, sino: Lo tienes, aunque te parezca mentira. Créenos. Es por tu bien. Salva vidas, esa abstracción mortal como ella sola, dejando de vivir.
En
resumidas cuentas, para evitar enfermar, ahora todos tenemos que
vivir como si estuviésemos enfermos. Todo el mundo -incluidos los
sanos- debe ajustar su comportamiento al de los enfermos y adoptar un
estilo de vida calcado al de éstos, aceptando someterse a medidas
cotidianas normalmente destinadas sólo a los enfermos como la toma de temperatura. La frontera
entre la enfermedad y la salud ha desaparecido: todos estamos
potencialmente enfermos, como pretendía el doctor Knock, cuyo
triunfo es ahora evidente, y por tanto todos debemos aceptar ser
tratados como pacientes y nuestra salud como objeto de
medicalización. No es la enfermedad ya el objetivo sino la salud,
que es enfermedad. Ya no sólo la guerra es paz, esclavitud es
libertad, ignorancia es fuerza, como decía Órgüel, además la enfermedad es salud. O mejor,
al revés, la salud es la enfermedad (y esta salud, además, como decía
el aforismo de Lichtenberg, es contagiosa).
viernes, 30 de julio de 2021
La Edad de Oro según Léo Ferré
Con una economía admirable de palabras y bellísimas metáforas, el cantante Léo Ferré recreó el mito de la edad de oro en una canción de 1959 en lengua francesa que puede considerarse todo un clásico de la chanson, aunque no sea de las más conocidas suyas como Avec le temps, Les anarchistes, La vie d'artiste, Ni Dieu ni maître...
El primer verso de cada pequeña estrofa comienza con un verbo en futuro: tendremos, y cada una se centra en una palabra: el pan, el vino, la sangre, lechos, frutos, picoazules -sea lo que sea lo que quiere sugerir “bec d'azur”-, el mar, el invierno, y finalmente el amor. La canción se cierra con un “je t'aime” que pondrá fin a todos los discursos, y con un deseo de que venga la Edad de Oro. Léo Ferré está evocando en esta canción la aurea aetas que soñaron los poetas antiguos desde Hesíodo a Ovidio, que llega hasta don Miguel de Cervantes y el inolvidable discurso de don Quijote ante los cabreros hablándoles de aquella edad legendaria en que no se habían inventando las palabras “mío” y “tuyo”.
He aquí la letra original, y mi versión rítmica que convierte los pentasílabos agudos franceses en hexasílabos castellanos, pero conserva los heptasílabos. Es todo lo fiel que ha podido ser, aunque no mucho, porque a veces, para conservar la rima, hay que hacer alguna traición a la letra.
LÉO FERRÉ L' Âge d'Or.
Nous aurons du pain, / doré comme les filles / sous les soleils d'or. / Nous aurons du vin, / de celui qui pétille / même quand il dort. / Nous aurons du sang / dedans nos veines blanches / et, le plus souvent, / Lundi sera Dimanche. / Mais notre âge alors / sera l'âge d'or.
Nous aurons des lits / creusés comme des filles / dans le sable fin. / Nous aurons des fruits, / les mêmes qu'on grappille / dans le champ voisin. / Nous aurons, bien sûr, / dedans nos maisons blêmes, / tous les becs d'azur / qui là-haut se promènent. / Mais notre âge alors, / sera l'âge d'or.
Nous aurons la mer / à deux pas de l'étoile / les jours de grand vent. / Nous aurons l'hiver / avec une cigale / dans ses cheveux blancs. / Nous aurons l'amour / dedans tous nos problèmes / et tous les discours / finiront par "je t'aime". / Vienne, vienne alors, / vienne l'âge d'or.
Tendremos un pan / moreno como chicas / bajo soles de oro. / Vino correrá / chispeante que brilla / aun si está en reposo. / Y tendremos sangre / en nuestras venas blancas. / Y no habrá ya martes, / domingos ni semana. / Pero nuestra edad / la de oro será.
Y tendremos lechos / mullidos como chicas / en la fina arena. / Y frutos tendremos / los mismos que se pillan / en vecina huerta. / Tendremos así / en nuestras casas mustias / picoazules mil / que en lo alto deambulan. / Pero nuestra edad / la de oro será.
Y la mar tendremos / a un paso de una estrella / cuando el viento brama. / Tendremos invierno / con la cigarra vieja / que ya peina canas. / Tendremos amor / en los problemas nuestros / y todo sermón / acabará en “Te quiero”. / Venga pues la edad / de oro, venga ya.