sábado, 17 de octubre de 2020

La verdad y la mentira

El grupo escultórico del escultor victoriano Alfred Stevens (1817-75) en el monumento al duque de Wellington que se alza en el interior de la catedral de San Pablo en Londres presenta dos figuras alegóricas con forma humana que personifican la Verdad y la Falsedad. Su aspecto musculoso recuerda el estilo renacentista de Miguel Ángel. 

Detalle de La Verdad y la Falsedad, Aldred Stevens (1857-66)
 

La Verdad arranca la doble lengua a la Falsedad, una lengua muy larga, como vulgarmente se dice, le aplasta el pecho con el pie y después de haberle apartado la máscara carnavalesca, la careta hipócrita que oculta sus grotescos rasgos. Unas colas monstruosas de serpiente asoman bajo su ropaje.

En el grupo escultórico que nos ocupa Verdad y Falsedad están perfectamente caracterizadas, pero un sofista griego podría darle la vuelta a la tortilla y argumentar que lo blanco es negro y lo negro blanco, y, en este caso que la Verdad es en realidad la Mentira y que la Falsedad pisoteada y humillada es de hecho la Verdad, que así resulta ninguneada.

La Verdad y la Falsedad, Alfred Stevens
 

En nuestros tiempos los Estados totalitarios, y todos lo son, fabrican verdades a su medida, y a fuerza de repetirlas machaconamente por todos los medios de creación y manipulación de la opinión pública a su alcance hacen, gracias a la narrativa del relato oficial y su argumentario, que la gente acabe asimilándolas. Llaman, como dijo el poeta, “verdad a la mentira”. Si alguien se atreve a desenmascararlo, se le repetirá, sin argumentos, la conocida pregunta de Poncio Pilato que queda flotando en el aire sin respuesta: “¿Qué es la verdad?”  

Mendace ueritas: “En lo falso, la verdad”, dice con adagio latino el barón de Münchhausen, quien como el Humpty Dumpty de Lewis Carroll afirma que las palabras solo significan “lo que yo quiero que digan”, y cuando Alicia le replica que cómo pueden querer decir tantas cosas tan diferentes, Humpty Dumpty zanja la cuestión sentenciando que el significado depende de quién manda.

El psicoanálisis, por su parte, debe su invención a la "verdad mentirosa", para usar el término de Lacan 'verité menteuse', que Freud desenterró en las expresiones del inconsciente y en el mundo onírico de los sueños, donde yace la verdad censurada del deseo, lo que guarda cierta relación con la divisa mendace ueritas del barón. La verdad no sólo reside en la embriaguez que nos desinhibe (in uino ueritas, según la divisa clásica), sino en la mentira que niega y reprime el deseo inconsciente: yo no quería hacerlo...

viernes, 16 de octubre de 2020

Toque de queda en París

El presidente de la República Francesa, de cuyo nombre propio no quiero hacer aquí ninguna mención, ha decretado en París y otras ciudades francesas,  el toque de queda cual si fuera un sosias del mariscal Pétain redivivo. A los más viejos no dejará de recordarles  a la queda que impusieron los alemanes en la segunda guerra mundial envolviendo las noches parisinas de la ville lumière en tinieblas y silencio. Acaso también recuerden cómo muchos franceses, cómplices, aceptaron la supuestamente benevolente dictadura del mariscal, creyendo que esta les salvaría de una catástrofe mayor cuando ella fue su máxima catástrofe.

Dicho toque estará en vigor durante catorce días entre las nueve de la noche y las seis de la mañana. Consuma así el presidente francés su declaración unilateral de guerra al virus coronado, y asimismo consuma el golpe de Estado, término acuñado por Gabriel Naudé como “coup d'état” en el siglo XVII para referirse a las acciones que los príncipes de este mundo ejecutan contra el derecho común, sin guardar ningún orden, respeto ni justicia que valga, poniendo en peligro el interés particular en nombre del inasequible bien público. Explicaba Naudé que lo propio del poder del Estado, fundado sobre la violencia y la disimulación, su solo y único objetivo era perseverar en su ser.

 

Dicho golpe de Estado instaura "hasta nueva orden" la dictadura sanitaria so pretexto de declararle la guerra -"esto es una guerra", repite incansablemente el susodicho presidente- a un enemigo inexistente, al virus de una pandemia, de la que cualquier epidemiólogo honesto señala que no solamente no existe ya, sino que ni siquiera existió nunca, puesto que lo que hubo durante la primavera no fue más que una epidemia y no la plaga del diluvio universal que sostienen ahora todavía.

A nadie puede caberle ya la más mínima duda de que lo que estamos padeciendo en la vieja Europa, en unos y otros países, bajo unos u otros gobiernos de distinto signo político, cuya orientación hacia la izquierda o hacia la derecha resulta indiferente y trivial, es una dictadura so capa sanitaria, una dictadura que podríamos calificar sin ningún escándalo con el adjetivo de democrática, creando un significativo oximoro, o aparente contradicción que revela cuál es la esencia autoritaria y totalitaria por otra parte de nuestras modernos regímenes democráticos. 

Nadie en su sano juicio duda ya de que esto es una tiranía, por resucitar este otro viejo término, de un despotismo supuestamente ilustrado con sus confinamientos, cierres de fronteras, restricciones de libertad de circulación y de reunión, que quiere reducirse a seis personas como máximo tanto en el ámbito público como en el privado, y una imposición del poder central sobre los poderes locales subordinados so pretexto de una cruzada sostenida por la intoxicación informativa que padecemos de la propaganda gubernamental y de los medios de manipulación y conformación de la opinión pública a su servicio, que resucitan ahora el viejo término francés de “couvre-feu” que literalmente significa “cubrefuego” o “tapafuego”, pero que se traduce por nuestra expresión equivalente de “toque de queda”, que es como aquel “a las diez en casa” de algunos padres a sus hijas adolescentes en la edad del pavoneo.

 

Lo de “toque”, en nuestra lengua, tiene que ver con que se anunciaba al son de corneta, trompa, campana, o instrumento músico similar; lo de “queda” porque tras el sonido de la chirimía que fuera, se convocaba, en tiempos de guerra o turbulencia, a “estarse quedo”, o sea, quieto, en casa, normalmente durante las horas de la noche, por lo que no se podía circular por las calles sin un salvoconducto. La Academia define el término “toque de queda” como la “medida gubernativa que, en circunstancias excepcionales, prohíbe el tránsito o permanencia en las calles de una ciudad durante determinadas horas, generalmente nocturnas”. Pero aquí y ahora lo único excepcional es el toque de queda, no las circunstancias que supuestamente obligan a tomar la medida. El virus, por lo poco que a mí se me alcanza,  si sigue circulando como parece que hace, aunque bastante de capa caída, no distingue el día de la noche.

La expresión francesa, por su parte, de couvre-feu (literalmente el cubrefuego, inglés curfew, nombre de un instrumento de cobre, hierro o terracota generalmente en forma de tapadera, que servía al fin de apagar el fuego) nos retrotrae a la Edad Media -¿cuándo saldremos definitivamente de ella?-, en concreto a la primera mitad del siglo XIII, y su sentido era apagar el fuego en las chimeneas antes de ir a acostarse so peligro de que se declarase un incendio y ardiese la ciudad.

El significado actual de couvre-feu como restricción periódica de movimiento se impone a partir de 1800,  y señala la prohibición de  salir uno de casa y circular libremente sin dar explicaciones a nadie, decretada por las autoridades de un país por medida de policía o en virtud de una orden de la autoridad militar en un casus belli. Por extensión y en sentido figurado, tomado como símbolo, significa también ahogo de la inteligencia y de las legítimas aspiraciones; declive o fin del fuego vivo de la razón, cuyas llamas se apagan en el silencio de la noche, ahora que las autoridades sanitarias nos mandan, infantilizándonos como a niños pequeños, a la cama.


Se trata, en todo caso, de una medida drástica ante una situación calificada de urgente, es decir, que apremia, según las autoridades, a tomar tales medidas. Después de la segunda guerra mundial ha sido una medida muy excepcional en el país vecino, pero que no ha dejado de aplicarse, aunque en contadísimas ocasiones: durante la guerra de Argelia, y recientemente durante los disturbios de los suburbios parisinos del año 2005 y, más recientemente aún, cuando los chalecos amarillos tomaron el Arco del Triunfo. También recurrió a él el gobierno galo de forma puntual durante los atentados terroristas de Niza y Estrasburgo.

No hay que ser el adivino Tiresias para ver que esta medida no va a resolver ningún problema, porque en el fondo tampoco se pretende con ella resolver problema alguno, sino que el problema es ella misma: una imposición más del Estado autoritario sanitario en su guerra sin cuartel contra la gente que acepta resignada todas las medidas "por su bien".

jueves, 15 de octubre de 2020

SPECVLVM MENDAX

El adjetivo latino MENDAX -ACIS, derivado de MENDVM y/o MENDA “defecto, falta, error”, significa en principio “que tiene defectos, defectuoso”, y por restricción del significado “embustero, es decir, que no dice la verdad, por ejemplo en la expresión “speculum mendax” de Ovidio, el espejo mentiroso. Tenemos en castellano el derivado culto “mendaz”, que la Academia define escuetamente como “mentiroso”. Relacionados con esta raíz están los compuestos enmendar, remendar/remiendo, y también mendigo.

Veamos el contexto en que aparece la expresión ovidiana. Está en Tristia III, 7, vv. 33-38, tres parejas de dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro dactílicos que hablan sobre la llegada de la vejez y la pérdida de la hermosura: ista decens facies longis uitiabitur annis, / rugaque in antiqua fronte senilis erit, / inicietque manum formae damnosa senectus, / quae strepitum passu non faciente uenit; / cumque aliquis dicet fuit haec formosa dolebis, / et speculum mendax esse querere tuum.

Me atrevo a traducirlos en versión rítmica castellana aproximada así: Ese tu rostro gentil se ajará al correr de los años / y una arruga saldrá a noble tu frente, senil, / y meterá mano ya a tu belleza vejez perniciosa, / que se acerca con un paso que no oyes venir; / y sufrirás cuando alguien afirme “¡qué guapa era!” / y has de quejarte de que es falso el espejo que ves. 

El espejo falso, R. Magritte (1828)

¿Por qué califica el poeta de falso al espejo? La respuesta es simple: porque lo que dice, la realidad que enuncia, es falsa, siendo con todo real. La arruga que le ha salido en la frente a la joven hermosa es real como ella misma, como le muestra el espejo; pero algo le dice en su interior que ella, la joven que un día fue hermosa y ya no lo es, no es tampoco la imagen que muestra el espejo, la realidad.

Esto me recuerda a un poema de Karmelo C. Irribaren (1959- ) titulado "Los espejos", que contrapone el espejo doméstico propio, que nos dice lo que queremos oír, y por lo tanto miente, con los otros espejos, los espejos públicos, que nos dicen la verdad. 

 
En la Oda de Horacio (IV, 10), que es su tributo a la lírica pederástica alejandrina, dedicada a un tal Ligurino, aparece también el tema del espejo. El muchacho ve que la flor de la edad se aja y marchita, y no se reconoce en el espejo, viendo a otro en él, literalmente: o crudelis adhuc et Veneris muneribus potens, / insperata tuae cum ueniet pluma superbiae / et, quae nunc umeris inuolitant, deciderint comae, / nunc et qui color est puniceae flore prior rosae / mutatus Ligurinum in faciem uerterit hispidam, / dices “heu,” quotiens te speculo uideris alterum, / “quae mens est hodie, cur eadem non puero fuit, / uel cur his animis incolumes non redeunt genae?”

Dice más o menos así en nuestra lengua e idéntico esquema rítmico de asclepiadeos mayores: ¡Oh hasta ahora crüel y en el amor dueño de gracias mil, / cuando sin esperar salga el primer bozo a tu presunción / y caído el mechón se haya, a volar que echa en tus hombros hoy, / y el color que hoy es más puro que flor púrpura de un rosal, / Ligurino la faz te haya, al mudar, vuelto rugosa, “ay” / al espejo dirás viéndote tú otro que no eres tú: / “¿Por qué no tuve yo, siendo chaval, el pensamiento de hoy? / ¿Por qué tersa la piel no vuelve a ser con lo que siento yo?”

miércoles, 14 de octubre de 2020

Sueño de una sombra, el hombre (Traduciendo a Píndaro)

Suscribo lo que dice Rubén Bonifaz Nuño, uno de los traductores de Píndaro al castellano: Es ya lugar común, y constituye verdad innegable, la afirmación de que la poesía de Píndaro es intraducible. En efecto, si se leen las versiones que de tal poesía se han intentado en diferentes lenguas, incluso la latina, y se comparan con su original, se echará de ver al punto que no son otra cosa que algo como sombra suya desfigurada. Una afirmación que podría generalizarse, añado yo, a cualquier otro poeta, y a la poesía en general que es intraducible de una lengua a otra si no se recrea y canta en verso y ritmo, pero centrémonos en Píndaro.

Sirva como ejemplo de lo que dice Bonifaz Nuño, una pequeña muestra de los conocidísimos versos 95, 96 y 97 de la octava Pítica de Píndaro, un epinicio dedicado a cantar la victoria de un tal Aristómenes de Egina, que logró la corona en la especialidad del pugilato en los juegos píticos celebrados en Delfos, epinicio compuesto en el año 446 a. de C. 

 
ἐπάμεροι· τί δέ τις; τί δ᾿ οὔ τις; σκιᾶς ὄναρ / ἄνθρωπος. ἀλλ᾿ ὅταν αἴγλα διόσδοτος ἔλθῃ, / λαμπρὸν φέγγος ἔπεστιν ἀνδρῶν καὶ μείλιχος αἰών. 

August Boeckh los tradujo al latín así: Diem unum viventes! quid tandem est quis? quid non quis? Umbrae somnium homo. Sed quando splendor ab Iove datus venit, fulgens lumen adest hominibus et suavis vita. 

Traducción literal de Rubén Bonifaz Nuño en prosa -o verso libre de la tiranía del verso- , publicada por la UNAM: ¡Efímeros! ¿Qué es alguien? ¿Y qué no es alguien? De una sombra es el sueño / la gente. Pero cuando el fulgor dado de Zeus es venido / deslumbrante luz de los hombres adviene, y como miel una edad. 

Píndaro exalta a un vencedor en los Juegos Olímpicos, Giuseppe Sciuti (1872) 

Traducción literal en prosa -o verso libre de la tiranía del verso- de Alfonso Ortega, atenta al contenido, publicada por Gredos: ¡Seres de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no es? ¡Sueño de una sombra / es el hombre! Pero si llega la gloria, regalo de los dioses, / hay luz brillante entre los hombres y amable existencia. /

Traducción de Ignacio Montes de Oca publicada en Madrid en 1833 en heptasílabos y hendecasílabos castellanos, con rimas consonantes: El hombre es flor de un día / ¿qué soy? o ¿qué no soy? ¿quién me diría? / Sombras somos: ¿qué digo? / de sombra fugitiva sueño vano; / mas si Jove al abrigo / nos presta de su manto soberano, / aureola esplendente / dorará nuestra vida eternamente. 

 Los luchadores (Galería de los Ufizi, Florencia)

No me resisto a incluir esta versión al francés que hace Marguerite Yourcenar en su preciosa antología particular de la poesía grecolatina La Couronne et la Lyre de los susodichos versos de Píndaro, que ella titula: LE SORTE DE L'HOMME: ...Éphémeres! / Qu'est l'homme? Que n'est pas l'homme? L'homme est le rêve / d'une ombre... Mais quelques fois, comme / un rayon descendu d'en haut, la lueur brève / d'une joie embellit sa vie, et il connaît / quelque douceur... ("LA SUERTE DEL HOMBRE: ...¡Efímeros! / ¿Qué es el hombre? ¿Qué no es el hombre? El hombre es el sueño / de una sombra... Pero a veces, como / un rayo caído de lo alto, el resplandor breve / de un gozo embellece su vida, y conoce / alguna dulzura...") 
 
Resulta curioso, por lo que al contenido se refiere, cómo han vertido al castellano la primera palabra del fragmento de Píndaro:  ἐπάμεροι: efímeros, seres de un día, (el hombre es) flor de un día. El helenismo griego 'efímeros' significa, en efecto, "que dura un día", o como lo traduce al latín August Boeckh unum diem viventes "que viven un solo día". El diccionario de la Academia recoge el término cuya etimología remonta al griego bizantino ἐφήμερος ephḗmeros 'de un día' para explicar el iotacismo o pronunciación de la "e" larga como "i", con el significado en primer lugar de "pasajero, de corta duración" y en segundo lugar su significado etimológico de "que tiene la duración de un solo día".
 

martes, 13 de octubre de 2020

Del síndrome inducido de Münchhausen

El barón de Münchhausen es un personaje literario creado por el escritor alemán Rudolf Erich Raspe en 1785 y basado en un personaje real, que se hizo popular por contar historias de aventuras fantásticas y disparatadas que nunca le habían sucedido, como cabalgar sobre una bala de cañón, viajar a la Luna y salir de una ciénaga tirándose de la trenza de su propia coleta hacia arriba, o bien,  según otra versión, dependiendo de quién cuenta la historia, de los cordones de sus botas, de donde viene el término inglés bootstrapping, que en principio significaba obviamente algo imposible y después se convierte en la metáfora de un éxito logrado sin apenas recursos. 

 


El paciente diagnosticado con síndrome de Münchhausen, que es una enfermedad mental según la biblia psiquiátrica,  tiene una necesidad patológica de asumir el papel de enfermo, de malade imaginaire de Molière. Es un trastorno psiquiátrico que se caracteriza por inventar dolencias para asumir el rol de enfermo y reclamar cuidados o atención de los demás. El paciente lo hace con síntomas físicos o psicológicos fingidos o producidos intencionadamente.  El origen de su motivación y su necesidad de llamar la atención no son conscientes muchas veces para el paciente, pero eso no excluye la existencia de síntomas físicos o psicológicos verdaderos. 

Caricatura del barón por Gustave Doré (mendace ueritas: en lo falso la verdad)

 

Sucede algo parecido cuando el cuidador de un niño pequeño, que suele ser con frecuencia la madre, inventa síntomas falsos o los provoca reales para que parezca que el niño está enfermo, y justificar así su papel de abnegada cuidadora entregada y ejemplar madre de familia. 


El síndrome de Münchhausen es un trastorno mental facticio o artificial grave en el cual una persona engaña a los demás haciéndose el enfermo, enfermándose a propósito o llegando a lastimarse a sí mismo para reclamar su atención, pero también puede producirse, y es lo que me interesa subrayar aquí ahora, cuando los miembros de una familia o las personas responsables del cuidado de otras declaran falsamente que otros, por ejemplo los niños, están enfermos, lesionados o afectados. 

 

"El barón de Münchhausen es el mayor cuentatrolas que ha habido en el mundo"

Llevado esto del terreno privado a lo público, hay, por lo tanto, un síndrome de Münchhausen inducido por las autoridades sanitarias y por la prensa al servicio de los gobiernos como el que estamos padeciendo en la actualidad todos los españoles, y diría que todos los europeos y americanos, por lo menos, a los que nos hacen creer, aplicándonos la puritana prueba del algodón que siempre va a detectar alguna impureza, que estamos contagiados aunque no tengamos síntoma alguno de enfermedad o, en su defecto, que podemos estarlo por contacto con los demás, por aquel dicho que Hobbes tomó de Plauto de que el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus), que Victor Hugo recreó como homo homini monstrum, un mostro, y que la OMS ha convertido en homo homini virus: que somos un virus, o sea, un veneno los unos para los otros. Es decir, que o somos enfermos de hecho o, al modo aristotélico, lo somos en potencia porque podemos incubar el virus en los próximos catorce días, con lo que nos enferman privándonos de salud.

 

Tratar a la gente que no está enferma como si de hecho lo estuviera, obligándola a tomar medidas profilácticas demenciales como el distanciamiento social, la imposición de mascarillas naso-bucales, la cuarentena o aislamiento, que en España se convirtió en arresto domiciliario, el lavado compulsivo de manos con geles hidroalcohólicos en lugar de con agua y jabón, la reducción a seis personas como máximo de las reuniones sociales o familiares, que son ahora el foco de la infección,  y lo que venga, que ya se verá y puede ser cualquier cosa, es obligarla a adoptar el síndrome de Münchhausen.

 

¿Por qué los Estados tienen la necesidad de inducirnos dicho síndrome? La respuesta es bien sencilla: porque necesitan justificar su existencia. Las autoridades sanitarias que velan por nuestra salud deben privarnos de ella, es decir, considerarnos pacientes sujetos a su autoridad, para justificar que haya un Estado Terapéutico, que es la última de las reencarnaciones de Leviatán, el Estado Totalitario, que  nos está tocando padecer en los albores del siglo XXI.

lunes, 12 de octubre de 2020

Dos alegorías revolucionarias de Joseph Chinard

Entre numerosas obras maestras, el museo parisino del Louvre custodia una pequeña obra de arte en terracota del escultor neoclásico francés Joseph Chinard (1756-1813) conocida como La razón (o el Genio de la Razón), con los rasgos de Apolo hollando con sus pies a la Superstición, fechada en 1791, y el parisino museo Carnavalet, por su parte, posee otra obra suya también en terracota del mismo año y complementaria de la anterior: “La Autoridad del Pueblo” con los rasgos de Júpiter fulminando a la Aristocracia. Se trata de dos alegorías mitológicas que representan a los dos dioses más importantes de la cultura clásica grecolatina: Apolo como personificación de la Razón y Júpiter como encarnación del poder respectivamente.

Ambas obras, que le habían sido encargadas, iban a servir como bases de candelabros que aportarían algo de luz que destruyera las tinieblas, las famosas luces de la Revolución Francesa. 

Que Apolo represente la razón, después de Nietzsche, que contrapuso lo apolíneo a lo dionisiaco, no  nos resulta muy extraño; más extraño es lo segundo, que Júpiter, el monarca del Olimpo, el padre y rey de dioses y hombres, encarne la autoridad del pueblo o la, diríamos hoy, democracia.  En todo caso, la obra de Chinard, como veremos, representa la adhesión política del artista a las nuevas ideas de la Revolución Francesa, de la que fue un firme partidario.

Analicémoslas un poco:

 

Lo que pisotea la Razón personificada como Apolo es la superstición, es decir, la religión y el fanatismo, sobre los que se impone. El dios Apolo, identificado con el Sol, el viejo dios griego Helio, con una corona de rayos solares sobre su cabeza, se yergue completamente desnudo y dotado de una belleza sensualmente femenina en calidad de efebo imberbe, sorprendentemente alado, lo que es una innovación propia del artista dentro de la iconografía tradicional del dios, sobre una nube portando en su mano derecha una antorcha. Las luces tanto del Sol como de la antorcha representan, obviamente, la razón, que se impone a lo que tiene a sus pies: una monja acurrucada completamente vestida que no puede ver esa luz debajo de la nube oscurantista, y que personifica la superstición de la Iglesia, con dos símbolos cristianos en sus manos: un crucifijo y un cáliz. Chinard fue encarcelado en Roma por orden papal en el Castel Sant'Angelo debido al carácter subversivo de esta obra que atacaba claramente a la Iglesia que él pastoreaba y la fe que la sostenía.



Lo que pisotea Júpiter es la Aristocracia, el Antiguo Régimen. Resulta curiosa, por lo insólita que es, como hemos dicho, la identificación de Júpiter con la Autoridad del Pueblo. Por lo demás, la iconografía de Júpiter es la habitual: caracterizado con la majestuosa águila real a su lado y un haz de rayos fulminantes en su diestra, aparece con cierta majestad regia, dotado de barba y cabellos rizados, completamente desnudo, como Apolo, lo que no suele ser habitual en la representación de este dios, pisoteando el rostro de la aristocracia, símbolo del antiguo régimen, representada por un hombre con una espada y símbolos feudales rotos. La pieza es, obviamente, una alegoría de la Revolución Francesa.

Ambas obras se complementan tanto por su simbolismo alegórico como por su composición escénica. En cuanto al significado, ya se ha dicho que representan el triunfo de la razón y del pueblo -en realidad la burguesía, la nueva clase social emergente y adinerada que va a sustituir a la otra  y a imponerse al pueblo- sobre la religión y el antiguo régimen y la nobleza hereditaria de la sangre respectivamente. Por lo que se refiere al grupo escultórico, ambas obras tienen dos planos: el superior donde aparecen los dos dioses clásicos desnudos -estamos ante una obra neoclásica que exalta la desnudez sin tapujos- y caracterizados directa o indirectamente con alas, elemento que subraya su caracter celestial,  que se sobreponen al inferior y  terrenal: una monja arrodillada y un aristócrata o "noble" derribado y pisoteado.   

domingo, 11 de octubre de 2020

Mensajes contra la nueva normalidad

El 61% de los enfermos de virus coronado en Cantabria son asintomáticos, según el consejero de sanidad de la taifa. Pero ¿hay enfermedad que sea asintomática?

Invisible a ojos vista, el virus, igual que el infierno de Sartre, son los otros, vectores del agente patógeno, que siempre inspiran paranoica desconfianza.

No hay que pedir al gobierno que rebaje el IVA de las mascarillas, ni siquiera que sean gratuitas, sino que levante la obligación irracional de utilizarlas.

Triunfa en el mundo la versión sanitaria, higiénica y laica de la ciega fe religiosa que encendió la hoguera infernal de las vanidades del fanático Savonarola.

 

Ahorcado Girolamo Savonarola, su cadáver fue quemado en una hoguera de las vanidades en la Plaza de la Señoría de Florencia, y arrojadas al Arno sus cenizas.

Obsesionados con el aséptico puritanismo de la salud... pero la salud, la buena de verdad, no consiste en cuidarse, sino en todo lo contrario: en el descuido.

A las autoridades sanitarias no les interesa el tratamiento médico que cura las dolencias de hoy, sino la prevención de inexistentes enfermedades del futuro.   

Si el hombre es desde Aristóteles politikòn zóon, un animal social ¿por qué se decretan desde las altas esferas seis pies de distanciamiento físico o social? 

Una epidemia sostenida por los media sirve de muy burda coartada puritana para legitimar el golpe de estado contra el pueblo que impone la dictadura sanitaria. 

Cuanto más se saltan los jóvenes irresponsablemente el distanciamiento social y demás normas sanitarias, más se propaga el virus, resurrección laica del pecado.

Síndrome de Estocolmo perfecto: No hay un secuestrador y un secuestrado distintos, sino que son uno mismo el raptor y el rehén de sí mismo, víctima y verdugo. 

Izquierda y derecha son un trampantojo del Estado impuesto mediante el sufragio universal al pueblo convertido en electorado de una u otra opción indiferente. 

Izquierda y derecha son dos caras contrapuestas, no contrarias sino complementarias de la misma y falsa moneda de los de arriba para engañar a los de abajo. 

Truecan tácitamente el lema plautino de Hobbes de homo homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre, por homo homini virus: ...un virus para el hombre.

El Leviatán hobbesiano, Estado omnipotente, porta en la diestra la espada y en la siniestra el báculo, símbolos respectivos de su poder terrenal y espiritual.

 

Non est potestas super terram quae comparetur ei  (No hay poder en la tierra que se le compare)
 

Retransmiten por todos los medios la danza de la Muerte, y la gente, que tiene el pavor incrustado en cuerpo y alma, renuncia a la vida para poder sobrevivir. 

La inflación informativa de propaganda gubernamental sanitaria produce tal empacho que acaba desembocando en una histérica alucinación colectiva y delirante. 

Frente a la creencia de que el contacto humano propaga enfermedades y muerte, la creencia contraria de que hace la vida más llevadera y más, acaso, vividera. 

¿Preservas, protegiendo tus vías respiratorias en la soledad del bosque, a este de tu contagio, o defiendes tus pulmones de su aire que pueda estar contaminado?

 

sábado, 10 de octubre de 2020

Seguiriyas a palo seco

La seguiriya es uno de los muchos palos del flamenco. La seguiriya gitana más pura, la que surge del cante más hondo, se canta a palo seco, o sea, sin acompañamiento musical de guitarra.

Estructuralmente se compone de cuatro versos:  hexasílabos el primero, segundo y cuarto, hendecasílabo el tercero (6-6-11-6), modelo silábico emparentado con las jarchas. Riman el segundo y el cuarto en consonante o asonante. Pero prima el sentimiento sobre la forma, de modo que no es raro encontrarse con seguiriyas con otras métricas.

 

Esta voz no es mía, / que es la de cualquiera / que canta las penas de todos, nuestras,  / ni propias ni ajenas.

Tengo yo una pena / grande que no tengo, / que a mí me tiene ella y no me deja / que ande yo contento.

Pido yo a la luna / en el hondo cielo, / que caiga muerto aquí ahora, si es falso / lo que a ti te quiero.

Veo a mucha gente, / no te veo a ti / y el corazón, de la jaula del pecho / se quiere salir.

Dizque en las estrellas / ay, escrito está, / mi sino, madre mía, y el futuro, / y eso no es verdad.

Morirme quisiera, / dejar de existir, / que esta farsa, madre, que llaman vida / es un sinvivir.

Sin traje de luces,/ desnudo en el ruedo, / lidiando, sin capote y sin espada, / al toro del miedo.

Loco de remate / creo yo que estoy, / si en esta vida lo he perdido todo / menos la razón.

No quiero la plata / ni oro de este mundo, / me cago en todos los dineros, solo /pido un beso tuyo.

Si te vas, me matas; / llévame contigo / que yo no tengo, solito en el mundo, / ni amiga ni amigo.

No hay Dios que nos valga, / justicia tampoco, / en este mundo, donde acaba uno / o preso o loco.

Como una cabra, / corazón salvaje, / yo siempre tiro al monte, donde no hay / cabrero que guarde.

Sin querer te quiero, / ni mandarme nadie; / no hay Dios, ley, mandamiento o gobierno / que al corazón mande. 

Yo, señor doctor, / sufro de locura, / pero no me encierre usted ni me cure / esta chifladura.

 Dispara tu flecha, / chiquillo Cupido, / y haz que esa mujer de mí se encariñe, / y acueste conmigo.

 Se murió mi niño, / se me quedó atrás, / cuando me viene vivo su recuerdo, / rompo yo a llorar.

Rota la garganta, / de lo hondo del pecho / me sale a palo seco así el quejido / del cante del pueblo.

viernes, 9 de octubre de 2020

Cita con Marco Aurelio

Una cita del sabio emperador Marco Aurelio, al que se trae aquí a cuento no por emperador sino por sabio estoico, menciona la peste (λοιμὸς, loimós, en su lengua, que es la de Homero, pues aunque el emperador gobernó en latín desde Roma, pensó y escribió en griego), que causó auténticos estragos durante su reinado (Meditaciones 9.2.4,5): Pues la destrucción de la inteligencia es una peste mucho mayor que cualquier contaminación y alteración del aire que nos rodea. Pues esta es la peste de los animales en cuanto son animales, mientras que aquella la de los hombres en cuanto son hombres. λοιμὸς γὰρ διαφθορὰ διανοίας πολλῷ γε μᾶλλον ἤπερ ἡ τοῦ περικεχυμένου τούτου πνεύματος τοιάδε τις δυσκρασία καὶ τροπή· αὕτη μὲν γὰρ ζῴων λοιμός, καθὸ ζῷά ἐστιν, ἐκείνη δὲ ἀνθρώπων,καθὸ ἄνθρωποί εἰσιν. 

 
 Marco Aurelio (121-180) a caballo en bronce, museos Capitolinos.

De alguna manera Marco Aurelio lamenta que la falta de inteligencia, o, como él dice, su destrucción (διαφθορά διανοίας), -porque no es que nos falte, sino que la tenemos todos gratuitamente desde que hacemos uso de razón, entendimiento y lengua, y lo que sucede es que se atrofia, como todo en esta vida, si no se usa, por lo que acaba desvaneciéndose-, es la auténtica peste, mucho más que la otra epidemia, la real, la peste antonina de los años 165 al 180 d. C.

De ella escribe Eutropio en su Breviario (8.12) : "Bajo su reinado (se refiere a Marco Aurelio), en efecto, hubo una epidemia de peste tan grande que después de la victoria sobre Persia murieron de la enfermedad en Roma y a lo largo de Italia y las provincias un gran número de ciudadanos y casi todas las tropas militares" (Sub hoc enim tantus casus pestilentiae fuit ut post uictoriam Persicam Romae ac per Italiam prouinciasque maxima hominum pars, militum omnes fere copiae languore defecerint).


La peste antonina, también llamada la plaga de Galeno(*),  asolaba el mundo romano por aquel entonces, como la del virus coronado de 2019 que asoló durante la primavera de 2020 nuestro país y la vieja Europa, y que se denominós incorrectamente “pandemia”, cuando no dejaba de ser una “epidemia”: algo que, como el Estado, está por encima -ἐπί epí, en griego- del pueblo, pero no afecta a todo el pueblo, al pueblo entero, a toda la población, que es lo que quiere decir πανδημία (pandemía) propiamente en griego, compuesto de παν todo y δήμος pueblo.

La auténtica amenaza que se cierne sobre todo el pueblo, la verdadera pandemia letal, podemos decir nosotros, parafraseando a Marco Aurelio, es la poca inteligencia de la que hacemos uso, la pérdida de la razón y sentido comunes, que es, encima, contagiosa.



*galeno: Coloquialmente es un sinónimo de médico, en el sentido de persona facultada para ejercer la medicina. Deriva precisamente del nombre propio del médico personal del emperador Marco Aurelio, Claudio Galeno de Pérgamo (129-c.201-216), al que se le atribuye el célebre aforismo, que otros asignan sin embargo a Hipócrates, el padre de la medicina: “Cito longe fugias et tarde redeas”. Era su consejo ante la peste: “Huye lejos rápidamente y vuelve tarde”. El proverbio entre nosotros se hizo célebre durante el Renacimiento bajo la fórmula que transmite don Antonio de Cartagena: “Huir de la pestilencia con tres eles es prudencia: luego, lexos y luengo”. Es una traducción de los tres adverbios latinos: cito (o su sinónimo mox), longe, tarde. Lo de que había que salir corriendo de la peste y no regresar hasta que hubiera pasado es cosa que han hecho algunos médicos saltándose a la torera el juramento hipocrático. Para evitar el contagio atienden, es decir, desatienden desde su despacho telefónicamente a los pacientes, sin visitarlos ni reconocerlos.

jueves, 8 de octubre de 2020

Contra el Estado Terapéutico

 (A Thomas S. Szasz, que denunció el Estado Terapéutico, in memoriam)

 

La forma de distraer la atención de la auténtica conspiración mundial que es la dictadura sanitaria es calificar de "conspiracionista" a quien osa denunciarla.

 

Tras la primera y segunda ola, llega la tercera: pasan a primer plano los suicidios, fruto del delirio colectivo derivado del empecinamiento gubernamental.

Toda persona sana es un enfermo inconsciente e irresponsable que ignora el diagnóstico y pronóstico de su enfermedad, y contagia su despreocupación a los demás.

 

Quod licet Ioui non licet boui: Lo que se permite a Júpiter no se le permite al buey: seducir y montar, fogoso semental, a la joven y bella Europa por ejemplo.

 

Hay quienes, muchos, aceptan como verdaderamente real lo que de hecho es falso, y rechazan por considerarlo falso lo que es en realidad verdadero de verdad. 

 


Solemos prestar mucha atención, demasiada, a la adquisición de nuevos hábitos, y demasiado poca o ninguna a lo más importante, a desprendernos de los viejos.

 

Tarde o temprano todos acabamos siendo declarados enfermos mentales, según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, la biblia del psiquiatra. 

  

Contra Dios, ateísmo; contra el Estado, anarquismo; contra el antroponcentrismo y el Hombre, medida de todas las cosas según Protágoras, además: antihumanismo.

 

Si filosofía es el amor a la sabiduría, fobosofía es el miedo y odio a la misma, que califica torticeramente a la verdad de brutal y a la mentira de piadosa.

 

El patógeno inquilino que invade nuestras células es la metáfora bélica perfecta y enemigo ideal que justifica la segregación de las ovejas negras del rebaño. 

 

 

 

Tanto decirnos que viene el lobo, que tengamos cuidado con él, y al fin fue peor el matadero al que nos llevó el "buen" pastor que el hipotético lobo carnicero.

 

(De Cavafis) Al fin se hizo la noche y los invasores no llegaron. Los negacionistas afirmaban que los bárbaros no existían. ¡Lástima, porque eran una solución!

 

La idea paternalista y religiosa de que el Estado tiene el deber moral de proteger a las personas de sí mismas no justifica éticamente la coerción autoritaria.



 

Era un sarcasmo sangrante considerar como hacía la opinión pública gran filántropo al famoso multimillonario, a él, que no amaba a la humanidad, sino el dinero.

 

El Estado Terapéutico, so capa de salud pública, nos arrebata la libertad, más preciosa que la vida: o somos agentes patógenos en acto, o lo somos en potencia. 

 


 

Nuestra vida es una enfermedad de la que se ha apoderado la clase médica desde la cuna hasta la sepultura: ni nacemos ni morimos en casa, sino en el hospital.

 

La Iglesia procuraba la salvación de nuestras almas inmortales; el Estado Terapéutico, la salud de nuestros cuerpos con igual celo: sanos y salvos moriremos.

 

¿Dónde está la frontera, si es que existe un límite, entre la medicina preventiva e invasiva y la sobremedicalización que padecemos hoy de la vida cotidiana?

 

Me opongo a la persecución de que soy objeto por motivos médicos que esgrimen la coartada de la salud pública por obra y gracia de las autoridades sanitarias.

 

El Estado Terapéutico implantado en el mundo gracias a la invención de la pandemia es la reencarnación del bíblico, tiránico y descomunal Leviatán totalitario. 

 

 

 

El doctor Stockman de Ibsen es tachado como "enemigo del pueblo" por denunciar que las aguas del balneario, principal atracción turística, están contaminadas.

 

Todos somos y estamos enfermos, y debemos colaborar por nuestro propio bien y el de la comunidad con las autoridades sanitarias, sacrificando nuestra libertad.