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jueves, 15 de octubre de 2020

SPECVLVM MENDAX

El adjetivo latino MENDAX -ACIS, derivado de MENDVM y/o MENDA “defecto, falta, error”, significa en principio “que tiene defectos, defectuoso”, y por restricción del significado “embustero, es decir, que no dice la verdad, por ejemplo en la expresión “speculum mendax” de Ovidio, el espejo mentiroso. Tenemos en castellano el derivado culto “mendaz”, que la Academia define escuetamente como “mentiroso”. Relacionados con esta raíz están los compuestos enmendar, remendar/remiendo, y también mendigo.

Veamos el contexto en que aparece la expresión ovidiana. Está en Tristia III, 7, vv. 33-38, tres parejas de dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro dactílicos que hablan sobre la llegada de la vejez y la pérdida de la hermosura: ista decens facies longis uitiabitur annis, / rugaque in antiqua fronte senilis erit, / inicietque manum formae damnosa senectus, / quae strepitum passu non faciente uenit; / cumque aliquis dicet fuit haec formosa dolebis, / et speculum mendax esse querere tuum.

Me atrevo a traducirlos en versión rítmica castellana aproximada así: Ese tu rostro gentil se ajará al correr de los años / y una arruga saldrá a noble tu frente, senil, / y meterá mano ya a tu belleza vejez perniciosa, / que se acerca con un paso que no oyes venir; / y sufrirás cuando alguien afirme “¡qué guapa era!” / y has de quejarte de que es falso el espejo que ves. 

El espejo falso, R. Magritte (1828)

¿Por qué califica el poeta de falso al espejo? La respuesta es simple: porque lo que dice, la realidad que enuncia, es falsa, siendo con todo real. La arruga que le ha salido en la frente a la joven hermosa es real como ella misma, como le muestra el espejo; pero algo le dice en su interior que ella, la joven que un día fue hermosa y ya no lo es, no es tampoco la imagen que muestra el espejo, la realidad.

Esto me recuerda a un poema de Karmelo C. Irribaren (1959- ) titulado "Los espejos", que contrapone el espejo doméstico propio, que nos dice lo que queremos oír, y por lo tanto miente, con los otros espejos, los espejos públicos, que nos dicen la verdad. 

 
En la Oda de Horacio (IV, 10), que es su tributo a la lírica pederástica alejandrina, dedicada a un tal Ligurino, aparece también el tema del espejo. El muchacho ve que la flor de la edad se aja y marchita, y no se reconoce en el espejo, viendo a otro en él, literalmente: o crudelis adhuc et Veneris muneribus potens, / insperata tuae cum ueniet pluma superbiae / et, quae nunc umeris inuolitant, deciderint comae, / nunc et qui color est puniceae flore prior rosae / mutatus Ligurinum in faciem uerterit hispidam, / dices “heu,” quotiens te speculo uideris alterum, / “quae mens est hodie, cur eadem non puero fuit, / uel cur his animis incolumes non redeunt genae?”

Dice más o menos así en nuestra lengua e idéntico esquema rítmico de asclepiadeos mayores: ¡Oh hasta ahora crüel y en el amor dueño de gracias mil, / cuando sin esperar salga el primer bozo a tu presunción / y caído el mechón se haya, a volar que echa en tus hombros hoy, / y el color que hoy es más puro que flor púrpura de un rosal, / Ligurino la faz te haya, al mudar, vuelto rugosa, “ay” / al espejo dirás viéndote tú otro que no eres tú: / “¿Por qué no tuve yo, siendo chaval, el pensamiento de hoy? / ¿Por qué tersa la piel no vuelve a ser con lo que siento yo?”