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miércoles, 16 de julio de 2025

¿A quién le cargamos el muerto?

Durante los diez días que transcurrieron entre el 23 de junio y el 2 de julio, ambos inclusive, del año del Señor de 2025, Madrid, la villa y corte, y "rompeolas de todas las Españas", sufrió una ola de calor temprana, que vino antes de tiempo sin ser invitada, lo que la hizo especialmente mortífera, porque pilló a todos desprevenidos, la cual, según el estudio Climate change tripled heat-related deaths in early summer European heatwave del ¿prestigioso? centro de análisis climático  Grantham Institute con sede en Londres, dejó un saldo estimado de 108 muertes atribuibles al exceso de temperaturas. Más del 90% de esas muertes, es decir 98 muertes, podrían haberse evitado de no mediar el cambio climático provocado por la actividad humana. 
 
Dicho estudio 'científico' está elaborado integrando series temporales de temperaturas observadas (reales) y contrafactuales (hipotéticas). Se han inventado las temperaturas que hubiera habido sin la ola de calor, dos grados centígrados menos, y aplicado un modelo que les dice cuánta gente podría haber muerto. Y con eso la prensa sensacionalista ya tiene el titular.  
 
La estadística de mortalidad excesiva utiliza muertos reales, pero nadie sabe a ciencia cierta cuál es la causa eficiente de su fallecimiento, porque no hay autopsias fidedignas. 
 
 
Semanario El Español, Madrid, 11-17 agosto de 1957 
 
Estamos, una vez más, ante la vieja falacia: post hoc, ergo propter hoc ('tras esto, luego por causa de esto"). Ya sucedió con la pandemia: se nos informaba día a día, puntualmente, de los muertos que había habido, afirmándose que habían muerto “por” la enfermedad del dichoso virus, cuando la causa podía haber sido un accidente de tráfico, por ejemplo, o un infarto de miocardio, pero como una prueba no fehaciente, la famosa PCR, determinaba que tenían el bicho,  se suponía que era él el asesino que había provocado la muerte. Lo mismo sucede ahora con las olas de calor. Las muertes “por” exceso de calor pueden ser muertes “con” exceso de calor, y, por lo tanto, debidas a otras causas y patologías.  

Las cifras del estudio del Grantham Institute no son estadísticas oficiales, sino estimaciones de mortalidad atribuible. Para ello, los autores compararon los efectos de las temperaturas observadas con un escenario hipotético en el que el cambio climático no hubiera existido, aplicando relaciones conocidas entre calor y mortalidad a partir de datos históricos y epidemiológicos. El informe concluye que, si no se adoptan medidas contundentes, eventos como el vivido en Madrid no solo se repetirán, sino que serán cada vez más intensos y prolongados. 
 
Lo de usar a los muertos con fines propagandísticos viene de muy lejos. Pero la propaganda climática, a juzgar por la noticia de El Diario Online Líder de Información en Español, alias El (In)Mundo, da ahora un nuevo y sorprendente giro, porque ahora los muertos por el cambio climático que contabilizan ni siquiera son reales, sino hipotéticos. Y con eso ya  tienen un titular amarillista. 
 
La atribución de esas muertes al exceso de calor es problemática como demuestra el siguiente ejemplo: Cuatro científicos españoles han publicado un artículo en la revista Eurosurveillance  en el que exploran el pico de mortalidad que se produjo en las sufridas Españas tras el apagón del 28 de abril pasado, cuya causa aún desconocemos, señalando un exceso de 147 muertes. Los autores afirman que «la coincidencia temporal del exceso de mortalidad con el corte del suministro eléctrico podría reflejar posibles efectos a corto plazo sobre la salud relacionados con la interrupción de la atención sanitaria, la sobrecarga del sistema o la reducción de la resiliencia de las poblaciones vulnerables». 
 
¿Aceptamos que el apagón causó solo las 10 muertes de las que informaron los medios de comunicación o que hubo 147 muertos como consecuencias indirectas del apagón de los que Red Eléctrica sería responsable? Deberíamos hacerlo si aceptamos los muertos de la ola de calor del instituto británico porque el razonamiento es el mismo. Los muertos CON el apagón, es decir, durante el apagón,  no son los muertos POR el apagón de la misma forma que los muertos POR la calorina, vamos a dejarnos de metáforas marinas y a llamar a las cosas por su nombre (calorina, según la docta Academia, es el "calor fuerte y sofocante"), no son los mismos que los muertos CON la calorina de finales de junio. Asimismo, los muertos CON la enfermedad del virus coronado cosecha de 2019, no son los mismos que murieron POR dicha enfermedad. 
 
Ya vemos cómo en las guerras de la propaganda climática, cuando no les bastan los datos que les proporcionan los muertos reales, no tienen empacho en recurrir a los muertos virtuales. Escriben los autores: En el momento de realizar el estudio, aún no se disponía del número real de muertes observadas durante el periodo de estudio; por lo tanto, nuestros valores notificados deben interpretarse como estimaciones de la mortalidad atribuible y no como resultados observados.
 
Mientras tanto, como comentaba un amigo, las muertes relacionadas por el exceso de frío continúan siendo diez veces superiores a las relacionadas con el exceso de calor, por lo que el calentamiento global fruto del cambio climágtico sigue salvando vidas paradójicamente.

viernes, 11 de julio de 2025

Yo acuso... ¿a quién?

Publica Antonio Turiel, investigador del CSIC, una entrada titulada Yo acuso, en su blog The Oil Crash imitando el título del J'acuse! de Émile Zola, su célebre carta abierta al presidente de la república francesa a raíz del caso Dreyfus en el periódico L'Aurore, y que Turiel subtitula profética- y catastróficamente “En vísperas de la tormenta que destruirá la ciudad de Barcelona”

¿A quién acusa Turiel? ¿Al presidente de la república francesa? No, por supuesto. Acusa “a las administraciones, pasadas y actuales, que en medio del caos climático creciente, decidieron que no era un tema lo suficientemente importante como para tomar medidas adecuadas para prepararnos”. Sorprendente y alarmante recurso literario de aliteración ese “caos climático creciente”. 
 
La acusación general se particulariza enseguida: Pero acuso principalmente al actual Govern de la Generalitat y al actual consistorio de l'Ajuntament de Barcelona de vivir de espaldas a los crecientes signos del peligro. Pero yendo de lo local a lo nacional, vuelve a generalizar: Los acuso por ser los que conozco mejor, pero también acuso con ellos a todos los gobiernos municipales, autonómicos y del estado español, por la misma temeridad e imprudencia”. 
 
A continuación enumera los datos científicos actuales: un mar Mediterráneo con una temperatura superficial 3 grados superior a la que tenía en 1980, y en algunas zonas llegando a 5 grados. Y recuerda el pasado: Cuando sufrimos una terrible DANA en la ciudad de Valencia hace 8 meses, lo cual pudo ser tan destructiva, entre otros motivos, por un mar anómalamente cálido, que proporcionó más energía y más agua precipitable a las tempestades
  
El problema que detecta es que la tasa de calentamiento global se ha multiplicado por cuatro durante la última década, y denuncia la promoción de obras públicas “como la ampliación del aeropuerto de Barcelona o el desbroce de amplias zonas para el paso de nuevas líneas de alta tensión para la evacuación de una hipotética energía eléctrica renovable que no tiene demanda”. 
 
Lamenta Antonio Turiel que los promotores de estas sobras solo se preocupan de hacer negocios “cuando nuestro mundo ha cambiado para siempre y es algo completamente diferente ahora mismo”. Se queja de la actual “ola de calor y los nada alentadores pronósticos para las próximas semanas” y de que no haya una campaña de protección de la población más vulnerable, máxime cuando se produjo una “interrupción del servicio eléctrico”, refiriéndose al apagón que él creyó que no iba a producirse nunca en España, como puede comprobarse en sus declaraciones de octubre de 2021, especialmente a partir del minuto 2,43, donde se le oye decir:
 
 
 
Este es el motivo por el cual el gobierno austriaco, el gobierno alemán y el gobierno suizo están tomando medidas preparatorias en previsión de que pueda haber un gran apagón en Europa; y quien dice un gran apagón no es simplemente que se vaya la luz, sino que se produce una gran avería porque se produce una sobrecarga muy fuerte en algún sitio con un daño estructural muy importante, o sea, cosas destruidas que se tienen que reponer y reparar y que esto origina que falte la luz, que falte la electricidad durante días a semanas. (…) “En España, la posición que ha defendido la ministra Teresa Ribera es que no nos tenemos que preocupar porque somos una isla energética porque estamos poco conectados, y tiene razón. Es decir, nosotros tenemos solamente dos conexiones importantes con Francia, la más importante es por aquí por Cataluña. Y es verdad que si de repente desde Europa empezamos a tener una gran inestabilidad, lo que va a hacer el regulador español es cortar, nos va a separar y nos va a aislar del todo, con lo cual evidentemente el problema no se va a propagar dentro de España. En España, la instalación de sistemas renovables, lógicamente también genera inestabilidades, pero, claro, no estamos hablando de un área continental de miles de kilómetros de largo. Aquí estamos hablando solamente de un área que es un país, que es España, más o menos grande, pero mucho más fácil de controlar. Y en ese sentido, el regulador español, la Red Eléctrica Española lo hace bien, son muy buenos profesionales y tiene la situación bajo control. En algunos momentos puede tener complejidades, pero en España pensar que se puede producir de repente una gran perturbación que en una manera muy rápida que no nos dé tiempo a reaccionar pudiera destruir instalaciones a una escala masiva es algo que yo creo que es hoy por hoy impensable”. 
 
No hace falta decir que lo impensable se produjo, y todavía no sabemos la razón. 
 
 Volviendo a la carta, acusa el investigador del CSIC  de “no haber previsto cómo ofrecer agua, alimentos, cobijo y asistencia médica oportuna en medio de la catástrofe prevista”. En definitiva, señala a los gobernantes de “no haber gobernado para la mayoría, para la gente que les ha escogido para representarles” y, tímidamente, “les acuso de todas y cada una de las muertes que podían haber evitado y no quisieron evitar por primar una visión miope centrada en el beneficio económico de unos pocos”. Por lo que concluye con la dramática proclamación de que su rencor “será eterno por el dolor de todas esas personas a las que conozco y que quiero, y que perderán la vida porque ustedes estaban más pendientes de complacer al rico que de servir a los ciudadanos”.
 
La carta finaliza curándose en salud, y advirtiendo, después de lanzar su profecía que, si no se cumple, ya se cumplirá en alguna otra parte y en algún otro lugar: No hay que tomar esa frase inicial, impactante, al pie de la letra. Obviamente, la tempestad no llegará mañana, si no en un período indefinido de tiempo aunque en todo caso no será de muchos años. Y por supuesto Barcelona no quedará completamente destruida, pero sí que sufrirá daños importantes que la afectarán durante años (o hasta que la siguiente tormenta haga aconsejable ir abandonando cosas). Por último, quizá Barcelona tenga suerte en el futuro más inmediato y sea otra ciudad la que reciba el castigo: poco importa