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sábado, 22 de junio de 2024

schola, scholae

    Dos lecturas ahora que se acaba el curso, llegan las notas y los medios de comunicación hablan de los que han sacado las mejores calificaciones en la EBAU, EVAU, PAU, Selectividad o como quiera que se llame. Los padres eufóricos celebran que sus criaturas han sacado buenas notas y han aprobado, y hablan de su futura orientación académica y profesional.  Poco importa que sus hijos sean, la mayoría de las veces, amebas sin interés ni sentido crítico ni cultura. Lo que cuenta son las notas. Y los padres, orgullosos de sus hijos, compiten entre sí para demostrar lo buenos que son sus hijos y lo bien que van en la escuela o en el instituto. Unos niños masificados, adoctrinados, homologados por el mismo rasero. Y unos padres convencidos de que la escuela es un lugar donde se imparte cultura... Son viejas y falsas creencias, difíciles de erradicar. 
 
 escola scuola escuela școală école school Schule
 
    Por eso es interesante volver a leer a Ivan Illich y su “La sociedad desescolarizada”, publicado originalmente en 1970, pero sin olvidar tampoco a un autor injustamente olvidado, anterior a él, Giovanni Papini, que en 1914 publicó “Cerremos las escuelas”, un texto cáustico y provocador, que se revela más actual que nunca y que expresa con décadas de antelación un malestar cada vez más agudo y propone una solución extrema a un problema hecho crónicamente insoluble. Una propuesta radical que aún hoy podría suscitar debate si alguien tuviera el valor de expresar tal disidencia: cerrar las escuelas, pero no por el período vacacional, sino indefinidamente. 
 
 Escuela y retórica progresista - G.Papini 
 
    Pero, ¿qué han hecho los niños, los adolescentes, los jóvenes para que, desde los seis a los diez años, a los quince, a los veinte y a los veinticuatro años, los encerréis tantas horas del día en vuestras prisiones blancas para hacer sufrir su cuerpos y dañar sus cerebros? ¿Con qué pretextos traicioneros os permitís disminuir su placer y su libertad en la época más bella de su vida y comprometer para siempre la frescura y la salud de su inteligencia? 
 
    No saquéis la artillería pesada de la retórica progresista: las razones de la civilización, la educación del espíritu, el avance del conocimiento... Sabemos con absoluta certeza que la civilización no surgió de las escuelas y que las escuelas entristecen los ánimos en vez de levantarlos y que los descubrimientos decisivos de la ciencia no surgieron de la enseñanza pública sino de la investigación desinteresada y quizás loca y solitaria de hombres que a menudo no habían ido a la escuela o no enseñaban allí. 
 
 
    Sabemos igualmente y con la misma certeza que la escuela, siendo por necesidad formal y tradicionalista, ha contribuido muy a menudo a petrificar el conocimiento y a retrasar con un obstruccionismo obstinado las revoluciones y reformas intelectuales más urgentes. No es, por su naturaleza, una creación, un trabajo espiritual sino un simple organismo e instrumento práctico. No inventa los conocimientos sino que se enorgullece de transmitirlos. Y ni siquiera desempeña bien este último papel, porque los transmite mal o al transmitirlos impide la mayor parte de las veces la formación de otros conocimientos nuevos y mejores secando y distorsionando los cerebros receptores
 
    Las escuelas, por tanto, no son más que reclusorios para menores educados para satisfacer necesidades prácticas y puramente burguesas. Para los profesores es sobre todo la razón de ganarse el pan, la carne y la ropa con una profesión considerada "noble" y que también ofrece tres meses de vacaciones al año y algún pequeño beneficio de vanidad. Añádase a esto el placer sádico de poder aburrir, intimidar y atormentar impunemente al final de la vida a unos miles de niños o jóvenes. Nadie -salvo en discursos- piensa en la mejora de la nación, en el desarrollo del pensamiento y menos aún en lo que se debería pensar más: el bien de los hijos. 
 
    El hombre, en los tres sexenios decisivos de su vida (de seis a doce, de doce a dieciocho, de dieciocho a veinticuatro), necesita libertad para vivir. Libertad para fortalecer el cuerpo y preservar la salud, libertad al aire libre: en las escuelas se arruinan los ojos, los pulmones, los nervios (¡cuántos miopes, anémicos y neurasténicos pueden maldecir con razón a las escuelas y a quienes las inventaron!). Libertad para desarrollar su personalidad en una vida abierta a diez mil posibilidades, en lugar de la artificial y restringida de clases y colegios. Libertad para aprender realmente algo, porque no se aprende nada importante de las clases sino sólo de los buenos libros y del contacto personal con la realidad. En la que cada uno encaja a su manera y elige lo que más le conviene en lugar de someterse a esa manipulación seca y uniforme que es la enseñanza. 
 
 
    En las escuelas, sin embargo, tenemos el encierro diario en aulas polvorientas y llenas de vientos -la inmovilidad física más antinatural- la inmovilidad del espíritu obligado a repetir en lugar de buscar -el esfuerzo desastroso por aprender muchas cosas inútiles con métodos imbéciles- y el sistemático ahogamiento de cada personalidad, originalidad e iniciativa en el mar negro de programas uniformes. 
 
    Hasta los seis años el hombre es prisionero de padres, niñeras e institutrices; de los seis a los veinticuatro está sometido a padres y profesores; desde los veinticuatro años es esclavo del cargo, del jefe de sección, del público y de su mujer; entre los cuarenta y los cincuenta años está mecanizado y osificado por los hábitos (más terribles que cualquier amo) y sigue siendo sirviente, esclavo, prisionero, presidiario y títere hasta su muerte. 
 
    ¡Dejad al menos a la infancia y la juventud disfrutar de un poco de anarquía higiénica! La única excusa (nunca suficiente) para este larguísimo encarcelamiento escolar sería su reconocida utilidad para los hombres del futuro. Pero sobre este punto hay suficiente acuerdo entre las mentes más ilustradas. La escuela hace mucho más daño que bien a los cerebros en desarrollo. 
 
    (La continuación del texto puede leerse en ¡Mamá, no quiero volver al cole!)
oOo 
Dos chistes escolares:

La maestra a toda la clase: 
-Hoy vamos a impartir Educación Sexual. 
Una niña alza la mano y pregunta: 
-Señorita, ¿podemos salir al patio de recreo las que ya follamos? 
 
Comentario: Las formas arcaicas de represión sexual prohibían que se hablara de ello: era pecado, tabú, estaba vedado. Las más modernas y vigentes hablan de ello, por el contrario, constantemente, lo han domesticado y convertido en una disciplina educativa (“educación sexual”). Hay que practicar el sexo, dicen ahora, con las medidas profilácticas convenientes, por supuesto, de ahí la impertinencia de la niña desmandada “que ya folla” por su cuenta y riesgo, y que tiene un conocimiento práctico que hace inútil la explicación teórica de la unidad didáctica que pretende explicarles la maestra.
 

Una maestra progresista y comprometida con la mejora de la educación le pregunta a un niño en clase:
-A ver, Jaimito, ¿cómo desearías que fuera y te imaginas tú la escuela ideal y perfecta? 
-¡Cerrada a cal y canto, señorita!
 
 

sábado, 2 de septiembre de 2023

Panacea Universal

    Personajes  relevantes del mundillo de la cultura y sociedad españolas promocionan expectativas irracionales en la lucha contra el dolor. "Rebélate contra el dolor", dicen.  Voy a dar, contra mi costumbre, sus nombres propios. Son los cantantes Manu Tenorio y David Summers; los presentadores Berta Collado, Ana García Lozano, Josep Lobató, Ramón Sánchez Ocaña, Joaquín Prat, Albert Castilló y la modelo Sandra Ibarra.
 
 
    Protagonizan un anuncio patrocinado por el Instituto Mundipharma y la Sociedad Española del Dolor (SED).  Ojo a lo que dice la SED: El dolor crónico es una enfermedad en sí misma, no un síntoma de una enfermedad, y como tal debe ser tratada. Y ojo a lo que dicen nuestros personajes:  "El dolor crónico es en sí una enfermedad". "El dolor crónico es una pandemia". "¡Rebélate!" "¡Vive!"... Están promoviendo subrepticia- y capciosamente el uso de opiáceos como analgésicos. La estética del anuncio es de lo más cutre: blanco y negro y cadenas como símbolo del dolor al principio y rostros sonrientes e indoloros a todo color al final.


    (Dedicado al doctor Juan Gérvas, que nos puso sobre la pista de esta promoción indecente de un fármaco como objeto de consumo que denunciamos y sobre la que hemos escrito en Medicina letal, que hace que queramos releer al imprescindible Ivan Illich, que nos dejó escrita aquella plegaria laica de "No nos dejes caer en el diagnóstico y líbranos de los males de la salud").
 
 
La medicina es la nueva religión en la que los médicos, sus sacerdotes, recurren a fármacos opiáceos para combatir todo tipo de dolencias del alma y corporales. 
 
Cuando Carlos Marx escribió que la religión era das Opium des Volkes, el opio del pueblo, este era un remedio efectivamente popular que se conseguía sin receta.
 
La vieja religión ha perdido importancia en nuestro siglo secularizado y laico, pero la medicina ha venido a ocupar en seguida su trono vacante que quedaba.
 
Los médicos son los nuevos moralistas, los que prescriben qué hay que comer y qué no, demonizando los azúcares, por ejemplo, como antes hicieron con las grasas.
 
La medicina actual, más preventiva que curativa, persigue, promoviendo nuevas conductas y prescripciones varias, prolongar la duración de la vida no su calidad.
 
La promesa que nos hace la medicina moderna es el Día sin Dolor, como adelanto de la Vida sin Dolor, utilizando opiáceos como si fueran la panacea universal.
 
Los problemas sociales y personales se convierten en patologías médicas que deben ser tratadas con medicamentos, y se combaten farmacológicamente con el opio.
 
Responsables del uso y abuso de opiáceos son los expertos, los tertulianos, las sociedades científicas del dolor y, no faltaba más, las empresas farmacéuticas.
 

viernes, 18 de febrero de 2022

Contra los profesores (I)

    Le tomo prestado el título para esta entrada a Sexto Empírico: Contra los profesores. En latín Aduersus mathematicos. En el griego original: Πρὸς μαθηματικούς (pròs mathēmatikoús). Despotricaba Sexto Empírico, en efecto, contra los profesores o mathēmatikoí, que eran los depositarios del saber y encargados de enseñar las disciplinas que constituían en la antigüedad helenístico-romana la base de la formación cultural de las personas educadas, que la Edad Media heredó en sus célebres trivium (gramática, retórica y dialéctica) y quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música), llegando hasta nuestra educación -ya no enseñanza- primaria y secundaria. 
 
    Sexto, en efecto, anula enseguida la condición del maestro y el discípulo: el maestro es aquel que no tiene nada que enseñar, y sin embargo enseña (lo que no sabe), y el discípulo, aquel que no tiene nada que aprender y, por lo tanto, no aprende nada una vez que ha entrado en uso de razón y lengua. Solo se salva quizá de la quema la enseñanza del arte de leer y escribir. Pero para aprender a leer y a escribir, como para hablar, no hacen falta profesores. El maestro, pues, es aquel que posee un título que acredita su ignorancia.
 
 
    Soy consciente de que metiéndome con los profesores tiro piedras contra mi propio tejado, contra el tejado al menos que a mí también me cobijó, como profesor que he sido. Pero creo que esa condición me autoriza precisamente a hablar en contra de lo que tan bien conozco. Me hago eco del refrán: “Pájaro mal nacido es el que ensucia su nido”. El nido al que me refiero es la educación, nombre actual de la enseñanza, que era denominación más honesta. Acepto ser un “pájaro mal nacido” como el del refrán, y me dispongo a defecar sobre mi propio nido. Considero que eso me da derecho a opinar sobre la educación y los problemas de esta que son responsabilidad del profesorado: el desinterés del gremio en primer lugar por la enseñanza de la materia que imparte, falta de formación adecuada y el peor de todos... el desprecio por los alumnos que son considerados seres inferiores, o, como dice un colega, infraseres. 
 
    Estos seres inferiores vienen de casa cada vez peor educados para que los eduquen los profesores creándolos a su deplorable imagen y lamentable semejanza porque sus padres no pueden hacerlo. Hay que conseguir que sean buenos, y buenos quiere decir, ante todo, obedientes. Son educandos, que no es un gerundio según la vieja gramática, sino un gerundivo latino, es decir un participio de futuro pasivo con la idea de que se va a sufrir como sujeto paciente una acción que se proyectará en el tiempo, y significa que han de ser educados, que serán adiestrados como fierecillas domadas para que pasen por el aro, según la metáfora circense en la que el domador fuerza al tigre o al león a pasar por el aro envuelto en llamas. 
 
Pasando por el aro  
 
    Ivan Illich en La sociedad desescolarizada relacionaba el desarrollo de la educación con la figura del obispo Jon Amos Komensky, más conocido con el nombre de Comenius o Amós Comenio, que pretendía “enseñar todo a todo el mundo”. No sólo es un precursor de la pedagogía moderna, sino también un experto alquimista. La alquimia, en palabras de Illich (op. cit.) “pretendía transmutar el plomo vil, los elementos vulgares, en oro, haciendo pasar sus espíritus destilados por las 12 etapas del enriquecimiento”. Los alumnos, según la impostura alquimista, serían el plomo vil, los seres inferiores que decíamos antes, que deben ser transmutados, gracias al proceso educativo, en oro puro, lo que no deja de ser una grosera superchería: la gran estafa de la educación.  El plomo vil es plomo vil y nunca podrá convertirse en oro. 
 
      Ya lo advertía Sexto Empírico cuando distinguía entre “inexpertos o legos” y “expertos”: el inexperto no puede convertirse en experto cuando es inexperto, ni tampoco cuando es experto, pues entonces no se convierte en experto sino que lo es. Lo que traducido a nuestro propósito significa que el plomo vil es plomo y no puede convertirse en oro. Y si es oro en lugar de plomo vil tampoco puede convertirse en lo que ya es de por sí, puesto que ya lo es. Y prosigue nuestro escéptico Sexto Empírico con su razonamiento:  Pues si es inexperto, es como un hombre ciego o sordo de nacimiento, y así como éste no podrá nunca formarse un concepto de los colores o de los sonidos, del mismo modo el inexperto, en tanto que inexperto, ciego y sordo como es en lo que concierne a los principios técnicos, tampoco será capaz de ver u oír nada de ellos; y si se ha convertido en experto ya no se le enseña, sino que está instruido.

lunes, 7 de diciembre de 2020

Espectáculo de Variétés (I)

La princesa y el caballero
Daniel Charles Piraro (1958), alias Dan Piraro, es un historietista, ilustrador y dibujante estadounidense, creador de la tira cómica Bizarro, de la que ofrezco como muestra un gracioso y precioso botón: La dama pide auxilio porque se encuentra en peligro entre un dragón ignívomo y un caballero. La princesa no siempre quiere al caballero enfundado en una profiláctica armadura defensiva y armado de espada, a veces prefiere que el dragón la salve del caballero andante, y así se lo agradece. 




Molt honorable president 
¿Por qué se lo llama molt honorable al president en Cataluña? Porque en su origen el cargo de presidente en cualquier lugar donde lo hubiera era ad honorem, es decir, para su honorabilidad, sólo retribuido con la honra, la gloria, el respeto y el desprecio que merece el que ostenta el Poder. Se accedía por vocación de mando o por espíritu de liderazgo como dicen ahora, por el honor que suponía desempeñar el cargo de sentarse (sedere)  en primer lugar (prae) y ocupar, por lo tanto, el primer puesto o trono denrtro de la república,  pero sin remuneración como contrapartida. Era un cargo honorífico, esto es, no retribuido económicamente,  hasta que aparecieron los honorarios como retribución salarial por los servicios prestados. ¡Cómo han cambiado los tiempos ahora que todos los presidentes del mundo cobran sus elevados honorarios y que muchos se dedican a la política sólo por dinero! Si antes, cuando no se retribuía económicamente el cargo, no era muy honesto ser presidente, ahora mismo, cuando es un trabajo como otro cualquiera que se desempeña a cambio de dinero,  es la prostitución más deshonesta que hay.

La roca de Sísifo o el Sol
Escribía Llamazares en su columna de El País del 8 de septiembre de 2018 una titulada Sísifos, donde decía, no sé de dónde lo habrá sacado, pero no está mal traído: En la teoría solar, Sísifo representaría al sol, que sale cada mañana para volver a caer en el horizonte al final del día sin conseguir alcanzar el cénit del cielo. 

El huevo y la gallina
Si en un principio se fabricaron armas para ir a la guerra, ahora la propia guerra se fabrica para dar uso a las armas. 

Del lenguaje
Dice en alguna parte Iván Illich que el lenguaje es el bien común más fundamental que poseemos. Además, podríamos añadir, que se nos da gratuitamente desde que nacemos, como el aire que respiramos. No necesitamos que nos lo enseñen para aprenderlo, a diferencia de la escritura, ya que llevamos dentro incorporada su maquinaria. El problema es que ese lenguaje que nos es común y que es el mayor bien que recibimos gratis et amore se encuentra contaminado por las jergas especializadas de los políticos, economistas, científicos, filósofos y demás gremios. Esas jerigonzas sí que necesitamos que nos las enseñen para aprenderlas, y suponen, contra lo que puede parecer a primera y simple vista, no un enriquecimiento del lenguaje, sino todo lo contrario, un empobrecimiento considerable de la lengua cotidiana, que se ve adulterada y viciada por una terminología especializada y burocrática, útil sólo para la casta de los entendidos, de los que “entienden”.  Lo que me recuerda este esquema del pensamiento del lenguaje de Agustín García Calvo que elaboró Sonia Petisco.
 
Salvación
(De Iván Illich) Antes recibíamos la esperanza de la salvación de la Iglesia por medio de la religión pero ahora esperamos la salvación del Estado, ese nuevo ídolo monoteísta. La religión quería salvar nuestra alma, el Estado, a través de su Ministerio de Sanidad, quiere salvar nuestro cuerpo... de la muerte, empresa abocada al fracaso en la que algunos ingenuos creen estúpidamente. Deseamos que nos dé seguridad y libertad, imposible lo uno y lo otro junto, que nos proteja y nos eduque... Dentro del sistema educativo, por cierto, no cabe mucho tiempo libre para poder reflexionar o descubrir alguna cosa por sí misma. La enseñanza, además, ha reemplazado el autoaprendizaje, embruteciéndonos con la instrucción y el adoctrinamiento que  nos inculca. Dentro del sistema sanitario, por su parte, la medicina reemplaza a la salud, enfermándonos a todos, convirtiéndonos en pacientes subordinados a los dictámenes de las autoridades sanitarias. Por otro lado, los medios de transporte han acabado por atrofiar nuestras extremidades inferiores y por hacernos sedentarios, de manera que algo tan natural como andar o correr ha acabado por convertirse en un deporte excepcional, footing o running, en la lengua del Imperio.