viernes, 9 de junio de 2023

Pareceres (XXII)

106.- ¿Qué estamos diciendo al decirle a alguien: “te quiero”? Algo como esto: “Te querré, amor mío, hasta que el matrimonio o el registro civil que nos declare pareja de hecho nos separe en el mismo acto de reconocimiento oficial de nuestro amor”. O, dicho con otras palabras: “Te querré, vida mía, hasta que el Amor, o sea la conciencia de lo que nos pasa, que es la muerte del sentimiento, nos separe poniendo fin a nuestro cariño. Es más, mi amor, si te digo “amor mío”: ya no eres mi amor, te he perdido, como cuando Psique, o sea el Alma, encontró -y ¡oh paradoja! perdió en el mismo encuentro, nada más haber visto su rostro y sabido su nombre-, al propio amor, que era ni más ni menos que el dios Cupido. 

Cupido y Psique, David Vance
 
 107.- Una cita literaria de esa novela envolvente y seductora que es  “Viaje al fin de la noche” de Louis-Ferdinand Céline. El protagonista, un alter ego del autor si no es el propio autor, llega a América. Después de pasar la cuarentena, el comandante de la aduana le dice:  «Han venido aquí antes que tú muchos otros vivales de Europa que nos han contado trolas de esa clase, pero eran, en definitiva, unos anarquistas como los otros, peores que los otros... ¡Ni siquiera creían ya en la Anarquía!". Sugiere el comandante que los, según él, peores anarquistas son los que no creen ni siquiera en la anarquía, o Anarquía. con mayúscula honorífica que la equipara a cualquier nombre propio, es decir, a Dios, porque esos son auténticos descreídos que para decir ¡no! al orden establecido, no necesitan proponer ningún modelo alternativo, son los que no creen que haga falta ningún gobierno y, por lo tanto, nunca lucharán por tomar el Poder, como han hecho otros revolucionarios, sobre todo los comunistas, sino por destruirlo, pero para destruir el Sistema, ese matrimonio perfecto de Estado y Capital, hay que comenzar por la base, y la base es la fe que lo constituye, y la fe no es ningún asunto exclusivamente religioso, sino cualquier creencia en la que uno crea. Incluso la creencia en la Anarquía. Incluso la creencia en la libertad.

 


108.- ¡Feliz fin de semana! ¡Ojalá pudiéramos celebrar como se merece no el fin de semana, este fin de semana por ejemplo que se avecina, sino el verdadero fin de la semana judeocristiana, con su sacralización del trabajo y su ocio sabático complementario en forma de descanso dominical, dejando –ojalá- de girar el peor invento de la humanidad, la rueda de los siete días para siempre!

 109- Medios de distracción masiva: Los llamados medios de comunicación distraen a las masas ocultándoles la verdad y sus miserias al mostrarles, a cambio, la realidad sucedánea o interina, que hace las veces de la otra. Distraer a la gente, presentándole una realidad virtual, ficticia, un reality show o espectáculo de la realidad que justifica la realidad del espectáculo, es su oficio y su maleficio. Nos distraen con otros tiempos (ya sean históricos o ya futuros) y con otros ámbitos geográficos de lo que sucede aquí y ahora, ocultándonos que, como intuye la sabiduría popular, “en todas partes cuecen habas, y en mi casa a calderadas”. 

 110.- Democracia.- ¿Qué cosa puede ser la voluntad del pueblo, esa voluntad de todos y a la vez de cada uno que los políticos profesionales que se presentan a las elecciones quieren que se vuelque en las urnas, lo que supone la metamorfosis del pueblo en electorado, y por lo tanto su muerte como pueblo? ¿Que gobierne la izquierda o la derecha, o esa componenda del falso espectro electoral que llaman el centro? ¿O que gobierne alguna fuerza política que todavía no se ha dibujado en el panorama electoral? La democracia niega al pueblo aquello mismo que le da, a saber, la soberanía popular, concediéndosela a sus legítimos representantes elegidos en las urnas por sufragio universal. ¿No será, más bien, la voluntad del pueblo que no gobierne nadie, que no mande nadie, que nadie sea más que nadie, que el pueblo sea su único y solo soberano? Toda urna democrática es en esencia una urna fúnebre, una papelera donde yacen, escritos, muertos, los votos, los deseos de que las cosas sean de otra manera en listas cerradas de nombres propios, que yacerán enseguida en la fosa común del olvido.

 

Banco sin asiento para hacer un alto en el camino.

jueves, 8 de junio de 2023

Cuartetas apócrifas del poeta persa Omar

Cuando me muera, morirán también las cosas, /  caerá el telón y las vanas, falsas apariencias / reales de este mundo a veces tan hermosas, /  caerán las máscaras, los imperios y las rosas. 
 
Gocé de odaliscas complacientes y su belleza, / que es flor de un día, fugitiva y pasajera, / acariciándoles sin fin su cuerpo y su alma, / bebiendo el vino del placer que ahuyenta penas. 
 
 

 ¿Dónde las legendarias rosas del Irán  /  y su fragancia? ¿Dónde aquel vergel está / de Babilonia, y los que no tenían nada /  que envidiar a las huríes, efebos deslumbrantes? 
 
¿Dónde las legendarias rosas del Irán / y su fragancia? ¿Dónde aquel jardín está / del Edén y dónde la maravilla, Babilonia, / espejismo vano de un desértico arenal? 
 
 

Bebiendo el vino de color rubí encendido /  me olvido yo de mí y del mundo, que es el mar /  donde naufrago, y de penosos sinsabores / de la vida, en vino tinto como la amapola. 
 
En mi juventud busqué en los libros la verdad / y sólo hallé creencias, dogmas, fe en el cielo / y el infierno, y preferí el licor de las tabernas /  huyendo de iglesias, sinagogas y mezquitas. 
 
 

Escucha, joven: esta rosa que te doy /  está flagrante: huélala, mañana ya / se habrá ajado. Bebe vino y goza, pues, /  de la rosa efímera, antes de que se haga polvo. 
 
 Goza del vino, de la música y las mujeres, / de los perfumes, los efebos y quereres, / ahora o nunca; no pospongas los placeres: / el vasto río del tiempo fluye y nos arrolla. 
 
 
 Al lado de una esbelta joven como espiga / de rubio trigo, con el sabor aún del vino /  en los labios, antes de que el viento de la Muerte / te sorprenda helando tu sonrisa para siempre.
 
Goza del día de hoy, el único que hay / y es tuyo ahora, en el que yacen los recuerdos /  del ayer –olvídalos déjandolos que afloren- / y los temores y deseos del futuro.
 
 

No trueques cosas por las ideas de esas cosas: / disfruta de ellas mientras puedas, sin resabios / del pasado, sin proyectos de futuro: goza / de este momento, que es el solo cierto que hay. 
 

Las huríes de ojos de jade y el Edén no existen, / espejismos del desierto ardiente y deslumbrante. / Desoye, pues, la llamada del tambor lejano /  y olvídate de la muerte y  del futuro ahora.

 

miércoles, 7 de junio de 2023

Contra la Organización (erre que erre)

    Una publicación del Parlamento Europeo de fecha 25 de septiembre de 2020, cuando estábamos inmersos o, mejor, sumergidos involuntariamente en plena pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud (en adelante, la Organización a secas), por lo que no le prestamos mucha atención al dato, reveló que la Organización tenía  conflicto de intereses.

    Conviene aclarar este concepto de “conflicto de intereses” antes de seguir adelante y que se nos tache de complotistas o conspiracionistas paranoicos por denunciar lo que es en toda regla un complot o una conspiración. Es fácil de entender y se comprende enseguida  el concepto: Los conflictos de interés son situaciones en las que se entrecruzan el interés humanitario que declara una persona o una institución para justificar sus acciones o decisiones y el interés secundario subyacente y no confesado, por otra parte, que es el principal y que se mantiene oculto porque es de tipo económico o, lo que es lo mismo, personal y privado, por aquello que ya decía Píndaro de que el hombre es dinero, lo que implica que también sea político. A la Organización nuestra salud no le importa lo más mínimo, o le importa un carajo, sólo le preocupa el fetiche biempensante de la Salud Mundial tras el que se parapeta.

 

    Según esto, el interés primario o declarado de la Organización sería, como su nombre indica en la lengua el Imperio, la “world health”, es decir, la salud del mundo o del globo, como dicen ahora como si hiciera falta insistir en la redondez del planeta, para que no se les tache de terraplanistas, pero el interés secundario y no confesado es acrecentar su peculio económico y por lo tanto su capital también político, porque lo uno va ligado inextricablemente con lo otro, lo que consiguen gracias a los mecenas que financian su labor.

    ¿Quiénes son esos filántropos? Pues bien, la susodicha publicación oficial del engendro belicista de la Unión Europea dice literalmente: «La OMS está financiada en un 80% por donantes privados y en un 20% por contribuciones de los Estados miembros. La Fundación Bill Gates, que es uno de los mayores defensores de los organismos modificados genéticamente del mundo, es ahora uno de sus principales colaboradores…». 

 

    La Organización, por lo tanto, es una entidad privada, subvencionada en un 80% con capital privado y sólo en un 20% con dinero público de los Estados miembros. Conviene decirlo porque mucha gente ingenua cree todavía que la Organización es una institución pública y benéfica, una suerte de hermanita de la caridad sin ánimo de lucro, cuyo interés es, como su nombre indica, la salud y bienestar de la gente. 

    Independientemente del origen del dinero público o privado, la Organización es una institución non sine animo lucrandi, que aspira, sin embargo, a imponer su política sanitaria a todo el planeta so pretexto de salvar a la Humanidad de futuras pandemias reales o imaginarias, para el caso da igual, cosa que ya hizo con la servidumbre y complicidad vasallática de la mayoría de los gobiernos durante estos tres años pasados.

 

    El caso es que la Organización ha firmado el 5 de junio en Ginebra con la Comisión Europea “una iniciativa histórica para fortalecer la seguridad sanitaria mundial”, según su rimbombante nota de prensa La Organización quiere hacer extensible a sus estados miembros el pase digital europeo, convirtiéndolo en un "bien público global".

    Este futuro sistema global de certificación pretende ayudar a facilitar la movilidad y proteger a los ciudadanos de todo el mundo contra las amenazas actuales y futuras para la salud. El proyecto es crear un certificado digital internacional “de buena salud” expedido por la Organización, incluyendo la cartilla digital de vacunación. Los amantes del control por el control están de enhorabuena. 

 


    La Unión Europea establece un estándar mundial con 80 países y territorios conectados al certificado digital, que facilitaría los viajes y el turismo internacional, unos viajes y un turismo que previamente se restringirán cuando se declare una pandemia o cualquier otra emergencia sanitaria, que puede ser climática, por ejemplo también.


Ovejas, Pawel Kuczynski
 
(Lástima que al subir la última imagen se haya borrado el final de la entrada, que no soy capaz de recuperar. En fin, cosas que pasan y que parece que no tienen remedio. Se trataba de una invectiva contra la Organización, que pretende, erre que erre, hacer extensivo el certificado digital de la Unión Europea dándonos un salvoconducto o pase sanitario para que podamos viajar falsamente seguros, sanos y salvos, cuando se prohíba previamente viajar  por razones sanitarias. )

martes, 6 de junio de 2023

Cuarto trastero de rimas

Un hombre, un voto

Un hombre no es un solo / y único voto: / es un voto a Dios y otro / voto al demonio.

oOo

Tanto monta, monta tanto


 Tanto montan Isabel /como Fernando: tanto mandan, mandan / tanto: se ha logrado ya /que igual dé el timbre de la voz de mando.

oOo

No hay futuro (ni falta que hace)

No hay futuro que venga, no, a liberar de ahora, /ni hay futuro que vaya nunca a librar del tiempo.

oOo 

De la esencial heterogeneidad del ser (Machado)

 

Ni uno y uno suman dos, / ni dos y dos son cuatro, no, señores / matemáticos. Mintió  / Pitágoras, Pitágoras mentía. /  Que uno nunca es uno ni es / idéntico a sí mismo: uno es otro, / siempre otro. Que mintió /  Pitágoras, Pitágoras mentía.

oOo

Fe o barbarie

Dicen que hace falta creer en algo, / fe para evitar la barbarie ciega. /Me parece a mí que la fe es la verdadera barbarie.

oOo

Del taller de poesía popular de Góngora:

"Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías..." 

No me meto en política, la tengo / y he tenido metida siempre dentro.

 No hay izquierda que valga ni derecha, / cara y cruz de una idéntica moneda.

Nadie usurpe el poder del pueblo llano: / sea el pueblo su único soberano. 

oOo

Tántalo

Mis penas no son mías, / son las de tantos. / Yo ahora soy cualquiera, /   me llaman Tántalo.

 Quiero y no puedo: / Con el manjar delante / de hambre me muero.

Penitas de este mundo, / que no del otro. / Me pasa ahora mismo, / igual que a todos.

 Tengo y no tengo: / me llega el agua al cuello, / de sed me muero.

 oOo

Triunfo de Cupido

 Es desgracia el amor, / no tiene cura. / ¡Malhaya el niño dios, /el hideputa!

lunes, 5 de junio de 2023

Manifiesto del Partido Que No Existe (y II)

     ¿Cómo se puede formar parte del partido que no existe? No se expiden carnets ni hay militancia ni conscripción o servicio militar. Tampoco existe la figura del afiliado incorporado al partido como si fuera un miembro prohijado. Cualquiera forma parte del partido que no existe con tal de negarse a participar en las elecciones, renunciando tanto al derecho de sufragio activo como al pasivo, es decir negándose tanto a elegir como a ser elegido. 

    Contra el dogma fundamental democrático de que "una persona (o un hombre, como se decía antes, incluida la mujer) es un voto", del que estaban excluidos los menores de edad y los que no pertenecen al Estado correspondiente porque no tienen la nacionalidad, un voto que se expresa periódicamente cuando las autoridades lo requieren, el sentir popular nos advierte de que una persona no es un único voto, sino, al menos, dos: un voto a Dios y otro al Diablo, lo que hace imposible su contabilidad. Pero en esa contabilidad de que uno no puede votar más que una vez y expresar un único voto se basan las Juntas Electorales para realizar sus cómputos, por lo que los resultados de unas elecciones nunca podrán ser verdaderos. 

          El recuento de votos configura una mayoría, siempre relativa de individuos personales computados, que impone su gobierno a la totalidad, haciéndose valer la una por la otra, pero la mayoría es una masa de individuos personales que se han convertido en electores cediendo su soberanía para que se produzca la ilusión de un cambio que no es más que la sustitución de unos nombres propios por otros, de unas caras amables como aparecen en los carteles y en los anuncios publicitarios con una sonrisa de estúpida felicidad.

 
    Los miembros del partido que no existe no renuncian de este modo a participar en los asuntos públicos directamente, sino que renuncian a hacerlo indirectamente por medio de representantes elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal, en las que la voluntad de una mayoría se impone de modo totalitario a la totalidad.  
 
     Somos conscientes de que por no existir el partido que no existe es el auténtico aglutinante de la voluntad popular, no vamos a decir que “representante” porque no aspira a ningún tipo de representación, pero sí que aglutina al pueblo que no se resigna sumisamente a convertirse en electorado. Por eso el pueblo es el gran ausente del parlamento, y por eso nunca ha habido ni podrá haber unas elecciones democráticas, dada la contradicción interna del término griego 'democracia' que aúna dos conceptos contrapuestos como son 'pueblo' y 'poder o fuerza' que se ejerce sobre él.
 

    Se ha dicho en alguna ocasión que el partido que no existe puede agrupar a casi el 40% del electorado, que no emite su voto en la urna electoral. Y se ha dicho que es normal ese porcentaje en cualquier régimen democrático, normalizándolo así. Pero hay un error en esa formulación: el partido que no existe no agrupa a casi la mitad del electorado, sino del pueblo, a esa parte del pueblo que se resiste a ser computada y a convertirse en electorado, dando su consentimiento al mandato de los delegados, por lo que es el partido del pueblo que no se cuenta y que, por lo tanto, tampoco se somete. El partido que no existe es el único que expresa -no que representa, porque no tiene ningún interés en la representatividad- la voluntad popular, la soberanía popular, mientras que el parlamento representa al electorado, que es el pueblo convertido en masa de votantes, un pueblo que no deja de ser un invento del gobierno convenientemente adoctrinado para  dejarse gobernar.

    Cuando un político elegido cada cuatro años dice que es un representante del pueblo, hace creer que él, que es un mero portavoz de los electores que le han confiado su voto, una minoría por muy mayoritaria que sea, es él personalmente la encarnación del pueblo que representa, cuando el pueblo, como conjunto, no puede ser partido en secciones, facciones, banderías, ni conscripto en censos electorales permanentes.  
 

    Cada cuatro años generalmente se considera que debe renovarse el fetiche de la representatividad, dada su fecha de caducidad, mientras que el poder se ejerce siempre sobre el pueblo, se basa en una ficción: que un gobierno y una cámara legislativa surgidos de la elección popular representan absolutamente la verdadera voluntad popular. Un parlamento nunca puede representar a un pueblo.

    Sólo el partido que no existe en la realidad puede hacer algo contra la realidad misma porque no forma parte de ella. Los partidos existentes, por el contrario, solo pueden sustentarla porque esa y no otra es la razón única de su existencia.
 
 

    Disculpa final por el uso y abuso del término 'partido' a lo largo del manifiesto, que es un sustantivo polisémico formado sobre el participio de perfecto del verbo 'partir', derivado de 'parte', que subyace bajo todos sus significados. Debajo de sus usos se halla la idea de partición de un todo o conjunto. En el caso de los partidos políticos ordinarios del derechas puede verse que son particiones o divisiones del conjunto del pueblo convertido en ciudadanía electoral de la que están excluidos los extranjeros y los nacionales menores de edad. Los que disienten de una determinada forma de hacer política se organizan en una facción distinta de la gobernante y concurren en las elecciones periódicas para obtener un respaldo mayoritario, siempre relativo, de la ciudadanía, y lograr que la mayoría se imponga a la totalidad. Los partidos políticos ordinarios son pues particiones, divisiones o facciones de la ciudadanía que aspiran a imponerse sobre la totalidad fomentando un cambio, que será solo nominal, que hará que todo siga igual al fin y a la postre. El partido que no existe, a diferencia de los partidos existentes, no aspira a eso, sino a todo lo contrario.

domingo, 4 de junio de 2023

Manifiesto del Partido Que No Existe (I)

    Hay un partido político, por así llamarlo, muy heterogéneo que agrupa a quienes no quieren delegar su poder en representantes o mandatarios que ejercen su gobierno sobre toda la población, y que toman decisiones en nombre de sus mandantes, según el fetichismo político del sistema democrático vigente que los convierte de delegados en gobernantes. 
 
    Podría decirse que dicho partido representa, valga la paradoja, a quienes no quieren que los represente nadie. Es este obviamente un partido extraparlamentario, que está, por lo tanto, fuera del arco del parlamento y que no aspira bajo ningún concepto a entrar en el hemiciclo, pero no es un partido marginal sino centrado en el rechazo de la representatividad. 
 
    No está constituido como tal partido político, ni aspira a estarlo, pero se constituye de alguna forma provisionalmente cada vez que alguien, como ahora nosotros, se pone a hablar de él, denominándolo, como hacemos aquí, el partido inexistente o, mejor aún, sacando la negación para que actúe claramente desde fuera del término, el partido que no existe. El hecho de hablar de él es su acto fundacional constituyente.  

Borregos, Paul Kuczynski (2013)

     Este partido se caracteriza porque no existe, como queda dicho, es decir, no está inscrito en el Registro de Partidos Políticos. No tiene nombre propio ni siglas ni logotipo ni ideología ni simbolismo. No hay ningún acta notarial que refleje su constitución donde figuren los promotores y consten sus datos personales su nombre propio y apellidos, número de documento nacional de identidad, domicilio, estado civil, profesión... y demás requisitos legales e imposiciones individuales.
 
    Tampoco tiene un domicilio social ni unos estatutos por los que regirse como los partidos ordinarios existentes, todos ellos de estructura jerárquica piramidal, pero este partido que no existe, como se ha dicho al principio, aunque no exista, lo hay,  está presente aquí y ahora, cada vez que alguien se pone a hablar de él y a darle voz. Se trata de un partido que cuenta, aunque no en el sentido del cómputo numérico, con una poderosa fuerza simpatizante que no delega su poder en ningún mandatario a través del sufragio universal: nosotros mismos, por ejemplo.
 
 
     A diferencia de los partidos políticos existentes, que son los partidos del derechas constituidos como tales (metemos en el mismo saco a los partidos tanto de izquierdas como de derechas, incluidas sus extremidades o las modalidades extremas de ambas, y a los que aspiran a ocupar el centro de ese falso espectro político), el partido que no existe es un partido del revés, contrapuesto a todos los existentes, que no se caracteriza por ninguna nota positiva, sino al contrario por las siguientes notas negativas: 
 
a) No presenta, ante la convocatoria de comicios electorales, ninguna lista cerrada de candidatos (pero tampoco se le ocurre caer en el error de proponer listas abiertas) ni para la cámara baja del Congreso ni para la alta del Senado, ni para elecciones autonómicas, municipales o europeas ni de ningún tipo posible, como los partidos ordinarios que aspiran a representación parlamentaria y que, según la vigente ley electoral, deben tener una composición equilibrada de mujeres y hombres, “de forma que en el conjunto de la lista los candidatos de cada uno de los sexos supongan como mínimo el cuarenta por ciento”, lo que por cierto contraviene la indeterminación sexual de aquellas personas que no quieran definirse como binarias.
 
b) No participa en ninguna campaña electoral, por lo que no pide el voto para ningún partido político o coalición, ni, por supuesto, para sí mismo. Tampoco pregona el voto en blanco ni el voto nulo,  ya que quien convoca unas elecciones somete al pueblo a la condición de electorado, y cuando los electores eligen entre los términos de la alternativa que se les oferta están sometiéndose a quien ha diseñado la alternativa. 
 
    Ante una convocatoria electoral el partido que no existe no da ninguna consigna a sus simpatizantes, simplemente, no se da por enterado. Los que mandan, que son en última instancia los más mandados, pueden preguntar lo que quieran a los que se dejan mandar cuando cumplen con el deber que se les ha inculcado por el bien común de responder a lo que les preguntan. En una sociedad democrática como la nuestra las alternativas que se ofrecen son indiferentes, y generalmente se reducen a dos opciones indistinguibles -al estilo norteamericano-, de ahí que el bipartidismo sea la perfección más cabal de la democracia: la derecha y la izquierda son las dos manos que utiliza, ambidiestro que es, indistintamente el Poder. 
 
 
c) El partido que no existe no cuenta con afiliados ni militantes entre sus bases, por lo que tampoco hay cuotas ni aportaciones económicas privadas reflejadas en una cuenta financiera abierta exclusivamente para dicho fin, como hacen los partidos del derechas. No se admiten tampoco donaciones de ningún tipo, por lo que no presenta cuentas que no tiene al Tribunal de Cuentas. El partido que no existe a diferencia de los partidos del derechas, no cuenta con recursos económicos procedentes de la financiación pública ni autonómica ni central, ni ordinarios ni extraordinarios, ni tampoco de la financiación privada, por lo que no recibe ni admite subvenciones ni del Estado ni del capital. 
 
d) El partido que no existe no cuenta con cargos directivos tales como presidente, tesorero, secretario general ni representante legal alguno, dado que sin ser un partido ilegal o contrario a la ley, es un partido alegal, ya que no está regulado ni prohibido por el ordenamiento de las leyes vigentes. El partido que no existe, como queda dicho, rehúye cualquier forma de organización jerárquica o vertical, como la que tienen los partidos ordinarios existentes.

sábado, 3 de junio de 2023

¿Futuro? ¡No, gracias! (y II)

    El poeta hispanorromano Marco Valerio Marcial ha tratado en otro de sus epigramas el viejo tópico horaciano del "carpe diem": en el número 15 del libro primero,  dedicado a su viejo y entrañable amigo Julio,   que está a punto de cumplir los sesenta años y que, a pesar de su avanzada edad, no ha vivido la vida,  porque siempre ha pospuesto los gozos -gaudia non remanent sed fugitiua uolant-, unos gozos que no permanecen, sino que vuelan huidizos en aras de un porvenir que nunca llega. Podría titularse "Esperando el porvenir", como aquella copla que popularizó Carmen Martín Gaite en el título de uno de sus ensayos: "Sentaíto en la escalera, / sentaíto en la escalera, / esperando el porvenir / y el porvenir que no llega."


 Julio, el mejor de mis muchos amigos y más entrañable,
si algo la lealtad     vale de vieja amistad,
ya casi sexagenario, pues poco te falta, y no obstante
cuenta tu larga edad     vida poquísima aún.
No pospongas a bien lo que veas que pueden negarte.
Sólo por tuyo ten     lo que pusiste en tu haber.
Cuitas te aguardan y larga cadena de pena acuciante.
No permanece ningún     gozo, volando se van.
Julio, atrápalos pues con tus manos y dales alcance,
que huyen con todo así     de íntimo abrazo también.
Créeme, no es decir "Viviré" propio de alguien que sabe.
Vida que está por vivir     llega muy tarde. Vive hoy. 



O mihi post nullos, Iuli, memorande sodales,
si quid longa fides canaque iura ualent,
bis iam paene tibi consul tricensimus instat,
et numerat paucos vix tua vita dies.
Non bene distuleris uideas quae posse negari,
et solum hoc ducas, quod fuit, esse tuum.
Expectant curaeque catenatique labores,
gaudia non remanent, sed fugitiua uolant.
Haec utraque manu conplexuque adsere toto:
saepe fluunt imo sic quoque lapsa sinu.
Non est, crede mihi, sapientis dicere 'Viuam':
Sera nimis uita est crastina: uiue hodie
.

viernes, 2 de junio de 2023

Palabrería

    Hay un adagio latino muy célebre que ha sido proclamado por muchas personalidades que dice: RES, NON VERBA. (Cosas, no palabras). El dicho contrapone, por un lado, las cosas, es decir, las realidades, con las palabras, y, por el otro lado, se exige que haya cosas y no palabras, como si los hechos y los dichos fueran cosas -digo bien 'cosas'- diametralmente distintas. Tanto las palabras como las cosas son cosas, y tanto las unas como las otras son palabras.

    Cuando alguien, por lo tanto, dice algo como: Déjate de palabras, y vamos a los hechos, por ejemplo, establece una división entre la teoría y la práctica que no se sostiene, porque la teoría también es una forma de práctica, y esta última admite también la teoría. 

     Pero puede tener algo de reclamación popular cuando se les exige a los políticos que cumplan sus promesas electorales, que se dejen de palabrería con la que nos envuelven, seducen y engañan, y que hagan el cambio que han prometido y que no pueden hacer porque ellos no son la solución del problema, sino parte importante de él, y solo pueden hacer lo que ya está hecho.

    En este sentido resultaba sarcástica aquella pintada creo que era argentina que decía: Basta de realidades, queremos promesas, que vendría a ser lo contrario del adagio latino que citábamos al principio: VERBA, NON RES. El pueblo ya no quiere realidades, quiere palabras, porque la palabra, como dijo el sofista Gorgias en su Encomio de Hélena, es un poderoso soberano (λόγος δυνάστης μέγας ἐστίν), que puede llevar a cabo acciones divinas, como hacer, por ejemplo, que cese el terror, matar las penas, infundirnos alegría, y acrecentar la compasión, pero también puede hacer todo lo contrario, porque es una poderosa droga que puede curarnos o envenenarnos. No en vano se decía en la antigüedad que los sofistas podían hacer ver lo blanco negro y lo negro blanco.

    Se desprecia a veces el valor de la palabra política, contraponiéndola a los hechos, pero la palabra política es el fundamento de la acción política misma, es el hecho que fundamenta todo el sistema. La palabra, o el discurso, o el relato, o la narrativa, no es un sustituto de la acción, es acción ella misma. Decir, lo saben bien los políticos profesionales, es sinónimo de hacer. Gobernar, lo saben bien todos los gobiernos, es mentir, y para mentir hay que hablar, y, si es posible, mucho y haciendo uso de una jerga incomprensible para el pueblo. Vana palabrería. Lo de menos es lo que se diga. 

 

    Hay un chiste clásico de Gila, que apareció en Hermano Lobo, aquel semanario de humor “dentro de lo que cabía”, que no era mucho, en el año 1974, en la que un político está hablando -abriendo la boca y gesticulando- desde una tribuna, y un paisano le pregunta a su vecino: “-¿Qué dice?” El otro le responde: “-No sé, es un discurso.” Y el primero, que ha entendido la respuesta, exclama: “¡Ah!” Con muy pocas palabras está dicho todo. El político no está diciendo nada sustancial, nada relevante, nada importante, pero está hablando, está haciendo uso de la palabra -y por lo tanto, quitándosela a los demás- pronunciando un discurso que no se entiende, por eso el paisano reconoce que no sabe qué está diciendo, porque los discursos son palabrería.

    Pero no debemos despreciar esa palabrería, porque es la que sostiene al sistema: el discurso político sostiene a la polis, es decir, al Estado. En la era del espectáculo, los gobiernos hacen permanentes comparecencias a través de los medios de (in)formación de masas a su servicio porque son conscientes de que la política es básica- y exclusivamente apariencia y palabrería.

    En sus discursos hacen uso de la palabra, una palabra que actúa como un placebo, porque saben que el sistema se sostiene con ella. Es un hablar afirmativo que trata de fomentar la fe en el propio sistema.

 

    Basándonos en la premisa de que la palabra es acción, cabe suponer que se pueda hacer un uso de ella para hacer algo como desmentir al que nos engaña, desestabilizando así el sistema todo que sostiene su discurso y el discurso que sostiene el sistema. Si el sistema se sostiene gracias a la palabra, también gracias a ella puede quizás -¿quien sabe? Pero ahí radica nuestra desesperada esperanza- tal vez tambalearse. Nada nos lo asegura, por supuesto, pero tampoco hay certeza de lo contrario.

jueves, 1 de junio de 2023

Pareceres (XXI)

101.- Dicen que su mujer, experta en marketing y merchandising -obsérvese el discreto encanto de estos términos anglosajones-, convirtió su matrimonio en la nueva pareja "real", en la doble acepción del término de 'ideal' y de 'regia', de Inglaterra, desarrollando el lado fashion y cool de su apuesto marido, al que transformó en un ídolo cuyo atuendo y aliño indumentario, sorprendentes cambios de look motivados por sus trenzas y cortes de pelo, aretes de diamantes, tatuajes y otras excentricidades o intentos de salirse del meollo, cogollo o centro mismo de la normalidad y vulgaridad que nos constituye se convertirían enseguida en puntos inevitables de referencia para millones de jóvenes del entero mundo, ávidos de disidencia y de proyectar rabiosamente una imagen rebelde de sí mismos, pasando de ser sólo un buen jugador de balompié, a ser una especie de rey Midas que, vendiendo a firmas comerciales importantísimas  de calzoncillos los derechos de su imagen iconoclasta -obsérvese la contradicción en los términos de vender una imagen rompedora y contraria a todas las imágenes habidas y por haber, que es lo que quiere decir 'iconoclasta'-, logró una cuantiosa fortuna personal cifrada en varios millones de euros, libras, dólares, yuanes o lo que sea: el dinero no tiene fronteras. 

 

102.- La profecía de un suceso conlleva a menudo el suceso de la profecía. La simple convicción o sospecha a veces de que las cosas pueden evolucionar en un sentido determinado desencadena el hecho de que se desarrollen en esa dirección.

103.- Al que se le mete una idea en la cabeza se vuelve loco”, escribió José Bergamín, ese gran poeta, y añadió: “Las ideas no deben meterse en la cabeza, sino salir de ella”. Y es que el orate no recupera la cordura hasta que no se libra, si llega a liberarse, de la idea fija y obsesiva que lo obsesiona. Hay algo comparable al gozo del orgasmo masculino -del femenino, más misterioso, mejor no hablar-, en la excreción de todas y cada una de las ideas que se apoderan de nosotros, que nos constituyen, y que lo único que hacen es entorpecer el pensamiento o razonamiento en marcha de nuestra mente como si fueran rémoras, esos peces con aletas en forma de hoja de acanto y bordes cartilaginosos sobre la cabeza, que se pegaban a los cascos de las naves y que podían, según los antiguos, llegar a detener las embarcaciones. Vemos en la eyaculación una metáfora de la liberación gozosa y sumamente placentera y gratificante de todas las ideas inculcadas que se nos han metido -porque nos las han o nos las hemos incrustado- en la cabeza. El escritor francés Guy de Maupassant escribió: Las ideas fijas tienen la tenacidad roedora de las enfermedades incurables. Una vez que penetran en un alma, la devoran, no le dejan la libertad de pensar en nada, de interesarse por nada, de tomarle gusto a ninguna cosa

 104.- ¿Es libertad el hecho de poder elegir, como parece a simple vista, entre dos o más opciones que se nos brindan? ¿Somos libres porque podemos optar, o, precisamente el hecho de poder decantarnos por una u otra opción nos priva de libertad? Esa es la cuestión. ¿No es cierto que la elección es indiferente en el fondo, mera cuestión formal de gustos y estilos personales? ¿No resulta a fin de cuentas trivial cualquier elección que hagamos de uno u otro candidato político, de esta o aquella emisora de televisión, de tal o cual confesión religiosa, de una u otra marca que comparemos y compremos en el mercado –comprar procede etimológicamente de “comparar”, a sabiendas de que todas las comparaciones son odiosas?

105.- Pensar, esa debilidad del cerebro, no es trabajo fácil, sino una tarea para la que tenemos toda una vida por delante, una vida breve, como suele decirse, para una tarea interminable de demolición derribo: ars longa, uita breuis: lo que hay que hacer es mucho y la vida es breve. Pensar es decir que no.