Una publicación del Parlamento Europeo de fecha 25 de septiembre de 2020, cuando estábamos inmersos o, mejor, sumergidos involuntariamente en plena pandemia decretada por la Organización Mundial de la Salud (en adelante, la Organización a secas), por lo que no le prestamos mucha atención al dato, reveló que la Organización tenía conflicto de intereses.
Conviene aclarar este concepto de “conflicto de intereses” antes de seguir adelante y que se nos tache de complotistas o conspiracionistas paranoicos por denunciar lo que es en toda regla un complot o una conspiración. Es fácil de entender y se comprende enseguida el concepto: Los conflictos de interés son situaciones en las que se entrecruzan el interés humanitario que declara una persona o una institución para justificar sus acciones o decisiones y el interés secundario subyacente y no confesado, por otra parte, que es el principal y que se mantiene oculto porque es de tipo económico o, lo que es lo mismo, personal y privado, por aquello que ya decía Píndaro de que el hombre es dinero, lo que implica que también sea político. A la Organización nuestra salud no le importa lo más mínimo, o le importa un carajo, sólo le preocupa el fetiche biempensante de la Salud Mundial tras el que se parapeta.
Según esto, el interés primario o declarado de la Organización sería, como su nombre indica en la lengua el Imperio, la “world health”, es decir, la salud del mundo o del globo, como dicen ahora como si hiciera falta insistir en la redondez del planeta, para que no se les tache de terraplanistas, pero el interés secundario y no confesado es acrecentar su peculio económico y por lo tanto su capital también político, porque lo uno va ligado inextricablemente con lo otro, lo que consiguen gracias a los mecenas que financian su labor.
¿Quiénes son esos filántropos? Pues bien, la susodicha publicación oficial del engendro belicista de la Unión Europea dice literalmente: «La OMS está financiada en un 80% por donantes privados y en un 20% por contribuciones de los Estados miembros. La Fundación Bill Gates, que es uno de los mayores defensores de los organismos modificados genéticamente del mundo, es ahora uno de sus principales colaboradores…».
La Organización, por lo tanto, es una entidad privada, subvencionada en un 80% con capital privado y sólo en un 20% con dinero público de los Estados miembros. Conviene decirlo porque mucha gente ingenua cree todavía que la Organización es una institución pública y benéfica, una suerte de hermanita de la caridad sin ánimo de lucro, cuyo interés es, como su nombre indica, la salud y bienestar de la gente.
Independientemente del origen del dinero público o privado, la Organización es una institución non sine animo lucrandi, que aspira, sin embargo, a imponer su política sanitaria a todo el planeta so pretexto de salvar a la Humanidad de futuras pandemias reales o imaginarias, para el caso da igual, cosa que ya hizo con la servidumbre y complicidad vasallática de la mayoría de los gobiernos durante estos tres años pasados.
El caso es que la Organización ha firmado el 5 de junio en Ginebra con la Comisión Europea “una iniciativa histórica para fortalecer la seguridad sanitaria mundial”, según su rimbombante nota de prensa. La Organización quiere hacer extensible a sus estados miembros el pase digital europeo, convirtiéndolo en un "bien público global".
Este futuro sistema global de certificación pretende ayudar a facilitar la movilidad y proteger a los ciudadanos de todo el mundo contra las amenazas actuales y futuras para la salud. El proyecto es crear un certificado digital internacional “de buena salud” expedido por la Organización, incluyendo la cartilla digital de vacunación. Los amantes del control por el control están de enhorabuena.
La Unión Europea establece un estándar mundial con 80 países y territorios conectados al certificado digital, que facilitaría los viajes y el turismo internacional, unos viajes y un turismo que previamente se restringirán cuando se declare una pandemia o cualquier otra emergencia sanitaria, que puede ser climática, por ejemplo también.