En
el Diccionario del siglo XXI (1998) del señor Jacques Attali,
si dejamos aparte algunas excentricidades futuroides como la de
"Marte" (El hombre alcanzará Marte hacia 2040,
tras un viaje de dos años. En 2100, se instalará allí quizá el
primer hábitat humano y el planeta rojo servirá de estación para
las exploraciones fuera del sistema solar) o la de
"extraterrestres" (... la humanidad será quizá
contactada por otras formas de inteligencia más avanzadas que la
suya), se encuentran numerosas claves para entender lo
que pasa ahora en 2021, veintitrés años después de publicadas sus profecías. Nos
interesan más que los mencionados otros epígrafes, que,
pronosticados por este señor consejero de tantos podereosos de "distinto" signo político como Mitterand o Macron, se han
visto ya cumplidos o se están realizando, como los siguientes.
En
lo político, veamos lo que dice por ejemplo de "democracia",
que es el sistema de dominio vigente de perfecta dictadura que padecemos: Se anuncia
para el siglo que viene la victoria de la democracia, su extensión
indefinida a todos los dominios de los que ahora está excluida. Ella
ha ganado en efecto todas las batallas contra todos sus adversarios y
se extiende por países donde se la creía imposible. El mercado* la
consolida reforzando el individualismo*, la competición, la
trasparencia, la exigencia de espíritu crítico. Los pueblos que la
han conquistado parecen dispuestos a todo para preservarla.
Busquemos
ahora "pánico": "El pánico, movimiento
gregario por el que cada cual imita al otro por miedo a ser
marginado, dejado de lado, no es un desarreglo de la civilización
occidental, sino su propia sustancia. Desempeñará en ella un papel
cada vez más importante."
Curioso,
en lo que atañe a la economía, el epígrafe "renta":
Cualquier persona tendrá quizá un día derecho a una renta decente
pagada por el Estado* independientemente de cualquier actividad*: la
renta universal. Pero nos
explica el señor Attali qué entiende por "decente".
Veamos,
por ejemplo, a propósito de la crisis sanitaria que sufrimos, lo que
dice de "epidemia": Allí se puede leer: "Se
tomarán medidas planetarias de acantonamiento (cantonnement
en francés, que es sinónimo de confinamiento, por lo que cabe
dicha traducción sin ningún escándalo ni nadie que se rasgue las
vestiduras) que pondrán en cuestión, durante un tiempo, el
nomadismo* y la democracia*. (Las palabras que llevan un
asterisco son términos del diccionario). Como en el siglo XV a
escala de las naciones, de la epidemia nacerá una policía esta vez
necesariamente mundial. Por lo tanto, llegado a un punto, un poder
planetario". (Lo de planetario también es sinónimo, para
entendernos mejor, de global, la famosa gobernanza global). ¡Qué
curioso poder de adivinación el de este hombre, qué visionario!
Busquemos
ahora "enfermedades":
"En
cierta manera, muchas nuevas enfermedades estarán ligadas al
nomadismo* del hecho de viajar los hombrres y los virus de especie en
especie. Su control pasará por la puesta en marcha de barreras
destinadas a prohibir estos viajes."
Busquemos,
"medicina":
"Modificada por la electrónica, después totalmente
revolucionada por la genética, se ocupará al menos tanto de las
personas sanas como de los enfermos. Se intentará en primer lugar
definir un perfil de vida normal -talla, peso, criterios de
normalidad bioquímicos-, y se establecerán normas de conducta que
cada cual se afanará por respetar so pena de perder el beneficio de
los seguros* múltiples que le habrán incitado a suscribir. Se
generalizará el telediagnóstico
y el teletratamiento."
¡Qué
profeta! ¡Es el oráculo de Delfos! ¡La Sibila de Cumas que anunció la última edad! ¡Qué curioso que la medicina
se ocupe de las personas sanas -quizá debería haber dicho
asintomáticas- y no sólo de las enfermas!
En
cuanto a lo metafísico y ontológico, esto es lo que dice el señor
Jacques Attali bajo el epígrafe de “identidad”. Atentos:
Cada individuo será definido y clasificado por un número de
código único que englobará la identificación del pasaporte*, el
téléfono* personal, la afiliación a la Seguridad Social, la
tarjeta de crédito, el monedero* electrónico. Cada uno estará
también determinado por una huella digital y una “huella del fondo
del ojo”, medio imparable de verificar quién retira dinero en una
cuenta bancaria o manipula un ordenador*.
A
la inversa, cada cual intentará escapar de su unicidad, no reducirse
al número que la sociedad le ha asignado, buscará, escoger
historias, pasados, nombres, otras identidades (y a cambiarlas sin
cesar por autocreación en un carnaval generalizado), vivir de manera
múltiple, ejerciendo varios oficios* y pertenenciendo a varias
familias* simultáneas.
Los
pobres de los países ricos estarán bastante con el agua al cuello
hasta el punto de vender su nacionalidad como venden ya la sangre,
incluso sus órganos*. Se encontrarán entonces apátridas con quizás
todavía medios para comprar un pasaporte* menos preciado que el que
han vendido. Más tarde podrán incluso ceder otros elementos
constitutivos de su identidad: su nombre, su huella digital, después
su clonimagen*, incluso su propio clon*. Curioso
esto que dice de que como siempre hubo ricos y pobres, seguirá
habiéndolos, porque seguirá habiendo dinero, y uno podrá vender
algunos elementos constitutivos de su identidad, pero nunca su propia
identidad.
La
válvula de escape que da en el segundo párrafo, aunque no lo dice
explícitamente, parece que tendría que ser virtual, o sea que
podríamos liberarnos, aunque no librarnos de nuestra identidad real,
adoptando otra u otras en el ciberespacio, con lo cual internet se
convierte en lo que ya es: el soporte ideal para la realidad.
Léase,
si no, lo que se dice en el epígrafe de "virtualidad",
uno de los más sugerentes: Se abrirán unas perspectivas
vertiginosas, poniendo en cuestión conceptos filosóficos y reglas
morales de toda civilización*. Ya no sabremos distinguir de la misma
manera al loco del cuerdo, lo moral de lo amoral, lo legal de lo
alegal*, el código ético* de la Ley*. La legislación de lo
virtual no podrá ser la misma que la de lo real, ya que una de sus
razones de ser es justamente la de permitir cumplir allí lo que está
prohibido en el mundo real: la velocidad, la guerra*, la violencia*,
todas las trasgresiones... Hasta la sexualidad* dejará de ser objeto
allí de los mismos tabús. Como se autorizan hoy los asesinatos
virtuales, se autorizarán mañana violaciones virtuales.