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lunes, 6 de septiembre de 2021

Profecías de Jacques Attali

    En el Diccionario del siglo XXI (1998) del señor Jacques Attali, si dejamos aparte algunas excentricidades futuroides como la de "Marte" (El hombre alcanzará Marte hacia 2040, tras un viaje de dos años. En 2100, se instalará allí quizá el primer hábitat humano y el planeta rojo servirá de estación para las exploraciones fuera del sistema solar) o la de "extraterrestres" (... la humanidad será quizá contactada por otras formas de inteligencia más avanzadas que la suya), se encuentran numerosas claves para entender lo que pasa ahora en 2021, veintitrés años después de publicadas sus profecías. Nos interesan más que los mencionados otros epígrafes, que, pronosticados por este señor consejero de tantos podereosos de "distinto" signo político como Mitterand o Macron, se han visto ya cumplidos o se están realizando, como los siguientes.

    En lo político, veamos lo que dice por ejemplo de "democracia", que es el sistema de dominio vigente de perfecta dictadura que padecemos: Se anuncia para el siglo que viene la victoria de la democracia, su extensión indefinida a todos los dominios de los que ahora está excluida. Ella ha ganado en efecto todas las batallas contra todos sus adversarios y se extiende por países donde se la creía imposible. El mercado* la consolida reforzando el individualismo*, la competición, la trasparencia, la exigencia de espíritu crítico. Los pueblos que la han conquistado parecen dispuestos a todo para preservarla. 


     Busquemos ahora "pánico": "El pánico, movimiento gregario por el que cada cual imita al otro por miedo a ser marginado, dejado de lado, no es un desarreglo de la civilización occidental, sino su propia sustancia. Desempeñará en ella un papel cada vez más importante."

    Curioso, en lo que atañe a la economía, el epígrafe "renta": Cualquier persona tendrá quizá un día derecho a una renta decente pagada por el Estado* independientemente de cualquier actividad*: la renta universal. Pero nos explica el señor Attali qué entiende por "decente".

    Veamos, por ejemplo, a propósito de la crisis sanitaria que sufrimos, lo que dice de "epidemia": Allí se puede leer: "Se tomarán medidas planetarias de acantonamiento (cantonnement en francés, que es sinónimo de confinamiento, por lo que cabe dicha traducción sin ningún escándalo ni nadie que se rasgue las vestiduras) que pondrán en cuestión, durante un tiempo, el nomadismo* y la democracia*. (Las palabras que llevan un asterisco son términos del diccionario). Como en el siglo XV a escala de las naciones, de la epidemia nacerá una policía esta vez necesariamente mundial. Por lo tanto, llegado a un punto, un poder planetario". (Lo de planetario también es sinónimo, para entendernos mejor, de global, la famosa gobernanza global). ¡Qué curioso poder de adivinación el de este hombre, qué visionario!

    Busquemos ahora "enfermedades": "En cierta manera, muchas nuevas enfermedades estarán ligadas al nomadismo* del hecho de viajar los hombrres y los virus de especie en especie. Su control pasará por la puesta en marcha de barreras destinadas a prohibir estos viajes."

    Busquemos, "medicina": "Modificada por la electrónica, después totalmente revolucionada por la genética, se ocupará al menos tanto de las personas sanas como de los enfermos. Se intentará en primer lugar definir un perfil de vida normal -talla, peso, criterios de normalidad bioquímicos-, y se establecerán normas de conducta que cada cual se afanará por respetar so pena de perder el beneficio de los seguros* múltiples que le habrán incitado a suscribir. Se generalizará el telediagnóstico y el teletratamiento." ¡Qué profeta! ¡Es el oráculo de Delfos! ¡La Sibila de Cumas que anunció la última edad! ¡Qué curioso que la medicina se ocupe de las personas sanas -quizá debería haber dicho asintomáticas- y no sólo de las enfermas!

    En cuanto a lo metafísico y ontológico, esto es lo que dice el señor Jacques Attali bajo el epígrafe de “identidad”. Atentos: Cada individuo será definido y clasificado por un número de código único que englobará la identificación del pasaporte*, el téléfono* personal, la afiliación a la Seguridad Social, la tarjeta de crédito, el monedero* electrónico. Cada uno estará también determinado por una huella digital y una “huella del fondo del ojo”, medio imparable de verificar quién retira dinero en una cuenta bancaria o manipula un ordenador*.

    A la inversa, cada cual intentará escapar de su unicidad, no reducirse al número que la sociedad le ha asignado, buscará, escoger historias, pasados, nombres, otras identidades (y a cambiarlas sin cesar por autocreación en un carnaval generalizado), vivir de manera múltiple, ejerciendo varios oficios* y pertenenciendo a varias familias* simultáneas.

    Los pobres de los países ricos estarán bastante con el agua al cuello hasta el punto de vender su nacionalidad como venden ya la sangre, incluso sus órganos*. Se encontrarán entonces apátridas con quizás todavía medios para comprar un pasaporte* menos preciado que el que han vendido. Más tarde podrán incluso ceder otros elementos constitutivos de su identidad: su nombre, su huella digital, después su clonimagen*, incluso su propio clon*. Curioso esto que dice de que como siempre hubo ricos y pobres, seguirá habiéndolos, porque seguirá habiendo dinero, y uno podrá vender algunos elementos constitutivos de su identidad, pero nunca su propia identidad.

    La válvula de escape que da en el segundo párrafo, aunque no lo dice explícitamente, parece que tendría que ser virtual, o sea que podríamos liberarnos, aunque no librarnos de nuestra identidad real, adoptando otra u otras en el ciberespacio, con lo cual internet se convierte en lo que ya es: el soporte ideal para la realidad.

    Léase, si no, lo que se dice en el epígrafe de "virtualidad", uno de los más sugerentes: Se abrirán unas perspectivas vertiginosas, poniendo en cuestión conceptos filosóficos y reglas morales de toda civilización*. Ya no sabremos distinguir de la misma manera al loco del cuerdo, lo moral de lo amoral, lo legal de lo alegal*, el código ético* de la Ley*. La legislación de lo virtual no podrá ser la misma que la de lo real, ya que una de sus razones de ser es justamente la de permitir cumplir allí lo que está prohibido en el mundo real: la velocidad, la guerra*, la violencia*, todas las trasgresiones... Hasta la sexualidad* dejará de ser objeto allí de los mismos tabús. Como se autorizan hoy los asesinatos virtuales, se autorizarán mañana violaciones virtuales.

 

viernes, 14 de mayo de 2021

Jacques Attali, teórico de la conspiración

    Jacques Attali, que fuera asesor de Mitterand y ayudó a Macron a llegar al poder en el país vecino, escribió el 3 de mayo de 2009 un artículo titulado “Cambiar, por precaución”, publicado en L'Express, que comienza diciendo: “La Historia nos enseña que la humanidad sólo evoluciona significativamente cuando tiene verdaderamente miedo”. Resulta curioso que comience mencionando el miedo como motor significativo que hace que la humanidad evolucione, como fuerza motriz de la Historia, que él escribe con inicial mayúscula. 


     Un poco más adelante leemos: “La pandemia que comienza -se refería a la gripe H1N1 de 2009-, podría desencadenar uno de estos miedos estructurantes”. Era un poco aventurado pero se sugería que la finalmente fallida pandemia porcina podría desencadenar un miedo que califica con el sorprendente adjetivo de “estructurante” es decir que estructura, estructurador. La incipiente pandemia podría hacer que cundiera un miedo edificante que hiciera evolucionar a la humanidad significativamente, como no habían logrado las dos pandemias anteriores que cita: la crisis de las vacas locas de 2001 en Gran Bretaña y la de la gripe aviar de 2003 en China.

    Attali no podía saber entonces si aquella incipiente pandemia iba a ser más grave que las anteriores o iba a quedarse en agua de borrajas, como al final se quedó, pero si fuera más grave, lo que era posible, traería consecuencias planetarias tanto económicas como políticas; y si no era más grave que las anteriores, como cabía esperar, no había que desaprovechar las lecciones que había que sacar de ella “antes de la próxima, inevitable” (“avant la prochaine, inévitable”.) Se refería a la próxima pandemia, claro está, que él, autor de un libro titulado “Una breve historia del futuro”, publicado tres años antes en 2006, ya estaba vaticinando.

    Y hacia el final del artículo decía: “Entonces se llegará, mucho más rápidamente de lo que hubiera permitido la sola razón económica, a sentar las bases de un verdadero gobierno mundial.”

    Leído ahora, doce años después, este texto resulta visionario y apocalíptico, en el sentido etimológico del término, esto es: revelador. Pero sobre todo profético: Ante la incipiente pandemia fallida de entonces, vaticinaba con un sorprendente oximoro a modo de traca final: “Una pandemia mayor hará entonces surgir, mejor que ningún discurso humanitario o ecológico, la toma de conciencia de la necesidad de un altruismo, por lo menos interesado”.

    Constata Attali, como buen historiador del pasado, que en el siglo XVII comenzó en Francia gracias al “hospital” (sic) la “mise en place”, expresión que le es especialmente grata y repite hasta cinco veces en el texto y que podríamos traducir como el “establecimiento”, de un verdadero Estado. ¿No estaremos ahora, a comienzos del siglo XXI, invirtiendo las tornas y haciendo que el Estado se convierta en un verdadero hospital donde todos los ciudadanos somos tratados como pacientes objetos de vigilancia intensiva y de control? ¿No es, pregunto yo, Jacques Attali un teórico de la conspiración? Desde luego, si lo hubiera dicho otro habría sido tildado enseguida de conspiranoico o, como dicen los franceses, de “complotiste”.