sábado, 19 de junio de 2021

De la metamorfosis

 

     ὅτε ἤμην νήπιος, ἐλάλουν ὡς νήπιος, ἐφρόνουν ὡς νήπιος, ἐλογιζόμην ὡς νήπιος· ὅτε γέγονα ἀνήρ, κατήργηκα τὰ τοῦ νηπίου.  

    cum essem paruolus, loquebar ut paruolus, sapiebam ut paruolus, cogitabam ut paruolus. quando autem factus sum uir, euacuaui quae erant paruoli.

    Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser hombre, me despojé de las niñerías. (Epístola primera a los corintios, san Pablo, 13, 11)

Es decir he sufrido una metamorfosis. Entré por el aro de la sociedad adulta. Enterré a mi niño muerto. Vivir es sobrevivir a un niño muerto, como escribió Jean Genet en alguna parte. Esa fue mi trans-formación: he cambiado de oruga a mariposa, y sin embargo soy el mismo. O eso dice mi carné de identidad, que me asigna un número y un nombre y apellidos. Y me confiere una nacionalidad. Esa es la realidad. Ahora bien, se impone la pregunta crucial: ¿Será verdad que soy el mismo? ¿Será verdad la realidad?



viernes, 18 de junio de 2021

Del amor al prójimo, o la parábola del buen samaritano

    De las tres virtudes teologales (πίστις, ἐλπίς, ἀγάπη, pístis, elpís, agápe; que se tradujeron al latín como fides, spes, caritas respectivamente, esto es fe, esperanza y caridad respectivamente), el apóstol Pablo sentenciaba en su carta primera a los corintios que la más importante era la caridad (ἀγάπη, o sea, caritas). La traducción de Nácar-Colunga que manejo dice: Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza, la caridad; pero la más excelente de ellas es la caridadPero me atrevo a proponer una traducción altenativa, y no soy el único en hacerlo:  (...) la fe, la esperanza y el amor; pero la más excelente de ellas es el amor. La palabra latina caritas, en efecto, puede traducirse sin ningún problema por “amor”.

    Llama la atención que por encima de la fe, que es a primera vista el sostén del Régimen, y de la esperanza, que suele ser el alimento espiritual de la primera, sitúe el apóstol el amor al prójimo como la principal de las tres virtudes teológicas cristianas.

    En este punto deberíamos preguntarnos en primer lugar si el mandamiento nuevo de “amáos los unos a los otros”, el mandamiento del amor cristiano, es exclusivo del cristianismo o estaba ya inserto en el judaísmo, y en segundo lugar si es tan universal como pretende.

    La respuesta nos la da Antonio Piñero en su libro “Ciudadano Jesús” (pág. 156): “Bien entendido, el mandamiento del amor al prójimo no es nada nuevo ni en Jesús ni en el judaísmo de su tiempo, ya que era una norma de vida que se proclamaba desde antiguo en el libro del Levítico 19:18: “No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Yahvé.” Sin embargo, era usual que los judíos entendieran este precepto como restringido a los connacionales, a los hijos de Israel.” Es decir, el amor al prójimo no es un mandamiento nuevo, ya que está recogido en el Antiguo Testamento, y, en segundo lugar, no es universal, sino que se entiende como amor desinteresado al compatriota, dentro de la creencia de que Israel es el pueblo elegido y favorecido por Dios. Es, por decirlo de algún modo, un sentimiento nacionalista, fundado sobre el orgullo de pertenecer a una misma nación, que es el pueblo del Señor.

    Este concepto se amplía en Jesús, y ahí radica su novedad, lo que ha hecho que sea considerado como una de sus aportaciones más trascendentes, porque él predica la necesidad de amar a los enemigos e “incluso a los extranjeros que mostraban hacia los judíos y su ley una actitud benevolente”, como dice Piñero, y como se ve por ejemplo en la parábola del buen samaritano.  

El buen samaritano, Aimé Nicolas Morot (1880)
 

    La imagen del samaritano como el piadoso salvador del judío apaleado, ante la indiferencia del sacerdote y el levita judíos que pasan a su lado y miran a otra parte, fragua una nueva redefinición de «prójimo». Así la leemos en el evangelio de Lucas 10:30-35 Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en poder de ladrones, que le desnudaron, le cargaron de azotes y se fueron dejándole medio muerto. Por casualidad bajó un sacerdote por el mismo camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, pasando por aquel sitio, le vio también y pasó adelante. Pero un samaritano que iba de camino llegó a él, y viéndole, se movió a compasión; acercóse, le vendó las heridas, derramando en ellas aceite y vino; le hizo montar sobre su propia cabalgadura, le condujo al mesón y cuidó de él. A la mañana, sacando dos denarios, se los dio al mesonero y dijo: Cuida de él, y lo que gastares, a la vuelta te lo pagaré. 

    Los samaritanos y los judíos constituían rivales irreconciliables; unos a otros se consideraban herejes. Eran, en efecto, los samaritanos unos extranjeros muy cercanos a los judíos, porque creían en el mismo Dios y en la misma ley mosaica que ellos, por lo que había que perdonarles las faltas, no teniéndoselas en cuenta. Sin embargo, el sacerdote y el levita de la parábola eran judíos, igual que la víctima del latrocinio, pero pasaron de largo, sin prestar auxilio a su compatriota, mientras que el samaritano, que era un enemigo político, no lo es para Jesús, hermanado como está en las mismas creencias y en la misma esperanza en la llegada del Reino de Dios.

El buen samaritano (después de Delacroix), Vincent Van Gogh (1890)
 

    Si utilizamos los términos latinos inimici y hostes para referirnos en el primer caso a los enemigos personales (*in-amici, no-amigos) y en el segundo a los enemigos públicos, Jesús predica el amor a los primeros, a los enemigos privados entre los compatriotas, que pueden ser ganados para la causa, pero Jesús no amó nunca a los enemigos públicos del Reino de Dios: a los romanos, en primera instancia, que habían sojuzgado al pueblo de Israel, y a los fariseos, escribas, saduceos y sumos sacerdotes, que a la vez eran ricos comerciantes que pertenecían a la casta a la que le favorecía la “pax Romana” para sus negocios.

    Pero el inventor del cristianismo no es el Jesús histórico sino su apóstol Pablo, que extiende el concepto de “pueblo elegido” a toda la humanidad, ampliando la exigencia del concepto de circuncisión hasta difuminarla,  fundando el catolicismo y modificando el sentido nacionalista restringido del amor al prójimo que Jesús había modificado, ampliándolo considerablemente.

jueves, 17 de junio de 2021

Presuntos delincuentes

    Algunos se han rasgado las vestiduras por la promulgación en el BOE de la Ley Orgánica 7/2021, de 26 de mayo de 2021, de “protección de datos personales tratados para fines de prevención, detección, investigación y enjuiciamiento de infracciones penales y de ejecución de sanciones penales”, cuya tramitación, sin embargo, no ha tenido demasiada repercusión en los medios, ocupados como están en otros asuntos de máximo calado.

    El escándalo viene porque en el apartado a) del Artículo 9 de la ley se permite haces distinciones -perfiles, dice la ley- sobre “personas respecto de las cuales existan motivos fundados para presumir que hayan cometido, puedan cometer o colaborar en la comisión de una infracción penal”. El Boletín Oficial del Estado presupone, así, que algunos de sus súbditos son presuntos delincuentes que pueden cometer un delito.

    Más adelante, en el artículo 15 se dice que la “captación, reproducción y tratamiento de datos personales por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en los términos previstos en esta Ley Orgánica, así como las actividades preparatorias, no se considerarán intromisiones ilegítimas en el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen“. (Los subrayados son míos).

    Algunos han señalado que esta ley establece de esta forma el concepto de justicia preventiva de sentencia previa como en la película “Minority Report” de Steven Spielberg (2002), basada en un relato corto del visionario K. S. Dick, donde la unidad de élite de la policía, llamada Precrimen perseguía a los presuntos asesinos antes de que, pasando de la potencia aristotélica al acto, hubieran cometido el crimen. Para ello se basaban en unas "precogniciones" infalibles. 

 

Fotograma de "Minority Report", Steven Spielberb (2002)
 

    Pero esta Ley Orgánica no implanta un escenario futuroide de ficción científica, sino algo que ya practican las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los tribunales de Justicia. Estos últimos no tienen empacho en adoptar medidas cautelares de decretar prisión preventiva. 

    La susodicha ley no es más que una transposición de una directiva aprobada por el Parlamento Europeo en 2016, que España no había aplicado todavía, por lo que se ha tramitado ahora y acatado democráticamente con carácter de urgencia. Quizá esto sea tan escandaloso como el contenido de dicha Ley Orgánica que proclama nuestro Boletín Oficial del Estado.

    No se trata de legislar algo que no suceda ya: la policía trata nuestros datos. No va a condenar a nadie por la mera sospecha de que vaya a cometer un delito, pero sí, como ya hace, a investigar a los sospechosos sobre los que tienen motivos más o menos fundados de que puedan cometer un delito. De hecho, el trabajo policial no sólo consiste en investigar y perseguir los delitos ya cometidos, por ejemplo atentados terroristas, sino también en prevenir y evitar que se cometan otros. 

Retrato de Nicolás Maquiavelo, Santi di Tito (mediados del siglo XVI)

    Bien saben los príncipes de nuestros gobiernos de la vieja Europa, a poco que hayan leído a Maquiavelo, que, como éste escribe en sus Discursos sobre la primera década de Tito Livio I.3.1: “Es necesario a quien dispone una república y ordena sus leyes presuponer que todos los hombres son malos, y que tengan siempre que poner en práctica la malignidad de su espíritu cada vez que tengan la ocasión de hacerlo libremente.” El Estado presupone que sus súbditos somos malos (tutti gli uomini essere cattivi, que dice el italiano) y que a poco que se nos presente la más mínima oportunidad vamos a poner en práctica tal perversidad. Pero es una mentira perversa considerar malos a los seres humanos cuando es el Estado, el más frío de todos los monstruos, según Nietzsche, el que miente, "y ésta es la mentira que se desliza de su boca: Yo, el Estado, soy el pueblo."

miércoles, 16 de junio de 2021

Mensajes antifascistas

El fascismo histórico es un fantasma del pasado que murió en Berlín en 1945. Un nuevo totalitarismo alza ahora el estandarte de la salud como valor insuperable. 
 
La salud no puede erigirse en un valor supremo como es la libertad, porque no es un valor sino un bien que se posee o no se posee, como la riqueza o la belleza.
 
Fascismo, nazismo y comunismo estaban encarnados en una figura humana con una cabeza visible. El nuevo totalitarismo es acéfalo, menos visible, más impersonal.
 
¿Dónde están los antifascistas ante la dictadura sanitaria que estamos padeciendo? Aquí se ve la mentira de la izquierda, que hace el juego al Estado y Capital. 
 


El totalitarismo nos impone a votantes y contribuyentes la adhesión inquebrantable a la ideología obligatoria de sentido único de la sanidad y no de la salud.
 
Hay quien, luchando con los fantasmas del pasado, no ve los que tiene enfrente: el carácter totalitario y autoritario de este régimen democrático que padecemos. 
 
Tanto la enfermedad del virus coronado como también el cambio climático reciben el mismo trato político, coartadas para poner en marcha un nuevo totalitarismo. 
 

 
Como toda verdad revelada, la científica no puede ponerse en tela de juicio, y exige sacrificios en aras del futuro que obtienen así un fundamento «racional». 
 
Los enemigos del Régimen son perseguidos por los tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial- del Estado, y son desacreditados por el cuarto, por la prensa. 
 
Pero el enemigo del pueblo, sin embargo, no es el disidente, el que no está de acuerdo con el dogma oficial, sino el Régimen, que es la democracia tecnológica.

martes, 15 de junio de 2021

Del coraje de decir que no

    La fotografía fue tomada en Hamburgo el 13 de junio de 1936. Cuando los trabajadores de los astilleros Blohm und Voss levantaban la diestra con la palma abierta haciendo el saludo fascista y gritando seguramente al unísono “Heil Hitler”, durante un acto oficial presidido por el mismísimo Führer con ocasión de la botadura de un buque de la armada alemana, un hombre permaneció cruzado de brazos. 
 
 
    Se ha querido reconocer en él al obrero alemán August Landmesser. Una de sus hijas lo ha identificado.  August se casó con una judía y fue perseguido por ello y acusado de deshonrar a la raza aria. Tras su reclusión en un campo de concentración, habría muerto en el frente. 
 
    Pero el hijo de otro de los trabajadores del astillero, también ha creído reconocer en la figura del hombre que se cruza de brazos a su padre, por lo que podría igualmente tratarse de Gustav Wegert. 
 
    Comenta el hijo que su padre nunca levantó el brazo para hacer el saludo nazi. Desde el principio del Régimen, si alguien le saludaba con el "Heil Hitler" de rigor, respondía con un simple "Guten Tag", que significa "que tenga un buen día", “buenos días”. Ni devolvía el saludo ni alzaba el brazo. 
 
Detalle de la fotografía
 
     Ambos hombres, August y Gustav son muy parecidos, y su retrato podría encajar con el de la foto. Sin embargo, no es eso lo que importa. Lo que revela esta foto al cabo de ochenta y cinco años es algo muy sencillo que demuestra que la mayoría, aunque se la haga pasar a menudo por la totalidad, no son todos. Siempre hay alguien -y algo dentro de alguien- que por lo bajo está negando y renegando. 
 
    El hombre, sea quien sea, no está distraído ni se le ha olvidado levantar el brazo y saludar al Líder Supremo en el momento preciso que hacen los demás y recoge la fotografía, sino que parece que ha decidido conscientemente no hacer lo que hace la mayoría de sus compañeros, gesto que la fotografía ha inmortalizado para siempre.

lunes, 14 de junio de 2021

De la covidiotez como covidiotismo

No estoy de acuerdo yo con la docta Academia que adapta el anglicismo covidiot a la lengua de Cervantes como covidiota y lo define así: [Persona] Que se niega a cumplir las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio de la covid. Y se queda tan ancha y tan pancha. No estoy de acuerdo con la definición. Es verdad que el terminacho fue inventado por periodistas norteamericanos como insulto para ofender a la gente que no se creía el relato oficial de la pandemia, pero puede volver como el bumerán hacia quien lo lanzó, y es lo que modestamente aquí voy a proponer.
 
El palabro es un calco estructural del inglés covidiot, voz atestiguada en la lengua de Shakespeare desde el año pasado en la prensa del Régimen, y consignada ya en el Oxford Advanced Learner's Dictionary (2020), lo que no extraña nada por la rapidez de los acontecimientos que se suceden de la noche a la mañana. Está fabricado como resultado de la suma de covid y de idiot. Y no hay que perder de vista que covid, a su vez, está creado ex nihilo a partir de la soldadura de tres términos corona, virus y disease, nombre este último de la enfermedad, por lo que significa "enfermedad del coronavirus" o, como preferimos algunos, "...del virus coronado". 
 
Parece que la palabra les viene como anillo al dedo a las autoridades académicas para describir en sintonía con las sanitarias a aquel que no cree en la declaración de la pandemia universal que proclamó solemnemente urbi et orbi la OMS y, como consecuencia, no practica -o se niega a cumplir como dice la docta institución- las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio. 
 
Es decir se aplica el vocablo a los no creyentes y no practicantes, cuando lo lógico sería utilizarlo para describir a los creyentes y practicantes, porque no hay que perder de vista el significado del griego ἰδιώτης idiṓtēs, que es mucho más que un insulto similar a tonto o estúpido y el apelativo del que padece idiocia, que como término médico define la docta Academia del siguiente modo: Trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénita o adquirida en las primeras edades de la vida
 
Si consultamos un diccionario de griego, veremos que su significado original es “particular”. Debe compararse, para entenderlo bien, con el término emparentado “idioma”, y los famosos idioms ingleses, o expresiones peculiares de una lengua que no se dan en las demás: un idioma en castellano era también en principio una particularidad de estilo y una locución de sentido especial, uso del que derivó el actual de “lenguaje propio de una nación”. 
 
Además en griego también significaba “privado” como opuesto a “público”, y “propio” contrapuesto a “común”, por ejemplo en Heraclito aparece la locución idíe phrónesis -pensamiento particular o ideas propias, diríamos nosotros- opuesto al logos xynós o razón común. Pero no perdamos de vista el significado popular de “tonto, necio, ignorante”, que es como habitualmente se usa el término, y preguntémonos quién es el tonto, si el que cree que las normas sanitarias que se han dictado son para evitar el contagio de la covid, como dice la docta Academia, o el que duda de su eficacia y las critica abiertamente e incluso se niega a cumplirlas.
 
Pongamos un ejemplo: el hecho de llevar mascarilla nasobucal en plena naturaleza, por ejemplo en la playa cuando uno no está aquejado de ningún síntoma que delate una enfermedad que pueda contagiar a los demás poniendo en peligro su vida. En este caso vemos enseguida que la covidiotez o el covidiotismo consiste más bien, dando la vuelta a la definición académica, en [Persona] Que cumple las normas sanitarias dictadas, que no aconsejadas, para evitar el contagio de la covid
 
La duda, y de ahí el escepticismo y la incredulidad, nace de dentro y de abajo, mientras que la creencia es algo que se nos impone (y nos imponemos) desde fuera y desde arriba, es decir, desde las Altas Instancias tanto del Poder como de uno mismo, por la necesidad que tenemos de creer en algo, da igual que sea en los Reyes Magos que en la socialdemocracia. 
 
¿Quién es más covidiota, por lo tanto? ¿Este hombre que se echa una siesta solo, en plena naturaleza, embozado con la mascarilla nasobucal, como las autoridades sanitarias mandan, aquellas que tienen la autoridad del gobierno pero no la del conocimiento?
 
 
¿O esta mujer, que hace lo mismo, pero desoyendo las normas sanitarias vigentes, como aconseja el sentido común?



domingo, 13 de junio de 2021

Iglesia Sanitaria de la Salvación

Como cualquier culto, el sanitario tiene su liturgia: abluciones rituales, interposición de distancia física y la mascarilla que delata a sus fieles feligreses.

 
Nuevo y terrible totalitarismo caracterizado por el higienismo a ultranza y la tanatofobia, muy difícil de desenmascarar, siendo la máscara como es obligatoria.
 
La mascarilla es durante estos malos tiempos para la lírica que corren todavía el niqab nasobucal reglamentario de sumisión islámica a la mascarada sanitaria. 
 
La Sombra unidireccional de la Cruz
 
Muchos adictos al culto sanitario, cuando la máscara deje de ser obligatoria, si alguna vez deja de serlo, confiesan que seguirán usándola por propia voluntad. 
 
No se sabe quién es el Pontífice Máximo de esta nueva religión. Ahí radica su éxito. No hay una única cabeza visible que pueda en la guillotina ser decapitada. 
 
El objeto venerado del nuevo culto científico es la vacuna, la única vía para salvarnos de la muerte y reconquistar el paraíso del que hemos sido despojados. 
 
La inoculación es el principal sacramento de la nueva religión, el bautismo y la comunión que imprime carácter de adepto a la iglesia sanitaria de la salvación. 
 
Estudio para la Nueva Iglesia, Gabriel Pérez-Juana (2021)
 
Las personalidades que se someten a la vacunación ante las cámaras son los nuevos santurrones y beatos meapilas que muestran el camino que tenemos que seguir. 
 
La vacuna es hostia consagrada, cuerpo de Cristo y pan angélico con el que los feligreses comulgan como Dios manda en la celebración de la eucaristía sanitaria.
 
Entre los ingredientes de esta nueva religión, cuyos apóstoles son los medios de masas, no podían faltar el rancio dogmatismo aderezado con el viejo fanatismo. 
 
Un nuevo tribunal de la Santa Inquisición decide cual Torquemada lo que es verdad y lo que no, castigando con la excomunión a los que no comulgan con el dogma. 
 
 
Los incrédulos y los escépticos de este nuevo culto son considerados herejes y apóstatas demonizados que se han apartado de la verdad de la ciencia revelada. 
 
No tardarán, al ritmo progresivamente acelerado que van los acontecimientos, en empezar las persecuciones y la caza de brujas y quema de infieles en la hoguera. 
 
Síntoma de buena salud: No adaptarse a esta sociedad higinenista y, paradójicamente, gravemente enferma a la que nos ha empujado la neurosis viral tanatofóbica. 
 
oOo
 Cuando no sean obligatorias las mascarillas...

Cuando no sean obligatorias las mascarillas en las Españas, si alguna vez llega el momento, habrá quienes seguirán llevándolas sin embargo por propia voluntad,

porque se han acostumbrado tanto a ellas después de un año y pico que se sentirían como bichos raros si no las llevan, como si anduviesen desnudos por la calle,

porque se sienten más seguros, porque están convencidos de que se respira mejor, porque en boca cerrada, como dice el refrán, no entran las moscas ni los virus,

infinitamente diminutos, muchísimo más que mosquitos, tanto que son invisibles y hace falta microscopio electrónico y fe macroscópica de carbonero para verlos,

porque son prenda imprescindible ya de nuestro armario ropero que, lejos de despersonalizarnos, personifica la idiosincrasia, idiocia e idiotez de sus usuarios.

sábado, 12 de junio de 2021

Cosas del doctor Escardó

 



De ¡Oh! La escuela: Cuando chico me dijeron que la escuela era el templo del saber. Después me enseñaron que en un templo no hay nada que saber. Porque todo está sabido. Y que eso se llama dogma de la fe. De modo que todos saben lo mismo. Lo que es democratiquísimo... Lo mejor de la escuela son las vacaciones... 

 

 De ¡Oh! La TV: La TV es el opio de los pueblos. Con reparto a domicilio. De ahí que los directores de televisión se conduzcan como traficantes de drogas. Produciendo primero la adicción... El rating es la sustitución de la calidad por la cantidad. Y el último refugio de la democracia... Las autoridades han instituido el horario de protección del menor. Que sirve para que la ñoñez se llame moral. Lo que urge es establecer el horario de protección del adulto. Que cubra las 24 horas del día.  

 


 El aforismo de Florencio Escardó contra la medicina profiláctica: “La única medicina es la que cura, provenga de académicos, santones, curanderos o abuelitas.” 

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Yo estoy escri­biendo un artículo para La Nación, aparece mañana y la mitad de los lectores no lo leen, a la mitad de los que lo leen, no les importa, y de los que quedan, la mitad no lo entiende. 

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 Si hay algo que me repugna son los dogmas. Creo que los dogmas han hecho mucho mal a la humanidad, porque han impedido al hombre pensar libremente.

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¿Usted quiere algo más horrible que las computadoras?, ¿o más espantoso que la televisión? Yo a las madres les pregunto cuántas horas ve su hijo de televisión por día, y el promedio es de cinco horas. Es decir que a esos chicos no les queda tiempo para jugar, para revolcarse, para ser un niño. Pero frente a la televisión hay un peligro mucho mayor, que es la computadora: el chico ha dejado de pensar, ha perdido el poder creati­vo porque obtiene todas las respuestas apre­tando unos botones. Así estamos creando una generación de idiotas.


oOo

Sí (soy vegetariano) y no creo que sea una virtud especial. Dígame: si usted tuviera que matar al pollo que se va a comer, ¿lo comería? No. No se lo comería. Si usted tuviera que ir al matadero y ver cómo a la vaca le pegan un mazazo en la cabeza, ¿se comería el bife? No, seguramente no.

viernes, 11 de junio de 2021

"Nisi video non credo"

    Una escultura llamada “Io sono” (yo soy, en italiano) del artista plástico Salvatore Garau fue subastada en Milán el pasado 18 de mayo en la Galería Art-Rite por 14.820 euros exactamente. Hasta aquí nada raro que se aleje de lo habitual, salvo cuando se nos dice que la obra escultórica en cuestión es inmaterial. 
 
    El artista italiano explica que ya hace años que trabaja con esculturas invisibles pero que sólo ahora ha decidido "exponerlas" porque son la perfecta metáfora de los tiempos que estamos viviendo. El catálogo de la casa de subastas presentaba así la obra de de este artista contemporáneo: «"Io Sono" es una escultura inmaterial para instalar en una habitación privada, en un espacio libre de obstáculos». Las dimensiones son de aproximadamente un metro y medio por un metro y medio, detalle importante para que el comprador sepa dónde puede caberle y colocarla. 
 
 
    La pieza sólo puede ser vista por el artista en su cabeza, que explica, por su parte: «El vacío no es más que un espacio lleno de energía, y aunque lo vaciemos y no quede nada, según el principio de incertidumbre de Heisenberg, esa nada tiene un peso. Por tanto, tiene energía que se condensa y se transforma en partículas, es decir, en nosotros»   
 
    ¿Qué ha comprado el comprador de esta obra invisible con dinero bien visible, contante y sonante digitalmente hablando? Ha adquirido el concepto de "obra de arte", de la que posee un certificado de autenticidad, y un título que le hará pensar: Io sono, yo soy... ¿qué soy yo? ¿quién soy yo? Y podrá imaginar a su gusto la respuesta.
 
    En febrero pasado, Salvatore Garau había realizado ya otra obra invisible llamada “Buda en contemplación". Podemos imaginarnos, por ejemplo, un Buda sentado en la postura del loto... Para los que no lo creen si no lo ven, he aquí la prueba irrefutable del vídeo (palabra latina que precisamente significa “yo veo”). Y ¿qué es lo que vemos? Que la escultura de Buda es invisible. O sea que su presencia brilla por su ausencia, pero no porque no exista, que sí existe y de hecho cotiza como obra de arte, sino porque sólo existe, como el amigo imaginario de la infancia, en nuestra fantasía.
 
     
 
    En el vídeo yutubiano sólo se ve un cuadrado blanco dibujado en el suelo que señala el emplazamiento exacto de la obra fantasmagórica, delante del mítico teatro Scala de Milán.  
 
    Salvatore Garau, el artista invisible, ha presentado también otra obra inmaterial que no se puede ver pero sí imaginar en Nueva York, titulada "Afrodita llora" en frente del Federal Hall y no muy lejos del New York Stock Exchange, donde permanecerá para siempre. Nos preguntamos por qué llora esta Afrodita labrada y cincelada en la mente del artista. Llora, quizá, por la muerte de su querido Adonis, y podemos "ver" la escena que representa esta obra de arte abstracto y contemporáneo, cuyo título necesitamos conocer, como el de tantísimas otras obras modernas, para saber qué demonios representa y comprenderla.   
 
    Pero los proyectos de este genial escultor que trabaja con la materia plástica de sus sueños en el terreno de nuestra imaginación no se acaban ahí. Ya ha recibido propuestas de otras ciudades del mundo. Confiesa que quiere exponer siete esculturas invisibles en otras tantas ciudades, habida cuenta del simbolismo significativo del número siete.
 
 
    Mamma mia, se non lo vedo non ci credo!

jueves, 10 de junio de 2021

De los médicos, según el doctor Escardó

*Lo primero que nos pregunta el médico es qué nos pasa. Si lo supiéramos no iríamos a preguntárselo a él... En el fondo todo paciente es un médico. Como lo demuestra el hecho de que el galeno le pregunta qué le pasa. A ver si el paciente lo ayuda. Como colega. 

*La medicina es una carrera muy dura. Comienza poniendo en contacto con un cadáver a un hombre destinado a preservar la vida. Para que aprenda adónde irá a parar. Luego de largos y penosos estudios hace lo que le indican los folletos de los traficantes de drogas. Que son el curso de postgrado de la mayoría de los médicos. Gran parte del saber médico consiste en negar lo que dicen los otros médicos. 

  
*Los médicos se dividen en generales y especialistas. Los primeros son especialistas en todo. Los segundos son los que saben cada vez más de cada vez menos. Se evalúan por lo que no saben. Que es todo lo demás. De modo que la especialidad es lo de menos. 

*El médico es el chamán de la era de la técnica. 

*Lo grave de los médicos son los enfermos. Que sólo van a verlo cuando se sienten mal. Ignorando que la salud es un estado patológico. Contra el cual hay que vacunarse. Fumando para tener cáncer. O trabajando para tener infartos. Tampoco saben que la felicidad es un estado agudo. Que no deja inmunidad. El resultado es que el médico está convencido de que la humanidad está compuesta por enfermos. A punto que no cree en la salud. Sino como un momento entre dos afecciones... 


*Lo terrible de los médicos es su lenguaje. “Hablan como gendarmes que supiesen griego” (Bezançon). Cuando a la infección la llaman sepsis. Al ahogo anoxia. A la calvicie falacrosis. Y a los recuerdos de la infancia complejos. Uno no se da cuenta de que es un arte antiguo. Que no se moderniza. Porque gran parte del progreso científico consiste en dar nombres nuevos a fenómenos viejos.

*Los médicos son profesionales mal empleados. Se les pide que curen enfermedades. Que es lo que no pueden hacer. Porque o se curan solas. Y entonces no hay que curarlas. O no se curan. Y entonces tampoco hay que curarlas. La misión del médico es enseñar al paciente a convivir con la enfermedad. Los médicos solo pueden ser útiles evitando que los enfermos se contagien. No de la enfermedad que padecen. Sino de la que no saben que padecen... 


 *Los médicos son un mal necesario. Porque las enfermedades son un mal necesario. 

 (De ¡Oh! Los médicos I y II, Florencio Escardó)

 

El médico de hoy no puede hacer nada sin pedir exámenes, radiografías, ecografías… Ha perdido el hábito de estar al lado de su paciente, de tocarlo, de mirarlo y escucharlo. Y eso no significa una pérdida de tiempo ni una tortura para el paciente. Al contrario.

(De la entrevista con Mónica Sabbatiello a sus ochenta y cinco años).