miércoles, 2 de septiembre de 2020

Euno, el esclavo que llegó a ser rey

 La leyenda algo borrosa de la lápida del monumento al esclavo que rompe sus cadenas en el castillo de Lombardía en Enna (Sicilia) dice así: Duemila anni prima / che abramo Lincoln / liberasse l'infelice turba dei negri / l'umile schiavo / Euno / da questa sicana fortezza / arditamente lanciava / il grido di libertà / per i compagni di sventura suoi / il diritto affermando di ogni uomo / a nascere libero / ed anche a liberamente morire / Ricordando l'alta significazione del gesto / il comune di Enna / questo ricordo / pose / anno 1960. 


 Dos mil años antes de que Abraham Lincoln liberase a la muchedumbre infeliz de los negros, el humilde esclavo Euno de esta fortaleza siciliana valientemente exclamaba el grito de libertad para sus compañeros de desventura proclamando el derecho de cada hombre a nacer libre y también a morir libremente. Recordando el alto significado del gesto, el ayuntamiento de Enna puso este recuerdo. Año 1960.

 Aunque para muchos es el gladiador Espártaco el símbolo de la lucha de los esclavos romanos por la libertad, gracias sobre todo a la novela de Howard Fast y a la película de Stanley Kubrick protagonizada por Kirk Douglas, antes de él otro esclavo, un tal Euno o, si se prefiere,  Eúnoo, se rebeló contra la esclavitud en el siglo II antes de nuestra era y antes que Espártaco. Nos hablan de él los fragmentos que nos han llegado del historiador griego Diodoro Sículo
En Sicilia había muchos esclavos. Sometidos a trabajos muy duros, recibían pocos cuidados; malamente vestidos y alimentados, algunos se dedicaban al pillaje. 


Escultura de Euno rompiendo sus cadenas. La leyenda dice:   
Ad Euno, lo schiavo ribelle, araldo di libertà:  
A Euno, el esclavo rebelde, heraldo de libertad.

 Entre ellos había un esclavo de origen sirio que pertenecía a un tal Antígenes de Enna, que se jactaba de poder predecir el futuro. Obtuvo  reputación de prestigioso futurólogo, ya que, si bien sus predicciones que no se cumplían caían enseguida en el olvido,  las que se realizaban, cuando acertaba por casualidad estadística, eran celebradas y reconocidas.  Se llamaba Euno, nombre parlante que significa en griego benévolo, que tiene buenos sentimientos.  

Según parece, el origen de la revuelta de los esclavos fue que un tal Damófilo, vecino de Enna, trataba despiadadamente a sus muchos siervos, por lo que estos decidieron matarlo. Fueron a consultar antes a Euno si su plan contaba con el beneplácito divino, y este les respondió afirmativamente. 

Ejecutado Damófilo, Euno fue proclamado rey, con lo que se cumplía una de sus más antiguas profecías, si no era su sueño más querido: un esclavo que llegaba a ser rey. Adoptó el nombre real de Antíoco y llegó a acuñar monedas de bronce con su efigie, a juzgar por el hallazgo de una de ellas en Sicilia en la que se lee "Rey Antíoco", que se cree que alude a Euno y no a la dinastía siria de los seleúcidas. 

 Los esclavos rebeldes lo consideraron su jefe absoluto. Armó toscamente a varios millares de ellos y saqueó la isla. Se enfrentó a las tropas romanas a las que venció en algunas ocasiones gracias a su superioridad numérica.

 Vista actual de Enna, en el centro de Sicilia;  situada en una colina es la ciudad más alta de Europa.
 
Al mismo tiempo, estalló en Sicilia otra revuelta de esclavos capitaneada por un tal Cleón. Cuando todos esperaban un enfrentamiento entre ambas facciones rebeldes, Cleón se unió inopinadamente a Euno con todos sus seguidores, llegando a sumar muchos miles entre ambos caudillos. El eco de algunas de sus victorias se extendió enseguida por todo el Mediterráneo, lo que provocó otras revueltas pronto sofocadas en la misma Roma, en el Ática, en la isla de Delos y otros lugares.

En Sicilia muchas ciudades cayeron en poder de los rebeldes, hasta que el cónsul Lucio Calpurnio Pisón Frugi obtuvo una victoria sobre él en el año 133 antes de nuestra era, y finalmente el general romano Rupilio recuperó Tauromenio después de un duro asedio en el que los rebeldes llegarían, forzados por la hambruna, a comerse los unos a los otros según la leyenda. Rupilio tomó después la ciudad de Enna, muriendo Cleón. La represión fue durísima. Euno sobrevivió pero fue detenido y encarcelado, muriendo en prisión en Morgantina.

martes, 1 de septiembre de 2020

Diez mil o más negacionistas en Londres

Una multitud sin mascarilla y sin guardar la distancia reglamentaria de seguridad, entre la que se ven pancartas como “MEDIA is the VIRUS”, que podemos glosar como Los medios de comunicación y manipulación de las masas son el auténtico virus, se reunió en Trafalgar Square en la capital británica par protestar contra las medidas decretadas contra la epidemia del virus coronado.

Piers Corbyn, de 73 años, hermano del exlíder laborista Jeremy Corbyn, fue arrestado tras negarse a ser identificado por la policía y multado con 10.000 libras esterlinas por la organización de la manifestación de Trafalgar Square bajo el lema “Unite for Freedom” el sábado 29 de agosto de 2020, quien, megáfono en mano, aseguró que la pandemia no era más que un montón de mentiras para lavarnos el cerebro y mantenernos controlados, por lo que la futura vacunación que quieren vendernos para volver a la normalidad no era necesaria. 


Piers Corbyn arrestado

Otro discurso, esta vez el de David Icke, negacionista y teórico de la conspiración según la prensa inglesa del Régimen, se convirtió en arenga incendiaria. Comienza regocijándose el orador de hallarse en una isla de cordura dentro de un mundo de locura, para acto seguido decir que las medidas tomadas frente al virus coronado eran puro fascismo, un fascismo justificado sanitariamente. Lamenta que haya que alejarse seis pies, entre uno y medio y dos metros, de otras personas para protegerse del virus y que no se pueda estar fuera de la propia burbuja más de quince minutos. “Tenemos un virus tan inteligente que solo infecta a los que participan en las protestas que el gobierno quiere detener”.

Recordó a Aldous Huxley y a George Orwell, que profetizaron esto que está sucediendo ahora, y citó a Percy B. Shelley, su poema “The Mask of Anarchy”, escrito en 1819, concretamente unos versos que hacían que la multitud irrumpiera en aplausos: 'Rise like Lions after slumber / In unvanquishable number, / Shake your chains to earth like dew / Which in sleep had fallen on you - / Ye are many - they are few.’ (Alzáos cual leones tras el sueño / en un número invencible / echad vuestras cadenas a tierra cual rocío / que mientras dormíais os cayó -Vosotros sois muchos, ellos pocos). “Toda la historia humana es unos pocos controlando a muchos, porque los muchos se lo consienten a esos pocos”. El orador y la multitud comienzan a gritar ¡Libertad! ¡Libertad!

Lo más relevante, desde mi punto de vista, de su discurso es la constatación de que las autoridades tienen el poder que nosotros les hemos conferido. Es la vieja distinción que hacían los romanos entre “auctoritas” (authoirity) y “potestas” (power). La autoridad sanitaria, por ejemplo, es en principio quien tiene legitimidad, prestigio y crédito conferido por su competencia en una materia, pero el poder para gobernar o ejercer el mando se lo da el pueblo, que en este caso desautoriza a las autoridades. La manifestación se convierte así en una expresión antiautoritaria, contraria a las decisiones injustificadas que toman las autoridades. “Quieren que creamos que la autoridad tiene poder, dijo, el poder de las autoridades en todo el mundo es sólo el poder nuestro que nosotros les damos”. 

 
 
 
¡Lástima que haya una señora que a modo de porrista o cheer-lideresa anima al público a aplaudir y a corear al orador, y que tanto nos recuerda a los presentadores de los deplorables shows televisivos! Pero la lamentable actuación de la rubia animadora no le quita mérito al discurso antifascista de David Icke, que acaba, siguiendo la estela de Shelley, animando al león a despertar. 

lunes, 31 de agosto de 2020

Al menos treintamil negacionistas en Berlín

Se ha hecho viral, como suele decirse ahora, en las redes sociales de la Red Informática Universal una fotografía de la multitudinaria protesta -no vamos a entrar aquí en la guerra cuantitativa de cifras que va desde los treinta mil manifestantes del Periódico Global del Régimen, léase El País, a los varios cientos de miles según otras fuentes, ya que la razón no se cuantifica numéricamente ni depende del mayor o menor número de votos-   que tuvo lugar en Berlín el pasado sábado 29 de agosto de 2020, sin que los participantes portaran  bozal ni guardaran las distancias interpersonales,  contra las imposiciones gubernamentales precisamente de distanciamiento social y uso de mascarillas decretadas contra el virus por las desautorizadas científicamente autoridades sanitarias de casi todo el universo mundo. 
 
 
La imagen que se ha hecho viral representa, según la prensa del Régimen, a un joven negacionista del virus y de extrema derecha, probablemente neonazi, cosa que no cuadra mucho con su aspecto un tanto jipi y pacifista desaliñado que va a pecho descubierto por la vida, pero ya se sabe que no hay que fiarse de las apariencias pues a veces el lobo se disfraza con la piel del cordero para engañarnos, además de teórico paranoico de la conspiración y terraplanista, al que se le inculcó en la escuela que la tierra no era exactamente redonda sino achatada por los polos, de donde dedujo alegremente que era plana,  y contrario a las vacunas que según sus defensores a ultranza van a salvar a la humanidad del virus coronado, que ofrece un ramillete de flores a los fornidos y acorazados policías parapetados frente a él para impedirle el paso.
 

 

Robert Kennedy Jr. se subió en Berlín al escenario para pronunciar este memorable discurso en la lengua del Imperio, traducido simultáneamente al alemán por un intérprete, y que podemos leer subtitulado en español mientras no se censure el vídeo en la Red, cosa no improbable. En el discurso dice cosas razonables como ésta: "Los gobiernos adoran las pandemias. Y adoran las pandemias por el mismo motivo por el que adoran las guerras: porque les da la posibilidad de imponer un control sobre las poblaciones que de otra manera las poblaciones no aceptarían". O esta otra: "Lo único que necesita el gobierno para convertir en esclavos a la gente es EL MIEDO".
 

domingo, 30 de agosto de 2020

Vuelta al cole

Ante la vuelta al cole que se avecina, muchos padres se preguntan si sus hijos tendrán que llevar en todo momento el embozo a clase, y, en caso positivo, a partir de qué edad. 
 
Si uno abre el periódico El País del otro día, por ejemplo, hay un artículo sobre este tema que no tiene desperdicio por lo sabroso que es. Lleva por título: “¿A qué edad obligan otros países europeos a llevar la mascarilla en clase? ” La pregunta es malintencionadamente capciosa, porque da a entender que otros países europeos, al igual que el nuestro, obligan a las tiernas criaturas infantiles a llevar la susodicha prenda a modo de uniforme a clase, lo que no es cierto en modo alguno. 
 
 
Lo que sucede es que al Periódico Global del Régimen le interesa y mucho -por algo será, sus intereses tendrá, como suele decir la gente- justificar la política sanitaria del gobierno de turno que padecemos, y por eso mismo no considera oportuno ni conveniente para ese propósito poco confesable informarnos de que hay países en el viejo continente donde, efectivamente, no es obligatoria ni siquiera recomendable la mascarilla en la escuela, como Suecia, por ejemplo, donde no lo ha sido nunca, donde sin ningún confinamiento, por cierto, no les ha ido tan mal como a nosotros y donde nunca se cerraron los colegios, u Holanda, donde los alumnos tampoco están obligados a guardar la distancia de seguridad de un metro y medio, al contrario de sus enseñantes, que sí deben guardarla. Pero de estos “otros” países europeos no nos informa el boletín oficial del Estado que es dicho rotativo progresista. 
 
El subtítulo de la noticia reza: “España es uno de los países más restrictivos -y no es esa la palabra, digo yo, porque España no restringe la medida, en el primer sentido de la palabra restringir, que es “ceñir, circunscribir, reducir a menores límites”, lo que restringe es la edad de los afectados, sino que lo que hace es constringir, es decir, constreñir, esto es, “obligar, precisar, compeler por fuerza a alguien a que haga y ejecute algo” por lo que debería decir que España es uno de los países más constrictivos-, imponiendo la medida de protección -"medida de protección" se hace gratuitamente aquí sinónimo de mascarilla- a partir de los seis años”. 
 


Leyendo el susodicho artículo nos enteramos de que probablemente España es el único país europeo donde la mascarilla va a ser obligatoria en toda la enseñanza primaria -desde los seis a los doce años- en todo momento y en todo lugar dentro del recinto escolar, lo que no deja de ser una barbaridad, que el citado periódico intenta justificar implícitamente como medida de protección y precaución. 
 
En otros países europeos, con los que nos compara, la “protección” se impone a partir de los 11 o 12 años, y en algunos de esos no precisamente en las aulas, sino en pasillos y otros espacios comunes, siguiendo el criterio de la OMS que en su última recomendación reconoce que los menores de 11 años tienen según la evidencia científica una capacidad mínima de contagio tanto por activa como por pasiva, por lo que la protección -léase el embozo- se vuelve en su caso innecesario. 
 
 
Pero en esta España de María Santísima, sin embargo, donde somos más católicos y papistas que el propio Papa, la obligación de tapar nariz y boca en el aula se impone a partir de los seis años, privando así a la sociedad de la sonrisa infantil. 
 
Para más colmo, en algunos de los diecisiete reinos de Taifas o comunidades autónomas, como en el caso de Cantabria, se recomienda incluso el uso del bozal en la etapa infantil o pre-escolar de 3 a 6 años, lo que no deja de ser otra monstruosidad.
 
¿No es, acaso, demencial todo esto? ¿No son una locura todas estas medidas que quieren imponer a los menores de edad en escolaridad obligatoria (mascarillas, distancia social, confinamiento, aulas burbuja, enseñanza a distancia...)? ¿Tiene, acaso, el uso de la mascarilla en la franja de edad que va de los seis a los doce años alguna fundamentación pedagógica, ya que no parece tenerla sanitaria según la Organización Mundial de la Salud? 
 
No es una pregunta ingenua, aunque sí retórica: la mascarilla, la distancia social y la enseñanza telemática en esas tempranas edades tienen un fundamento pedagógico muy evidente en el sentido que daba a la palabra el entrañable personaje de don Antonio Machado que fue Juan de Mairena cuando decía en sus momentos de mal humor: “Un solo pedagogo hubo. Se llamaba Herodes.”

sábado, 29 de agosto de 2020

Lejos de la vecindad humana

Escribe el apóstol de la desobediencia civil, civil disobedience, Henry David Thoreau (1817-1862) en Walden or Life in the woods (1854), que eligió ir a vivir a los bosques porque quería vivir solo, deliberadamente, para afrontar los hechos esenciales de la vida y... "no descubrir, a la hora de la muerte, que no había vivido". Eligió voluntariamente durante un período determinado de su vida alejarse de la sociedad y de la vecindad humana para vivir en la naturaleza. De alguna manera practicó, al modo de los antiguos ermitaños o como el cínico Diógenes, el distanciamiento social, aislándose de los demás, pero lo hizo motu proprio, no por obligación de decreto ley, como muchas personas en la actualidad, que se han visto confinadas en la soledad de su residencia ante una emergencia sanitaria que han declarado los gobiernos.

 


I have never felt lonesome, or in the least oppressed by a sense of solitude, but once, and that was a few weeks after I came to the woods, when, for an hour, I doubted if the near neighborhood of man was not essential to a serene and healthy life. Nunca me he sentido solo ni oprimido en modo alguno por un sentimiento de soledad sino una sola vez, y ello fue a las pocas semanas de mi llegada a los bosques cuando, por una hora, me asaltó la duda de si la vecindad próxima del hombre no sería esencial para disfrutar de una vida serena y saludable.

Henry David Thoreau (1817-1862)

To be alone was something unpleasant. But I was at the same time conscious of a slight insanity in my mood, and seemed to foresee my recovery. In the midst of a gentle rain while these thoughts prevailed, I was suddenly sensible of such sweet and beneficent society in Nature, in the very pattering of the drops, and in every sound and sight around my house. El estar solo resultaba ingrato. Con todo, era consciente de la anormalidad de mi ánimo y presentía ya mi recuperación. En medio de una suave lluvia, en tanto prevalecían estos pensamientos, me di cuenta de pronto de la dulce y beneficiosa compañía que me reportaba la Naturaleza misma, con el tamborilear acompasado de las gotas y con cada uno de los sonidos e imágenes que arropaban mi casa. 


an infinite and unaccountable friendliness all at once like an atmosphere sustaining me, as made the fancied advantages of human neighborhood insignificant, and I have never thought of them since. Every little pine needle expanded and swelled with sympathy and befriended me. I was so distinctly made aware of the presence of something kindred to me, even in scenes which we are accustomed to call wild and dreary, and also that the nearest of blood to me and humanest was not a person nor a villager, that I thought no place could ever be strange to me again. Era una sensación de solidaridad tan infinita e inefable, cual atmósfera que me guardara en su seno, que hacía insignificantes todas las ventajas imaginarias que pudiere comportar la vecindad humana, en las que no he vuelto a pensar ya desde entonces. Cada pequeña aguja de pino se dilataba, henchida de simpatía y amistad para conmigo. Tan patente se me hizo la presencia de algo vinculado a mí, hasta en aquellos paisajes que solemos considerar inhóspitos y tristes, y que lo más allegado a mí por humanidad y sangre no era persona ni ciudadano alguno, que pensé que ningún lugar podría ya resultarme jamás extraño.

viernes, 28 de agosto de 2020

En la salud y en la enfermedad

¿Por qué no se puede acabar de una vez por todas con la pandemia? Porque tenemos el enemigo en casa. El enemigo no es la epidemia propiamente dicha, que, de por sí, ya está finiquitada. El enemigo es la definición totalitaria de “pandemia” que han hecho las autoridades sanitarias: A pandemic is the worldwide spread of a new disease. Una pandemia es la propagación mundial de una nueva enfermedad. (Nótese que en esta definición no se habla para nada de letalidad ni de mortalidad específica: cualquier enfermedad que tenga una difusión universal, con tal de que sea "nueva", es una pandemia, independientemente de que haya muertos o peligro de muerte entre los enfermos). 
 


Necesitaríamos preguntarles a las autoridades sanitarias algo tan trivial cómo que entienden ellas por “disease”, es decir, por enfermedad. No es nada fácil definir qué es enfermedad, podríamos decir que es la falta de salud, pero eso nos lleva a definir entonces qué es la salud, algo que todos reconocemos que sólo sabemos a ciencia cierta lo que es cuando la hemos perdido. 
 
La OMS define la salud (health en la lengua del Imperio) como sigue: “a state of complete physical, mental and social well-being, not merely the absence of disease or infirmity” (WHO, 1946), o lo que viene a ser lo mismo: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, no simplemente la ausencia de enfermedad -utiliza aquí la OMS los dos términos prácticamente sinónimos en la lengua del Imperio para referirse a la enfermedad “disease”, propiamente sajón, e “infirmity”, de origen latino)”. 
 

Según esta definición, efectivamente estamos sufriendo una nueva enfermedad de difusión universal que es el miedo al bicho, a la plaga, a la peste: a que lo tengamos dentro sin síntomas aparentes. Y lo tenemos bien metido. Ya se encargan los gobiernos y sus autoridades sanitarias, con la OMS a la cabeza, de hacernos la vida imposible aterrorizándonos a todas horas con sus noticias de nuevos brotes, repuntes, olas, casos, contagios... en el universo mundo. 
 
¿Cuál es la nueva enfermedad que se ha propagando por todo el mundo? Actualmente es la creencia, falsa como todas, de que somos enfermos en potencia y que que podemos contagiar a los demás, aunque no tengamos ninguna evidencia sintomática. Somos según la prueba de PCR positivos de hecho o, si resultamos negativos, somos positivos en potencia. Pero no. Somos, en realidad, negativos: no negacionistas: negadores de la enfermedad y de la salud, las dos caras de la misma moneda, que es la vida humana, que pretende administrar dicha Organización Mundial. Podemos portar virus coronados, pero no transmitirlos.

jueves, 27 de agosto de 2020

Nadie da duros a cuatro pesetas

Para entender el dicho español, ya pasado de moda desde que entramos en el euro, de que nadie da duros a cuatro pesetas, que nuestros mileniales no entenderán, hay que tener en cuenta que el duro era una moneda española que valía cinco pesetas.  Hoy diríamos "nadie da euros a ochenta céntimos".
 
 
Moneda de un duro (5 pesetas) con la imagen del hoy rey Emérito.
 
Leo sobre el origen del dicho español “Nadie da duros a cuatro pesetas”, lo que Andrés Rodríguez Amayuelas escribe en El Viejo Topo el 2 de abril de 2017: Cuentan que un político español de provincias, de finales del XIX, se presentaba a las elecciones provinciales. Para garantizarse el voto en el medio rural, decidió comprar su voto dándoles 4 pesetas a cada persona. Otro candidato, que ya era diputado, se enteró de la maniobra y, no queriendo perder su acta, decidió tomar cartas en el asunto. Se dirigió a quienes habían recibido el dinero del otro candidato y les dijo que a quienes le entregaran el dinero recibido y le votaran, les daría un duro… y así lo hicieron, quedando agradecidos por la generosidad del diputado. 
 
La anécdota, no sé si cierta, aunque un tanto imprecisa porque no menciona los nombres de los políticos, explicaría muy bien el origen del dicho. Ambos políticos compran el voto: el primero por cuatro pesetas, el segundo lo hace por una sola, dado que les da a sus electores un duro a cambio de cuatro pesetas, sí, y ahí está la picaresca española, y de su voto, que le resulta más barato que al anterior diputado, que había pagado 4 pesetas y perdido las elecciones... Se non è vero, como dicen los italianos, è ben trovato. 
 
Parece, sin embargo, que el pintor y escritor catalán Santiago Rusiñol, si no inventó la frase, sí protagonizó una anécdota relacionada con ella, al apostar con sus amigos que se ponía en la calle a vender duros a cuatro pesetas y a que nadie se los compraba, y en efecto, salió a la calle y vociferó o puso un cartel que decía: Vendo duros a cuatro pesetas. Nadie le hizo caso porque pensaban que quería darles monedas falsas, el gato por la liebre, o, simplemente, engañarles. Ganó la apuesta porque no vendió ni un solo duro ya que todo el mundo pensaba, con más razón seguramente de la que creían, que los duros eran falsos. Me explico: no eran falsos, porque eran de curso legal, pero sí eran falsos porque la gente no entendía que hubiera duros que pudieran valer cuatro pesetas, cuando el valor establecido era el de cinco pesetas. 
 
"Els quatre gats", Barcelona.
 
Escribe M. Martín Ferrand en ABC (22/04/2001): Santiago Rusiñol, parapetado tras su barba solemne y sus mostachos modernistas, fue un espléndido pintor, un aceptable escritor y un humorista en estado puro. En su tertulia barcelonesa de «Els quatre gats», especialmente con Casas, Utrillo y Regoyos, perpetraba bromas divertidísimas que luego ponía en práctica para demostrar empíricamente las notas de la condición humana. Muy cerca de la cervecería que le daba nombre a la tertulia, junto al edificio neogótico de Puig y Cadafalch, un buen día de finales del XIX Rusiñol instaló un tenderete, lo cubrió de auténticos duros de plata y, sentado frente a él, se puso a pregonar: «¡Duros a cuatro pesetas!». No vendió ni uno solo y les demostró así a sus contertulios la ineficacia de la verdad predicada en la calle, sin avales y garantías acreditativas. Los españoles desconfiamos, más que de ninguna otra cosa, de la verdad clara y limpiamente formulada. Los transeúntes le miraban y, en el mejor de los casos, esbozaban una sonrisa al tiempo que apretaban el paso para darse a la fuga.

miércoles, 26 de agosto de 2020

La misteriosa sonrisa

 ¿Quién le ha robado la sonrisa a la Gioconda?
 
oOo
 
 
oOo
 
Fotografía de Gabriel Pérez-Juana (2020) 

martes, 25 de agosto de 2020

Petrarca y la soledad

Francesco Petrarca nació el 20 de julio de 1304 y murió un día antes de cumplir los 70 años, el 19 de julio de 1374. Gran poeta en lengua latina y toscana, reponsable entre nosotros de la introducción del hendecasílabo en la poesía culta castellana gracias a Boscán y a Garcilaso, fue sin duda uno de los primeros hombres modernos, inaugurador del renacimiento, del humanismo y del amor por la filología clásica. 


 Retrato de Petrarca, anónimo.

En un latín pulcro y esmerado escribió esta confesión surgida de lo hondo de su alma sobre la soledad preguntándose ubi sunt?: (Rerum Familiarum Libri VIII 7.19-20): ubi dulces nunc amici? ubi sunt amati uultus? ubi uerba mulcentia? ubi mitis et iucunda conuersatio?  ¿Dónde están ahora los dulces amigos, dónde sus amados rostros, donde sus halagüeñas palabras, dónde su entrañable y grata conversación?

quod fulmen ista consumpsit? quis terrae motus euertit? quae tempestas demersit? quae abyssus absorbuit? ¿Qué rayo fulminó esas cosas? ¿Qué terremoto las trastornó? ¿Qué tormenta las anegó? ¿Qué abismo las engulló?

stipati eramus, prope iam soli sumus. Eramos una piña, ahora estamos ya prácticamente solos.

nouae amicitiae contrahendae sunt. unde autem siue ad quid, humano genere paene extincto, et proximo, ut auguror, rerum fine?   Hay que hacer nuevas amistades. Pero ¿dónde y para qué, una vez casi extinguido el género humano y muy próximo, según creo, el fin de las cosas? 

sumus, frater, sumus — quid dissimulem? — uere soli? Estamos, hermano, estamos -¿a qué disimularlo?- verdaderamente solos. 

domingo, 23 de agosto de 2020

Un par de versos de Agatón

La primera palabra de la declaración de fe cristiana que surgió de los concilios de Nicea (Bitinia, en la actual Turquía) convocado bajo la presidencia del emperador romano Constantino en el año 325, y el concilio de Constantinopla (la actual Estambul) en el 381, es precisamente “credo”: yo creo, credo en latín, πιστεύω en griego): una declaración de fe. Por eso se llama credo niceno-constantinopolitano: credo in unum Deum, patrem omnipotentem, πιστεύω εἰς ἕνα Θεόν, πατέρα, παντοκράτορα: creo en un solo Dios, padre todopoderoso.

 Ícono ruso sobre el primer concilio de Nicea.

Sin embargo, según leo en la inevitable Güiquipedia, parece que en el concilio de Nicea el symbolum Nicenum o símbolo de la declaración dogmática de fe que surgió de allí comenzaba con un πιστεύομεν, credimus o creemos, es decir, con una declaración colectiva en primera persona del plural, en lugar de la del singular que acabó imponiéndose en Constantinopla como interiorización individual de la creencia general.  

Mucho antes de que se celebraran esos concilios ya Aristóteles había dejado escrito en la Ética a Nicómaco VI, 2, 1139 b. que había cosas que nadie, ni siqueira un dios, podía hacer: οὐκ ἔστι δὲ προαιρετὸν οὐδὲν γεγονός, οἷον οὐδεὶς προαιρεῖται Ἴλιον πεπορθηκέναι: οὐδὲ γὰρ βουλεύεται περὶ τοῦ γεγονότος ἀλλὰ περὶ τοῦ ἐσομένου καὶ ἐνδεχομένου, τὸ δὲ γεγονὸς οὐκ ἐνδέχεται μὴ γενέσθαι. Lo que viene a decir en nuestra lengua: Nada que haya ocurrido ya es objeto de elección, por ejemplo, nadie elige que Troya haya sido saqueada; porque tampoco se delibera sobre lo pasado, sino sobre lo futuro y posible, y lo pasado no puede no haber ocurrido

A continuación cita Aristóteles un par de versos de Agatón, poeta trágico nacido en el siglo V a. de C., cuyas obras no se conservan, sino solo algunos fragmentos, unas cincuenta líneas. Tras los grandes tres trágicos atenienses Ésquilo, Sofoclés y Eurípides, es el más celebrado. Pues bien, uno de esos fragmentos de Agatón, que aparece como personaje en el Banquete de Platón, y al que Aristóteles cita varias veces en la Poética porque al parecer había escrito una tragedia que no estaba basada en la mitología y la leyenda ni en la historia como Los Persas de Ésquilo, sino en caracteres inventados, son estos dos trímetros yámbicos que cita el estagirita en apoyo de su afirmación anterior: διὸ ὀρθῶς Ἀγάθων μόνου γὰρ αὐτοῦ καὶ θεὸς στερίσκεται, / ἀγένητα ποιεῖν ἅσσ᾽ ἂν ᾖ πεπραγμένα. Lo que viene a decir: por eso dice bien Agatón: «Pues de esto mismo está privado un dios también, / de hacer que no haya sido aquello que pasó». 

Symbolum Nicenum,  Credo in unum Deum (Johann Sebadstian Bach)


Si damos el paso de convertir el nombre común θεός, deus, dios, en nombre propio que escribiremos según nuestra convención habitual con letra inicial mayúscula: Θεός, Deus, Dios, hemos pasado del politeísmo al monoteísmo, que es lo que hace el credo niceno-constantinopolitano, que además califica a la divinidad, esencialmente masculina, de παντοκράτωρ, omnipotens, todopoderoso. 

Precisamente Aristóteles, apoyado en los versos de Agatón, viene a decirnos antes de que se establezca la creencia en ese dogma que la divinidad no puede ser omnipotente. Nadie, por lo tanto, ni siquiera un dios, ni tampoco Dios avant la lettre,  puede evitar que Troya haya sido destruida y saqueada como fue una vez que ha sucedido porque no se puede cancelar el pasado y hacer que lo que ha sido no haya sucedido.