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domingo, 23 de agosto de 2020

Un par de versos de Agatón

La primera palabra de la declaración de fe cristiana que surgió de los concilios de Nicea (Bitinia, en la actual Turquía) convocado bajo la presidencia del emperador romano Constantino en el año 325, y el concilio de Constantinopla (la actual Estambul) en el 381, es precisamente “credo”: yo creo, credo en latín, πιστεύω en griego): una declaración de fe. Por eso se llama credo niceno-constantinopolitano: credo in unum Deum, patrem omnipotentem, πιστεύω εἰς ἕνα Θεόν, πατέρα, παντοκράτορα: creo en un solo Dios, padre todopoderoso.

 Ícono ruso sobre el primer concilio de Nicea.

Sin embargo, según leo en la inevitable Güiquipedia, parece que en el concilio de Nicea el symbolum Nicenum o símbolo de la declaración dogmática de fe que surgió de allí comenzaba con un πιστεύομεν, credimus o creemos, es decir, con una declaración colectiva en primera persona del plural, en lugar de la del singular que acabó imponiéndose en Constantinopla como interiorización individual de la creencia general.  

Mucho antes de que se celebraran esos concilios ya Aristóteles había dejado escrito en la Ética a Nicómaco VI, 2, 1139 b. que había cosas que nadie, ni siqueira un dios, podía hacer: οὐκ ἔστι δὲ προαιρετὸν οὐδὲν γεγονός, οἷον οὐδεὶς προαιρεῖται Ἴλιον πεπορθηκέναι: οὐδὲ γὰρ βουλεύεται περὶ τοῦ γεγονότος ἀλλὰ περὶ τοῦ ἐσομένου καὶ ἐνδεχομένου, τὸ δὲ γεγονὸς οὐκ ἐνδέχεται μὴ γενέσθαι. Lo que viene a decir en nuestra lengua: Nada que haya ocurrido ya es objeto de elección, por ejemplo, nadie elige que Troya haya sido saqueada; porque tampoco se delibera sobre lo pasado, sino sobre lo futuro y posible, y lo pasado no puede no haber ocurrido

A continuación cita Aristóteles un par de versos de Agatón, poeta trágico nacido en el siglo V a. de C., cuyas obras no se conservan, sino solo algunos fragmentos, unas cincuenta líneas. Tras los grandes tres trágicos atenienses Ésquilo, Sofoclés y Eurípides, es el más celebrado. Pues bien, uno de esos fragmentos de Agatón, que aparece como personaje en el Banquete de Platón, y al que Aristóteles cita varias veces en la Poética porque al parecer había escrito una tragedia que no estaba basada en la mitología y la leyenda ni en la historia como Los Persas de Ésquilo, sino en caracteres inventados, son estos dos trímetros yámbicos que cita el estagirita en apoyo de su afirmación anterior: διὸ ὀρθῶς Ἀγάθων μόνου γὰρ αὐτοῦ καὶ θεὸς στερίσκεται, / ἀγένητα ποιεῖν ἅσσ᾽ ἂν ᾖ πεπραγμένα. Lo que viene a decir: por eso dice bien Agatón: «Pues de esto mismo está privado un dios también, / de hacer que no haya sido aquello que pasó». 

Symbolum Nicenum,  Credo in unum Deum (Johann Sebadstian Bach)


Si damos el paso de convertir el nombre común θεός, deus, dios, en nombre propio que escribiremos según nuestra convención habitual con letra inicial mayúscula: Θεός, Deus, Dios, hemos pasado del politeísmo al monoteísmo, que es lo que hace el credo niceno-constantinopolitano, que además califica a la divinidad, esencialmente masculina, de παντοκράτωρ, omnipotens, todopoderoso. 

Precisamente Aristóteles, apoyado en los versos de Agatón, viene a decirnos antes de que se establezca la creencia en ese dogma que la divinidad no puede ser omnipotente. Nadie, por lo tanto, ni siquiera un dios, ni tampoco Dios avant la lettre,  puede evitar que Troya haya sido destruida y saqueada como fue una vez que ha sucedido porque no se puede cancelar el pasado y hacer que lo que ha sido no haya sucedido.