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sábado, 13 de septiembre de 2025

Pareceres LXXXIV

411.- Rebeldía conformista. La mayoría de los intelectuales contemporáneos denuncian la sociedad actual sin dejar de ser pese a ello sus habitantes más acomodados, críticos de salón y de suplemento cultural semanal del periódico de noticias: filósofos, politólogos y críticos literarios que demuelen el capitalismo desde la comodidad de sus cátedras universitarias, directores de cine, figuras de la farándula y artistas en general que condenan el consumismo feroz mientras promocionan sus obras en el mercado de la cultura y el arte contemporáneos. Esto es tan así que podría afirmarse sin mayor escándalo que hoy día la crítica radical del sistema es una de las formas más refinadas del conformismo intelectual y de adhesión al propio sistema criticado. Denunciar el tinglado se ha convertido en válvula de escape y parte no poco importante del propio sistema. La rebeldía del anticonformismo ha cristalizado en meras fórmulas estéticas, en marcas personales como puede ser la de Banksy, que sin embargo da casi siempre en el clavo con su crítica acerada. El intelectual contestatario es una figura del mercado tanto como el hombre de negocios, porque la sociedad actual ha desarrollado una extraordinaria capacidad de asimilación y neutralización de sus propias contradicciones, transformándolas en mercachiflería cultural. Como un organismo que ha generado sus propios anticuerpos, la modernez no solo ha aprendido a convivir con sus críticos más radicales, sino que, además, se alimenta de ellos. 

412.- Vivir deprisa. - ¡Cuánta sabiduría de la buena destila el consejo de vivir sin prisa! ¡Cuánta verdad rezuma! Hay que saber gozar las cosas repartiéndolas. A muchos, razona Gracián, les sobra la vida y se les acaba la felicidad enseguida. Malogran los contentos, que no los gozan, y querrían después volver atrás, cuando se hallan tan adelante. Postillones del vivir, que a más del común correr del tiempo, añaden ellos su atropellamiento atolondrado. Querrían devorar en un día lo que apenas podrán digerir en toda la vida. Viven adelantados en las felicidades, se comen los años por venir y, como van con tanta prisa, cagaprisas que son, acaban pronto con todo. Son más los días que las dichas, hay que repartir estas de manera que en todo momento tengamos alguna. Por eso hay que obrar, en el gozar, con mucho de espacio, despacito, sin prisa, para que nos duren los contentos, para que no se nos acaben tan pronto los amores. No hagamos caso de los cantos de sirenas que nos invitan a vivir de prisa y a dejar un cadáver bonito tirado en la cuneta de una carretera.


413.- Adiós a las cartas. Dinamarca dirá adiós a las cartas escritas en papel, a los sobres y a los sellos a partir del 31 de diciembre del año del Señor de 2025. El servicio postal de Correos danés, después de cuatro siglos de funcionamiento, dejará de repartir cartas. A partir del año que viene solo entregará paquetes postales, convirtiéndose en un servicio de paquetería como tantos otros de sobra conocidos. Desaparecerán también los míticos buzones rojos, símbolo del correo tradicional. El cartero de mi pueblo, aquí entre nosotros, no pasa todos los días, sino una vez cada dos semanas, y lo que trae no son cartas precisamente, sino impresos de publicidad comercial, alguna multa de tráfico y propaganda electoral. Han desaparecido las cartas que la gente leía, las de los familiares y amigos, las del novio y la novia, las del hijo que estudia y trabaja en el extranjero, todo un género literario epistolar escrito de puño y letra, cartas a menudo con faltas de ortografía, pero llenas de sentimiento y autenticidad. El correo electrónico ha acabado con las cartas tradicionales y las tarjetas postales: ahora te mandan un guasap y un selfi con un monumento detrás que te espeta: aquí estoy yo. Dicen que es ecológico que desaparezca el papel, para que no se talen tantos árboles. A fin de cuentas todos tenemos ya un buzón electrónico muy 'ecológico' encima: el móvil que nos inmoviliza.

 

 414.- Hechos los deberes. Desde que tenemos, por primera vez en nuestra reciente historia, un gobierno de coalición progresista, el más progresista desde que hay registros, resulta que España ha triplicado el gasto militar según la OTAN, que se felicita de que nuestro país haya alcanzado ya en defensa -es un eufemismo, en realidad en preparación para la guerra- el 2% de su Producto Interior Bruto, que era el objetivo que la Alianza Atlántica había fijado que alcanzaran durante el presente año todos sus miembros. Desde el año 2018 en que el Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español gobierna en las Españas se ha triplicado el dinero destinado al ejército. El grueso de este gasto se ha concentrado en este año y el pasado, un proceso que comenzó a acelerarse tras la invasión rusa de Ucrania, una guerra que todavía perdura. Desde el gobierno se ha dicho que no van a superar ese 2% del PIB, pero la noticia es que ya se ha pasado del 0.92 % anterior al 2% actual, que es una barbaridad, cuando no hay monises para los afectados por las inundaciones y los incendios producidos por el cambio climático, el volcán de La Palma, donde siguen viviendo en barracones, los enfermos de ELA y un larguísimo etcétera. La Alianza se muestra satisfecha de que España haya hecho sus deberes. El Gobierno, por su parte, ha recibido la noticia con alborozo por el esfuerzo importantísimo que “demuestra una vez más que estamos comprometidos con la paz, con nuestros socios europeos y con la Alianza Atlántica”, según nuestra Ministra de la Guerra, satisfecha de que España aporte efectivos -hombres y mujeres, antes se decía 'carne de cañón',- a las misiones de paz de la OTAN y cumpla con sus compromisos adquiridos.

 

415. - Pensar no es tener ideas. Pensar es no tener ideas. O mejor dicho: pensar es liberarse de las ideas que uno tiene, es decir, de las ideas recibidas y asimiladas que lo tienen a uno, porque nosotros no las tenemos a ellas, son ellas, inculcadas, las que nos poseen a nosotros. Pensar es desembarazarse de ideas. De ahí la importancia vital de aprender a pensar, a liberarse de las ideas, a desaprender, cosa que no es fácil porque el arte de la incrustación  utiliza muchos procedimientos: la reiteración constante de mensajes falsos o semiverdaderos hasta que, a fuerza de tanta repetición, parezcan verdades dogmáticas como puños que nadie osa cuestionar; el cambiazo habitual sel significado de las palabras, haciendo que lleguen incluso a significar lo contrario: a una guerra se la denomina pacificación y a los ejércitos tropas de paz, por ejemplo. Es fundamental para ello crear enemigos invisibles como un virus, una emergencia climática, una amenaza de invasión militar... Estos enemigos, bien establecidos en el inconsciente colectivo, sirven para declararles la guerra y justificar la ejecución de medidas draconianas. Se inculcan ideas recurriendo a lo emocional y evitando lo racional para lo que se utilizan imágenes impactantes -a veces, cada vez más, manipuladas- y se corean expresiones igualmente impactantes que se convierten en consignas que acentúan el miedo o el sentimiento de culpabilidad: salva el planeta, quédate en casa, no salgas, no des la mano, di hola... Ocultan y censuran si es preciso la contrainformación que pueda poner en duda su agenda, inundando al mismo tiempo el espacio público de ruido mediático para que no tengamos ocasión de reflexionar. No quieren que pensemos y nos desembaracemos de las ideas inculcadas, porque lo que pretenden es que obedezcamos.

 

jueves, 5 de diciembre de 2024

Pensar, a pesar de todos los pesares

    'Pensar' no se decía en latín pensare como podría parecer a primera vista, sino putare, de lo que nos quedan testimonios en los cultismos -palabras que han sufrido pocos cambios en su evolución debido a la imposición y al conservadurismo de la lengua escrita o culta-: computar, diputado y diputación, disputar, imputar, putativo, reputar y reputación... La evolución del término putare según la evolución vulgar de la lengua hablada nos lleva hasta podar. Los cambios sufridos son, aparte de la apócope de la -e final, la sonorización de la consonante oclusiva dental sorda intervocálica -t-, que evoluciona a -d-, y el paso de la -u- breve átona a -o-. Lo curioso de esta evolución es que restituye en nuestra lengua el significado original latino de putare, que era precisamente limpiar, podar, cortar las ramas inútiles de la vid o del olivar, de lo que nos queda recuerdo en nuestro término culto amputar ('cortar y separar enteramente del cuerpo un miembro o una porción de él', según recoge la docta Academia).

El pensador, de Rodin, a las puertas del infierno.

      Hallamos en la etimología una espléndida metáfora que demuestra cómo esta lengua de campesinos que era el latín relacionaba la actividad de la poda de las viñas, de los rosales o de los olivos con la actividad y el campo semántico del pensamiento: poner en limpio, aclarar, considerar, juzgar, opinar, razonar y racionar... Pensar era desprenderse de las ramas superfluas, de las ideas o creencias -diríamos nosotros- para que pudiera florecer y fructificar el árbol o la planta del pensamiento. Pensar es, pues, según sugiere la etimología podar, cercenar lo superfluo cortando por lo sano, como suele decirse.

    En este sentido, traigo a propósito la definición que dio el filósofo francés Alain, pseudónimo de Émile-Auguste Chartier (1868-1951), de “Penser, c'est dire non” (Pensar es decir que no), que aprovechará el joven Jacques Derrida para dar un ciclo de cuatro conferencias en la Sorbona de París durante el curso escolar 1960-1961, que se han publicado póstumamente en 2022, y que más de cincuenta años después guardan plena vigencia en una época como la actual en la que es sumamente difícil separar lo que es razonamiento y pensamiento propiamente dicho de creencia e ideología.

 

    Hay que saludar aquí la traducción a cargo de Antonio Martínez Riu y publicación entre nosotros de esta obra inédita hasta ahora por la editorial Herder, que constituye el texto más antiguo del corpus derridiano, escrito a mano durante la guerra de Argelia, y que ha visto la luz gracias a una importante labor editorial, un libro imprescindible sesenta años después de escrito. 

 

Estatua de Émile-Auguste Chartier, llamado Alain

    La negación es para Alain y para Derrida el rasgo del pensamiento auténtico. ¿A qué o a quién se dirige esa negación? En principio a todos los dogmas tanto religiosos como políticos o morales, a todas las opiniones, a los prejuicios, a las ideas recibidas en general y a las creencias en particular. Pensar es hacer tabla rasa, una auténtica poda que hará que florezca el frondoso árbol del pensamiento gracias a la duda que es, como dice en otro lugar Alain, la sal de la tierra.

   Pero, ya que estamos haciendo una pequeña investigación etimológica, veamos cuál es el origen de nuestro término “pensar”. Procede del latín pensare (que es un frecuentativo de pendere 'dejar pender los platillos de una balanza') y que significaba pesar, como demuestra la evolución vulgar del término, y que nos recuerda la operación de sopesar dos magnitudes en una romana. Del significado de pesar con la misma balanza se pasa sin mucho problema evolucionando de lo concreto a lo abstracto a juzgar con el mismo criterio

      Era el pensum el peso de lana que una esclava debía hilar diariamente. De la tarea concreta de la hilandera pasó a significar en abstracto obligación, deber, función. Y es el origen de nuestros pesos, y pesas, así como de la unidad monetaria que acabaría sirviendo como salario de esa tarea, el peso y la peseta, la antigua moneda española -y metáfora del sexo femenino- antes de que irrumpiera y la devaluara la imposición del euro.

    Aunque estamos relacionando etimológicamente el pensar con el pesar y los pesares, y lo pensado, por lo tanto, con lo pesado y la pesadez, pensar no puede ser más que todo lo contrario: desembarazarse y aliviarse del peso y del lastre de las ideas y las creencias recibidas.