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miércoles, 19 de julio de 2023

A toro pasado

    Volvamos, ahora que ha pasado todo, un poco la vista atrás, a toro pasado, como dicen los taurinos. Si alguien se resistía a creer que fuera contagioso en acto, y podía serlo de hecho y no tener ningún síntoma porque se había creado la entelequia de 'enfermo asintomático', o en potencia aristotélica, daba igual, te decían: Actúa como si lo fueras. No nos decían “Actúa como si tuvieras sentido común”, porque de lo que se trataba era de privarnos de la comunidad y del común sentido. 
 
 
    Nos decían, por ejemplo en este significativo anuncio del NHS, el Sistema de Salud Nacional británico, el equivalente de nuestra Seguridad Social: Act like you've got it. (Actúa como si lo hubieras pillado, como si lo tuvieras -se sobreentiende el virus-). Anyone can spread it. (Cualquiera puede propagarlo) Stick to the rules to stop the spread. (Aférrate a las normas para detener la propagación). Y a continuación las tres reglas: STAY HOME (Quédate en casa), PROTECT THE NHS (Protege el Sistema de Salud Nacional, en el colmo del enrevesamiento, porque nos están diciendo que no acudamos a los hospitales a colapsarlos, cuando se supone que es el NHS o la SS y los propios hospitales los que deberían protegernos a nosotros), SAVE LIVES (Salva vidas). 
 
    La imagen, por otra parte, dice sin palabras mucho también: un rostro enmascarado tras una pantalla protectora y una inevitablemente obligatoria mascareta.
 
    Analicemos a toro pasado también esta infografía terrorífica que he podido fotografiar en el servicio de Urgencias del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander (Cantabria, España), recientemente, cuando ya ni siquiera es obligatoria la última de las reglas: la mascareta que muchos sanitarios temerosos del contagio portaban todavía sin embargo.


    La infografía o diagrama visual informativo viene firmada por el Gobierno de Cantabria, pero pertenece  a la Consejería de Salud del Gobierno del Principado de las Asturias. 

    Analicemos en primer lugar la pregunta maliciosa que dice: ¿Por qué no debes quedar con tanta gente? Tras el signo de interrogación se oculta la orden de que debes reducir tus contactos, porque es la única manera de reducir los contagios. Nótese cómo se equiparan torticeramente contactos y contagios: ¿Cómo disminuyen los contagios según tu número de contactos? La infografía parte de la premisa de que el individuo de la izquierda, que representa a cualquiera de nosotros porque nadie está libre de pecado está contagiado y por lo tanto es contagioso, y de que ese individuo puede ser cualquiera de nosotros, un asesino en potencia, pese al sentido común que sugiere que sólo puede ser contagioso un contacto... contagiado (y eso no siempre). 
 
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     Una persona que no reduce sus contactos y sigue haciendo vida normal como si nada, se convierte en lo que se llamó un supercontagiador que contagia en 5 días “a menos de 3 personas”, es decir, a 2,5 ó dos y media -con el delirio matemático del concepto inconcebible de 0,5 ó "media persona"-, y en un mes “a 406 personas” enteras exactamente, una barbaridad. 
 
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     Si esa misma persona contagiosa reduce sus contactos a la mitad, contagia en 5 días “a menos de 2 personas”, o sea, según la ilustración gráfica, a una y media, y en un mes a 15 personas. 
 
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   Si esa persona reduce sus contactos a la cuarta parte, contagia en 5 días “a menos de 1 persona”, según el dibujito, a media persona, si eso tiene algún sentido, que no lo tiene, y en un mes a 2 personas (en la ilustración gráfica a 2,5 o sea dos y media). 
 
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    A buen entendedor, nos decían... Si reducimos nuestros contactos al cien por cien, es decir, si no tenemos contacto más que con nosotros mismos porque nos aislamos como si fuéramos ermitaños, no contagiamos a nadie, pero como se supone que estamos contagiados, enfermos que somos todos y cada uno, ya sea sintomáticos o asintomáticos, y que debemos permanecer en casa y no colapsar los hospitales y contagiar a los sufridos sanitarios... moriremos como perros abandonados y sarnosos.

    De eso se trataba probablemente, de que no quedáramos con tanta gente. No de que no contagiáramos a nadie, si no de que redujéramos tanto nuestros contactos que no hiciésemos ninguna vida social, que dejáramos de ser un animal social o zóon politikón, como nos definió Aristóteles, y que nos muriéramos de asco y soledad, a no ser que recurriéramos a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información y aumentáramos, como por arte de magia y sin ningún riesgo de contagio viral, aunque sí para nuestra salud mental, el número de nuestro contactos virtuales por teléfono y videoconferencia, porque las relaciones digitales, fingiendo que nos unen, nos aíslan más de lo que estamos.

viernes, 24 de abril de 2020

Contactos y contagios

La palabra “contagio”, tomada del latín CONTAGIVM tiene una curiosa historia detrás, como casi todas las palabras. La tenemos en castellano desde comienzos del siglo XVII con el significado de “transmisión de una enfermedad”. Procede del verbo latino CONTINGERE, que a su vez es un compuesto con apofonía vocálica de TANGERE, que significa tocar, con el preverbio CON-, que le da un valor de convergencia y de reunión, un valor sociativo y de acción recíproca y confluencia: Si TANGERE es sólo tocar, CONTINGERE es tocarse. Algo parecido a lo que sucede con LOQVOR, que es hablar, y CON-LOQVOR, que con el prefijo delante se convierte en conversar: el monólogo se convierte en diálogo o coloquio. 

El verbo simple TANGERE, que evoluciona a tañer -un instrumento de cuerda o el tañido de las campanas, por ejemplo-, por lo que nos atañe, contiene un infijo nasal -N- en el tema de presente que desaparece yéndosenos por la tangente a la hora de formar el participio de perfecto, quedando su raíz reducida a TAG-: al añadir el sufijo del participio -TVS se ensordece el fonema oclusivo gutural sonoro G en contacto con el  dental sordo T, se contagia de su "sordera" y pierde la sonoridad característica que le proporcionaba la vibración de nuestras cuerdas vocales convirtiéndose en C, pronunciado como en “casa” o “cosa”, de modo que lo que debería ser *TAGTVS acaba siendo TACTVS, tacto: aquí lo tenemos en nuestra lengua también.

Y de ahí uno de nuestros sentidos corporales, el del tacto, cuyo órgano es la piel extendida a lo largo y ancho de todo nuestro cuerpo. Con el prefijo negativo IN-, tenemos intacto, con lo que nos referimos a lo que no ha sido tocado y permanece puro, casto, virgen, sin mezclar, inalterado. 


Es curioso que nuestra palabra tacto, además de referirse a uno de los cinco sentidos corporales y a la acción de tocar o palpar, también signifique entre nosotros “prudencia para proceder en un asunto delicado”, como en la expresión “andarse con tacto”, donde es prácticamente sinónima de “cuidado”. 

Esto nos lleva a la siguiente contingencia: contagio y contacto son desde un punto de vista estrictamente etimológico esencialmente lo mismo. Pero si el contagio en el sentido de transmisión de una enfermedad es un resultado del contacto, no se puede decir, sin embargo, al revés, que todo contacto conlleve siempre un contagio. Hay contactos por ejemplo virtuales, los que se producen a través de una pantalla táctil, de las personas que rehúyen los contactos epidérmicos, reales, físicos. 

Hay que lamentar que se haya perdido entre nosotros el componente táctil físico a la hora de contactar con alguien o a la hora de relacionarse uno con sus contactos, como se dice en las redes sociales. Gracias (de nada) a la tecnología, hemos sustituido el calor humano del contacto físico por la frialdad del virtual o telemático. 

Ahora, además, gracias (de nada también) al miedo que nos han metido en el cuerpo a la plaga del virus coronado,  no nos queda otra, nos aseguran, que evitar el contacto físico si queremos evitar contagiarnos, por lo que nos autoimponemos el distanciamiento social: guardamos las distancias. Pero es inhumano. 


Perdemos las caricias, el calor efusivo de un abrazo o de un apretón de manos por miedo a que el otro nos contagie, por el miedo a contagiarle nosotros o por el miedo recíproco a contagiarnos mutuamente. El no miedo sino pánico al pestífero contagio hace que nos apartemos de todo contacto, de todo tacto

Una cosa es tener cuidado con lo que se toca, siempre nos lo han dicho, desde pequeños, así como que hay cosas que no se tocan, intangibles, las cuales eran precisamente las que queríamos tocar, y otra es tocar sólo asépticas pantallas táctiles, como si estas fueran inofensivas, o tocar otras cosas y personas con la mediación sanitaria de un guante profiláctico.