domingo, 15 de junio de 2025

Dos vidas

    Álvaro de Campos es otro de los heterónimos o pseudónimos (etimológicamente 'nombre falso', si no fuera porque todos los nombres propios, reales como son, resultan falsos al fin y a la postre) del inmenso poeta portugués Fernando Pessoa (1888-1935). 
 
    El otro día recordábamos a otro heterónimo suyo, más clásico, pagano y horaciano, Ricardo Reis. Hoy traemos a Álvaro de Campos, mucho más moderno que Ricardo Reis, autor de este poema titulado Dactilografía, que fue publicado en la revista Presença nº1, 2ª serie, en noviembre de 1939, unos versos libres, si pueden llamarse así, porque son tan libres que ni siquiera son versos sensu stricto, sino una prosa poética si se quiere y sugerente que le agradecemos al autor por el descubrimiento de que todos tenemos dos vidas: la real y la verdadera, que no son la misma porque el sueño es la vida verdadera, la soñada en la infancia y durante la edad adulta 'en un sustrato de niebla', mientras que la vida efectiva es falsa y ficticia como la realidad misma de la sórdida oficina.  
 
 
  Dactilografía
 
Trazo solitario, en mi cubículo de ingeniero, el plano, 
firmo el proyecto, aquí aislado, 
remoto hasta de quien soy. 
 
Al lado, acompañamiento banalmente siniestro, 
el tic-tac estallante de las máquinas de escribir. 
 
¡Qué náusea de la vida! 
¡Qué abyección esta regularidad! 
¡Qué sueño este ser así! 
 
Otrora, cuando fui otro, eran castillos y caballeros 
(ilustraciones, tal vez, de algún libro de infancia), 
otrora, cuando le fui verdadero a mi sueño, 
eran grandes paisajes del Norte, explícitos de nieve, 
eran grandes palmares del Sur, opulentos de verdes. 
Otrora. 
 
Al lado, acompañamiento banalmente siniestro, 
el ti-tac estallante de las máquinas de escribir. 
 
Todos tenemos dos vidas; 
la verdadera, que es la que soñamos en la infancia, 
y que continuamos soñando, adultos en un sustrato de niebla; 
la falsa, que es la que vivimos en convivencia con los demás, 
que es la práctica, la útil, 
 aquella en la que acaban por meternos en un ataúd. 
 
En la otra no hay ataúdes, ni muertes, 
hay sólo ilustraciones de infancia: 
grandes libros coloreados, para ver pero no leer; 
grandes páginas de colores para recordar más tarde. 
En la otra somos nosotros, 
en la otra vivimos; 
en esta morimos, que es lo que vivir quiere decir; 
en este momento, por culpa de la náusea, vivo en la otra... 
 
Pero al lado, acompañamiento banalmente siniestro, 
yergue la voz el tic-tac estallante de las máquinas de escribir.
(Traducción de Miguel Ángel Viqueira)
 

 

sábado, 14 de junio de 2025

El derecho a decidir

A menudo oímos decir que solo se es libre cuando se puede decidir. Y muchos reclaman para ser libres el derecho a decidir. ¿A quién se lo reclaman? Al amo. Ese es el problema. 
 
Decía Theodor W. Adorno: "La libertad consiste no en elegir entre blanco y negro, sino en escapar de toda alternativa preestablecida". El amo es el que establece la alternativa. Podemos ser nosotros mismos en un determinado momento dado los que nos impongamos el papel del amo. 
 
Cuando uno elige entre los términos de una alternativa que se le brinda no solo se está sometiendo al designio de quien diseñó la alternativa, sino también a la propia alternativa, como nos enseñó el sociólogo Jesús Ibáñez (1928-1992) en A contracorriente, edit. Fundamentos, Madrid, 1997. En las sociedades democráticas contemporáneas avanzadas tenemos libertad para elegir entre dos términos aparentemente opuestos como el blanco y el negro pero realmente indiferentes, entre izquierda y derecha, dos productos del mercado, dos alternativas de poder: Pepsi-Cola o Coca-Cola, Madrid o Atleti, Sánchez o Feijoo, dos partidos políticos igualmente corruptos cuando ejercen el poder porque no existe la corrupción cero cuando se ejerce dicho poder por lo que ninguno de ellos puede ser el antídoto de la corrupción... 
 

Una democracia moderna alcanza su equilibrio cuando solo quedan -al estilo yanqui- dos opciones electoralmente indiferentes: el bipartidismo es la perfección culminante de la democracia moderna, que nos ofrece la oportunidad de cambiar para seguir igual, o de ponerle un collar diferente al mismo perro. 
 
Los que mandan, que son por otra parte unos mandados como los demás, pueden preguntar lo que quieran, y es deber del resto de los mandados responder a lo que se les pregunta. La participación de los ciudadanos en el rito electoral de la feria democrática debe limitarse a responder a las preguntas que se les hacen: a elegir entre los candidatos que les proponen, sin que ellos participen para nada en la propuesta. 
 
Ni siquiera los militantes -qué término este más militarote pero significativo- de cada partido participan en la elaboración: las listas son cerradas por la cúpula de cada partido. Se ha criticado este hecho muchas veces y se ha propuesto, para corregirlo, la apertura de las listas, listas abiertas... Pero eso no resuelve el problema de la alternancia en el poder. 
 
Hay que elegir entre términos indiferentes: nada más seguro que la alternancia en el poder de dos partidos (casi) idénticos: para que haya reversibilidad, para que estemos en el mismo punto al empezar y al acabar la función. 
 
No hace falta saber latines para ver que decidir rima con incidir, y que el hecho de tomar una decisión sugiere la práctica de una incisión, abscisión, escisión o circuncisión, que se hace, otra rima etimológica, con precisión y concisión. Y detrás de estas palabras aparece de alguna forma el hecho de separar cortando, por ejemplo la cabeza del cuello en el sacrificio de un pollo o de una gallina, tajar, zanjar y degollar... Y es que decisión proviene etimológicamente de la palabra latina que nombraba la acción de cercenarle el cuello a la víctima sacrificial. 
 
De ahí que la manera de resolver un negocio, un problema o un asunto sea la toma de una decisión. Decidir es degollar las alternativas. A veces tomamos una decisión, cuando quizá lo más prudente -lo menos sanguinario- sería la indecisión, porque, reconozcámoslo, saber nada o muy poca cosa sabemos, no sabemos lo que queremos, lo que lejos de desesperarnos, debería permitirnos ver, nada nos lo impide por otra parte, que sabemos lo que no queremos, que es lo que tenemos y nos sobra.

viernes, 13 de junio de 2025

Zona de Bajas Emisiones

Llaman negacionista a quien duda de la versión oficial; bien, pero deberían llamar afirmacionista al fanático que cree a pie juntillas las 'verdades' oficiales. 
 
  “Parque cerrado por inclemencias meteorológicas. Disculpen las molestias”. ¿No decían que los parques eran refugios climáticos? ¿Por qué entonces los clausuran?
 
 Si los anticapitalistas se adaptan al marco político-económico reinante, acaban, en el mejor de los casos, gestionando “un poco mejor” el sistema, reforzándolo.
 Se critica mucho a los influencers de poca monta de las redes sociales y poco o nada a los más influyentes presentadores de la tele y medios afines al gobierno.
 
 Cuesta menos y es más sofisticado manipular la opinión pública mediante los medios y la televisión que utilizar la fuerza bruta a fin de imponer una decisión. 

 Suele decir la gente que todo tiene remedio en la vida menos la muerte, que es el futuro que tenemos prometido y que a todos nosotros, los mortales, nos espera.
  
  Los niños son inmortales, de ahí su encanto y alegría, porque no saben aún que la muerte existe, que es el porvenir que les aguarda y el rey Herodes les depara.
  
Parece que el pueblo está condenado siempre a tener un gobierno y a que sólo pueda librarse del que tiene sustituyéndolo por otro al que sumisamente someterse. 
 
No te pre-ocupes, porque te ocupas de algo antes de que haya ocurrido, y lo que ocurre es que te angustias por algo que nunca va a suceder tal como lo imaginas.
  El cuento del lobo. ¡Que viene el lobo! Y todos tenían miedo y se escondían. Pero el lobo no venía. Hasta que un día vino el futuro feroz y al fin se los comió. 
 
Para enterarse de lo que pasa, hay que desentenderse de los medios informativos, asomarse a la ventana y ver cómo pasan las nubes y no pasa nada en absoluto.
 
Solo hay hechos pasados, ni futuros (si son futuros no son ni están hechos) ni tampoco presentes: en el presente no hay un hecho sino un haciéndose en proceso. 
 
 Orquestado todo para  mantener el alto nivel de miedo ante un peligro hipotético, potencial- y esencialmente futurizo, orientado o proyectado hacia el porvenir. 
 
Creonte, el tirano, cree que hay una conspiración contra él. De su boca sale algo de verdad: Entre los hombres no ha surgido institución más mala que el dinero
[οὐδὲν γὰρ ἀνθρώποισιν οἷον ἄργυρος / κακὸν νόμισμ᾽ ἔβλαστε. (Sofoclés, Antígona, versos 295-296)]
 
Por más que nos esmeremos en diferenciarnos -dice un político profesional-, socialistas y populares nos parecemos mucho. Son lo mismo, no es que lo parezcan.
 
 “Pido perdón a la ciudadanía. Nunca debimos confiar en él”. Decía, compungido, el Presidente del Gobierno en vez de: “Nunca debimos confiar en alguien como yo”.

jueves, 12 de junio de 2025

Pareceres LXXVIII

381.- ESO. (Acrónimo de Educación -¡ojo!: no Enseñanza, que todavía era palabra con cierta nobleza- Secundaria Obligatoria). Se asombran los feministas bien pensantes y políticamente corregidos del gobierno progresista de que los jóvenes españoles que han padecido y padecen la ESO (ese nuevo servicio militar obligatorio para ambos sexos) no hayan dejado de ser machistas, y sean además de ESO, que ya es bastante castigo, o por ESO mismo, unos analfabetos funcionales que no saben ni leer ni escribir ni hacer la o con un canuto. Les han inculcado, además, una formación para la ciudadanía que los ha convertido en unos perfectos idiotas: es decir en futuros votantes y contribuyentes. Antaño nos adoctrinaron a otros con "Formación del Espíritu Nacional" o algo así, que venía a ser lo mismo que esto otro: imposición de ideas. Eso sí, a ellos les han inculcado educación sexual en el instituto y antes en la escuela primaria: les han dicho que antes de hacer-“lo” tienen que ponerse el condón. Y algunos hay tan necios que se ponen el profiláctico hasta para ir a hacer pis.

 382.- Tolerancia cero. Hacer oídos sordos es como hacer caso omiso o ningún caso. Algunos intolerantes han resucitado la palabra “tolerancia” -casas de tolerancia eran antaño las casas de putas que ellos frecuentaban para soportar los yugos de sus uniones conyugales matrimoniales (hago adrede el juego de palabras: matrimonio es conyugio)- para, acto seguido, cuantificarla de "cero" y declarar la guerra a la prostitución y a todo lo habido y por haber. Disfrazan así su inveterada y añeja in-tolerancia con la expresión aparentemente más amable de "tolerancia cero". Ahora les da por perseguir el puterío y la putería callejeros que ha habido siempre: quieren recluirlos en lupanares, volver a los prostíbulos regentados por madamas, macarras y proxenetas. Por cierto, un proxeneta, como se sabe, es un alcahuete o persona que sonsaca a una mujer para usos lascivos con un hombre, o aquel que encubre, concierta o permite en su casa ese comercio carnal a cambio de una parte de los beneficios económicos de la prostitución, es decir, es un intermediario o macarra o, dicho vulgarmente, un chulo de putas. ¡Qué distinto del próxeno de la antigua Grecia, que era el anfitrión que recibía sin ánimo de lucro a los extranjeros y les brindaba hospitalidad mostrando su xenofilia, que no su xenofobia!

383.- Mayormente idiotas. La mayoría somos idiotas (yo también en mi mayor parte, por supuesto, como todo hijo de vecino), tanto la mayoría de los muertos como la mayoría de los que estamos presuntamente vivos todavía. Pero, afortunadamente, la mayoría no es la totalidad, la mayoría no somos todos, por lo que algunos, llevada la cosa al terreno personal, no siempre somos totalmente idiotas. Algunos hay, aunque muy pocos a la sazón, que son la excepción que confirma la regla y se salvan milagrosamente de la quema y de la condenación general a la idiocia y a la idiotez de la mayoría. Este idiotismo mayoritario consiste en un individualismo cerril que cultiva gustos y opiniones personales sin percatarse de que todos somos iguales y diferentes al mismo tiempo como dos gotas de agua: su lema es: un individuo, un voto; su caldo de cultivo, la democracia, que es el sistema de dominio vigente que nos imponemos mayoritariamente, tontos que somos mayormente la mayoría de la población y de nosotros mismos.
 
 
 384.-Paredes que hablan a gritos. Verdades de Pero Grullo, que a la mano cerrada la llamaba puño; verdades, pues, como puños que denuncian las mentiras oficiales, expresión de la voz anónima, desgarrada, del pueblo, que se rebela contra todas las ideas y contra la imposición de la más poderosa de todas ellas, que es la de la realidad misma, falsa como ella sola pero no por falsa menos real. Transcribo unos grafitos, escritos con letras capitales, como dicen que en la Red equivalen a gritos por su tono exaltado o enfático. ¿DEMOCRACIA ES LIBERTAD? NO ME HAGAS REÍR. JAJAJA. / NO TE CREAS LO QUE TE CUENTA (frente a un instituto de educación secundaria, y lo mismo frente a una iglesia) / DENTRO DE 40 AÑOS SERÁS FELIZ / ¿HAY VIDA EN MARTE? ¿LA HAY EN LA TIERRA? / ¿HAY VIDA ANTES DE LA MUERTE? / SI CREES QUE ERES LIBRE ES PORQUE NO HAS VOLADO LO SUFICIENTE COMO PARA CHOCAR CONTRA EL MURO. / TU BANCO TE ROBA / LOS VERDADEROS DELINCUENTES LLEVAN TRAJE Y CORBATA (O UNIFORME) / BALÓN>CUERO>BORREGOS>FÚZBOL / SOY LIBRE, PUEDO ELEGIR EL COLOR DE MIS BARROTES / ¿A QUÉ ESPERAS PARA EMPEZAR A VIVIR? / HIPOTECA TU VIDA: MUERE / BIENVENIDO AL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA / LA IMAGINACIÓN CONTRA EL PODER / SOLO LOS PECES MUERTOS SIGUEN LA CORRIENTE DEL RÍO .

 

385.- Lo que nos une nos separa. Circula en los repertorios de frases célebres suscritas por grandes pensadores, intelectuales o poetas esta, atribuida a Neruda, que me parece bellísima: “Que nada nos una para que nada nos separe”. Buscando entre los versos y escritos de Neruda, resulta que no encuentro la frase que todo el mundo le atribuye. Hallo otra muy diferente que reza: “Para que nada nos amarre / que no nos una nada”, dos versos del poema Farewell. Estos versos de Neruda dan a entender que los lazos que nos unen no dejan de ser cadenas y, por lo tanto, no dejan también de esposarnos: lo que nos une es lo que a la vez que nos acerca nos ata: por ejemplo el matrimonio, o la amistad, o la relación de pareja… La frase que se le atribuye a Neruda y que parece ser espuria, (“Para que nada nos separe, que no nos una nada”) podría parecer a primera y simple vista el epitafio de un pobre hombre solitario que no conoció el amor ni la amistad porque nunca arriesgó por temor a perder los sentimientos de su corazón. Sin embargo, desde otro punto de vista, da a entender que ya están unidos, y por eso dice (para que nada nos separe de la unión que mantenemos), que nada nos una, lo que no resulta muy lógico, pues si ya estamos unidos, ¿para qué pedir que nada nos una? Sin embargo, ahí está la paradoja: lo que sentimos todos en el fondo de nuestro corazón es que los lazos de unión (parentesco, afinidad, familia) nos unen pero de esa misma forma nos separan al unirnos. Quizá deberíamos reformular la frase del siguiente modo: “Para que nada nos separe, que nada nos amarre”.

 

miércoles, 11 de junio de 2025

¡MÁS GASTOS SOCIALES, MENOS MILITARES!

    El Ejecutivo progresista carpetovetónico sube en 4000 M el presupuesto en Defensa y reduce en 1000 M el de Educación. La eme mayúscula, por cierto, en este contexto es abreviatura de millón(es). Los Ministerios que más dineros pierden son Hacienda, Educación y Ciencia. La gente reclama, desde abajo, a Papá Estado que gaste menos en la promoción de la guerra, y más recursos en las cosas que se consideran buenas para el pueblo como la salud, la educación y demás necesidades sociales, pero entonces Papá Estado dice que hay que defender lo que tenemos, porque está en peligro todo lo demás. Además, nos tranquiliza -es un decir- diciendo -es otro decir- que el aumento del gasto militar no va a comportar un recorte de los gastos sociales porque, en el fondo, los gastos militares son también gastos sociales.
 
    El presidente y sus adláteres defienden a capa y espada el rearme porque genera puestos de trabajo, mejora las condiciones de nuestra tropas, fortalece las telecomunicaciones y la ciberseguridad, apoya en la gestión de emergencias y desastres naturales, fomenta misiones humanitarias en el exterior, y es bueno para la salud y sostenible para el planeta. Nos convencen así de que la dicotomía entre gastos sociales y militares es falsa porque los segundos son gastos sociales, y más importantes y sociales, si cabe, que los primeros en tiempos de indefensión como los actuales, en los que hay que invertir en “instrumentos de defensa y disuasión”. 
 
 
    ¿Adónde se fueron, haciendo un poco de memoria histórica, las manifestaciones multitudinarias contra la guerra de Iraq, y el ¡NO A LA GUERRA! de los años del Señor de 2003 y 2004? ¿Dónde, más atrás, las manifestaciones contra la OTAN de los años ochenta, que coreaban el lema ¡OTAN NO, BASES FUERA!? 
 
    El Partido ¿Socialista? ¿Obrero? ¡Español!, que decía de entrada que no a la Alianza Atlántica, nos metió de cabeza en ella mediante un referéndum que ganó por los pelos mediante la manipulación del electorado. La democracia, en efecto, no es el gobierno del pueblo, sino el de la Opinión Pública, que no es la opinión del pueblo, porque el pueblo no tiene opinión, tiene razón y razones, sino la del gobierno, que sí tiene opinión y que la impone. Entonces gobernaban el P¿S?¿O?¡E! y los medios de formación masiva de la Opinión Pública a su servicio. 
 
    El bombardeo, nunca mejor dicho, al que los medios nos han sometido a raíz de la guerra de Ucrania, que es la guerra de Putin, el nuevo Hitler que hay que combatir a toda costa, nos infunde miedo, terror, pánico, como hicieron durante la pandemia de la que ahora nadie quiere oír hablar, con una amenaza que no es tal, como la rusa. Seguimos en la caverna de Platón, ahora en su versión electrónica: la e-cave o e-cavern punto 2.
 
 
    No vayamos a creer tampoco que la gente es tan pacifista como pudiera parecer. La mayoría no se opone a las guerras cuando son ‘en legítima defensa’: si te atacan, es legítimo defenderte. El concepto de legítima defensa está tan arraigado en el inconsciente colectivo que los aparatos de propaganda de los estados siempre presenten las guerras como defensivas, ya sea ante una ofensa real, simbólica o ficticia. 
 
    Los grandes medios de ahormación de masas, pertenecientes la mayoría a conglomerados empresariales y fondos de inversión con intereses económicos directos, moldean la Opinión Pública hasta crear una mayoría favorable a sus propósitos y favorecen de este modo la rentabilidad de sus jugosas inversiones. Envuelven su discurso con palabras bonitas como 'seguridad', 'tecnología', 'progreso', 'cooperación internacional' y un larguísimo etcétera, camuflando el hecho de que están trabajando en beneficio de la industria del armamento, presentándonos además al ejército como si fueran altruistas hermanitas de la caridad con un par de pistolas al cinto. 
 
    Las exigencias militares de los EEUU y de la OTAN ya no se conforman con el 2%. Ahora hay que llegar al 3% y 3,5%, poniendo ya la vista en el 5%... si no queremos acabar hablando ruso a la fuerza, según dice el secretario general de la Alianza Atlántica, en una espiral que parece que no hay Dios que la detenga. Y, frente a eso, como dicen los amigos antimilitaristas: Los ejércitos están para hacer la guerra, y de aquí que se pertrechen con tantas armas e instrumentos mortíferos. Tienen cazas, tienen bombarderos, tienen helicópteros artillados, tienen carros de combate... La denominación de sus artilugios no sugiere misiones de paz, precisamente.
 
    Frente al rearme, las almas piadosas le piden al inexistente Agnus Dei, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que nos dé la paz con divinas palabras: Dona nobis pacem. No hace falta ser creyente para apreciar la Misa en si menor de Bach,  una obra maestra de la música. He aquí el final de esta misa, el Dona nobis pacem, grabado en la Filarmónica de París en abril de 2015, dirigida por J. E. Gardiner con el Coro Monteverdi. 
 
 

martes, 10 de junio de 2025

Podredumbre intelectual

    El año pasado la prestigiosa Universidad de Oxford declaró el término “brainrot” como palabra del año, compuesta de “brain” cerebro, mente o sesera, y “rot”, podredura, podredumbre, pudrición o simplemente podre, definiendo la palabra como el “supuesto deterioro del estado mental de una persona”, es decir, deterioro de nuestras capacidades cognitivas o intelectuales, debido al consumo excesivo de “contenido trivial o poco exigente” de la Red en general, las redes sociales en particular, y otras plataformas en línea que no hace falta mencionar pero cuyo objetivo es entretenernos y distraernos presentándonos la realidad como ficción y la ficción como realidad.

    Sin necesidad de suficiente evidencia científica avalada por estudios de expertos publicados en artículos revisados por pares en prestigiosas revistas del gremio cien-ton-tífico y blablablá, ya sospechábamos un poco todos por lo bajo que pasar demasiado tiempo frente a las pantallas como hacemos, confesémoslo, genera ansiedad y depresión, y en los cerebros infantiles y adolescentes, además, TDAH que son las siglas del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, perturbaciones del comportamiento y síntomas físicos como mareos, dolor, náuseas y ganas de morirse. 

    La exposición excesiva a los contenidos de las pantallas pueden provocar entumecimiento cerebral, reduciendo nuestra capacidad para responder a estímulos emotivos e intelectuales, deteriorando nuestra capacidad cognitiva, lo que dificulta la recopilación y procesamiento de datos por la sobrecarga mental debida al bombardeo constante de información. Esta podredura de la mente afecta a funciones básicas del cerebro como la actividad de nuestra memoria , que se atrofia por falta de ejercicio, confiada en la del dispositivo que todo lo sabe y lo recuerda, y nuestra capacidad de interacción social, que disminuye considerablemente.

    El problema no radica en cuánto tiempo pasamos frente a las pantallas, sino en lo que ganamos y nos perdemos mientras estamos ante ellas. Nuestros cerebros necesitan interacciones sociales, actividad física, desarrollo creativo, estímulos ricos y diversos, no imágenes y datos absurdos que no nos interesan en absoluto y que nos meten ideas -falsas, epíteto de 'ideas' y, como tal, adjetivo innecesario pero no superfluo dado que es enfático-  en la cabeza, reduciéndonos, como antaño la televisión, que ya solo ven los viejos, a los que hace compañía, a la condición de espectadores pasivos. Esos contenidos, la inmensa mayoría, son fast food, comida basura para la mente, que necesita otros estímulos.

     El problema no es, como creen algunos ingenuos, la poca calidad, sino la grandísima cantidad. Es cierto que hay contenidos interesantes, pero pasan desapercibidos entre la inmensa balumba de informaciones y datos, por lo que la exposición constante y adictiva no deja de cansar el cerebro y reblandecerlo hasta freírlo. 

    Hay que alejarse de las pantallas, y soy consciente de que esto se dice desde una pantalla, pero esa es la cruz de la contradicción con la que cargamos. Nos hicieron un daño inmenso cuando nos apartaron de la interacción social en prevención de contagio del coronado virus asesino aquel por contacto real. La mayoría democrática se volcó, si no lo estaba previamente, en las redes sociales y en las asépticas videoconferencias, y he aquí el resultado de todo ello: aumento de las tecnologías, podredumbre de los cerebros, brainrot; thank you, Oxford university, for the concept

lunes, 9 de junio de 2025

La vecina del cuarto piso

    No sé por qué demonios me viene ahora a la memoria el recuerdo de la vieja Soledad, La Sole, tan vieja que la gente decía que había nacido cuando reinaba Carolo, la vecina del cuarto y último piso de aquel edificio de protección oficial de no recuerdo ya qué año triunfal que, viuda como se había quedado y con sus hijos casados y dándole nietos, seguía vistiendo luto sin pasar al alivio del morado después de tantos años y vivía, haciendo honor a su hombre propio, más sola que la una.
 
    Cuando empezaron a colonizarnos los primeros aparatos de televisión en blanco y negro, aquellos que tenían un voltímetro que había que esperar a que se calentara para encender el aparato, muy a finales de los años cincuenta, cuando bajábamos al bar a ver las películas, porque no habían entrado todavía en las salitas de estar de las celdas de aquellas colmenas de cincuenta metros cuadrados, ella bajó un par de veces y se horrorizó de la diabólica magia negra que vio, y de lo que oyó.
 
 

     La Sole siempre dijo lo mismo que del cable telefónico y del teléfono: que jamás entraría un aparatejo de esos en su casa. Sus hijos, sin embargo, le regalaron uno enseguida para que le hiciera la compañía que ellos no le hacían, como harían también con el teléfono más tarde. Pero ella apenas encendía el televisor porque, además de vergüenza, le daba miedo, convencida como estaba de que por el cable de la antena entraban unos seres diminutos, unos duendecillos malignos o más bien diablejos parlanchines, que venían por los aires y se infiltraban en el aparato y empezaban a parlotear y a tratar de embaucarla con el fin de espiarla y de robarla. 
 
    Años más tarde, sus hijos le metieron el teléfono en casa, aquel aparato por el que salían aquellas voces que podía oír y con las que podía hablar, pero no ver a sus hijos y nietos, que solo venían de visita muy de tarde en tarde.
 
    Hay quien decía que la vieja chocheaba un poco, pero a mí, que era un chiquillo entonces, no me lo parecía. En lugar de reírme de sus ocurrencias, creía que podían llevar algo de razón, aunque me costó perdonarle que me matara un grillo que tenía yo suelto y correteaba por la cocina, pisoteándolo al confundirlo con una cucaracha.
  
    Se dio cuenta enseguida la Sole de que los anuncios que le metían por los ojos y por los oídos en la cabeza los duendecillos de aquel aparato no vendían cosas, sino sueños y fantasías con los que querían engañarla para que se volviera más loca de lo que estaba y no viera las cosas de verdad y la verdad de las cosas. 
 

    También se percató de que las películas y las noticias de aquellos aparatos de los que salían imágenes y voces eran patrañas y podridas mentiras. Lo que le contaban no tenía nada que ver con lo que pasaba en la calle y ella veía cuando se asomaba a la ventana del cuarto piso donde vivía, o cuando salía, bajando penosamente las escaleras, porque no había ascensor que le evitara el esfuerzo, a la calle, a La Finca, que era como se llamaba el barrio que, no asfaltado como estaba todavía, se convertía en un barrizal cuando llovía, que era las más de las veces. Cuando subía las escaleras, más penosamente que cuando bajaba, al llegar al segundo piso, que era donde vivíamos nosotros, solía llamar a la puerta, pararse a descansar y a pegar un rato la hebra con mi madre. 
 
    No distinguía elle entre la ficción y la realidad, entre lo real y lo simulado porque tanto lo uno como lo otro salía de aquella misma pantalla en blanco y negro. No llegó a conocer la vieja Soledad, La Sole, el progreso del diabólico aparato, cuando empezó a emitir en color y en numerosos canales tanto públicos como privados, todos iguales al fin y a la postre, ni tampoco la Tecnología Digital Terrestre, que vino muchísimo después, ni tampoco los teléfonos inalámbricos que incluían una pantalla como la del televisor pero muchísimo más pequeña..., pero su primera impresión, sin embargo, le quedó a aquel niño que era yo grabada, muy nítida. Aquella caja no era tan tonta como parecía a simple vista; no informaba de la realidad, sino que la creaba y configuraba para que viviéramos esa simulación que nos metían, como el nodo, el noticiario del domingo, del Ideal Cinema, en el corazón de aquellos pisos de protección oficial. 
 
    No conoció la vieja Sole, Dios la libró de ello, todo lo que vino después, que, como diría mi difunto padre, era innecesario porque se podía vivir muy bien sin ello -y toda la vida de Dios, de hecho, se había vivido sin ello hasta entonces-: las redes sociales con sus identidades virtuales, ni el mundo digital donde la línea que separa lo auténtico y verdadero de lo que no lo es se vuelve cada vez más borrosa y más difuminada. A ella las plataformas actuales, que no solo no reflejan la vida de las personas, sino que la reinventan y la falsean, no sé lo que le hubieran parecido, pero seguiría, con razón, empeñada en que la estaban engañando, espiando, robándole la vida y distrayendo su atención, y metiendo por los ojos una realidad que no vamos a decir que no exista -existe, por el contrario, y mucho más de lo que quisiéramos- pero que no deja de ser una cochina mentira, un mundo figurado y paralelo: un mundo para lelos como éramos nosotros.
 
    A su modo aquella vieja, que vivió la restauración borbónica y la república, y otra vez la dictadura, y la restauración monárquica y la transición democrática, medio analfabeta como era, había intuido que cuando ya no podemos distinguir entre lo real y lo simulado, nos limitamos a consumir imágenes y signos que nos distraen de las cosas de verdad, y que, en cuanto a los cambios de régimen, ella, que había vivido tantos, como solía decir, lo tenía probado y comprobado: "Son los mismos perros con collares diferentes".
 

domingo, 8 de junio de 2025

God (Dios)

    El domingo es, etimológicamente, el día del Señor, dominicus dies. Consagremos, pues, el descanso dominical de este día, ocho de junio del año del Señor de 2025, domingo, a Dios, Nuestro Señor, cantándole a modo de oración esta vieja canción de John Lenon, titulada precisamente 'God', Dios en la lengua del Imperio. 
 
    'God' es, en realidad, una preciosa canción de John Lenon sobre el descreimiento que desgraciadamente nunca llega a ser definitivo porque siempre nos aferramos, como veremos, a algún artículo de fe, a alguna creencia como a un clavo ardiente. Siempre encontramos alguna nueva manera de entonar el viejo "credo in unum Deum" niceno-constantinopolitano, sustituyendo el nombre de Dios por cualquier otro.
 
    Acompañado al piano, el bajo y la batería, un sonido simple pero potente deja espacio a la melódica voz del ex beatle, que carga con el peso emotivo de la canción. Pertenece a su primer álbum de estudio como solista Jonh Lenon/Plastic Ono Band, publicado en 1970, y habla, como su título indica, de Dios, God en la lengua del Imperio.
 
    Después de cantar que Dios es un concepto por el que puede medirse el dolor, hace una enumeración de artículos de fe en los que el que canta ha dejado de creer. Se mezclan nombres comunes y nombres propios, en los que de alguna manera ha depositado su fe en algún determinado momento pero en los que ha dejado de creer. 
 

     El grueso de la canción es una retahíla en la que enumera la magia, el I Ching, el tarot, el mantra, el yoga, libros sagrados como la Biblia o la Bagavad Gita, nombres propios de políticos como Hitler o Kennedy, divinidades como Jesús y Buda, para afirmar que no creen en los reyes en general, y en particular, entrando en el mundo de los ídolos musicales, en Elvis Presley, el rey del rock, ni tampoco en Zimmerman, que es el nombre propio de Bob Dylan, ni por supuesto en los Beatles de los que él había formado parte. 
 

    Después de este repaso en el que podrían incluirse muchos otros artículos de fe en los que se ha dejado de creer (por ejemplo Alá, Mahoma y El Corán, habida cuenta del incremento del islam en el mundo, y también la democracia y la ciencia en la que tanta gente cree con una fe ciega por esencia: la enumeración sería prácticamente interminable), y muchos otros nombres propios de ilustres personajes que han pasado a la Historia o están a punto de hacerlo en la actualidad, llega a la parte más decepcionante de la canción: Sólo creo en mí, en Yoko y yo, es decir, en su pareja, que era Yoko Ono, y én él mismo, que no dejan de ser otros artículos de fe tras los que se cobija el viejo Dios. Sin duda es algo que ya sospechaba el propio John cuando declaró en una ocasión: “Si hay un dios, todos somos Él” (If there is a God, we’re all it). Y también: “Creo en Dios, pero no como una cosa, no como un anciano en el cielo. Creo que lo que la gente llama Dios está en todos nosotros” (I believe in God, but not as one thing, not as an old man in the sky. I believe that what people call God is something in all of us). 
 

    Al decir que no cree en las religiones, los mitos, los ídolos, ni siquiera en los Beatles, pero sí cree en sí mismo y en Yoko, Lennon está colocando la verdad espiritual en el plano humano y cotidiano, no en lo sagrado institucionalizado, pero, al mismo tiempo, está sacralizando e institucionalizando el plano humano y cotidiano, con lo que no se libra, como pretendía, de caer en las redes del viejo Dios y de las creencias. Y esa es la realidad. 
 
    El sueño se ha terminado. Ayer. Se define así mismo haciendo referencia a tres de sus canciones: la inolvidable Yesterday (Yo era un tejedor de sueños, pero ahora he renacido. Yo era la morsa pero ahora soy John). Y nos invita a nosotros a continuar descreyendo de todas nuestras certidumbres.
 
  
    He aquí la letra completa en versión original y traducida: God is a concept / by which we measure / our pain (Dios es un concepto por el que medimos nuestro dolor) I'll say it again (Lo diré otra vez). God is a concept / by which we measure /our pain, yeah, pain, yeah, pain (Dios es un concepto por el que medimos nuestro dolor, sí, dolor, sí, dolor) I don't believe in magic (No creo en la magia) I don't believe in I-Ching (No creo en I-Ching) I don't believe in Bible (No creo en la Biblia) I don't believe in Tarot (No creo en el Tarot) I don't believe in Hitler (No creo en Hitler) I don't believe in Jesus (No creo en Jesús) I don't believe in Kennedy (No creo en Kennedy) I don't believe in Buddha (No creo en Buda) I don't believe in Mantra (No creo en el mantra) I don't believe in Gita (No creo en la Gita) I don't believe in Yoga (No creo en el yoga) I don't believe in Kings (No creo en reyes) I don't believe in Elvis (No creo en Elvis) I don't believe in Zimmerman (No creo en Zimmerman) I don't believe in Beatles (No creo en los Beatles) I just believe in me, Yoko and me (Sólo creo en mí, en Yoko y yo) And that's reality (Y eso es la realidad) The dream is over (El sueño terminó) What can I say? (¿Qué puedo decir?) The dream is over (El sueño terminó) Yesterday (Ayer) I was the dreamweaver (Yo era el tejedor de sueños) But now I'm reborn (Pero ahora he renacido) I was the walrus (Yo era la morsa) But now I'm John (Pero ahora soy John) And so, dear friends,/ you just have to carry on (Y así, queridos amigos,/tenéis vosotros que continuar) The dream is over (El sueño se ha acabado).

sábado, 7 de junio de 2025

A la contra (y II)

     Si hay gente que no se conforma con los videojuegos bélicos y necesita desfogarse disparándose y librando batallitas en la vida real, debería usar artefactos de juguete o armas blancas curioso adjetivo que las blanquea no letales para proteger sobre todo a las víctimas colaterales que no quieren que las maten. 

  
     No hay que olvidar, que para desahogarse y confrontarse con los demás existe el deporte competitivo, una excelente válvula de escape, que además da pábulo a los medios de información estupefaciente, garantizando la paz mediante el rendimiento físico y las reglas universales del deporte, aunque esto, nos tememos, no es suficiente para alimentar la voracidad de la industria armamentista que junto con la farmacéutica gobiernan. 
 
    Hay Estados que poseen muchas industrias de armamento que generan y facturan muchos millones de monises al mes y que matemática, estratégica y financieramente no tienen ningún interés en el desarme, por lo que fomentan el rearme y apuntan a incrementar el gasto en Defensa, con D mayúscula de Dios.
 
    Son empresas que dan, además, empleos directos o indirectos a muchos miles y millones de trabajadores, que podrían, es verdad, reciclarse profesionalmente nunca es tarde para desaprender un oficio y aprender otros si hace falta, no estaría nada mal, mucho mejor, dejar de trabajar, que, el trabajo, como se sabe, no es ninguna bendición de Dios, no nos engañemos, sino todo lo contrario: la maldición de una esclavitud. 
 
    Lógicamente —y sabemos que la lógica no basta para quienes se interesan por lo que no lo es— las armas de fuego deberían prohibirse igual que las drogas sintéticas, por ejemplo. A menos que decidamos legalizar las drogas sintéticas, argumentaría alguno, que no estaría mal, si no fuera porque no hace falta, dado que ya están parcialmente comercializadas: producidas por los grandes grupos farmacéuticos —Sanofi, Bayer, Pfizer, Servier, etc.—, recetadas sistemáticamente por médicos y consumidas inocentemente como "medicamentos" (¡otra estafa semántica!) por clientes/pacientes viejos, convierten a nuestros países en residencias de ancianos drogadictos...  
 

     Traicionados en numerosas ocasiones por nuestros líderes bajo la presión de los grupos de presión los que mandan son los más mandados-, no vamos a dedicarnos a defender la paz -que ese es el argumento de los gobiernos y sus respectivos ministerios de Defensa llamados de la Guerra, cuando a las cosas se las llamaba por su nombre: al pan, pan y al vino, vino; y además, hay paces como la de los cementerios y la imperial que no parecen muy atractivas ni deseables, la no violencia o el irenismo irene es el nombre de la paz en griego sino a combatir la guerra: desmilitaricémonos. 
 
    Repitámoslo una vez más: si civil se opone a militar, civilizado es lo contrario de militarizado. Civilicémonos un poco más desmilitarizándonos y desarmándonos. Desmilitarizar el mundo también significa desideologizar sistemas y mentes. Deshacerse de creencias, naciones y banderas. Como escribía aquel joven Savater juventud, divino tesoro, que cantó Rubén en “Las razones del militarismo” (1984): “Hoy todavía se nos presenta como el mayor mérito de las banderas el que mucha gente ha dado su vida por ellas y pocos se atreven a ver precisamente ahí la mejor razón para detestarlas”. El verdadero patriotismo consiste en odiar las patrias, todas y cada una, las grandes y las chicas, empezando por la propia de uno.

viernes, 6 de junio de 2025

A la contra (I)

    ¿Son defensivas las armas con las que pretenden (re)armarnos y solo sirven para protegernos, como predica la Excelentísima Señora Ministra de Defensa perdón por el eufemismo del Gobierno progresista de las Españas de Dios? ¿Lo dice ella de verdad porque es lo que verdaderamente piensa, o lo dice, más bien, porque, dada la carga de su cargo, no puede decir otra cosa más que esa, ya que le pagan para que diga eso precisamente, que es lo que está mandado desde las altas instancias que se diga, y no lo que cualquiera diría, incluida ella misma, si la dejaran y se dejara pensar y sentir lo que le sale de abajo y de sus adentros? 
 
 
     ¿Defenderse, además, de qué? ¿De quién? ¿De la gente que se defiende de las agresiones de la gente que se defiende de la gente que se defiende... entrando en un bucle sin fin? ¿No será que solo son defensivas nuestras armas y ofensivas las de los demás y que por eso mismo las de los otros, siendo defensivas como las nuestras, nos ofenden y nos obligan a defendernos? 
 
    Recordemos, haciéndole un hueco a la poesía en medio de tanta prosa, la oda de Horacio (1.22) en estrofas sáficas sobre lo innecesario de las armas en medio de parajes llenos de peligros, incluido el viejo lobo que luego aparecerá en los cuentos infantiles para asustar a los niños al grito de que viene el lobo: El de vida honrado y de crimen libre / no precisa lanzas moriscas ni arco / ni cargada aljaba de emponzoñadas, Fusco, saetas, // si es que por las tórridas Sirtes ruta / va a seguir o el Cáucaso desabrido, / o por campos que con su lengua Hidaspes, mítico, lame. // Que de mí huyó en bosque sabino un lobo, / al cantar a Lálage amada,  yendo / lejos de mis lindes y descuidado yo y desarmado, // monstruo cual ni bélica Apulia en vastos / encinares cría ni a luz engendra / la nación de Juba, de mil leones árida madre. // Ponme en fríos páramos donde brisa / veraniega a árbol ninguno alegra, / en rincón del mundo que niebla y cielo avieso castigan; // ponme bajo el carro de un muy cercano / Sol, en una tierra negada al hombre; /amaré a mi Lálage que habla dulce, dulce que ríe.  
 
    En el siguiente vídeo se canta la oda horaciana en versión original para que se oiga como sonaba: 
 
  
    ¿Son disuasorias las armas? Pueden disuadir al enemigo, pero a nosotros nos persuaden a usarlas en primer lugar como amenaza, y en segunda y no menos importante instancia, cuando la amenaza no basta, empleándolas efectivamente. Y ya se sabe que, como dice la gente, las armas las carga el diablo. ¿Cómo algo que está destinado para matar va a desistir de su propósito? No son, pues, disuasorias las armas sino persuasorias: si nadie estuviera armado, nadie tendría nada que temer de los demás.
 
     Las armas se fabrican para venderse. Y se compran para usarse. Y las armas, en la práctica, sirven para matar, y es lo que hacen: matan. A miles de millares, a millones, a lo largo y ancho de la Historia universal. Una y otra vez. 

     Un aforismo romano decía: Cedant arma togae: Que cedan las armas a la toga, es decir, que el poder militar se someta al político, pero lo que hemos aprendido es que debajo de las togas están ocultas las dagas, es decir, que el poder político no se sostiene sin la fuerza de las armas. Que se lo pregunten a Julio César que en las idus de marzo del año 44 antes del Cristo fue acuchillado por los senadores  que ocultaban sus puñales bajo las togas.
 
 
 'Acción humanitaria en misión de paz'
 
    La guerra es un mercado. Un pasatiempo mórbido y subvencionado. Más allá del engaño semántico de la «Defensa» (con D mayúscula, como Dios, y justificada con el epíteto de 'legítima'), hablamos de asesinatos masivos autorizados.   
 
    Con frecuencia oímos a seres adultos aparentemente normales entusiasmarse como niños subnormales con juguetes bélicos: misiles, drones, tanques, aviones, artefactos nucleares y demás — de tal o cual país. ¿Cuál es la edad mental de esta gente? ¿Creen sinceramente que estamos condenados a matarnos entre nosotros para siempre? En cuanto a quienes disfrutan viendo desfilar a jóvenes sumisos fusil en ristre, listos para ser inmolados en aras de la Patria, o de cualquier otra idea dulce et decorum est pro Idea mori ¿qué podemos decir si no es aquello que cantaba Paco Ibáñez versionando a Brassens de que "cuando la fiesta nacional, / yo me quedo en la cama igual, / que la música militar / nunca me supo levantar"?